F. Engels (1850) - La Guerra de los Campesinos en Alemania

 

 

V.

LA GUERRA DE LOS CAMPESINOS EN SUABIA Y FRANCONIA

 

Desde que Lutero moviliz a todos los elementos de oposici�n de Alemania con su declaraci�n de guerra contra la jerarqu�a cat�lica, no hubo a�o en que los campesinos no reprodujesen sus antiguas reivindicaciones. Desde 1518 hasta 1523 menudearon las insurrecciones locales de los campesinos en la Selva Negra y en la alta Suabia. A partir de la primavera de 1524 estas sublevaciones adquirieron un car�cter sistem�tico. En abril de este a�o los campesinos de la abad�a de Marchthal se negaron a prestar los servicios personales; en el mes de mayo los campesinos de Santa Blasa suspendieron el pago de los tributos feudales; en junio los campesinos de Steinheim cerca de Memmingen, declararon que no pagar�an el diezmo ni los otros tributos; en julio y agosto se sublevaron los campesinos de Turgovia y fueron pacificadas, en parte, gracias a la mediaci�n de los ciudadanos de Zurich, y en parte, por la brutalidad de la confederaci�n suiza que mand� ejecutar a varios jefes. Por fin se produjo una sublevaci�n decisiva en el landgraviato de St�hlingen que marca el principio de la guerra de campesinos.

Del d�a a la ma�ana los campesinos de St�hlingen se negaron a prestar sus servicios al landgrave; se concentraron fuertes bandos que conducidos por Juan Milller de Bulgenbath, marcharon a Waldshut el d�a 24 de octubre de 1524. All� fundaron una hermandad evang�lica en uni�n de los habitantes de la ciudad. Los ciudadanos no tardaron en ingresar en la alianza pues ya se encontraban en conflicto con el gobierno austriaco por la persecuci�n religiosa de que hac�a v�ctima a su predicador Ba1tasar Hubmaier, amigo y disc�pulo de Tomas M�nzer. Se les impuso una contribuci�n de tres kreuzers semanales, una suma enorme en aquellos tiempos. Se enviaron emisarios a Alsacia, a orillas del Mosela y del alto Rin y a Franconia para hacer ingresar en la alianza a todos los campesinos, proclam�ndose como principal objetivo la supresi�n de la dominaci�n feudal, la destrucci�n de todos los castillos y conventos y la supresi�n de toda soberan�a fuera de la imperial. La bandera de la alianza era la tricolor alemana.

La insurrecci�n se extendi� r�pidamente por toda la parte alta del actual pa�s de Baden. El p�nico se apoder� de la nobleza de Suabia cuyas fuerzas militares se hallaban casi todos ocupadas en Italia, luchando contra Francisco I de Francia. No le qued� otra salida que la de aplazar la decisi�n entablando largas negociaciones para procurarse entre tanto el dinero necesario para levantar tropas aguardando tener la suficiente fuerza para poder castigar a los insolentes campesinos con �el saqueo, el fuego y la Sangre�. Entonces dio comienzo aquella traici�n sistem�tica, la falta continua a la palabra dada, la perfidia consecuente por la cual los pr�ncipes y la nobleza se distinguieron durante toda la guerra campesina y que fue su arma m�s eficaz frente a los campesinos descentralizados y de dif�cil organizaci�n. La liga de Suabia que abarca los pr�ncipes, a la nobleza y a las ciudades imperiales del suroeste de Alemania se interpuso, pero sin dar garant�as positivas a los campesinos. Estos siguieron en movimiento. Del 30 de septiembre a mediados de octubre Juan Miller de Bulgenbach atraves� la Selva Negra hasta Urach y Furtwangen aumentando sus efectivos hasta 3500 hombres con los que tom� posiciones cerca de Eratingen (no lejos de St�hlingen) La nobleza solo dispon�a de 1700 hombres y aun �stos se hallaban dispersos. Se vio forzada a negociar una tregua que por fin se concluy� en el campamento de Eratingen.

Prometieron a los campesinos la conclusi�n de un tratado directamente entre ambas partes o por intervenci�n de un �rbitro y el examen de sus quejas por el tribunal de Stockach.

Los campesinos se pusieron de acuerdo sobre 16 art�culos cuya sanci�n iban a pedir al tribunal de Stockach. Eran sumamente moderados. La supresi�n del derecho de caza, de los servicios personales, de los tributos m�s abrumadores y de los privilegios se�oriales en general, la protecci�n contra las detenciones arbitrarias y contra los tribunales facciosos era todo lo que ped�an.

Pero apenas los campesinos hab�an vuelto a sus hogares cuando la nobleza exigi� el pago de todos los derechos objeto de litigio hasta que el tribunal se hubiera pronunciado. Como era natural los campesinos se negaron a efectuarlo remiti�ndose al tribunal. El conflicto se reprodujo; los campesinos se reunieron de nuevo, los pr�ncipes y se�ores concentraron sus tropas. Esta vez el movimiento se extendi� a Brisgovia y hasta a una gran parte de Wurtemberg. Las tropas encabezadas por Jorge Truchsess de Waldburg, el duque de Alba de la guerra campesina, observaban a los campesinos y derrotaron a algunos grupos aislados que acud�an como refuerzos, pero sin arriesgar un ataque de conjunto. Jorge Truchsess negoci� con los jefes campesinos logrando se firmase alg�n que otro convenio.

A fines de diciembre dieron comienzo las deliberaciones del tribunal de Stockach. Los campesinos protestaron contra la composici�n del tribunal, exclusivamente formado por nobles. Como contestaci�n les leyeron el acta de nombramiento imperial. Las deliberaciones se prolongaron, mientras tanto, se armaban la nobleza, los pr�ncipes y las autoridades de la liga de Suabia. El archiduque Fernando que adem�s de sus reinos hereditarios de la Austria actual gobernaba a Wurtemberg, la Selva Negra y la Alsacia del sur orden� se procediese con la mayor severidad contra los campesinos rebeldes. Hab�a que capturarlos y matarlos sin piedad, hab�a que perderlos como fuera, quemando y devastando sus bienes, arrojando del pa�s a sus hijos y mujeres. Ya se ve como los pr�ncipes y se�ores guardaban la tregua y que era lo que entend�an por �mediaci�n amistosa� y �examen de las quejas�. El archiduque Fernando al que la casa Welser de Augsburgo hab�a otorgado un empr�stito, se arm� a toda prisa; la liga de Suabia decret� nuevos impuestos y alistamientos de tropas dando tres breves plazos para el cumplimiento de esta orden.

Todas estas sublevaciones coinciden con la estancia de Tomas M�nzer que permaneci� cinco meses en el sur. Aunque no existen pruebas directas de su intervenci�n en el desencadenamiento y la marcha del movimiento, se puede comprobar indirectamente. Los m�s decididos de los revolucionarios campesinos eran en su mayor�a sus disc�pulos y compart�an sus ideas. Se les atribu�an los doce art�culos as� como la carta de los art�culos de los campesinos del sur aunque por cierto no fue el quien redact� los primeros. Cuando ya regresaba a Turingia hizo p�blico un folleto revolucionario dirigido a los campesinos rebeldes.

Al mismo tiempo el duque Ulrico, expulsado de Wurtemberg desde 1519, estaba intrigando para entrar otra vez en posesi�n de su pa�s con ayuda de los campesinos. Desde su expulsi�n trataba de utilizar el partido revolucionario al que ayudaba continuamente. Se halla su nombre en casi todas las revueltas locales que se produjeron entre 1520 y 1524 en la Selva Negra y en Wurtemberg; ahora se preparaba abiertamente a invadir Wurtemberg desde su castillo de Hohentwiel Pero los campesinos no hicieron sino aprovecharse de �l; nunca tuvo influencia alguna sobre ellos y aun menos su confianza.

As� pas� el invierno sin que se registrasen hechos decisivos. Los grandes se�ores se escondieron y la sublevaci�n de los campesinos gan� mayor extensi�n. En enero de 1525, el pa�s entero, desde el Rin hasta el Danubio y el Lech estaba en plena efervescencia y en febrero se desencadeno la tormenta.

