Escrito: 1969
Esta edición: Marxists Internet Archive, octobre de 2009.
Traducción: Traductor orignal desconocido. Esta edición revisada por J. Maestro (2009)
Digitalización: Martin Fahlgren, 2009.
El marxismo es esencialmente la explicación de la historia del desarrollo de las sociedades a través de las relaciones y los conflictos entre los grupos sociales. Si el marxismo del siglo XIX se ha basado totalmente en el estudio del grupo fundamental, o sea la clase social que tiene sus raíces en el proceso de producción, el marxismo del siglo XX se ha visto obligado a captar la importancia de grupos fundamentales que no son clases, que no tienen raíces en el proceso de producción, pero que no dejan de jugar por ello un papel importante en el desarrollo de nuestra sociedad y de la sociedad de transición entre el capitalismo y el socialismo.
Entre esos grupos, que llamaríamos secundarios, la burocracia ocupa sin duda el lugar principal. Si el marxismo del siglo XX ha sido llevado a descubrir el problema de la burocracia, es porque ese problema, nacido en el movimiento obrero en los años 1898-99, se ha desarrollado y ha tomado en el plano ideológico una importancia cada vez mayor. Por supuesto, para que los teóricos puedan captarlo y analizarlo en el terreno ideológico, ha sido preciso que ese epifenómeno se haya ya manifestado en la vida y la práctica de las organizaciones obreras.
Esta exposición introductoria distinguirá los dos aspectos fundamentales del problema: el aspecto teórico y el aspecto histórico. Intentaremos responder a las cuestiones siguientes:
El problema de la burocracia en el movimiento obrero se plantea, bajo su forma más inmediata, como el problema del aparato de las organizaciones obreras; problema de los permanentes, problema de los intelectuales pequeño-burgueses ocupando funciones de dirección intermedia o superior en las organizaciones obreras.
En cuanto las organizaciones obreras quedan reducidas a grupos menores, a sectas políticas o a uniones de autodefensa de limitada importancia numérica, no hay aparato, no hay permanentes, y el problema no puede plantearse. Lo máximo que se puede plantear es el problema de los intelectuales pequeño-burgueses que ayudan al desarrollo de ese movimiento embrionario. Pero, con el auge del movimiento obrero, la aparición de organizaciones de masas políticas o sindicales resulta inconcebible sin un aparato de permanentes, de funcionarios, es decir, ya está en potencia el fenómeno de burocratización: desde el principio aparece una de las raíces más profundas del fenómeno burocrático.
La división del trabajo en la sociedad capitalista reserva al proletariado el trabajo manual unido a la producción simple, y a otras clases la asimilación y elaboración de la cultura. Un trabajo fastidioso y agotador, tanto desde el punto de vista físico como intelectual, no permite que el proletariado asimile y adquiera la ciencia objetiva en sus niveles más desarrollados, y tampoco permite que tenga una actividad política y social permanente. La situación del proletariado dentro del régimen capitalista es una situación de subdesarrollo cultural y científico.[1]
La total supresión de los aparatos en el movimiento obrero lo condenaría a un mediocre primitivismo, haciendo que su victoria apareciera como una regresión en el terreno cultural y social en relación con las realizaciones del mundo capitalista. Por el contrario, el socialismo, la emancipación del proletariado, no puede concebirse sino por la completa asimilación de todo lo que dejó la ciencia previa al socialismo en el terreno de las ciencias sociales y naturales.
El desarrollo del movimiento obrero significa que la creación de un aparato resulta absolutamente indispensable[2], así como la aparición de funcionarios, los cuales, gracias a una especialización cualquiera, tratan de colmar el atraso creado por la condición proletaria dentro de la clase obrera.
Claro está que se podría decir muy sinceramente que la burocracia nace de esta nueva especialización: en cuanto unas personas hacen profesionalmente, y de una manera permanente, política o sindicalismo obrero, existe de modo latente una posibilidad de burocratismo y de burocracia.
En otro plano, más profundo, tal especialización provoca fenómenos de fetichismo y reificación: es una sociedad fundada en la división del trabajo, en una excesiva diferenciación de las tareas y en la que los trabajadores hacen siempre los mismos movimientos, su actitud es el reflejo ideológico de dicha situación: llegan a considerar su actividad como un fin en sí. Del mismo modo las estructuras de las organizaciones, primero concebidas como medios, ya se conciben como fines, particularmente por los que se identifican más directamente con las organizaciones, es decir, por los que viven en ellas en permanencia: individuos que componen el aparato, permanentes, burócratas en potencia.
Eso nos conduce a la comprensión de lo que es la base ideológica y psicológica de la formación de la burocracia obrera: el fenómeno de la dialéctica de las conquistas parciales.
Puesto que somos materialistas, no podemos disociar este problema de los intereses objetivos; tras el problema de la burocracia, está el de los privilegios materiales y la defensa le estos privilegios.
Si queremos entender el problema, tanto en sus orígenes como en su desarrollo, resultaría demasiado simple reducirlo todo al único aspecto de la defensa de los privilegios materiales. El mejor ejemplo en contra sería el de los Partidos Comunistas que no han llegado al poder, el de la burocracia de los partidos comunistas como los de Francia e Italia, o países semicoloniales como Brasil, aunque en cierta época (la peor del estalinismo) estos fenómenos aparecieron en gran escala. Hoy en día, en los Partidos Comunistas de masas, los salarios de los permanentes no son superiores a los de los obreros especializados, y por lo tanto, no son privilegios materiales los que hay que defender. En cambio, el fenómeno de la dialéctica de las conquistas parciales sí funciona plenamente: identificación del fin con los medios, del individuo burócrata con la organización, del fin histórico con la organización, siendo tal identificación una causa profunda de la actitud conservadora que puede llegar a oponerse de manera violenta a los intereses del movimiento obrero.
Esta dialéctica se manifiesta en la conducta de los que subordinan el desarrollo y las victorias de las luchas obreras, pensadas para llegar a la conquista del poder, a la sola defensa de las organizaciones obreras existentes; de los que, en el terreno internacional subordinan la expansión de la revolución colonial a la defensa estática de la URSS y de los Estados obreros. Hacen como si los elementos de democracia obrera dentro del mundo capitalista y la misma existencia de los Estados obreros fueran fines en sí mismos, fueran ya la realización del socialismo. Se comportan como si toda nueva conquista del movimiento obrero tuviera que estar subordinada de manera absoluta e imperativa a la defensa de lo que existe. Eso crea una mentalidad fundamentalmente conservadora.
La famosa frase del Manifiesto Comunista: “Los proletarios no tienen nada que perder sino sus cadenas”, es una frase de gran calado que debe considerarse como una de las bases del marxismo: da al proletariado el papel de emancipador de la sociedad, puesto que los proletarios no tienen nada que defender.
Tan pronto como eso no sea verdad al cien por cien, en cuanto una parte del proletariado (sea la burocracia obrera, sea la aristocracia obrera formada en el seno del proletariado de los países imperialistas desarrollados), posee una organización que les confiere un nivel de vida superior a su situación inicial, hay peligro de desarrollo de una nueva mentalidad. Ya no es verdad que el proletariado no tenga nada que perder: en cada nueva acción hay que estudiar los pros y los contras: en vez de pensar que pueda reportar algo positivo, se plantea si no podrá hacer perder lo que ya se posee.
Eso constituye la raíz más profunda del conservadurismo burocrático en el movimiento social-demócrata, desde antes de la Primera guerra mundial y en la burocratización de los Estados obreros, aun antes de su forma extrema de degeneración en la era estalinista.
Es necesario comprender esta dialéctica de las conquistas parciales como una verdadera dialéctica: no es una contradicción falsa, que se puede resolver con una fórmula; es una verdadera contradicción dialéctica que radica en problemas reales. Claro está que pasa por negar o bien rehusar la lucha revolucionaria en los países capitalistas y por negar la extensión internacional de la revolución, so pretexto de que pone en peligro las conquistas existentes, el conservadurismo burocrático es una actitud dañina para los intereses del proletariado y del socialismo; sin embargo, el origen de tal actitud, la necesidad de defender lo adquirido, es un problema real: ”el que no sabe defender las conquistas existentes nunca hará otras” (Trotsky). No obstante, es falso considerar a priori, (y aquí está el conservadurismo), que cualquier progreso, en un país o en el mundo, amenaza automáticamente las conquistas anteriores. Tal actitud caracteriza el conservadurismo más profundo y permanente tanto de burocracias reformistas como estalinistas.
Esta didáctica de las conquistas parciales, vinculada con el fenómeno del fetichismo en una sociedad fundada en la división del trabajo a un altísimo grado, constituye pues una de las raíces más profundas de la existencia de la burocracia. Esta tendencia es inherente al desarrollo del movimiento obrero de masas en una fase histórica de descomposición del capitalismo y de transición .hacia la sociedad socialista.
En conclusión, el problema real no es pues, la abolición de la burocracia gracias a decretos o a fórmulas mágicas, sino el de su debilitación progresiva con la creación de mejores condiciones objetivas y subjetivas que permitan la desaparición lenta de los gérmenes presentes en la sociedad y en el movimiento obrero.
Claro está que no se debe caer tampoco en el error opuesto al materialismo vulgar, es decir, reducir el problema a sus lejanos orígenes sociológicos, desprendiéndolo totalmente de su estructura material. La tendencia al conservadurismo por parte de los dirigentes y de los permanentes de las organizaciones obreras no deja de estar relacionada con las ventajas materiales y privilegios que estas funciones procuran.
Estos privilegios sociales son también privilegios de autoridad y de poder a los cuales los individuos dan mucha importancia.
a. Si consideramos el problema en su forma original, es decir el problema de los aparatos de las primeras organizaciones obreras, de los sindicatos y de los partidos socialdemócratas antes de la Primera guerra mundial, los privilegios burocráticos aparecen de dos maneras:
No hay duda que ese fenómeno de ascenso social contiene en potencia un germen importante de burocratización: los que ocupan estos puestos quieren seguir ocupándolos, lo que les lleva a defender ese estado permanente, frente a los que desean sustituirlos, turnándose entre sí en la organización.
b. El fenómeno de la aparición de privilegios sociales, al principio muy pocos materiales, ya cobra mayor amplitud cuando las organizaciones de masas empiezan a ocupar posiciones de fuerza dentro de la sociedad capitalista: se trata entonces de designar a los parlamentarios, a los representantes municipales o a los secretarios sindicales que pueden negociar a un alto nivel con las organizaciones patronales y, por consiguiente, hasta cierto punto coexistir con ellas; de igual modo ocurre cuando se trata de designar a redactores de periódicos y personas para representar a las organizaciones obreras en una serie de actividades conexas, dentro de un movimiento polivalente, que trata de intervenir en todas las actividades sociales y hasta cierto punto queda asimilado a esas actividades.
Aquí tambien se da una verdadera dialéctica que no se reduce a una contradicción banal, por ejemplo, cuando el movimiento obrero posee una cierta cantidad de periódicos y necesita muchos redactores está ante un verdadero dilema. Si aplica la regla de Marx para luchar contra la burocracia, esto es, si da a los permanentes el sueldo de un obrero especializado, podrá producirse una verdadera selección profesional al revés. Los elementos más conscientes políticamente aceptarán la norma, pero los más avispados, que podrían ganar mucho más en otro lugar, siempre quedarán tentados por esa alternativa. En la medida en que no esté bastante convencida en el plano político, la mayor parte se encontrará amenazada por la atracción del medio pequeño-burgués y por lo tanto estará perdida para el movimiento obrero.
Ese fenómeno de eliminación también existe para otras profesiones en las municipalidades administradas por el movimiento obrero. El mismo problema se plantea para los arquitectos, los ingenieros y los médicos. La aplicación rigurosa de la regla de Marx puede llevar en muchos casos a la eliminación de todos aquellos cuya conciencia política está insuficientemente desarrollada.
En la sociedad capitalista, con sus ”valores morales” y su entorno, es imposible edificar una sociedad comunista ideal, incluso en el seno del movimiento obrero. Eso puede ser realizado en el interior de un núcleo de revolucionarios extremadamente conscientes; pero en un movimiento obrero numéricamente más desarrollado, en democracia burguesa, hay interpenetración con la sociedad capitalista; hay mas tentaciones y la aceptación de esas reglas se hace más difícil. Vemos entonces aparecer la tendencia a la burocratización: la desaparición de los obstáculos conscientemente erigidos contra los peligros de posiciones privilegiadas abre el camino a esta tendencia cada vez más claramente.
c. En la última fase histórica, dentro de algunas de las grandes organizaciones obreras, puede aparecer esta dialéctica hasta su fase final. La orientación política puede ser enteramente cambiada a través de la integración constante con la sociedad burguesa y por medio de la colaboración de clases.
