EL GOBIERNO DE LOS TRABAJADORES

Las tesis del Gobierno Obrero

seg�n Clara Zetkin y la III Internacional

Diciembre 1922

 


Escrito: Diciembre de 1922.
Publicado por vez primera: en 'Die Kommunistische Fraueninternationale', (�La Internacional Comunista�), y luego como parte del libro, Clara Zetkin, 'Zur Theorie und Taktik der Arbeiterbewegung', (�Sobre la teor�a y la t�ctica del gobierno obrero�), Reclam Verlag, Leipzig, 1974
Fuente de la versi�n castellana: Tendencia Piquetera Revolucionaria (Argentina).
HTML para marxists.org: Rodrigo Cisterna, 2013.


 

 

 

Una de las cuestiones m�s importantes que el venidero Cuarto Congreso de la Internacional Comunista tendr� que examinar y sobre la que tendr� que decidir es, indiscutiblemente, la del Gobierno Obrero. Se ha planteado por la demanda por el Frente �nico Proletario, la irrefutable necesidad e importancia primordial de lo que crecientemente se clarifica frente a la ofensiva cada vez m�s aguda y amplia de la burgues�a mundial. La consigna del gobierno obrero se desarrolla org�nicamente de la lucha en la que las masas de mujeres y hombres trabajadores tienen que defender su mera existencia, incluso su vida misma contra el hambre insaciable de los capitalistas explotadores.

La oscura miseria de esta hora hist�rica convoca escandalosa y furiosamente por esta lucha. Si ha de ser levantada de forma exitosa, para desarrollarse cada vez m�s ampliamente en su alcance y cada vez m�s alto en su objetivo, necesita que las masas explotadas creen sus propios �rganos de trabajo y lucha, que deben sobreponerse a la fragmentaci�n y al desgarramiento mutuo para agruparse como una fuerza unida y decisiva. Consejos de f�brica, comit�s de control, comit�s de acci�n, etc., llegar�n a ser. S�lo, el efecto de dichos comit�s se mantendr� dentro de los l�mites m�s modestos. Peor a�n, su efectividad ser� gradualmente paralizado, los consejos y comit�s mismos ser�n estrangulados si el poder gubernamental permanece en las manos de una minor�a explotadora. Tambi�n los extasiados fan�ticos de la �democracia� y de la �comunidad laboriosa� de l�deres obreros �moderados y razonables�, y de �comprensivos y bienintencionados� representantes de la burgues�a en el gobierno van a aprender esta lecci�n a trav�s de la amarga experiencia.

Hay algo que sigue siendo verdad: o la burgues�a tiene el control del gobierno y usa el poder gubernamental en su propio inter�s de clase o los trabajadores gobiernan y de la misma forma usan el gobierno en su propio inter�s de clase, o sea, contra la burgues�a mercantilista. Un �equilibrio justo� no existe. La regla de todos esos gobiernos de coalici�n entre burgueses y partidos obreros han probado esto de forma manifiesta. Sea una coalici�n �amplia� o �estrecha�, con m�s o menos l�neas n�tidas delimitadas a su derecha o izquierda puede, por supuesto, debilitar o reforzar este hecho fundamental. Pero no cambia nada en su esencia, su pepita b�sica de verdad, particularmente en estos tiempos donde el colapso del capitalismo abre conflictos de clases cada vez m�s profundos y hace la lucha entre ellos m�s afilada y amarga.

Los l�deres obreros que ocupen algunos pocos puestos de gobierno de ninguna forma significan lo mismo que la conquista del poder pol�tico por el proletariado. Puede significar dinero en el bolsillo para individuos o ayudas a la clase pero siempre se mantiene como el fin de la burgues�a, un medio para corromper y enga�ar al proletariado. Solamente un gobierno compuesto enteramente de representantes de los partidos y organizaciones obreras (incluyendo a los trabajadores intelectuales) merece el nombre de gobierno obrero. Porque semejante gobierno solamente puede ponerse en pie como el fruto de fuertes movimientos de la consciencia de clase y luchas en las que la mayor�a explotada confronta con la minor�a explotadora y la existencia de dicho gobierno exprese el crecimiento en el poder del proletariado. Esto s�lo, defendido por todos los medios disponibles, es la base segura para un gobierno obrero que demuestra su derecho a existir en el hecho de que en�rgicamente y a fondo sigue una pol�tica cuyo objeto es el bienestar de los productores y no las ganancias de los ricos que se llevan para ellos lo que otros producen.

