La insignificancia de la burgues�a rusa hizo que los objetivos
democr�ticos de la Rusia atrasada -tales como la liquidaci�n
de la monarqu�a y de la opresi�n semifeudal de los campesinos,
en cierto modo de la servidumbre- s�lo pudieran alcanzarse por medio
de la dictadura del proletariado. Pero una vez que hubo conquistado el
poder, a la cabeza de las masas campesinas, el proletariado no pudo limitarse
a las realizaciones democr�ticas. La revoluci�n burguesa
se confundi� inmediatamente con la primera fase de la revoluci�n
socialista; y esto no se debi� a razones fortuitas. La historia
de las �ltimas d�cadas atestigua, con una fuerza particular,
que, en las condiciones de la decadencia del capitalismo, los pa�ses
atrasados no pueden alcanzar el nivel de las viejas metr�polis del
capital. Colocados en un callej�n sin salida, las naciones m�s
civilizadas cortan el camino a aquellas en proceso de civilizaci�n.
Rusia entr� en el camino de la revoluci�n proletaria, no
porque su econom�a fuera la m�s madura para la transformaci�n
socialista, sino porque esta econom�a ya no pod�a desarrollarse
sobre bases capitalistas. La socializaci�n de los medios de producci�n
hab�a llegado a ser la primera condici�n necesaria para sacar
al pa�s de la barbarie: tal es la ley del desarrollo combinado de
los pa�ses atrasados. Llegado a la revoluci�n como "el eslab�n
m�s d�bil de la cadena capitalista" (Lenin), el antiguo imperio
de los zares tiene a�n hoy, diecinueve a�os despu�s,
que "alcanzar y sobrepasar" -lo que quiere decir, alcanzar antes que cualquier
otra cosa- a Europa y Am�rica; en otras palabras, tiene que resolver
los problemas de la producci�n y de la t�cnica que el capitalismo
avanzado ha resuelto desde hace largo tiempo.
�Pod�a ser de otra manera? La subversi�n de las
viejas clases dominantes, lejos de resolver este problema no hizo m�s
que plantearlo: elevarse de la barbarie a la cultura. Concentrando al mismo
tiempo la propiedad y los medios de producci�n en manos del Estado,
la Revoluci�n permiti� aplicar nuevos m�todos econ�micos
de una enorme eficacia. Solamente gracias a la direcci�n fundada
sobre un plan �nico se pudo reconstruir en poco tiempo lo que hab�a
destruido la guerra imperialista y la guerra civil, y crear nuevas empresas
grandiosas, nuevas industrias, ramas enteras de industria.
La extremada lentitud de la revoluci�n mundial, con la que contaban
a corto plazo los jefes del partido bolchevique, no s�lo suscit�
enormes dificultades en la URSS, sino que puso de relieve sus recursos
interiores y sus posibilidades excepcionalmente amplias. No es posible,
sin embargo, hacer la justa apreciaci�n de los resultados obtenidos
-de su magnitud, as� como de su insuficiencia- m�s que a
escala internacional. El m�todo que emplearemos es el de la interpretaci�n
hist�rica y sociol�gica y no el de la acumulaci�n
de las ilustraciones estad�sticas. No obstante, tomaremos como punto
de partida algunas de las cifras m�s importantes.
La amplitud de la industrializaci�n de la URSS, en medio del
estancamiento y de la decadencia de casi todo el universo capitalista,
se desprende de los �ndices globales que presento a continuaci�n.
