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En septiembre, el general Kornilov avanz� sobre Petrogrado, con �nimo de proclamarse dictador militar de Rusia. Pronto, tras �l, se advirti� el pu�o de hierro de la burgues�a, presto a descargarse sobre la revoluci�n. Algunos ministros socialistas estaban comprometidos en la aventura, y ni el mismo Kerenski escapaba a las sospechas.[1] Savinkov se neg� a dar explicaciones cuando el Comit� Central del partido S.R., al cual pertenec�a, lo invit� a ello. Inmediatamente se le expuls� de la organizaci�n. Tambi�n se expuls� del ej�rcito a varios generales y se suspendi� en sus funciones a algunos ministros. El gabinete cay�.
Trat� entonces Kerenski de formar un nuevo gobierno, incluyendo al partido burgu�s de los kadetes. El partido S.R., del cual era miembro Kerenski, orden� a �ste excluir a los kadetes. Kerenski se neg� a obedecer y amenaz� con dimitir si los socialistas insist�an. Sin embargo, era tal la exasperaci�n popular, que vacil� en atacarla de frente. Mientras se encontraba una soluci�n, asumi� el poder un directorio compuesto por cinco ministros del anterior gabinete[2] y presidido por el propio Kerenski.
La intentona de Kornilov uni� en un mismo impulso de defensa a todos los grupos socialistas, tanto los �moderados� como los verdaderos revolucionarios. No m�s Kornilov. Se necesitaba un nuevo gobierno, responsable ante los elementos que sosten�an la revoluci�n. El Ts�k invit� a las organizaciones populares a enviar delegados a una conferencia democr�tica, que deber�a reunirse en Petrogrado en el mes de septiembre.
Pronto aparecieron en el Ts�k tres fracciones. Los bolcheviques, exig�an la reuni�n del Congreso de los Soviets de toda Rusia, as� como que estos �ltimos se hiciesen cargo del poder. El �centro� S.R., bajo la direcci�n de Tchernov, form� un bloque con los S.R. de izquierda, encabezados por Kamkov y Mar�a Spiridinova, con los mencheviques internacionalistas,' dirigidos por Martov, y con el centro menchevique, representado por Bogdanov y Skobelev, para reclamar un gobierno socialista neto. Tseretelli, Dan y Lieber, a la cabezit del ala derecha menchevique, con Avxentiev y Gotz como representantes de los S.R. de derecha, insist�an en la necesidad de que las clases poseedoras participaran en �l nuevo gobierno.
Los bolcheviques consiguieron, casi inmediatamente, la mayor�a en el Soviet de Petrogrado, como asimismo en los Soviets de Mosc�, de Kiev, de Odesa y de otras ciudades.
Alarmados, los mencheviques y los S.R., que dominaban en el Ts�k, debieron de pensar que Kornilov era, despu�s de todo, menos peligroso que Lenin, y modificaron la distribuci�n de los delegados a la Conferencia democr�tica,[3] aumentando el n�mero de representantes de las sociedades cooperativas y de otras organizaciones conservadoras. Pero, aun despu�s de este reclutamiento de diputados, la Asamblea vot�, primero por un gobierno de coalici�n sin los kadetes, y s�lo bajo la amenaza de dimisi�n de Kerenski y ante los gritos de alarma de los socialistas �moderados� que afirmaban que la rep�blica estaba en peligro, la Conferencia se pronunci�, por escasa mayor�a, en favor del principio de la coalici�n con la burgues�a y aprob� la constituci�n de una especie de parlamento consultivo, sin facultades legislativas, denominado Consejo provisional de la Rep�blica. En el nuevo ministerio, fueron las clases poseedoras las que ejercieron pr�cticamente el poder, y en el Consejo de la Rep�blica ocuparon un n�mero realmente desproporcionado de puestos.
De hecho, el fsik no representaba ya a los Soviets y se opon�a ilegalmente a la convocatoria del nuevo Congreso de los Soviets de toda Rusia, que deb�a haberse reunido en septiembre. No le pasaba por la imaginaci�n ni reunir dicho congreso, ni autorizar siquiera la convocatoria. Su �rgano oficial, Izvestia, daba a entender que la actividad de los Soviets iba a terminar[4] y que pronto ser�a posible disolverlos. Y, efectivamente, el nuevo gobierno anunciaba, como uno de los art�culos de su programa, la liquidaci�n de las �organizaciones irresponsables�, es decir, de los Soviets.
Los bolcheviques contestaron convocando a los Soviets para el 2 de noviembre en Petrogrado e invit�ndolos a tomar el poder. Al mismo tiempo, se retiraron del Consejo de la Rep�blica, declarando que se negaban a formar parte de un gobierno que estaba traicionando al pueblo.[5]
Pero este desdichado Consejo no lograr�a disfrutar de paz porque los bolcheviques se hubiesen retirado de �l. Las clases poseedoras, ahora dispuestas a obrar, se mostraban arrogantes. Los kadetes declararon que el gobierno carec�a legalmente del derecho a proclamar la Rep�blica en Rusia, y exig�an medidas severas contra los comit�s de soldados y marineros, lanzando adem�s acusaciones contra los Soviets. Al otro extremo de la Asamblea, los mencheviques internacionalistas y los S.R. de izquierda exig�an la concertaci�n inmediata de la paz, la entrega de la tierra a los campesinos y el control obrero en la industria, es decir, en suma, el programa de los bolcheviques.
Estaba yo presente cuando Martov dio su respuesta a los kadetes. Enfermo de muerte, con una voz que era un susurro, dijo, encorvado sobre la tribuna y apuntando con el dedo hacia los bancos de la derecha:
�Nos llam�is derrotistas. Pero los verdaderos derrotistas son aquellos que esperan para hacer la paz un momento m�s favorable; aquellos que quieren dejar la paz para m�s tarde, cuando no queds nada del ej�rcito ruso, cuando Rusia sea ya un objeto de chamarileo entro los diferentes grupos imperialistas... Trat�is de imponer al pueblo ruso una pol�tica dictada por los intereses de la burgues�a. La cuesti�n de la paz es urgente... Sabed que los zimmerwaldianos,[6] esos que vosotros llam�is �agentes de Alemania�, no han trabajado en vano y han preparado en todo el pa�s el despertar de la conciencia de las masas democr�ticas...
Los mencheviques y los S.R. oscilaban entre estos dos extremos, irresistiblemente impulsados hacia la izquierda por el creciente descontento de las masas. Una hostilidad profunda divid�a el Consejo en grupos irreconciliables.
Tal era la situaci�n cuando, al anuncio de la Conferencia Interaliada de Par�s, esperada desde hac�a tanto tiempo, se plante� la cuesti�n de la pol�tica extranjera.
En teor�a, todos los partidos socialistas de Rusia propugnaban una paz sobre bases democr�ticas, tan r�pida como fuera posible. En mayo de 1917, el Soviet de Petrogrado, donde dominaban entonces los mencheviques y los S.R., hab�a proclamado las famosas condiciones de paz rusas y reclamado una conferencia interaliada para discutir los fines de guerra. Esta conferencia, prometida primero para agosto, diferida luego a septiembre y despu�s a octubre, se hab�a fijado, al fin, para el 10 de noviembre.[7]
El Gobierno provisional hab�a propuesto dos delegados: el general Alexeiev, militar reaccionario, y Terechtchenko, ministro de Negocios Extranjeros. Los Soviets escogieron a Skobelev, al cual entregaron instrucciones detalladas: el famoso nakaz.[8] El Gobierno provisional puso objeciones a la elecci�n de Skobelev y al nakaz; protestaron los embajadores extranjeros, y, finalmente, Bonar Law,[9] en la C�mara de los Comunes, respondi� fr�amente a una pregunta: �Seg�n mis noticias, la Conferencia de Par�s no discutir� sobre los fines de guerra, sino �nicamente sobre los m�todos relativos a la direcci�n de la guerra...�
La prensa conservadora se regocij�, y los bolcheviques gritaron: ��Ved a d�nde ha conducido a los mencheviques y los S.R., su t�ctica conciliadora!�
A lo largo de un frente de m�s de mil kil�metros, se agitaban los millones de, hombres de los ej�rcitos rusos, como el oleaje creciente del mar,"y volcaban sobre la capital centenares y centenares de delegaciones que s�lo gritaban: ��Paz! Paz!�
Cruc� el r�� y me dirig� al Circo Moderno, para asistir a uno de esos grandes m�tines populares que se celebraban en toda la ciudad y cuyo n�mero aumentaba cada noche. En un anfiteatro desnudo y l�gubre, alumbrado por cinco peque�as l�mparas pendientes de un hilo delgado, se apretujaban en las mugrientas gradas, desde la arena hasta el techo, soldados, marineros, obreros y mujeres, en expectante actitud, como si su vida estuviera sobre el tablero. Hablaba un soldado de la S48o divisi�n:
��Camaradas! �gritaba, y sus rasgos acusados y sus gestos desesperados expresaban una sincera angustia�. Los que ocupan el poder nos exigen sacrificio tras sacrificio; pero a los que todo lo poseen se les deja tranquilos... Estamos en guerra con Alemania. �Pedimos acaso nosotros a los generales alemanes que sirvan en nuestro Estado Mayor? Pues bien, estamos en guerra con los capitalistas y, sin embargo, les pedimos que nos gobiernen... El soldado quiere saber por qu� y por qui�n lucha. �Por Constantinopla, por la liberaci�n de Rusia, por la democracia o por los bandidos capitalistas? Demostradme que lucho por la revoluci�n, y entonces marchar� y combatir�, sin necesidad de que se me amenace con la pena de muerte... Cuando la tierra pertenezca a los campesinos, las f�bricas a los obreros y el poder a los Soviets, entonces sabremos que tenemos algo y combatiremos para salvarlo.
En los cuarteles, en las f�bricas, en las esquinas de las calles, inacabables oradores soldados exig�an el fin de la guerra y declaraban que, si el gobierno no hac�a un en�rgico esfuerzo en favor de la paz, los soldados abandonar�an las trincheras y regresar�an a sus casas.
El representante del 8o ej�rcito se expres� as�:
�Somos d�biles; no contamos m�s que con unos cuantos hombres por cada compa��a. Que se nos den v�veres, calzado y refuerzos, sin lo cual muy pronto estar�n vac�as las trincheras. Que se haga la paz, o que se nos proporcione avituallamiento... Que el gobierno ponga fin a la guerra, o que alimente al ej�rcito...
En nombre del 46� de artiller�a siberiano, dijo otro orador:
�Los oficiales no quieren colaborar con nuestros comit�s; nos venden al enemigo; aplican la pena de muerte a nuestros agitadores, y este gobierno de contrarrevoluci�n los apoya... Esperamos que la revoluci�n traer� la paz. Pero, ahora, el gobierno nos prohibe hablar, y, sin embargo, no nos da qu� comer ni con qu� pelear...
De Europa llegaban rumores sobre una paz concertada a costa de Rusia.[10]
Las noticias sobre el trato recibido por las tropas rusas en Francia aumentaban el descontento. La primera brigada, a semejanza de lo que ocurr�a en Rusia, hab�a querido reemplazar a sus oficiales por comit�s de soldados, y se hab�a negado a ir a Sal�nica, exigiendo que se le mandara a su pa�s. Se la hab�a cercado, reducido al hambre y bombardeado con artiller�a; muchos de sus componentes hab�an perecido...[11]
El 29 de octubre fui al Palacio Mar�a, en cuyo sal�n de m�rmol blanco decorado con pa�os rojos celebraba sus sesiones el Consejo de la Rep�blica, para escuchar la declaraci�n de Terechtchenko sobre la pol�tica extranjera del gobierno, que todo el pa�s, agotado y �vido de paz, esperaba con terrible ansiedad.
Un joven alto, vestido impecablemente, el rostro dulce y los p�mulos salientes, le�a con suave voz un discurso cuidado, discreto y perfectamente, vac�o...[12] Siempre las mismas vulgaridades sobre el aplastamiento del militarismo alem�n con la ayuda de los Aliados; los �intereses nacionales de Rusia, la complicaci�n creada por el nakaz entregado a Skobelev...� Termin� con el conocido estribillo:
�Rusia es una gran potencia. Suceda lo que suceda, Rusia seguir� siendo una gran potencia. Deber de todos nosotros es defenderla y demostrar que somos los defensores de un gran ideal, los hijos de una gran naci�n...
Nadie estaba satisfecho. Los reaccionarios quer�an una pol�tica imperialista de fuerza; los partidos democr�ticos exig�an del gobierno la seguridad de que apresurar�a la paz.
Veamos aqu� lo que escrib�a en uno de sus editoriales el �rgano del Soviet bolchevique de Petrogrado, Rabotchi i Soldat (�El Obrero y el Soldado�):
He aqu�, en sus propios t�rminos, lo que el se�or Terechtchenko, el m�s taciturno de nuestros ministros, acaba de responder al ej�rcito y al pueblo con respecto a la guerra y a la consecuci�n de la paz:
I� Estamos estrechamente unidos a nuestros aliados. (No a los pueblos v sino a los gobiernos.)
2� No corresponde .a la democracia discutir sobre la posibilidad o la imposibilidad de una campa�a de invierno. Esta cuesti�n ser� yanjada por los gobiernos de nuestros aliados.
3o La ofensiva del Io de julio fue muy acertada y provechosa. (Ni una palabra de sus consecuencias.)
4� Es inexacto que nuestros aliados, como se dice, se hayan desinteresado de nosotros. El ministro posee, a este respecto, declaraciones categ�ricas... (�Declaraciones? Pero �y los hechos? �Y la actitud de la flota brit�nica?[13] �Y las conversaciones sostenidas por el rey de Inglatera y el general contrarrevolucionario Gurko? De todo esto, nada dice el ministro.)
5� El naliaz entregado a Skobelev es malo: no complace ni a los Aliados ni a los diplom�ticos rusos; ahora bien, en la conferencia aliada todos nosotros debemos hablar el mismo lenguaje.
��Es esto todo?
�Absolutamente todo.
Entonces, �cu�l es la ayuda?, preguntar�is. Tened fe en los Aliados y en Terechtchenko. �Y cu�ndo conseguiremos la paz? Cuando les plazca a los Aliados.
