Escrita: En mayo de 1951.
Versión dígital en castellano: La
Bataille Socialiste.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2010.
Camaradas:
Sabéis perfectamente que no estoy políticamente de acuerdo con vosotros desde hace cinco o seis años, desde el fin de la guerra, e incluso antes. La posición que habéis tomado sobre los importantes acontecimientos de los últimos tiempos me muestra que en lugar de corregir vuestros anteriores errores, permanecéis en ellos y los profundizáis. En la vía que habéis emprendido habéis llegado al punto en el que ya no me es posible seguir silenciosa y limitarme a protestas privadas. Ahora debo expresar mis opiniones públicamente.
Me veo obligada a dar un paso para mí grave y difícil, que no puedo más que lamentar sinceramente. Pero no hay otro camino. Tras muchas reflexiones y dudas sobre un problema que me ha afligido profundamente, he decidido que debo deciros que no veo otra vía que la de afirmar que nuestros desacuerdos no me permiten ya permanecer por más tiempo en vuestras filas.
Las razones de esta decisión definitiva por mi parte son conocidas ya por la mayoría de vosotros. Aquí no hago más que repetirlas brevemente para aquellos que las desconocen, abordando sólo nuestras divergencias fundamentales más importantes, sin mencionar las divergencias menores sobre política cotidiana que están relacionadas con las esenciales o se desprenden de éstas.
Obsesionados por viejas y superadas fórmulas continuáis considerando al Estado estalinista como un Estado obrero.
No puedo ni quiero seguiros en este punto. Desde el inicio de la lucha contra la burocracia usurpadora, L.D.Trotsky repetía prácticamente cada año que el régimen se desplazaba hacia la derecha, en las condiciones de retraso de la revolución mundial y de posesión de todas las posiciones políticas por la burocracia en Rusia. En diversas ocasiones subrayó que la consolidación del estalinismo en Rusia llevaba a un deterioro de las posiciones económicas, políticas y sociales de la clase obrera, y al triunfo de una aristocracia tiránica y privilegiada. Si esta tendencia continúa, dijo, la revolución se agotará y el capitalismo será restaurado. Desgraciadamente esto es lo que se ha producido, aunque bajo formas nuevas e inesperadas. No hay ningún país del mundo en el que las ideas de los auténticos defensores del socialismo sean perseguidas de forma tan bárbara como en Rusia. Debería estar claro para todos que la revolución ha sido completamente destruida por el estalinismo. Sin embargo, vosotros seguís diciendo que bajo este régimen inaudito, Rusia es aún un Estado obrero. Considero esto como un ataque al socialismo. El estalinismo y el Estado estalinista no tienen absolutamente nada de común con un Estado obrero y con el socialismo. Son los más peligrosos enemigos del socialismo y de la clase obrera.
Ahora consideráis que los Estados de Europa oriental en los que el estalinismo ha establecido su dominio durante y después de la guerra son igualmente Estados obreros. Esto equivale a decir que el estalinismo ha desempeñado un papel socialista revolucionario. No quiero ni puedo seguiros en este punto. Tras la guerra e incluso antes de que acabara, existió un movimiento revolucionario de masas en esos países. Pero no fueron esas masas quienes tomaron el poder y no fueron Estados obreros los que se establecieron con sus luchas. Es la contrarrevolución estalinista quien tomó el poder, reduciendo estos países a la condición de esclavos del Kremlin, estrangulando a las masas trabajadoras, sus luchas revolucionarias y sus aspiraciones revolucionarias. Al considerar que la burocracia ha establecido Estados obreros en esos países, le asignáis a esa burocracia un papel progresivo e incluso revolucionario. Al propagar esta monstruosa mentira, denegáis a la IV Internacional toda razón fundamental de existencia como partido mundial de la revolución socialista. En el pasado siempre hemos considerado al estalinismo como una fuerza contrarrevolucionaria con todas las connotaciones del término. Vosotros ya no lo hacéis, pero yo sigo haciéndolo.
