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Nahuel Moreno


TESIS SOBRE EL FRENTE UNICO REVOLUCIONARIO

("Tesis de Leeds")




Redactado: Presentado en la Conferencia realizada por las organizaciones adheridas al Comit� Internacional de la Cuarta Internacional en 1958, en la ciudad inglesa de Leeds, Inglaterra.
Primera edición: Mimeografiado en diversas ocasiones por distintos grupos.
Fuente de la transcripci�n digital: Fundaci�n Pluma.
Esta edición: Marxists Internet Archive, abril de 2015.



 

 

Sobre el frente �nico revolucionario


El ascenso revolucionario mundial as� como la intensificaci�n de la lucha de clases y las masas coloniales, fue iniciado alrededor de 1943 con la revoluci�n europea y los grandes movimientos de masas en Asia, y ha seguido un curso general ascendente. Los triunfos m�s importantes de la revoluci�n mundial han sido:

*La liquidaci�n del capitalismo y las reminiscencias feudales en el oriente de Europa;

*Las grandes revoluciones en China, el Norte de Indochina y Corea, que barrieron los reg�menes imperialistas, feudales y capitalistas en esos pa�ses;

*El logro de la independencia pol�tica por parte de la India e Indonesia, T�nez, Marruecos, y la instauraci�n del r�gimen republicano en Egipto liquidando la monarqu�a de Farouk;

*La nacionalizaci�n de las minas, el derecho de voto para toda la poblaci�n y la conformaci�n de las milicias obreras en Bolivia;

*La nacionalizaci�n del Canal de Suez y la creaci�n de la Rep�blica Arabe Unida.

A estos triunfos logrados por la revoluci�n mundial en un ascenso ininterrumpido, aunque con altos y bajos, hay que sumarles:

*El r�pido restablecimiento y desarrollo de las econom�as en los pa�ses no-capitalistas, es decir la Uni�n de Rep�blicas Sovi�ticas Socialistas (URSS) y sus sat�lites, a pesar de la rapi�a de la burocracia

*El colosal triunfo tecnol�gico logrado en el campo de los sat�lites artificiales por la URSS, triunfo que se debe acreditar a las virtudes de la nacionalizaci�n y planificaci�n de la econom�a sovi�tica.

El imperialismo mundial enfrenta este ascenso revolucionario en medio de una crisis cr�nica de los imperios europeos, combinado con un boom econ�mico que amortigu� o escondi� totalmente, seg�n el imperio del que se tratara, el car�cter cr�nico de esta crisis. En este sentido, el imperialismo yanqui es el que mejor soport� o logr� amortiguar la crisis por medio del colosal boom de su econom�a capitalista.

Tanto el ascenso revolucionario en el mundo como la situaci�n del imperialismo han empezado a cambiar de car�cter, o ya lo han cambiado. El hecho m�s importante del ascenso revolucionario es que se ha extendido a la zona de influencia de la burocracia sovi�tica, al iniciarse el proceso revolucionario de las masas en esta zona. Hoy d�a son las masas h�ngaras, polacas, checoslovacas, rusas, etc�tera, las que, junto con las argelinas �vanguardia de la revoluci�n �rabe�, est�n a la cabeza del proceso revolucionario mundial. Este nuevo fen�meno en el curso de la revoluci�n mundial est� acompa�ado, desde hace un a�o, por el comienzo de una recesi�n econ�mica en los grandes pa�ses capitalistas y principalmente, en Estados Unidos. Lo decisivo de todo esto es que con el comienzo de la revoluci�n de las masas sovi�ticas cambia cualitativamente el car�cter del ascenso revolucionario mundial. Podemos decir que hasta la revoluci�n �rabe la revoluci�n mundial se extiende y obtiene triunfos importantes, pero cuantitativos; desde su extensi�n a la zona dominada por la burocracia rusa pega un importante salto cualitativo.