He aqu� la respuesta del gobierno a las trincheras sobre la cuesti�n de� la paz.
Mientras tanto, al fondo de la escena pol�tica comenzaba a surgir de la sombra una fuerza siniestra: los cosacos. La N�vala Jizn(�La Nueva Vida�), peri�dico de Gorki, llam� la atenci�n sobre su actividad:
Al comenzar la revoluci�n, los cosacos se negaron a tirar sobre el pueblo. Cuando Kornilov avanz� sobre Petrogrado,se negaron a seguirle. Hasta entontes, se limitaron a ese papel negativo; pero, de alg�n tiempo a esta parte, de su actitud de pasiva lealtad ante la revoluci�n han pasado poco a poco a la ofensiva...
El Gobierno provisional hab�a destituido a Kaledin, atam�n de los cosacos del Don, por su complicidad en la intentona de Kornilov. Pero Kaledin se neg� terminantemente a obedecer e instal�se en Novotcherkask, en medio de tres inmensos ej�rcitos cosacos, conspirando y amenazando. Tan grande era su poder, que el gobierno cerr� los ojos ante su insubordinaci�n y tuvo incluso que reconocer formalmente al Consejo de la Uni�n de los Ej�rcitos Cosacos y declarar ilegal la reci�n constituida secci�n cosaca de los Soviets.
En la primera mitad de octubre, visit� a Kerenski una delegaci�n cosaca, para exigir arrogantemente que se retiraran las acusaciones contra Kafedin y para reprochar al presidente del Consejo que estuviera cediendo terreno a los Soviets. Kerenski prometi� no molestar a Kaledin y, seg�n se dice, a�adi�: �Para los jefes de los Soviets, yo soy un d�spota y un tirano... El Gobierno provisional no s�lo no apoya a los Soviets, sino que considera altamente deplorable el solo hecho de su existencia.�
Por los mismos d�as, otra misi�n cosaca fue a ver al embajador brit�nico y se atrevi� a tratar con �l en nombre �del pueblo cosaco libre�.
En el Don, se hab�a creado una especie de rep�blica cosaca. El Kub�n se declar� estado aut�nomo. Los cosacos armados dispersaron a los Soviets de Rostov, del Don y de lekaterinburg y saquearon el local del sindicato de mineros de Jarkov. En todas sus manifestaciones, el movimiento cosaco se mostraba antisocialista y militarista. Sus jefes pertenec�an a la nobleza y eran grandes propietarios, como Kaledin, Kornilov, los generales Dutov, Karaulov y Bardije, a quienes sosten�an los poderosos comerciantes y banqueros de Mosc�.
La vieja Rusia se descompon�a r�pidamente. En Ucrania, Finlandia, Polonia y Rusia blanca se hac�an m�s fuertes y audaces los movimientos nacionalistas. Los gobiernos locales, dominados por las clases poseedoras, reclamaban la autonom�a y se negaban a obedecer las �rdenes de Petrogrado. En Helsingfors, la C�mara finlandesa se neg� a hacer un empr�stito al Gobierno provisional, proclam� la autonom�a de Finlandia y exigi� la retirada de las tropas rusas. En Kiev, la Rada burguesa extendi� las fronteras de Ucrania hacia el Este, hasta los montes Urales, anexion�ndose los m�s ricos territorios agr�colas del Sur de Rusia, y comenz� a organizar un ej�rcito nacional. Su primer ministro, Vinnitchenko, hac�a alusiones a una paz separada con Alemania. El Gobierno provisional era impotente. Siberia y el C�ucaso exig�an asambleas constituyentes propias. En todos estos pa�ses se hab�a trabado una lucha encarnizada entre el poder y los Soviets locales de Diputados obreros y soldados.
Cada d�a era m�s ca�tica la situaci�n. Los soldados, desertando del frente por centenares de miles, retroced�an como una vasta marea y vagaban sin rumbo a trav�s de todo el pa�s. Los campesinos de las provincias de Tambov y Tver, cansados de esperar sus tierras y exasperados por las medidas represivas del gobierno, incendiaban las casas se�oriales y asesinaban a los propietarios terratenientes. Huelgas y lock-outs inmensos sacud�an a Mosc�, Odesa y el distrito minero del Donetz. Los transportes se hallaban paralizados, eLej�rcito mor�a de hambre y en las grandes ciudades faltaba el pan.
Acosado por los dem�cratas y los reaccionarios, el gobierno no pod�a hacer nada. Y cuando hac�a algo era para defender los intereses de las clases poseedoras. Envi� a los cosacos a restablecer el orden entre los campesinos y romper las huelgas. En Tachkent, las autoridades gubernamentales suprimieron los Soviets. En Petrogrado, el Consejo Econ�mico, instituido para restaurar la vida econ�mica del pa�s, se vio cogido entre las fuerzas adversas del capital y del trabajo y reducido a la impotencia. Kerenski lo disolvi�. Los militares del antiguo r�gimen, apoyados por los kadetes, exig�an medidas en�rgicas para restablecer la disciplina en el ej�rcito y la marina. En vano el almirante Verderevski, venerable ministro de Marina, y el general Verkhovski, ministro de la Guerra, repet�an que s�lo una nueva disciplina del esp�ritu, democr�tica, voluntariamente aceptada y basada en la colaboraci�n con los comit�s de soldados y marineros, podr�a salvar al ej�rcito y la marina. Sus consejos no fueron escuchados.
Los reaccionarios parec�an decididos a desafiar la c�lera popular. Estaba ya pr�ximo el proceso Kornilov. La prensa burguesa defend�a, cada vez mas abiertamente, al general, llam�ndolo �el gran patriota ruso�. El diario de Burtzev, Obchicheie Dielo (�La Causa Com�n�) ped�a una dictadura de Kornilov, Kaledin y Kerenski.
Me entrevist� un d�a, en la tribuna de prensa del Consejo de la Rep�blica, con Burtzev, un hombrecillo encorvado, de cara arrugada y ojos miopes amparados tras unos gruesos cristales, los cabellos y la barba medio canosos y revueltos.
�No olvide mis palabras, joven. En Rusia lo que se necesita es un hombre fuerte. Ahora habr�a que dejar de pensar en la revoluci�n y concentrar la atenci�n en Alemania. Los imb�ciles han permitido que Kjornilov sea derrotado, y, detr�s de los imb�ciles, est�n los agentes de Alemania. Kornilov debi� haber vencido...
En la extrema derecha, los �rganos mon�rquicos, apenas disimulados, el Narodny Tribun (�La Tribuna del Pueblo�), de Purichkievitch, la Novata Rusa (�La Nueva Rusia�) y el Jivoie Slovo (�La Palabra Viva�), predicaban abiertamente el exterminio de la democracia revolucionaria.
El 23 de octubre tuvo lugar en el golfo de Riga una batalla naval contra una escuadra alemana. Con el pretexto de que Petrogrado estaba en peligro, el Gobierno provisional dispuso la evacuaci�n de la capital. Habr�an de salir, en primer lugar, las grandes f�bricas de municiones, las cuales ser�an distribuidas a lo largo de toda Rusia, y e\r~ gobierno mismo deber�a trasladarse a Mosc�. R�pidamente los bolcheviques desenmascararon los verdaderos m�viles del gobierno, que lo buscaba, al abandonar la capital roja, era debilitar la revoluci�n. Riga hab�a sido ya vendida a los alemanes; ahora le tocaba el turno de la traici�n a Petrogrado.
La prensa burguesa se regodeaba de j�blio. El peri�dico kadete Rtetcb (�La Palabra�) dec�a que en Mosc� el gobierno podr�a continuar su obra en una atm�sfera tranquila, sin que lo molestaran los anarquistas. Rodzianko, jefe del ala derecha del partido kadete, declar� en el Outro Rossii (�El Alba de Rusia�) que la conquista de Petrogrado por los alemanes ser�a una bendici�n, porque traer�a como consecuencia la ca�da de los Soviets y librar�a a Rusia de la flota'revolucionaria del B�ltico.
Petrogrado est� en peligro �escrib�a�. Pues bien, confiemos a Dios la misi�n de proteger a Petrogrado. Se teme que la p�rdida de Petrogrado traiga consigo la muerte de las organizaciones centrales revolucionarias. Por lo que a m� se refiere, respondo que me alegrar�a de su desaparici�n, puesto que s�lo podr�an aportar a Rusia el desastre...
Se dice que la conquista de Petrogrado acarrear�a la desaparici�n de la Flota del B�ltico. Nada habr�a que deplorar con ello. La mayor�a de las tripulaciones est� completamente desmoralizada.
La reprobaci�n popular estall� con tal violencia, que los proyectos de evacuaci�n tuvieron que ser abandonados.
Mientras tanto aparec�a en el ii�tizonte el Congreso d� los Soviets, como una nube de tempestad surcada de rel�mpagos. Opon�anse a �l, no s�lo el gobierno, sino todos los socialistas �moderados�. Los Comit�s Centrales del Ej�rcito y de la Flota, los de algunos sindicatos, los Soviets campesinos y, sobre todo, el Ts�k no escatimaban medio para impedir la reuni�n. Izvetia y el Galos Sol� ata (�La Voz del Soldado�), peri�dicos fundados por el Soviet de Petrogrado, pero que hab�an pasado a manos del Ts�k, la atacaban encarnizadamente, y lo mismo hac�a el partido socialrevolucionario por medio de sus dos �rganos, Dido Naroda (�La Causa del Pueblo�) y Valia Naroda (�La Voluntad del Pueblo�).
Se enviaron delegados a todo el pa�s, y �rdenes telegr�ficas a los comit�s de los Soviets locales y a los comit�s del ej�rcito, con el fin de suspender o retardar las elecciones. Vot�ronse resoluciones solemnes contra el Congreso, y se declar� que la reuni�n de �ste en una fecha tan, pr�xima a la de la Asamblea Constituyente estaba en oposici�n con los principios democr�ticos. Por todas partes elevaban sus protestas los delegados del frente, de la Uni�n de los zemstvos, de la Uni�n de los Campesinos, de la Uni�n de los Ej�rcitos Cosacos, de la Uni�n de los Oficiales, de los Caballeros de San Jorge, de los Batallones de la Muerte, etc. El Consejo de la Rep�blica era un grito un�nime de reprobaci�n. Todo el aparato creado por la revoluci�n de febrero se puso en acci�n contra la reuni�n del Congreso de los Soviets.
Frente a esta oposici�n se alzaba la voluntad, a�n informe, del proletariado: obreros, simples soldados, campesinos pobres. Muchos Soviets locales eran ya bolcheviques, y adem�s hab�a las organizaciones de los obreros industriales, los comit�s de f�brica y las organizaciones revolucionarias del ej�rcito y de la flota. En ciertos lugares, el pueblo, a quien se le imped�a elegir sus delegados regularmente, improvisaba m�tines parciales y eleg�a un representante para enviarlo a Petrogrado. En otras partes, dispersaba los antiguos comit�s obstruccionistas y los sustitu�a por otros nuevos. Crec�a la revuelta com'� una ola de fondo, y comenzaba a resquebrajarse la costra que se hab�a ido formando lentamente sobre la lava revolucionaria durante los meses anteriores. S�lo un movimiento espont�neo de las masas pod�a conseguir la celebraci�n del Congreso de los Soviets de toda Rusia.
Los oradores bolcheviques recorr�an diariamente los cuarteles y los talleres denunciando violentamente al �Gobierno de guerra civil�. Un domingo, mis amigos y yo fuimos a un mitin de los talleres de Obukhovo, f�brica de municiones del Estado, situada fuera de la ciudad, en la avenida de Schl�sselburg. El tranv�a a vapor, con su pesado techo, avanzaba penosamente entre grandes muros de f�bricas e inmensas iglesias, en medio de oc�anos de barro.
El mitin se celebr� entre las altas paredes de ladrillo de un enorme edificio sin terminar. Diez mil personas, hombres y mujeres, vestidas de negro, encaramadas sobre pilas de madera y de ladrillos o colgadas de las traviesas, se apretujaban alrededor de un estrado cubierto de tela roja, apasionadamente atentas y vociferando como truenos. De tiempo en tiempo, el sol atravesaba las nubes, pesadas y sombr�as, inundando con una luz rojiza, por los huecos de las ventanas, aquella masa de rostros simples, vueltos hacia nosotros.
Lunacharski, con su delgada silueta de estudiante y su fino rostro de artista, explicaba por qu� los Soviets deb�an tomar el poder. No hab�a otro medio para defender a la revoluci�n contra sus enemigos, que arrumaban deliberadamente al pa�s y al ej�rcito, preparando el camino a un nuevo Kornilov.
Un soldado del frente rumano, flaco, tr�gico, apasionado, exclam�:
��Camaradas! En el frente nos morimos de hambre y de fr�o. Se nos obliga a morir sin raz�n. Ruego a los camaradas norteamericanos que digan en su pa�s que los rusos no abandonaremos nuestra revoluci�n m�s que con la muerte. Defenderemos esta fortaleza con todas nuestras fuerzas, hasta que todos los pueblos se alcen y vengan a ayudarnos. �Decid a los obreros norteamericanos que se levanten y luchen por la revoluci�n social!
Habl� despu�s el esbelto Petrovski, con su vocecita lenta, implacable:
��No es hora ya de palabras, sino de hechos! La situaci�n econ�mica es mala, y tenemos que hacer algo. Nuestros adversarios tratan de someternos por el hambre y el fr�o. Quieren provocarnos. Pero que sepan que pueden ir demasiado lejos. Si se atreven a tocar nuestras organizaciones, los barreremos, como basuras, de la superficie de la tierra.
La prensa bolchevique cobr� de pronto un nuevo vuelo.
