Gran parte de los debates estuvo dedicada a la enumeraci�n de
las insuficiencias administrativas, y debo confesar que el cuadro aqu�
perge�ado es bastante triste. Muchas son las carencias que se explican
y justifican por circunstancias objetivas que no podemos sin duda remediar
en el futuro inmediato; las remediaremos cuando hayamos terminado con la
guerra civil y pasemos a la construcci�n pac�fica y cultural,
cuando la necesidad de los cursos de comando sea evidentemente menor. Pese
a todo, en la enumeraci�n de las carencias e insuficiencias m�s
irritantes encontramos algunas que se deben de manera exclusiva a los respectivos
�rganos administrativos, particularmente a la direcci�n de
alojamiento. Hace ya mucho que dej� de ser un secreto para m�
que nuestras autoridades responsables en materia de alojamiento no sirven
para nada. Que la direcci�n de alojamiento ha sido incapaz de organizar
cursos es -hoy ante nuestras narices una evidencia. Pienso que ahora vamos
a organizar una de las m�s serias inspecciones para verificar c�mo
se aloja a los alumnos de los cursos de Mosc�, por qu� est�n
mal alojados, qui�n es el responsable de no haber adoptado las medidas
indispensables para alejarlos mejor dentro de las posibilidades normales.
Ahora mismo vamos a designar una comisi�n de representantes de la
direcci�n principal de las escuelas militares, del Comit�
de Defensa, de la Inspecci�n Militar, del Comit� Nacional
y de la Cheka moscovita. Hemos o�do la queja de que la Cheka de
Mosc� perturbaba los cursos, pero en un sentido nos ayuda a organizar
cursos que tendr�n el derecho de juzgar a los responsables de no
haber tomado todas las medidas indispensables con miras a crear las condiciones
m�nimas para una actividad normal.
Por lo que ata�e a los manuales, encargaremos a la Oficina Central
de Distribuci�n, como ya lo hicimos respecto de la Academia Militar,
que adopte las medidas adecuadas. Es necesario reunir todos los manuales
existentes, ya sea entreg�ndolos individualmente a su b�squeda,
ya confiando esta tarea a la Direcci�n Nacional de Institutos de
Estudios Superiores; no se trata, sin embargo, de confi�rsela formalmente,
en el papel, sino de proporcionarle toda la ayuda necesaria.
En cuanto a las raciones y el forraje, todos los problemas ser�n
resueltos con el paso pr�ctico de Mosc� a estatuto de regi�n
m�s o menos fortificada. La situaci�n del suministro promete
mejorar en el conjunto del pa�s, pues en el Volga y aun m�s
lejos -m�s all� del Ural, donde Kolchak rein� durante
un tiempo bastante considerable- los campesinos son muy previsores con
respecto al acopio de trigo; por lo dem�s, la operaci�n oto�al
de trigo del comisariato del pueblo encargado del suministro se ha visto
coronada por el �xito, superando incluso toda expectativa. Esto
significa que podemos aguardar un mejoramiento de la situaci�n en
el campo del abastecimiento.
El atraso en el pago de los sueldos es un inmenso esc�ndalo.
No es la primera vez que presentamos este problema. Tambi�n en este
punto debemos hacer una gira de inspecci�n a fin de desenmascarar
a los culpables de estas actuaciones criminales y ponerlos frente a su
responsabilidad. Es un desorden indignante que ya no puede continuar. Resulta
absolutamente intolerable que los cursos de Mosc� no reciban a tiempo
los subsidios y que su actividad se vea, por ello, entorpecida.
Eso por lo que concierne a la parte administrativa, pero no obstante
a�adiremos a las tareas de la Oficina Central de Distribuci�n
la obligaci�n de controlar con la mayor seriedad posible las necesidades
de los cursos -los de Mosc� en primer lugar- y satisfacerlas por
todos los medios; sin ello, �para qu� tomarse tanto trabajo,
para qu� instituir cursos que no pueden desenvolverse normalmente?
Construir un carro sin contar con la cuarta rueda es lo mismo que no construirlo.
El problema del personal de los cursos y de los profesores tambi�n
ha sido destacado; grandes carencias han sido actualizadas. Una parte importante
del personal necesario para los cursos se ha visto trasferida al frente
debido a la movilizaci�n. Es un traslado manifiestamente necesario
por la delicada situaci�n del frente, pe o es, pese a todo, un error.
