Volver al Archivo |
Redactado: 21de mayo de 1924. Este
texto es un extracto de la transcripci�n de un discurso pronunciado por Trotsky
el 21 de mayo de 1924 ante V Congreso Sindical de Trabajadores M�dicos y
Veterinarios de Rusia.
Historial de publicaci�n: El discurso completo apareci� en la colecci�n
Zapad i
Vostok (Occidente y oriente), publicado en Mosc� en 1924.
Digitalizaci�n: Partido
Obrero de Argentina, en base a la publicaci�n del framento aparecida en su
revista te�rica, En Defensa del Marxismo, no. 15 (diciembre de 1996).
Esta Edici�n: Marxists Internet Archive, noviembre de 2012
�Hemos crecido como Internacional en el per�odo pasado? Todas las secciones han crecido y han ganado en influencia. �Significa esto que su fuerza creci� y va a continuar creciendo indefinidamente? No. Su fuerza creci� a trav�s de los zig-zags, de las olas y de las convulsiones: aqu� tambi�n prevalece la dial�ctica del desarrollo y el Comintern no est� exento de esto.
De esta manera, en la segunda mitad del a�o pasado, el KPD era incontrastablemente m�s fuerte que hoy. En esa �poca, el KPD marchaba directamente a la conquista del poder y la convulsi�n de toda la vida social en Alemania era tan grande, que no solamente las masas m�s atrasadas de los obreros, sino tambi�n de las capas importantes del campesinado, de la peque�o burgues�a y de la intelligentsia ten�an todas confianza en que los comunistas iban r�pidamente a tomar el poder y a reorganizar la sociedad. Tales disposiciones se encuentran entre los s�ntomas m�s seguros de la madurez de una situaci�n revolucionaria. Pero se demostr� que los comunistas no pod�an todav�a tomar el poder. No porque la situaci�n objetiva lo volviera imposible. No, pues no se podr�a imaginar condiciones mejor preparadas o m�s maduras para la toma del poder. Si se necesitara describirlas con precisi�n, ellas podr�an representar un ejemplo cl�sico en los manuales de la revoluci�n proletaria. Pero el partido no supo utilizarlas. Tendr�amos que detenernos para estudiar esta cuesti�n.
El primer per�odo de la historia de la Internacional va de 1917 hasta los levantamientos revolucionarios de 1921 en Alemania.
Todo estaba determinado por la guerra y sus consecuencias inmediatas.
Nosotros esper�bamos la sublevaci�n del proletariado europeo y que �ste tomara el poder en un futuro pr�ximo. �Cu�l ha sido nuestro error? Hemos subestimado el papel del partido.
Despu�s del III� Congreso Mundial, comenz� un nuevo per�odo. La consigna "hacia las masas" quer�a decir sustancialmente "construya(n) el partido". Esta pol�tica ha sido llevada a cabo plenamente y con m�s �xito en Alemania que en cualquier otro lugar. Pero en Alemania sucedi� que fue en contradicci�n con la situaci�n creada en 1923 por la ocupaci�n de la cuenca del Ruhr, lo que hizo saltar de golpe el equilibrio ficticio de Europa.
Al finalizar 1923, nosotros sufrimos en Alemania una derrota importante no menos seria que la del a�o 1905. �Pero, cu�l es la diferencia? En 1905 nosotros no ten�amos las fuerzas suficientes, como luego se vio en la lucha. En otros t�rminos, la causa de la derrota resid�a en la relaci�n de fuerzas objetiva.
En 1923, en Alemania, nosotros sufrimos una derrota en el momento en que los acontecimientos no hab�an llegado a la etapa de choque, sin que nuestras fuerzas hayan estado movilizadas y utilizadas.