Adem�s de los dos diarios del partido, Rabotehi Put (�La Voz de los Obreros�) y Soldat (�El Soldado�), aparecieron dos nuevos �rganos: uno para los campesinos, Derevetiskaia Biednota (�Los Campesinos Pobres�) que tiraban todos los d�as medio mill�n de ejemplares, y el que llevaba por t�tulo Rabotchi i Soldat (�El Obrero y el Soldado�). Este �ltimo, en su prrmer n�mero, del 17 de octubre, resum�a as� el punto de vista bolchevique:
Un cuarto a�o de guerra significar�a el aniquilamiento del ej�rcito y del pa�s....Petrogrado revolucionario est� en peligro. Los contrarrevolucionarios se regocijan con las desgracias del pueblo y se preparan a asestarle un golpe mortal. Los campesinos, desesperados, est�n en franca rebeli�n; los propietarios y el gobierno los hacen asesinar por medio de expediciones punitivas. Las f�bricas y los talleres paralizan el trabajo, y los obreros est�n amenazados por el hambre. La burgues�a y sus generales quieren restaurar, con medidas despiadadas, la disciplina ciega en el ej�rcito. Apoyados por la burgues�a, los partidarios de Kornilov se disponen abiertamente a dispersar la Asamblea Constituyente.
El gobierno de Kerenski es el gobierno de la burgues�a. Toda su pol�tica est� dirigida contra los obreros, los soldados y los campesinos. Arruinar� al pa�s... Nuestro diario aparece en d�as de grandes amenazas. Ser� la voz del proletariado y de la guarnici�n de Petrogrado. Ser� el defensor infatigable de los campesinos pobres... Hay que salvar al pueblo y llevar a su t�rmino la revoluci�n. Hay que arrancar el poder de las manos criminales de la burgues�a y entregarlo a las organizaciones de los obreros, soldados y campesinos revolucionarios. Hay que poner fin a la maldita guerra.
El programa del Rabotchi i Soldat es el mismo del Soviet de diputados obreros y soldados de Petrogrado, a saber:
�Todo el poder a los Soviets en la capital y en las provincias!
�Tregua inmediata en todos los frentes; paz leal entre los pueblos!
�La tierra a los campesinos, sin indemnizaci�n a los terratenientes!
�Una Asamblea Constituyente honradamente elegida!
Reproducimos todav�a otro pasaje interesante del mismo peri�dico, �rgano de aquellos bolcheviques conocidos en el mundo entero como agentes de Alemania:
El emperador alem�n, manchado con la sangre de millones de hombres, quiere hacer avanzar su ej�rcito hasta Petrogrado. �Dirij�monos a los obreros, a los soldados, a los campesinos alemanes, que no desean menos que nosotros la paz, para que se rebelen contra esta guerra maldita!
Esto no podr� hacerse m�s que con un gobierno revolucionario, que hable verdaderamente en nombre de los obreros, de los soldados y de los campesinos rusos, que se dirija, por encima de los diplom�ticos, directamente, a los ej�rcitos alemanes y llene sus trincheras de proclamas en lengua alemana... Nuestros aviadores inundar�n toda Alemania de estas proclamas...
En el Consejo de la Rep�blica cada d�a era m�s profundo el abismo entre los dos extremos.
�Las clases ricas �gritaba Karelin en nombre de los S.R. de izquierda� quieren servirse del aparato revolucionario del Estado para atar a Rusia el 'cairo de guerra de los Aliados. Los partidos revolucionarios se oponen resueltamente a semejante pol�tica.
El viejo Nicol�s Tchaikovski, representante de los socialistas populares (�rudoviqttes), habl� contra el reparto de tierra entre los campesinos y tom� el partido de los kadetes:
�Debemos restablecer inmediatamente la disciplina f�rrea en el ej�rcito. Desde el comienzo de la guerra, no he dejado de repetir que es criminal emprender reformas econ�micas y sociales en tiempo de guerra. Este es el crimen que estamos cometiendo. Sin embargo, no soy enemigo de estas reformas, puesto que soy socialista. (Gritos en la izquierda: ��No te creemos!� Gran ovaci�n en la derecha.)
Adjemov, en nombre de los kadetes, declar� que no era absolutamente necesario decir al ej�rcito por qu� combat�a; cada soldado deb�a comprender que su primer deber era arrojar del territorio ruso al enemigo.
El mismo Kerenski abeg� apasionadamente, dos veces, por la uni�n nacional, y se deshizo en l�grimas al final de uno de sus discursos. La Asamblea lo escuch� fr�amente, interrumpi�ndolo con observaciones ir�nicas.
El instituto Smolny, cuartel general del Ts�k y del Soviet de Petrogrado, se halla a muchas millas del centro, en un extremo de la ciudad, a la orilla del ancho Neva. Tom� un tranv�a atestado de viajeros, que serpenteaba, gimiendo, por las calles enlodadas y mal pavimentadas. Al final del trayecto se alzaban las graciosas c�pulas azuladas y engastadas de oro mate del convento Smolny, tan agradables a la vista, y a su lado, la gran fachada con aire de cuartel del instituto Smolny, de doscientos metros de longitud y tres pisos de altura, y encima de la entrada un enorme e insolente blas�n imperial esculpido en piedra.
Las organizaciones revolucionarias de los soldados y de los obreros se hab�an instalado en este instituto, famoso pensionado para se�oritas nobles en el antiguo r�gimen, patrocinado por la zarina. Tiene m�s de un centenar de amplias piezas, blancas y desnudas. En las puertas, unos r�tulos de esmalte indicaban todav�a a los visi~ tantes la �cuarta clase� o la �sala de profesores�. Pero otras inscripciones, trazadas precipitadamente, testimoniaban la nueva actividad que reinaba en el establecimiento: �Comit� ejecutivo del Soviet de Petrogrado�, �Tsik�, �Oficina de Asuntos Extranjeros�, ��Uni�n de soldados socialistas�, �Comit�s de f�brica�. �Comit� Central del Ej�rcito�. Otras piezas estaban ocupadas por las oficinas centrales o serv�an para las reuniones de los partidos pol�ticos.
Por los largos corredores abovedados e iluminados de trecho en trecho por bombillas el�ctricas discurr�a una atareada muchedumbre de obreros y soldados, algunos de ellos doblados bajo el peso de enormes paquetes de peri�dicos, proclamas y propaganda impresa de todas clases. El ruido de sus pesadas botas sobre el entarimado del piso se asemejaba a un incesante trueno. Por todas partes hab�a r�tulos: ��Camaradas! En inter�s de vuestra propia salud, sed limpios!� En cada piso, tanto al terminar las escaleras como en los rellanos, se hab�an instalado grandes mesas donde se vend�an en mont�n folletos y publicaciones pol�ticas.
El amplio refectorio, de techo bajo, situado en el piso inferior, labia sido destinado a restaurante. Mediante dos rublos se me entreg� un billete que me daba derecho a una comida. Me puse despu�s a la cola, donde hafe�a centenares de personas esperando llegar a uno de los largos mostradores en que unos veinte hombres y mujeres serv�an la sopa de col, que sacaban, con algunos pedazos de carne, de unos inmensos calderos, y distribu�an monta�as de kacha y trozos de pan negro. Por cinco kopeks le daban a uno t� en un vaso de esta�o. Uno mismo ten�a que tomar de un cesto una cuchara de madera grasicnta. Sentados en los bancos a lo largo de las mesas de madera, hambrientos proletarios engull�an su comida, mientras discut�an entre s� y se lanzaban, a trav�s de la sala bromas pesadas.
En el primer piso hab�a otro comedor, reservado al Ts�k, pero todo el mundo iba all�." En dicho comedor se pod�an conseguir rebanadas de pan generosamente untadas de mantequilla, y vasos de t� en n�mero ilimitado.
En el ala sur del segundo piso, la antigua sala de baile del instituto se hab�a convertido en el gran sal�n de sesiones. Era una estancia de altos y blancos muros, iluminada por centenares de globos el�ctricos labrados y sujetos a unos candelabros, y dividida por dos filas de macizas columnas. A un extremo, se elevaba un dosel flanqueado por dos altas l�rftparas de m�ltiples brazos, y al fondo pend�a un marco de oro de donde se hab�a quitado el retrato del soberano. Aqu� era donde, en los d�as de fiesta, se reun�an las grandes duquesas, rodeadas de relucientes y suntuosos uniformes militares eclesi�sticos.
Al otro lado del pasillo, frente por frente al sal�n de sesiones, estaba la oficina de revisi�n de actas de los delegados al Congreso de los Soviets. Estuve observando la llegada de los nuevos delegados: soldados vigorosos y barbudos, obreros con blusas negras, campesinos de largos cabellos. Los recib�a una joven, miembro del lediristvo de Plejanov, que sonre�a desde�osamente.
�Apenas se parecen �dec�a� a los delegados del primer congreso. Mire usted qu� aire de ignorancia y de groser�a. �Qu� masa inculta!
Era exacto. Rusia hab�a sido sacudida hasta lo m�s profundo y las capas bajas sal�an a la superficie. El comit� de revisi�n, nombrado por el antiguo Ts�k, discut�a a cada delegado la validez de su mandato. Kara jan, miembro del Comit� Central bolchevique, se limitaba a sonre�r.
�No os preocup�is �dec�a�. Cuando llegue el momento, lograremos que os den vuestros puestos.
Rabotehi i S�ldat escrib�a sobre el particular:
Llamamos la atenci�n de los delegados al nuevo congreso sobre los intentos de ciertos miembros del comit� de organizaci�n de sabotear dicho congreso, haciendo circular el rumor de que ya no va a celebrarse y de que los delegados deben abandonar Petrogrado... No os dej�is desorientar por esas mentiras... Se acercan grandes d�as...
Era evidente que para el 2 de noviembre no se alcanzar�a el quorum, por lo que el Congreso fue aplazado para el 7. Ahora bien, el pa�s entero estaba en conmoci�n, y los mencheviques y los socialrevolucionarios, comprendiendo que estaban derrotados, cambiaron repentinamente de t�ctica. Telegrafiaron a todas sus organizaciones provinciales para que eligieran tantos socialistas �moderados� como fuera posible. Al mismo tiempo, el Comit� Ejecutivo de los Soviets campesinos lanz� urgentemente la convocatoria para un congreso campesino que deber�a abrirse el 13 de diciembre, con el fin de poder anular cualquier acci�n eventual de los obreros y los soldados.
�Qu� har�an los bolcheviques? En la ciudad corr�a el rumor de que los obreros y los soldados preparaban una manifestaci�n armada. La prensa burguesa y reaccionaria profetizaba la insurrecci�n y exig�a al gobierno que arrestase al Soviet de Petrogrado o, al menos, que impidiese la reuni�n del congreso. Peri�dicos como la Novaia Russ preconizaban una matanza general de bolcheviques.
El diario de Gorki, Novaia Jizn, reconoc�a con los bolcheviques que los reaccionarios trataban de ahogar la revoluci�n y que hab�a que oponerles, si fuera necesario, la fuerza de las armas; pero antes importaba que todos los partidos de la democracia revolucionaria presentasen un frente �nico:
Mientras la democracia no organice sus fuerzas principales; mientras su acci�n tropiece con una fuerte resistencia, es imprudente pasar a la ofensiva. Pero si los adversarios recurren a la violencia, la democracia revolucionaria deber� lanzarse a la lucha para adue�arse del poder, y encontrar� el apoyo de las capas m�s profundas del pueblo.
Gorki hac�a notar que tanto los peri�dicos reaccionarios como los del gobierno incitaban a los bolcheviques a la violencia, porque, en efecto, una insurrecci�n abrir�a el camino a un nuevo Kornilov. Y conjuraba a los bolcheviques a desmentir los rumores que circulaban. En el �rgano menchevique Dien (�El D�a�) public� Potressov una historia .sensacional, acompa�ada de una carta, donde pretend�a revelar el'plan secreto de campa�a de los bolcheviques.
Como por arte de encantamiento, se cubrieron las paredes de advertencias,[14] proclamas y llamamientos de los comit�s centrales de los �moderados� y de los conservadores, como asimismo del Ts�k, denunciando toda �demostraci�n�, viniera de donde viniese, y conjurando a los obreros y soldados a no escuchar a los agitadores. He aqu�, por ejemplo, un extracto de la proclama de la secci�n militar del partido socialrevolucionario:
Nuevamente circulan por la ciudad rumores sobre un golpe de fuerza. �Cu�l es la fuente de estos rumores? �En nombre de qu� organizaci�n predican la insurrecci�n los agitadores? Los bolcheviques, interrogados por el Ts�k sobre el particular, han negado toda responsabilidad... Pero estos rumores, por s� solos, constituyen un grave peligro. Puede ocurrir que, indiferentes al verdadero estado de esp�ritu de la mayor�a de los obreros, soldados y campesinos, algunos testarudos llamen a la calle a una parte de los obreros y de los soldados y los inciten a amotinarse... En este momento terrible por que atraviesa la Rusia revolucionaria, cualquier mot�n se transformar�a f�cilmente en guerra civil, con la consiguiente destrucci�n de todas las organizaciones proletarias, que tantas dificultades ha costado edificar.
Los contrarrevolucionarios no dejar�n de aprovecharse de una insurrecci�n para ahogar la revoluci�n en sangre e impedir la elecci�n de la Asamblea Constituyente. Por otra parte, el jefe de la contrarrevoluci�n europea, Guillermo II, prepara un nuevo golpe.
�Nada de insurrecciones! �Que cada uno permanezca en su puesto!
El 28 de octubre me entrevist�, en los pasillos del Smolny, con Kam�nev, un hombrecillo de barbita rojiza recortada en punta y gestos de latino. No estaba muy seguro de que hubiera suficiente n�mero de delegados.
�Si se celebra el Congreso �me dijo�, representar� la voluntad de la mayor�a aplastante del pueblo. Si, como creo, la mayor�a es bolchevique, exigiremos que se entregue el poder a los Soviets, y el Gobierno provisional tendr� que irse.
Volodarski, un hombrct�n joven y p�lido, de aspecto enfermizo, con lentes, fue m�s categ�rico a�n:
�Los Lieber, Dan y otros oportunistas tratan de sabotear el congreso. Pues bien, si logran impedir la reuni�n, nosotros somos lo bastante realistas para que esto no nos detenga.
Encuentro en mi carnet, con fecha 29 de octubre, los siguientes extractos de peri�dicos:
Mohilev (Gran Cuartel General). Se han concentrado aqu� los regimientos leales de la Guardia, la Divisi�n Salvaje, los cosacos y los Batallones de la Muerte.
