DISCURSO DE CLAUSURA ANTE LA REUNI�N DE LOS
REPRESENTANTES DE LA DIRECCI�N PRINCIPAL
DE LAS ESCUELAS MILITARES Y LOS CURSOS
DE COMANDO, 11 DE OCTUBRE DE 1919

Gran parte de los debates estuvo dedicada a la enumeraci�n de las insuficiencias administrativas, y debo confesar que el cuadro aqu� perge�ado es bastante triste. Muchas son las carencias que se explican y justifican por circunstancias objetivas que no podemos sin duda remediar en el futuro inmediato; las remediaremos cuando hayamos terminado con la guerra civil y pasemos a la construcci�n pac�fica y cultural, cuando la necesidad de los cursos de comando sea evidentemente menor. Pese a todo, en la enumeraci�n de las carencias e insuficiencias m�s irritantes encontramos algunas que se deben de manera exclusiva a los respectivos �rganos administrativos, particularmente a la direcci�n de alojamiento. Hace ya mucho que dej� de ser un secreto para m� que nuestras autoridades responsables en materia de alojamiento no sirven para nada. Que la direcci�n de alojamiento ha sido incapaz de organizar cursos es -hoy ante nuestras narices una evidencia. Pienso que ahora vamos a organizar una de las m�s serias inspecciones para verificar c�mo se aloja a los alumnos de los cursos de Mosc�, por qu� est�n mal alojados, qui�n es el responsable de no haber adoptado las medidas indispensables para alejarlos mejor dentro de las posibilidades normales. Ahora mismo vamos a designar una comisi�n de representantes de la direcci�n principal de las escuelas militares, del Comit� de Defensa, de la Inspecci�n Militar, del Comit� Nacional y de la Cheka moscovita. Hemos o�do la queja de que la Cheka de Mosc� perturbaba los cursos, pero en un sentido nos ayuda a organizar cursos que tendr�n el derecho de juzgar a los responsables de no haber tomado todas las medidas indispensables con miras a crear las condiciones m�nimas para una actividad normal.
Por lo que ata�e a los manuales, encargaremos a la Oficina Central de Distribuci�n, como ya lo hicimos respecto de la Academia Militar, que adopte las medidas adecuadas. Es necesario reunir todos los manuales existentes, ya sea entreg�ndolos individualmente a su b�squeda, ya confiando esta tarea a la Direcci�n Nacional de Institutos de Estudios Superiores; no se trata, sin embargo, de confi�rsela formalmente, en el papel, sino de proporcionarle toda la ayuda necesaria.
En cuanto a las raciones y el forraje, todos los problemas ser�n resueltos con el paso pr�ctico de Mosc� a estatuto de regi�n m�s o menos fortificada. La situaci�n del suministro promete mejorar en el conjunto del pa�s, pues en el Volga y aun m�s lejos -m�s all� del Ural, donde Kolchak rein� durante un tiempo bastante considerable- los campesinos son muy previsores con respecto al acopio de trigo; por lo dem�s, la operaci�n oto�al de trigo del comisariato del pueblo encargado del suministro se ha visto coronada por el �xito, superando incluso toda expectativa. Esto significa que podemos aguardar un mejoramiento de la situaci�n en el campo del abastecimiento.
El atraso en el pago de los sueldos es un inmenso esc�ndalo. No es la primera vez que presentamos este problema. Tambi�n en este punto debemos hacer una gira de inspecci�n a fin de desenmascarar a los culpables de estas actuaciones criminales y ponerlos frente a su responsabilidad. Es un desorden indignante que ya no puede continuar. Resulta absolutamente intolerable que los cursos de Mosc� no reciban a tiempo los subsidios y que su actividad se vea, por ello, entorpecida.
Eso por lo que concierne a la parte administrativa, pero no obstante a�adiremos a las tareas de la Oficina Central de Distribuci�n la obligaci�n de controlar con la mayor seriedad posible las necesidades de los cursos -los de Mosc� en primer lugar- y satisfacerlas por todos los medios; sin ello, �para qu� tomarse tanto trabajo, para qu� instituir cursos que no pueden desenvolverse normalmente? Construir un carro sin contar con la cuarta rueda es lo mismo que no construirlo.