Algo es seguro: el Gobierno Obrero significa un crecimiento en el poder pol�tico del proletariado pero de ninguna manera debe ser colocado en el mismo nivel que la conquista del poder pol�tico y estatal por parte del proletariado y el establecimiento de su dictadura. Para que el proletariado sea capaz de reclamar el poder pol�tico y usarlo plenamente al servicio de su liberaci�n, requiere el aplastamiento del Estado burgu�s y su aparato de poder. La maquinaria estatal burguesa corresponde por definici�n a los prop�sitos de poder para las clases explotadoras y poseedoras. Es inapropiado para las metas liberadoras del proletariado. Su car�cter no cambia porque otra clase toma el control del aparato y lo deja funcionando. El proletariado debe crear en el sistema de consejos un Estado que exprese su poder y su dominaci�n de clase a trav�s de los �rganos necesarios.

En contraste con esto, el gobierno obrero no destruye el Estado burgu�s, y ser�a una peligrosa autodecepci�n si los trabajadores se convencieran a si mismos o se dejaran convencer de que el gobierno obrero hace posible �vaciar� el Estado burgu�s desde adentro. As� como el poder de la burgues�a en la econom�a no se puede �vaciar�, eso tampoco puede ocurrir en el Estado. En ambas esferas su poder debe ser superado, aplastado, y eso solamente puede ser logrado por la fuerza del proletariado y no por la astucia del gobierno m�s astuto. El Gobierno Obrero es el intento de forzar al Estado burgu�s en el marco de sus limitaciones hist�ricas esenciales, para servir los intereses hist�ricos del proletariado.

La consigna del Gobierno Obrero, en consecuencia, se conecta con las ilusiones que las m�s amplias masas del proletariado, y particularmente las capas proletarizadas recientemente, tienen sobre la naturaleza y valor del Estado burgu�s democr�tico. Es una consigna pol�tica del per�odo de transici�n del capitalismo al socialismo y el comunismo, y refleja dos cosas: primero, qu� poco claro e indefinido es el conocimiento de la mayor�a del proletariado sobre la naturaleza de la sociedad burguesa, su Estado y las condiciones de su propia liberaci�n; y segundo, que un giro en la relaci�n de fuerzas entre la burgues�a y el proletariado en favor de este �ltimo ha empezado pero a�n no ha llegado a su fin. La correspondiente nueva relaci�n es inestable y cambiante porque la crudeza de la consciencia del proletariado obstaculiza el completo y deshinibido despliegue del poder de la clase obrera en la lucha revolucionaria.

Est� claro que la situaci�n que se caracteriza por estos dos factores est� llena de dificultades y peligros para las secciones individuales de la Internacional Comunista y, en consecuencia, para el proletariado mundial al que est� llamada a dirigir. �Puede, en efecto, la consigna del gobierno obrero causar confusi�n en el campo de los comunistas, sacudir su certeza sobre su objetivo y su camino, causar una incorrecta aplicaci�n de nuestras fuerzas y por ende su despilfarro, disminuyendo nuestra habilidad para liderar a las masas despose�das a trav�s del camino correcto? �Pueden, en efecto, ganar nuevos apoyos y emerger m�s fuertes, a trav�s del uso de esta consigna, las viejas ilusiones burguesas reformistas cuya total destrucci�n es tarea de los comunistas? �Acaso todo esto no va a frenar el proceso de clarificaci�n y auto-consciencia del proletariado, que es la precondici�n para que coloque toda su fuerza para conquistar el poder pol�tico y establecer su propia dictadura para destruir un capitalismo explotador y esclavizador?

Decidir estas cuestiones tiene enormes consecuencias, cargadas de responsabilidad. Lo esencial de la cuesti�n no es el apoyo de un Partido Comunista a un Gobierno Obrero, sino m�s bien el ingreso de los comunistas al mismo gobierno y, por lo tanto, la toma de responsabilidad por sus pol�ticas. De acuerdo con las circunstancias, responder a todas estas preguntas positivamente - y por ende rechazando el gobierno obrero - puede separar a los comunistas de las masas de trabajadores, puede sacudir y temporalmente ahogar su creciente confianza de que siempre y en todos lados nos paramos junto a ellos, y vamos adelante con ellos cuando es correcto pelear contra un tenaz capitalismo y su poder. Si desechamos al gobierno obrero, los charlatanes burgueses y reformistas van a decirles a los trabajadores que no somos serios con todas las demandas que levantamos para aliviar las m�s urgentes necesidades diarias de los explotados y oprimidos, y que nos rehusamos a crear la fuerza que podr�a estar en la posici�n para llevarlas adelante. Si la Internacional Comunista responde a estas cuestiones dudosas inequ�vocamente por la negativa y propaga la consigna del Gobierno Obrero, no est� excluido que alguna secci�n caiga presa del peligro de pagar el costo por la creaci�n de un gobierno obrero con el abandono de importantes principios partidarios y de las condiciones esenciales para la creaci�n de una fuerte conciencia de clase proletaria. Es posible que cubra con su nombre y reputaci�n una pol�tica de cobard�a y traici�n dirigida a �salvar� al gobierno obrero. Semejante pol�tica no s�lo comprometer�a al partido sino al comunismo en s� mismo.