 

II

La d�cada de 1943 a 1953, cuando muere Stalin, se ha caracterizado por una contradictoria combinaci�n de los factores objetivos y subjetivos del movimiento obrero y de las masas coloniales o, mejor dicho, por una unidad curiosa de las estructuras y superestructuras del movimiento de masas. Esta s�ntesis fue dada por la unidad, altamente contradictoria en potencia, de las grandes luchas del movimiento obrero y de masas con los aparatos dirigentes consolidados durante dos d�cadas de retroceso de la revoluci�n (desde 1923 hasta 1943). La unidad contradictoria del ascenso revolucionario con los viejos aparatos contrarrevolucionarios estalinistas, socialistas y burgueses ha durado ya una d�cada.

Es un fen�meno que confirma la caracterizaci�n te�rica que el conjunto de los maestros del marxismo han hecho al referirse a las relaciones m�s generales que existen entre las estructuras y superestructuras: el factor m�s duradero, m�s reaccionario, el que m�s obedece al peso de la inercia, siempre es la superestructura.

El desarrollo del ascenso revolucionario mundial en la d�cada de 1943 a 1953 no ha sido m�s que la refracci�n particular de esta ley general. El pasado se sobrevive siempre, en todas las esferas de la vida de una clase �por m�s revolucionaria que �sta sea� hasta no haber agotado todas sus posibilidades.

Los aparatos del estalinismo, el socialismo y las burgues�as coloniales, pudieron mantenerse y controlar al movimiento de masas como consecuencia inmediata de dos factores:

* Uno fue que las masas en ascenso encontraron como enemigos inmediatos a las metr�polis imperialistas en los pa�ses coloniales, y a las potencias ocupantes con sus aliados nativos en los pa�ses europeos;

* Otro, que las dos d�cadas de retroceso anterior no hab�an permitido organizar y formar, en ning�n pa�s atravesado por una situaci�n revolucionaria, un partido conscientemente revolucionario, una secci�n de la Cuarta Internacional, con ra�ces en la clase obrera y las masas coloniales. La situaci�n objetiva hab�a impedido la formaci�n de partidos revolucionarios, y la no formaci�n de estos partidos revolucionarios permiti� que fueran los partidos tradicionales y contrarrevolucionarios los que acapararan, controlaran, frenaran y desviaran a las masas al producirse el nuevo ascenso.

A este respecto, no debemos olvidar que la Revoluci�n Rusa y la Tercera Internacional fueron la resultante de cuarenta a�os de ascenso del movimiento obrero mundial, que hab�a permitido la cristalizaci�n de fuertes tendencias u organizaciones revolucionarias �consciente o inconscientemente�, en las secciones m�s importantes del movimiento obrero mundial. Entre las inconscientemente revolucionarias estaban los sindicalistas revolucionarios franceses, los International Workers of the World norteamericanos, los anarquistas espa�oles y latinoamericanos. Y revolucionarios conscientes fueron los espartaquistas alemanes y, fundamentalmente, los bolcheviques rusos.

La unidad o s�ntesis entre el movimiento de masas en ascenso y los aparatos contrarrevolucionarios escond�a una revoluci�n latente que ahora comienza a hacer crisis, y se expresa como una contradicci�n manifiesta a partir de la muerte de Stalin.

 

III

La m�s colosal confirmaci�n indirecta del an�lisis de Trotsky y de nuestra Internacional sobre el car�cter de la URSS y del gobierno estalinista, se ha dado con el comienzo de la revoluci�n de las masas rusas que cambia cualitativamente el car�cter del ascenso revolucionario.

Para el trotsquismo, la URSS ha sido siempre una parte fundamental del movimiento obrero mundial y su casta gobernante es parte, decisiva y fundamental tambi�n, de lo aparatos contrarrevolucionarios que controlan el movimiento de masas a escala mundial, desde que se impusieron como consecuencia del curso contrarrevolucionario.

El estalinismo no s�lo controlaba a los mejores sectores de la vanguardia del movimiento obrero y colonial en el mundo entero sino que, con su siniestra pol�tica, arrojaba en brazos de los aparatos burgueses, o socialistas, o de otras burocracias sindicales, a los otros sectores del movimiento obrero y las masas coloniales. Es decir que, directa o indirectamente, el estalinismo era y es el principal factor subjetivo de la contrarrevoluci�n mundial, as� como el imperialismo yanqui lo es objetivamente.