Mientras las bandas de la Selva Negra y del Hegau, capitaneadas por Juan M�ller de Bulgenbach conspiraban con Ulrico de Wurtemberg, participando algunas en su fracasada expedici�n contra Stuttgart (en febrero y marzo de 1525), los campesinos del Ried cerca de Ulm se sublevaron el 9 de febrero y se reunieron cerca de Baltringen en un campamento rodeado de terrenos pantanosos. Izaron la bandera roja y formaron la columna de Baltringen conducida por Ulrico Schmid que tenia 10000 � 12000 hombres.

El d�a 25 de febrero el destacamento del alto Allg�u se concentr� al lado del monte Schusser, con motivo del rumor de que las tropas marchaban contra los descontentos que tambi�n all� se hab�an manifestado. El 26 se reunieron los ciudadanos de Kempten que durante todo el invierno hab�an peleado con un arzobispo y se unieron a los rebeldes. Las ciudades de Memmingen y Kaufbeuren se agregaron al movimiento bajo ciertas condiciones; por primera vez se manifest� lo ambiguo de la posici�n que las ciudades ocupaban en esta lucha. El 7 de marzo fueron aprobadas en Memmingen los �doce art�culos de Memmingen� vigentes para todos los campesinos del Alto Allg�u.

Con motivo de un mensaje llegado del Allg�u se form el destacamento del Lago a orillas del lago de Constanza. Tambi�n este destacamento se fortaleci� r�pidamente; ten�a su cuartel general en Bermatingen.

Asimismo se levantaron en los primeros d�as de marzo los campesinos del bajo Allg�u, en la regi�n de Ochsenhausen y Schellenberg, en Zeil y Waldburg que formahan los dominios de Truchsess. Este destacamento del bajo Allg�u que contaba con 7000 hombres, acampaba cerca de Wurzach.

Los cuatro destacamentos aceptaron los art�culos de Memmingen que adem�s de ser mucho m�s moderados que los del Hegau denotaban una sorprendente falta de energ�a en todo lo que se refer�a al comportamiento de las bandas armadas frente a la nobleza y a los gobiernos. La decisi�n y la energ�a cuando no faltaron por completo no aparecieron sino en pleno transcurso de la guerra cuando los campesinos ya hab�an adquirido suficiente experiencia en cuanto a la actuaci�n de sus enemigos.

Al mismo tiempo que se constitu�an estos destacamentos, se form� el sexto a orillas del Danubio. Todos los campesinos de la regi�n, de Ulm y Donauw�rth, de los valles del Iller, Roth y Biber se congregaron en Leipheim donde establecieron su campamento. De 15 pueblos hab�an venido todos los hombres capaces de llevar armas, otros 117 hab�an enviado fuertes contingentes. Jefe del destacamento de Leipheim era Ulrico Sch�n; actuaba como predicador el cura de Leipheim, Jacobo Wehe.

A primeros del mes de marzo hab�a en los seis campamentos de 30000 a 40000 campesinos armados, procedentes de la alta Suabia. Los destacamentos se compon�an de elementos muy diversos. En todas partes el partido revolucionario de M�nzer era la minor�a. Sin embargo, constitu�a el eje y el principal sost�n de las bandas de campesinos. La gran masa estaba siempre dispuesta a aceptar compromisos con los se�ores, con tal de que les hicieran aquellas concesiones que esperaban obtener por coacci�n al adoptar su actitud amenazante. Al prolongarse la lucha y cuando se aproximaban los ej�rcitos de los pr�ncipes, los campesinos estaban hartos de guerra y la mayor parte de los que aun ten�an algo que perder se marcharon a casa. Grandes masas de lumpemproletarios vagabundos se hab�an agregado a los destacamentos; su presencia hac�a dif�cil el mantenimiento de la disciplina y sus frecuentes deserciones desmoralizaban a los campesinos. As� se explica que al principio los campesinos no saliesen de su actitud puramente defensiva; la desmoralizaci�n cund�a entre ellos que aun prescindiendo de su insuficiente t�ctica y de la escasez de buenos jefes no hubieran podido estar a la altura de los ej�rcitos regulares.

Aun antes de haberse concentrado los destacamentos, el duque Ulrico desde el Hohentwiel invadi� Wurtemberg con tropas mercenarias y algunos campesinos del Hegau. La liga de Suabia habr�a sido derrotada si del otro lado los campesinos hubiesen atacado a las tropas de Truchsess. Pero gracias a la actitud puramente defensiva de las bandas Truchsess logr� concluir r�pidamente un armisticio con los campesinos de Baltringen, del Allg�u y del Lago, entablando negociaciones y prometiendo someter el litigio a los tribunales el domingo de Judica (el 2 de abril). Mientras tanto pudo ocupar Stuttgart, marchar contra el duque Ulrico y obligarlo a abandonar de nuevo el territorio de Wurtemberg, el d�a 17 de marzo. Luego se volvi� contra los campesinos, pero los lansquenetes de su propio ej�rcito se insubordinaron neg�ndose a marchar contra ellos. Por fin consigui� pacificar a los amotinados y trasladarse a Ulm �donde se concentraron nuevos refuerzos� no sin haber establecido un puesto de observaci�n cerca de Kirchheim.

La Liga de Suabia que por fin ten�a las manos libres despu�s de concentrar las primeras tropas se quit� la careta declarando estar decidida a �resistir por las armas y con la ayuda de Dios a los intentos arbitrarios de los campesinos�.

Mientras tanto los campesinos observaban escrupulosamente el armisticio. Para la sesi�n del tribunal anunciada para el domingo de Judica hab�an redactado los famosos doce art�culos que conten�an sus reivindicaciones. Ped�an la libre elecci�n y destituci�n de los sacerdotes por la comunidad, la supresi�n del peque�o diezmo y la utilizaci�n del gran diezmo para fines p�blicos, despu�s de pagados los haberes de los curas; adem�s ped�an la restricci�n de los servicios personales, tributos e hipotecas, la restituci�n de los montes comunales y particulares ocupados arbitrariamente, el restablecimiento de sus privilegios suprimidos y el cese de las arbitrariedades de la justicia v administraci�n. Se ve que en las bandas campesinas prevalec�a el criterio conciliador del partido moderado.

El partido revolucionario ya hab�a establecido su programa en la carta de art�culos. En esta carta abierta, dirigida a todos los campesinos los invitaba a ingresar en la �uni�n y hermandad cristiana� para acabar con todos los tributos sea por las buenas �lo que no parece posible�, sea por la violencia; al mismo tiempo amenazaba a los recalcitrantes con la �excomuni�n secular�, es decir, con excluirlos de la sociedad y de todo trato con los miembros de la uni�n. Tambi�n hab�a que incluir todos los castillos, conventos y fundaciones religiosas en la excomuni�n secular, en caso que los nobles, curas y frailes no las abandonaran voluntariamente, para vivir en casas ordinarias como los otros hombres, ingresando en la uni�n cristiana. Este manifiesto tan radical, redactado seguramente antes de la insurrecci�n que estall� en la Primavera de 1325 trata, sobre todo, de la revoluci�n, del aniquilamiento de las clases hasta entonces dominantes; la �excomuni�n secular� marca a los opresores y traidores a los que hay que matar, los castillos que han de ser quemados, los conventos y fundaciones que se han de confiscar y cuyos tesoros deben ser vendidos.

Pero antes de que los campesinos pudiesen someter sus doce art�culos a los �rbitros recibieron la noticia de la traici�n de la liga de Suabia y de la pr�xima llegada de las tropas. Sin tardar tomaron sus medidas. En Geisbeuren celebraron una asamblea general los campesinos del Allg�u, de Baltringen y del lago. Los cuatro destacamentos se entremezclaron organiz�ndose cuatro columnas nuevas y se acord� la incautaci�n de los bienes eclesi�sticos, la venta de las joyas en beneficio de la caja militar y la quema de los castillos. As� se impuso al lado de los doce art�culos, la carta de los art�culos, como regla de conducta de los beligerantes y el domingo de Judica, el d�a en que se iba a firmar la paz fue la fecha de la sublevaci�n general.