Es, por lo tanto, entendible que nuestra Internacional no llegara a un acuerdo un�nime cuando el Ejecutivo redonde� la consigna �Por el Frente �nico Proletario! con �Por un Gobierno Obrero! Esta conclusi�n, obtenida de la lucha defensiva contra la gran ofensiva de los capitalistas, fue fuertemente cuestionada por muchos. Naturalmente, en particular por aquellos camaradas que tambi�n rechazan el Frente �nico Proletario o lo aceptan de palabra como una amarga necesidad pero en sus corazones esperan que en su pr�ctica le vaya como al Diablo y busquen evitar y limitarlo lo m�s posible, torturados por el miedo de ser �descarriados hacia un pantano oportunista�. Las razones que arguyen los oponentes al gobierno obrero son largamente las mismas que extrajeron de estos temores y usaron para pelear contra el Frente �nico Proletario, refiriendo a la �especial situaci�n� de su Partido Comunista en su pa�s. Ya han sido manifestadas en n�meros anteriores de este peri�dico y no necesitan ser repetidas.

Artiller�a m�s pesada que estos t�picos argumentos puede ser tra�da a colaci�n contra el gobierno obrero. Es la muy mala experiencia que el proletariado de distintos pa�ses ha atravesado con los denominados gobiernos obreros. En Australia, un gobierno obrero se puso en pie sobre la base de las arenas movedizas de una combinaci�n parlamentaria que era correcta. Luego, en vez de alzar y solidificar el poder de clase de los obreros, lo limit� y debilit�, no solamente con cadenas legales sino tambi�n confundiendo y entorpeciendo la consciencia de clase proletaria. Honr� al proletariado con cortes de arbitraje y juntas de conciliaci�n, que hicieron virtualmente imposibles las luchas salariales y las huelgas - o al menos significativamente m�s dif�ciles -, y por ende entregaron los trabajadores a la explotaci�n atados de pies y manos. Generalmente la pol�tica del gobierno obrero significaba comedores de beneficencia para los obreros y nutritivas comidas para la burgues�a. Se pag� por tolerar la total subordinaci�n a la burgues�a.

En verdad, las acciones de los gobiernos obreros en Brunswick, Turingia y Sajonia fueron una mayor�a de social-dem�cratas e independientes que tuvieron y tienen el tim�n del Estado en sus manos, y nada m�s digno de alabanza - �todo lo contrario! Las pol�ticas de estos gobiernos obreros fueron y son un ejemplo shockeante de lo que un gobierno obrero no deber�a ser. Solamente son gobiernos obreros de nombre, teniendo s�lo la caracter�stica superficial de haber sido construidos por representantes de los dos partidos reformistas alemanes. Sus pol�ticas los definen como burgueses hasta las entra�as. Desde rechazar medidas de largo alcance para pelear contra la miseria de masas a costa de los grandes negocios, comerciantes, especuladores y usureros, hasta bloquear el parlamento saj�n contra movilizaciones obreras, la violenta represi�n a los huelguistas en Brunswick, el uso de la 'Technische Nothilfe' (una organizaci�n de canallas sostenidos por el Reich) contra obreros rurales en huelga en Turingia, y el rechazo al derecho a huelga de los funcionarios p�blicos - basados en Groener y Wirth. Y todo eso en una situaci�n que es objetivamente revolucionaria y grita por la m�s feroz puesta en pie por los intereses del proletariado en todos los aspectos.

