Anton Pannekoek

 

La destrucci�n de la naturaleza

 


Primera publicaci�n: Con el título “Naturverw�stung" en Zeitungskorrespondenz, Nr. 75, 10 julio 1909, págs. 1-2; y simultáneamente en Leipziger Volkszeitung, 10 julio 1909.
Traducci�n al castellano: Por Olga Stutz.
Fuente del texto digital: "La destrucci�n de la naturaleza" en Politica Obrera, 28 enero 2020.
Esta edici�n: Marxists Internet Archive, enero 2020.


 

 

Muchos escritos cient�ficos se quejan emocionalmente de la creciente destrucci�n de los bosques. Sin embargo, no solo se debe tener en cuenta la alegr�a que experimenta cada amante de la naturaleza por el bosque. Tambi�n hay importantes intereses materiales, incluso intereses vitales para la humanidad. Con la desaparici�n de los ricos bosques, los pa�ses conocidos en la Antig�edad por su fertilidad, densamente poblados, verdaderos graneros para las grandes ciudades, se convirtieron en desiertos pedregosos. La lluvia rara vez cae all�, o las lluvias torrenciales devastadoras arrastran las delgadas capas de humus que debe fertilizar. Donde el bosque de monta�a ha sido destruido, los torrentes alimentados por las lluvias de verano arrojan enormes masas de piedras y arena, que devastan los valles alpinos.

"Inter�s personal e ignorancia": los autores, que describen elocuentemente este desastre, no se detienen en sus causas. Probablemente creen que es suficiente enfatizar sus consecuencias para reemplazar la ignorancia con una mejor comprensi�n y cancelar sus efectos. No ven que este es un fen�meno parcial, uno de los muchos efectos similares del capitalismo, este modo de producci�n que es la etapa suprema de la b�squeda de ganancias.

�C�mo se convirti� Francia en un pa�s pobre en bosques, hasta el punto de importar cada a�o cientos de millones de francos de madera del extranjero y gastar mucho m�s para mitigar mediante la reforestaci�n las desastrosas consecuencias de la deforestaci�n en los Alpes? Bajo el Antiguo R�gimen, hab�a muchos bosques estatales. Pero la burgues�a, que tom� las riendas de la Revoluci�n Francesa, vio en estos bosques estatales solo un instrumento de enriquecimiento privado. Los especuladores arrasaron tres millones de hect�reas para convertir la madera en oro. El futuro era la menor de sus preocupaciones, solo contaba el beneficio inmediato.

Para el capitalismo, todos los recursos naturales tienen el color del oro. Cuanto m�s r�pido los explota, m�s r�pido es el flujo de oro. La existencia de un sector privado tiene el efecto de que cada individuo trata de obtener el mayor beneficio posible sin siquiera pensar por un momento en beneficio del conjunto, el de la humanidad. En consecuencia, cada animal salvaje que tiene un valor monetario, cualquier planta que crezca en la naturaleza y obtenga ganancias es inmediatamente objeto de una carrera por el exterminio. Los elefantes africanos casi han desaparecido v�ctimas de una caza sistem�tica de su marfil. La situaci�n es similar para los �rboles de caucho, que son v�ctimas de una econom�a depredadora en la que todos solo destruyen los �rboles sin replantar nuevos. En Siberia se informa que los animales de peleter�a son cada vez m�s raros debido a la caza intensiva y que las especies m�s valiosas pueden desaparecer pronto. En Canad�, los vastos bosques v�rgenes se reducen a cenizas, no solo por los colonos que quieren cultivar el suelo, sino tambi�n por los "buscadores" en busca de dep�sitos de mineral; Estos transforman las laderas de las monta�as en rocas desnudas para tener una mejor visi�n general del terreno. En Nueva Guinea, se organiz� una masacre de aves del para�so para cumplir con el costoso capricho de un multimillonario estadounidense. Las locuras de la moda t�picas del capitalismo que desperdician la plusval�a ya han llevado al exterminio de especies raras; Las aves marinas de la costa este de Am�rica debieron su supervivencia solo a la estricta intervenci�n del Estado.

�Pero las plantas y los animales no est�n all� para ser utilizados por los humanos para sus propios fines? Aqu�, dejamos completamente de lado la cuesti�n de la conservaci�n de la naturaleza, ya que surgir�a sin la intervenci�n humana. Sabemos que los humanos somos due�os de la tierra y que transforman completamente la naturaleza para sus necesidades. Para vivir, dependemos completamente de las fuerzas de la naturaleza y los recursos naturales; tenemos que usarlos y consumirlos. Esto no es de lo que estamos hablando aqu�, sino solo de c�mo lo usa el capitalismo.

Un orden social razonable tendr� que usar los tesoros de la naturaleza puestos a su disposici�n de tal manera que lo que se consume sea al mismo tiempo reemplazado, para que la sociedad no se empobrezca y pueda enriquecerse. Una econom�a cerrada que consume parte de las pl�ntulas de grano se est� volviendo m�s pobre y es m�s probable que falle. Este es el modo de gesti�n del capitalismo. Esta econom�a que no piensa en el futuro solo vive en la instantaneidad. En el orden econ�mico actual, la naturaleza no est� al servicio de la humanidad, sino del capital. No es la ropa, la comida y las necesidades culturales de la humanidad, sino el apetito de lucro de Capital, en oro, lo que gobierna la producci�n.

Los recursos naturales se explotan como si las reservas fueran infinitas e inagotables. Con las consecuencias nocivas de la deforestaci�n para la agricultura, con la destrucci�n de animales y plantas �tiles, aparece la naturaleza finita de las reservas disponibles y aparece la bancarrota de este tipo de econom�a. Roosevelt reconoce esta bancarrota cuando quiere convocar una conferencia internacional para evaluar el estado de los recursos naturales a�n disponibles y tomar medidas para evitar su desperdicio.

Por supuesto, este plan en s� mismo es una broma. El estado ciertamente puede hacer mucho para prevenir el despiadado exterminio de especies raras. Pero el estado capitalista es, despu�s de todo, solo un triste representante del bien com�n (Allgemenheit der Menschen). Debe cumplir con los intereses esenciales del capital.

El capitalismo es una econom�a sin cerebro que no puede regular sus acciones al ser consciente de sus efectos. Pero su naturaleza devastadora no se deriva solo de este hecho. En los �ltimos siglos, los seres humanos han explotado tontamente la naturaleza sin pensar en el futuro de toda la humanidad. Pero su poder se redujo. La naturaleza era tan vasta y poderosa que con sus medios t�cnicos limitados, solo pod�an causarle un da�o excepcional. El capitalismo, por otro lado, reemplaz� la necesidad local por la necesidad global, cre� medios t�cnicos para explotar la naturaleza. Estas son enormes masas de material que sufren colosales medios de destrucci�n y son desplazadas por poderosos medios de transporte. La sociedad bajo el capitalismo se puede comparar con la fuerza gigantesca de un cuerpo desprovisto de raz�n. A medida que el capitalismo desarrolla un poder ilimitado, al mismo tiempo devasta el entorno en el que vive locamente. Solo el socialismo, que puede darle a este poderoso cuerpo conciencia y acci�n conscientes, reemplazar� simult�neamente la devastaci�n de la naturaleza con una econom�a razonable.

Julio 1909