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F. Engels


A PIOTR LAVROVICH LAVROV

en Londres




 

Londres, 12-17 de noviembre de 1875

Mon cher Monsieur Lawrow,

Enfin, de retour d'un voyage en Allemagne, j'arrive � votre article que je viens de lire avec beaucoup d'int�r�t. Voici mes observations y relatives, r�dig�es en allemand ce qui me permettra d'�tre plus concis.[*]

1. De la doctrina darvinista yo acepto la teor�a de la evoluci�n, pero no tomo el m�todo de demostraci�n de D[arwin] (struggle for life, natural selection)[**] m�s que como una primera expresi�n, una expresi�n temporal e imperfecta, de un hecho que acaba de descubrirse. Antes de Darwin, precisamente los hombres que hoy s�lo ven la lucha por la existencia (Vogt, B�chner, Moleschott, etc.), hac�an hincapi� en la acci�n coordinada en la naturaleza org�nica; subrayaban c�mo el reino vegetal suministraba el ox�geno y los alimentos al reino animal y c�mo, a la inversa, este �ltimo suministraba a aqu�l el �cido carb�nico y los abonos, como lo recalcaba con especial fuerza Liebig. Las dos concepciones se justifican en cierta medida, hasta ciertos l�mites, pero la una es tan unilateral y limitada como la otra. La interacci�n de los cuerpos naturales --tanto los muertos como los vivos-- implica tambi�n la armon�a, al igual que la colisi�n, la lucha, al igual que la cooperaci�n. Si, por consiguiente, un pretendido naturalista se permite resumir toda la riqueza, toda la diversidad de la evoluci�n hist�rica en una f�rmula estrecha y unilateral, en la de la «lucha por la existencia», f�rmula que s�lo puede admitirse hasta en el dominio de la naturaleza cum grano salis[***], semejante m�todo contiene de por s� ya su propia condena.

2. De los tres «ubezdennyie darwinisty»[****] [darvinistas convencidos] citados, s�lo Hellwald, por lo visto, merece que se le mencione. Seidlitz no es m�s que, en el mejor de los casos, una magnitud peque�a, y Robert Byr es un novelista, cuya novela "Tres veces" se publica actualmente en la revista "�ber Land und Meer" [«Por las tierras y los mares»][1], que es el lugar m�s indicado para sus fanfarronadas.

3. Sin negar las ventajas del m�todo de cr�tica que emplea usted y que yo llamar�a sicol�gico, yo elegir�a otro. Cada uno de nosotros se halla sujeto m�s o menos a la influencia del medio ambiente intelectual en el que se encuentra con preferencia. Es posible que su m�todo de usted sea el mejor para Rusia, en la que usted conoce mejor que yo el p�blico, y para un �rgano propagand�stico que se dirige al «sviazujušcij affekt» [sentimiento que une], al sentimiento moral. Para Alemania, donde el falso sentimentalismo ha causado y causa a�n inaudito da�o, no servir�a, no ser�a comprendido, ser�a interpretado mal, de una manera sentimental. En nuestro pu�s, el odio es m�s necesario que el amor --al menos por el momento-- y, m�s que nada, es necesario renunciar a los �ltimos vestigios del idealismo alem�n, restablecer los hechos materiales en su derecho hist�rico. Por eso, yo atacar�a --y en el momento oportuno yo lo har� probablemente-- a esos darvinistas burgueses de la siguiente manera:

Toda la doctrina darvinista de la lucha por la existencia no es m�s que la transposici�n pura y simple de la doctrina de Hobbes sobre el bellum omnium contra omnes[*****] [la guerra de todos contra todos], la tesis de los economistas burgueses de la competencia y la teor�a maltusiana de la poblaci�n, del dominio social al de la naturaleza viva. Tras de hacer ese juego de manos (cuya justificaci�n absoluta yo niego, como lo he se�alado ya en el punto 1, sobre todo en lo referente a la doctrina de Malthus), se transpone esas mismas teor�as de la naturaleza org�nica a la historia y se pretende luego haber probado su validez como leyes eternas de la sociedad humana. El car�cter pueril de este modo de proceder salta a la vista y no vale la pena perder el tiempo hablando de �l. Si quisiera detenerme en eso, yo lo har�a de la manera siguiente: mostrar�a que, en primer lugar, son malos economistas, y s�lo en segundo lugar, que son malos naturalistas y malos fil�sofos.

4. La diferencia esencial entre las sociedades humanas y las de animales consiste en que �stos, en el mejor de los casos, recogen, mientras que los hombres producen. Basta ya esta diferencia, �nica, pero capital, para hacer imposible la transposici�n sin m�s reservas de las leyes v�lidas para las sociedades animales a las sociedades humanas. Esta diferencia ha hecho posible, como lo ha observado usted con raz�n, que:

"celovek vel borjbu ne toljko za sušcestvovanie, no za naslazdenie i za uvelicenie svojich naslazdenij ...gotov byl dlja vysšago naslazdenija otrecsja ot nisšich"[******] [el hombre no luchaba s�lo por la existencia, sino, adem�s, por el placer, y por el aumento de los placeres ...estaba dispuesto a renunciar a los placeres inferiores en beneficio de los superiores].