La excitaci�n creciente, los incesantes conflictos locales entre los campesinos y la nobleza, las noticias de la insurrecci�n en la Selva Negra que crec�a continuamente extendi�ndose hasta el Danuhio y el Lech bastan ampliamente para explicar la rapidez con que se sucedieron las sublevaciones campesinas en las dos terceras partes de Alemania. Pero la simultaneidad de todas estas sublevaciones parciales es prueba de que a la cabeza de los movimientos se hallaban personas que lo hab�an organizado por medio de emisarios, anabaptistas y otros. En los �ltimos d�as de marzo se produjeron disturbios en Wurtemberg, a orillas del Neckar, en el Odenwald y en la alta y media Franconia; pero ya antes se hab�a fijado en todas partes la fecha del 2 de abril para llevar a cabo el levantamiento general y el golpe decisivo; la insurrecci�n de las masas se produjo en la primera semana de abril. El d�a 1� de este mes los campesinos del Allg�u, Hegau y los del lago tocaron las campanas a rebato convocando asambleas de masa y llamando al campamento a todos los hombres capaces de llevar armas al mismo tiempo que los de Baltringen comenzaron las hostilidades contra los castillos y conventos.

En Franconia donde el movimiento se agrupaba alrededor de seis centros la insurrecci�n estall� un�nimemente en los primeros d�as de abril. Cerca de Nordlingen los campesinos constituyeron dos campamentos; con su ayuda triunf� en la ciudad el partido revolucionario cuyo jefe era Antonio Forner que fue nombrado alcalde; Nordlingen paso al lado de los campesinos. En el territorio de Anspach los campesinos se sublevaron entre los d�as 1� y 7 de abril; desde all� la insurrecci�n se extendi� a Baviera. Cerca de Rottenburg los campesinos estaban en armas desde el 22 de marzo; en la ciudad de Rottenburg los peque�os burgueses y plebeyos acaudillados por Esteban de Menzingen derribaron al gobierno de los honorables el 27 de marzo; pero como las prestaciones de los campesinos constitu�an el principal ingreso de la ciudad, el nuevo gobierno, a su vez, adopt� frente a ellos una actitud vacilante y ambigua. En el obispado de Witsburgo todos los campesinos y las peque�as ciudades se sublevaron al principio del mes y en el obispado de Bamberg la insurrecci�n general fue tan potente que a los cinco d�as el obispo se vio obligado a transigir. Y en el norte, en la frontera de Turingia se form� el gran campamento de Bildhansen.

En el Odenwald donde el arist�crata, ex canciller de los condes de Hohenlohe, Wendel Hipler y el tabernero de Ballenberg Jorge Metzler se hab�an puesto a la cabeza del partido revolucionario; el movimiento comenz� el 26 de marzo.

De todas partes los campesinos afluyeron a orillas del Tauber. A ellos se unieron 2000 hombres que proced�an del campamento de Rottenburg. Jorge Metzler asumi� el mando y el 4 de abril, despu�s de llegar los refuerzos, march� al monasterio de Sch�ntal donde se le unieron los del Neckartal. Su jefe era Jacklein Rohrbach[1], tabernero de B�ckingen cerca de Heilbronn. El domingo de Judica hab�an proclamado la insurrecci�n en Fleim, Southeim, etc., mientras Wendel Hipler con algunos conjurados tomaba por sorpresa la aldea de Ohringen, arrastrando al movimiento a los campesinos de la regi�n. En Sch�ntal ambas columnas, reunidas en el destacamento blanco aceptaron los doce art�culos organizando expediciones contra los castillos y conventos. El destacamento blanco tenia 8000 hombres y dispon�a de ca�ones y de 3000 carabinas. Flor�an Geyer un caballero de Franconia se agreg� y form� la �cuadrilla negra�, cuerpo de elite que se reclutaba, sobre todo, entre las milicias de Rottenburg y Ohringen. El conde Luis de Helfenstein gobernador de Neckarsulm, enviado por el gobierno de Wurtenberg, comenz� la lucha. Mand� pasar por las armas a todos los campesinos que cayeron entre sus manos. El destacamento blanco march� contra �l. Estas matanzas como tambi�n la noticia de haber sido derrotados los de Leipheim y muerto Jacobo Wehe, victima de las numerosas crueldades de Truchsess, exacerb� a los campesinos. El conde de Helfenstein se hab�a hecho fuerte en Weinsberg y all� fue atacado. Flor�an Geyer asalt� el castillo, la ciudad fue ocupada tras larga lucha y el conde Luis con varios caballeros fue hecho prisionero. Al d�a siguiente Jacklein Rohrbach y los m�s decididos de entre sus hombres juzgaron a los prisioneros. El conde y catorce de los suyos fueron sentenciados a ser �pasados por las baquetas�, la m�s ignominiosa muerte que se les pod�a dar. La toma de Weinsberg y la venganza terrorista que Jacklein tom� en el conde ejercieron el debido efecto sobre la nobleza. Los condes de Lowenstein ingresaron en la uni�n campesina y los de Hohenlohe que ya lo hab�an hecho, pero sin prestar los auxilios prometidos, enviaron inmediatamente la artiller�a y la p�lvora exigida.

Los cabecillas deliberaron sobre la oportunidad de nombrar jefe a Gotz de Berlichingen �que pod�a ganar a la nobleza�. La proposici�n agrad�; pero Flor�an Geyer que ve�a en este estado de �nimo de los jefes y campesinos el comienzo de la reacci�n se separ� del destacamento y con su cuadrilla negra corri� por la regi�n del Neckar y luego por la de Witsburgo quemando todos los castillos y destruyen-do los nidos de los frailes.

El resto del destacamento march� hacia Heilbrohn. En esta poderosa ciudad libre, exist�a �como en todas partes� frente a los honorables, una oposici�n burguesa y otra revolucionaria. En cumplimiento de un acuerdo secreto con los campesinos esta �ltima abri� en medio del tumulto las puertas de la ciudad a J. Metzler y Jacklein Rohrbach. Los jefes campesinos la ocuparon con sus hombres y la hicieron miembro de la hermandad que les pago 1200 florines en dinero y puso a su disposici�n una compa��a de voluntarios. Tan s�lo saquearon las propiedades del clero y las de la orden teut�nica. El d�a 22 los campesinos se marcharon otra vez dejando una peque�a guarnici�n. Heilbronn iba a ser el centro de los diferentes destacamentos que enviaron sus delegados para deliberar sobre la acci�n y las reivindicaciones comunes de los campesinos. Pero la oposici�n burguesa que desde la entrada de los campesinos se hab�a aliado con los honorables predominaba otra vez en la ciudad impidiendo se tomasen medidas en�rgicas y aguardando la llegada de los ej�rcitos mon�rquicos para traicionar definitivamente a los campesinos.

Los campesinos se acercaron al Odenwald. El 24 de abril Gotz de Berlichingen que pocos d�as antes se hab�a ofrecido al elector del palatinado y luego a los campesinos para volver a ofrecerse al elector, tuvo que ingresar en la hermandad evang�lica y asumir el mando del destacamento blanco (en contraposici�n al negro de Flor�an Geyer). Pero al mismo tiempo era prisionero de los campesinos que desconfiaban de �l, lo vigilaban y no le dejaban tomar decisiones sin la previa autorizaci�n de los cabecillas. Pasando por Buchen G�tz y Metzler marcharon a Amorbach donde permanecieron del 30 de abril hasta el 5 de mayo propagando la insurrecci�n por toda la regi�n de Maguncia. Obligaron a la nobleza a seguir el movimiento por lo cual se salvaron los castillos y �nicamente los conventos fueron saqueados y quemados. El destacamento se hab�a desmoralizado progresivamente: los m�s en�rgicos se hab�an marchado con Flor�an Geyer o con Jacklein Rohrbach que tambi�n se hab�a separado despu�s de la toma de Heibronn probablemente porque el juzgador del conde de Helfenstein no pod�a ya formal parte de un destacamento que quer�a llegar a un acuerdo con la nobleza.

