"Lo fundamental era estar al lado del pueblo, impulsarlo a la lucha. No hab�a que olvidar que nosotros, los comunistas, �ramos los organizadores, s�lamente el armaz�n. He aqu� lo que no se pod�a olvidar un s�lo instante. Y entonces ninguna fuerza enemiga ser�a capaz de quebrantarnos" Alex�i Fi�dorov

Cap�tulo tercero: EL COMITE REGIONAL ACTUA parte 6 de 16

A la casa de Evdok�a Fi�dorivna no ven�an s�lo comunistas y komsomoles, sino gente sin partido. No recuerdo ahora a todos, pero un hombre se me ha quedado grabado en la memoria. Me dijo que era agr�nomo de un sovj�s, y que hab�a venido porque a sus o�dos lleg� la noticia de que en nosotros podr�a encontrar apoyo moral y orientaci�n. Eso, m�s o menos, fue lo que me dijo.

Debo advertir que no trat�bamos de evitar a los visitantes. El caser�o estaba rodeado de pantanos y a �l s�lo se pod�a llegar por un camino que se divisaba desde lejos. Si alg�n destacamento de polic�as o de alemanes aparec�a por all�, pod�amos verlo desde lejos y tomar medidas a tiempo. Y si por el camino no iba m�s que un hombre y sin armas adem�s, no era cosa de temerle.

El agr�nomo llam� a la puerta, aunque no estaba cerrada y pidi� que alguien saliera para hablar con �l. Sal� yo. Me tendi� la mano.

— Salud, camarada Fi�dorov —me dijo.

Me fastidi� un poco que me hubieran reconocido otra vez. Pero disimul�.

— �De qu� se trata? —pregunt�.

— He venido —me respondi�— a pedirle consejo y, a su vez, a aconsejarle algo. �Me permite hablarle con sinceridad?

— Haga el favor.

Y comenz� el hombre a decir tales tonter�as, que me pregunt� si estar�a en su sano juicio. La conversaci�n dur� bastante. Sentados en los pelda�os de la terracilla fum�bamos, y el hombre "sincero" me expon�a su punto de vista sobre la situaci�n.

Sus razonamientos eran los siguientes: �l, seg�n afirmaba, era un hombre plenamente sovi�tico, convencido del triunfo sobre Alemania; comprend�a que la ocupaci�n era un fen�meno temporal e incluso breve. Me dijo que estaba enterado de que los comunistas agrupaban las fuerzas de la resistencia para atacar la retaguardia alemana, y que �l ven�a a exponernos su "sincero" punto de vista:

— �Para qu� sublevar a la gente, camarada secretario del Comit� Regional? �Para qu� azuzar contra la poblaci�n inerme a la m�quina militar alemana? Esto nos conducir� a un superfluo derramamiento de sangre. Los alemanes se limitan ahora a saquearnos, pero si comenzamos a resistir, nos exterminar�n.

— Es completamente cierto, eso es lo que har�n.

— Pero ni yo ni mis hijos queremos que nos maten.

— Pues luchad, id con los guerrilleros, y responded a cada disparo con cinco.

— No, camarada Fi�dorov, no estoy de acuerdo. Llegar� un tiempo en que el Ej�rcito Rojo quebrantar� la m�quina alemana. Esto es inevitable. Pero, �qu� podemos hacer nosotros, con nuestras exiguas fuerzas? ... Es un suicidio. Un hombre como usted nos har� falta tambi�n despu�s de la guerra. Usted se quiere lanzar sobre los tanques alemanes con las manos vac�as y arrastrar consigo bajo sus orugas lo que tenemos de m�s valiente, de m�s audaz, lo m�s honrado y sano. Precisamente porque no soy cobarde me atrevo a hablarle con tanta franqueza. � Recapacite! Le ruego que explique a los comunistas de la regi�n....

No pude contenerme y met� la mano en el bolsillo, palpando mi pistola. El hombre "sincero" not� este movimiento, palideci� y se encogi� de hombros.

— No soy un traidor —dijo—. No tiene motivos para disparar contra m�.

Entonces saqu� un poco la pistola del bolsillo.

— Tal vez ser� mejor que me vaya —resolvi� el hombre "sincero"—. Usted, por lo visto, no puede comprenderme. Sin embargo, recapacite sobre mis palabras.

De este modo termin� aquella conversaci�n. El agr�nomo se fue. M�s tarde me interes� por �l. "Es un hombre inofensivo —me dijeron—. Trat� de evacuarse con la familia, pero se qued� rezagado en el camino, como les ocurri� a muchos". Tipos "inofensivos", como aqu�l al principio consiguieron cierto �xito en su propaganda. Hab�a que oponerles nuestra influencia comunista.

Faltaban pocos d�as para la reuni�n. Los activistas andaban diseminados por las aldeas, cumpliendo diferentes trabajos relacionados con los preparativos de la reuni�n. Nuestro grupo del Comit� Regional comenz� de nuevo a visitar aldeas y pueblos recogiendo informaci�n. Adem�s, era hora ya de cambiar de residencia. La aparici�n de los propagandistas de la no resistencia al mal, auguraba, tal vez, la llegada de los alemanes.