La causa inmediata de la derrota en ese caso habr�a que buscarla en la direcci�n del partido. Es verdad que podr�amos decir que, aunque el partido hubiera tenido una pol�tica justa, no habr�a sido capaz de movilizar grandes masas y habr�a sido vencido. Es �sta una opini�n moderada, completamente coyuntural. En cuanto a la situaci�n objetiva, la relaci�n de las fuerzas de clases, la confianza en s� misma de la clase dirigente y de las masas del pueblo, es decir, en cuanto a las precondiciones de la revoluci�n, nosotros ten�amos la situaci�n m�s favorable de las que ustedes se podr�an representar: una crisis de existencia para la Naci�n y el Estado, llevada a su m�s alto grado por la ocupaci�n; una crisis de la econom�a y particularmente de las finanzas del pa�s; una crisis parlamentaria, una ca�da total de la confianza de la clase dirigente en s� misma; una desintegraci�n de la socialdemocracia y de los sindicatos; un crecimiento espont�neo de la influencia del Partido Comunista; un cambio importante de orientaci�n de la peque�o burgues�a hacia el comunismo; una brutal ca�da de la moral de los fascistas.
Tales eran las precondiciones pol�ticas. �Cu�l era la situaci�n en el campo militar?
Un min�sculo ej�rcito permanente de 1 a 200.000 hombres, es decir, una fuerza policial calcada del modelo militar.
La fuerzas de los fascistas estaban monstruosamente exageradas y, en gran medida, estaban paralizadas.
En todo caso, despu�s de julio-agosto, los fascistas estaban seriamente desmoralizados.
�Los comunistas contaban con la mayor�a de las masas obreras? Es una cuesti�n a la cual no podemos responder con estad�sticas. Es una cuesti�n que est� resaltada por la din�mica de la revoluci�n. Las masas avanzaban regularmente hacia los comunistas y sus adversarios se debilitaban no menos regularmente.
Las masas que se hab�an quedado con la socialdemocracia no mostraban disposici�n a oponerse activamente a los comunistas, como ellos lo hab�an hecho en marzo de 1921. Por el contrario, la mayor�a de los obreros socialdem�cratas esperaban la revoluci�n con esperanza. Es esto tambi�n una exigencia de la revoluci�n.
�Las masas estaban dispuestas para el combate? Toda la historia del a�o 1923 no deja ninguna duda en este sentido. Es verdad que al finalizar el a�o, ese sentimiento se hab�a vuelto m�s reservado, m�s concentrado, hab�a perdido su espontaneidad, es decir, su tendencia a explosiones elementales constantes.
�Pero c�mo pod�a ser de otra manera?
En la segunda mitad del a�o, las masas adquirieron una enorme experiencia y sent�an o comprend�an que se iba a toda marcha hacia el choque decisivo.
En tales condiciones, las masas pod�an solamente avanzar si exist�a una direcci�n firme, llena de confianza en s� misma y que gozara de la confianza de las masas.
Las discusiones acerca de saber si las masas estaban listas para la lucha o no, tienen una car�cter muy subjetivo y expresan sustancialmente una falta de confianza en los dirigentes del partido mismo.
Las afirmaciones seg�n las cuales no hab�a voluntad de luchar en las masas, han sido hechas aqu� m�s de una vez. Tambi�n el d�a anterior a Octubre.
Lenin respond�a a estas afirmaciones casi siempre de esta manera: "Aun si se admitiera que ustedes dicen la verdad, esto no har�a m�s que demostrar que hemos dejado pasar el momento m�s favorable. Pero esto no significar�a para nada que la conquista del poder es hoy imposible. Despu�s de todo, nadie osar� afirmar que la mayor�a, o aun una minor�a sustancial de la masa de los obreros, se opondr� a la revoluci�n. Pero basta con que una minor�a participe incluso con un sentimiento de simpat�a, o de expectativa pasiva prevalezca en la mayor�a".
Finalmente, desde el punto de vista internacional, tambi�n, no se puede decir que la situaci�n de la revoluci�n alemana estuviera sin esperanza.
Es verdad que el imperialismo franc�s est� a la puerta de la Alemania revolucionaria.
Pero del otro lado, Rusia sovi�tica existe; en el mundo, el comunismo se afianz� en todos los pa�ses, incluso en Francia.