�Los rastros nos aterrorizan! [Lo que hemos visto nos aterroriza pero no es la pel�cula completa]. Un Partido Comunista cometer�a suicidio si se paseara entre los confortables y bien-nacidos caminos de los partidos obreros reformistas avergonzados de la revoluci�n, sus pretendidos estadistas, y dentro de los gobiernos obreros y gobiernos �puramente� social-dem�cratas. Pero mirando m�s de cerca, las debilidades, estupideces y cr�menes de dichos gobiernos obreros como los conocimos hasta ahora en ninguna forma, necesariamente, habla en contra de un gobierno obrero en la concepci�n comunista, que puede nacer de de la vanguardia y de la lucha de las grandes masas del proletariado, y debe vivir y actuar en estrecha alianza con la vanguardia y la pelea de esas masas. S�lo confirman que los partidos obreros reformistas se han mostrado hasta ahora como totalmente incapaces de desarrollar una pol�tica obrera de gran estilo. En la presente hora hist�rica, una verdadera pol�tica obrera debe ser una pol�tica revolucionaria, la m�s aguda pol�tica de lucha contra la burgues�a, orientada al reforzamiento del poder del proletariado. Los Scheidemanns y Dittmans de segundo rango [lideres de la mayor�a y de la socialdemocracia independiente] han mostrado que - como el proverbio italiano dice - �el h�bito no hace al monje�. Sin embargo, el gobierno obrero no es un concepto fijo y fosilizado que domina la vida pol�tica. Puede ser tanto un componente de la m�s v�vida vida pol�tica si es y permanece la expresi�n no falsificada de la vida hist�rica de la clase proletaria, la expresi�n de una consciencia en desarrollo y de una voluntad de poder del proletariado. Pelear por un gobierno obrero y, si las condiciones son las adecuadas, entrar en �l, la participaci�n en �l puede ser una tarea, una necesidad para los Partidos Comunistas.

Las experiencias precedentes arrojaron algo de luz sobre qu� es significativo sobre la disputada cuesti�n. Hay diferentes tipos de gobiernos obreros, que van de una coalici�n de verdaderos partidos obreros con partidos burgueses reformistas a trav�s de una coalici�n socialdem�crata �pura�. Pero no cualquier tipo de gobierno obrero puede servir aunque sea como propaganda y lema de agitaci�n de los comunistas, colocado como un objetivo de la lucha. Es decisivo para la pol�tica de los comunistas hacia un gobierno obrero no su composici�n de partidos pol�ticos sino la pol�tica que implementa. Las pol�ticas de un gobierno obrero van a estar definidas, de todas formas y en �ltima instancia, por la actividad y pasividad de las masas proletarias, a trav�s de la madurez de su consciencia y voluntad, y el correspondiente uso del poder. El proletariado recibe el tipo de gobierno obrero que est� preparado a tolerar.

Entonces vemos un pensamiento ahist�rico y mec�nico que s�lo funda su opini�n en formas externas y f�rmulas esquem�ticas cuando, en nombre de los principios comunistas, la posici�n en el gobierno obrero depende de si es el producto de la lucha revolucionaria de las masas o el fruto de una combinaci�n parlamentaria. Por m�s fuerte que deseemos la primer opci�n, no debemos pasar por alto que una formaci�n parlamentaria tambi�n puede fomentar el avance del movimiento de masas y su actividad. Por cierto: s�lo un impacto indirecto y m�s d�bil, pero a�n as� un impacto en la vida de la clase obrera. En Inglaterra, por ejemplo, existe la inminente posibilidad de que un gobierno obrero alcance el poder por medios parlamentarios sin grandes shocks o luchas revolucionarias. Solamente una verdadera transformaci�n en la conciencia y posici�n de poder del proletariado debe haber precedido la consecuencia parlamentaria. Esta transformaci�n presiona hacia una consistente pol�tica obrera, que no puede ser llevada a cabo sin una aguda confrontaci�n con la burgues�a. Entonces aparece que en Inglaterra, serios movimientos de masas revolucionarios no van a preparar el camino a un gobierno obrero sino que ser� por su acompa�ante y protector.

La consigna de nuestro Ejecutivo ��Por un Gobierno Obrero!� contiene como su consecuencia final e ineludible la entrada de los comunistas en un gobierno obrero, trabajando juntos y compartiendo responsabilidades con organizaciones y partidos obreros no comunistas. No puede ser negado que que incluso tomando una activa posici�n por plantear un gobierno obrero, pero mucho m�s la participaci�n en �l, puede incrementar el peligro para los comunistas en convertirse en prisioneros de un banal oportunismo y vendiendo los fundamentos comunistas de nuestra pol�tica por sucesos cotidianos, de corto alcance. Ell peligro de caminar en un pantano oportunista se adhiere no solamente por la entrada en un gobierno obrero pero mucho m�s a cualquier actividad que se coloca afuera del c�rculo sectario de las plegarias, uno que deber�a permanecer peque�o por el bien de la pureza.