La producci�n industrial de Alemania s�lo recupera su nivel
gracias a la fiebre de los armamentos. En el mismo lapso, la producci�n
de Gran Breta�a s�lo aument�, ayudada del proteccionismo,
del 3 al 4%. La producci�n industrial de los Estados Unidos baj�
cerca de un 25%; la de Francia, m�s del 30%. Jap�n, en su
frenes� de armamentos y de bandidaje, se coloca, por su �xito,
en el primer rango de los pa�ses capitalistas: su producci�n
aument� cerca de un 40%. Pero este �ndice excepcional palidece
tambi�n ante la din�mica del desarrollo de la URSS, cuya
producci�n industrial aument�, en el mismo lapso, 3,5 veces,
lo que significa un aumento del 250%. En los diez �ltimos a�os
(1925-1935), la industria pesada sovi�tica ha aumentado su producci�n
por m�s de diez. En el primer a�o del plan quinquenal, las
inversiones de capitales se elevaron a 5.400 millones de rublos; en 1936,
deben ser de 32.000 millones.
Si, dada la inestabilidad del rublo como unidad de medida, abandonamos
las estimaciones financieras, otras, m�s indiscutibles, se nos imponen.
En diciembre de 1913, la cuenca del Donetz produjo 2.275 toneladas de hulla;
en diciembre de 1935, 7.125 toneladas. Durante los tres �ltimos
a�os, la producci�n metal�rgica aument� dos
veces, la del acero y de los aceros laminados, cerca de 2,5 veces. En comparaci�n
con la preguerra, la extracci�n de naftas, de hulla y de mineral
de hierro aument� 3 � 3,5 veces. En 1920, cuando se decret�
el primer plan de electrificaci�n, el pa�s ten�a estaciones
locales de una potencia total de 253.000 kilovatios. En 1935 ya hab�a
95 estaciones locales con una potencia total de 4.345.000 kilovatios. En
1925, la URSS ten�a el und�cimo lugar en el mundo desde el
punto de vista de la producci�n de energ�a el�ctrica;
en 1935, s�lo era inferior a Alemania y a los Estados Unidos. En
la extracci�n de hulla, la URSS pas� del d�cimo lugar
al cuarto. En cuanto a la producci�n de acero, pas� del sexto
al tercero. En la producci�n de tractores ocupa el primer lugar
del mundo. Lo mismo sucede con la producci�n de az�car.
Los inmensos resultados obtenidos por la industria, el comienzo prometedor
de un florecimiento de la agricultura, el crecimiento extraordinario de
las viejas ciudades industriales, la creaci�n de otras nuevas, el
r�pido aumento del n�mero de obreros, la elevaci�n
del nivel cultural y de las necesidades, son los resultados indiscutibles
de la Revoluci�n de Octubre en la que los profetas del viejo mundo
creyeron ver la tumba de la civilizaci�n. Ya no hay necesidad de
discutir con los se�ores economistas burgueses: el socialismo ha
demostrado su derecho a la victoria, no en las p�ginas de El Capital,
sino en una arena econ�mica que constituye la sexta parte de la
superficie del globo; no en el lenguaje de la dial�ctica, sino en
el del hierro, el cemento y la electricidad. Aun en el caso de que la URSS,
por culpa de sus dirigentes, sucumbiera a los golpes del exterior -cosa
que esperamos firmemente no ver- quedar�a, como prenda del porvenir,
el hecho indestructible de que la revoluci�n proletaria fue lo �nico
que permiti� a un pa�s atrasado obtener en menos de veinte
a�os resultados sin precedentes en la historia.
As� se cierra, en el movimiento obrero, el debate con los reformistas.
�Se puede comparar, por un instante, su agitaci�n de ratones
con la obra tit�nica de un pueblo que surgi� a la nueva vida
por la Revoluci�n? Si en 1918 la socialdemocracia alemana hubiera
aprovechado el poder que los obreros le impon�an para efectuar la
revoluci�n social y no para salvar al capitalismo, no es dif�cil
concebir, fund�ndose en el ejemplo ruso, qu� invencible potencia
econ�mica ser�a actualmente la del bloque socialista de la
Europa central y oriental y de una parte considerable de Asia. Los pueblos
del mundo tendr�n que pagar con nuevas guerras y nuevas revoluciones
los cr�menes hist�ricos del reformismo.
