Primera publicación: En Juan Ramón Peñaloza
(Enrique Rivera), Trotsky ante la revolución latinoamericana (Editorial Indoamérica,
1953).
Digitalización: Por Pablo Rivera, 2010.
Esta Edición electrónica: 2010; se publica aquí con el
consentimiento, y a instancias, del Pablo Gabriel Rivera, hijo del autor.
En diciembre de 1953 la editorial Indoamérica publicó Trotsky ante la revolución latinoamericana escrito por Enrique Rivera y firmado bajo el seudónimo de Juan Ramón Peñaloza. El libro recorre la vida revolucionaria de quien junto con Lenin encabezó la primera revolución proletaria y se detiene, particularmente, en las cuestiones fundamentales que hacen a la lucha política de los trabajadores en los países de América Latina. Los párrafos que siguen forman parte de Trotsky ante la revolución latinoamericana. En ellos se estudian los orígenes de la teoría de la revolución permanente, teoría clave para dilucidar la mecánica de la Revolución de Octubre y las luchas políticas y sociales en los países atrasados.
1905, anticipo de Octubre de 1917
El 22 de enero de 1905, los obreros rusos que encabezados por el cura Gapón se habían congregado frente al Palacio de Invierno para peticionar al Zar mejoras en sus condiciones de vida, fueron masacrados por la guardia imperial. Aquella trágica jornada, que pasó a la historia con el nombre de “domingo sangriento”, señaló el comienzo de la primera Revolución rusa.
Trotsky, que se hallaba en Ginebra, se trasladó con su mujer ilegalmente a Petrogrado, donde tomó parte destacada en las primeras etapas de la Revolución. Obligado a refugiarse en Finlandia, durante uno de los altibajos de la lucha, se dedicó a esclarecer y exponer sus ideas sobre “las fuerzas interiores que latían en la sociedad rusa y las perspectivas de la revolución”. Fue entonces cuando formuló su célebre “teoría de la revolución permanente”, que con posterioridad habría de ser el blanco de los ataques “teóricos” de los epígonos stalinistas al iniciarse la reacción contra el impulso revolucionario de octubre de 1917. “Ante Rusia —escribió entonces— se abre la perspectiva de una revolución democrático-burguesa. Esta revolución tendrá por base el problema agrario.
¿Quién conquistará el Poder? La clase, el partido que sepa acaudillar a las masas campesinas contra el zarismo y los terratenientes. Ahora bien; esto no puede hacerlo el liberalismo, ni pueden hacerlo los demócratas intelectuales: su misión histórica está ya cumplida. Hoy, la escena revolucionaria pertenece al proletariado. La socialdemocracia es la única que, representada por sus obreros, puede ponerse al frente de los campesinos. Esta circunstancia brinda a la socialdemocracia rusa la posibilidad de anticiparse en la conquista del Poder a los partidos socialistas de los Estados occidentales. Su misión inmediata directa será consumar y llevar a término la revolución democrática. Pero, una vez en el Poder, el partido del proletariado no se podrá contentar con el programa de la democracia. Veráse forzado, quiera o no, a abrazar el camino del socialismo. ¿Hasta dónde? Esto dependerá del modo como se dispongan las fuerzas dentro del país y de la situación internacional. La más elemental estrategia exige, pues, que el partido socialdemócrata libre una guerra sin cuartel contra el liberalismo hasta adueñarse de la dirección del movimiento campesino, a la par que se propone como objetivo, ya en el momento de la revolución burguesa, la conquista del Poder Público”. La diferencia entre esta teoría y las posiciones mencheviques salta a la vista. Confrontémosla ahora con la estrategia de Lenin.