Ahora tenemos que rehacer el trabajo en sentido inverso, es decir, buscar
en el frente las personas que nos son indispensables. Lo haremos en colaboraci�n
con el gran estado mayor general panruso y con el estado mayor de campa�a.
Debemos buscar comandantes que sean experimentados, que est�n cansados,
heridos o convalecientes y no puedan por el momento ocuparse de modo directo
de los puestos de mando -comandantes que hayan pasado por la arena y el
fuego de la guerra civil- a fin de ubicarlos en un puesto que les venga
bien y asignarles la responsabilidad de nuestros cursos de comandancia.
En cuanto a los comisarios, pienso que con la ayuda del camarada Kurski,
a quien pediremos que verifique el efectivo �ntegro de los comisarios
de cursos, habr� que hacerlos salir de la fila a aquellos que en
la pr�ctica hayan probado ser capaces de satisfacer tareas de alta
responsabilidad; ser� necesario separarlos de los cursos, pero sin
enviarlos de un seminario a otro, cosa que solo resulta �til para
el adiestramiento f�sico.
En lo que respecta a los cursos mismos y a la selecci�n de alumnos,
creo que era justicia destacar aqu� que ya era tiempo de dejar de
enviar a aqu�llos a camaradas que no entienden absolutamente nada
de asuntos militares. Es indispensable que los alumnos de los cursos de
comandancia hayan sido antes soldados y posean una formaci�n elemental.
Actualmente, entre los obreros de vanguardia de Mosc� y Petrogrado
hay muchos voluntarios que han pasado a las filas del Ej�rcito Rojo.
Y hay entre ellos un importante n�mero de viejos militantes altamente
conscientes, revolucionarios. Precisamente entre ellos, y despu�s
de un per�odo en el frente, hay que reclutar alumnos para nuestros
cursos y no entre los obreros y campesinos movilizados de poco tiempo atr�s,
porque �stos representan un obst�culo para el buen desenvolvimiento
de los cursos.
Ni que decir que tambi�n el programa de los cursos necesita
ser revisado. Se lo ha establecido en funci�n de viejas experiencias
y a juicio de las nuevas. Hoy, dejando aparte, nuestra apreciaci�n
aproximativa o, por as� decir, nuestra evaluaci�n anticipada,
contamos con la experiencia, con una estimaci�n emp�rica.
Tambi�n en este punto ser� necesario crear en colaboraci�n
con el estado mayor general panruso una comisi�n y designar tanto
el personal de comando de los ej�rcitos en campa�a como algunos
de los mejores comandantes rojos que hayan combatido en el frente y probado
sus reales posibilidades; ajustaremos todo esto dentro de los pr�ximos
d�as. �nicamente esa comisi�n estar� en condiciones
de establecer qu� les ha proporcionado la escuela de la guerra,
qu� les falta y en qu� hay que concentrar el m�ximo
de atenci�n.
Por lo que incumbe al aspecto pol�tico de la Direcci�n
Nacional de Institutos de Estudios Superiores, es necesario contar con
directivas que hayan emanado directamente de la Direcci�n Pol�tica
del Consejo de Guerra Revolucionario. Las proporcionaremos. Actualmente
buscamos en diferentes puestos a los mejores trabajadores y los movilizamos
para que se desempe�en en el seno mismo del Ej�rcito Rojo;
enviaremos a algunos de ellos a os cursos de comandancia.
Las quejas relativas a una excesiva atenci�n concedida a la
teor�a y casi nada a la pr�ctica se hallan, por las apariencias,
justificadas, pues han sido confirmadas por comandantes rojos que, una
vez enviados al frente, suelen solicitar servir como simples soldados a
fin de acumular la m�s elemental experiencia antes de ocupar puestos
de mando. Esta situaci�n se debe a menudo a circunstancias de orden
material y a obst�culos de �ndole pr�ctica, a ausencia
de medios de trasporte, etc. A este prop�sito, y por intermedio
de las personas y las comisiones competentes, la Oficina Central de Distribuci�n
deber� rever el problema lo m�s r�pidamente posible
con el objeto de que el car�cter te�rico de los cursos no
se deba tan s�lo a una f alta de material y de medios.
