Rosa Luxemburgo

El Aqueronte en movimiento

 


Escrito: Noviembre de 1918.

Publicado por primera vez:" Die Rote Fahne ", 27 noviembre 1918

Fuente de esta Version: el texto tomado del MIA.org, frances.

Traduccion: Carlos Guerrero, con cuyo permiso aparece aqui.

Trasncripcion/html: Rodrigo Cisterna, Abril de 2014.


 

El hermoso y pequeño plan para una revolución alemana muy agradable, "de acuerdo con la Constitución", que mantiene el "orden y la tranquilidad", y considera como su tarea primera y urgente la protección de la propiedad privada capitalista, se va al diablo: ¡Aqueronte ha comenzado a moverse! Mientras que en lo alto, en los círculos del gobierno, un acuerdo cordial con la burguesía se mantiene por todos los medios, por abajo, la masa del proletariado se levanta y agita el puño amenazadoramente, ¡las huelgas han comenzado! Se ha hecho huelga en la Alta Silesia, en Daimler, etc. Esto es sólo el comienzo. El movimiento va extenderse, como es natural, en oleadas cada vez mayores y más potentes.

¿Cómo podía ser de otra manera? Una revolución ha tenido lugar. Los obreros, los proletarios, en uniforme o en overoles de trabajo, la han hecho. En el gobierno, se sientan socialistas, los representantes de los obreros.

¿Y qué ha cambiado para la masa de los trabajadores en sus condiciones de salario diario, en sus condiciones de vida? Nada, o casi nada. Apenas aquí y allá algunas concesiones miserables se han hecho, y sin duda la patronal estará buscando arrebatar al proletariado estas migajas.

Se consuela a las masas diciéndoles que sus condiciones mejoraran cuando la Asamblea Nacional se reúna. Que debemos arrastrarnos lentamente y "tranquilamente" a la tierra prometida del socialismo con largos debates, discursos y resoluciones de la mayoría parlamentaria.

El sano instinto del proletariado insurrecto se manifiesta contra este esquema de cretinismo parlamentario. "La emancipación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores", se ha planteado en el Manifiesto Comunista. Y "los trabajadores" no son algunas centenas de funcionarios electos que dirigen los destinos de la sociedad con sus discursos y contra discursos, son aun menos de dos o tres docenas de líderes que ocupan puestos de gobierno. La clase obrera, es la propia masa, en toda su extensión. Y sólo a través de su cooperación activa en la superación de las relaciones capitalistas se podrá preparar la socialización de la economía.

En lugar de esperar el acierto de los decretos del Gobierno o de las resoluciones de la famosa Asamblea Nacional, las masas instintivamente recurren a la única forma que realmente conduce al socialismo: la lucha contra el capital. El gobierno hasta ahora ha hecho todo lo posible para castrar a la revolución, para establecer la armonía entre las clases, alzándose a grandes gritos contra todas las amenazas que pesan sobre el "orden y la tranquilidad"

La masa del proletariado arroja tranquilamente en el castillo de naipes de la armonía revolucionaria de las clases, y blande la terrible bandera de la lucha de clases.

El movimiento de huelga que se inicia es una prueba de que la revolución política ha penetrado en la base social de la sociedad. La revolución toma consciencia de sus propios fundamentos. Ella deja a un lado el decorado de cartón de los cambios de personal, que aún no han cambiado nada en la relación social entre el capital y el trabajo, y ella se monta sobre la escena de los acontecimientos.

La burguesía siente muy bien que se ha tocado su punto más sensible, que aquí se detienen las inofensivas bromas gubernamentales, y comienza la terriblemente seria confrontación, a cara descubierta, entre dos enemigos mortales. De ahí la angustia mortal y la furia desatada contra las huelgas. Luego vienen los esfuerzos febriles de los dirigentes sindicales dependientes para tomar entre las redes de sus vetustos medios burocráticos la tormenta que se desata, y para paralizar y encadenar a las masas.