Este af�n de reconciliarse con la nobleza era ya en si una prueba de desmoralizaci�n. Poco despu�s Wendel Hipler propuso una reorganizaci�n muy conveniente; hab�a que alistar a los lansquenetes que se ofrec�an diariamente y renunciar a renovar los efectivos, como se venia haciendo hasta entonces, reclutando nuevos contingentes todos los meses y licenciado los antiguos. Al contrario, hab�a que guardar los hombres bastante expertos que ya estaban haciendo su servicio. Pero la asamblea comunal desech� ambas proposiciones. Los campesinos envanecidos por los �xitos, consideraban la guerra como una mera expedici�n de pillaje y la competencia de los lansquenetes no era como para agradarles. En cambio, quer�an reservarse el derecho de volver a casa cuando se hubieran llenado los bolsillos. En Amorbach el concejal Juan Berl�n lleg� incluso a hacer aprobar por los cabecillas y consejeros del destacamento la llamada �declaraci�n de los dote art�culos�, un documento en el cual se hab�an suavizado hasta las ultimas asperezas de los doce art�culos, atribuyendo a los campesinos un lenguaje de humilde suplica. Pero esta vez la cosa fue demasiado fuerte; en medio de un gran esc�ndalo los campesinos desecharon la declaraci�n, conservando sus primitivos art�culos.

Mientras tanto, se hab�a producido un cambio decisivo en el obispado de Witsburgo pidiendo auxilio �aunque en balde� a todos sus vecinos. Por fin se hab�a visto forzado a transigir moment�neamente. El 2 de mayo se reuni� la Dieta, en la que ten�an representaci�n los campesinos; pero, antes de llegar a ning�n acuerdo, se interceptaron algunas cartas que revelaron los manejos y la traici�n episcopal. La Dieta se disolvi� inmediatamente v se entabl� la lucha entre las ciudades sublevadas, los campesinos y la gente del obispo. El 5 de mayo, el obispo huy� a Heidelberg; al d�a siguiente, Flor�an Geyer con la cuadrilla negra lleg� a Witsburgo, y con �l el destacamento de Franconia venido del Tauber, formado por los campesinos de Mergentheim, Rottenburg y Anspach. El d�a 7, llego G�tz, de Berlichingen, con el destacamento blanco; en seguida empez� el sitio de Frauenberg.

Desde fines de marzo y comienzo de abril se hab�a formado otro destacamento en la regi�n de Limpurg. Ellwangen y Hall. El de Gaildorf, o destacamento blanco, com�n, se manifest� con gran violencia, sublevando la regi�n entera y quemando muchos conventos y castillos, entre ellos el castillo de Hohenstaufen. Obligo a todos los campesinos a unirse y forz� a todos los nobles a ingresar en la hermandad cristiana.

A principio de mayo, hizo una incursi�n en Wurtemberg, siendo rechazado. Entonces, como en 1848, el particularismo de los peque�os estados de Alemania no permit�a una acci�n concertada de revolucionarios que pertenec�an a diferentes estados. Limitados a un territorio reducido, los campesinos Gaildorf tuvieron forzosamente que disgregarse, una vez vencidos todos los obst�culos en este territorio. Se pusieron de acuerdo con la ciudad de Gm�nd y se dispersaron, dejando tan s�lo 500 hombres armados.

A fines de abril se hab�an formado bandas de campesinos en el Palatinado, a ambas orillas del Rin. Destruyeron muchos castillos y conventos; el 1� de mayo tomaron Neustadt del Hardt; los de Buchrain, que hab�an atravesado el Rin, hab�an ya impuesto un tratado a la ciudad de Espira. Con las escasas tropas del elector, el mariscal de Saverna no pudo nada contra ellos y, el 10 de mayo, el elector tuvo que firmar un tratado con los insurgentes, en el cual les promet�a que la dieta acabar�a con los motivos de sus quejas.

En algunas regiones de Wurtemberg, la insurrecci�n hab�a estallado muy pronto. En febrero, los campesinos de los montes de Urach hab�an formado una alianza contra los curas y grandes se�ores; a fines de marzo se sublevaron los campesinos de Blaubeuren, Urach, M�nsingen, Balingen y Rosenfeld. Las bandas de Gaildorf invadieron el territorio de Wurtemberg, cerca de G�ppingen; las de Jacklein Rofhbach, cerca de Brakkenheim, y los restos del destacamento derrotado de Leipheim entraron cerca de Pfullingen, sublevando a la poblaci�n campesina. En otras regiones se produjeron tambi�n serios disturbios. El 6 de abril, Pfullingen tuvo que capitular ante los campesinos. El gobierno del archiduque austriaco estaba en situaci�n muy comprometida. Carec�a en absoluto de dinero, sus tropas eran escasas. Las ciudades y aldeas se hallaban en condiciones mal�simas; no ten�an guarnici�n ni municiones. La misma fortaleza de Asperg estaba casi desamparada.

El intento del gobierno de movilizar los contingentes de las ciudades contra los campesinos fue la causa de su derrota moment�nea. El 16 de abril, el contingente de Bottwar se neg� a salir y, en vez de ir a Stuttgart, march� al monte Wunnenstein, cerca de Bottwar, en donde forma el n�cleo de un campamento de campesinos y ciudadanos que creci� r�pidamente. El mismo d�a estall� la sublevaci�n del Zabergau; el monasterio de Maulbronn fue saqueado y un gran n�mero de conventos y castillos quedaron totalmente destrozados. Los campesinos del Zabergau recibieron refuerzos del pueblo cercano de Bruchrain.

A la cabeza de las bandas del Wunnenstein se puso Matern Feuerbacher, concejal de Bottwar, uno de los jefes de la oposici�n burguesa que estaba comprometido lo suficiente para verse obligado a ir con los campesinos. Sin embargo, nunca depuso su actitud sumamente moderada, impidiendo la aplicaci�n de la carta de los art�culos en lo que se refer�a a los castillos y buscando siempre la conciliaci�n de los campesinos con la burgues�a moderada. Impidi� la uni�n de los campesinos de Wurtemberg con el destacamento blanco: determin� a los de Gaildorf a que abandonasen el territorio.

El d�a 19 de abril fue destituido por sus tendencias burguesas; pero al d�a siguiente volvieron a nombrarle capit�n. Era insustituible, y el mismo J�cklein Rohrbach, cuando el d�a 22, con 200 hombres decididos, se uni� a los de Wurtemberg, no tuvo mas remedio que dejarlo en su puesto, limit�ndose a vigilar estrechamente su actuaci�n.

El 18 de abril, el gobierno intento negociar con los campesinos del Wunnenstein. Los campesinos insistieron en hacerle aceptar los doce art�culos, pero esto no lo pod�an consentir los delegados. El destacamento se puso en marcha. El d�a 20 lleg� a Lauffen, donde rechaz� por �ltima vez las proposiciones del gobierno. El 22, los 6000 hombres hab�an llegado a Bietigheim, amenazando a Stuttgart. Casi todos los concejales que constitu�an el ayuntamiento de esta ciudad hab�an huido, siendo sustituidos por una comisi�n de ciudadanos. Entre estos exist�an las divergencias de siempre entre los honorables, la oposici�n burguesa y los plebeyos revolucionarios. El 25 de abril, estos �ltimos abrieron 1as puertas de Stuttgart, que fue inmediatamente ocupado por los campesinos. All� se llev� a cabo la organizaci�n del destacamento blanco cristiano �que fue el nombre, que tomaron los campesinos� y se fijaron las reglas para la paga de los combatientes y el reparto del bot�n y del rancho. Tambi�n se incorpor� una compa��a, compuesta por vecinos de Stuttgart, mandados por Theus Gerber.

El 29 de abril, Feuerbacher march� con todo el destacamento contra los campesinos de Gaildorf; hizo ingresar en la uni�n a todos los habitantes de la regi�n y, as�, oblig� a la gente de Gaildorf a retirarse. De este modo impidi� que los elementos revolucionarios de su destacamento, acaudillados por Rohrbach, se reforzasen por la incorporaci�n de los peligrosos extremistas de Gaildorf. Habiendo recibido noticias que anunciaban la llegada de Truchsess, Feuerbacher march� contra �l, y el d�a 19 de mayo mando acampar en Kirchheim del Teck.