Querr�a decir ahora algunas palabras relativas a la duraci�n
de los cursos de instrucci�n. Ha habido reclamaciones �ntegramente
justificadas que se�alan que la duraci�n de los cursos es
demasiado breve y que habr�a que duplicarla y hasta triplicarla.
Claro que eso ser�a muy deseable, pero creo, sin embargo, que aun
dentro de los l�mites de un curso breve es posible obtener mejores
resultados gracias a una utilizaci�n m�s juiciosa del tiempo.
Y para utilizar mejor el tiempo es indispensable contar con mejores condiciones
materiales; tambi�n hay que emplear criterios m�s severos
en la elecci�n del efectivo administrativo de comandantes y profesores,
es decir, hay que impulsar a quienes cumplen mejor con su trabajo, recompensarlos,
mejorar sus condiciones materiales, satisfacer sus necesidades, asignarles
m�s responsabilidades, hacerlos trabajar en los mejores cursos a
fin de que no se atrasen en su actividad debido a los zalameros, los remolones,
los golfos o los traidores. Sabemos tambi�n que hay otro g�nero
de profesores; por ejemplo, en los cursos mismos del Kremlin se ha detenido
a profesores que han reconocido ser agentes de Denikin. Al menos en este
campo la Cheka moscovita no nos pone espinas en el camino, sino que por
el contrario nos ayuda a eliminar los elementos que no tienen lugar entre
nosotros. Un examen atento del efectivo de comando desde el punto de vista
de la energ�a empleada y de la actitud asumida con respecto al trabajo
permitir� conceder a los mejores y m�s En�rgicos ciertas
satisfacciones materiales y morales. Sostengo con todas mis fuerzas la
proposici�n hecha aqu� de aumentar el sueldo de los profesores
y de los comandantes de los cursos, de mejorar sus condiciones materiales,
pero no de una manera uniforme; hay que mantener cierta jerarqu�a
a fin de que, como ya lo he se�alado, los mejores sean recompensados
y mejor pagados. Por supuesto que es necesario establecer cierto control,
una vigilancia, una inspecci�n.
Un camarada ha declarado que no es en absoluto necesario poner a un
especialista al frente de los cursos. Creo que tales leyes no existen entre
nosotros. Necesitamos de alguien que haga bien su trabajo. Si un especialista
lleva adelante los cursos, si los asegura desde todos los puntos de vista,
entonces podemos dejarlo hasta sin comisario. Si un comisario trabaja bien,
le designaremos, adjunto, un especialista y terminaremos a la larga incluso
por eliminar a este �ltimo. Ya es tiempo de pasar al sistema de
comando �nico. Cuando el comisario ha demostrado estar a la altura
digna en su condici�n de organizador, hay que decirle: "T�
ser�s el jefe; si necesitas un especialista, lo tendr�s como
adjunto". Si el comandante lleva convenientemente a cabo su trabajo, hay
que poner en sus manos todo el poder. Y cuando uno y otro trabajan juntos
bien, hay que dejar a ambos.
Tambi�n se ha destacado aqu� que, desde el punto de vista
de la preparaci�n militar, el nivel de los alumnos no es el mismo.
Hay antiguos suboficiales, obreros j�venes y campesinos que nunca
han tenido un fusil en sus manos. No obstante, una mejor selecci�n
del cuerpo de profesores y su m�s adecuada utilizaci�n nos
obligar�n a organizar grupos de estudios. Dentro del marco de los
cursos hay que crear grupos de estudios a fin de, proporcionar a los mejores
la posibilidad de terminar antes, y prolongar la duraci�n de los
cursos para aquellos que demuestran ser m�s lerdos. En este terreno
hay que dejar la iniciativa por cuenta del comandante de los cursos, desde
luego que bajo el control de la direcci�n principal de las escuelas
militares. Resulta evidentemente est�pido obligar a un antiguo suboficial
del viejo ej�rcito a que siga los mismos cursos que un joven campesino
de diecinueve a�os que debe comenzar desde cero el aprendizaje del
arte militar. Est� m�s que claro que no se los puede poner
juntos. Dentro de los l�mites mismos de Mosc�, resulta indispensable
realizar una justa distribuci�n; enviar a determinados cursos a
personas que ya tengan alguna experiencia militar, y a otros a quienes
tengan menos experiencia, concedi�ndoles m�s tiempo de preparaci�n.