APRECIACIONES COMPARATIVAS
DE LOS RESULTADOS
Los coeficientes din�micos de la industria sovi�tica no
tienen precedentes. Pero no bastar�n para resolver el problema ni
hoy ni ma�ana. La URSS sube partiendo de un nivel espantosamente
bajo, mientras que los pa�ses capitalistas, por el contrario, descienden
desde un nivel muy elevado. La relaci�n de fuerzas actuales no est�
determinada por la din�mica del crecimiento, sino por la oposici�n
de la potencia total de los dos adversarios, tal como se expresa con las
reservas materiales, la t�cnica, la cultura, y ante todo con el
rendimiento del trabajo humano. Tan pronto como abordamos el problema desde
este �ngulo est�tico, la situaci�n cambia con gran
desventaja para la URSS.
El problema planteado por Lenin, "�qui�n triunfar�?",
es el de la relaci�n de las fuerzas entre la URSS y el proletariado
revolucionario del mundo, por una parte, y las fuerzas interiores hostiles
y el capitalismo mundial por la otra. Los �xitos econ�micos
de la URSS le permiten afirmarse, progresar, armarse y, si esto es necesario,
batirse en retirada, esperar y resistir. Pero en s� misma, la pregunta
�qui�n triunfar�?, no solamente en el sentido militar
de la palabra, sino ante todo, en el sentido econ�mico, se le plantea
a la URSS a escala mundial. La intervenci�n armada es peligrosa.
La introducci�n de mercanc�as a bajo precio, viniendo tras
los ej�rcitos capitalistas, ser�a infinitamente m�s
peligrosa. La victoria del proletariado en un pa�s de occidente
conducir�a, claro est�, a un cambio radical de la relaci�n
de las fuerzas. Pero en tanto que la URSS permanece aislada; peor a�n,
en tanto que el proletariado europeo va de derrota en derrota y retrocede,
la fuerza del r�gimen sovi�tico se mide, en definitiva, por
el rendimiento del trabajo que, en la producci�n de mercanc�as,
se expresa por el precio de costo y el de venta. La diferencia entre los
precios interiores y los del mercado mundial constituye uno de los �ndices
m�s importantes de la relaci�n de fuerzas. Ahora bien, le
est� prohibido a la estad�stica sovi�tica tocar, ni
siquiera levemente, este problema. Esto se debe a que, a pesar de su marasmo
y su postraci�n, el capitalismo posee a�n una enorme superioridad
en la t�cnica, en la organizaci�n y en la cultura del trabajo.
Se conoce de sobra el estado tradicionalmente atrasado de la agricultura
sovi�tica.. En ninguna de sus ramas se han alcanzado �xitos
que puedan compararse, ni lejanamente, a los obtenidos en la industria.
"Estamos a�n muy atr�s -se quejaba M�lotov a finales
de 1935- de los pa�ses capitalistas, en cuanto al rendimiento de
nuestros cultivos de remolacha". En 1934 se obtuvieron en la URSS 82 quintales
por hect�rea del producto antes citado; en 1935, Ucrania, en una
cosecha excepcional, obtuvo 131 quintales. En Checoslovaquia y en Alemania,
la hect�rea produce cerca de 250 quintales; en Francia, m�s
de 300. Los lamentos de M�lotov pueden extenderse, sin exageraci�n,
a todas las ramas de la agricultura, as� se trate de cultivos t�cnicos
o de cereales, y con mayor raz�n a�n, a la cr�a de
diversos animales. Cultivos alternados bien planificados, selecci�n
de simientes, empleo de abonos, tractores, un utillaje agr�cola
perfeccionado, la cr�a de ganado de raza, son cosas que preparan,
en verdad, una inmensa revoluci�n en la agricultura. Pero justamente
en este dominio, que es uno de los m�s conservadores, es donde la
Revoluci�n necesita m�s tiempo. Por el momento, el objetivo
es, a pesar de la colectivizaci�n, aproximarse a los modelos superiores
del Occidente capitalista -con sus peque�as granjas individuales-.