Acabamos de referir el origen y el desarrollo de la sublevaci�n en la parte de Alemania que debemos considerar como el terreno de acci�n del primer grupo de las bandas campesinas. Antes de pasar a los dem�s grupos (Turingia, Hessen Alsacia, Austria y los Alpes), tendremos que decir algo sobre la campa�a de Truchsess, que logr� aplastar a este primer grupo de insurgentes al principio con sus propios medios y luego con el apoyo de varios pr�ncipes y ciudades. No nos hemos vuelto a ocupar de Truchsess, desde que lleg� a Ulm, a fines de marzo, dejando en Kirchheim un puesto de observaci�n, al mando de Dietrich Sp�t. Las tropas de Truchsess, despu�s de hacer recibido en Ulm los refuerzos enviados por la liga Suaba, consistentes en poco menos de 10000 hombres, entre los que se contaban 7200 de infanter�a, formaban el �nico ejercito disponible para atacar a los campesinos. Los refuerzos llegaron muy lentamente a Ulm, por las dificultades con que tropezaba el reclutamiento en los pa�ses sublevados, por la penuria de los gobiernos y porque en todas partes las escasas tropas que hab�a eran absolutamente indispensables para guarnecer fortalezas y castillos. Ya sabemos cu�n escasas eran las tropas de que dispon�an aquellos pr�ncipes y ciudades que no pertenec�an a la liga Suaba. Todo depend�a, pues, de las victorias que Jorge Truchsess alcanzara con su ejercito. Truchsess se volvi�, primero, contra el destacamento de Baltringen, que, entretanto, hab�a empezado a destruir castillos y conventos en las cercan�as del Ried. Al acercarse las tropas de la liga, los campesinos se retiraron al interior del Ried; pero, vi�ndose envueltos, tuvieron que abandonar los pantanos, pasaron el Danubio y se hicieron fuertes en los barrancos y selvas de la monta�a suaba. All� estaban a salvo de la artiller�a y caballer�a, que constitu�an la fuerza principal del ejercito liguero, y Truchsess ces� de perseguirles. March� contra los de Leipheim, que ten�an 4000 hombres en el valle del Mindel y otros 6000 en Illertissen, sublevando la regi�n entera, destruyendo castillos y conventos y preparando sus tres columnas para emprender la marcha sobre Ulm. Parece que tambi�n all� exist�a cierta desmoralizaci�n entre los campesinos que disminu�a el valor guerrero del destacamento: porque, desde los primeros momentos, Jacobo Wehe quiso entrar en negociaciones con Truchsess. Pero ahora �ste no le hizo caso, ya que contaba con la suficiente fuerza militar. El 4 de abril atac� la columna principal, cerca de Leipheim, dispers�ndola completamente. Jacobo Wehe, Ulrico Sch�n y otros dos cabecillas fueron capturados y decapitados. La plaza de Leipheim se rindi� y, despu�s de dar algunas batidas por la regi�n qued� sometido todo el distrito.

Una nueva rebeli�n de sus lansquenetes que exig�an mayor bot�n y el pago de un suplemento detuvo a Truchsess hasta el 10 de abril. Luego volvi� hacia el sur, contra los de Baltringen, que, entretanto, hab�an invadido sus se�or�os de Waldburg, Zeil y Wolfegg, sitiando sus castillos. Otra vez encontr� a los campesinos divididos, y el 11 y 12 de abril los venci� separadamente en varios combates, dispersando tambi�n este destacamento. El resto, bajo el mando del cura Florian, se repleg� hacia el lago de Constanza.

Entretanto el destacamento del lago hab�a dado numerosas batidas y hab�a hecho ingresar en la hermandad a las ciudades de Buchhorn (hoy Friedrichshafen) y Wollmatingen. El 13 se celebr� un gran consejo de guerra en el monasterio de Salem, acordando salir al encuentro de Truchsess. Inmediatamente se tocaron las campanas a rebato y 10000 hombres, a los que luego se incorporaron los vencidos de Baltringen, se reunieron en el campamento de Bermatingen. El 15 de abril sostuvieron un combate favorable contra Truchsess, que a�n no quer�a exponer su ej�rcito a una batalla decisiva, porque, adem�s, se hab�a enterado de que, a su vez, se acercaban los del Heagu y del Allg�u. El 17 de abril firm� con los campesinos del lago y del Baltringen el convenio de Weingarten, que encontraron ventajoso y que aceptaron sin vacilar. Adem�s, consigui� de los delegados del alto y bajo Allg�u que aceptasen tambi�n el convenio, marchando luego a Wurtemberg.

Su astucia lo salvo de la cat�strofe segura. Si no hubiese sabido enga�ar a estos campesinos d�biles, cortos de entendimiento y en su mayor�a ya desmoralizados, y a sus jefes incapaces, miedosos y corruptibles, �l y su peque�o ejercito se hubieran visto encerrados e irremediablemente perdidos en medio de cuatro columnas que, por lo menos, sumaban de 25000 a 30000 hombres; pero la poca inteligencia de sus enemigos �este es, fatalmente, el defecto de las masas campesinas� le hizo posible deshacerse de ellos en el momento preciso en que hubiesen podido acabar con la guerra de un solo golpe, por lo menos en Suabia y Franconia. Los campesinos del lago mostraron tal empe�o en cumplir este convenio, que naturalmente result� ser un enga�o, que llegaron incluso, a tomar las armas contra sus propios aliados del Hegau. Los campesinos del Allg�u, cuando supieron la traici�n de sus jefes, se declararon en contra del convenio; pero, entretanto. Truchsess se hab�a salvado del peligro.

Los campesinos del Hegau que no estaban incluidos en el convenio de Weingarten dieron, poco despu�s, otra prueba de este particularismo est�pido, de este provincialismo testaurado que acab� por hundir todo el movimiento. Cuando Truchsess se hab�a marchado a Wurtemberg sin que hubiesen dado resultado las negociaciones con los del Hegau, estos se fueron tras �l, permaneciendo siempre a su retaguardia

Pero no se les ocurri� unirse con el destacamento blanco cristiano de Wurtemberg, por la sencilla raz�n de que los de Wurtemberg y los del valle de Neckar tambi�n se hab�an negado a auxiliarlos en cierta ocasi�n. Por eso, cuando Truchsess se hab�a alejado lo suficiente, volvieron tranquilamente y marcharon a Friburgo.

Al entrar Matern Feuerbacher con los campesinos de Wurtemberg en Kirchheim, el cuerpo de observaci�n que Truchsess hab�a dejado se retir� a Urach. Despu�s de intentar la ocupaci�n de Urach, Feuerbacher se dirigi� a N�rtingen pidiendo auxilio a todos los insurgentes de la regi�n para dar la batalla decisiva. Realmente, llegaron grandes refuerzos, tanto del bajo Wurtemberg como del Gau; sobre todo los campesinos del Gau, agrupados en derredor de los restos de los de Leipheim, que se hab�an retirado a la parte occidental de Wurtemberg propagando la insurrecci�n en los valles del alto Neckar y Nagold hasta B�blingen y Leonberg, acudieron en dos fuertes columnas, y el 5 de mayo se unieron a Feuerbacher en N�rtingen. Encontraron a Truchsess cerca de B�tingen. Su n�mero, su posici�n y la artiller�a de que dispon�an sorprendi� a Truchsess. Seg�n su m�todo acostumbrado, no tardo en iniciar las negociaciones, llegando a un armisticio con los campesinos. En cuanto los campesinos se sintieron seguros, Truchsess los atac� por sorpresa el 12 de mayo, en plena tregua, oblig�ndoles a dar la batalla decisiva. Los campesinos opusieron una resistencia desesperada hasta que, por fin, la ciudad de B�tlingen cay� en manos de Truchsess por la traici�n de los ciudadanos. As�, el ala izquierda de los campesinos se hall� privada de su punto de apoyo y se vio deshecho y cercado. La batalla estaba decidida El desorden cundi� entre los campesinos poco acostumbrados a la disciplina y pronto huyeron a la desbandada; los que no fueron muertos o apresados por los jinetes de la liga tiraron las armas apresur�ndose a regresar a sus pueblos. El destacamento blanco cristiano y con el la insurrecci�n de Wurtemberg estaban totalmente deshechos. Theus Gerber logro huir a Esllingen. Feuerbacher huy� a Suiza, Jacklein Rohbarch fue hecho prisionero, encadenado y llevad� a Neckargartach, donde Truchsess lo manda atar a un palo, amontonando le�a a su alrededor, siendo asado vivo a fuego lento, mientras �1 se banqueteaba con sus caballeros gozando de tan noble espect�culo.