Vasia Zubk� y Mija�l Z�nchenko — jefe del Estado Mayor del destacamento de M�laia D�vitsa— se dirigieron a la aldea de Buda, donde pens�bamos celebrar la reuni�n; Nadia Beli�vskaia y yo nos detuvimos en la aldea de Gr�bovo, para preparar un proyecto de orden del d�a; Dneprovski y Plevako salieron en direcci�n a L�sovie Sor�chintsi. Dneprovski conoc�a bien a Bodk�, quer�a verle e invitarle, de paso, a la reuni�n.

* * *

Dneprovski nos trajo una noticia terrible: hab�an matado a Bodk�.

El 25 de octubre lleg� a L�sovie Sor�chintsi un coche de turismo. En la casa de Bodk� se presentaron el st�rosta, dos SS y dos polic�as. Ordenaron a la mujer y al resto de la familia que abandonaran la casa. Un minuto despu�s sonaron varios tiros. Los alemanes y el st�rosta regresaron al coche y el polic�a arroj� el cad�ver del presidente del kolj�s a la huerta, prohibiendo enterrarlo. Los verdugos se fueron sin reunir a la gente ni explicarle nada. Los alemanes hab�an dejado a tres enormes y fieros perros que se lanzaban sobre todo aquel que intentaba acercarse al cuerpo de Bodk�.

�As� proced�an!

�El cuerpo del hombre que hab�a servido a su pueblo de verdad y honradamente, entreg�ndole todas sus fuerzas, yac�a abandonado, y unos perros tra�dos de Alemania no permit�an que se le acercaran los deudos!

Dneprovski me lo cont� con la misma brevedad que lo relato yo aqu�. No vi una l�grima en sus ojos. Unicamente parec�a m�s silencioso que de costumbre. Conoc�a a Bodk� desde la juventud y era amigo suyo.

Tambi�n yo tard� alg�n tiempo en poder hablar. La due�ia de la casa se ech� sobre la cama y rompi� en sollozos.

— �Qu� desgracia, qu� desgracia! — gem�a—. �Es horrible lo que hacen esos verdugos! �Matar a un hombre tan bueno!

Apesadumbrado, sal� a la calle: me asfixiaba en la casa. Me acord� del kulak de Kostrom�, del baptista. �No ser�a aquello obra suya?

Dneprovski sali� detr�s de m�. Durante un cierto tiempo permaneci� callado. Despu�s, sin mirarme, comenz� su relato con voz sorda y mon�tona. En realidad no era un relato, parec�a que pensaba en voz alta.

— Era un hombre especial. En el mundo, ni en el extranjero ni en la Rusia de antes, jam�s ha habido gente as�. Durante la guerra civil fue guerrillero. Pero bueno, eso no tiene importancia. No es ninguna cosa excepcional. Muchos fueron guerrilleros... Despu�s nos acostumbramos a fijarnos s�lo en los camaradas m�s instruidos, que segu�an destac�ndose. Bodk� pertenec�a a otra categor�a. Era de esos que permanecen en el mismo lugar que los coloc� la revoluci�n, trabajando en la aldea y en el distrito; es decir, en un plano reducido, y aun as�, en puestos de segundo y de tercer orden...

Interrump� a Dneprovski.

— T� que le conoc�as bien, dime, �por qu� le expulsaron del Partido?

— Espere, Alex�i Fi�dorovich. Tambi�n yo he pensado en eso y ya llegaremos a ello... Pues bien, en puestos de segundo y de tercer orden. Es decir, nunca en un primer plano, ni de segundo secretario de distrito, sino de encargado de la econom�a comunal, o presidente de tribunal, o bien, en tiempos anteriores, de presidente del Comit� de Campesinos Pobres o de la secci�n de seguro social. �Y cu�ntos hombres as� tenemos de presidentes de koljoses, Alex�i Fi�dorovich! Hombres sin instrucci�n, por decirlo as�, pero no sin conocimientos. Los hombres como Bodk� son profundos y saben mucho. �Cu�nto no habr� pensado, cu�ntos conocimientos diversos y cu�nta experiencia no tendr�a! Era, claro est�, un agricultor de vanguardia, y por lo que se refiere al r�gimen sovi�tico, a sus leyes y costumbres, puede usted estar seguro de que Bodk� hab�a estudiado y conoc�a tan bien el esp�ritu de ese r�gimen nuestro, nuevo, que nadie hubiera podido hacerle flaquear. No, ning�n profesor... Cuando la revoluci�n, Bodk� era un ni�o campesino, analfabeto; la revoluci�n y el Partido le hicieron hombre. Y para �l no hab�a nada m�s preciado que el Partido, es decir, la causa del Partido, el esp�ritu constructor y creador de nuestro Partido. Durante muchos a�os fue presidente del kolj�s... Y hoy, Alex�i Fi�dorovich, cuando regresaba de la casa donde Bodk� ha vivido y trabajado y en donde le han matado, pensaba que ser presidente de kolj�s no es un cargo cualquiera. Es un nuevo tipo de hombre p�blico, jam�s visto en la historia; un hombre que el genio del Partido Comunista ha hecho nacer del seno del pueblo. Pero esto son consideraciones generales. Hablo as�, tal vez, porque han matado a mi amigo. Le confieso que antes de la guerra, cre�a que hombres como �l no val�an gran cosa. Pero comprendo ahora que ellos son el apoyo a la base de todo nuestro r�gimen sovi�tico.