La lucha para aumentar el rendimiento del trabajo en la industria se
lleva a cabo por dos medios: la asimilaci�n de la t�cnica
avanzada y la mejor utilizaci�n de la mano de obra. La posibilidad
de construir en pocos a�os vastas f�bricas del tipo m�s
moderno estaba asegurada, por tina parte, por la alta t�cnica del
Occidente capitalista; por otra, por el r�gimen del plan. En este
dominio asistimos a la asimilaci�n de las conquistas ajenas. El
hecho de que la industria sovi�tica, y aun el equipo del Ej�rcito
Rojo, hayan mejorado con un ritmo acelerado, implica enormes ventajas potenciales.
La econom�a no se ve obligada a arrastrar tras ella un utillaje
anticuado, como en el caso de Francia o Inglaterra; el ej�rcito
no est� obligado a usar los viejos armamentos. Pero este crecimiento
febril tiene aspectos negativos: los diversos elementos de la econom�a
no se armonizan; los hombres est�n m�s atrasados que la t�cnica,
la direcci�n no est� a la altura de su tarea. Todo esto se
expresa actualmente por los precios de costo elevad�simos en una
producci�n de baja calidad.
"Nuestros pozos -escribe el dirigente de la industria del petr�leo-
disponen de la misma maquinaria que los pozos americanos, pero la organizaci�n
de la perforaci�n es atrasada, los cuadros est�n insuficientemente
cualificados". "El gran n�mero de accidentes se explica por la negligencia,
la incapacidad y la insuficiencia de la vigilancia t�cnica". M�lotov
se queja de que: "Estamos muy retrasados en la organizaci�n de los
talleres de construcci�n. En ellos domina frecuentemente la rutina,
y las herramientas y las m�quinas se tratan de una manera escandalosa".
Encontramos estas confesiones en toda la prensa sovi�tica. La t�cnica
moderna est� muy lejos de dar a la URSS los mismos resultados que
en su patria capitalista.
Los �xitos globales de la industria pesada constituyen una conquista
gigantesca. S�lo sobre estos cimientos se puede construir. Sin embargo,
una econom�a moderna da pruebas de su eficacia en la construcci�n
de detalles m�s finos que requiere una cultura t�cnica y
general. A este respecto la URSS est�, a�n, muy atr�s.
Los resultados m�s serios, no solamente cuantitativos, sino
cualitativos, se han obtenido con toda seguridad en la industria militar;
el ej�rcito y la flota son la clientela de mayor influencia y la
m�s exigente. Sin embargo, los dirigentes del Departamento de Guerra,
incluido Vorochilov, no cesan de lamentarse en sus discursos p�blicos
de "que no siempre estamos plenamente satisfechos de la calidad de la producci�n
que dais al Ej�rcito Rojo". Se adivina sin gran trabajo la inquietud
que ocultan estas prudentes palabras.
La construcci�n de m�quinas -nos dice el jefe de la industria
pesada en un informe oficial- "tiene que ser de buena calidad, lo que desgraciadamente
no sucede...". Y m�s adelante: "La m�quina es cara en la
URSS". Como de costumbre, el informante se abstiene de proporcionar datos
comparativos precisos con relaci�n a la producci�n mundial.
El tractor es el orgullo de la industria sovi�tica. Pero el
coeficiente de utilizaci�n efectiva de �stos es muy bajo.
Durante el �ltimo ejercicio econ�mico, el 81% de los tractores
tuvo que someterse a reparaciones importantes y muchas de estas m�quinas
se inutilizaron durante las labores del campo. Seg�n ciertos c�lculos,
las Estaciones de M�quinas y de Tractores s�lo cubrieron
sus gastos con cosechas de 20 a 22 quintales de grano por hect�rea.
Ahora que el rendimiento medio por hect�rea no alcanza la mitad
de esa cifra, el Estado se ve obligado a cubrir los d�ficit que
se elevan a miles de millones.