�Cu�l fue la causa fundamental de la derrota del Partido Comunista alem�n?
No se ha apreciado a tiempo la aparici�n de una crisis revolucionaria a partir de la ocupaci�n de la cuenca del Ruhr y, especialmente, del fin de la resistencia pasiva (enero-junio de 1923).
Falt� el momento crucial.
Es muy dif�cil para un partido revolucionario pasar de un per�odo de agitaci�n y de propaganda prolongada durante a�os, a una lucha directa por el poder a trav�s de la organizaci�n de la insurrecci�n armada. Este giro provoca, invariablemente, una crisis en el interior del partido. Todo comunista responsable debe prepararse para esto. Una de las maneras de hacerlo es estudiar profundamente la historia de la Revoluci�n de Octubre. Se ha hecho muy poco hasta el presente en este sentido, y la experiencia de Octubre ha sido mal utilizada por el partido alem�n... Continu� as�, aun despu�s del comienzo de la crisis de la cuenca del Ruhr, dirigiendo su trabajo de agitaci�n y de propaganda sobre la base de la f�rmula del frente �nico �al mismo ritmo y en las mismas formas que antes de la crisis.
Pero esta t�ctica se hab�a vuelto algunas veces muy insuficiente.
La influencia del partido crec�a autom�ticamente. Hac�a falta un giro t�ctico agudo. Hab�a que mostrarle a las masas, y antes que nada al partido mismo, que se trataba ahora de la preparaci�n inmediata de la toma del poder. Era necesario consolidar la influencia organizativa creciente del partido y establecer las bases de apoyo para un asalto directo contra el Estado. Hab�a que girar toda la organizaci�n del partido sobre la base de c�lulas de f�brica. Hab�a que instalar de manera neta la cuesti�n del trabajo en el ej�rcito. Hab�a que organizar las c�lulas en los ferrocarriles. Era necesario, sobre todo, adaptar plena y completamente la t�ctica del frente �nico a esas tareas, darles un ritmo m�s firme y m�s decidido y un car�cter m�s revolucionario. Sobre esta base, deber�amos haber dirigido un trabajo t�cnico-militar.
La cuesti�n de la fijaci�n de una fecha para la insurrecci�n no puede tener sentido m�s que en relaci�n y con esta perspectiva.
La insurrecci�n es un arte. Un arte supone un objetivo claro, un plan preciso y, en consecuencia, un horario.
A pesar de esto, lo m�s importante era asegurar a tiempo el giro t�ctico decisivo hacia la toma del poder. Y esto no fue hecho.
Fue la omisi�n principal y fatal. Por eso, la contradicci�n fundamental. Por un lado, el partido esperaba una revoluci�n, mientras que por el otro lado, porque se hab�a quemado los dedos en los acontecimientos de marzo (1921, N de la R), evitaba, hasta los �ltimos meses de 1923, la idea misma de organizar una revoluci�n, es decir, de preparar una insurrecci�n. La actividad del partido continuaba con un ritmo de tiempos de paz, en el momento en que el desenlace se aproximaba.
El momento de la insurrecci�n fue fijado cuando, esencialmente, el enemigo ya hab�a utilizado el tiempo perdido por el partido y reforzado sus posiciones. La preparaci�n militar t�cnica del partido comenz� a una velocidad fren�tica, separada de la actividad del partido, que continuaba con el mismo ritmo que en tiempos de paz. Las masas no comprend�an al partido y no marchaban a su paso. El partido sinti� este corte de parte de las masas y se paraliz�.
Por eso, el retiro sin combate de posiciones de primer orden, fue la m�s amarga de las derrotas posibles.
No podemos pensar que la historia crea mec�nicamente las condiciones de la revoluci�n y las presenta luego a pedido del partido, siempre en bandeja. "Aqu� estamos, firmen el recibo, por favor". Eso no sucede jam�s.
Una clase debe, en el curso de una lucha prolongada, forjar una vanguardia que pueda encontrar su camino en una situaci�n dada, que reconozca a la revoluci�n cuando ella golpea a su puerta.