Lenin y Trotsky descartaban en absoluto la posibilidad de que la burguesía liberal se encargara de dirigir la revolución democrática contra el zarismo; estimaban que los liberales rusos buscaban aprovechar el movimiento revolucionario popular para conseguir concesiones del zarismo (un parlamento, monarquía constitucional) y, apenas logradas, volverse en unión con él contra las masas. A la burguesía rusa no le convenía un desarrollo amplio, profundo, insurreccional de la revolución, pues éste debilitaba sus posiciones frente al proletariado urbano y las ventajas que extraía de la combinación de los métodos de explotación capitalistas con los métodos de la explotación feudal en el terreno agrario. Los campesinos rusos y la pequeña-burguesía de las ciudades, nucleada en el Partido Socialista Revolucionario, bregaban en cambio por la república y el régimen democrático consecuente. A la alianza del proletariado con estos elementos la denominaba Lenin “dictadura democrática del proletariado y los campesinos”; estas dos clases realizarían conjuntamente la revolución democrática y sus partidos constituirían el gobierno provisional revolucionario. En opinión de Lenin no cabía llevar a cabo medidas de tipo socialista en el marco objetivo de la Revolución rusa, sino ampliar y profundizar ésta, con vistas a desbrozar lo más posible el camino para la futura lucha socialista del proletariado, limpiándolo de los escombros feudales y de todo otro obstáculo reaccionario. Trotsky avanzaba un paso más allá. El estimaba que “el proletariado, por el solo hecho de ponerse frente a la revolución, conquistaría el derecho a empuñar la dirección del gobierno provisional revolucionario”, esto es, que en la composición del mismo habría una mayoría socialista, con lo cual quedaba abierto el camino a la introducción de medidas socialistas y la revolución adquiría “un carácter permanente”, ligándose con el movimiento socialista de los países adelantados en un mismo plano histórico. “Este tema —escribe Trotsky— dio lugar a que se manifestasen grandes divergencias de opinión entre los dirigentes del partido; en el modo de apreciarlo, nos separábamos también Krassin y yo. Esto me movió a escribir una serie de tesis en que demostraba que el triunfo completo de la revolución sobre el zarismo tenía por necesidad que significar el advenimiento al Poder del proletariado, apoyado por las masas campesinas, o, cuando menos, la transición a ello. Krassin vacilaba ante una fórmula tan taxativa. Aceptaba, sin embargo, la consigna del Gobierno provisional revolucionario y no tenía tampoco inconveniente en admitir el programa trazado por mí para él, pero negábase a prejuzgar en lo referente a la mayoría socialista en el seno de ese Gobierno. Hube de adaptar mis tesis a este modo de ver y así impresas en San Petersburgo, Krassin tomó a su cargo el sostenerlas en el congreso conjunto del partido que había de celebrarse en el mes de mayo. Krassin intervino activamente en el debate que se abrió sobre el problema del Gobierno provisional y presentó mis tesis como otras tantas enmiendas a la proposición formulada por Lenin. “En cuanto a la proposición de Lenin —dijo Krasssin— entiendo que peca de un defecto y es que no subraya debidamente la cuestión del Gobierno provisional ni pone de manifiesto con la claridad suficiente la relación que media entre el Gobierno provisional y la sublevación. En realidad, es el pueblo en armas el que levanta el Gobierno provisional como órgano suyo… Entiendo, además, que la proposición mencionada se equívoca al decir que el Gobierno provisional revolucionario no debe implantarse hasta después que triunfe el levantamiento armado y sea derrotado el zarismo.
No; ha de instaurarse precisamente en el curso de la sublevación e intervenir activamente en ella, cooperando al triunfo por medio de su auxilio organizador. Y opino que es candoroso pensar que el partido socialdemócrata puede abstenerse de entrar en el Gobierno provisional revolucionario hasta el momento en que hayamos aniquilado definitivamente la autocracia; si dejamos que otro saque las castañas del fuego, ¿como vamos a exigirle que reparta luego con nosotros? “Son, casi a la letra —comenta Trotsky— los pensamientos formulados en mis tesis. Lenin, que al exponer la cuestión, se había limitado casi exclusivamente a su aspecto teórico, acogió con la mayor simpatía las observaciones de Krassin. La proposición hubo de ser modificada a tono con las enmiendas de Krassin. ¡No estará de más advertir que esta proposición acerca del Gobierno provisional, votada en el tercer congreso del partido, ha sido invocada cientos de veces, en las polémicas de estos últimos años como argumento contra el “trotskysmo”. Los “profesores rojos” del bando de Stalin no tenían ni la mas remota idea de que me oponían como modelo de ortodoxia leninista las tesis que yo, mismo había escrito”.
En 1905, la cuestión del gobierno provisional estaba en el centro de los problemas tácticos de la socialdemocracia. Apreciamos ahora que Trotsky encaraba, al igual que Lenin, la participación del partido socialdemócrata en ese gobierno; mas, proponía entrar en él aun antes de que se hubiese aniquilado definitivamente a la autocracia. Su diferencia con Lenin radicaba en su opinión de que habría una “mayoría socialista” en ese gobierno, con las consecuencias que de que tal hecho derivarían (adopción de medidas socialistas).
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