Los junkers de Pavlovsk, de Tsarskoie-Selo y de Peterhof han recibido del gobierno la orden de estar preparados para marchar sobre Petrogrado. Los junkers de Oranienbaum llegan a la capital.
Una parte de la divisi�n de autom�viles blindados de la guarnici�n de Petrogrado se halla estacionada en el Palacio de Invierno.
En virtud de una orden firmada por Trotzki, la f�brica de armas de Sestroresk ha entregado muchos millares de fusiles a los delegados obreros de Petrogrado.
En un mitin de la milicia municipal, celebrado en el barrio de Basliteiny, se ha exigido, por medio de una resoluci�n, la entrega del poder a los Soviets.
Esto es s�lo una muestra de la confusi�n que reinaba en aquellos d�as febriles, en los que todo el mundo sab�a que algo iba a suceder, sin poder decir exactamente qu�.
En un mitin del Soviet de Petrogrado, celebrado en el Smolny la noche del 3 O de octubre. Trotzki calific� las afirmaciones de la prensa burguesa referentes a los proyectos de insurrecci�n de los Soviets como un �intento reaccionario de desacreditar y hacer fracasar el Congreso de los Soviets�.
�El Soviet de Petrogrado � declar� en nombre del mismo� no ha dado ninguna orden de insurrecci�n. Pero, si fuera necesario, la dar�amos, y contar�amos con el apoyo de la guarnici�n de Petrogrado... El gobierno prepara un movimiento contrarrevolucionario.
Nosotros responderemos con una ofensiva, que ser� decisiva y sin contemplaciones.
Era verdad que el Soviet de Petrogrado no hab�a ordenado demostraci�n armada alguna; pero el Comit� Central del Partido bolchevique estaba considerando la eventualidad de una insurrecci�n. La noche del 23 se reuni� en sesi�n permanente. Todos los intelectuales del partido, todos los jefes, as� como los delegados de los obreros y de la guarnici�n de Petrogrado, estaban presentes. Entre los intelectuales, s�lo Lenin y Trotzki eran favorables a la insurrecci�n. Incluso los militares se opon�an a ella. Se vot�. La idea de la insurrecci�n fue derrotada.
Entonces se levant� un obrero con el rostro crispado de furor:
�Hablo en nombre del proletariado de Petrogrado �dijo con rudeza�. Nosotrps estamos por la insurrecci�n. Haced lo que quer�is, pero os anuncio que, si dej�is aplastar a los Soviets, habr�is acabado para nosotros.
Algunos soldados se unieron a �l... La insurrecci�n se puso a votaci�n de nuevo... Esta vez triunf�.[15]
Sin embargo, el ala derecha de los bolcheviques, bajo la direcci�n de Riaz�nov, Kamenev y Zinoviev, continuaba su campa�a contra la sublevaci�n armada. Pero la ma�ana del 31 de octubre, Rabotchi Put comenz� la publicaci�n de la �Carta a los camaradas�,[16] de Lenin, uno de los m�s audaces documentos de agitaci�n pol�tica que ha conocido el mundo. Lenin aportaba en esa carta todos los argumentos en favor de la insurrecci�n, partiendo de las objeciones de Kamenev y Riaz�nov.
�O bien pasamos al campo de los Lieber y los Dan y abandonamos abiertamente nuestra consigna "Todo el poder a los Soviets" �dec�a�, o bien nos lanzamos a la insurrecci�n. No hay t�rmino medio...�
El jefe de los kadetes, Miliukov, pronunci� en el Consejo de la Rep�blica, la tarde de ese mismo d�a, un brillante y �spero discurso.[17] En �l fustigaba la germanofilia del nakaz entregado a Skobelev, declaraba que la �democracia revolucionaria� estaba a punto de perder Rusia y, burl�ndose de Terechtchenko, no vacilaba en afirmar que prefer�a la diplomacia alemana a la de los rusos... Un violento tumulto sacudi� a la izquierda.
El gobierno, por su parte, no pod�a desconocer la importancia del �xito de la propaganda bolchevique. El 29 de octubre, una comisi�n mixta de representantes del gobierno y del Consejo de la Rep�blica redact� apresuradamente dos proyectos de ley, uno de ellos concediendo temporalmente la tierra a los campesinos, y el otro echando las bases de una en�rgica pol�tica de paz. Al d�a siguiente, Kerenski suspendi� la pena de muerte en el ej�rcito. El mismo d�a se abri� solemnemente la primera sesi�n de la nueva �Comisi�n para el fortalecimiento del r�gimen republicano y la lucha contra la anarqu�a y la contrarrevoluci�n�, de la cual no quedar�a la menor huella en la historia... A la ma�ana siguiente estuve, con dos periodistas m�s, entrevistando a Kerenski;[18] fuimos los �ltimos corresponsales de prensa que recibi�.
�El pueblo ruso �dijo con amargura� sufre de agotamiento y tambi�n de desiluci�n con respecto a los Aliados. El mundo piensa que la revoluci�n toca "a su fin. No se enga�en ustedes: la revoluci�n rusa no hace m�s que comenzar.
Pakbras m�s prof�ticas, sin duda, de lo que �l mismo pensaba.
El mitin del Soviet de Petrogrado, al cual asist�, dur� toda la noche del 30 de octubre y fue muy agitado. Acudi� un gran n�mero de socialistas �moderados�, de intelectuales, oficiales y miembros de los comit�s del ej�rcito y del Ts�k. Frente a ellos, asist�an tambi�n obreros, campesinos y spldados, sencillos y ardorosos.
Un campesino relat� los des�rdenes de Tver, provocados, seg�n �l, por la detenci�n de los comit�s agrarios.
�Ese Kerenski no es m�s que la tapadera de los grandes propietarios (pomiechtchiks) �gritaba�. Estos saben que en la Asamblea tomaremos de todos modos las tierras, y por eso se esfuerzan desde ahora en torpedearla.
Un mec�nico de las f�bricas Putilov explic� que los directores cerraban, uno tras otro, todos los talleres, so pretexto de que faltaban el combustible o las materias primas; pero el comit� de f�brica hab�a descubierto enormes reservas ocultas.
�Es una provocaci�n �dec�a�. Nos quieren condenar al hambre para empujarnos a la violencia. Un soldado comenz� as�:
�Camaradas, os traigo el saludo de los que all� cavan sus propias tumbas, que llaman trincheras.
Despu�s apareci� un joven soldado, alto, extenuado, con la mirada relampagueante, a quien acogi� una atronadora ovaci�n. Era Tchudnovski, supuestamente ca�do en los combates de julio y que resucitaba de entre los muertos...
�Los soldados no tienen ya confianza en sus jefes. Y hasta los comit�s del ej�rcito, que se han negado a reunir nuestro Soviet, han hecho traici�n... Los soldados quieren que la Asamblea Constituyente se re�na en la fecha fijada. �Ay de los que se atrevan a aplazarla! �Y esto no es una amenaza plat�nica, pues el ej�rcito tiene ca�ones!
Habl�, luego, de la campa�a electoral, que causaba estragos en el quinto ej�rcito.
�Los oficiales, sobre todo los mencheviques y los socialrevolucionarios, trabajan sistem�ticamente para hundir al partido bolchevique. Se prohibe la circulaci�n de nuestros peri�dicos en las trincheras. Se detiene a nuestros oradores...
��Por qu� no habla usted tambi�n de la falta de pan? �interrumpi� otro soldado.
�No s�lo d� pan vive el hombre �respondi� gravemente Tchudnovski.
Despu�s fue un oficial quien tom� la palabra, un menchevique a ultranza, delegado del Soviet de Vitebsk:
�No importa qui�n detente el poder en estos momentos. No se trata del gobierno, sino de la guerra. Antes de hacer posible ning�n cambio es preciso ganar la guerra. (Silbidos y exclamaciones ir�nicas.) �Los agitadores bolcheviques son unos demagogos!
Al escuchar estas palabras, la sala se estremeci� de risa.
�Olvidemos por un instante la lucha de clase... No pudo continuar. Una voz grit�:
�Cuente usted con ello.
Petrogrado ofrec�a por entonces un curioso espect�culo. En las f�bricas estaban repletas de fusiles las salas de los comit�s; iban y ven�an correos; la guardia roja aprend�a la instrucci�n. En todos los cuarteles se celebraban m�tines cada noche, y los d�as transcurr�an en medio de apasionados e interminables discusiones. En las calles, la multitud se condensaba a la ca�da de la tarde y se esparc�a en lentas olas por la perspectiva Nevski, disput�ndose los peri�dicos... Los atracos a los transe�ntes se suced�an con tanta frecuencia, que era peligroso aventurarse por las calles transversales. En la Sad�vaia vi en plena tarde a una muchedumbre de muchos centenares de personas pegando y pisoteando a un soldado, a quien hab�an sorprendido robando... Misteriosos individuos merodeaban entre las ateridas mujeres de las colas del pan y de la leche, cuchiche�ndoles que los jud�os hab�an acaparado los stocks de v�veres y que los miembros de los Soviets viv�an en la opulencia, mientras el pueblo se mor�a de hambre...
A la puerta del Smolny, en la verja exterior, la guardia exig�a y examinaba minuciosamente los permisos de entrada. En las salas de reuniones hab�a, d�a y noche, un zumbido constante; centenares de soldados y de obreros dorm�an incluso en el suelo, como pod�an. En el primer piso, en el sal�n de sesiones, se apretujaba un millar de personas durante las tumultuosas deliberaciones del Soviet de Petrogrado.
En los clubs se jugaba febrilmente del anochecer al alba; corr�a el champa�a a raudales; las apuestas alcanzaban altas cifras, hasta veinte mil rublos. Las calles y los caf�s del centro rebosaban de prostitutas, cubiertas de joyas y de lujosas pieles.
Complots mon�rquicos, esp�as alemanes, contrabandistas fraguando planes...
Entre la lluvia y el fr�o, bajo el cielo gris, la gran ciudad, palpitante, aceleraba su carrera... �Hacia d�nde?
1. De la rebeli�n de Kornilov se trata en detalle en mi obra De Kornilov a Brest-Utovsk. La parte de responsabilidad de Kerenski, en la situaci�n que hizo posible la intentona de Kornilov, no se ha deslindado todav�a con la necesaria claridad. Los defensores de Kerenski dicen que �ste tuvo conocimiento de los proyectos de Kornilov y que con, habilidad lo oblig� a ponerse en evidencia antes de tiempo, despu�s de lo cual lo aplast�. El se�or A. J. Sack, en su libro El nacimiento de la democracia rusa, escribe:
�Varios hechos... son casi seguros. El primero es que Kerenski no ignoraba los movimientos del frente hacia Petrogrado de varios destacamentos, y es posible que, en sus funciones de presidente del Consejo y ministro de la Guerra, comprendiendo el creciente peligro bolchevique,"fuera �l quien los mandara llamar...�
La debididad de este argumento es que a la saz�n no exist�a �peligro bolchevique�, ya que los bolcheviques no formaban todav�a m�s que una minor�a impotente en los Soviets, y sus jefes se encontraban unos presos y otros obligados a permanecer ocultos.
2. Kerenski, Nikitin, Terechtchenko, Verhovski y Verderevski entraron en el nuevo directorio. [Nota de la Edit.]
3. Cuando se propuso a Kerenski la Conferencia Democr�tica, �ste quiso que la asamblea estuviese compuesta por todos los elementos de la naci�n �las �fuerzas vivas� como �l dec�a� incluidos los banqueros, los industriales, los grandes terratenientes y los representantes del partido kadete. El Soviet se neg� y propuso el reparto-siguiente, al que Kerenski dio su asentimiento:
100 delegados | Soviet de Diputados obreros y soldados de toda Rusia |
100 delegados | Soviet de Diputados campesinos de toda Rusia |
50 delegados | Soviets Provinciales de Diputados obreros y soldados |
50 delegados | Comit�s Agrarios |
100 delegados | Sindicatos |
84 delegados | Comit�s del ej�rcito en el frente |
150 delegados | Cooperativas obreras y campesinas |
20 delegados | Sindicato de ferroviarios |
10 delegados | Sindicato de Correos, Tel�grafos y Tel�fonos |
20 delegados | Empleados de comercio |
15 delegados | Profesiones liberales—doctoress, abogados, periodistas, etc. |
50 delegados | Zemstvos provinciales |
59 delegados | Organizaciones nacionalistas—polacos, ucranianos, etc. |
Este plan fue modificado, dos o tres veces. La composici�n definitiva fue la siguiente:
300 delegados | Soviet de Diputados obreros, soldados y campesinos de toda Rusia |
300 delegados | Cooperativas |
300 delegados | Municipalidades |
150 delegados | Comit�s del ej�rcito en el frente |
150 delegados | Zemstvos provinciales |
200 delegados | Sinidicatos |
100 delegados | Organizaciones nacionalistas |
200 delegados | Grupos diversos |
4. El �Fin de los Soviets�: El 28 de septiembre de 4917, Izvestia, �rgano del Ts�k, public� un art�culo sobre el �ltimo Gobierno provisional, en el cual se le�a:
�Por fin, un. verdadero gobierno democr�tico, nacido de la voluntad de todas las clases del pueblo ruso, el primer esbozo del futuro r�gimen parlamentario libera!, ha sido constituido. La Asamblea Constituyente, cuya composici�n ser� esencialmente democr�tica, se ocupar� de resolver ahora todos les problemas fundamentales del r�gimen. El papel de les Soviets toca a su fin; se aproxima el momento en qu� deber�n, con todos los otros organismos del aparato revolucionario, desaparecer de la escena pol�tica de un pueblo libre y victorioso, que no manejar� de ahora en adelante m�s que armas pac�ficas.�
El art�culo de fondo de Izvestia del 23 de octubre, ten�a por t�tulo: �La crisis de, las organizaciones sovi�ticas�. Comenzaba por reconocer que los viajeros observaban por todas partes un decrecimiento de la actividad de los Soviets locales. �Lo cual es natural �prosegu�a el autor�, ya que el inter�s del pueblo se centra cada vez m�s en los �rganos legislativos de car�cter m�s permanente, las Dumas municipales y los zemstvos...