Desde Neckargartach, Truchsess hizo una incursi�n en el Kraichgau para apoyar las operaciones que estaba realizando el elector del Palatinado. Al recibir �ste la noticia de los �xitos de Truchsess, rompi� la tregua con los campesinos y atac� el Buchrain el 23 de mayo, tomando y quemando Malsch tras una resistencia encarnizada y, despu�s de saquear varias aldeas, ocup� Bruchsal. Al mismo tiempo, Truchsess atac� a Eppingen, capturando a Antonio Eisenhut, jefe local del movimiento, al que el elector mando ejecutar inmediatamente en compa��a de otros doce cabecillas. De este modo, someti� el Buchrain y el Kraichgau, que tuvieron que pagar cerca de 40000 florines de indemnizaci�n. El ej�rcito de Truchsess que, como consecuencia de las batallas ultimas, se hallaba reducido a 6000 hombres y el del elector, que tenia 6500, se unieron para marchar contra los campesinos del Odenwald.

La noticia de la derrota de B�ttingen llen� de terror a los insurgentes. Las ciudades libres que hab�an ca�do en las duras manos de los campesinos respiraron por primera vez. Heilbronn dio el primer paso hacia la reconciliaci�n con la liga Suaba. En Heilbronn se hallaba la canciller�a de los campesinos y se reun�an los delegados de los diferentes destacamentos para deliberar sobre las proposiciones que en nombre de todos los campesinos insurgentes iban a dirigir al emperador y al Reich. De estas negociaciones, que ten�an por fin crear un derecho com�n vigente en toda Alemania. resalt� una vez m�s que ni la campesina ni ninguna otra clase estaban lo suficientemente desarrolladas para reorganizar la vida de la naci�n entera seg�n sus intereses. Desde el primer instante se vio que para otros fines era imprescindible ganar a la nobleza y, sobre todo, a la burgues�a. La direcci�n de las negociaciones vino a parar a manos de Wendel Hipler. De todos los jefes del movimiento, fue Wendel Hipler quien mejor se dio cuenta de la situaci�n. No era un revolucionario de grandes ideas como Miinzer ni un representante do los campesinos como Metzler o Rohrbaeh. Su gran experiencia, su conocimiento pr�ctico de las relaciones entre las diferentes clases le imped�a representar exclusivamente a una sola clase en contra de las dem�s que participaban en el movimiento. Lo mismo que M�nzer, que representaba a una clase que se hallaba totalmente al margen de la sociedad oficial, es decir, a los g�rmenes del proletariado, presinti� el comunismo; as�, Wendel Hipler, como representante del conjunto de todos los elementos progresivos de la naci�n, lleg� a presentir la sociedad burguesa moderna. Aunque los principios que defend�a y las reivindicaciones que formulaba no eran realizables inmediatamente, eran, sin embargo, el resultado algo idealizado pero necesario, de la disoluci�n en que se hallaba la sociedad feudal; y cuando los campesinos se pusieron a elaborar proyectos de leyes para todo el imperio, tuvieron que tenerlo en cuenta. As�, pues, la centralizaci�n que exig�an los campesinos adquiri� en Heilbronn, una forma m�s positiva, pero completamente opuesta al concepto que de ella ten�an aquellos. As�, por ejemplo, se propuso la unificaci�n de monedas, medidas y pesos, es decir, que se formularon reivindicaciones de acuerdo con los intereses de la burgues�a de las ciudades, mucho m�s que en el inter�s de los campesinos. A la nobleza se le hicieron concesiones que se parecen mucho a las actuales leyes de amortizaci�n y cuya finalidad era la transformaci�n de la propiedad feudal en propiedad burguesa del suelo. En el momento, pues, en que las reivindicaciones de los campesinos se resumieron en una �reforma del imperio�, se tuvieron que subordinar no a las reivindicaciones moment�neas de los burgueses, pero si a sus intereses definitivos.

Mientras en Heilbronn aun duraba la discusi�n sobre estas reformas, Juan Berlin, el autor de la �declaraci�n de los doce art�culos�, sali� a recibir a Truchsess y a negociar en nombre de los honorables ciudadanos la rendici�n de la ciudad. Los movimientos reaccionarios que se produjeron en la ciudad facilitaron la traici�n y Wendel y Hipler tuvo que huir con los campesinos. March� a Weinsberg donde trat� de reunir los restos de los campesinos de Wurtemberg y los escasos efectivos m�viles de Gaildorf. Pero de all� tambi�n tuvo que salir al acercarse Truchsess y el elector del Palatinado, dirigi�ndose a Wirtzburgo para intentar movilizar el destacamento blanco. Entre tanto las tropas del elector y las de la liga sometieron toda la regi�n del Neckar; obligaron a los campesinos a prestar de nuevo el juramento de fidelidad y quemaron muchas aldeas, degollando y ahorcando a todos los campesinos fugitivos que cayeron entre sus manos. La ciudad de Weinsberg fue quemada para vengar la muerte del conde Helfenstein.

Mientras tanto, los destacamentos reunidos cerca de Witsburgo sitiaban el Frauenberg; el 15 de mayo, aun antes de abrir brecha, intentaron con gran valent�a asaltar la fortaleza, pero fue en balde. 400 hombres, de los m�s valientes que en su mayor�a pertenec�an al destacamento de Flori�n Geyer, cayeron muertos o heridos en los fosos. Dos d�as despu�s lleg� Wendel Hipler y reuni� un consejo de guerra. Propuso no dejar m�s que 4000 hombres para sitiar el Frauenberg y llevar el grueso del ej�rcito, que comprend�a cerca de 20000 hombres, a un campamento cerca de Krautheim sobre el Jat, donde, ante los ojos de Truchsess se pudieran concentrar todos los refuerzos. El plan era excelente; tan s�lo por la cohesi�n absoluta de las masas y por su superioridad num�rica se pod�a derrotar al ej�rcito de los pr�ncipes que ahora tenia cerca de 13000 hombres. Pero la desmoralizaci�n y el desanimo de los campesinos eran ya demasiado grandes para permitir cualquier acci�n en�rgica. Tambi�n Gotz de Berlichingen �que poco despu�s iba a traicionar abiertamente� parece haber contribuido a poner trabas al movimiento y as� el plan de Hipler nunca llego a realizarse. Al contrario, las columnas se dividieron como de costumbre. Por fin, el destacamento blanco se puso en movimiento el 23 de mayo, prometiendo los de Franconia seguirles inmediatamente. El 26, las compa��as del margraviato de Anspach que se hallaban en Wistburgo, emprendieron el regreso a su tierra al recibir la noticia de que el margrave hab�a atacado a los campesinos. El resto del ej�rcito que hab�a actuado en el asedio con la cuadrilla negra de Florian Geyer tom� posiciones cerca de Heidingsfeld, no lejos de Witsburgo. El 24 de mayo el destacamento blanco lleg� a Krautheim, en un estado que no le permit�a entrar en campa�a. All� supieron muchos que sus aldeas hab�an prestado juramento a Truchsess y con este pretexto se volvieron a su casa. El destacamento sigui� la marcha hasta Neckarsulm, y el d�a 28 entabl� negociaciones con Truchsess. Al mismo tiempo, enviaron mensajeros a Franconia, Alsacia y a la Selva Negra para pedir el envi� urgente de refuerzos. De Neckarsulm, Gotz regres� a ohringen. El destacamento disminu�a a diario; el mismo Gotz de Berlichingen desapareci� durante la marcha; se hab�a ido a su casa despu�s de haberse puesto de acuerdo con Truchsess sobre esta deserci�n, actuando como intermediario su antiguo compa�ero de armas Dietrich Sp�t. En Ohringen, una noticia falsa sobre la supuesta llegada del enemigo provoc� el p�nico de la masa desanimada y desorientada; el destacamento se disperso con gran desorden; Metzler y Wendel Hipler lograron, con grandes esfuerzos, conservar a unos 2000 hombres, a los que condujeron otra vez a Krautheim. Mientras tanto, se acercaban los 5000 campesinos de Franconia; pero Gotz, que, por lo visto, quer�a cometer otra traici�n, hab�a ordenado se desviaran en su marcha hacia Ohringen, pasando por Lowenstein; de este modo no pudieron encontrar al destacamento blanco y marcharon a Neckarsulm. Truchsess estaba sitiando esta peque�a ciudad, ocupada por algunas compa��as del destacamento blanco. Los de Franconia llegaron por la noche y vieron las hogueras del campamento de la liga pero sus jefes no tuvieron el valor de atacarlo y se retiraron a Krautheim, donde, por fin, encontraron los restos del destacamento blanco. El d�a 29, como no llegaron los refuerzos Neckarsulm, se rindi� a los ligueros; inmediatamente Truchsess mand� ejecutar a trece campesinos y luego salio al encuentro de los destacamentos, matando, saqueando y quem�ndolo todo en su camino. En los valles del Necker, Kocher y Jaxt marcaban su camino las minas y los cad�veres de campesinos colgados de los �rboles.