Las raíces de la burocracia se multiplican muy rápidamente. Una parte de los dirigentes cohabita de modo consciente con la burguesía, integrándose en la sociedad capitalista. Los obstáculos a la burocratización, levantados por la conciencia socialista, desaparecen; se multiplican los privilegios; los parlamentarios social-demócratas ya no entregan una parte de su sueldo a la organización, porque no se contentan con su sueldo de permanentes; se constituye una verdadera clientela dentro de la clase obrera. Entonces la degeneración burocrática no puede sino proliferar.
Se trata de un proceso que se desarrolla en tres fases paralelas:
Se corre el riesgo de llegar a las formas más monstruosas de la burocracia soviética en la época estalinista
– por ejemplo, ”las cuentas bancarias fijas”, mediante las cuales un cierto número de individuos privilegiados podían hacer todos los gastos posibles conservando siempre la misma suma en su cuenta. El único límite era la escasez relativa de las mercancías; para esos individuos esa era la verdadera realización del comunismo en una sociedad económicamente atrasada. Han aparecido en la literatura post-estalinista de la Unión Soviética, en los periódicos y revistas, casos concretos de artistas y por supuesto de dirigentes políticos que disponían de ese privilegio.
– Otro aspecto de esos privilegios exorbitantes, no menos chocante, eran los ”almacenes especiales”: ese fenómeno, nacido en la época estalinista, siguió existiendo en la mayoría de los Estados obreros hasta 1956-57. Los funcionarios del Partido tenían derecho a los almacenes especiales, cuidadosamente velados a la población: dichos almacenes estaban escondidos en casas que exteriormente parecían casas normales, habitables sólo para los que podían entrar en ellas. Nadie pues conocía la existencia de esos almacenes, en los cuales había mercancías que por aquel entonces eran inaccesibles para el pueblo, y en gran parte importadas de los países imperialistas. Existía una verdadera jerarquía entre los funcionarios del Estado y del Partido que tenían acceso a los almacenes: algunos debían pagar la tarifa entera; otros, mejor colocados en la escala burocrática, sólo pagaban la mitad; y finalmente los mejor colocados en la escala, los que poseían las famosas cuentas bancarias, podían escoger lo que querían sin pagar nada.
En el período 1947-48, que fue un periodo de penuria y miseria en los Estados Obreros, los burócratas de países como Alemania Oriental, recibían los paquetes de la Unión Soviética. Es curioso constatar con qué minucia se respetaban las jerarquías en la confección de los paquetes: según la posición de cada cual, recibían paquetes más o menos grandes, conteniendo medias de seda o de lana, manteca o grasa de cerdo, etc.
Es ridículo, o tal vez tragicómico, ver cómo en una época de hambre era posible hacer una aplicación tan rígida de la mentalidad burocrática, erigiendo la jerarquía de los privilegios materiales como principio necesario, pero es lógico encontrar hasta en eso las deformaciones burocráticas más características.
La conclusión más importante que hay que sacar de este examen sumario del problema es la siguiente: es necesario distinguir dos grupos de fenómenos y evitar yuxtaponerlos de forma abusiva:
Si no se hace la distinción entre ambos fenómenos o, lo que es peor todavía, si se lucha contra todas las formas de organización que conducen inevitablemente a una degeneración extrema, se coloca al movimiento obrero ante un problema sin salida y no ante una contradicción dialéctica. Entonces no se puede plantear más que la imposibilidad de la auto-emancipación del proletariado. Esta actitud conduce a colocar al movimiento obrero en pésimas condiciones y a impedir su autoemancipación:
a. Esta confusión es la que caracteriza a diferentes grupos ”ultra-izquierdistas” (más bien derechistas que ultraizquierdistas): una de las soluciones propuestas por esos grupos consiste en decir que el mal radica en la presencia de un aparato y de permanentes. Según ellos, es necesario luchar contra la existencia de ”revolucionarios profesionales”: la frase ”Stalin estaba presente como el primer revolucionario profesional del movimiento obrero” resume lo esencial de esas tesis. Cabe preguntarse entonces lo qué sería el movimiento sin permanentes, no en una sociedad ideal, sino en la sociedad capitalista tal como es. Un movimiento obrero que tratase de crear revolucionarios profesionales proletarios, nacidos de la clase obrera y estrechamente unidos a ella, no podría sobrepasar el nivel más primario de las primeras organizaciones de autodefensa de la clase obrera; estaría separado de las ciencias modernas, tanto humanas como naturales; y se vería condenado, por incompetencia política y económica, a la imposibilidad de luchar más allá de las reivindicaciones más inmediatas y más espontáneas. Tal movimiento sería incapaz de liberar al proletariado y de derribar al capitalismo, abriendo el camino hacia la sociedad socialista. La historia ha mostrado que esa solución era la más improbable de todas: no hay en el mundo un solo país en el que el movimiento obrero, después de decenas de experiencias, continúe aferrado a ese nivel de primitivismo, por temor a la posibilidad de deformación burocrática ulterior.
b. En la práctica el peligro de que se produzca se encuentra en este otro término de la alternativa. Cuando no se quieren permanentes, revolucionarios profesionales y no se quiere permitir una selección y una educación sistemática hasta en el nivel más elevado de los elementos proletarios, las organizaciones obreras caen inevitablemente bajo la influencia de intelectuales pequeño-burgueses o burgueses que se adueñan totalmente de ellas. Dentro de esas organizaciones ellos reproducen el monopolio de la ciencia y de la cultura que ya posee dentro de la sociedad capitalista.
Entonces reaparece la verdadera contradicción que no es comprendida por esos grupos: el verdadero dilema en la sociedad capitalista no estriba en la elección entre una forma que no presente ningún germen de burocratización y una forma organizativa que no presente esos peligros; en realidad la elección es la siguiente:
Numerosos ejemplos históricos ilustran este aspecto: organizaciones pseudo-obreras quedaron durante largos períodos bajo la influencia de la burguesía por falta de autonomía obrera, de capacidad organizativa o también por error ideológico, negándose a ir más allá de cierto nivel.
Es curioso constatar que los defensores de esa teoría ven el peligro como nacido del aparato, que es real, y no comprenden por otra parte que obreros no permanentes sometidos a la influencia de la sociedad capitalista serán mucho más permeables a la ideología dominante, que es la de la clase en el poder. La razón es que la dificultad del trabajo manual hace que la emancipación intelectual y cultural resulte difícil en el marco de una jornada de trabajo de ocho o nueve horas, sin incluir los tiempos utilizados en los transportes cotidianos, etcétera.
Una organización obrera en la que no hubiera más que obreros manuales constantemente dedicados al trabajo de producción, estaría influida con mayor facilidad por la ideología burguesa que una organización en la que hubiera un esfuerzo constante por formar, educar y librar de la esclavitud del trabajo capitalista a los obreros más conscientes y más revolucionarios, situándolos en la escuela de los revolucionarios profesionales.
Otro ejemplo, de esas soluciones falsas que revelan en realidad una total incomprensión del problema, ha sido desarrollado por el grupo ”Socialismo ó Barbarie”: para impedir la burocratización del Estado obrero, es necesario, una vez hecha la revolución, suprimir todas las diferencias de sueldos y salarios. Aquí nuevamente hay una incomprensión de la verdadera dificultad: ¿cuál sería el resultado objetivo de tales medidas? En una sociedad dominada por la penuria material, si se suprimen de repente todas las diferencias de salarios, el resultado práctico será la supresión de una gran parte de los estímulos que incitan a la gente a cualificarse más. Desde el momento en que cualificación cultural y profesional ya no significa ninguna mejora de las condiciones de vida, y en una situación de penuria, el esfuerzo por cualificarse se reduciría a los elementos más conscientes que comprenden la necesidad objetiva de la mejora del nivel cultural y profesional.
El número de personas que querrían cualificarse sería mucho más reducido que en una sociedad de transición en la que se conservara ese estímulo material con las consiguientes diferencias de salarios. En tales condiciones el desarrollo de las fuerzas productivas será mucho más lento, la penuria duraría más tiempo y el resultado sería exactamente el contrario del esperado. Las causas objetivas del desarrollo de la burocracia, esto es, el subdesarrollo de las fuerzas productivas y el subdesarrollo cultural del proletariado, durarían mucho más tiempo. En cambio, si se conserva cierta diferenciación en los salarios, la cualificación se aceleraría así como la creación de las condiciones materiales que favorecen la desaparición de los privilegios y la tendencia a la burocratización.
Este ejemplo es muy significativo para demostrar que se trata verdaderamente de una dialéctica y que la solución debe ser igualmente dialéctica.
a. Por falta de experiencias históricas, Marx no pudo comprender todos los aspectos del problema de la burocratización. Sólo conoció una experiencia de Estado obrero que duró tan sólo algunos meses, la Comuna de París; sin embargo sacó de ella, con genial preciencia, dos reglas muy sencillas y muy profundas, que casi contienen 'todos los remedios desarrollados actualmente por el movimiento obrero contra la burocratización:
b. La solución marxista revolucionaria del problema ha sido dada por la teoría leninista del partido y la teoría trotskista del Estado obrero y del papel consciente de la vanguardia para luchar contra la burocracia al dirigir el Estado obrero.
Es necesario ser lúcido y comprender el problema objetivo, esto es, el carácter inevitable de la presencia en forma embrionaria y potencial de los gérmenes de la burocratización. Paralelamente es necesario comprender cuáles son los medios más eficaces para luchar contra esas tendencias y para reducirlas en diferentes condiciones materiales y subjetivas.
En cuanto al partido, el mismo Lenin tuvo que hacer en pocos años no tanto una autocrítica, sino más bien un examen más profundo de sus opiniones (desarrolladas en ”¿Qué hacer? ”), después de que el movimiento obrero ruso hubiera pasado, con la revolución de 1905, por su primera experiencia de actividad revolucionaria de masas de gran amplitud. La teoría leninista del partido está basada en dos elementos: por una parte, por lo que escribió Lenin en ”¿Qué hacer? ” a comienzos del siglo en cuanto a la creación del núcleo del partido revolucionario, en condiciones de clandestinidad; por otro lado, por lo que escribió después de la primera experiencia revolucionaria de masas del proletariado soviético, después de la experiencia de los soviets, de los sindicatos y de los partidos de masas. Es indispensable comprender la necesidad de destacamentos de vanguardia y también de partidos de vanguardia, que no pueden ser sino partidos minoritarios.[3]
Ese destacamento de vanguardia debe integrarse en las masas sin sustituirlas y sin atribuirse tareas que sólo las masas pueden realizar. La idea de que la emancipación del proletariado no puede ser sino la obra del proletariado mismo no debe ser sustituida ni en la práctica ni en la teoría, por la idea de que el partido revolucionario tiene que emancipar al proletariado y constituir el Estado obrero en lugar del proletariado primero en su nombre, luego contra el proletariado, en ciertas condiciones históricas. .
En esta dialéctica entre la vanguardia y las masas, así como en la comprensión de las relaciones del partido revolucionario con el proletariado, cabe insistir en el hecho de que determinadas tareas históricas sólo pueden realizarse con el apoyo consciente de la mayoría del proletariado. Pero este apoyo de las masas a un partido revolucionario sólo puede ocurrir en momentos excepcionales (pero históricamente necesarios), lo que implica ser un partido minoritario en tanto no exista todavía situación revolucionaria
La teoría leninista del partido estriba en la comprensión global de esa dialéctica. De ello se desprende una determinada forma de organización y cierta visión del problema de los revolucionarios profesionales. Estos no deben quedar separados de la clase obrera, tienen que volver a la fábrica; entonces otros proletarios harán la misma experiencia. Eso establece una circulación de ”sangre viva” entre la clase y su vanguardia; es la teoría de la rotación entre los proletarios y los revolucionarios profesionales.
c. Igual para los Estados Obreros en la sociedad de transición entre el capitalismo y el socialismo: Trotsky y el movimiento trotskista dieron respuesta a esta cuestión. Sin embargo, Lenin ya había dado muchos elementos y hasta cierto punto fue más consciente del fenómeno que Trotsky en los años 1921-22.