�En los grandes centros de Petrogrado y Mosc�, donde est�n mejor organizados, los Soviets no abarcan a todos los elementos democr�ticos... La mayor�a de los intelectuales y muchos obreros no forman parte de ellos; los obreros, por su atraso pol�tico o porque consideran que el verdadero centro de su actividad son los sindicatos... No podemos negar que estas organizaciones se hallan estrechamente unidas a las masas, cuyas necesidades cotidianas satisfacen mejor...
�El hecho de que se emprenda en�rgicamente la organizaci�n de las administraciones democr�ticas locales es de la mayor importancia. Las Dumas municipales son elegidas por sufragio universal y su autoridad, en,.los asuntos propiamente locales, es m�s grande que la de los Soviets. Esto es perfectamente natural en toda democracia.
�Las elecciones municipales funcionan mejor y m�s democr�ticamente que las de los Soviets... Todas las clases est�n representadas en las municipalidades... Desde el momento en que los gobiernos aut�nomos locales se pongan a organizar la vida de las municipalidades, el papel de los Soviets locales habr� terminado de un modo natural.
�A1 decrecimiento del inter�s de las masas por los Soviets contribuyen dos factores. El primero es la disminuci�n progresiva del inter�s pol�tico en general; el segundo, el creciente esfuerzo de los �rganos gubernamentales provinciales y municipales encaminado a organizar la construcci�n de la nueva Rusia... Cuando m�s se vaya afirmando esta '�ltima tentativa, m�s r�pidamente desaparecer� la raz�n de ser de los Soviets...
�Se nos llama los 'enterradores' de nuestro propio sistema. Somos nosotros, en realidad, quienes trabajamos con mayor ahinco por edificar la nueva Rusia...
�Cuando la autocracia y su r�gimen burocr�tico se derrumbaron, conseituimos los Soviets, especie de barracas donde la democracia pudo encontrar un albergue provisional. Ahora, levantamos el edificio perduraBIe que sustituir� a las barracas, y es natural que, poco a poco, el pueblo las vaya abandonando para mudarse a esta morada m�s c�moda.�
5. Discurso de Trotzki al Congreso de la Rep�blica (Declaraci�n del grupo bolchevique antes de abandonar la sesi�n, 7 -20- de octubre de 1917):
�Los fines, declarados oficialmente, de la Conferencia Democr�tica convocada gpr el Ts�k de los Soviets de Diputados obreros y soldados eran acabar con el r�gimen personal irresponsable que dio nacimiento al kornilovismo y crear un gobierno responsable capaz de poner fin a la<* guerra y asegurar la convocatoria de la Asamblea Constituyente en la fecha fijada.
�Entre tanto, como consecuencia de tratos llevados a cabo a espaldas de la Conferencia Democr�tica entre el se�or Kerenski, los kadetes y los jefes de los socialrevolucionarios y los mencheviques, se ha llegado a resultados exactamente opuestos a los objetivos proclamados oficialmente.
�Se ha creado un poder en cuyo seno y alrededor del cual los kornilovistas descarados y solapados desempe�an un papel dirigente. La irresponsabilidad de este poder es proclamada y sancionada formalmente desde Shora.
�El 'Consejo de la Rep�blica' es declarado instituci�n consultiva; al octavo mes de la revoluci�n, el poder irresponsable se ha creado una protecci�n para una nueva edici�n de la Duma de Buliguin.
�Los elementos de las clases poseedoras est�n representadas en el Consejo provisional en una proporci�n a la que, como lo demuestran las elecciones realizadas en todo el pa�s, no tienen ning�n derecho. A pesar de esto, es precisamente el partido kadete quien ha tratado de obtener y ha obtenido la irresponsabilidad del poder, incluso para con un preparfemento deformado a beneficio de la burgues�a poseedora.
�Es este mismo partido kadete quien exig�a, todav�a, ayer, la supeditaci�n del Gobierno provisional a la Duma del se�or Rodzianko, quien ha obtenido la independencia del Gobierno provisional ante el Consejo de la Rep�blica.
�En la Asamblea Constituyente, los elementos de las clases poseedoras tendr�n una posici�n incomparablemente menos favorable que en el Consejo provisional. El poder no podr� dejar de ser responsable ante la Asamblea Constituyente. Si las clases poseedoras se preparan realmente para la Asamblea Constituyente dentro de mes y medio, no tendr�an ning�n motivo ahora para defender la irres-, ponsabilidad del poder. Toda la verdad reside en el hecho de que la burgues�a, que dirige la pol�tica del Gobierno provisional, se ha fijado c'omo objetivo el sabotear la Asamblea Constituyente. Tal es actualmente, en efecto, la labor fundamental de los elementos de las clases poseedoras, a la cual se supedita toda su pol�tica, interior y exterior.
�En la industria, en la agricultura y los abastos, la pol�tica del gobierno y de las clases dominantes agrava el desorden natural creado por la guerra. Las clases poseedoras, que han provocado la rebeli�n campesina, se dedican ahora a su represi�n y se preparan abiertamente a servirse del 'brazo descarnado del hambre' para que estrangule la revoluci�n y, en primer lugar, la Asamblea Constituyente.
�La poljtica exterior de la burgues�a y su gobierno no es menos criminal.
�A1 cabo de cuarenta meses de guerra, la capital se ve amenazada por un peligro mortal. Para conjurar ese peligro, se propone un plan de traslado del gobierno a Mosc�. La idea de entregar la capital revolucionaria a las tropas alemanas no provoca en manera alguna la indignaci�n de las clases burguesas; por el contrario, la acogen como un elemento natural de la pol�tica general que ha de facilitarles la realizaci�n de su complot contrarrevolucionario.
�En lugar de reconocer que la salvaci�n del pa�s reside en la con-certaci�n de la paz; en lugar de lanzar francamente por encima de todos los gobiernos imperialistas y las canciller�as diplom�ticas una propuesta de paz inmediata a todos los pueblos agotados, y de hacer as� imposible pr�cticamente la continuaci�n de la guerra, el Gobierno provisional, siguiendo las �rdenes de los kadetes contrarrevolucionarios y los imperialistas aliados, contra el sentido com�n, sin fuerza y sin plan, sigue manteniendo a la fuerza esta sangrienta guerra, condenando a una muerte in�til a cientos de miles de soldados y marinos y preparando el abandono de Petrogrado y la asfixia de la revoluci�n. Mientras que los soldados y marinos bolcheviques perecen con los dem�s marinos y soldados como consecuencia de los errores y los cr�menes de otros, el llamado jefe supremo contin�a asolando a la prensa bolchevique...
�Los partidos dirigentes del Consejo provisional se hacen c�mplices voluntarios de toda esta pol�tica.
�Nosotros, el grupo de socialdem�cratas bolcheviques, declaramos que no tenemos nada en com�n con este gobierno de traici�n nacional ni con este Consejo de complacencias contrarrevolucionarias. No queremos ocultar ni un solo d�a, directa o indirectamente, esta labor criminal que en contra del pueblo se lleva a cabo entre bastidores oficiales.
��La revoluci�n est� en peligro! Mientras las tropas de Guillermo amenazan a Petrogrado, el gobierno Kerenski-Konovalov se prepara a huir de Petrogrado para convertir a Mosc� en el baluarte de la contrarrevoluci�n.
��Llamamos a la vigilancia de los obreros y soldados de Mosc�!
�A1 abandonar el Consejo provisional llamamos a la vigilancia y al hero�smo de los obreros, soldados y campesinos de toda Rusia.
��Petrogrado est� en peligro! �La revoluci�n est� en peligro! �El pueblo est� en peligro!
�El gobierno agrava este peligro. Los partidos dirigentes lo ayudan.
�Solamente el pueblo puede salvarse a s� mismo y salvar al pa�s. Nosotros apelamos al pueblo.
��Todo el poder a los Soviets!
��Toda la tierra para el pueblo!
��Viva la paz democr�tica, honrada, inmediata!
��Viva la Asamblea Constituyente!�
6. Miembros del La Internacional revolucionaria del Partido Socialista que hab�an participado en la Conferencia Internacional de Zimmerwald (Suiza} en 1915. [Nota de la Edit.]
7. La conferencia no se llev� a cabo por la ca�da del Gobierno provisional. [Nota de la Edit.]
8. El "nakaz" a Skobelev (Extractos): El ex ministro de Trabajo, Skobelev, nombrado representante de la democracia revolucionaria rusa a la Conferencia de los Aliados en Par�s, recibi� del Ts�k las siguientes instrucciones:
en la Conferencia de Par�s
El nuevo tratado de paz debe ser expl�cito en cuanto a los fines de guerra. Debe tener por base los principios: no anexi�n, no indemnizaci�n, derecho de los pueblos a su libre determinaci�n.
1. Evacuaci�n de Rusia por las tropas alemanas. Derecho absoluto a la autonomia para Polonia, Lituania y Livonia.
2. Autonomia para la Armenia turca, y m�s tarde, derecho absoluto para su libre determinaci�n, a partir del momento en que se instauren gobiernos locales.
3. Soluci�n del problema de Alsacia-Lorena mediante un plebiscito, previa la retirada de las tropas extranjeras.
4. Restauraci�n de B�lgica, cuyos da�os ser�n reparados por medio de un fondo internacional.
5. .Restauraci�n de Servia y Montenegro, que recibir�n la ayuda de un fondo internacional. Servia deber� tener una salida al Adri�tico. Bosnia y Herzegovina se convertir�n en pa�ses aut�nomos.
6. Las regiones disputadas de los Balcanes recibir�n provisionalmente la autonom�a, mientras se espera la organizaci�n de un plebiscito.
7. Restauraci�n de Rumania, que deber� reconocer la autonom�a absoluta de la Dobruja... Rumania deber� comprometerse solamente a aplicar efectivamente el art�culo 3 del Tratado de Berl�n concerniente a los jud�os y reconocerles su calidad de ciudadanos rumanos.
8. Autonom�a provisional para las provincias italianas de Austria mientras se prepara un plebiscito.
9. Restituci�n de sus colonias a Alemania.
10. Restauraci�n de Persia y Grecia.
Neutralizaci�n de todos los estrechos que conduzcan a mares interiores, incluidos los canales de Suez y Panam�. Libertad de navegaci�n comercial. Abolici�n del derecho de apresamiento y torpedeamiento de las naves de comercio.
Todos los beligerantes renunciar�n para siempre a toda indemnizaci�n, directa o indirecta, como, por ejemplo, los gastos de mantenimiento de los prisioneros. Las contribuciones de guerra impuestas durante la conflagraci�n ser�n restituidas.
En las condiciones de paz no se incluir�n los tratados econ�micos. Cada pa�s debe montenerse independiente desde el punto de vista de su pol�tica comercial y no verse obligado a impedirlo, por el tratado de paz, a concertar tal o cual acuerdo econ�mico. Sin embargo, todos los pa�ses deber�n comprometerse a no poner en pr�ctica bloqueos econ�micos despu�s de la guerra, y a no concertar convenciones aduaneras especiales. Los derechos de naci�n m�s favorecida deber�n ser concedicos a todos los paises sin distinci�n.
La paz ser� concertada en la Conferencia de la Poaz por delegados elegidos por las representaciones nacionales; las condiciones de paz ser�n ratificadas por los parlamentos.
Ser� abolida la diplomacia secreta; todos los estados deber�n comprometerse a no concertar tratados secretos. Todo tratado de este g�nero se declarar� contrario al derecho internacional y considerado como nulo. Ning�n tratado entrar� en vigor hasta su ratificaci�n por los parlamentarios respectivos.
Limitaci�n progresiva de los armamentos de tierra y mar e introducci�n del sistema de milicias.
La �Liga de las Naciones� propuesta por el presidente Wilson puede convertirse en un precioso auxiliar del derecho internacional a condici�n:
a) de que se obligue a todas las naciones a formar parte de ella y se les concedan a todas derechos iguales;
b) de que sea democratizada la pol�tica internacional.
De la misma manera concreta en que se formulen los fines de la guerra, el tratado debe especificar que los Aliados est�n dispuestos a entablar conversaciones de paz tan pronto como la parte adversa declare aceptar tales conversaciones, quedando entendido que todas las partes renuncian a cualquier anexi�n por la fuerza.
Los Aliados deben comprometerse a no entablar negociaciones secretas sobre la paz y a no concertar tratado alguno m�s que en una conferencia en que participen los pa�ses neutrales.
Adem�s, se le dan al delegado las instrucciones siguientes:
Deber�n ser eliminados todos los obst�culos puestos a la Conferencia socialista de Estocolmo y a todos los delegados de los partidos u organizaciones que deseen participar se les entregar�n pasaportes inmediatamente.
(El Comit� Ejecutivo de los Soviets campesinos redact� igualmente un nakaz que difiere poco del precedente.)
9. Andrew Bonar Law (1858-1923), estadista ingl�s, jefe de los conservadores; en 1917 fue Ministro de Hacienda en el gobierno de coalici�n de Lloyd George y l�der de la C�mara de los Comunes. [Nota de la Edit.]