Esto significa que a escala mundial, la solidez de los aparatos que frenan, traicionan y desv�an los movimientos revolucionarios de las masas, sean ellos socialdem�cratas, partidos nacionalistas burgueses, burocr�ticos o estalinistas, se encuentra directamente relacionada con la solidez del estalinismo del Kremlin.

Al iniciarse el proceso de la revoluci�n en Rusia y el glacis (los pa�ses sat�lites de Europa del Este), las masas sovi�ticas encuentran como su enemigo inmediato, directo, no a una clase enemiga o a una metr�poli imperialista, sino a su propia superestructura que es, al mismo tiempo, la base de sustentaci�n de todos los aparatos burocr�ticos en el mundo entero. Es por eso que su lucha conmueve e inicia la crisis de todos los aparatos contrarrevolucionarios del movimiento de masas y cambia cualitativamente el car�cter del ascenso revolucionario mundial. Esto no quiere decir que los aparatos contrarrevolucionarios inmediatamente desaparecer�n o ser�n barridos por las masas, sino que ha empezado su crisis y que �sta se ir� acelerando. La conclusi�n es que hemos entrado ya en una nueva etapa de la revoluci�n mundial que durar�, como m�nimo, m�s de una d�cada.

 

IV

Es necesario detenerse para precisar mejor el fen�meno que caracteriza a la nueva etapa: la crisis de los aparatos tradicionales. Nuestra caracterizaci�n es que la crisis es revolucionaria, no reformista. Nosotros no creemos que los viejos aparatos se reformar�n, ni cambiar�n pac�ficamente sus programas y dirigentes, ni modificar�n sin sobresaltos su curso derechista o contrarrevolucionario de freno y control totalitario del movimiento de masas.

Entendemos nosotros que la crisis revolucionaria de los aparatos tradicionales es la manifestaci�n al rojo vivo de todas las contradicciones que existen en el movimiento obrero y las masas coloniales, controladas en forma totalitaria por organizaciones contrarrevolucionarias. Estas contradicciones llevadas al rojo vivo implicar�n luchas terribles, con la utilizaci�n de m�todos revolucionarios para liquidar los aparatos. El proceso objetivo de la crisis apunta hacia la ruptura y liquidaci�n de los viejos aparatos contrarrevolucionarios y, l�gicamente, nuestra pol�tica se ajustar� a esta interpretaci�n. Esto no significa descartar la posibilidad de reformas y concesiones mutuas entre los aparatos y las masas en ascenso, hasta el enfrentamiento definitivo.

M�s concreta e inmediatamente, creemos que la crisis de los aparatos tradicionales se manifestar� en el surgimiento de tendencias que esbozan y formulan diferentes l�neas pol�ticas dentro de los aparatos tradicionales, o de sectores que rompen con ellos abiertamente. Es decir, el car�cter de la crisis estar� dado por el surgimiento claro de distintas tendencias y sectores al interior de los aparatos que controlan al movimiento obrero y las masas coloniales. Esto adquirir� una din�mica centr�fuga, de contradicciones ideol�gicas con pol�ticas cada vez m�s agudas hasta su violenta irrupci�n Las tendencias centr�fugas en todas direcciones y la b�squeda de alternativas expresan la presi�n del ascenso revolucionario, que promueve la formulaci�n de las necesidades pol�ticas m�s urgentes del movimiento obrero y de masas. Por otro lado, esto significa tambi�n el renacer de la democracia y de la autodeterminaci�n del movimiento en oposici�n revolucionaria al control totalitario sobre el movimiento de masas por parte de los aparatos tradicionales.

Se trata de una crisis general, mundial, que adquirir� un car�cter distinto de pa�s a pa�s, seg�n sean la violencia de ascenso revolucionario y la fuerza de los aparatos tradicionales. En la medida que aumente la intensidad del ascenso en un determinado pa�s, la crisis tender� a adquirir un car�cter masivo y explosivo.

Por el contrario, cuanto menos sea el ascenso m�s tender� a adquirir un car�cter intelectual y expresarse s�lo entre los elementos de vanguardia Hungr�a y Estados Unidos son los mejores ejemplos de dos casos extremos. En Hungr�a la crisis del estalinismo adquiri� un car�cter masivo, total, abarcando a todo el movimiento obrero y estudiantil fuera o no estalinista. En Estado Unidos en cambio la crisis se manifiesta solamente entre lo elementos de vanguardia de la intelectualidad o la militancia revolucionaria.