Los gérmenes de burocratización o la deformación burocrática resultan inevitables en una sociedad atrasada y aislada. En cambio, lo que no resulta inevitable es la transformación de la deformación en terrible degeneración, como en la época estalinista. En tales condiciones, el factor subjetivo es de nuevo decisivo. Si la vanguardia revolucionaria es consciente del peligro de burocratización, luchará a todos los niveles:
Si una nueva vanguardia llega al poder en un país nuevo, sin agotamiento moral y físico, podrá encabezar el movimiento, conforme la revolución mundial vaya extendiéndose: es el tercer aspecto de la ”revolución permanente” de Trotsky.
Empezaremos por las conclusiones que sacó Marx del estudio de la Comuna de París: el fenómeno más característico de esa primera tentativa de construcción de un Estado obrero, es el esfuerzo que hicieron, más por instinto que por una reflexión consciente, los dirigentes de la Comuna para destruir el aparato permanente del Estado en todos sus aspectos centralizadores, legados por las diferentes clases poseedoras (monarquía absoluta y sucesivas formas del Estado burgués).
En su análisis, Marx aisló tres factores principales, de los que ya hemos hablado antes:
Esta primera aproximación de lo que debía ser un Estado obrero es al mismo tiempo la primera definición de medidas eficaces para luchar contra la burocratización. La primera debilitación del aparato del Estado coincide pues con la primera debilitación del mismo Estado: las tres reglas de Marx son también reglas fundamentales de salvaguarda de cualquier estructura democrática contra la invasión burocrática; se aplican tanto a una estructura de Estado como a una estructura de sindicato o de partido de masas.
De todas formas, Marx no pudo, feliz o desgraciadamente, tratar a fondo el problema de la burocracia, porque no vivió la burocracia en una organización obrera, ni a fortiori, la de un Estado obrero. Sin embargo, sus reflexiones constituyeron durante muchos años lo esencial de la doctrina de lucha antiburocrática, que fue desarrollada luego por los otros marxistas.
Kautsky fue el que por segunda vez se dio cuenta del problema. A fines del siglo pasado, publicó un libro acerca de ”Los orígenes del cristianismo”. A priori puede parecer raro comparar este problema con el de la burocracia obrera. Sin embargo, en la última parte de su obra, Kautsky plantea conscientemente el problema siguiente (y parece ser la primera formulación del problema hecha de una forma tan clara): cuando la clase obrera haya tomado el poder, ¿no corre el peligro de dejar el poder en manos de una burocracia dominante? ¿no corre peligro de experimentar el proceso de burocratización que experimentó la Iglesia católica, cuando llegó a ser una fuerza dominante en la sociedad? Kautsky establece un paralelo entre lo que ocurrió en el siglo cuarto, cuando la Iglesia católica llegó a ser Iglesia de Estado bajo Constantino el Grande, y lo que podría ocurrir después de la victoria del movimiento obrero.
Esta comparación, claro está, no es únicamente la resultante de la previsión de Kautsky; fue inspirada por dos precedentes:
a) Engels, en su introducción a ”La lucha de clases en Francia”, escrita hacia 1880, ya comparaba las persecuciones sufridas por el movimiento obrero en su época, con las que había sufrido, mil seiscientos años antes, otro movimiento: de persecución en persecución, el cristianismo iba de triunfo en triunfo; este movimiento de los oprimidos, combatido por las clases opresoras, ganaba poco a poco a todas las clases sociales e iba de manera irresistible hacia la victoria. Engels, pues, ya había establecido muchos años antes que Kautsky, un paralelo entre el cristianismo y el movimiento obrero moderno.
b. El segundo precedente histórico del que Kautsky pudo inspirarse, procede de una oposición anarquizante o anarco-sindicalista representada por Noske[4], el cual hacia los años 1891-92, había sacado del texto de Engels la conclusión de que las organizaciones obreras, conforme iban desarrollándose, se burocratizaban del mismo modo que la Iglesia lo había hecho durante su desarrollo histórico.
Kautsky, enfrentado con ambos paralelos, comprendió y planteó el problema de manera correcta, lo cual le honra[5]. Entendió que no había, claro está, un completo paralelo entre la Iglesia católica y el movimiento obrero, pero que la llegada al poder de ese movimiento lo enfrentaría con un problema de burocratización análogo al de la Iglesia católica cuando llegó al poder. Es muy instructivo conocer las respuestas que dio Kautsky: difieren bastante de las que dio Marx en sus escritos acerca de la Comuna de París. Sus respuestas nos son bastante familiares y recuerdan las que luego diera Trotsky.
Kautsky considera que el paralelo sería perfectamente correcto si, a la escala histórica, se pudiera decir de la clase obrera lo que se puede decir de la Iglesia católica: ésta llega al poder en condiciones de desarrollo decreciente de las fuerzas productivas y para la clase obrera la burocratización en esas condiciones sería inevitable. Por el contrario, el socialismo implica una expansión colosal de las fuerzas productivas y, por consiguiente, la desaparición progresiva de la división del trabajo y una revolución considerable en el terreno de la cultura. En tales condiciones de riqueza material y de desarrollo cultural intenso, la victoria de la burocratización resulta históricamente inconcebible.
La respuesta de Kautsky es globalmente correcta; pero elude una etapa del razonamiento no teniendo en cuenta una eventualidad que nadie entonces había examinado: ¿qué pasaría si la clase obrera tomase el poder, no en uno de los países capitalistas más avanzados, sino en un país atrasado? En ese caso los factores enumerados por Kautsky como frenos a la burocratización (abundancia material, revolución cultural) ya no existirían; la insuficiencia del desarrollo de las fuerzas productivas y del desarrollo cultural, e incluso de desarrollo numérico del proletariado, permitirían una victoria burocrática temporal.
La tercera fase en la evolución de la conciencia del movimiento obrero acerca del problema de la burocracia, es una fase muy ”delicada” para comunistas que son a la vez leninistas y trotskistas: se manifestó tras la polémica de Trotsky contra Lenin y contra su teoría de la organización del partido.
En esta polémica Trotsky no tuvo razón; eso es indiscutible dentro de una perspectiva histórica y el mismo Trotsky lo admitió. Pero cuando un hombre como Trotsky se equivoca, hay muchas veces hasta en sus errores elementos de verdad: si se considera no tanto la lógica interna de su razonamiento, que era falsa, sino mas bien las conclusiones, encontramos un presentimiento muy acertado, cuya formulación constituye una extraordinaria profecía. En 1903 Trotsky escribía que la teoría que conduce a la sustitución del proletariado por el partido, para la ejecución de las tareas fundamentales de la revolución, corre el peligro de conducir a la sustitución del partido por el comité central, al comité central por el secretariado, y luego al secretariado por el secretario general: se corre el riesgo de llegar a una sustitución histórica en la que un solo hombre sería investido de la misión de realizar o acabar las grandes tareas de la revolución. Ese presentimiento expresaba la condenación justificada de cualquier teoría sustitucionista y no de la verdadera teoría leninista que evidentemente nunca dijo tal cosa. En la época estalinista, esa teoría llegó a ser, de forma semi-explícita y semi-abierta la teoría oficial del Partido estalinista. Los dirigentes burocráticos de algunos Estados obreros quedan preocupados cuando se les pide que encuentren una sola frase en todos los escritos de Lenin, en la que diga que la dictadura del proletariado debe ser ejercida por el Partido, que el partido tiene que realizar la nacionalización de los medios de producción, etc. Esta exigencia les asombra siempre porque han sido educados en la idea de que las tareas del proletariado pasaban al Partido.
Al contrario, todos los textos clásicos del leninismo (por ej. ”El Estado y la Revolución”) siempre hablan de las tareas que debe ejecutar el proletariado bajo la dirección del partido, lo cual es muy diferente. La teoría que otorga al Partido la ejecución de las tareas históricas del proletariado, usurpando su papel lleva lógicamente a situaciones en las que el Partido llega a ejecutar esas tareas a pesar de la oposición de la enorme mayoría del proletariado: eso justificaría Budapest y la intervención de las tropas soviéticas contra la revolución húngara y la huelga general del 95 por ciento del proletariado húngaro. Eso llevaría a decir que la dictadura del proletariado puede ser ejecutada por el Partido contra el 95 por ciento del proletariado en un momento histórico dado en determinado país.
La crítica de Trotsky a esa teoría sustitucionista era pues absolutamente justa en sí; sin embargo, era una anticipación puesto que nadie, en 1903, defendía tal tesis y menos aún Lenin, que la negó varias veces: esta teoría sólo salió a la luz treinta años después, en el apogeo de la época estalinista, llegando a ser la doctrina semi-oficial de la burocracia soviética. Sin embargo, la burocracia nunca se atrevió a institucionalizar completamente dicha teoría, y por tanto a renegar francamente de la teoría leninista.[6]
La cuarta fase de la toma de conciencia del movimiento obrero sobre este problema es muy importante: es la primera toma de conciencia explícita de la consumación de una burocracia acabada. Se debe a Rosa' Luxemburgo en su lucha contra la burocracia sindical alemana, entre 1907 y 1914, y contra la degeneración general de la social-democracia reformista.
a. Rosa Luxemburgo comprendió y analizó muy bien el fenómeno aunque de una manera ligeramente excesiva: las organizaciones obreras más fuertes, en los períodos de vida normal del capitalismo, son siempre minoritarias y los sindicatos más fuertes no reúnen más que a una minoría de obreros.[7]
Sacó dos conclusiones apoyándose en la experiencia concreta de la revolución rusa de 1905, centrándose esencialmente en las partes más industrializadas (la Polonia zarista, los centros industriales de Ucrania, Georgia, y Transcaucasia): en todos los casos, es solamente durante un periodo revolucionario cuando la mayoría de los obreros entra en un movimiento político o sindical. Ello implica entonces la puesta en movimiento de millones de obreros que no han pasado por la escuela de las organizaciones tradicionales; ellos' no pueden ser canalizados por los medios habituales, entonces son necesarias nuevas formas organizativas para aglutinar a esas masas obreras; deben ser más flexibles que un sindicato o un partido y deben permitir la adhesión a ellas de una parte mucho más amplia de las masas y han de realizar la unidad efectiva de acción.
La historia ha confirmado plenamente esa teoría y ha probado la utilidad de la forma de organización en soviets, en comités provisionales durante el período revolucionario; constituyen la forma más flexible que se pueda imaginar, puesto que cada comité es siempre específico de la situación local. Basta considerar los primeros soviets de la revolución rusa de 1905, los consejos obreros y de soldados de la revolución alemana de 1918, o los consejos de la revolución española. Todos estos comités han sido siempre específicos de una situación dada; han sido siempre formados para resolver las tareas prácticas que se han planteado históricamente en la revolución.
No son evidentemente instituciones que puedan tener estatutos permanentes aplicables en todas las condiciones históricas.
Esta forma de organización,la más flexible que existe, no puede responder más que a un solo fin: realizar el frente único, la unidad de acción de los trabajadores, en un momento revolucionario, para un fin revolucionario preciso. Es la única capaz de responder a las necesidades de una acción revolucionaria reagrupando a todos los trabajadores.
Del mismo modo, si se ha comprendido el carácter real de los soviets, uno ve qué dogmático y grotesco resulta querer poner una etiqueta idéntica en todos los países y en todas las situaciones: los ”pro-chinos”, reanudando la experiencia estalinista del llamado ”tercer período”, quieren, en países como Bélgica o los Estados Unidos, preparar por adelantado la fundación de soviets, dándoles precisamente este nombre. Así se entregan a una operación dogmática e impropia que no se corresponde para nada con el problema real: encontrar la forma que corresponda de la mejor manera a las aspiraciones de la clase obrera en ese momento, en una época precisa, en un país bien determinado, de acuerdo con los fines históricos reales: la movilización de la más amplia masa de trabajadores con un fin claramente definido.
b. Otro aspecto que nos ha aportado Rosa Luxemburgo con su comprensión de la burocracia sindical, es cuándo se crea en los sindicatos simplemente corporativos o en los sindicatos industriales. Ésta corre el riesgo, cuando se ha terminado su proceso de formación, de convertirse en una fuerza extremadamente conservadora; constituye entonces un obstáculo cada vez mayor para el desarrollo de la lucha de clases. La experiencia personal de Rosa, sobre esta burocracia sindical, le permitió ver con claridad antes que Lenin o Trotsky: comprendió el papel contrarrevolucionario que iba a jugar esa burocracia algunos años más tarde. El resto del movimiento obrero, en esa época ponía más el acento sobre el carácter oportunista de esa burocracia, es decir, sobre el aspecto puramente político del fenómeno, evidentemente importante. Rosa había visto en acción a los burócratas, en la lucha de todos los días. Comprendía bien que en ellos operaba una integración en el Estado burgués y una identificación, al menos parcial de intereses con ciertas instituciones ”democrático- burguesas”, y una defensa de intereses materiales entre otros.