10. La paz a expensas de Rusia: Las revelaciones de Ribot acerca de la oferta de paz austr�aca a Francia, la pretendida �Conferencia de la Paz� en Berna durante el verano de 1917 (en la que tomaron parte delegados de todos los pa�ses beligerantes, en representaci�n de los grandes intereses financieros de esos pa�ses) y la tentativa de negaci�n entre un agente ingl�s y un dignatario de la Iglesia b�lgara, son todos hechos que indican la existencia en los dos campos de fuertes corrientes en favor de una paz ama�ada a costa de Rusia. En mi pr�ximo libro De Kornilov a Brest-Litovsk me propongo tratar m�s ampliamente esta cuesti�n y publicar varios documentos secretos descubiertos en el ministerio de Negocios Extranjeros, en Petrogrado
11. Los soldados rusos en Francia
�Tan pronto como lleg� a Par�s la noticia de la revoluci�n, comenzaron a aparecer peri�dicos rusos de tendencia extremista; estos peri�dicos, al igual que ciertas personas que circularon libremente entre los soldados, han comenzado a entregarse a una propaganda bolchevique, difundiendo frecuentemente noticias falsas extra�das de despachos fragmentarios de los peri�dicos franceses. En ausencia de informaciones y directivas oficiales, esta campa�a ha provocado agitaci�n entre los soldados. Esta agitaci�n se manifiesta por el deseo de regresar inmediatamente a Rusia y por una hostilidad sin fundamento hacia los oficiales. Por orden del ministro de la Guerra de Kerenski, el emigrante Rapp parti� el 18 de mayo hacia los ej�rcitos, donde �visit� ciertas unidades y cre� nuevas organizaciones de conformidad con la Orden no 213. Sin embargo, la agitaci�n no ces�. Esta fue dirigida por el primer comit� ejecutivo de regimiento que comenz� a editar un bolet�n de tendencias leninistas. De conformidadrcon el deseo de los soldados, el 18 de junio se concentraron las tropas, procedentes de diferentes lugares donde estaban acuarteladas, en el campo de La Courtine. Comenzaron a celebrarse m�tines, en el curso de los cuales el primer regimiento y sus jefes se esforzaron por desempe�ar el papel principal. S�lo el comit� del destacamento que acababa de ser formado con los soldados m�s adelantados y conscientes atenu�, hasta donde se pod�a, el trabajo destructor del primer regimiento, calmando la agitaci�n e invitando a los soldados a reanudar una vida normal basada en los principios democr�ticos instaurados en la actualidad en el ej�rcito. Temiendo la creciente influencia del comit� del destacamento, los dirigentes organizaron, en la noche del 23 al 24, un mitin en el que participaron, adem�s del primer regimiento, el 2� en su casi totalidad, y peque�as unidades de los regimientos 5� y 6�. En el curso de este mitin fue disuelto el comit�, a pesar de haber sido elegido solamente dos semanas antes. Al mismo tiempo, los soldados de la 1? brigada se negaron a ejecutar las �rdenes de evacuar dadas por el mando de la divisi�n. El llamamiento que lanzaron explicaba que ya no hab�a raz�n para hacer la instrucci�n, puesto que se hab�a decidido no seguir combatiendo. Al mismo tiempo, las relaciones hostiles entre la 1� y 2� brigadas amenazaron con degenerar en un conflicto agudo. Los propios soldados de la 2� brigada pidieron con insistencia que se les separara de la Ia brigada, amotinada, amenazando, en caso contrario, con abandonar el campamento sin orden.
�Por esta raz�n, el general Zankievich, que se present� en el campamento acompa�ado de Rapp, encargado de misi�n del ministerio de la Guerra, dio la orden, de acuerdo con este �ltimo, de que los,soldados que hab�an permanecido fieles al Gobierno provisional abandonasen el campamento de La Courtine llev�ndose todas las municiones. Esta orden se ejecut� el 25 de junio y s�lo permanecieron en el campamento los soldados que s�lo 'condicionalmente' se, hab�an declarado fieles al Gobierno provisional. La actitud sumamente hostil de los soldados con respecto a los oficiales, que los llev� incluso a cometer violencias contra ellos, oblig� al general Zankievich a alejar a los oficiales de La Courtine, no dejando m�s que algunas personas encargadas de la administraci�n. A iniciativa del delegado del ministro de la Guerra, ciudadano Rapp, numerosos exilados se presentaron con �l ante los soldados del campamento de La Courtine para tratar de hacerles cambiar de parecer; todas estas tentativas, sin embargo, resultaron infructuosas. Al ser nombrado comisario, el ciudadano Rapp promulg� una orden exigiendo la sumisi�n inmediata e incondicional al Gobierno provisional. El 22 de julio, el comisario Rapp se dirigi� a La Courtine acompa�ado de los delegados del Comit� Ejecutivo del Soviets de Diputados obreros y soldados de paso por Par�s, Rusanov, Goldenberg, Ehrlich y Smirnov, a fin de hacer una nueva tentativa para que los amotinados cambiaran de opini�n. Esta tentativa no dio ning�n resultado y los delegados del Soviet de Diputados obreros y soldados fueron acogidos con declarada hostilidad. El paso por La Courtine de Svatikov, comisario del Gobierno provisional, quien se encontraba de tr�nsito en Francia, no tuvo mejor �xito. Tras de haber recibido explicaciones del Gobierno provisional, seg�n las cuales no se pensaba hacer regresar a Rusia a las tropas acantonadas en Francia, y se exig�a categ�ricamente la sumisi�n de los levantiscos, recurriendo en caso de necesidad a la fuerza armada; despu�s de las tentativas reiteradas e infructuosas del comisario y nuestros exilados pol�ticos para disuadir� los rebeldes a que se sometieran, el general Zankievich exigi� a los amotinados que depusieran las armas y se dirigiesen ordenadamente a la localidad de Clairavaux en se�al de sumisi�n. Sin embargo, esta orden no fue �ntegramente ejecutada; primero, salieron 500 hombres aproximadamente, de los cuales fueron detenidos 22. Luego, veinticuatro horas m�s tarde, siguieron 6 000 soldados; los que quedaron, unos 2 000, fueron dejados deliberadamente a fin de guardar las armas que se negaron a entregar.
�Los rebeldes asintieron a la orden dada a la saz�n por el general de que depusieran las armas a su regreso al campamento. No obstante, no cumplieron esta orden. El dejar las armas en manos de una turba desorganizada, en el seno de la cual se ocultaban indudablemente elementos provocadores, era manifiestamente peligroso. La rendici�n y entrega de las armas constitu�a la condici�n fundamental para el restablecimiento del orden en esta turba. En estas condiciones, y habida cuenta de una cierta inseguridad en el estado de �nimo de aquellas tropas que hab�an permanecido fieles al Gobierno provisional, inseguridad que hizo surgir dudas en cuanto a la posibilidad de utilizarlas como fuerza armada para volver a la raz�n a los rebeldes, se decidi� recurrir a presiones de car�cter prolongado: se asignaron raciones reducidas a los amotinados y se les 292 suprimi� la soldada; la salida del campamento hacia el poblado vecino de Aucourtine fue cerrada por puestos franceses de guardia. Estas medidas desmoralizaron a la masa de rebeldes, pero al mismo tiempo acrecentaron la influencia que sobre ellos ten�an los agitadores, los cuales trataban de esconderse detr�s de los levantiscos y enmascarar su responsabilidad. Al mismo tiempo, los soldados rebeldes comenzaron a cometer violencias contra los suboficiales franceses. Fue as� tomo detuvieron y guardaron durante seis horas a un oficial y dos suboficiales franceses que, por orden del mando franc�s, colocaban en el campamento un telegrama del comandante supremo. El 9 de agosto, el general Zankievich se present� en el campamento de La Courtine para tratar por �ltima vez de persuadir a los rebeldes que depusieron las armas. Pero el comit� del campamento respondi� con una negativa a su orden de hacer venir a los representantes de las compa��as. Teniendo conocimiento de que una brigada de artiller�a, en la que reinaba un orden perfecto, deb�a atravesar por Francia, el general Zankievich decidi�, de acuerdo con el comisario Rapp utilizar esta unidad para reducir a los amotinados por la fuerza de las armas: se encarg� al comandante de constituir y mandar un destacamento misto formado de unidades de esta brigada de artiller�a y de una divisi�n de infanter�a.
�El 27 de agosto, la decisi�n del Gobierno provisional concerniente a la retirada de nuestras tropas en Francia fue comunicada a los soldados del campamento de La Courtine; sin embargo, incluso entonces, los rebeldes se negaron obstinadamente a deponer las armas. A petici�n de los artilleros, una diputaci�n elegida por �stos fue enviada a presencia de los rebeldes; al cabo de algunos d�as, regres� convencida de la inutilidad de las negociaciones. Las exhortaciones de los delegados de la divisi�n de infanter�a produjeron resultados igualmente negativos. En la tarde del I de septiembre se interrumpi� el suministro de g�neros alimenticios al campamento rebelde; pero esta medida no pod�a tener m�s que un car�cter moral, ya que los amotinados ten�an a su disposici�n reservas importantes de v�veres; las tropas ocuparon las posiciones se�aladas. El mismo d�a, el general Zankievitch dirigi� un ultim�tum a los miembros del comit� del campamento de La Courtine y a la masa de amotinados para que depusieran las armas; si la orden no se ejecutaba el 1o de septiembre a las diez horas la artiller�a abrir�a el fuego. Despu�s de repetidas advertencias, el 3 de septiembre, a las diez horas de la ma�ana, se abri� un ligero fuego de artiller�a sobre el campamento. Se dispararon dieciocho proyectiles y se avis� a los amotinados que el bombardeo se har�a m�s intenso. Como en el transcurso de la noche del 3 al 4 s�lo se rindieron 160 hombres, el bombardeo se reanud� el 4 de septiembre y, habi�ndose disparado 30 granadas a las once de la ma�ana, los amotinados izaron dos banderas blancas y comenzaron a salir sin armas del campamento. Al atardecer, se hab�an rendido aproximadamente 8 300 hombres. Fueron recogidos por las tropas francesas. Ese d�a no hubo m�s disparos de artiller�a. Durante la noche, los hombres que hab�an quedado en el campamento (150) abrieron un violento tiroteo de ametralladora. Se envi� al campamento un m�dico, ayudado por cuatro enfermeros, para curar a los heridos. El 5 de septiembre, para liquidar la situaci�n, se abri� fuego intenso sobre el campamento, que fue ocupado por nuestras unidades poco a poco. Los rebeldes respondieron obstinadamente con tiros de ametralladora. El d�a 6, a las nueve horas, el campamento estaba totalmente ocupado. Se registr� un total de 8 515 soldados salidos del campamento. P�rdidas de nuestras unidades: 1 muerto, 5 heridos. P�rdidas de los amotinados: 8 muertos, 44 heridos. Entre los franceses hubo dos v�ctimas, un muerto y un herido; se trataba de dos cabos carteros que se hab�an extraviado y pasaron por la zona de tiro de los amotinados. El mot�n de La Courtine fue reprimido as�, por nuestras tropas, sin la menor participaci�n activa de las tropas francesas. Despu�s del desarme de los amotinados se efectuaron 81 detenciones. Habi�ndose separado a los detenidos de la masa de los rebeldes, se forman con �stos compa��as especiales de marcha desarmadas, dos de las cuales, integradas por elementos particularmente agitados, fueron puestas aparte y enviadas, una a Bourg-Lastic, y la otra a la isla de Aix. Las otras fueron dejadas en el campamento de La Courtine a fin de que se buscara a los culpable y se determinara su grado de responsabilidad. Por decisi�n del representante del Gobierno provisional, el comisario militar constituy� una comisi�n especial de investigaci�n.�
Despu�s de estos hechos, los vencedores fusilaron fr�amente a m�s de 200 rebeldes.
12. Discurso de Terechtchenko (Resumen):
�... Los problemas de la pol�tica exterior est�n estrechamente vinculados a los de la defensa nacional. Si vosotrros estim�is necesario para la defensa nacional celebrar sesiones secretas, de la misma manera, en nuestra p�l�tica extranjera, nos vemos nosotros frecuentemente obligados a guardar tambi�n el secreto...
�La diplomacia alemana trata de actuar ante la opini�n p�blica... Por eso es por lo que las declaraciones de los jefes de las grandes organizaciones democr�ticas, que hablan de un congreso revolucionario y de la imposibilidad de una nueva campa�a de invierno, son peligrosas. Todas esas declaraciones cuestan vidas humanas...
�Yo no quiero hablar m�s que de l�gica gubernamental, sin tocar las cuestiones del honor y la dignidad del Estado. Desde el punto de vista de la l�gica, la pol�tica extranjera rusa debe basarse en una verdadera comprensi�n de los intereses de Rusia... Estos intereses POS dicen que es imposible que nuestro pa�s permanezca aislado y que nuestras actuales alianzan son satisfactorias... La humanidad entera desea la paz, pero en Rusia nadie aceptar� una paz humillante, contraria a los intereses vitales de nuestra patria.�
El orador se�alaba en seguida que una paz semejante retrasar�a por a�os, quiz� por siglos, el triunfo de los principios democr�ticos en el mundo y causar�a, inevitablemente, nuevas guerras.
�Todo el mundo recuerda las jornadas de mayo, donde la fraternizaci�n en nuestro frente amenaz� terminar la guerra por el cese puro y simple de las operaciones militares y conducir al pa�s a una vergonzosa paz separada... y se recordar� los esfuerzos que fueron necesarios para hacer comprender a los soldados del frente que ese no era el m�todo con que el Estado ruso deb�a poner fin a la guerra para garantizar sus intereses...�
Terechtchenko habl� del efecto milagroso de la ofensiva de julio, del peso que dio a las palabras de los embajadores rusos en el extranjero, y de la desesperaci�n creada en Alemania por las victorias rusas. Y tambi�n de la desilusi�n que sobrevino en los pa�ses aliados despu�s de la derrota rusa...
�El gobierno ruso se adhiere estrictamente a la f�rmula de la paz sin anexiones ni indemnizaciones. Nosotros consideramos que es esencial no' solamente proclamar el derecho de los pueblos a disponer de s� mismos, sino igualmente el renunciar a los fines de guerra imperialistas...
�Alemama habla continuamente de hacer la paz; en Alemania no se habla m�s que de paz. Es que sabe que no puede vencer.
�Rechazo el reproche dirigido al gobierno de que no se expresa en pol�tica extranjera con bastante claridad, en lo tocante a los fines de la guerra.
�Si se quiere suscitar la cuesti�n de los fines que persiguen los Aliados, es indispensable conocer, previamente, aqu�llos acerca de los cuales se han puesto de acuerdo las potencias centrales...
�Se manifiesta frecuentemente el deseo de que publiquemos los detalles de los" tratados que unen a los Aliados, pero se olvida que hasta este d�a desconocemos los que unen a las potencias centrales...
�Alemania, dijo Terechtchenko, quiere evidentemente interponer entre Rusia y el Occidente una serie de estados que sirvan de valladar d�bil.
�Hay que aniquilar esta voluntad de atacar a Rusia en sus intereses vitales...