La crisis est� en un estadio cualitativamente superior en la URSS, el glacis y el movimiento estalinista mundial, por dos razones. Una raz�n, objetiva, es que el movimiento revolucionario est� atacando y lleva su ofensiva contra el basti�n del aparato estalinista mundial. La otra, subjetiva, es que a pesar de su degeneraci�n y prostituci�n el movimiento estalinista mundial no deja de estar ligado a la tradici�n del leninismo. Por esta raz�n los sectores que rompen con el estalinismo se orientan r�pidamente a una interpretaci�n leninista del fen�meno estalinista mundial.

La socialdemocracia, los aparatos burgueses y peque�o burgueses en el movimiento de las masas coloniales y las burocracias sindicales, sufren una crisis indirecta y que est� en un estadio inferior a la del estalinismo, como consecuencia justamente de que por el momento no sufren el embate directo del movimiento obrero y que el nivel y tradici�n ideo- l�gica del movimiento que controlan es mucho m�s bajo que el estalinista. Por el momento la crisis se expresa en el interior mismo de los aparatos, con un incremento en la militancia de los activistas obreros, una mayor tensi�n entre las distintas tendencias o el esbozo de tendencias antes inexistentes.

 

V

La etapa hist�rica de la crisis de las superestructuras tradicionales del movimiento de masas, ir� acompa�ada por la superaci�n de la crisis hist�rica de la direcci�n del movimiento obrero. A su vez, la superaci�n de la crisis de direcci�n no puede significar otra cosa que la transformaci�n del trotsquismo, de nuestras secciones y de nuestro partido mundial, en partidos revolucionarios con gran influencia en el movimiento de masas.

Concretamente, la etapa que se ha abierto con la muerte de Stalin es no s�lo la de la crisis de las superestructuras tradicionales del movimiento obrero y de masas, sino tambi�n de superaci�n de la crisis de direcci�n del movimiento obrero y de transformaci�n de nuestro movimiento, conformando partidos de masas.

Estos tres fen�menos terminar�n por unirse cuando se liquide definitivamente a las viejas superestructuras, y el trotsquismo se transforme en la �nica direcci�n real del movimiento de masas y se dan estrechamente ligados entre s�, pero esto no significa que sean lo mismo. Por el contrario, son fen�menos distintos que se dar�n conjuntamente y en un proceso de desarrollo desigual y combinado.

La crisis de los aparatos tradicionales condiciona y posibilita la superaci�n de la crisis de direcci�n del movimiento obrero. A su vez, los pasos objetivos que se vayan dando hacia la superaci�n de la crisis de direcci�n revolucionaria acelerar�n la crisis de los aparatos tradicionales. Pero de cualquier manera, la crisis liberar� fuerzas en todas direcciones, fuerzas que no ser�n totalmente asimilables desde un principio al encarar la etapa de superaci�n de la crisis de direcci�n del movimiento obrero. Es decir, la crisis va a tener en un primer momento una din�mica m�s r�pida que la superaci�n de la crisis de direcci�n obrera revolucionaria. Por el contrario, a medida que se comience a superar la crisis de direcci�n revolucionaria, la rapidez de este proceso se ir� acelerando hasta emparejar la din�mica inicialmente mayor de la crisis de los aparatos tradicionales. Podemos decir pues que la crisis de los aparatos contrarrevolucionarios tendr� una velocidad uniforme m�s elevada que los inicios de superaci�n de la crisis de direcci�n obrera revolucionaria, pero que la velocidad de este �ltimo proceso ir� aumentando en cada nueva etapa del proceso.