Lenin retomó esa teoría en 1914 para explicar las razones de la traición de la II Internacional, cuando se desencadenó la guerra imperialista y la degeneración general de la social-democracia .en Europa.
c. Hay bien mirado ciertos excesos en la descripción dada por Rosa de la burocratización de las organizaciones obreras: al poner el acento de manera exagerada en la lucha antiburocrática va demasiado lejos en la crítica sistemática de las organizaciones de masas, subestima la importancia objetiva de esas organizaciones para el mantenimiento de un mínimo de conciencia de clase.
Incluso en los países capitalistas más avanzados (Alemania Occidental, Inglaterra y los mismos Estados Unidos), la alternativa no es entre una clase obrera revolucionaria y dinámica y una clase obrera alineada en los sindicatos burocráticos. El abanico de posibilidades es mucho más amplio:
Es necesario ver estos tres elementos para comprender el carácter verdaderamente dialéctico de las organizaciones de masas en el régimen capitalista. No puede uno contentarse criticando el aspecto burocrático contrarrevolucionario, sin ver al mismo tiempo el aspecto positivo que permite a la clase obrera afirmar un mínimo de conciencia de clase, en el seno de una sociedad capitalista muy poderosa; es solamente sobrepasando el estadio de la acción individual pura que ésta puede crear una fuerza colectiva.
Es necesario insistir sobre este punto pues, en la periferia del movimiento trotskista, se ha desarrollado la idea ultraizquierdista de no diferenciar entre esos dos aspectos, lo cual queda simbolizado por la ecuación:
Sindicato de masa = burocracia maléfica traición contra-revolucionaria.
No se ve entonces, que el sindicato de masas sea objetivamente la expresión de la fuerza colectiva de la clase, en los momentos de ”paz social”, frente a los patronos. Cuando se dice hoy que en los países capitalistas avanzados, los aparatos sindicales tienden a convertirse en instituciones de ”asistencia social”, sirviendo únicamente para resolver los problemas de pensiones y ayudas familiares, esta constatación es en gran medida objetivamente exacta. Pero no hay que olvidar que si ese aparato sindical no existiera los obreros estarían condenados a resolver esos problemas de manera individual; la relación de fuerzas sería mucho más desfavorable y no tendrían ninguna posibilidad de conseguir esos fines. La función de los aparatos sindicales es en última instancia, aportar en ese diálogo todo el peso de la fuerza colectiva de la clase obrera y modificar la salida de forma decisiva.
Ese doble aspecto de la burocracia sindical es absolutamente fundamental: si no se comprende, ¿cómo se puede explicar que los trabajadores, que desde hace cincuenta años hacen la experiencia práctica y renovada de las traiciones de sus aparatos sindicales en cada período revolucionario, sigan fuertemente unidos a esas organizaciones? Esto se ve claro' por el contrario cuando no se olvida el rol objetivamente doble de esas direcciones: los obreros saben bien que pese a sus traiciones periódicas los sindicatos juegan ese papel cotidiano ”anticapitalista” fundamental y en consecuencia no tienen interés en abandonarlos.
La quinta etapa en la toma de conciencia del movimiento obrero está basada en las explicaciones dadas por Lenin en el momento de la degeneración de la II Internacional y de la traición de la social-democracia, al desencadenarse la I Guerra Mundial.
Lenin explica esa traición por dos factores:
Esta segunda teoría ha sido un ”dogma” para los marxistas revolucionarios, durante casi medio siglo; sin embargo ésta debe ser sometida a un examen crítico por dos razones:
a. Ciertos fenómenos en el mundo son inexplicables por medio de esta teoría: es imposible explicar la burocracia sindical de los EE.UU., por la existencia de una ”aristocracia obrera corrompida por los sobre beneficios coloniales”. Esos sobrebeneficios existen evidentemente, puesto que los capitales americanos son invertidos en el extranjero para reportar beneficios, pero ello constituye una parte ínfima de los beneficios de la burguesía americana y no puede ser suficiente para explicar la aparición de una burocracia sindical en las organizaciones que agrupan más de 17 millones de asalariados. Francia hoy no tiene prácticamente ya colonias y no saca más que limitados provechos .de sus antiguos territorios; pese a ello, la burocratización del movimiento obrero no ha disminuido apenas.
b. La segunda razón es todavía más convincente: hoy nosotros somos más conscientes de la realidad económica del movimiento obrero en el mundo entero. Nosotros podemos constatar que la verdadera ”aristocracia obrera” no está ya constituida por ciertas capas de la clase obrera de los países imperialistas en relación a otras capas del proletariado, sino más bien por el conjunto del proletariado de los países imperialistas con relación al de los países coloniales y semi-coloniales: la relación de salarios de un obrero negro de Africa del Sur y de un obrero inglés es de uno a diez. Entre dos obreros ingleses esa relación varía de uno a dos ó dos y medio como máximo.[8] Es pues manifiestamente superior la primera relación a la segunda. Es por otra parte la explotación imperialista que ha permitido ese enorme diferencial global de los salarios entre los países imperialistas y los paises subdesarrollados. Esto es mucho más importante que la corrupción de ciertas capas del proletariado de los países imperialistas, de modo que este último aspecto es marginal.
Es necesario ser muy prudente con esa noción de ”aristocracia obrera”, empleada por Lenin. Si se examina el pasado del movimiento obrero, constata que muy frecuentemente las capas llamadas clásicamente ”aristocracia obrera” han sido las capas ”punta” de la penetración del movimiento comunista: en Alemania oriental, el movimiento comunista se convirtió en movimiento de masas al comienzo de los años veinte, gracias a la conquista de los metalúrgicos, la capa mejor pagada de la clase obrera alemana. En Francia se puede decir casi lo mismo: en 1935, el desarrollo del movimiento obrero quedó asociado a la conquista por los comunistas de los obreros de las grandes empresas, donde los salarios eran de los más elevados (los obreros de Renault que, al contrario que los obreros textiles del Norte, no siguieron siendo social-demócratas hasta nuestros días).
Es necesario pues ser circunspecto sobre esa noción de ”aristocracia obrera”, y sobre todo insistir sobre la comprensión global de Lenin sobre el fenómeno en lo que concierne a 'la burocratización y la simbiosis creciente de la burocracia social con del estado burgués.
La sexta etapa de la toma de conciencia está constituida por la teoría de Trotsky y de la Oposición de Izquierda, sobre la degeneración del Estado obrero soviético y sobre la sociedad de transición del capitalismo al socialismo.
La aportación principal de Trotsky ha sido traspasar de modo complejo y coherente, la teoría de la burocratización de las organizaciones obreras a la de la burocratización del Estado soviético.
a. Es necesario subrayar un aspecto del análisis trotskista de ese fenómeno[9] .teniendo en cuenta las causas objetivas inevitables de una cierta ”deformación burocratica”,[10] Trotsky comprendió que la degeneración, el ”transcrecimiento” de esa deformación, no era de ningún modo inevitable. Se podía y se debía combatir con una lucha consciente del Partido bolchevique. La tragedia en la historia de la Unión Soviética es la incomprensión, en los momentos decisivos, del fenómeno de la burocracia por la mayoría de los dirigentes del Partido.
Si la comprensión global del fenómeno hubiera tenido lugar más pronto, en el momento en que la reacción era posible, en los años 1922-23, la historia habría podido tomar otro curso; la industrialización habría podido comenzar antes, con mucho menos gasto; el proletariado habría podido ser más numeroso; la democracia proletaria habría podido ser alcanzada progresivamente; la revolución proletaria habría podido triunfar en una serie de países (España, China, Alemania): el curso de la historia habría podido cambiado.[11]
Si uno abandona esta apreciación, si uno ve todo el proceso como predestinado e inevitable, uno no puede comprender el sentido de la lucha de la Oposición de Izquierda contra el ascenso del estalinismo.
b. Otro aspecto muy importante de la teoría de Trotsky sobre la burocratización del Estado obrero soviético es su posición frente a los problemas de la industrialización, la planificación y la autogestión obrera.
Al comienzo de los años veinte, tuvo lugar el primer gran conflicto entre una tendencia y la dirección del Partido bolchevique (que dirigían en esa época Lenin y Trotsky): es el conflicto con la llamada ”oposición obrera”, dirigida por Chliapnikov y Kollontai. Mucha gente se proclamaba de esa tendencia, pretendiendo actualmente que si esa opinión hubiera prevalecido, no hubiera habido burocratización.[12]
Ello es absolutamente falso, y lo que dijo Trotsky en esa época sigue teniendo vigencia: basta imaginarse lo que eran las fábricas soviéticas en 1921. Esas fábricas las tres cuartas partes vacías, en las cuales trabajaban una pequeña parte de los obreros, que habían hecho la revolución de 1917, no producían ya casi nada. En esta situación tan desastrosa eran completamente incapaces de oponerse al proceso económico preponderante en el país: el renacimiento de la producción comercial sobre la base del trueque, entre una propiedad agraria privada cada vez más fuerte e islotes de industrialización extremadamente débiles.
Creer que en tales circunstancias y en ese tipo de fábricas, que el hecho de dar el poder a los pequeños grupos de obreros que trabajaban allí todavía, era el medio de resolver el problema de la burocracia, llevaría a considerar a la autogestión como un medio milagroso para todos los problemas. Eso es no comprender nada del problema subyacente en la realidad: para que la clase obrera pudiese administrar las fábricas, en principio es necesario que ésta exista como clase, que sea numerosa y que la mayoría no esté desocupada, en paro forzoso. Y para que ésta clase pueda mostrar un grado de actividad política mínima en la dirección del Estado y ocuparse realmente de esa tarea, es necesario que su estómago esté lleno y que ella tenga un mínimo de tiempo libre disponible. Es necesario que tenga el espíritu libre (al menos en parte) de las necesidades materiales y de los obstáculos de la burocracia. Es necesario un mínimo de desarrollo de las fuerzas productivas y un mínimo de democracia obrera, para que pueda haber un mínimo de combate contra la burocratización.[13]
Trotsky lo comprendió muy bien: subestimando el aspecto institucional del problema, había asimilado claramente el aspecto fundamental: lo esencial de esa época era impulsar la industrialización al máximo, en aumentar cl número de obreros, en combatir la tendencia a la acumulación privada, y en el desarrollo de la producción comercial, en llegar a educar correctamente a las masas y sobre todo crear la suficiente democracia obrera y política para que puedan jugar un papel creciente en la economía del Estado.
Todo el resto se reducw a verbalismo democrático, valido únicamente sobre el papel e inadaptable al ejercicio real del poder, con una clase obrera muy disminuida en número y capacidad de acción y con problemas por las privaciones materiales, además de perseguida por una burocracia política cada vez más abusiva.
La séptima y última etapa en la toma de conciencia del movimiento obrero sobre el problema de la burocracia se sitúa en el marco de la revolución cubana: no se puede decir, sin rendir un homenaje más grande del que conviene darle a la revolución cubana, que esa toma de conciencia de los dirigentes cubanos (esencialmente Fidel Castro y Che Guevara) sea enteramente espontánea. No se puede decir que sea el fruto de la experiencia concreta de la revolución solamente: ello significaría que los cubanos han redescubierto todo un capitulo fundamental del marxismo, de forma autónoma, independientemente de todo lo adquirido por la historia del movimiento obrero.
Uno puede argumentar que los cubanos han leído mucho, incluyendo lo que el movimiento trotskista ha escrito desde hace décadas sobre el problema: ha habido un encuentro entre sus experiencias concretas y lo adquirido por el movimiento a través de su historia; ese encuentro les ha ayudado a formular con gran lucidez, numerosos puntos fundamentales.