�Y la democracia rusa, que ha inscrito entre sus principios el deseo de los pueblos a disponer de s� mismos, �permitir� sin protestar que contin�e la opresi�n de los pueblos m�s civilizados (en Austria-Hungr�a) ?
�Los que temen que los Aliados se aprovechen de nuestra dif�cil situaci�n para hacernos soportar algo m�s que nuestra parte de las cargas de la guerra y para resolver a nuestras expensas las cuestiones de la paz, se equivocan... Nuestro enemigo ve en Rusia un mercado para sus productos. Al final de la guerra, nos encontraremos en situaci�n de debilidad, y, con una frontera abierta, nos arriesgar�amos a que la avalancha de mercanc�as alemanas retrasara durante a�os nuestro desarrollo industrial. Hay que tomar medidas contra semejante eventualidad.
�Y afirmo en voz alta y con toda sinceridad que la combinaci�n de fuerzas que nos une a los Aliados es favorable a los intereses de Rusia... En consecuencia, importa que nuestros puntos de vista sobre la guerra y la paz concuerden tan clara y exactamente como sea posible con los de nuestros aliados. Para evitar cualquier equ�voco, debo declarar con franqueza que Rusia deber� presentar en la Conferencia de Par�s un punto de vista �nico...-�
Terechtchenko no quiso comentar el nakaz entregado a Skobelev, pero cit� el manifiesto del comit� escandinavo que acababa de ser publicado en Estocolmo. Este manifiesto se pronunciaba en favor de la autonom�a de Lituania y Livonia.
�Esa autonom�a es manifiestamente imposible �dijo Terechtchenko� ya que Rusia debe tener puertos libres sobre el B�ltico todo el a�o.
�Tambi�n en esta cuesti�n est�n los problemas de la pol�tica extranjera estrechamente unidos a los de la pol�tica interior, porque, si existiera un fuerte sentimiento de la unidad de esta gran Rusia, no ser�amos testigos de las manifestaciones que se repiten por todas partes de un deseo de separaci�n del gobierno central... Tales separaciones son contrarias al inter�s de Rusia, y los diputados rusos no pueden suscitar esta cuesti�n...�
13. Por los d�as de la batalla naval librada en el golfo de Riga, no solamente los bolcheviques, sino los propios ministros del Gobierno provisional pensaron que la flota brit�nica hab�a abandonado definitivamente el B�ltico, en consonancia con la opini�n expresada p�blicamente con frecuencia en la prensa inglesa y semip�blicamente por los representantes brit�nicos en Rusia, a saber, que �Rusia estaba liquidada�, que de ahora en adelante ser�a in�til ocuparse de ella.
Ver m�s adelante, la entrevista con Kerenski (Nota 18).
El general Gurko hab�a sido jefe de Estado Mayor de los ej�rcitos rusos bajo el zar. Era una de las figuras preeminentes de la corte corrompida del emperador. Despu�s de la revoluci�n, fue uno de los raros personajes exilados por su pasado p�blico y privado. La derrota naval coincidi� con la recepci�n oficial en Londres del rey Jorge a Gurko, hombre a quien el Gobierno provisional ruso consideraba como peligrosamente german�filo y reaccionario.
14. Llamamientos contra la insurrecci�n
��Camaradas!
�Las fuerzas oscuras redoblan su actividad con el fin de provocar en Petrogrado y en otras ciudades des�rdenes y pogromos.
�Necesitan des�rdenes que para ellas ser�an la ocasi�n apetecida de aplastar en sangre el movimiento revolucionario, so pretexto de restablecer el orden y proteger a la poblaci�n; esas fuerzas esperan instaurar en el poder a Kornilov, de quien el pueblo revolucionario ha Ipgrado desembarazarse. �Ay del pueblo, si estas esperanzas se realizan! La contrarrevoluci�n triunfante destruir�a los Soviets y los comit�s del ej�rcito, disolver�a la Asamblea Constituyente, detendr�a la entrega de las tierras a los campesinos, pondr�a fin a todas las esperanzas de paz r�pida y llenar�a las c�rceles de soldados y obreros revolucionarios.
�Los contrarrevolucionarios y las Centurias Negras, en sus c�lculos, especulan con el serio descontento creado en las capas no instruidas del pueblo para desorganizar el abantecimiento, proseguir la guerra y ahondar las dificultades generales de la vida. Cuentan con hacer degenerar en pogromos las manifestaciones de los soldados y los obreros, con el fin de aterrar a la poblaci�n pac�fica y lanzarla en brazos de le� restauradores del orden.
�En estas condiciones, toda tentativa de organizar en este momento una manifestaci�n, aunque fuese por la mejor de las causas, ser�a un crimen,. Todos los obreros y soldados conscientes que no est�n satisfechos con la pol�tica del gobierno s�lo podr�an causarse da�o a s� mismos y a la revoluci�n si se dejan arrastrar a manifestaciones.
�E1 Ts�k. pide, por ello, a todos los obreros que no respondan a ninguna invitaci�n a manifestarse.
�Obreros y soldados, �no ced�is a la provocaci�n! �Recordad vuestros deberes para con vuestro pa�s y la Revoluci�n! �No romp�is la unidad del frente revolucionario con -manifestaciones que no pueden verse coronadas por el �xito!
�El Comit� Central Ejecutivo de los Soviets de Diputados obreros y campesinos (Tsik).�
(Leer y hacer circular)
�Camaradas obreros y soldados:
�Nuestro pa�s est� en peligro. Han llegado los d�as m�s dif�ciles para nuestra libertad y nuestra revoluci�n. El enemigo se halla a las puertas de Petrogrado. La desorganizaci�n crece de hora en hora. Cada vez se hace m�s dif�cil obtener pan para Petrogrado. Todos, grandes y peque�os, deben redoblar sus esfuerzos, deben trabajar por mejorar la situaci�n... Es preciso salvar a nuestro pa�s y nuestra libertad..! �Armas y v�veres para el ej�rcito! �Pan para las grandes ciudades! �Orden y organizaci�n en el pa�s!...
�En medio de estas dificultades se echan a rodar rumores: e� tlguna parte se est� preparando una manifestaci�n, un misterioso alguien est� exhortando a los soldados y a los obreros a romper la paz y el orden revolucionario... El �rgano de los bolcheviques, el Rab�tcfii Put, echa le�a al fuego; halaga a las masas no instruidas, se esfuerza por complacerlas, tienta a los obreros y soldados excit�ndolos contra el gobierno y prometi�ndoles el oro y el moro... Los hombres confiados e ignorantes lo creen todo sin razonar... Tambi�n del otro lado llegan rumores: rumores de que las fuerzas oscuras, los amigos del zar, los esp�as alemanes, se frotan las manes y se regocijan. Est�n prestos a unirse a los bolcheviques y a convertir el desorden en la guerra civil.
�Los bolcheviques y los obreros y soldados ignorantes que se han dejado seducir por ellos gritan est�pidamente: '�Abajo el gobierno! �Todo el poder a los Soviets!' Y en la sombra, los servidores del zar y los esp�as de Guillermo les excitan: '�Golpead a los jud�os, a los comerciantes;' desvalijad los mercados, las tiendas, saquead las bodegas! �Matad, incendiad, robad!'
:>De todo ello surgir� una espantosa confusi�n, la guerra de una mitad del pueblo centra la otra. Todo se ir� desorganizando m�s y m�s, y tal vez volver� a correr la sangre en las calles de la capital. �Y entonces? �Qu� ocurrir� despu�s?
�Dsspu�s, quedar� abierto para Guillermo el camino a Petro-grado. Despu�s, no llegar� el pan a Petrogrado, los ni�os morir�n de hambre. Despu�s, las tropas del frente no ser�n apoyadas, y nuestros hermanos, en las trincheras, se ver�n a merced del fuego enemigo. Entonces, Rusia perder� todo prestigio en los dem�s pa�ses; nuestra moneda caer� por los suelos y todo encarecer� tanto, que la vida se har� imposible. La Asamblea Constituyente, durante tanto tiempo deseada, sera aplazada, pues resultar� imposible reunir�a a tiempo. Y eso ser� la muerte de la revoluci�n, la muerte de la libertad...
��Es eso lo que vosotros quer�is, obreros y soldados? �No! Entonces, si no quer�is eso, id a buscar a los ignorantes, enga�ados por los traidores, y decidles toda la verdad, �tal como nosotros os la decimos!
�Hacedles saber que quienquiera que, en estos d�as aciagos, lo exhorte a manifestarse en la calle contra el gobierno no puede ser m�s que un servidor secreto del zar, un provocador, �un c�mplice ingenuo de les enemigos del pueblo o un esp�a a sueldo de Guillermo!
�Todos los obreros revolucionarios conscientes, todos los campesinos conscientes, todos los soldados revolucionarios que comprenden el da�o que causar�a al pueblo una manifestaci�n o un levantamiento contra el gobierno, deben unirse para impedir que los enemigos del pueblo destruyan nuestra libertad.�
El Comit� electoral de Petrogrado de los mencheviques y defensores de la patria.
15. El desarrollo de la discusi�n sobre la insurrecci�n armada, durante las sesiones hist�ricas del Comit� Central del Partido bolchevique en octubre de 1917, no est� expuesto de una manera justa. La decisi�n de llevar a cabo el levantamiento armado fue adoptada en una sesi�n privada del Comit� Central el 23 de octubre de 1917, sesi�n durante la cual intervinieron Lenin, Bubnov, Dzerjinski, Zinoviev, Kamenev, Kollontai, Lomov, Sverdlov, Sokolnikov, Stalin, Trotzki, y Uritski. Zinoviev y Kamenev votaron contra la resoluci�n propuesta por Lenin.
Seis d�as despu�s, el 29 de octubre, se llev� a cabo una sesi�n penar�a del Comit� Central del partido, a la que asistieron los representantes de la comisi�n ejecutiva del comit� de Petrogrado del partido, de la organizaci�n militar, del Soviet de Petrogrado, de los sindicatos, de los comit�s de f�brica, de los ferroviarios, del comit� de barrio del Partido de Petrogrado. En esa sesi�n, Lenin hizo p�blica la resoluci�n adoptada por la anterior sesi�n del Comit� Central; subray� en su intervenci�n que la situaci�n pol�tica objetiva existente tanto en Rusia como en Europa hac�a necesaria la pol�tica m�s resuelta, m�s activa, pol�tica que s�lo pod�a llevarse a cabo mediante la insurrecci�n armada.
Lenin propuso a la Asamblea una resoluci�n saludando y apoyando la decisi�n del Comit� Central sobre la insurrecci�n (ver Obras, t. XXVI). La resoluci�n fue adoptada por 19 votos contra 2 (los de Zinoviev y Kamenev) y 4 abstenciones.
16. La �Carta a los camaradas� de Lenin. La serie de art�culos as� titulada apareci� en varios n�meros sucesivos del Rabotchi Put, a fines de octubre y comienzos de noviembre de, 1917 [El autor se equivoca. Ese n�mero apareci� el 1 de noviembre (19 de octubre). --Nota de la Edit.]. Reproducir� solamente algunos extractos tornados de dos n�meros.
�No tenemos con nosotros a la mayor�a del pueblo y, un esta premisa, la insurrecci�n no podr�a triunfar.
�Quienes son capaces de expresarse as�, o desnaturalizan la verdad, o son gentes formalistas que, sin tener en cuenta para nada la situaci�n real de la revoluci�n, desean a toda costa contar de antemano con la garant�a de que, no todo el pa�s, el partido bolchevique tiene exactamente la mitad de los votos m�s uno... El hecho m�s importante en la vida actual de Rusia es la insurrecci�n campesina... El movimiento de los campesinos en la provincia de Tambov ha sido una insurrecci�n tanto en el sentido f�sico como en el sentido pol�tico de la palabra, una insurrecci�n que ha dado resultados pol�ticos magn�ficos, tales como, en primer lugar, el consentimiento a la entrega de tierras a los campesinos. Por algo toda la canalla socialrevolucionaria, moderados y hasta incluso el Dielo Naroda, asustado por el levantamiento, vociferan ahora que es absolutamente necesario entregar la tierra a los campesinos... Otra consecuencia pol�tica y revolucionaria del levantamiento campesino es la llegada de trigo a las estaciones de la provincia de Tambov... La prensa burguesa ha tenido que reconocer los frutos maravillosos de esta soluci�n (la �nica realista) a la cuesti�n del pan, incluso el propio' Kousskaia Valia, que ha publicado una informaci�n diciendo que las estaciones de la provincia de Tambov rebosaban de trigo... �despu�s del levantamiento de los campesinas
�No somos lo bastante fuertes para adue�arnos del poder, y I� burgues�a, por su parte, no es lo bastante fuerte para hacer que fracase la Asamblea Constituyente.
�La primera parte de este argumento no es m�s que la simple repetici�n del anterior. No es manifestando la confusi�n y el temor a la burgues�a, con respecto a los obreros y el optimismo con respecto a la burgues�a, como se dar� m�s fuerza a este argumento y se le har� m�s persuasivo. Si los junkers y los cosacos dicen que combatir�n hasta la �ltima gota de su sangre contra los bolcheviques, hay que creerles a pies juntillas; pero si en cientos de m�tines los obreros y los soldados expresan su plena confianza en los bolcheviques, y afirman que est�n dispuestos, cueste lo que cueste, a imponer el paso del poder a los Soviets, entonces �es 'oportuno' no olvidar que una cosa es votar y otra combatir!
�Quien as� razona 'rechaza' de antemano, naturalmente, la insurrecci�n. Cabe �nicamente preguntarse: �qu� distingue a este 'pesimismo' curiosamente tendencioso y curiosamente orientado de la amalgama pol�tica con la burgues�a?
��Qu� ha probado Ya. intentona de Kornilov? Ha probado que los Soviets son realmente una fuerza.
��C�mo se puede demostrar que la burgues�a no es lo bastante fuerte para hacer fracasar a la Asamblea Constituyente? Si la burgues�a no tiene fuerza para derrocar a los Soviets, s� es, sin embargo, lo bastante fuerte para hacer fracasar a la Asamblea Constituyente, ya que nadie se lo puede impedir. Creer en las promesas de Kerenski y C�a., creer en las resoluciones del preparlamento de lacayos, �es eso digno de un miembro del partido de los proletarios, de un revolucionario?