En 1932 y 1933, para justificar la vergonzosa capitulación ante el hitlerismo, los estalinistas declararon que importaba poco que los fascistas tomaran el poder, porque después llegaría el socialismo a través del reino del fascismo. Sólo brutos desprovistos de humanidad y de un átomo de pensamiento o espíritu revolucionario podían expresarse de tal modo. Hoy, independientemente de los objetivos revolucionarios que os animen, pretendéis que la reacción despótica estalinista que ha triunfado en Europa Oriental es una de las vías por las cuales se alcanzará eventualmente el socialismo. Tal punto de vista constituye una ruptura irremediable con las profundas convicciones que nuestro movimiento siempre ha defendido y que yo sigo compartiendo.
Me es imposible seguiros en la cuestión del régimen de Tito en Yugoslavia. Toda la simpatía y todo el apoyo de los revolucionarios, e incluso de los demócratas, debe dirigirse en favor del pueblo yugoslavo en su resistencia decidida ante los esfuerzos de Moscú por someterlos y someter su país a la servidumbre. Hay que sacar provecho de las concesiones que el régimen yugoslavo se ve obligado actualmente a conceder a su pueblo. Pero toda vuestra prensa se consagra ahora a una inexcusable idealización de la burocracia titista, idealización para la que no existe base ni en las tradiciones ni en los principios de nuestro movimiento. Esta burocracia estalinista no es más que una réplica de la vieja burocracia estalinista. Ha sido educada en las ideas, la política y la moral de la Gepeú. Su régimen no difiere en nada fundamental del de Stalin. Es absurdo creer o enseñar que la dirección revolucionaria del pueblo yugoslavo se desarrollará desde esta burocracia o por otras vías que la de una lucha contra ésta.
Lo más intolerable de todo es la posición que habéis adoptado sobre el tema de la guerra. La tercera guerra mundial que amenaza a la humanidad sitúa al movimiento revolucionario ante los problemas más difíciles, las situaciones más complejas, las decisiones más graves. Nuestra posición no puede adoptarse sino después de discusiones muy serias y lo más libres posibles. Pero frente a los acontecimientos de los años recientes, continuáis preconizando la defensa del Estado estalinista y comprometiendo a todo el movimiento en esa defensa. Ahora incluso sostenéis a los ejércitos del estalinismo en la guerra en la que se encuentra sometido el pueblo coreano. No puedo ni quiero seguiros en este punto. En 1927 Trotsky en respuesta a una pregunta desleal que le planteó el Buró Político, expresó sus posiciones del siguiente modo: !por la patria socialista, sí! ! Por el régimen estalinista, no! ¡Era en 1927! Hoy, veintitrés años después, Stalin no ha dejado nada de la patria socialista. Ha sido reemplazada por el servilismo y la degradación del pueblo con la autocracia estalinista. Es ese Estado el que os proponéis defender en la guerra, el que ya defendéis en Corea. Sé perfectamente que afirmáis con frecuencia que criticáis al estalinismo y que lo combatís. Pero el hecho es que vuestra crítica y vuestra lucha pierden su valor y no pueden dar resultado alguno porque están determinados por vuestra posición de defensa del Estado estalinista y subordinados a ésta. Cualquiera que defienda ese régimen de bárbara opresión abandona, independientemente de sus motivos, los principios del socialismo y del internacionalismo.
En el mensaje que me ha sido enviado por el último congreso del SWP, se ha escrito que las ideas de Trotsky continúan guiándoos. Debo deciros que he leído esas palabras con amargura. Como habéis podido constatar por lo que acabo de escribir, no veo esas ideas en vuestra política. Confío en esas ideas. Estoy convencida que la única salida a la actual situación es la revolución socialista y la autoemancipación del proletariado mundial.
Natalia Sedova Trotski.
México, 9 de mayo de 1951.