¡Vano esfuerzo! Los pequeños canales de la diplomacia sindical al servicio de la dominación del capital han sido muy efectivos en el período de estancamiento político antes de la Guerra Mundial. En el período de la revolución, ellos fracasaran lamentablemente.

Ya, todas las revoluciones burguesas en los tiempos modernos han ido acompañadas de potentes movimientos huelguísticos: tanto en Francia a principios del siglo XIX, durante la revolución de julio y febrero en Alemania, Austria-Hungría e Italia.

Toda gran agitación social hace surgir naturalmente de una sociedad basada en la explotación y la opresión, luchas de clases violentas. Mientras que la sociedad burguesa mantenga el equilibrio de su tren parlamentario, el proletariado, también permanecerá pacientemente en el engranaje de los salarios, y sus huelgas no tendrán más que el carácter de pequeñas correcciones a la esclavitud asalariada, que se considera inmutable.

Pero cuando el equilibrio entre clases es roto por una tormenta revolucionaria, el suave chapoteo de la superficie se convierte en espada amenazante. Las profundidades mismas se ponen en movimiento, el esclavo no se levanta sólo contra la presión demasiado doloroso de sus cadenas, se rebela en contra las cadenas mismas.

Así, hasta ahora ha sido, en todas las revoluciones burguesas. Al final de las revoluciones, que se han traducido siempre en el fortalecimiento de de la sociedad burguesa, la revuelta de los esclavos proletarios se hunde, el proletariado permanece en los engranajes, bajando la cabeza.

En esta revolución, las huelgas que acaban de estallar no constituyen un conflicto "sindical" concerniente a las condiciones de remuneración. Ellas son la respuesta natural de las masas para el poderoso choque que las relaciones capitalistas han sufrido como resultado del colapso del imperialismo alemán y de la breve revolución política de los obreros y soldados. Ellos son el inicio de una confrontación general entre el capital y el trabajo en Alemania, que anuncia el comienzo del formidable combate directo entre las clases, cuyo resultado puede no puede ser más que la eliminación de las condiciones capitalistas del salariado y la introducción de economía socialista.

Ellas liberan la fuerza social viviente de la revolución actual: la energía revolucionaria de clase de la masa proletaria. Ellas abren el período de actividad inmediata de la masa en su conjunto, de esta actividad cuyos decretos y medidas de socialización de cualquier órgano de representación o gobierno sólo puede constituir el fondo.

Este movimiento de huelga que ha iniciado es al mismo tiempo, la crítica más sucinta que las masas enviar a sus quimeras, los llamados "jefes" de "Asamblea Nacional". Que ellas ya tienen la "mayoría". ¡Los proletarios en huelga en las fábricas y las minas! ¡Los groseros! ¿Por qué no invitan a sus patrones a un pequeño debate, para pasar a continuación, sobre él por una "abrumadora mayoría", e imponer todas sus exigencias, sin alguna duda "respetando el orden? ¿No se trata primero, y formalmente, de verdaderas bagatelas, simples detalles de las condiciones del salario?

Que el Sr. Ebert o Haase ensayen ir a proponer este deplorable plan a los mineros en huelga de la Alta Silesia: seguramente recibirán una respuesta contundente. ¡Pero quien estalle como pompas de jabón cuando se trata de bagatelas, debería temblar cuando se trate de derrumbar todo el edificio social!

La masa proletaria, por su mera aparición en la lucha social de clases, más allá de sus insuficiencias, de cada medida a medias y las cobardías anteriores de la revolución, pasa a la orden del día. El Aqueronte se ha puesto en movimiento, y los abortos que dirigen su pequeño juego en la punta de la revolución serán barridos, a menos que finalmente comprendan el enorme tamaño del drama de la historia del mundo en el que se han mezclado. ●

"Die Rote Fahne, 27 de noviembre 1918