Tambi�n en este sentido todo es problema de iniciativa. Quiz�
haya quienes necesiten cinco o seis meses de instrucci�n, mientras
une otros se conformen con menos. De establecerse este r�gimen,
que algunos sigan cursos de tres meses -cosa que considero posible- y que
se creen condiciones diferentes para aquellos que posean mayor experiencia;
creo que entonces podr�amos ponernos de acuerdo sobre la prolongaci�n
de los dem�s cursos. Todo parece indicar que tendremos que insistir
en este aspecto.
El problema de los frentes. No puedo suscribir por completo la opini�n
seg�n la cual los cursos en los frentes son err�neos. Los
frentes se quejan de tener que v�rselas con hombres mal preparados
de los que no es posible valerse para ciertas formas de combate. En el
frente occidental hemos atacado este a�o con los esquiadores por
todas partes. Nuestro efectivo de comando no se hallaba del todo preparado.
En el sur contamos con nuestra caballer�a. En el norte se trata
de una verdadera parada militar que alinea una artiller�a enorme
y emplea fuerzas y medios inmensos As�, todo es frente entre nosotros,
pero con particularidades bien determinadas, inexistentes en la guerra
de otros tiempos. En efecto, cuando la vieja guerra de posici�n,
se utilizaban en todos los sectores del frente todas las fuerzas y todos
los medios. E n nuestro caso la diversidad es excepcional. En el frente
septentrional tenemos excelentes comandantes, pero si los trasladamos al
frente meridional perder�n al principio todos sus medios. En el
norte, determinado comandante est� habituado a guerrear pulgada
por pulgada; los ingleses poseen una cantidad inmensa de municiones. En
el sur es la guerrilla en gran escala. Se necesita una educaci�n
completamente distinta. �Qu� nos quedaba, pues, por hacer?
No nos quedaba m�s que proponerles a los comandantes de los diferentes
ej�rcitos y los diversos frentes tomar bajo su autoridad ciertos
cursos ya organizados y mejorarlos en funci�n de las condiciones
del frente respectivo. La primera experiencia se intent� en el III
Ej�rcito, que se bat�a en direcci�n de Perm. Se hab�a
propuesto lo siguiente: los cursos conservar�an su forma normal,
y su programa general permanecer�a intacto; pero el ej�rcito
ten�a el derecho de aplicar modificaciones derivadas de las caracter�sticas
de su frente. Los alumnos fueron distribuidos en grupos, que se confiaron
a divisiones; de tal manera, sab�an que hab�an sido integrados
al III Ej�rcito y que determinado grupo formaba parte de determinada
divisi�n, y tal otro de cual otra. De tanto en tanto los profesores
iban con sus grupos a la respectiva divisi�n. Esa era la idea b�sica.
Claro est� que hay que controlar el modo en que los ej�rcitos
utilizan los cursos. Si no se hallan en condiciones de emplearlos con plena
conciencia, retomaremos los cursos y reprenderemos al ej�rcito respectivo.
Tambi�n es cierto que algunos ej�rcitos dan muestra de una
gran comprensi�n y de esp�ritu de iniciativa a este respecto.
Con tales verificaciones es nuevamente imposible prever otra cosa que inspecciones
de la Direcci�n Nacional de Institutos de Estudios Superiores, del
estado mayor de campa�a, de la Direcci�n Pol�tica
y del estado mayor general panruso. Esta comisi�n deber�
controlar la utilizaci�n que hacen los ej�rcitos de los cursos
a ellos confiados. Los ej�rcitos hab�an recibido la orden
de desarrollarlos, de asegurarles todo lo necesario y de darles las mejores
raciones, pues los frentes y los ej�rcitos son m�s ricos
que las retaguardias. Si no se ha llevado a cabo esto, si el traslado de
los cursos al ej�rcito ha resultado nocivo, entonces retomaremos
en nuestras manos los cursos y volveremos a colocarlos bajo la autoridad
de la Direcci�n Nacional de Institutos de Estudios Superiores.