No aseguro que �stas fueran las palabras exactas empleadas por Dneprovski. He intentado reflejar lo m�s fielmente posible sus pensamientos y su estado de �nimo. Escuch�ndole record� mis conversaciones y entrevistas con Bodk�. �Era, en efecto, un hombre de gran personalidad y muy bondadoso! Me imagin� en su puesto. El doble juego que se hab�a visto obligado a llevar: ser st�rosta, pero comunista en el fondo; y soportar a todos los canallas que iban a verle, crey�ndole uno de los suyos. �Oh, no! Yo no hubiera sido capaz de resistirlo, habr�a estallado con toda seguridad...

Dneprovski sigui� hablando.

— Poco antes de la ocupaci�n, me ocurri� lo siguiente. Fui enviado a trabajar a la Direcci�n Pol�tica del Ej�rcito. Como no hac�amos m�s que andar, y adem�s por pantanos, tuve un terrible ataque de reuma. La Direcci�n Pol�tica del Ej�rcito estaba instalada en Priluki, pero no hab�a hospitales cerca. Como los m�dicos me aconsejaron que fuera a un kolj�s, me condujeron a L�sovie Sor�chintsi y all� me encontr�, despu�s de muchos a�os de separaci�n, con Bodk�. Me llev�, naturalmente, a su casa. Tambi�n yo soy de M�laia D�vitsa. Hab�amos ingresado juntos, casi en la misma fecha, en el Partido... S�lo al cuarto d�a de vivir en su casa me dijo que lo hab�an expulsado del Partido. Usted que le conoce, tal vez no me crea, pero le juro que me lo cont� llorando a l�grima viva: "�Qu� voy a hacer, P�vel? —me dec�a—. No puedo vivir sin el Partido. Lenin, con su palabra, me llev� a la causa del pueblo. Segu� al Partido por el camino koljosiano. Y ahora �de cu�ntas cosas me acusan! ... Soy culpable, no lo discuto, como comunista no trato de eludir mi responsabilidad. Bueno es que me castiguen, pero sin el Partido no puedo vivir". Yo le respond� que si se trataba de un error, lo volver�an a admitir, pero que se precisaba tiempo para investigar el asunto. "Pero, �qu� se va a investigar ahora, P�vel? Los alemanes nos atacan, los enemigos est�n ya encima, �y yo fuera del Partido! �Qu� hacer? No me dejan incorporarme al Ej�rcito Rojo, quiero ir de guerrillero y tampoco me dejan; el Soviet del distrito no me permite abandonar el kolj�s. Me present� al Comit� de Distrito y Priadk� me dijo: "Espera, no pierdas la confianza, tu asunto ha pasado al Comit� Regional". Fui a Chern�gov para hablar con Fi�dorov, pero estaban bombardeando los alemanes, y �l estaba ocupado en evacuar las f�bricas y los bienes del Estado. �No era momento oportuno para resolver mi asunto! �Ay, P�vel, qu� duro es estar fuera del Partido! ..."

En aquel momento interrump� a Dneprovski.

— Bodk� me dijo que hab�a aceptado el puesto de st�rosta por indicaci�n del Comit� de Distrito.

— Claro, Bodk� fue al Comit� de Distrito. No pod�a considerarse sin partido. Le hab�an retirado el carnet temporalmente. �D�nde puede ir un comunista cuando se siente apesadumbrado? �A ver a sus camaradas, naturalmente!

Despu�s de reflexionar un momento, dije a Dneprovski:

— S�. Es indudable que era miembro del Partido... Su expulsi�n no est� justificada... En el Comit� Regional su asunto no lleg� a mis manos. No recuerdo...

Sin embargo, record� c�mo, durante un bombardeo, se me acerc� en el pasillo del Comit� Regional un hombre, pregunt�ndome sobre una solicitud que hab�a presentado. Ten�a un apellido corto y tambi�n ucraniano. �No ser�a Bodk�?

— Camarada Dneprovski, el 25 de octubre, en L�sovie Sor�chintsi fue asesinado un comunista, un miembro del Partido bolchevique. �Bodk� figurar� como un h�roe en las listas de nuestra organizaci�n de Chern�gov!

Y al hablar as� quise que mis palabras sonaran lo m�s solemnemente posible.


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