El problema del personal de los cursos y de los profesores tambi�n ha sido destacado; grandes carencias han sido actualizadas. Una parte importante del personal necesario para los cursos se ha visto trasferida al frente debido a la movilizaci�n. Es un traslado manifiestamente necesario por la delicada situaci�n del frente, pe o es, pese a todo, un error. Ahora tenemos que rehacer el trabajo en sentido inverso, es decir, buscar en el frente las personas que nos son indispensables. Lo haremos en colaboraci�n con el gran estado mayor general panruso y con el estado mayor de campa�a. Debemos buscar comandantes que sean experimentados, que est�n cansados, heridos o convalecientes y no puedan por el momento ocuparse de modo directo de los puestos de mando -comandantes que hayan pasado por la arena y el fuego de la guerra civil- a fin de ubicarlos en un puesto que les venga bien y asignarles la responsabilidad de nuestros cursos de comandancia.
En cuanto a los comisarios, pienso que con la ayuda del camarada Kurski, a quien pediremos que verifique el efectivo �ntegro de los comisarios de cursos, habr� que hacerlos salir de la fila a aquellos que en la pr�ctica hayan probado ser capaces de satisfacer tareas de alta responsabilidad; ser� necesario separarlos de los cursos, pero sin enviarlos de un seminario a otro, cosa que solo resulta �til para el adiestramiento f�sico.
En lo que respecta a los cursos mismos y a la selecci�n de alumnos, creo que era justicia destacar aqu� que ya era tiempo de dejar de enviar a aqu�llos a camaradas que no entienden absolutamente nada de asuntos militares. Es indispensable que los alumnos de los cursos de comandancia hayan sido antes soldados y posean una formaci�n elemental. Actualmente, entre los obreros de vanguardia de Mosc� y Petrogrado hay muchos voluntarios que han pasado a las filas del Ej�rcito Rojo. Y hay entre ellos un importante n�mero de viejos militantes altamente conscientes, revolucionarios. Precisamente entre ellos, y despu�s de un per�odo en el frente, hay que reclutar alumnos para nuestros cursos y no entre los obreros y campesinos movilizados de poco tiempo atr�s, porque �stos representan un obst�culo para el buen desenvolvimiento de los cursos.
Ni que decir que tambi�n el programa de los cursos necesita ser revisado. Se lo ha establecido en funci�n de viejas experiencias y a juicio de las nuevas. Hoy, dejando aparte, nuestra apreciaci�n aproximativa o, por as� decir, nuestra evaluaci�n anticipada, contamos con la experiencia, con una estimaci�n emp�rica. Tambi�n en este punto ser� necesario crear en colaboraci�n con el estado mayor general panruso una comisi�n y designar tanto el personal de comando de los ej�rcitos en campa�a como algunos de los mejores comandantes rojos que hayan combatido en el frente y probado sus reales posibilidades; ajustaremos todo esto dentro de los pr�ximos d�as. �nicamente esa comisi�n estar� en condiciones de establecer qu� les ha proporcionado la escuela de la guerra, qu� les falta y en qu� hay que concentrar el m�ximo de atenci�n.
Por lo que incumbe al aspecto pol�tico de la Direcci�n Nacional de Institutos de Estudios Superiores, es necesario contar con directivas que hayan emanado directamente de la Direcci�n Pol�tica del Consejo de Guerra Revolucionario. Las proporcionaremos. Actualmente buscamos en diferentes puestos a los mejores trabajadores y los movilizamos para que se desempe�en en el seno mismo del Ej�rcito Rojo; enviaremos a algunos de ellos a os cursos de comandancia.
Las quejas relativas a una excesiva atenci�n concedida a la teor�a y casi nada a la pr�ctica se hallan, por las apariencias, justificadas, pues han sido confirmadas por comandantes rojos que, una vez enviados al frente, suelen solicitar servir como simples soldados a fin de acumular la m�s elemental experiencia antes de ocupar puestos de mando. Esta situaci�n se debe a menudo a circunstancias de orden material y a obst�culos de �ndole pr�ctica, a ausencia de medios de trasporte, etc. A este prop�sito, y por intermedio de las personas y las comisiones competentes, la Oficina Central de Distribuci�n deber� rever el problema lo m�s r�pidamente posible con el objeto de que el car�cter te�rico de los cursos no se deba tan s�lo a una f alta de material y de medios.