�La burgues�a no s�lo tiene la fuerza para hacer fracasar a la Asamblea Constituyente si el gobierno actual no es derrocado, sino que puede incluso ajcanzar este resultado indirectamente, entregando Petrogrado a los alemanes, abriendo el frente, multiplicando los cierres de f�bricas, saboteando el transporte del trigo...�
�Los Soviets deben ser un rev�lver que apunte a la sien del gobierno para exigirle que convoque la Asamblea Constituyente y renuncie a las intentonas kornilovistas.
�Renunciar a la insurrecci�n es renunciar a la consigna de 'Todo el poder a los Soviets'... El partido viene examinando desde el mes de septiembre el problema de la insurrecci�n... Renunciar a la insurrecci�n es renunciar a la entrega del poder a los Soviets y entregar" todas nuestras esperanzas, todos nuestros deseos, a esa buena burgues�a que ha 'prometido' convocar la Asamblea Constituyente... Una vez que el poder est� en manos de los Soviets estar� asegurada la Asamblea Constituyente y garantizado su �xito...
�Renunciar a la insurrecci�n significa pura y simplemente pasarse al lado de los Lieber-Dan... Una de dos: o hay que ponerse del lado de los Lieber-Dan y renunciar abiertamente a la consigna de 'Todo el poder a los Soviets" o hay que ir a la insurrecci�n. No hay otra alternativa...�
�La burgues�a no puede entregar Petrogrado a los alemanes, aunque lo quiera Rodzianko, ya- que los que combaten no son los burgueses, sino nuestros heroicos marinos.
�El Estado Mayor sigue siendo el mismo... El mando es partidario de Kornilov. Si los kornilovistas (con Kerenski a la cabeza, ya que �l tambi�n es kornilovista) quieren entregar Petrogrado, pueden hacerlo de dos e incluso de 'tres' maneras.
�Primcro, puedea abrir el sector Norte del frente de tierra, vali�ndose de la traici�n del comandante, adicto a Kornilov.
Segundo, pueden 'entenderse' con los imperialistas ingleses y alemanes para dejar en libertad de acci�n a la flota alemana completa, que es -m�s fuerte que la nuestra. Adem�s, los 'almirantes evadidos' lian podido entregar los planes a los alemanes.
>>Tercero, mediante 'el cierre de f�bricas por sus due�os y el sabotaje a los trenes de trigo, pueden empujar a nuestras tropas al �ltimo grado de desesperaci�n y de impotencia.
�Ninguno de estos tres caminos se puede descartar. Los hechos han demostrado que el partido burgu�s-cosaco ha llamado ya a estas tres puertas y ha tratado de abrirlas... No tenemos derecho a esperar a que la burgues�a haya ahogado la revoluci�n... Rodzianko es un hombre de acci�n... Durante decenas de a�os, ha aplicado fiel y leal-mente la pol�tica del capital.
��En consecuencia? En consecuencia, vacilar a prop�sito de la insurrecci�n, que es el �nico medio de salvar la revoluci�n, es entregarse a la vez a esta cobarde confianza en la burgues�a que caracteriza a los Lieber-Dan, en los socialrevolucionarios y en los mencheviques, > a la inconsciente credulidad del campesino, contra lo que siempre han luchado los bolcheviques.�
�Nosotros nos consolidamos con cada d�a que pasa y podemos acudir a la Asamblea Constituyente como una potente oposici�n. �Por qu� arriesgarlo todo a una sola carta?
�Argumento de un filisteo que ha 'le�do' que la Asamblea Constituyente va a ser convocada y que se atiene con toda confianza a las v�as constitucionales archilegales y archifieles. �L�stima que ni la cuesti�n del hambre ni la cuesti�n de Petrogrado puedan resolverse esperando cruzados de brazos a que la Asamblea Constituyente se re�na! Es esta una 'pequenez' que olvidan los ingenuos, los desconcertados, los que se dejan ganar por el miedo.
�E1 hambre no aguarda. La insurrecci�n campesina no ha esperado. La guerra no aguarda. Los almirantes huidos no han esperado...
��Y los ciegos se sorprenden de que el pueblo hambriento y los soldados traicionados por los generales y almirantes muestren indiferencias ante las elecciones! �Qu� gran sabidur�a!�
�Si los korttilovistas volvieran a las andadas, �les mostrar�amos con qui�n tienen que entend�rselas! Pero, �para qu� correr el riesgo de comenzar nosotros mismos'?
�La historia no se repite, pero si nosotros le volvemos la espalda y si, deteni�ndonos a contemplar la primera intentona de Kornilov, repetimos: '�Ah, si los kornilovistas volvieran a las andadas!'; si procedi�semos as�, �qu� magn�fica estrategia revolucionaria ser�a �sa!... �Qu� base m�s s�lida para una pol�tica proletaria!
��Y si ios kormiovistas... hubiesen decidido esperar a los motines provocados por e! hambre, a la ruptura del frente, a la rendici�n de Petrogrado, para comenzar en ese momento preciso? �Qu� suceder�a entonces?
�Se nos propone que basemos la t�ctica del partido proletario en una repetici�n eventual por parte de los kornilovistas de uno de sus errores pasados.
�Olvidemos todo lo que los bolcheviques han demostrado y probado cientos de veces, lo que han demostrado seis meses de historia de nuestra revoluci�n, a saber, que no existe otra soluci�n, que, desde un punto de vista objetivo, no puede haber otro camino que la dictadura de los kornilovistas o la dictadura del proletariado; olvidemos eso, renunciemos a todo eso y �esperemos! �Qu� esperamos? Un milagro...�
17. Resumen del discurso de Miliukov:
�Todo el mundo, a lo que parece, reconoce que nuestra tarea fundamental es la defensa del pa�s, y que para asegurar esta defensa tiene que haber disciplina en el ej�rcito y orden en la retaguardia. Para lograr esta� condiciones, hace falta un poder que sea capaz de obrar no solamente por la persuasi�n, sino tambi�n por la fuerza... La raz�n de todos nuestros males est� en el punto de vista, sin duda original y muy ruso, referente a la pol�tica extranjera, que pasa por ser el punto de vista internacionalista.
�El noble Lenin no hace m�s que imitar al noble Kerenski, cuando supone que en Rusia nacer� el mundo nuevo que debe regenerar al viejo Occidente y sustituir la antigua bandera del socialismo doctrinal por la nueva acci�n directa de las masas hambrientas, y que es esto lo que har� avanzar a la humanidad y le abrir� las puertas del para�so socialista...
�Estos hombres �prosigui� el orador� creen sinceramente que la descomposici�n de Rusia conducir� a la descomposici�n de todo el r�gimen capitalista. Partiendo de este punto de vista, pudieron cometer, en tiempo de guerra, la inconsciente traici�n que consisti� en decir fr�amente a los soldados que abandonaran las trincheras y, en vez de combatir al enemigo exterior, desencadenaran la guerra civil y atacaran a los propietarios y los capitalistas...�
Al llegar aqu�, Miliukov fue interrumpido con violencia por la izquierda, de dot�de le preguntaron qu� socialista hab�a aconsejado eso alguna vez.
�Martov dice que la simple presi�n revolucionaria del proletariado es capaz de reducir y vencer la mala voluntad de las camarillas imperialistas o de hacer caer sus dictaduras..., que este resultado no se puede alcanzar por un acuerdo sobre la limitaci�n de los armamentos, sino por el desarme de estos mismos gobiernos y por la democratizaci�n radical del sistema militar...�
El orador atac� p�rfidamente a Martov y despu�s se volvi� contra los mencheviques y los socialrevolucionarios, a quienes acus� de haber entrado como ministros en el gobierno con la finalidad declarada de proseguir la lucha de clases.
�Los socialistas de Alemania y los pa�ses aliados miran a estos se�ores con desprecio mal disimulado, pero, estimando que eran bastante buenas para Rusia, nos envieron a algunos de los ap�stoles de la conflagraci�n universal.
�La f�rmula de nuestros dem�cratas es muy sencilla. Nada de pol�tica extranjera, nada de diplomacia, una paz democr�tica inmediata, y, despu�s, declarar a los Aliados: 'No querernos nada, no queremos combatir con nadie. Nuestros adversarios har�n a su vez la misma declaraci�n, �y se realizar� la fraternidad de los pueblos!'�
Miliukov, al llegar aqu�, lanz� una invectiva contra el manifiesto de Zimmerwald y declar� que el propio Kerenski no hab�a podido escapar a la influencia de ese �malhadado documento que nos acusar� eternamente�. Luego, atac� a Skobelev, cuya situaci�n en las conferencias extranjeras, como delegado ruso opuesto a la pol�tica de su gobierno, iba a ser tan extra�a que se dir�a: ��Qu� es lo que puede querer este se�or y qu� podemos decirle nosotros?� En lo tocante al nakar, Miliukov declar� que �l mismo era pacifista, que cre�a en la creaci�n de un tribunal internacional de arbitraje, en la necesidad de limitar los armamentos y en el control parlamentario de la diplomacia secreta. En cuanto a las ideas socialistas del nakaz �las ideas de Estocolmo, como �l las llam�, la paz sin victoria, el derecho de los pueblos a su libre determinaci�n, la renuncia a la guerra econ�mica, he aqu� sus palabras:
�Los �xitos alemanes son directamente proporcionales a los �xitos de aquellos que se llaman 'la democracia revolucionaria'. No quiero decir a los �xitos de la revoluci�n, porque pienso que las derrotas de la democracia revolucionaria son victorias para la revoluci�n...
�La influencia de los jefes sovi�ticos no deja de tener importancia en el extranjero. Basta con escuchar el discurso del ministro de Negocios Extranjeros para convencerse de que, en esta sala, la influencia de la democracia revolucionaria sobre la pol�tica extranjera es tan fuerte que el ministro no se atreve a hablarle, cara a cara, �del honor y la dignidad de Rusia!
�Nosotros vemos en el nakaz de los Soviets que las ideas del manifiesto de Estocolmo han sido utilizadas siguiendo dos tendencias: la de la utop�a y la de los intereses alemanes...�
Miliukov, interrumpido por los gritos de c�lera de la izquierda y llamadora! orden por el presidente, sostuvo que la proposici�n de una paz concertada por las asambleas populares y no por los diplom�ticos, y la proposici�n de entrar en negociaciones en cuanto el enemigo hubiera renunciado a las anexiones, ten�an un car�cter german�filo. K�hlmann hab�a dicho recientemente que una declaraci�n personal no compromet�a a nadie m�s que al que la pronunciaba... �En todo caso, nosotros imitaremos antes a los alemanes que a los Soviets de Diputados obreros y soldados...�
Los p�jrafos relativos a la independencia de Lituania y Livonia eran s�ntomas de la agitaci�n separatista, alimentada, dijo Miliukov, en diferentes partes de Rusia por el dinero alem�n... En medio del tumulto de la izquierda, contrast� las cl�usulas concernientes a Alsacia-Lorena, Rumania, Servia, con las que trataban de las minor�as nacionales de Alemania y Austria. El nakaz, concluy� Mi-liukov, comparte el punto de vista austro-alem�n.
Pasando al discurso de Terechtchenko, lo acus� desde�osamente de no atreverse a expresar lo que en realidad pensaba, de tener miedo incluso a pensar en la grandeza de Rusia... Los Dardanelos deb�an pertenecer a Rusia.
�Vosotros repet�s siempre que el soldado no sabe por qu� combate, y que cuando lo sepa combatir�... Es cierto que no sabe por qu� combate, pero vosotros acab�is de decirle que no tiene raz�n para combatir, que nosotros no tenemos intereses nacionales y que luchamos por los otros...�
Rindiendo homenaje de pleites�a a los Aliados, que, dijo con la ayuda de los Estados Unidos �salvar�n a pesar de todo la causa de la humanidad�, concluy�:
��Viva la luz. de la humanidad viviente, vivan las democracias avanzadas de Oceidente, que han recorrido durante mucho tiempo el camino que nosotros apenas emprendemos hoy con paso vacilante y sin seguridad! �Vivan nuestros valientes aliados!�
18. Entrevista con Kerenski: El corresponsal de la �Associated Press� explor� el terreno. �Se�or Kerenski �comenz� diciendo�, en Inglaterra y Francia est�n desilusionados por la revoluci�n.
�S�, ya lo s� �respondi� Kerenski en un tono zumb�n�, en el extranjero la revoluci�n no est� ya de moda.
��C�mo explica usted que los rusos hayan dejado de combatir?
�Eso ni se pregunta �Kerenski se mostraba furioso. �Rusia fue la primera que entr� en la guerra y, durante largo tiempo, fue ella quien aguant� todo el choque. Sus p�rdidas han sido incomparablemente m�s elevadas que las de todos los otros pa�ses juntos. Tiene el derecho de reclamar ahora a los aliados que ellos hagan, a su vez, el esfuerzo principal.
Se detuvo un instante mirando fijamente a su interlocutor.
��Ustedes pregunta por qu� han dejado de combatir los rusos? Los rusos se preguntan d�nde est� la flota brit�nica cuando los acorazados alemanes se hallan en el golfo de Riga.
Hizo una nueva pausa, para estallar s�bitamente:
�La revoluci�n rusa no ha fracasado, el ej�rcito revolucionario no ha fracasado. No es la revoluci�n la que ha desorganizado al ej�rcito; esta desorganizaci�n se produjo durante el antiguo r�gimen, hace ya varios a�os. �Por qu� no combaten los rusos? Se lo voy a decir. Porque las niasas populares est�n econ�micamente agotadas y porque se sienten desilusionadas de los Aliados.
Esta entrevista, de la que lo anterior s�lo es un extracto, fue cablegrafiada a los Estados Unidos y devuelta algunos d�as m�s tarde por el Departamento de Estado con la sugesti�n de que se �modificara�. Kerenski se neg� a ello, pero su secretario, el doctor Soskis, se encarg� de hacerlo, y bajo esta nueva forma, depurada de toda 'alusi�n mortificante para los Aliados, fue transmitida a la prensa mundial...