Que sepa en el momento necesario tomar el problema de la insurrecci�n como un arte, elaborar un plan, distribuir los papeles y dar el golpe de gracia feroz a la burgues�a.
Y bien, el Partido Comunista alem�n no encontr� en s� mismo, en el momento decisivo, esta capacidad, esta habilidad, este car�cter y esta energ�a.
Para comprenderlo mejor, imaginemos por un instante que en Octubre de 1917 nosotros hubi�ramos comenzado a vacilar y a decir: "Esperemos un poco. La situaci�n no es lo suficientemente clara". A simple vista, pareciera que la revoluci�n no es un oso que desaparece en el bosque, si no se la hace en Octubre se la har� m�s adelante. Pero esta idea es radicalmente falsa. No tiene en cuenta las diferentes relaciones cambiantes entre todos los factores que hacen a una revoluci�n. La condici�n m�s inmediata y m�s profunda para la revoluci�n es que las masas est�n listas para hacer la revoluci�n. Pero esta disposici�n no puede ser preservada. Es necesario que sea utilizada cuando ella se manifiesta.
Antes de Octubre, los obreros, los soldados, los campesinos, marchaban detr�s de los bolcheviques. Pero esto no significaba para nada que ellos mismos fueran bolcheviques, es decir, que fueran capaces de seguir al partido bajo todas las condiciones y en todas las circunstancias.
Hab�an sido cruelmente decepcionadas por los mencheviques y los SR y es por eso que segu�an al partido bolchevique. Su decepci�n con respecto a los partidos conciliadores provocaba en ellos la esperanza de que los bolcheviques ser�an m�s duros y que demostrar�an que no estaban hechos del mismo palo que los otros, y que no habr�a gran diferencia entre sus palabras y sus actos. Si en esas circunstancias, los bolcheviques hubieran manifestado dudas y tomado una posici�n dilatoria, entonces, en poco tiempo, ellos habr�an sido asimilados por las masas a los mencheviques y a los SR, y se habr�an alejado de ellos tan r�pidamente como se hab�an acercado.
Es exactamente de esta manera como un cambio fundamental se habr�a producido en la relaci�n de fuerzas.
Pues, qu� es de hecho �la relaci�n de fuerzas�. Es una concepci�n muy compleja hecha de elementos diferentes. Entre ellos, algunos que son muy estables, como la t�cnica y la econom�a, que determinan la estructura de clase; en la medida en que la relaci�n de fuerzas est� determinada por los efectivos del proletariado, del campesinado y de las otras clases, se trata tambi�n de factores verdaderamente estables. Pero con un efectivo dado por una clase, su fuerza depende de su grado de organizaci�n y de la actividad de su partido, de las interrelaciones entre el partido y las masas, etc. Estos factores son menos estables, particularmente en un per�odo revolucionario. Y es precisamente de �stos de los que hablamos aqu�. Si el partido revolucionario, que la l�gica de los acontecimientos ha colocado en el centro de la atenci�n de las masas trabajadoras, deja pasar el momento crucial, entonces la relaci�n de fuerzas cambia completamente, porque las esperanzas de las masas, despertadas por el partido, son reemplazadas por la desilusi�n o por la pasividad y la profunda desesperanza, y el partido no cuenta a su alrededor m�s que con aquellos elementos que gan� s�lidamente y por largo tiempo, a saber, la minor�a.
Es lo que pas� el a�o pasado en Alemania. Todo el mundo, inclusive los obreros socialdem�cratas, esperaban del Partido Comunista que sacara al pa�s del callej�n sin salida en que se encontraba: el partido fue incapaz de transformar esta espera general en acciones revolucionarias decisivas y conducir al proletariado a la victoria.
Es por eso que, despu�s de octubre-noviembre, comenz� el retroceso del esp�ritu revolucionario. Es tambi�n esto lo que ha dado la base del refuerzo temporario de la reacci�n burguesa, ya que ning�n otro cambio m�s profundo (en la composici�n de clase de la sociedad, en la econom�a) habr�a sido capaz de provocar esto en ese momento.