Sin poner en duda las conclusiones que usted saca de ello, yo, partiendo de mis premisas, estimo lo siguiente: la producci�n humana alcanza, por consiguiente, en cierta fase, tal nivel que no s�lo se pueden producir los objetos para satisfacer las necesidades indispensables, sino, adem�s, art�culos de lujo, incluso cuando, para comenzar, s�lo basten para una minor�a. La lucha por la existencia --si dejamos por un momento aqu� en vigor esta categor�a-- se convierte, por tanto, en lucha por los placeres, no ya s�lo por los medios de existencia, sino, adem�s, por los medios de desarrollo, por los medios de desarrollo producidos socialmente. Y en esa fase, las categor�as tomadas del reino animal no son ya aplicables. Pero si la producci�n bajo su forma capitalista, tal y como se verifica ahora, crea una cantidad de medios de existencia y de desarrollo mucho mayor que lo que puede consumir la sociedad capitalista, puesto que aparta la inmensa masa de los productores reales del consumo de estos medios de existencia y de desarrollo; si esa sociedad, por la ley misma de su vida, se ve forzada a aumentar continuamente esa producci�n ya desmesurada para ella, y si, en consecuencia, peri�dicamente, cada diez a�os, tiene que destruir, no ya s�lo una gran cantidad de productos, sino tambi�n las fuerzas productivas, ¿qu� sentido tiene aqu� la charlataner�a acerca de la «lucha por la existencia»? La lucha por la existencia puede consistir aqu� solamente en que la clase productiva arrebate la direcci�n de la producci�n y la distribuci�n a la clase en cuyas manos se ha hallado hasta ahora, clase que es ya incapaz de ejercerla, y eso es precisamente la revoluci�n socialista.

Una observaci�n de pasada: basta lanzar una mirada sobre la marcha anterior de la historia como una serie continua de batallas de clase para ver claramente hasta qu� punto es superficial la concepci�n que quiere hacer de esa historia una variante ligeramente modificada de la «lucha por la existencia». Por eso, yo jam�s har�a ese favor a los seudonaturalistas.

5. Por la misma raz�n, yo formular�a, en consecuencia, de otro modo la tesis de usted, perfectamente justa en el fondo:

«eto ideja solidarnosti dlja oblegcenija borjby mogla... vyrosti nakonec do togo, ctoby ochvatitj vc� celovecestvo i protivo[po]stavitj jego, kak solidarnoje obšcestvo bratjev, ostaljnomu miru mineralov, rasteniji i zivotnuch» [la idea de la solidaridad para hacer el combate m�s f�cil pudo finalmente surgir y crecer hasta abarcar a toda la humanidad y contraponerla como sociedad de hermanos solidarios al mundo de los minerales, de las plantas y de los animales].

6. Por otra parte no puedo estar de acuerdo con usted en que «borjba vsech protiv vsech» (la lucha de todos contra todos) fue la primera fase de la evoluci�n humana. A mi juicio, el instinto social fue uno de los m�viles principales de la evoluci�n del hombre a partir del mono. Los primeros hombres habr�n vivido en manadas, y, cuanto puede alcanzar nuestra visi�n del pasado, hallamos que eso fue precisamente as�.

 

17 de noviembre

J'ai �t� de nouveau interrompu et je reprends ces lignes aujourd'hui pour vous le remettre. Vous voyez que mes observations se rattachent plut�t � la forme, � la m�thode de votre attaque, qu'au fond. J'esp�re que vous le trouverez assez claires, je les ai �crites � la h�te et, en relisant, je voudrais changer bien des choses, mais je crains de rendre le manuscrit trop illisible...[*******]




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NOTAS

[*] "Querido señor Lavrov:
      En fin, de regreso de un viaje a Alemania, me ocupo de su art�culo, que he le�do con mucho inter�s.[2] Le env�o mis observaciones al mismo escritas en alem�n, ya que ello me permite ser m�s conciso." (N. de la Edit.).

[**] Lucha por la vida, selecci�n natural. (N. de la Edit.)

[***] Literalmente: con un grano de sal; en sentido figurado: con cierta reserva. (N. de la Edit.)

[****] Las palabras entre comillas han sido tomadas del art�culo de Lavrov y escritas por Engels en ruso, pero con caracteres latinos. (N. de la Edit.)

[*****] Expresión que se encuentra en las obras de T. Hobbes El ciudadano, palabras al lector y Leviatán, caps. XIII-XIV. (N. de la Edit.)

[******] Subrayado por Engels. (N. de la Edit.)

[*******] Me han vuelto a interrumpir, y ahora me pongo a terminar la carta para enviarla a usted. Usted se habr� fijado que mis observaciones se refieren m�s bien a la forma, al m�todo de su cr�tica, y no al fondo. Conf�o en que usted las hallar� bastante claras, las he escrito de prisa y corriendo y, al revisarlas, he querido cambiar muchas cosas, pero temo que el manuscrito sea ilegible... (N. de la Edit.)



[1] "�ber Land und Meer" («Por las tierras y los mares»): semanario ilustrado alem�n, aparec�a en Stuttgart de 1858 a 1923.

[2] Se refiere al art�culo de P. Lavrov "El socialismo y la lucha por la existencia", publicado sin firma en el peri�dico Vperiod! («¡Adelante!»), Nº 17, el 15 de septiembre de 1875.




Fuente: C. Marx & F. Engels, Obras Escogidas, en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1974, págs. 532-534, 569.
Digitalización: Juan Rafael Fajardo, para el Marxists Internet Archive, marzo de 2001

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