La situaci�n de los transportes autom�viles es a�n
peor. Un cami�n recorre en Am�rica 60.000, 80.000 y hasta
100.000 kil�metros por a�o; en la URSS no recorre m�s
que 20.000, es decir, tres o cuatro veces menos. De cada cien camiones,
cincuenta y cinco se encuentran en las carreteras; los restantes est�n
en reparaci�n o en espera de reparaciones. El costo de las reparaciones
sobrepasa dos veces el costo total de la producci�n de nuevos camiones.
No tiene, pues, nada de asombroso que, seg�n la opini�n de
la Comisi�n Gubernamental de Control, "el transporte autom�vil,
por el precio de costo de su producci�n, sea una carga excepcionalmente
pesada".
El aumento de la capacidad de transporte de las v�as f�rreas
va acompa�ado, seg�n el presidente del Consejo de Comisarlos
del Pueblo, "de gran n�mero de accidentes y de descarrilamientos".
La causa esencial no var�a; es la mediocre cultura del trabajo heredada
del pasado. La lucha por el conveniente mantenimiento de las v�as
f�rreas se transforma en una especie de empresa heroica, que hace
que los guarda-agujas recompensados lean sus informes en el Kremlin ante
los m�s altos representantes del poder. A pesar del adelanto de
los �ltimos a�os, el transporte mar�timo est�
muy por debajo de los ferrocarriles. Se encuentran peri�dicamente
en la prensa p�rrafos sobre el "trabajo deplorable de los transportes
mar�timos", la calidad "inveros�milmente baja de las reparaciones
en la flota", etc.
En las ramas de la industria ligera, la situaci�n es todav�a
menos favorable que en las de la pesada. Podemos formular para la industria
sovi�tica una ley bastante particular: los productos, por regla
general, son tanto peores cuanto m�s cerca est�n del consumidor.
En la industria textil, si creemos a Pravda, "el porcentaje de productos
deficientes es deshonroso, el rendimiento flojo", y "las bajas calidades
son las que prevalecen". Las quejas referentes a la mala calidad de los
art�culos de primera necesidad se dejan ver peri�dicamente
en la prensa sovi�tica: "la hojalater�a es trabajada torpemente";
"los muebles son feos, mal ajustados, mal acabados"; "no es posible encontrar
botones aceptables"; "los establecimientos de alimentaci�n p�blica
trabajan de una manera absolutamente lamentable"; etc., etc.
Caracterizar el �xito de la industrializaci�n �nicamente
por los �ndices cuantitativos, es casi lo mismo que querer definir
la anatom�a de un hombre vali�ndose de su estatura, sin indicar
el per�metro tor�cico. Una estimaci�n m�s justa
de la din�mica de la econom�a sovi�tica exige que,
adem�s del correctivo de calidad, recordemos siempre que los �xitos
r�pidos alcanzados en un dominio van acompa�ados por retrasos
en los otros. La creaci�n de vastas f�bricas de autom�viles
se paga con la insuficiencia y el abandono de la red de carreteras. "El
abandono de nuestras carreteras es extraordinario -atestigua Izvestia-,
no es posible ir a m�s de diez kil�metros por hora en una
calzada tan importante como la de Mosc� a Yaroslavl". El presidente
de la Comisi�n del Plan afirma que el pa�s conserva a�n
las tradiciones de los "siglos sin carreteras".
La econom�a municipal se encuentra en un estado an�logo.
En poco tiempo se crean nuevas ciudades industriales, mientras que decenas
de las antiguas caen en el abandono m�s completo. Las capitales
y las ciudades industriales crecen y se embellecen; surgen aqu�
y all� teatros y clubes costosos, pero la crisis de viviendas es
intolerable; es ya una costumbre que nadie se ocupe de las habitaciones.
"Construimos mal y caro, el conjunto de habitaciones se deteriora, y hacemos
pocas y malas reparaciones" (Izvestia).