Se ha hablado aqu�, igualmente, de la brigada moscovita. Pienso
que ahora hay que fijar una fecha para una reuni�n de los representantes
de la Direcci�n Nacional de Institutos de Estudios Superiores, del
comit� moscovita encargado de la defensa y de la direcci�n
de la divisi�n, a fin de lograr un acuerdo para que la introducci�n
de cursos en una brigada especial y la integraci�n en una divisi�n
no tengan consecuencias enojosas sobre la buena marcha de los cursos; de
igual modo hay que indicar firmemente dentro de qu� l�mites
deben obedecer los alumnos, y a qui�n. Creo que una reuni�n
como esa permitir� obtener los resultados que se descuentan. Debo
precisar que, como las maniobras se hallan vinculadas a este �ltimo
punto, la importancia educativa ser� inmensa. Necesit�bamos
una raz�n muy precisa cuando impartimos cursos en un regimiento
que marchaba a Petrogrado; hab�amos organizado maniobras en la frontera
con Finlandia. Los alumnos estaban contentos. La discusi�n de aquel
juego de guerra, que se llev� a cabo en seguida con la presencia
de la totalidad de los alumnos de todos los cursos, fue particularmente
�til. Todo era de suma importancia, pues s�lo as�
resultaba posible remediar en parte la falta de pr�ctica. Un intercambio
de opiniones permitir� darse claramente cuenta de la eventual utilizaci�n
de la brigada de marcha en el curso del per�odo preparatorio de
la guerra de posici�n en Mosc�; espero, no obstante, que
nunca se llegue a ello en la pr�ctica, pero por eso insisto tanto
a fin de no perjudicar los estudios.
Desear�a adem�s atraer la atenci�n de los camaradas
comisarios, as� como la de todos los responsables de los cursos
que no se interesan tan s�lo por su trabajo diario, sino tambi�n
por la situaci�n general del pa�s, sobre el hecho de que
en adelante podemos considerar una broma de p�simo gusto la circunstancia
de que agentes de Denikin concurran a nuestros cursos. Es cosa que puede
repetirse en el futuro inmediato, pues habr� de ser, en el pleno
sentido del t�rmino, un per�odo dif�cil para nosotros
en el frente meridional. En reiteradas oportunidades se ha probado que
en el seno del efectivo de los oficiales la mayor�a de �stos
no ha recibido educaci�n pol�tica alguna. Cuando falta la
m�s elemental educaci�n pol�tica, los individuos m�s
decentes, capaces de ser los mejores en su actividad, viven continuamente
en un estado de �nimo peque�oburgu�s. Cuando Mamontov
se arroj� sobre Tambov, todo peque�o burgu�s pensaba
que era el fin de la revoluci�n mundial y que Mamontov resolver�a
todos los problemas gracias a unos pocos miles de jinetes. Ahora, cuando
la ofensiva hacia Mosc� ha adquirido un giro bastante serio, ni
que decir tiene que cierta parte del efectivo de comando -y por lo tanto
no pocos de nuestros profesores- sufre palpitaciones. �Qu�
va a ocurrir?, se preguntan. �C�mo se comportar�n
con nosotros? Y como cierto n�mero de agentes blancos se encuentran
en Mosc� -por cierto que muchos menos despu�s del aplastamiento
del Centro Nacional
[1]- gracias al
mencionado subterfugio, todav�a tienen la posibilidad de atraerse
a ciertos miembros del cuerpo de comando. Pienso que los comit�s
pol�ticos y los comisarios deben vigilar no s�lo los cursos,
sino adem�s a los camaradas comandantes y a los profesores, pues
�stos, aun cuando sean profesores en el terreno militar, en el terreno
pol�tico a�n son simples alumnos; en virtud de su educaci�n
y de su modo de vida, con frecuencia conocen en este sentido menos que
un obrero de diecinueve a�os de una f�brica moscovita o petersburguesa.
Para que en el futuro no se conviertan en el clientes de la Cheka, es necesario
que pasen a ser desde ahora alumnos de los centros pol�ticos, lo
cual quiere decir que hay que prestar suma atenci�n a su educaci�n
pol�tica y hacerles comprender que la suerte de Rusia y de la revoluci�n
mundial no ser� decidida por los Denikin y compa��a
ni por los cosacos, sino por la revoluci�n mundial de la clase obrera.
[1] Organizaci�n contrarrevolucionaria.