Cerca de Krautheim, los campesinos sufrieron su primer encuentro con Truchsess y tuvieron que replegarse hacia Konigshofen, sobre el Tauber, obligados por un movimiento envolvente de Truchsess. All� tomaron posici�n con 8000 hombres y 32 ca�ones. Truchsess se acerc�, ocult�ndose detr�s de los montes y en los bosques; hizo avanzar columnas para hostilizar la retaguardia, y el 2 de junio los atac� con tanta energ�a y en n�mero tan superior, que, a pesar de la resistencia que varias columnas opusieron hasta muy entrada la noche, los dispers� y derrot� completamente. Como siempre, la caballer�a de la liga, la �muerte de los campesinos�, contribuy� muy eficazmente a aniquilar al ej�rcito de los insurgentes, arroj�ndose sobre los campesinos puestos en desorden por el fuego de artiller�a y fusilar�a y los ataques con lanza, dispers�ndolos completamente para matarlos uno a uno. El ejemplo de los 300 ciudadanos de K�ningshofen que serv�an en el ej�rcito campesino da una idea de los m�todos de guerra que empleaban Truchsess y su caballer�a. Todos, menos quince, fueron pasados a cuchillo durante la batalla, y de estos quince, otros cuatro fueron decapitados posteriormente.

Despu�s de liquidar de este modo a los campesinos del Odenwald, del valle del Neckar y de la baja Franconia, Truchsess someti� toda la regi�n dando batidas para quemar aldeas enteras, llevando a cabo numerosas ejecuciones; luego se traslad� a Witsburgo. En el camino supo que el segundo destacamento de Franconia, capitaneado por Flori�n Geyer y Gregorio de Burg-Bernsheim, se hallaba cerca de Sulzdorf, a donde se dirigi� inmediatamente. Desde que fracas� el asalto a la fortaleza del Frauenberg, Flori�n Geyer comenz� a negociar con los pr�ncipes y ciudades, especialmente con la ciudad de Rottenburg y el margrave Casimiro de Anspach, acerca de su ingreso en la hermandad campesina al recibir la noticia de la derrota de Konigshofen, interrumpi� las gestiones. El destacamento Anspach, conducido por Gregorio de Burg-Bernsheim, se incorpor� al suyo. Este destacamento se hab�a formado recientemente. Con un esp�ritu digno de un Hohenzollern, el margrave Casimiro hab�a sabido contener la sublevaci�n de sus territorios, ya por medio de promesas, ya por amenaza de las tropas. Observaba una neutralidad perfecta frente a todos los destacamento, extra�os, mientras �stos no atra�an a sus s�bditos. Trat� de encauzar el odio de los campesinos contra las fundaciones eclesi�sticas, contando con enriquecerse mediante su incautaci�n posterior. Entretanto, se armaba, aguardando los acontecimientos. Apenas recibi� la noticia de la batalla de Bottlingen, atac� a los campesinos rebeldes, saqueando y quemando sus aldeas y mandando ahorcar y acuchillar a muchos; pero los campesinos se concentraron r�pidamente y, bajo el mando de Gregorio de Burg-Bernsheim, le derrotaron el 29 de mayo en Windsheim. Cuando le estaban persiguiendo, recibieron un llamamiento de los del Odenwald pidiendo auxilio. Sin vacilar se dirigieron a Heidigenfeld, de donde volvieron a Witsburgo en compa��a de Flori�n Geyer (el 2 de junio). Sin haber recibido m�s noticias de los del Odenwald, siguieron su marcha con 4000 hombres, dejando a otros 5000 en la ciudad. El resto se hab�a dispersado. Envalentonados por noticias falsas sobre el resultado de la batalla de K�nigshofen, Los sorprendi� Truchsess cerca de Sulzdor, derrot�ndolos completamente. Como siempre, los jinetes y mercenarios de Truchsess hicieron una matanza tremenda. Flori�n Geyer logr� conservar 6000 hombres �lo que quedaba de su cuadrilla negra�, y con ellos se abri� camino hasta Ingolstadt. 200 hombres ocuparon la iglesia y el cementerio; otros 400, el castillo. Las tropas del Palatinado los persiguieron y tomaron la aldea, incendiando la iglesia; los que no perecieron en las llamas, fueron muertos cuando hu�an. El fuego de las tropas abri� brecha en la vieja muralla del castillo, inici�ndose el asalto. Dos veces los campesinos, protegidos por una segunda muralla rechazaron a las tropas, que, destruyendo tambi�n esta muralla, lograron en su tercer asalto tomar el castillo. La mitad de los campesinos pereci�; Geyer logr� escapar con los �ltimos 200. Pero el lugar en que se hab�a refugiado fue descubierto al d�a siguiente (el lunes de Pentecost�s); las tropas del Palatinado rodearon el bosque donde se hallaba escondido y mataron a todos. Durante estos dos d�as no hicieron m�s que 17 prisioneros. Flori�n Geyer se salv� otra vez con unos cuantos hombres decididos y fue a reunirse con los de Gaildorf, que todav�a dispon�an de unos 7000 hombres. Pero cuando lleg� ya se hab�an disuelto en su mayor�a, aterrados por las malas noticias que de todas partes recib�an. Geyer intento reunir en los bosques a los que hu�an; pero el 9 de julio las tropas lo sorprendieron cerca de Hall, donde muri� luchando.

Truchsess, que despu�s de la victoria de K�nishofen hab�a hecho llegar sus noticias a las tropas sitiadas en el Frauenberg, avanz� hacia Witsburgo. Con el mayor secreto, el ayuntamiento de la ciudad se puso de acuerdo con �l, y el 7 de julio el ej�rcito de la liga pudo cercar la ciudad, ocupada por 5000 campesinos, y a la ma�ana siguiente logr� entrar sin sacar la espada, por las puertas que el ayuntamiento hab�a mandado abrir. Gracias a esta traici�n cometida por los �honorables� de Witsburgo fue desarmado el �ltimo destacamento de Franconia, cayendo prisioneros todos sus jefes. Truchsess se apresur� a ordenar la ejecuci�n de 81. Uno tras otro llegaron a Witsburgo los diferentes pr�ncipes de Franconia; el obispo de Witsburgo, el de Bamberg, y el margrave de Brandenburgo, Anspach. Estos excelentes se�ores procedieron a distribuirse los papeles que iban a desempe�ar. Truchsess continuo la marcha acompa�ado por el obispo de Bamberg, que se apresur� a romper el tratado que hab�a firmado con sus campesinos, entregando su pa�s a las hordas incendiarias del ej�rcito liguero. El margrave Casimiro devast� su propio pa�s. Quem� la ciudad de Teiningen, saqueo numerosas aldeas y las entreg� a las llamas; en cada ciudad juzgaba y castigaba cruelmente a los rebeldes. En Neustadt, sobre el Aisch, mando decapitar a 18 hombres; en la marcha de B�gel, a 43. De all� march� a Rottenburg, donde los honorables ya hab�an iniciado la contrarrevoluci�n, deteniendo a Esteban de Menzingen. Ahora los peque�os burgueses y plebeyos tuvieron que pagar cara su actitud ambigua frente a los campesinos, a los que hasta el �ltimo momento se hab�an negado a prestar ayuda, persistiendo en su ego�smo est�pido y oprimiendo las industrias rurales para favorecer a los gremios de la ciudad y resisti�ndose a renunciar a los ingresos municipales que proced�an de los servicios feudales de los campesinos. El margrave mando decapitar a 16 de ellos; como era natural, en primer lugar a Menzingen. El obispo de Witsburgo procedi� de la misma manera, saqueando, destrozando y quemando lo que encontraba en el camino. En su paseo triunfal mand� ejecutar a 256 rebeldes; su obra culmin� con la ejecuci�n de otros 13 ciudadanos, ordenada cuando volvi� a Witsburgo.