Estas desproporciones existen en toda la econom�a y son, en
cierto modo, inevitables, puesto que ha sido y es necesario comenzar por
los sectores m�s importantes. Hay que tener en cuenta, adem�s,
que el estado atrasado de ciertos sectores disminuye, en mucho, la eficacia
del trabajo de otros. Si nos imaginamos una econom�a dirigida ideal,
en la que se asegure la rapidez del ritmo de ciertas ramas, sino los mayores
resultados para el conjunto de la econom�a, el coeficiente estad�stico
de crecimiento ser� menor durante el primer periodo, pero la econom�a
toda, y el consumidor, ganar�n con ello. En lo sucesivo, la din�mica
general de la econom�a ganar� tambi�n.
En la estad�stica oficial, la producci�n y la reparaci�n
de autom�viles se suma para formar un total de producci�n
industrial; desde el punto de vista de la eficacia econ�mica, m�s
valdr�a proceder por sustracci�n que por adici�n.
Esta observaci�n se refiere tambi�n a otras industrias. Por
esto, todas las evaluaciones globales en rubios no tienen m�s que
un valor relativo; no se sabe qu� es el rubio y no siempre se sabe
si se oculta detr�s de �l la fabricaci�n o la reparaci�n
de una m�quina. Si la producci�n global de la industria pesada,
evaluada en rubios "estables" se ha sextuplicado con relaci�n a
lo que era antes de la guerra; la extracci�n de petr�leo
y de hulla, as� como la producci�n de las fundiciones expresada
en toneladas, s�lo han aumentado tres veces y media. La causa principal
de esta discordancia es que la industria sovi�tica ha creado nuevas
ramas, desconocidas en tiempos de los zares. Pero hay que buscar una causa
complementaria en la manipulaci�n tendenciosa de las estad�sticas.
Ya sabemos que toda burocracia tiene la necesidad org�nica de maquillar
la realidad.
PRODUCCI�N 'PER
C�PITA'
El rendimiento individual medio del trabajo es a�n muy bajo en
la URSS. En la mejor f�brica metal�rgica, la producci�n
de hierro colado y de acero por obrero es tres veces inferior al promedio
de los Estados Unidos. La comparaci�n de los promedios entre los
dos pa�ses dar�a probablemente una relaci�n de uno
a cinco o m�s baja. En estas condiciones, la afirmaci�n de
que los altos hornos de la URSS son mejor utilizados que los de los pa�ses
capitalistas est�, por el momento, desprovista de sentido; ya que
la t�cnica no tiene m�s objeto que economizar el trabajo
del hombre. En la industria forestal y en la de la construcci�n,
la situaci�n de las cosas es a�n m�s desconsoladora
que en la metal�rgica. Si cada trabajador en las canteras de los
Estados Unidos extrae 5.000 toneladas al a�o, en la Uni�n
Sovi�tica son 500 toneladas, o sea diez veces menos. Unas diferencias
tan notables, se explican m�s que por la insuficiente formaci�n
profesional de los obreros, por la mala organizaci�n del trabajo.
La burocracia aguijonea con toda su fuerza a los obreros, pero no sabe
sacar un buen provecho de la mano de obra. La agricultura, no hay necesidad
de decirlo, es la peor tratada a este respecto. Al d�bil rendimiento
del trabajo, corresponde una d�bil renta nacional, y por lo tanto,
un bajo nivel de vida de las masas populares.
Cuando se nos dice que la URSS tendr� en 1936 el primer lugar
en la producci�n industrial de Europa -�xito enorme en s�
mismo- no solamente se olvida la calidad y el precio de costo, sino, adem�s,
el tama�o de la poblaci�n. El nivel de desarrollo general
del pa�s, y m�s particularmente, la condici�n material
de las masas no pueden determinarse, ni a grandes rasgos, m�s que
dividiendo la producci�n entre el n�mero de consumidores.
Tratemos de efectuar esta simple operaci�n aritm�tica.