En particular han sacado de la burocratización de la Unión Soviética y de los otros Estados Obreros lecciones importantísimas; los han formulado en términos extremadamente parecidos a los que utiliza el movimiento trotskista desde hace muchos años.
Las principales formulaciones dadas por los cubanos sobre el problema de la burocracia se encuentran en varios discursos de Fidel:
En estos textos Fidel desarrolla algunas ideas fundamentales:
a. Después de la victoria de la revolución cubana dos amenazas están presentes para el proletariado:
Es algo fantástico ver a Fidel enunciar de forma tan neta una posición que no había sido tomada más que por el movimiento trotskista. Fidel agregaba además, que de los dos peligros, la amenaza burocrática era la peor, porque aparece bajo una forma más insidiosa y bajo la máscara de la revolución y que con ella se corre el riesgo de paralizar la revolución desde el dentro.
b. Oponiéndose de manera categórica a los métodos estalinista y post-estalinista, Fidel insiste sobre el hecho de que la base objetiva de la burocracia está en la existencia de un grupo de personas privilegiadas; él no utiliza el apelativo de ”casta” como lo hace el movimiento trotskista para la U.R.S.S. y los demás Estados Obreros, él utiliza la expresión ”grupo de gentes privilegiadas”.[16] Subrayando así una comprensión bien nítida del papel fundamental que desempeña la noción de los privilegios para la formación de la burocracia.
Así, la victoriosa revolución cubana marca, después de las revoluciones china y yugoslava, un salto adelante en la comprensión y, por lo tanto, en la lucha contra la degeneracion burocrática.
Ella confirma de nuevo que, finalmente, las únicas armas reales contra la burocracia son la politización y la movilización de las masas, y que éstas no pueden manifestarse asé más que en una perspectiva de desarrollo de la revolución mundial.
El examen de las dificultades encontradas por los marxistas acerca del análisis de la sociedad actualmente existente en Europa del Este, independientemente de lo que sucedió en la Unión Soviética después de la victoria de Stalin y de lo que sucede hoy día en todos los Estados Obreros burocráticamente deformados o degenerados, nos lleva a una comprobación fundamental: no poseemos una concepción teórica preestablecida de lo que puede ser la sociedad de transición del capitalismo al socialismo.
Conocemos las ideas de Marx sobre el socialismo y, si bien es difícil definir de modo preciso lo que es una sociedad socialista, es evidente para todo marxista serio que el socialismo no se ha realizado ya ni en la Unión Soviética ni en ningún Estado Obrero.
Claro que esto no resuelve ningún problema, pues, entre la sociedad socialista plenamente desarrollada y la sociedad capitalista, hay una sociedad de transición del capitalismo al socialismo, cuyo carácter inevitable es reconocido por todos los marxistas, desde Marx hasta Lenin y Trotsky. En la medida en que no tenemos una teoría acabada de lo que es tal sociedad en transición, es en extremo difícil distinguir entre los fenómenos económicos y sociales que se producen en los Estados obreros, lo que es debido a la degeneración burocrática, un fenómeno que en cualquier caso es inevitable.
Numerosos ideólogos burgueses, social-demócratas o ultra-izquierdistas se ponen de acuerdo para afirmar que la supervivencia en la Unión Soviética de las categorías mercantiles (dinero, mercancía, comercio) significa automáticamente la existencia del capitalismo en ese país, ya que la economía mercantil no puede existir si no es en un sistema capitalista. Se trata en este caso de una grave equivocación, pues, si bien Marx y los marxistas afirman que la sociedad socialista se caracteriza por la extinción de las categorías de mercado, nunca dijeron que la desaparición del capitalismo llevara en la sociedad de transición a la desaparición brutal e inmediata de estas categorías. Comprobar la existencia de una economía de mercado actualmente en la Unión Soviética no permite en absoluto, pues, deducir que existe el capitalismo en ese país; eso sólo confirma que allí el socialismo no se ha realizado. En toda sociedad de transición del capitalismo al socialismo, por muy perfecta que sea, habrá siempre una supervivencia, al menos parcial, de las categorías de mercado.
De modo semejante, algunas tesis anarquistas (acerca de las cuales Lenin escribió en ”El Estado y la Revolución”) afirman la existencia del capitalismo o de una sociedad de explotación en la Unión Soviética, en función de la existencia del Estado, instrumento de la lucha entre las clases. El problema es muy análogo: si los marxistas afirman que la existencia del. Estado está ligada a la de las clases sociales y a los conflictos entre esas clases, ello no lleva en absoluto a afirmar la existencia del capitalismo: en la sociedad de transición, tal Estado (bajo la forma de la dictadura del proletariado) es por el contrario imprescindible para llevar a cabo la construcción del socialismo.
Estos dos ejemplos demuestran que tenemos que hacer el máximo de abstracción de las particularidades históricas de los Estados obreros para intentar estudiar de modo más general la problemática de las sociedades de transición.
Desde el punto de vista económico una sociedad de transición del capitalismo se define fundamentalmente por la supresión de la propiedad capitalista, propiedad privada de los medios de producción, por la apropiación colectiva de los grandes medios de producción (industria, transportes, finanzas, etc.), por el monopolio del comercio exterior y por la introducción de la planificación socialista en la economía.
Lo que implica una contradicción fundamental entre el modo de producción que, manifiestamente, ya no es capitalista y el modo de distribución que sigue siendo burgués. Marx analizó profundamente en la ”Crítica del programa de Gotha” el hecho de que, en toda fase de transición e incluso en la primera fase del socialismo, la desigualdad social que subsiste es la expresión de la supervivencia de las normas de distribución burguesas (estímulo material, búsqueda de más ingreso monetario, desigualdad fundamental en el reparto de los bienes de consumo), características de la sociedad capitalista.[17]
Esta contradicción esencial de toda sociedad de transición se funda en el hecho de que el modo de producción está más avanzado en relación con el desarrollo de las fuerzas productivas: el modo de producción socialista exige para su plena implantación un nivel de desarrollo de las fuerzas productivas que permita la abolición de las normas de distribución mercantiles por la abundancia que hace absurdas esas normas de distribución. Incluso 'en los países capitalistas más avanzados, no puede decirse que el desarrollo de las fuerzas productivas es tal que permitiría inmediatamente la abundancia si triunfase el socialismo.
Esto significa que la tarea histórica de la sociedad de transición es doble: tiene que destruir progresivamente, por medio de la autoeducación de las masas y, secundariamente, por la violencia, las supervivencias ideológicas nacidas de la división de la sociedad en clases y de la economía monetaria; pero al mismo tiempo ha de impulsar un enorme desarrollo de las fuerzas productivas que permitirá la plena implantación del socialismo.
La necesidad de la realización simultánea de esas dos tareas es precisamente la fuente de los problemas y de las contradicciones características de ese período histórico, de las que provienen:
La extinción del Estado se acompaña, pues, de algunas formas necesarias de coerción sobre los procesos económicos y por ello mismo — y ese es el punto más difícil de admitir — de algunas deformaciones burocráticas inevitables. No es imaginable la ausencia total de deformaciones burocráticas a no ser que se admita que la totalidad del proletariado sea ya capaz, una vez tomado el poder, de administrar de modo colectivo todos los niveles de la vida social. Tal posibilidad, por desgracia, no existe, y no entenderlo es a fin de cuentas hacer un estupendo homenaje al capitalismo: el capitalismo que precede al período de transición enajena a los trabajadores en todos los aspectos, sometiéndolos a 8, 9 y 10 horas de trabajo diario productivo, sin otorgarles la posibilidad de hacer un trabajo social educativo, y sin llevarlos a un nivel suficientemente alto para que puedan inmediatamente pasar a la autogestión integral. Mientras no se reduzca la jornada de trabajo, no existen las condiciones materiales más elementales para una autogestión integral de la sociedad por los productores, y las formas de delegación de poder resultan inevitables, lo cual entraña tendencias burocráticas. La dinámica ideal de la sociedad de transición consiste precisamente en hallar el ritmo de desarrollo de las fuerzas productivas que permita, sin resistencia de las nuevas instituciones sociales, la extinción progresiva de todos los aspectos negativos residuales.
Entonces puede plantearse diferentemente el problema de la situación en los Estados obreros burocráticamente deformados o degenerados: independientemente de las circunstancias históricas peculiares que hicieron posible el nacimiento del estalinismo, lo chocante después de 50 años de desarrollo en la Unión Soviética es que no se ha producido ningún fenómeno de extinción: todas las supervivencias inevitables, en lugar de extinguirse, tienden por el contrario tendencia a fortalecerse progresivamente:
Si se plantea el problema de esta manera, se puede hacer un estudio estructural y no fenomenológico de la degeneración burocrática en la Unión Soviética: es necesario estudiarlo en sus orígenes históricos, en su desarrollo y en su lógica interna de evolución.
El carácter inevitable de las deformaciones burocráticas en la sociedad de transición se reduce, en último término, a dos factores históricos fundamentales:
Pero a esos dos factores históricos inevitables se añadieron, en la historia de los países donde el régimen capitalista ha sido aniquilado, dos factores más que son el origen profundo de la degeneración estalinista:
a. No sólo el nivel de las fuerzas productivas era insuficiente para permitir rápidamente la abundancia, sino que además el nivel de desarrollo de dichas fuerzas productivas era mucho más bajo que el de los países industriales. La sociedad de transición tenía, pues, que cumplir las tareas no sólo de la acumulación socialista sino también y al mismo tiempo las de la acumulación primitiva, y ante todo la industrialización.[18]
De este hecho no previsto por Marx y los marxistas, es decir el triunfo de la revolución en un país atrasado, mientras que todos los países desarrollados permanecían bajo la égida del capitalismo durante un largo período histórico, provienen una serie de consecuencias desastrosas en la historia de los 50 últimos años.
b. La primera revolución socialista triunfó en un país atrasado, completamente rodeado por países industrialmente desarrollados donde subsistía el capitalismo, mientras que todos los marxistas habían pensado que la revolución socialista, si no triunfaba inmediatamente en el mundo entero, empezaría por los países más avanzados: lo que quedaría en el exterior no tendría ninguna fuerza de atracción ni de repulsión, ni bajo la forma de una agresión militar, ni bajo la forma de una fascinación ejercida sobre los ciudadanos socialistas por un nivel superior de desarrollo.
Al contrario, el triunfo aislado de la revolución socialista en un país atrasado tuvo dos consecuencias, cuyos efectos han sido negativos:
En definitiva, a las primeras causas previsibles y normales para toda sociedad de transición, se añadieron dos causas históricas suplementarias e imprevistas que han sido el origen de la degeneración burocrática.
Esto constituye la explicación histórica y genética fundamental de la evolución de la Unión Soviética durante este período: de 1919 a 1927 esta evolución no la había previsto ningún dirigente del Partido bolchevique.
No obstante, Trotsky y sobre todo Lenin, así como numerosos dirigentes en diversos momentos de su vida, habían comprendido que el aislamiento de la revolución socialista en un país atrasado llevaría a toda una serie de peligros complementarios no previstos por la teoría marxista.
Si se quiere comprender de un modo histórico la génesis del poder absoluto de la burocracia soviética, no hay que verla como el resultado de un complot, ni como el resultado automático de una determinada estructura socio-económica.[19]
Hay entre los dos una mediación necesaria para comprender este proceso histórico: es la pasividad política creciente del proletariado soviético en el curso de los años 20. Este es el eslabón decisivo para comprender cómo se pasó de una situación de intensa actividad política y económica del proletariado soviético en 1917, a su expropiación política total 10 ó 15 años más tarde. Tal pasividad puede explicarse por diversos factores históricos:
Así es como Trotsky y la Oposición de Izquierda intentaron resolver el problema a partir de 1923: sin ilusionarse sobre la posibilidad de una solución milagrosa, afirmaron que era necesario llevar una política interior, económica e internacional, que favoreciera objetiva y subjetivamente la reanudación de la actividad política del proletariado soviético. Estas proposiciones tenían como fin crear de nuevo, en una situación de desarrollo de las fuerzas productivas, un clima comparable al que existía en los primeros años de la revolución, con un funcionamiento efectivo del sistema soviético y una dirección efectiva de las empresas por el proletariado.
Esta estrategia de la Oposición de Izquierda correspondía enteramente al análisis marxista de la situación de la época; como lo había hecho Lenin a partir de 1920, tenían en cuenta los peligros de una dictadura burocrática.