Querr�a decir ahora algunas palabras relativas a la duraci�n de los cursos de instrucci�n. Ha habido reclamaciones �ntegramente justificadas que se�alan que la duraci�n de los cursos es demasiado breve y que habr�a que duplicarla y hasta triplicarla. Claro que eso ser�a muy deseable, pero creo, sin embargo, que aun dentro de los l�mites de un curso breve es posible obtener mejores resultados gracias a una utilizaci�n m�s juiciosa del tiempo. Y para utilizar mejor el tiempo es indispensable contar con mejores condiciones materiales; tambi�n hay que emplear criterios m�s severos en la elecci�n del efectivo administrativo de comandantes y profesores, es decir, hay que impulsar a quienes cumplen mejor con su trabajo, recompensarlos, mejorar sus condiciones materiales, satisfacer sus necesidades, asignarles m�s responsabilidades, hacerlos trabajar en los mejores cursos a fin de que no se atrasen en su actividad debido a los zalameros, los remolones, los golfos o los traidores. Sabemos tambi�n que hay otro g�nero de profesores; por ejemplo, en los cursos mismos del Kremlin se ha detenido a profesores que han reconocido ser agentes de Denikin. Al menos en este campo la Cheka moscovita no nos pone espinas en el camino, sino que por el contrario nos ayuda a eliminar los elementos que no tienen lugar entre nosotros. Un examen atento del efectivo de comando desde el punto de vista de la energ�a empleada y de la actitud asumida con respecto al trabajo permitir� conceder a los mejores y m�s En�rgicos ciertas satisfacciones materiales y morales. Sostengo con todas mis fuerzas la proposici�n hecha aqu� de aumentar el sueldo de los profesores y de los comandantes de los cursos, de mejorar sus condiciones materiales, pero no de una manera uniforme; hay que mantener cierta jerarqu�a a fin de que, como ya lo he se�alado, los mejores sean recompensados y mejor pagados. Por supuesto que es necesario establecer cierto control, una vigilancia, una inspecci�n.
Un camarada ha declarado que no es en absoluto necesario poner a un especialista al frente de los cursos. Creo que tales leyes no existen entre nosotros. Necesitamos de alguien que haga bien su trabajo. Si un especialista lleva adelante los cursos, si los asegura desde todos los puntos de vista, entonces podemos dejarlo hasta sin comisario. Si un comisario trabaja bien, le designaremos, adjunto, un especialista y terminaremos a la larga incluso por eliminar a este �ltimo. Ya es tiempo de pasar al sistema de comando �nico. Cuando el comisario ha demostrado estar a la altura digna en su condici�n de organizador, hay que decirle: "T� ser�s el jefe; si necesitas un especialista, lo tendr�s como adjunto". Si el comandante lleva convenientemente a cabo su trabajo, hay que poner en sus manos todo el poder. Y cuando uno y otro trabajan juntos bien, hay que dejar a ambos.
Tambi�n se ha destacado aqu� que, desde el punto de vista de la preparaci�n militar, el nivel de los alumnos no es el mismo. Hay antiguos suboficiales, obreros j�venes y campesinos que nunca han tenido un fusil en sus manos. No obstante, una mejor selecci�n del cuerpo de profesores y su m�s adecuada utilizaci�n nos obligar�n a organizar grupos de estudios. Dentro del marco de los cursos hay que crear grupos de estudios a fin de, proporcionar a los mejores la posibilidad de terminar antes, y prolongar la duraci�n de los cursos para aquellos que demuestran ser m�s lerdos. En este terreno hay que dejar la iniciativa por cuenta del comandante de los cursos, desde luego que bajo el control de la direcci�n principal de las escuelas militares. Resulta evidentemente est�pido obligar a un antiguo suboficial del viejo ej�rcito a que siga los mismos cursos que un joven campesino de diecinueve a�os que debe comenzar desde cero el aprendizaje del arte militar. Est� m�s que claro que no se los puede poner juntos. Dentro de los l�mites mismos de Mosc�, resulta indispensable realizar una justa distribuci�n; enviar a determinados cursos a personas que ya tengan alguna experiencia militar, y a otros a quienes tengan menos experiencia, concedi�ndoles m�s tiempo de preparaci�n. Tambi�n en este sentido todo es problema de iniciativa. Quiz� haya quienes necesiten cinco o seis meses de instrucci�n, mientras une otros se conformen con menos. De establecerse este r�gimen, que algunos sigan cursos de tres meses -cosa que considero posible- y que se creen condiciones diferentes para aquellos que posean mayor experiencia; creo que entonces podr�amos ponernos de acuerdo sobre la prolongaci�n de los dem�s cursos. Todo parece indicar que tendremos que insistir en este aspecto.