El papel de las v�as f�rreas en la econom�a, en
la vida cultural, en la guerra, no necesita ser demostrado. La URSS dispone
de 83.000 kil�metros de v�as, contra 58.000 en Alemania,
63.000 en Francia, 417.000 en los Estados Unidos. Esto significa que en
Alemania hay, por cada 10.000 habitantes, 8,5 kil�metros de v�as;
en Francia, 15,2 kil�metros; en los Estados Unidos, 33,1 kil�metros;
en la URSS, 5 kil�metros. En cuanto a las v�as f�rreas,
la URSS sigue ocupando uno de los �ltimos lugares en el mundo civilizado.
La trota mercante, que se ha triplicado durante los cinco �ltimos
a�os, est� actualmente casi a la misma altura que las de
Espa�a y Dinamarca. A�adamos a esto la falta de carreteras.
En 1935 la URSS produjo 0,6 autom�viles por cada 1.000 habitantes;
en 1934, Gran Breta�a produjo cerca de 8 por el mismo n�mero
de habitantes; Francia, 4,5; los Estados Unidos, 23 (por 36,5 en 1928).
Y la URSS tampoco supera, a pesar del estado extremadamente atrasado
de los ferrocarriles y de sus transportes fluviales y autom�viles,
a Francia ni a Estados Unidos en cuanto a la proporci�n de caballos
(1 caballo por 10-11 habitantes), siendo, adem�s, muy inferior la
calidad de sus bestias.
Los �ndices comparativos son desfavorables en la industria pesada,
a pesar de que es la que ha alcanzado los �xitos m�s notables.
La extracci�n de hulla fue, en 1935, de cerca de 0,7 toneladas por
habitante; en Gran Breta�a se ha elevado a casi cinco toneladas;
en los Estados Unidos, a cerca de 3 toneladas (contra 5,4 en 1913); en
Alemania a cerca de 2. Acero: URSS cerca de 67 por habitante; Estados Unidos,
cerca de 250. Las proporciones son an�logas en fundici�n
y en aceros laminados. Energ�a el�ctrica, 153 kilovatios/hora
por cabeza en la URSS, en 1935; en Gran Breta�a, 443 (1934); en
Francia, 363; en Alemania, 472.
Por regla general, los mismos �ndices son m�s bajos a�n
en la industria ligera. En 1935 se fabricaron menos de cincuenta cent�metros
de tejidos de lana por cabeza; ocho o diez veces menos que en los Estados
Unidos o en Gran Breta�a. El pa�o s�lo es accesible
a los ciudadanos sovi�ticos privilegiados. Las masas tienen que
contentarse con indianas fabricadas a raz�n de 16 metros por cabeza
y empleadas, como en el antiguo r�gimen, hasta en invierno. La zapater�a
proporciona actualmente 0,5 pares de calzado por a�o y por habitante
-en Alemania, m�s de un par; en Francia, 1,5 pares; en los Estados
Unidos, cerca de 3 pares; y no tenemos en cuenta el �ndice de calidad,
lo que agravar�a la diferencia. Se puede admitir con toda seguridad,
que el porcentaje de las personas que poseen varios pares de zapatos, es
sensiblemente m�s elevado en los pa�ses capitalistas que
en la URSS; por desgracia, la URSS ocupa a�n uno de los primeros
lugares en cuanto al porcentaje de los descalzos.
Las proporciones son las mismas y parcialmente m�s desventajosas
en lo que se refiere a los productos alimenticios, a pesar de �xitos
innegables obtenidos en los �ltimos a�os: las conservas,
la elaboraci�n de embutidos, el queso, por no hablar de pasteles
y de dulces son, por el momento, inaccesibles a la gran mayor�a
de la poblaci�n. La situaci�n es igualmente mala en cuanto
a los productos l�cteos. En Francia y en los Estados Unidos hay,
poco m�s o menos, una vaca por cada cinco habitantes; en Alemania,
por cada seis; en la URSS por cada ocho; y dos vacas sovi�ticas
cuentan por una, desde el punto de vista de la producci�n de leche.