Lo trágico es que la mayoría de los cuadros del Partido bolchevique, aunque políticamente formados y experimentados, no comprendieron la validez de tales afirmaciones. Este es un fenómeno dramático de incomprensión ideológica, por desgracia frecuente en la historia del movimiento obrero: la mayoría de los dirigentes del partido bolchevique comprendieron finalmente, entre 1923 y 1936, el carácter monstruoso de la dominación burocrática; el drama verdadero es que no lo comprendieron en el mismo momento ni lo suficientemente pronto.[20] El hecho de que no vieran el peligro a tiempo y se dejaran arrastrar en luchas de fracciones cuya importancia histórica no veían, permitió el desarrollo ininterrumpido del proceso de burocratización.
Sin embargo, no puede bastar esa explicación, so pena de caer en el subjetivismo. Es necesario también buscar las causas históricas de tan trágica incomprensión: el aparato del Partido bolchevique se convirtió en el instrumento inconsciente de la toma del poder por una capa burocrática porque había empezado a burocratizarse. El aparato del partido, integrado en el aparato estatal e identificándose con él en gran medida, ya había sufrido en su seno las primeras fases de degeneración ”burocrática”; era incapaz por ello, porque era contrario a sus intereses ideológicos y materiales, de combatir un proceso del que era arte y parte.
Se .puede hablar ampliamente, como lo hicieron diversos marxistas, desde Souvarine a Deutscher, sobre la inevitabilidad histórica de la victoria de Stalin o sobre los errores tácticos de Trotsky.[21] Lo importante es el hecho de que una serie de errores institucionales del Partido Bolchevique favorecieron este proceso de identificación de los aparatos del Estado y del Partido así como la burocratización de ambos simultáneament,e todo lo cual que hicieron el partido fuera sociológicamente incapaz de desempeñar el papel de freno de la burocratización:
a. Prohibición de las fracciones en el Partido Bolchevique
A partir del momento en que se prohibían las fracciones en el Partido Bolchevique, la democracia interna no podía mantenerse en el partido: en efecto, si existe libertad de discusión, inevitablemente se forman tendencias; inevitablemente también, sobre todo si hay un comienzo de burocratización, que las tendencias se conviertan en fracciones, porque las divergencias se sistematizan y se generalizan.
b. El establecimiento del principio del Partido único
Contrariamente a una opinión corriente, el principio del partido único no se encuentra en ningún texto de Lenin, ni en la Constitución del Estado soviético: hasta 1921, varios partidos (menchevique de izquierda, socialista-revolucionario, anarquista) tuvieron una existencia legal, en la medida en que no se aliaban con las armas en la mano a la contrarrevolución: algunos soviets los dirigían otros partidos (fábrica de caucho de Moscú dirigida por los mencheviques); en otros soviets hubo elecciones con listas distintas que representaban varios partidos. Sin embargo, a partir de 1921, sin legislar teóricamente sobre el principio del partido único, se actuó como si esa regla existiera. A partir del momento en que se prohibían las fracciones, era lógico suprimir prácticamente las otras tendencias del movimiento obrero soviético. Ese es un punto muy importante y totalmente escamoteado por la ideología estalinista: es imposible encontrar ni una frase de Lenin diciendo que la dictadura del proletariado necesita la existencia de un Partido único; Lenin dijo por el contrario que no se puede admitir una dictadura del proletariado sin Partido Bolchevique, lo que es totalmente diferente.
El error de juicio del Partido Bolchevique, cuando la guerra civil había terminado y las tensiones sociales habían empezado a disminuir, fue pensar que era necesario acentuar la represión política y la centralización a causa de la NEP y de los peligros que ésta provocaría. La prohibición de los otros partidos se funda en el miedo que tenia el Partido Bolchevique de que la burguesía o el campesinado tomaran uno de esos instrumentos para intentar una reconquista del poder. Este error tuvo consecuencias muy graves en el plano práctico; en el plano teórico la historia ha demostrado que el medio más adecuado para combatir ideológicamente y sociológicamente los peligros de restauración del capitalismo es la continuación de la actividad politica del proletariado: era necesario crear condiciones que favorecieran la repolitización del proletariado soviético, mientras que la supresión de la democracia proletaria era un poderoso obstáculo en contra de tal repolitización, y hacia más fácil la burocratización que Lenin principalmente quería evitar.
c. Otro error institucional
El tercer error institucional, quizás el más grave, fue la incomprensión de los lazos orgánicos entre el régimen soviético con la propiedad colectiva y la necesidad de la acumulación socialista primitiva, es decir de la ”competencia” con el sector privado de la economía[22]: para el Partido Bolchevique la coexistencia entre el Estado obrero y el sector privado (pequeños agricultores y comerciantes) iba a hacerse según la consigna siguiente: industria estatal de un nivel de productividad superior, y victoria del sector más progresista merced a una rentabilidad económica más grande. La consecuencia de este razonamiento fue fundar empresas estatales en base a una rentabilidad económica individual (de cada empresa), lo que exigía un alto nivel de centralización de las empresas, fundando el principio del ”ledinonat-halny”, es decir de la dirección de la empresa por un solo hombre.
Al establecer este principio, Lenin y el Partido Bolchevique eran conscientes de los peligros graves de burocratización que supone. Intentaron combatirlos instituyendo una serie de barreras a fin de impedir que la burocratización traspasara un cierto grado:
El error de Lenin y del partido fue no comprender que todos estos resortes dependían a fin de cuentas de las condiciones del poder central. En la medida en que la burocracia controlaba cada vez más al Estado y al Partido, la lucha de los obreros, ya muy pasivos, para mantener esas barreras contra el poder cada vez más exorbitante de la burocracia iba a hacerse cada vez más difícil.
En realidad después de 1927 Stalin destruyó los diferentes resortes sin tener que enfrentarse a una importante resistencia colectiva del proletariado soviético: empezó suprimiendo la ”troika” para introducir el poder total del director de fábrica; más tarde suprimió la autonomía del sindicato e incluso parte de la legislación social, con la introducción del trabajo a destajo, las horas extraordinarias, el estajanovismo y todas las medidas de sobreexplotación de la fuerza de trabajo.
Si el Partido Bolchevique hubiera comprendido el problema lo suficientemente pronto, a principios de los años 20, autorizando la existencia de fracciones dentro del Partido Bolchevique y la de varios partidos soviéticos, si se hubieran sistematizado al mismo tiempo ciertas formas de autogestión en las empresas, la resistencia a la burocratización hubiera sido más fuerte. No cabe tener ninguna duda: tales factores históricos desempeñaron un papel mucho más considerable que los errores tácticos de Trotsky y de la Oposición de Izquierda. Pero ni siquiera estos dos factores fundamentales hubieran podido con el tiempo impedir la victoria de la burocracia si la pasividad obrera se hubiera mantenido, como consecuencia de la no-realización de ciertas orientaciones en la política económica e internacional.
Sólo la conjunción de esas reformas institucionales con una industrialización más rápida, una colectivización voluntaria y progresiva de la agricultura, y con un curso de la revolución internacional que permitiera la victoria en China (1925-27) y en Alemania (1923), hubiera podido efectivamente impedir de manera duradera el triunfo de la burocracia: las causas objetivas de la burocratización se habrían esfumado.
La evolución histórica normal hubiera podido ser entonces el establecimiento de varios partidos soviéticos, la democracia interna dentro del Partido Bolchevique, la autogestión al nivel de las empresas y al nivel de la economía global; las grandes opciones económicas y las orientaciones de la planificación soviética las hubiera podido determinar un congreso de los consejos obreros, compuesto de delegados realmente obreros y no de burócratas.[23]
La conclusión de este estudio genético es la siguiente: considerando la inevitable tendencia a la deformación burocrática de un Estado obrero, particularmente si es atrasado, la transformación de esta tendencia en degeneración burocrática institucional no puede evitarse sino por la combinación de tres factores:
En determinadas condiciones históricas, cuando la relación de fuerzas es desfavorable al proletariado, la burocracia, que es una excrecencia inevitable. puede adquirir una autonomía muy importante, casi total en apariencia. Pero su autonomía no puede ser nunca completa: la burocracia es incapaz de apartarse totalmente del modo de producción del cual surgió, para crear un nuevo modo de producción cualitativamente distinto al de la época de transición. La autonomía de la burocracia está limitada por el sistema y el modo de producción en los cuales se inserta como excrecencia. Numerosas decisiones le son dictadas no por sus intereses propios de capa privilegiada, sino por las condiciones históricas y objetivas inherentes al sistema en que se inserta.[24] Es siempre necesario ser muy prudente y dejar a un lado los intereses propios de la burocracia, como capa social privilegiada, de las decisiones puramente coyunturales que puede tomar en ciertas condiciones históricas.[25] La política global de la burocracia puede caracterizarse, como lo hizo Trotsky, por la noción de centrismo burocrático: a causa de su naturaleza social, la burocracia tiene tendencia a pasar de un extremo al otro[26], no puede comprenderse la lógica interna de este centrismo a largo plazo, sino haciendo la síntesis de estas oscilaciones coyunturales.
El contenido social a largo plazo del centrismo burocrático se caracteriza por las dos tendencias contradictorias cuya fusión constituye lo que Trotsky llama la doble naturaleza de la burocracia.
a. El primer factor es su atadura a un modo de producción y a una sociedad que no son capitalistas, y que están históricamente en oposición al capitalismo. Eso es lo que explica la colectivización forzoza en la Unión Soviética, la resistencia feroz contra el nazismo y la destrucción del capitalismo donde se consolidó la ocupación soviética.[27]
Esta primera naturaleza de la burocracia se funda objetivamente en el hecho de que sus. privilegios nacen y se desarrollan después de la destrucción radical de las antiguas clases dominantes, en el marco de un modo de producción no-capitalista, por lo que no son compatibles con la existencia de la propiedad privada. La restauración del capitalismo en la Unión Soviética (y para los que no creen en la posibilidad de ”vías pacíficas al revés”, no podría realizarse sino a raíz de una contrarrevolución victoriosa) posiblemente permitiría a algunos burócratas poseer fábricas, pero significaría el final de su existencia como burócratas para convertirse en capitalistas, y su actividad social sería totalmente distinta.
La actitud económica de la casta burocrática no está dictada por la ley del provecho máximo o de la acumulación del capital, sino por otras motivaciones características de su función en la producción.[28]
b. El segundo factor de la actitud social de la burocracia es su esencial conservadurismo social : se caracteriza por su deseo de mantener el statu quo a escala internacional y de frenar o combatir la extensión de la revolución mundial.
En efecto, la extensión de la revolución mundial significa históricamente el final de la usurpación del poder político y económico por la burocracia en los Estados obreros: la repolitización y la reactivación del proletariado a escala internacional hace imposible, a largo o a medio plazo, la perpetuación de la hegemonía burocrática.
El centrismo burocrático se caracteriza por la síntesis permanente de esos dos factores contradictorios: la conservación del modo de producción no-capitalista en los Estados obreros y la voluntad de impedir al mismo tiempo el desarrollo de la revolución mundial.
Este conservadurismo básico no debe entenderse en el sentido más estrecho; la burocracia no se niega a traspasar sus propias fronteras cuando puede extender sus privilegios y su poder sobre otros países, en condiciones que no la amenazan, es decir, sin el despertar político del proletariado. Fue lo que pasó después de la Segunda guerra mundial en una serie de países,[29] pero únicamente donde el Ejército Rojo era capaz de impedir todo auge obrero susceptible de provocar una revolución política a escala general.
¿Cuál es la estrategia revolucionaria que resulta del carácter contradictorio de la naturaleza de la burocracia?
La burocracia, capa social consciente de sus intereses y privilegios, no los abandonará bajo la presión de la evolución objetiva que hace cada vez más difíciles las condiciones de su dominación: el desarrollo de las fuerzas productivas y el refuerzo numérico y cultural del proletariado mundial, modifican permanentemente la relación de fuerzas a expensas de la burocracia. Sólo una revolución política puede derribar el poder de la burocracia en provecho del proletariado. Esto no significa que esa revolución será sangrienta: los dos ejemplos históricos de un principio de revolución política (16 y 17 de junio de 1953 en Alemania del Este; 23 de octubre-4 de noviembre de 1956 en Hungría) demostraron el resultado de la movilización general de la clase obrera, caracterizada por las ocupaciones de fábricas, la elección de consejos obreros, etc. La burocracia local se desvaneció literalmente y sólo la intervención militar exterior pudo detener esta revolución. En la Unión Soviética, claro está, no puede existir un factor exterior que pueda desempeñar ese papel.