El problema de los frentes. No puedo suscribir por completo la opini�n seg�n la cual los cursos en los frentes son err�neos. Los frentes se quejan de tener que v�rselas con hombres mal preparados de los que no es posible valerse para ciertas formas de combate. En el frente occidental hemos atacado este a�o con los esquiadores por todas partes. Nuestro efectivo de comando no se hallaba del todo preparado. En el sur contamos con nuestra caballer�a. En el norte se trata de una verdadera parada militar que alinea una artiller�a enorme y emplea fuerzas y medios inmensos As�, todo es frente entre nosotros, pero con particularidades bien determinadas, inexistentes en la guerra de otros tiempos. En efecto, cuando la vieja guerra de posici�n, se utilizaban en todos los sectores del frente todas las fuerzas y todos los medios. E n nuestro caso la diversidad es excepcional. En el frente septentrional tenemos excelentes comandantes, pero si los trasladamos al frente meridional perder�n al principio todos sus medios. En el norte, determinado comandante est� habituado a guerrear pulgada por pulgada; los ingleses poseen una cantidad inmensa de municiones. En el sur es la guerrilla en gran escala. Se necesita una educaci�n completamente distinta. �Qu� nos quedaba, pues, por hacer? No nos quedaba m�s que proponerles a los comandantes de los diferentes ej�rcitos y los diversos frentes tomar bajo su autoridad ciertos cursos ya organizados y mejorarlos en funci�n de las condiciones del frente respectivo. La primera experiencia se intent� en el III Ej�rcito, que se bat�a en direcci�n de Perm. Se hab�a propuesto lo siguiente: los cursos conservar�an su forma normal, y su programa general permanecer�a intacto; pero el ej�rcito ten�a el derecho de aplicar modificaciones derivadas de las caracter�sticas de su frente. Los alumnos fueron distribuidos en grupos, que se confiaron a divisiones; de tal manera, sab�an que hab�an sido integrados al III Ej�rcito y que determinado grupo formaba parte de determinada divisi�n, y tal otro de cual otra. De tanto en tanto los profesores iban con sus grupos a la respectiva divisi�n. Esa era la idea b�sica. Claro est� que hay que controlar el modo en que los ej�rcitos utilizan los cursos. Si no se hallan en condiciones de emplearlos con plena conciencia, retomaremos los cursos y reprenderemos al ej�rcito respectivo. Tambi�n es cierto que algunos ej�rcitos dan muestra de una gran comprensi�n y de esp�ritu de iniciativa a este respecto. Con tales verificaciones es nuevamente imposible prever otra cosa que inspecciones de la Direcci�n Nacional de Institutos de Estudios Superiores, del estado mayor de campa�a, de la Direcci�n Pol�tica y del estado mayor general panruso. Esta comisi�n deber� controlar la utilizaci�n que hacen los ej�rcitos de los cursos a ellos confiados. Los ej�rcitos hab�an recibido la orden de desarrollarlos, de asegurarles todo lo necesario y de darles las mejores raciones, pues los frentes y los ej�rcitos son m�s ricos que las retaguardias. Si no se ha llevado a cabo esto, si el traslado de los cursos al ej�rcito ha resultado nocivo, entonces retomaremos en nuestras manos los cursos y volveremos a colocarlos bajo la autoridad de la Direcci�n Nacional de Institutos de Estudios Superiores.