S�lo en lo que se refiere a la producci�n de cereales, centeno
sobre todo, y tambi�n patatas, la URSS, si se toma en cuenta el
rendimiento por cabeza, sobrepasa sensiblemente a la mayor parte de los
pa�ses de Europa y a los Estados Unidos. �Pero el pan de centeno
y la patata, considerados como los principales alimentos de la poblaci�n,
constituye el �ndice cl�sico de la indigencia!
El consumo de papel es uno de los �ndices culturales m�s
importantes. En 1935 se fabricaron en la URSS menos de cuatro kilos de
papel por habitante; en los Estados Unidos m�s de 34 kilos (contra
48 kilos en 1928); en Alemania, m�s de 47 kilos. Si en los Estados
Unidos hay por cada habitante doce l�pices al a�o, en la
URSS hay cerca de cuatro, y de tan mala calidad que su trabajo �til
no es superior al de uno solo, al de dos, como mucho.
Los peri�dicos se quejan continuamente de que la falta de cartillas
escolares, de papel y de l�pices paraliza el trabajo escolar. Nada
tiene de asombroso que la liquidaci�n del analfabetismo, calculado
para el d�cimo aniversario de la Revoluci�n de Octubre, est�
a�n lejos de cumplirse.
Se puede comprender este problema inspir�ndose en consideraciones
m�s generales. La renta nacional por habitante es sensiblemente
inferior a la de los pa�ses occidentales; y como las inversiones
en la producci�n absorben casi el 25-30%, es decir, una fracci�n
incomparablemente mayor que en ninguna otra parte, el fondo de consumo
de las masas populares tiene que ser muy inferior en relaci�n con
el de los pa�ses capitalistas avanzados.
Es cierto que no hay en la URSS clases poseedoras cuya prodigalidad
tenga que ser compensada por el subconsumo de las masas populares. El peso
de esta observaci�n es, sin embargo, mucho menor de lo que parece
a primera vista. La tara esencial del sistema capitalista no consiste en
la prodigalidad de las clases poseedoras, por repugnante que sea en s�
misma, sino en que, para garantizar su derecho al despilfarro, la burgues�a
mantiene la propiedad privada de los medios de producci�n y condena,
as�, a la econom�a, a la anarqu�a y a la disgregaci�n.
La burgues�a detenta evidentemente el monopolio del consumo de los
art�culos de lujo. Pero las masas trabajadoras la superan ampliamente
en el consumo de art�culos de primera necesidad. Tambi�n
veremos m�s adelante que si no hay clases en la URSS, en el sentido
propio de la palabra, hay una capa dirigente privilegiad�sima que
se apropia de la parte del le�n en el consumo. Y si la URSS produce
menos art�culos de primera necesidad por habitante que los pa�ses
capitalistas avanzados, esto significa que la condici�n material
de las masas est� a un nivel todav�a inferior que en los
pa�ses capitalistas.
La responsabilidad de esta situaci�n incumbe naturalmente al
pasado sombr�o de la URSS, a todo lo que nos leg� de miseria
y de ignorancia. No hab�a otra salida hacia el progreso que la subversi�n
del capitalismo. Basta para convencerse de ello, lanzar una mirada a los
pa�ses b�lticos y a Polonia, que fueron antiguamente las
partes m�s desarrolladas del imperio y que no salen del marasmo.
El m�rito imperecedero del r�gimen de los soviets est�
en la lucha tan ruda, y generalmente eficaz, contra una barbarie secular.
Pero la justa apreciaci�n de los resultados es la primera condici�n
de todo progreso futuro.
El r�gimen sovi�tico atraviesa actualmente una fase preparatoria
en la que importa, asimila, se apodera de las conquistas t�cnicas
y culturales de Occidente. Los coeficientes relativos de la producci�n
y del consumo atestiguan que esta fase preparatoria est� lejos de
estar finalizada. Aun admitiendo la hip�tesis poco probable de un
marasmo completo del capitalismo, esta fase durar� aun todo un periodo
hist�rico. Tal es la primera conclusi�n de extremada importancia
a la que llegamos y sobre la que insistiremos en el curso de este estudio.