Tambi�n habr� un proceso de desarrollo desigual y combinado entre el comienzo de superaci�n de la crisis de direcci�n y el fortalecimiento de nuestro partido mundial y sus secciones. La crisis de los aparatos libera tendencias revolucionarias inconscientes, centristas de izquierda o ultra izquierdistas, y con todas sus limitaciones y errores llevar�n- al movimiento de masas posiciones revolucionarias, respondiendo principalmente a las cuestiones m�s urgentes, concretas y perentorias. Llamamos a estas tendencias �inconscientemente revolucionarias� porque no se han elevado a la comprensi�n de la necesidad de nuestro programa y organizaci�n mundial, pero su surgimiento tiene un profundo significado objetivo: es el comienzo de una nueva direcci�n revolucionaria del movimiento de masas, porque muestran los primeros pasos objetivos de la vanguardia obrera o de movimiento de izquierda orientados a darse a si mismos y darle a las masas una pol�tica revolucionaria. Nuestro movimiento trotsquista es el factor conscientemente revolucionario que tiene que comprender estos primeros pasos y, en lugar de asustarse ante ellos, debe desarrollarlos y acelerarlos.

Nuestro propio desarrollo en principio ser� m�s lento que el que tendr�n estas tendencias de izquierda cuando aparezcan. Pensemos en el fabuloso desarrollo de las juventudes comunistas h�ngara y polaca, con sus planteos revolucionarios y sus consignas o esbozos de una pol�tica enderezada a que los obreros tomen el poden �Podemos comparar ese desarrollo multitudinario, con nuestra posibilidad de crecer de 50 a 500 durante el proceso revolucionario? Pensemos en las posibilidades enormes que abrir�a el desarrollo de una poderosa y amplia izquierda antiimperialista y anticapitalista dentro del Partido Laborista brit�nico, o las de un futuro partido Laborista norteamericano. Comparemos esa posibilidad con la planteada por la realidad con la capacidad de nuestras secciones para capitalizar en su mayor parte procesos de ese tipo, y veremos que eso no es posible, justamente porque no son ni pueden ser fen�menos id�nticos. La amplitud de las tendencias de izquierda revolucionarias inconscientes en el comienzo de la crisis y en las primeras etapas es mucho mayor que la nuestra, y adquiere o tiene posibilidades de actuar objetivamente sobre las masas como una direcci�n o un poderoso movimiento. Un avance cualitativo de nuestro movimiento trotsquista nos permitir� invertir esta desigualdad entre el crecimiento y fortaleza relativa de las tendencias de izquierda y el crecimiento y fortalecimiento relativo de nuestros partidos nacionales.

 

VI

No olvidando ni por un momento que todo este proceso se da �y s�lo puede darse� en el marco de poderosas luchas del movimiento obrero para llegar a la toma del poder y autodeterminarse a trav�s de un proceso revolucionario en permanencia, el Partido Mundial de la Revoluci�n Socialista debe perseguir dos objetivos fundamentales frente a la crisis de los aparatos tradicionales: acelerarla todo lo posible y, para ello, acelerar el ascenso revolucionario del movimiento de masas. Para esto, vemos como una necesidad objetiva la organizaci�n de acciones revolucionarias en com�n de las tendencias inconscientemente revolucionarias, que libera la crisis de los aparatos tradicionales, con nosotros. Claro est� que estas acciones en com�n no pueden tener otro destinatario que el movimiento revolucionario de las masas.

Queremos decir que debemos organizar acciones en com�n con todas las tendencias revolucionarias inconscientes que surjan en el proceso de crisis de los aparatos tradicionales, para desarrollar y profundizar esa crisis a trav�s de la movilizaci�n revolucionaria de la clase obrera y las masas coloniales. Estas acciones comunes significan comenzar a disputarle la direcci�n del movimiento de masas a los aparatos contrarrevolucionarios a trav�s de la unidad de acci�n inmediata revolucionaria o potencialmente revolucionaria. No se trata de alentar a que las tendencias revolucionarias inconscientes al romper con los aparatos se alejen de las masas, sino de todo lo contrario. Debemos esforzarnos para que se vuelvan hacia el movimiento de masas, para que no se despeguen de �l, para darle o pelear por darle una direcci�n revolucionaria.