Podemos, pues, ser bastante optimistas acerca de las modalidades de realización de la revolución política. No vemos, por lo demás, cuál sería la masa social de apoyo de la burocracia capaz de luchar a su lado contra el proletariado.
Este fenómeno no es más que la aplicación del concepto de revolución política, distinto del de revolución social:
La revolución política en los Estados obreros tendría como consecuencia dar al modo de producción un contenido nuevo, en la medida en que la burocracia está ligada a un modo de producción incompatible con el ejercicio de la democracia proletaria.
Pero los instrumentos fundamentales de la economía soviética no se modificarían: propiedad colectiva de los medios de producción. planificación, supervivencia de ciertos mecanismos de mercado. Esos instrumentos tendrían un contenido distinto en su aplicación por el ejercicio del poder por el proletariado, pero no serían destruidos ni reemplazados por otros; la forma del Estado sería claramente distinta, pero no su naturaleza social fundamental.[31]
La necesidad del derrocamiento del poder de la burocracia por una revolución política y no por una revolución social proviene lógicamente de su caracterización como casta o capa social, y no como clase social, que tiene sus raíces y funciones propias en el proceso de producción.
La caracterización de la burocracia como capa y no como clase social no es una sencilla querella de palabras; tiene importancia decisiva para la comprensión correcta de las posibilidades revolucionarias del movimiento internacional y de sus lazos con la burocracia.
La confusión en este punto puede explicarse por el hecho de que algunos aspectos de la actitud de la burocracia en los Estados obreros es bastante parecida a la de una clase social: poder absoluto, privilegios ideológicos y materiales, conciencia colectiva de las prerrogativas adquiridas y a defender.[32]
No obstante, caracterizar la burocracia como clase social lleva a una teoría del fenómeno burocrático que no permite darse cuenta correctamente de la realidad revolucionaria internacional: encontramos contradicciones insolubles en el plano metodológico y político. Si caracterizamos la burocracia como clase social, nos vemos obligados a decir o que se constituyó y tomó el poder como clase después de la revolución (y sería la primera vez en la historia que una clase no tuvo existencia sino después de la toma del poder), o que existía como clase antes de su toma del poder.
Las implicaciones de esas dos variantes son muy diferentes y es preciso distinguirlas claramente:
Algunos afirman que la burocracia existe como clase antes de la toma del poder y que la constituyen en los países capitalistas las direcciones de los partidos comunistas. Si tomamos la definición marxista de una clase social, es evidentemente una aberración: ¿cuál es el papel de esas direcciones dentro del proceso de producción? Además, tal afirmación tiene consecuencias políticas muy graves: tenemos que decir entonces que en Francia e Italia, por ejemplo, el proletariado no tiene nada que ver con tal clase y por lo tanto debe romper radicalmente con ella; una huelga dirigida por el Partido Comunista ya no es una lucha entre el proletariado y la burguesía, sino entre la burguesía y la burocracia que quiere convertirse en clase dominante: ¡entonces el proletariado debe ser neutral! Es preciso admitir también que en Vietnam no asistimos a una lucha entre el imperialismo y las masas de un país colonial que quieren liberarse, sino a una lucha entre dos clases, ¡ la burguesía y la burocracia!
Toda .1a realidad revolucionaria resulta entonces totalmente tergiversada, pues es claro para todos que en Francia una huelga dirigida por el Partido Comunista es un episodio de la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía. Por supuesto, la burocracia sindical intenta aprovecharse de su función dirigente en el movimiento obrero para beneficiarse de la huelga con fines propios, pero la lucha de clases no es por ello una lucha triangular entre proletariado, burguesía y burocracia.
La lógica última de la posición que afirma que la burocracia es una clase cuyo embrión en los países capitalistas es la dirección de los partidos comunistas, es la abstención de participar en la lucha de clases, e incluso a veces es una posición contrarrevolucionaria.
Algunos grupos políticos siguen el razonamiento hasta afirmar que en Vietnam hay una guerra imperialista entre dos capas imperialistas (igual que en Corea en 1954), que la revolución cubana no tiene ningún interés, pues la dirige una nueva clase explotadora y que el proletariado no debe intervenir en tal lucha entre dos clases que le son extrañas. Ahora bien, lo queramos o no, en muchos países del mundo la lucha de clases real entre el proletariado y la burguesía, o entre las masas de los países coloniales y el imperialismo se hace efectivamente bajo la dirección de los partidos comunistas y no podemos quedar neutrales de ningún modo.[33]
Otra posición de grupos políticos que quieren caracterizar a la burocracia como clase social es verla como nueva clase progresista en relación con la burguesía y el imperialismo. Esto lleva al proletariado a dar su apoyo a otra clase social distinta a la suya propia, la burocracia, y a desempeñar el papel de sostén en la lucha de la burocracia contra la burguesía y el imperialismo. Ello supone negar el papel dirigente fundamental del proletariado en la revolución mundial.[34] Eso implica también graves ilusiones acerca de las posibilidades revolucionarias de la burocracia: ¿quién puede pensar seriamente que el Partido Comunista francés, con su línea actual pueda efectivamente tomar el poder?
Examinemos otra variante entre las teorías sobre la burocracia como clase social: las que caracterizan a la burocracia como clase que se constituyó y tomó el poder después de la revolución. También tiene implicaciones complejas:
Entre los numerosos teóricos de la ”nueva clase explotadora” (Djilas, Burnham) comprobamos que ”la rebelión contra Stalin y la burocracia soviética les condujo a la negación del marxismo, al escepticismo hacia la clase obrera y el socialismo, a una adulación de la democracia burguesa; la denuncia de los crímenes del Kremlin llevó a muchos de ellos a entrar en la órbita de Washington”[35] Esos han franqueado claramente las barreras de clase para engrosar las filas de la burguesía y no es útil hablar demasiado sobre sus tesis.
Para otros y, sobre todo, los camaradas polacos Modzelewski y Kuron, la caracterización de la burocracia como clase social se hace en el marco de un análisis marxista que denuncia claramente al capitalismo y a la democracia burguesa y que expresa con igual claridad la confianza en las posibilidades históricas del proletariado. Con estos camaradas el problema es más bien terminológico que político, y las consecuencias no son decisivas. En 1939 Trotsky había considerado ya este tipo de problemas:
”Empecemos por plantear el problema . de la naturaleza del Estado soviético, no en el plano sociológico abstracto, sino en el de las tareas políticas concretas. Admitamos por el momento que la burocracia sea una nueva ”clase” y que el actual régimen en la Unión Soviética sea un régimen de explotación de clase. ¿Qué nuevas conclusiones provendrían de tales definiciones? La IV Internacional ha reconocido desde hace mucho tiempo la necesidad de derribar a la burocracia por medio de un levantamiento revolucionario de los trabajadores. Los que proclaman que la burocracia es una ”clase” no proponen nada más. El fin del derrocamiento de la burocracia es el restablecimiento del régimen de Soviets, excluyendo de ellos a la burocracia actual. Los críticos de izquierda no pueden proponer y no proponen nada más. La tarea de los soviets regenerados es colaborar con la revolución mundial y construir una sociedad socialista. El derrocamiento de la burocracia presupone por consiguiente el mantenimiento de la propiedad estatal y de la economía planificada. Ese es el centro de todo el problema.
”Es inútil decir que el reparto de las fuerzas productivas entre los diferentes sectores de la economía y en general todo el contenido del plan serán fuertemente cambiados cuando este plan sea determinado no por los intereses de la burocracia sino por los de los mismos productores. En la medida en que el problema del derrocamiento continúa ligado al del mantenimiento de la propiedad nacionalizada (estatal), calificamos la revolución futura como política. Algunos de nuestros críticos (Ciliga, Brune y otros) quieren, a pesar de todo, llamar social a la. revolución futura. Admitamos esta definición: ¿Qué cambio substancial. supondrá? No añade nada a las tareas de la revolución que hemos enumerado.
”Nuestros críticos, generalmente, toman los hechos tal como los hemos establecido desde hace tiempo. No añaden nada esencial a nuestra estimación, ya sea de la posición de la burocracia y de los trabajadores, ya sea del papel del Kremlin en la escena internacional. En todos estos asuntos, no sólo se abstienen de impugnar nuestro análisis, sino que al contrario se fundan enteramente en él e incluso se limitan solamente a él. La única acusación que hacen contra nosotros es que no llegamos a las conclusiones necesarias. Este análisis demuestra que tales conclusiones son de naturaleza terminológica. Nuestros críticos se niegan a llamar al Estado obrero degenerado un Estado obrero. Exigen que la burocracia totalitaria sea llamada clase dirigente. Proponen considerar la revolución contra la burocracia no como política sino como social. Si les hiciéramos tales concesiones terminológicas, pondríamos a nuestros críticos en una posición muy difícil, pues no sabrían qué hacer con su victoria únicamente verbal.
”Sería por consiguiente una tontería romper con camaradas que, acerca de la naturaleza sociológica de la Unión Soviética tienen una opinión distinta de la nuestra, en la medida en que se solidarizan con nosotros en lo que se refiere a las tareas políticas”. (”La Unión Soviética en guerra”, 25 de septiembre de 1939).
No obstante, la diferencia de análisis caracterizando a la burocracia como clase social no sólo tiene implicaciones terminológicas. Lleva a -los camaradas Kuron y Modzelewski a conclusiones erróneas:
Estos tres factores les conducen a menospreciar las posibilidades de adaptación (y de represión) de la burocracia.
Para concluir, el punto fundamental que no debemos olvidar nunca es que a escala internacional, la lucha de clases fundamental es la lucha entre el proletariado y la burguesía, la burocracia interviene en esa lucha para falsearla. La única manera de deshacerse a la vez de la burguesía y de la burocracia estriba en apoyar a fondo las luchas de los obreros y la de los pueblos coloniales contra el imperialismo, aun cuando este combate esté actualmente dirigido por los partidos comunistas, dado que sólo el triunfo más extenso de la revolución internacional constituye en última instancia la garantía de que la burocracia sea eliminada definitivamente del poder.
La historia ya ha respondido parcialmente a esta problemática: todas las revoluciones victoriosas a partir de 1945 (¡evidentemente no las conquistas del Ejército rojo!) han planteado de forma más o menos explícita el problema de la burocracia:
Como dijera Marx: “la humanidad sólo se plantea las cuestiones que puede resolver”. Ahora las condiciones objetivas y subjetivas para resolver el problema de la burocracia parecen darse:
Estando realizada ahora la conjunción de esos distintos factores, probablemente toda nueva revolución proletaria se verá obligada a plantear explícitamente el problema de la burocracia y a resolverlo del modo más eficaz.
[1] Ello sería todavía más cierto en un plano social más amplio si, al día siguiente de la victoria de la clase obrera, se quisiese suprimir todos los técnicos y especialistas que hacen un trabajo no material (contacto físico con la producción). Se condenaría a la sociedad a una regresión inmediata, colosal, a un descenso del nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. En lugar de un impulso, pre-condición del comunismo moderno, se correría el riesgo de llagar al comunismo primitivo que se descompondría muy rápidamente por una nueva división social. El colmo de la paradoja es que esa manera de proceder, lejos de impedir la burocracia, la reproduciría en condiciones mucho más dañinas.
[2] La creación de los aparatos es indispensable por razones de simple eficacia: todo el mundo comprende perfectamente qu e es imposible dirigir 50.000 personas sin un mínimo de infraestructura material.
[3] La importancia histórica y numérica de los partidos social-demócratas es el motor de su burocratización, no su freno. Es mucho más fácil mantener sin burocratización a una organización couande no se reclutan los miembros de dicha organización sino de gente que tenga ya un mínimo de conciencia política y de actividad, donde el fenómeno de ”la clientela” no puede aparecer en gran escala.