En las �ltimas elecciones (4 de mayo de 1924), el KPD obtuvo 3.700.000 votos. Es seguramente un n�cleo muy peque�o del proletariado. Pero hay que evaluar esa cifra de manera din�mica. Est� fuera de duda que, de agosto a octubre del a�o pasado, el KPD, en las mismas condiciones, habr�a obtenido un n�mero infinitamente m�s importante de votos. Por otra parte, muchos elementos sugieren que, si las elecciones habr�an tenido lugar dos o tres meses m�s tarde, los votos del KPD habr�an sido menos numerosos. Esto significa, en otros t�rminos, que la influencia del partido est� declinando. Ser�a absurdo cerrar los ojos ante esta situaci�n: la pol�tica revolucionaria no es la pol�tica del avestruz. A pesar de esto, es necesario tener una comprensi�n clara del significado de este hecho.
Ya mencion� que los partidos comunistas no est�n exentos de la fuerza de las leyes de la dial�ctica y que su desarrollo se realiza en las contradicciones, a trav�s de los �booms� y de las crisis. En un per�odo de alza del flujo revolucionario, la influencia del partido sobre las masas crece r�pidamente; en un per�odo de reflujo, esta influencia se debilita y el proceso de selecci�n interno se intensifica en los partidos.
Todos los elementos que por casualidad se acercaron al partido se retiran; el n�cleo del partido se concentra y se endurece. De esta manera, se prepara para un nuevo alza revolucionario. Una estimaci�n correcta de la situaci�n y un punto de vista claro del futuro, nos preservan de errores y de decepciones.
Ya hemos visto hasta qu� punto esto es verdad en relaci�n con la cuesti�n de los �booms� y de las crisis industriales de la posguerra. Nosotros lo constatamos nuevamente con la entrada de Europa en una fase neorreformista. Ahora nos hace falta comprender, con toda la claridad posible, la etapa que atraviesa Alemania, si queremos saber lo que el ma�ana nos va a deparar.
Despu�s de la derrota de 1905, nos hicieron falta siete a�os antes de que el movimiento, estimulado por los acontecimientos de la guerra, comenzara a organizarse, y nos hicieron falta 12 a�os antes de que la Segunda Revoluci�n diera el poder al proletariado. El proletariado alem�n sufri� el a�o pasado una muy grande derrota. Necesitar� un intervalo de tiempo verdaderamente considerable para digerir esta derrota, sacar partido de la experiencia, recuperarse, juntar sus fuerzas una vez m�s, y el KPD solamente estar� en condiciones de asegurar la victoria del proletariado si �l tambi�n aprovecha plena y totalmente las ense�anzas de la experiencia del a�o pasado.
�Cu�nto tiempo ser� necesario? �Cinco a�os? �Doce a�os? No podemos dar una respuesta precisa. Podemos solamente expresar que el ritmo de desarrollo, en el sentido de cambio radical de la situaci�n, es hoy mucho m�s r�pido que antes de la guerra.
En el campo econ�mico, nosotros vemos que las fuerzas productivas se entrecruzan muy lentamente y, al mismo tiempo, alzas y bajas se suceden en la coyuntura mucho m�s a menudo que antes de la guerra. Se puede observar el mismo fen�meno en pol�tica tambi�n.
El fascismo y el mencheviquismo se suceden r�pidamente; la situaci�n de ayer era profundamente revolucionaria y hoy la burgues�a parece triunfar en toda la l�nea. En esto consiste el car�cter profundamente revolucionario de nuestra �poca. Y este car�cter de nuestra �poca nos obliga a inferir que la victoria de la contrarrevoluci�n en Alemania no puede durar mucho tiempo.
Pero hoy, nosotros observamos los fen�menos de reflujo y no de flujo (revolucionario), y naturalmente, nuestra t�ctica debe acomodarse a esta situaci�n.