Es una utop�a pretender que las tendencias revolucionarias inconscientes que se dan y seguir�n dando en el movimiento obrero y de las masas coloniales del mundo entero se incorporen inmediata o autom�ticamente a la Cuarta Internacional, dada la debilidad que heredamos del pasado. Por el contrario, es perfectamente posible lograr acciones en com�n que respondan a las necesidades revolucionarias m�s urgentes del pa�s, zona o sindicato, universidad o grupo intelectual donde actuemos. Por eso, nuestra tarea en cada pa�s debe ser precisar el car�cter de la crisis de las superestructuras del movimiento obrero, y establecer cu�les son las necesidades program�ticas revolucionarias urgentes del movimiento obrero y su vanguardia, para lanzar las consignas revolucionarias que nos permitan impulsar a una acci�n conjunta de las tendencias revolucionarias inconscientes en el movimiento de masas, para elevar la acci�n revolucionaria de �stas.

A esta tarea la denominamos Frente Unico Revolucionario, para mantenernos en la tradici�n del marxismo de nuestra �poca, que ha denominado a las otras dos estrategias m�s generales del movimiento comunista internacional Frente Unico, el Proletario y el Antiimperialista. De cualquier forma, lo menos importante es el nombre. Lo importante es comprender que el Frente Unico Revolucionario significa toda una nueva estrategia general que se sintetiza en la necesidad de que nuestras organizaciones trotsquistas nacionales asuman la tarea obligatoria de organizar la acci�n com�n de las tendencias revolucionarias que surgen de la crisis de los aparatos en el movimiento de masas, para postular con redobladas fuerzas el derecho y la necesidad de que haya una direcci�n revolucionaria del movimiento de masas, y para ayudar a que estas tendencias en verdad se eleven a actuar como una direcci�n revolucionaria.

 

VII

Esta estrategia abre enormes perspectivas para nuestro desarrollo, pero como toda nueva etapa tambi�n nos acarrear� grandes peligros. El principal de ellos es la tendencia a diluirnos o abandonar los principios, a desaparecer, a capitular ante las deficiencias, lagunas o errores de los l�deres o tendencias revolucionarias inconscientes. Por eso debemos alertar que la �nica posibilidad de que esta estrategia sirva plenamente al movimiento de masas, eleve a las nuevas tendencias revolucionarias a ser una verdadera direcci�n consciente del movimiento de masas y ayude al fortalecimiento del movimiento trotsquista, es que la Cuarta Internacional y su Direcci�n tengan una existencia m�s vigorosa que nunca, para contrarrestar las inevitables desviaciones oportunistas o seguidistas de nuestras secciones en la aplicaci�n del Frente Unico Revolucionario.

A escala nacional, debemos decir lo mismo de las secciones de la Cuarta Internacional como organismo bolchevique: todo �aflojamiento� de nuestra organizaci�n ser�a fatal para el frente y para el movimiento de masas, pues eliminar�a el �nico foco consciente de todo el proceso y la �nica posibilidad de una direcci�n revolucionaria consciente.

Los motivos fundamentales del movimiento trotsquista al crear la estrategia del Frente Unico Revolucionario son, por un lado, tener una palanca mucho m�s vigorosa para llegar al movimiento de masas proponi�ndole nuestras consignas para la acci�n, y por el otro lado hacer m�s fuerte a nuestro movimiento mundial y sus secciones. El �ltimo objetivo es tan importante como el primero y no puede ser dejado de lado aun cuando sus relaciones puedan ser contradictorias.

Finalmente, todos los alertas que hemos hecho sobre la necesidad de mantener nuestros partidos nacionales m�s f�rreamente organizados que nunca, no significan atarnos las manos respecto a las formas organizativas o las t�cticas a adoptar para desarrollar las t�cticas de frente �nico revolucionario en cada pa�s. Estas t�cticas pueden ser cualquiera de las tradicionales, desde el acuerdo para acciones limitad�simas y urgentes con tendencias de izquierda, hasta el entrismo en una amplia tendencia de izquierda que surja, o en un partido centrista de izquierda ya existente. Cualquiera de estas variantes puede ser l�cita, si es el fruto de un cuidadoso estudio de la realidad nacional, que nos lleve a la conclusi�n de que la t�ctica pol�tico-organizativa adoptada es la mejor para comenzar a darle una nueva y vigorosa direcci�n revolucionaria al movimiento obrero y de masas y al mismo tiempo, para fortificar la �nica direcci�n conscientemente revolucionaria existente en el pa�s y en el mundo: la Cuarta Internacional.