Se ha hablado aqu�, igualmente, de la brigada moscovita. Pienso que ahora hay que fijar una fecha para una reuni�n de los representantes de la Direcci�n Nacional de Institutos de Estudios Superiores, del comit� moscovita encargado de la defensa y de la direcci�n de la divisi�n, a fin de lograr un acuerdo para que la introducci�n de cursos en una brigada especial y la integraci�n en una divisi�n no tengan consecuencias enojosas sobre la buena marcha de los cursos; de igual modo hay que indicar firmemente dentro de qu� l�mites deben obedecer los alumnos, y a qui�n. Creo que una reuni�n como esa permitir� obtener los resultados que se descuentan. Debo precisar que, como las maniobras se hallan vinculadas a este �ltimo punto, la importancia educativa ser� inmensa. Necesit�bamos una raz�n muy precisa cuando impartimos cursos en un regimiento que marchaba a Petrogrado; hab�amos organizado maniobras en la frontera con Finlandia. Los alumnos estaban contentos. La discusi�n de aquel juego de guerra, que se llev� a cabo en seguida con la presencia de la totalidad de los alumnos de todos los cursos, fue particularmente �til. Todo era de suma importancia, pues s�lo as� resultaba posible remediar en parte la falta de pr�ctica. Un intercambio de opiniones permitir� darse claramente cuenta de la eventual utilizaci�n de la brigada de marcha en el curso del per�odo preparatorio de la guerra de posici�n en Mosc�; espero, no obstante, que nunca se llegue a ello en la pr�ctica, pero por eso insisto tanto a fin de no perjudicar los estudios.
Desear�a adem�s atraer la atenci�n de los camaradas comisarios, as� como la de todos los responsables de los cursos que no se interesan tan s�lo por su trabajo diario, sino tambi�n por la situaci�n general del pa�s, sobre el hecho de que en adelante podemos considerar una broma de p�simo gusto la circunstancia de que agentes de Denikin concurran a nuestros cursos. Es cosa que puede repetirse en el futuro inmediato, pues habr� de ser, en el pleno sentido del t�rmino, un per�odo dif�cil para nosotros en el frente meridional. En reiteradas oportunidades se ha probado que en el seno del efectivo de los oficiales la mayor�a de �stos no ha recibido educaci�n pol�tica alguna. Cuando falta la m�s elemental educaci�n pol�tica, los individuos m�s decentes, capaces de ser los mejores en su actividad, viven continuamente en un estado de �nimo peque�oburgu�s. Cuando Mamontov se arroj� sobre Tambov, todo peque�o burgu�s pensaba que era el fin de la revoluci�n mundial y que Mamontov resolver�a todos los problemas gracias a unos pocos miles de jinetes. Ahora, cuando la ofensiva hacia Mosc� ha adquirido un giro bastante serio, ni que decir tiene que cierta parte del efectivo de comando -y por lo tanto no pocos de nuestros profesores- sufre palpitaciones. �Qu� va a ocurrir?, se preguntan. �C�mo se comportar�n con nosotros? Y como cierto n�mero de agentes blancos se encuentran en Mosc� -por cierto que muchos menos despu�s del aplastamiento del Centro Nacional[1]- gracias al mencionado subterfugio, todav�a tienen la posibilidad de atraerse a ciertos miembros del cuerpo de comando. Pienso que los comit�s pol�ticos y los comisarios deben vigilar no s�lo los cursos, sino adem�s a los camaradas comandantes y a los profesores, pues �stos, aun cuando sean profesores en el terreno militar, en el terreno pol�tico a�n son simples alumnos; en virtud de su educaci�n y de su modo de vida, con frecuencia conocen en este sentido menos que un obrero de diecinueve a�os de una f�brica moscovita o petersburguesa. Para que en el futuro no se conviertan en el clientes de la Cheka, es necesario que pasen a ser desde ahora alumnos de los centros pol�ticos, lo cual quiere decir que hay que prestar suma atenci�n a su educaci�n pol�tica y hacerles comprender que la suerte de Rusia y de la revoluci�n mundial no ser� decidida por los Denikin y compa��a ni por los cosacos, sino por la revoluci�n mundial de la clase obrera.

[1] Organizaci�n contrarrevolucionaria.
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