[4] Grupos ultra-izquierdistas, más o menos anarquizantes se habían desarrollado en la socialdemocracia alemana hacia 1891-92: esos ”izquierdistas de Berlín” constituyeron una tendencia poco conocida en el movimiento obrero. El juicio sobre este grupo no es ni simple ni unilateral. Lenin mismo, después de 1914 ha debido hacer un examen critico de su opinión precedente y él ha visto en sus opiniones las primeras formas de revuelta semi-consciente y semi-instintivas contra el comienzo de la corrupción reformista y burocrática de los movimientos socialdemócratas de masas.
[5] Kautsky, quien ha sido en gran medida el maestro de Lenin y quien le ha inspirado una primera parte de su teoría leninista del partido, era un hombre muy inteligente y un teórico marxista de valor, lo que le ha permitido con mucha clarividencia tomar de ese ejemplo la raíz del problema.
[6] En la segunda edición del ¿Qué hacer?, en el prefacio de 1905, Lenin insiste sobre el hecho de que a partir del momento en que el partido de vanguardia se separa del proletariado èste cae en el aventurerismo y la arbitrariedad más completa. Un pequeño grupo de burócratas sentados en torno a una mesa pueden decidir que en circunstancias determinadas, el proletariado deba obrar en un sentido determinado: es hacer desaparecer completamente el principal criterio objetivo, la voluntad del proletariado y lo que él está preparado a aceptar efectivamente.
[7] Eso era verdad en la época en que vivía Rosa, pero hoy existen países donde más de la mitad de los obreros son formalmente miembros de sindicatos: en Suecia, en Austria, en Bélgica, pero incluso en estos casos es un compromiso puramente formal: sólo una minoría de obreros tiene una actividad sindical real, incluso una actividad mínima (asistir por lo menos una vez al ano a una reunión sindical).
[8] El abanico de los salarios en los países imperialistas tiende a cerrarse; es mucho menos abierto que hace cincuenta años.
[9] Punto que personas como I. Deutscher han comprendido insuficientemente, lo que permite ver que la lucha de la Oposición de Izquierda no tuvo simplemente el carácter de una lucha académica y platónica: para él, todas esas personas eran héroes condenados a perder, destinados simplemente a preparar un futuro muy lejano, que trabajaban para la historia de cincuenta años más adelante. La cuestión es mucho más compleja y no se puede ser tan categórico.
[10] Subdesarrollo de las fuerzas productivas; 'subdesarrollo intelectual, cultural y simplemente numérico del proletariado; aislamiento de la revolución y reflujo de la revolución mundial: penuria de mercancías y de bienes de consumo.
[11] Todos estos puntos son evidentemente desarrollados en la tercera parte del folleto.
[12] Se ha asistido en efecto, recientemente, a tentativas de rehabilitación de esa tendencia por parte de medios muy diversos:
– Evidentemente por parte de grupos ultra-izquierdistas (”Socialismo o Barbarie”) que han visto en ese texto de Kollontai de 1921 una verdadera profecía;
– Los yugoslavos han hecho también la apología de esta oposición obrera, y le han dado razón en su lucha contra el centralismo democrático de Lenin, lo que resulta cuando menos sorprendente en un país tan centralizado;
– Ultimamente, en el seno de la tendencia llamada ”pablista”, algunos han hecho la apología de esta oposición. Ello es muy natural cuando se quiere considerar la autogestión como una panacea universal, capaz de responder por sí sola a todos los problemas, en particular al de la lucha contra la burocracia
[13] El ejemplo yugoeslavo ha demostrado que no es suficiente por medio de una seudo-autogestión a nivel de empresas para luchar contra la burocracia de modo eficaz.
[14] Aníbal Escalante, viejo dirigente estalinista y secretario de la organización del PC cubano, intentó en varias ocasiones establecer una dominación de la burocracia sobre la revolución y la clase obrera cubana.
[15] Fidel había propuesto a los doscientos mil cubanos que escuchaban su discurso de bautizar el año 1965, como “año de la lucha contra la burocracia”; muchas manos se levantaron, pero la mayoría se pronunció por denominar al año 1965 como ”año de la agricultura”.
[16] Para ilustrar lo que quiere decir, Fidel da un ejemplo en su discurso contra Escalante: visitando una fábrica y viendo una célula, nos trasmite lo que vió:
– al director de la fábrica;
– al ingeniero jefe de la fábrica;
– a la mujer del director;
– la mujer del ingeniero jefe;
– al chofer del director;
– al chofer del ingeniero jefe.
Fidel se pregunta ¿es esto la vanguardia de la clase obrera? Así manifiesta a modo de caricatura, lo que ha pasado la mayor parte del tiempo en los Estados Obreros de Europa del Este; si se estudia la composición de los Comités centrales o regionales, uno se da cuenta que allí no hay prácticamente un solo obrero productor; están compuestos exclusivamente de directores, ingenieros, funcionarios representantes de la burocracia económica, política o administrativa.
[17] En las economías pre-capitalistas, esas normas de distribución no se aplican o se aplican de una forma embrionaria: en la sociedad feudal, la cantidad de bienes de consumo que dispone un individuo no está solamente en función de su renta monetaria, sino más bien en función de su estatus social.
[18] Es lo que Préobrajenski ha llamado ”acumulación socialista primitiva”.
[19] Desde el punto de vista subjetivo los actores de ese drama han sido en gran parte sinceros e inconscientes: si alguien hubiera podido probar a Stalin en 1920 que él suprimiría todos los poderes al proletariado, que él destruiría al Partido Bolchevique y la Internacional Comunista, es de suponer que Stalin, revolucionario sincero, aunque con defectos, se hubiera suicidado inmediatamente. Lo mismo les ocurriría sin duda a los dirigentes del Partido que después de la muerte de Lenin, rechazaron las proposiciones de la Oposición de Izquierda para aliarse con Stalin, abriendo así el camino a todo lo que sucedió después.
[20] Hay numerosas analogías históricas de este fenómeno: cada vez que el movimiento obrero se encuentra situado bruscamente ante problemas imprevistos y enteramente nuevos, una parte importante de los mejores cuadros del movimiento obrero no comprenden el problema inmediatamente:
– La incomprensión de la verdadera naturaleza de la guerra imperialista de 1914-18 y de las causas profundas de la traición de la social democracia. Esta incomprensión duró varios años para una gran parte de los cuadros socialistas que debían constituir los partidos comunistas unos años más tarde.
– La incomprensión de la significación histórica de la revolución china y de la apertura de una nueva etapa histórica caracterizada por la importancia de la revolución colonial.
[21] En general los camaradas que hacen ese género de análisis quieren probar dos cosas totalmente contradictorias:
– por una parte que Trotsky ha cometido muchos errores tácticos.
– por otra parte, que la victoria de Stalin era inevitable, porque correspondía a las condiciones objetivas de la Rusia de la época.
Esto es particularmente visible en I. Deutscher en quien las dos tesis se entrecruzan continuamente.
[22] El origen de esta incomprensión es la oposición en el período de transición entre la función de acumulación y la función de defensa de los productores como consumidores: en el marco de la ”economía de mercado”, aunque una empresa sea administrada democráticamente, los intereses económicos inmediatos de los productores pueden oponerse fundamentalmente a los principios de una economía socialista: hemos visto p.ej. en Yugoslavia, cómo los consejos obreros democráticamente elegidos proponían el despido del 25 por ciento del personal de una fábrica para mejorar los salarios; no hay coincidencia automática entre los intereses globales del proletariado como clase y los de grupos aislados de obreros.
[23] El ejemplo de la autogestión en Yugoslavia demostró que ese punto era totalmente decisivo: las instancias nacionales de los Consejos obreros tienen espontáneamente una tendencia a componerse siempre de las mismas personas, que acaban por perder todo lazo efectivo con el trabajo productivo. La lucha contra la burocracia impone reservar en gran proporción, el acceso a los Congresos Nacionales de aquellos cuyos salarios no sobrepasen a los de un obrero cualificado.
[24] No hay que atribuir a la defensa de sus intereses de capa social privilegiada todos los errores monstruosos que cometió la burocracia, no era interés de Stalin y de la burocracia soviética disminuir la producción agrícola durante 25 años empleando una política terrorista para suprimir la pequeña propiedad agrícola. En otras condiciones, por ejemplo en Yugoeslavia, la burocracia es perfectamente capaz de tener una actitud no terrorista con el campesinado.
[25] Sobre este punto, hay que destacar un error típico de los camaradas polacos Kuron y Modzelevski, que piensan que una de las características fundamentales de la burocracia es la prioridad dada a la industria pesada. Esto no es así más que en un momento particular de la historia de la gestión burocrática, momento que aparece ya sobrepasado en la Unión Soviética. Este juicio puede ser peligroso pues puede llevar a considerar que el abandono del dogma de esa prioridad algo que sucede hoy día en la Unión Soviética, entraña la desaparición de la burocracia; y ocurre precisamente lo contrario, podemos comprobarcómo se refuerza en ese país.
[26] Mucha gente que caracteriza a la burocracia por el curso derechista y las concesiones a los campesinos, quedó totalmente desconcertada por el giro de 1928 y la eliminación terrorista del ”kulak”. Otros que caracterizan a la burocracia por la dictadura policiaca y los campos de concentración resultaron incapaces de explicar el giro de 1956.
[27] Las teorías que caracterizan a la Unión Soviética como un Estado Obrero y a las ”democracias populares” como Estados capitalistas no pueden sino dar de la historia contemporánea una imagen totalmente incomprensible: ¿Es razonable afirmar que el modo de producción checoslovaco es cualitativamente distinto del que existe en la URSS y que es el mismo que el de los países capitalistas? Si las clasificaciones tienen un sentido, es evidente que a este tipo de conclusión absurda se llega con ese género de teorías.
[28] Para Marx, la noción de ”capitalismo estatal”, en el sentido de la supresión total de la competencia capitalista es una cosa inconcebible. El capitalismo no puede existir sino con capitales diferenciados, caracterizados por atracción y repulsión mutuas. La supresión total de la competencia ya no permite comprender la continuación de la función de acumulación, que habría perdido todo carácter de necesidad.
[29] La justificación dada por los estalinistas a propósito de la no extensión de la revolución a países como Italia, Francia, Grecia o Yugoeslavia se funda en la necesidad de respetar a los dos bloques consagrados por Yalta, so pena de que los EE.UU. provoquen una guerra mundial. Tal justificación cae por su propio peso: la revolución no respetó la división en varios lugares: Yugoeslavia, China y Cuba. Estas extensiones de la revolución mundial provocaron crisis internacionales serias pero no la guerra mundial, y el imperialismo tuvo que aceptar los hechos consumados.
[30] Marx da como ejemplos de revoluciones políticas las revoluciones de 1830 y 1848 en Francia: el poder pasó a manos de varias capas de la burguesía: burguesía financiera, bancaria, industrial. La burguesía industrial de las grandes ciudades tuvo que luchar con las armas en la mano para arrancar el poder a la burguesía bancaria durante la revolución de febrero de 1848. Esta revolución es, por lo tanto, de naturaleza muy diferente a la de la ”Comuna de París”, en la que el poder pasó de modo provisional de la burguesía al proletariado.
[31] La definición de la naturaleza del Estado depende, finalmente, exclusivamente de sus lazos con un modo de producción determinado. El paso del fascismo a la democracia burguesa en Alemania en 1945 correspondieron cambios gigantescos en la forma del Estado, sin que se produjeran cambios en el modo de producción. Dentro de un mismo modo de producción, numerosas formas de Estado son posibles; eso no significa que el paso de una forma a otra pueda hacerse de modo ”reformista”.
[32] Para algunos camaradas de los Estados obreros, la caracterización de la burocracia como clase señala también la voluntad de apartarse claramente de las corrientes ”reformistas” que plantean aliarse tácticamente con ciertas alas de la burocracia contra otras.
[33] Claro que eso no nos impide decir que, mientras permanezca bajo la dirección estalinista exclusivamente, no podrá lograr la victoria. que es menester librar a los obreros de tal hegemonía, etc.
[34] Esta teoría se funda en el desconocimiento de lo que Lukacs caracterizó como la idea fundamental de Lenin, ”la actualidad de la revolución”. En los siglos pasados, el proletariado tuvo que desempeñar el papel de la fuerza de complemento sosteniendo a clases progresistas contra otras clases más reaccionarias; pero ahora lo posible, la tarea del momento es la revolución proletaria, efectivamente realizada por el proletariado.
[35] Introducción de Pierre Frank a la ”Carta al Partido Obrero Polaco”, de los camaradas polacos Kuron y Modzelewsky.