La preocupaci�n maternal de evitar los peligros conduce a un quietismo auto-suficiente, a una pasividad inmaculada a trav�s de la cual el Partido Comunista se a�sla de las masas, pierde su contenido hist�rico v�vido y cae como presa a la fosilizaci�n. Por su esencia, la tarea de los Partidos Comunistas es que ellos mismos desenvuelvan la actividad revolucionaria m�s alta pol�ticamente y, a trav�s de esto, a trav�s de su propia actividad para lograr el desarrollo de la actividad m�s alta de las masas proletarias, como un acero dibujando las chispas de ignici�n de un pedazo de pedernal. Es bastante no-comunista renunciar al trabajo y la lucha por los peligros inevitables. De lo que se trata es de lidiar con los peligros. Los peligros inherentes a la situaci�n - caer por medio de la pr�ctica de un gobierno obrero en un oportunismo ocupado y sin resultados - son combatidos de la mejor forma (junto a la fuerte unidad ideol�gica y organizativa del Partido Comunista y su estricta disciplina) persiguiendo una fuerte actividad orientada por objetivos y el m�s �ntimo v�nculo org�nico con las masas proletarias.

Tan ahist�rica como el rechazo al gobierno obrero por miedo al oportunismo es la concepci�n de que el gobierno obrero debe ser, bajo todas las circunstancias, un estad�o transicional entre el Estado burgu�s y el Estado obrero, un inevitable y no desagradable �sustituto� para la dictadura del proletariado. Un gobierno obrero ciertamente puede pero de ninguna forma debe ser una etapa transicional hacia el poder de la clase proletaria. La historia de la Revoluci�n Rusa lo prueba. Con la tremenda agudizaci�n del conflicto de clases en el mundo capitalista desarrollado y la creciente agudeza de la lucha de clases, se puede desenvolver un relativamente r�pido giro en la relaci�n de fuerzas entre la burgues�a y el proletariado que puede dirigir directamente a que �ste conquiste el poder e instituya su dictadura. Adem�s, tambi�n se excluye que el Congreso Mundial de la Internacional Comunista proclame el gobierno obrero como una meta fundamental y objeto de lucha por el cual se debe pelear en cualquier circunstancia. Gobierno Obrero como �reemplazo de la dictadura� es una c�mica concepci�n que ignora que uno no puede poner nuevo vino en viejas botellas. El contenido hist�rico de la dictadura del proletariado debe tirar abajo el Estado de la clase burguesa, incluso uno democr�tico-burgu�s.

En, f�cilmente, la mayor�a de los pa�ses bajo la dominaci�n capitalista, el gobierno obrero aparece como la culminaci�n m�xima de la t�ctica del Frente �nico, como la propaganda y la consigna de guerra de la hora. Las condiciones concretas en cada uno de estos estados decidir�n c�mo y bajo qu� condiciones el lema puede convertirse en un objetivo de lucha. Podemos concebir situaciones, los contextos en cuales los Partidos Comunistas deben luchar y dar batalla para entrar a un gobierno obrero aun bajo circunstancias muy dif�ciles. Las condiciones para esto, ser�n diversas y diferentes. Estas no pueden ser especificadas en �reglas� de antemano. A�n como siempre ciertos factores deben ser decisivos: la limpieza de la cara que presenta el Partido Comunista; la independencia de la pol�tica comunista; los fuertes lazos con las masas; una orientaci�n para profundizar y acelerar el proceso de toma de conciencia en la clase obrera y, por ende, el crecimiento de su poder. Por supuesto, esta es una precondici�n para la pol�tica revolucionaria de un verdadero gobierno obrero que se apoya en el poder organizado de los trabajadores, armados para la lucha, fuera del Parlamento. Donde la pr�ctica del Frente �nico Obrero empuja hacia adelante al gobierno obrero, �ste puede � si es correctamente concebido e implementado, ser un paso adelante hacia la dictadura del proletariado. Amolar eso ser� decidido no s�lo por las condiciones dadas, sino tambi�n el entendimiento y la voluntad de los partidos comunistas, que se convierten en un acto de voluntad y comprensi�n de las masas. Pong�moslo a prueba, �actuemos!