En la regi�n de Maguncia, el gobernador Guillermo, obispo de Estrasburgo, restableci� el orden sin encontrar resistencia. No mand� ejecutar m�s que a cuatro individuos. Tambi�n se hab�an producido disturbios en el Ringau, pero todos hab�an vuelto a sus casas hac�a tiempo; sin embargo, Frowen de Hutten, primo de Ulrico, invadi� la regi�n y la �pacific� completamente por la ejecuci�n de doce cabecillas. En Francfort, que tambi�n hab�a visto importantes movimientos revolucionarios, 1a paz fue mantenida en el primer momento gracias a la transigencia del ayuntamiento y luego por tropas mercenarias. Despu�s de la traici�n del elector, otros 8000 campesinos se hab�an reunido en el Palatinado empezando otra vez a quemar conventos y castillos; pero el arzobispo de Treveris llam� al mariscal de Saverna y con su ayuda los venci� el 23 de mayo en Pfedersheim. Una serie de crueldades (tan s�lo en Pfedersheim fueron ejecutados 82) y la toma de Wissemburgo (el 7 de julio) terminaron con aquella insurrecci�n.

De todos los destacamentos, no quedaban ya m�s que dos que no hubieran sido vencidos: el de Hegau y de la Selva Negra y el del Allg�u. El archiduque Fernando hab�a intrigado con ambos, igual que el margrave Casimiro y otros pr�ncipes, que quer�an aprovecharse de la sublevaci�n para apoderarse de tierras y principados eclesi�sticos, el quer�a utilizarla para ensanchar los dominios de la casa de Austria. Hab�a tratado con Walter Bach, el caudillo del Allg�u, y con Juan M�ller de Bulgenbach, del Hegau, para conseguir que los campesinos se declarasen favorables a la uni�n con Austria; pero, a pesar de ser corruptibles ambos jefes, consiguieron �nicamente que los del Allg�u concluyesen una tregua con el archiduque, observando neutralidad frente a Austria.

En su retirada de Wurtemberg, los del Hegau hab�an destruido un gran n�mero de castillos y hab�an recibido refuerzos del margraviato de Baden. El 13 de mayo marcharon a Friburgo; el 18 comenzaron a ca�onear la ciudad, y el 23 entraron con las banderas desplegadas, una vez que hubo capitulado. Desde all� marcharon a Stockach y Radolfzell, hostilizando sin �xito a las guarniciones de estas ciudades. �stas, lo mismo que la nobleza y las ciudades cercanas, invocaron el tratado de Weingarten para pedir auxilio a los campesinos del lago, y los rebeldes del destacamento del lago movilizaron 5000 nombres contra sus propios aliados. Hasta tal punto llego el particularismo est�pido de estos campesinos. Tan solo 60o campesinos que quer�an unirse a los del Hegau se negaron a ello, siendo reducidos por la fuerza; pero los del Hegau ya hab�an abandonado el asedio, cumpliendo una orden de Juan M�ller de Bulgenbach, vendido al enemigo. Poco despu�s huy� Juan M�ller y los campesinos se dispersaron. Los que quedaban se hicieron fuertes en el puerto de Hitzingen, donde, el 16 de julio, fueron vencidos y aniquilados por las tropas que hab�an llegado entretanto. Gracias a la mediaci�n de las ciudades suizas, los del Hegau obtuvieron un tratado, lo cual no impidi� que Juan M�ller fuera detenido en Laufenburgo y decapitado, a pesar de su traici�n. Tambi�n Friburgo, en Brisgovia, se separ� de la liga campesina (el 17 de julio), mandando tropas contra ella; pero all� tambi�n terminaron el 18 de septiembre por firmar un tratado en Offenburgo, por ser demasiado d�biles las fuerzas regulares. Las ocho unidades de la Selva Negra y del Klettgau que aun no hab�an sido desarmadas se levantaron de nuevo, irritadas por la tiran�a del conde de Sulz y fueron vencidos en octubre. El 13 de noviembre se impuso un tratado a los de la Selva Negra y el 6 de diciembre cayo Waldshut, el �ltimo baluarte de la insurrecci�n a orillas del alto Rin.

Al marcharse Truchsess, los del Allg�u hab�an reanudado su campa�a contra los conventos y castillos, tomando en�rgicas represalias por los desmanes de las tropas. Frente a ellos hab�a escasas fuerzas, que no los atacaban m�s que cuando se encontraban aislados y sin poderlos perseguir en el interior de los bosques. En junio estall� un movimiento contra los honorables en la ciudad de Memmingen, que hasta entonces hab�an guardado neutralidad. La represi�n del movimiento se debe tan s�lo a la presencia de algunas tropas de la liga que por casualidad se hallaban en las afueras y que pudieron en el momento oportuno prestar auxilio a los honorables. Schapeler, que hab�a sido el predicador y jefe del movimiento plebeyo, logr� huir a San Galo. Los campesinos avanzaron sobre la ciudad; pero apenas hab�an empezado a abrir brecha, cuando supieron que Truchsess hab�a salido de Witsburgo marchando contra ellos. El 27 de junio salieron a su encuentro, formados en dos columnas que pasaron por Babenhausen y Oberg�nzburg. El archiduque Fernando intent� de nuevo ganarlos para la casa de Austria. Invocando la tregua que hab�a concluido con ellos, orden� a Truchsess no siguiera avanzando; pero la liga de Suabia le orden� atacarlos, prescindiendo �nicamente de los saqueos e incendios. No obstante, Truchsess era demasiado inteligente para renunciar a su arma decisiva, aun en el caso en que le hubiera sido posible mantener el orden entre los lansquenetes que del lago de Constanza hasta el Mein hab�an ido de desm�n en desm�n. Los campesinos tomaron posici�n con cerca de 23000 hombres a orillas del Iller y del Leubas. Con 11000 hombres, Truchsess se coloc� frente a ellos. Ambas posiciones eran fuertes; la caballer�a no pod�a operar en este terreno accidentado, y si los lansquenetes de Truchsess eran superiores a los campesinos por su organizaci�n, disciplina y recursos militares, tambi�n los del Allg�u ten�an en sus filas un gran n�mero de viejos soldados y capitanes expertos, disponiendo, adem�s, de numerosa artiller�a bien servida. El 19 de julio, los de la liga abrieron el fuego con sus ca�ones, y al d�a siguiente continu� el ca�oneo en ambos bandos, pero sin resultado. El 21, Jorge de Frundsberg, con 3000 lansquenetes se incorpor� a los de Truchsess. Conoc�a a muchos campesinos que hab�an servido bajo su mando en Italia; y entabl� negociaciones con ellos. La traici�n triunf� donde no bastaron los recursos militares.

Walter Bach y varios jefes y artilleros se dejaron comprar. Mandaron pegar fuego a todas las provisiones de p�lvora y ordenaron un movimiento envolvente. Apenas los campesinos hab�an abandonado su fuerte posici�n, cuando cayeron en la emboscada que les hab�a preparado Truchsess, de acuerdo con Bach y los otros traidores. Les fue imposible defenderse, pues, para colmo, sus jefes traidores los hab�an abandonado bajo el pretexto de hacer un reconocimiento, hall�ndose pronto camino de Suiza. Dos columnas fueron totalmente aniquiladas: la tercera, bajo el mando de Knopf de Lenbas, pudo retirarse ordenadamente. Tom� posiciones sobre el monte Kollenberg, cerca de Kempten, donde la cerco Truchsess. All� tampoco se atrevi� a atacarles, sino que les cort� los convoyes y trat� de desmoralizarlos quemando doscientas aldeas en los alrededores. El hambre y la vista de sus hogares en llamas les movi�, por fin, a rendirse (el 25 de julio). M�s de 20 campesinos fueron ejecutados en el acto. Knopf de Lenbas, el �nico jefe de este destacamento que no hab�a traicionado su bandera, logr� refugiarse en Bregenz; pero all� fue detenido y ahorcado tras larga prisi�n.

As� termina la guerra de los campesinos en Suabia y Franconia.

 

______________

[1] Jacobite.