Rosa Luxemburgo

La nueva experiencia belga

 


Escrito: Mayo de 1913.-

Primera Publicacion: Leipziger Volkszeitung, 15, 16 y 19 de mayo 1913

Traduccion:Carlos Igor Guerrero

Fuente Digital: Marxist Internet Archive.org

Transcripcion/html: Rodrigo Cisterna, Abril 2014.


 

Huelga general belga no merece solamente en tanto que notable manifestación de los esfuerzos y resultados de la lucha de masas del proletariado, la simpatía y la admiración de la socialdemocracia internacional, también es muy adecuado para esta última de convertirse en un objeto de serio examen crítico y, en consecuencia, de una fuente de aprendizaje. La huelga de abril, que duró diez días, no es sólo un episodio, un nuevo capítulo en la larga serie de luchas proletariado belga para la conquista de la igualdad y la universalidad del derecho al voto, luchas que duran desde el comienzo de la última década del siglo XIX y que, al parecer, están todavía muy lejos de terminar. Así que si no queremos a la manera oficial, aplaudir siempre y cualquier ocasión todo lo que hace y lo que no hace el Partido Socialdemócrata, debemos, frente a este notable nuevo asalto de Partido obrero de Bélgica, en su lucha por el derecho electoral, plantearnos la siguiente cuestión: ¿La huelga general significa un paso adelante en la línea general del combate?¿Significa, en particular, una nueva forma de lucha, un nuevo cambio táctico que, estaría llamado a enriquecer, a partir de ahora, los métodos de la lucha del proletariado belga, y quizás también del proletariado internacional?

Esta última cuestión es tanto más justificada cuanto que los dirigentes de del partido belga -sea cual sea su posición táctica- oponen con gran fuerza, la huelga de abril, a las huelgas belgas anteriores concernientes a derecho electoral, así como a las huelgas de masas que se han desarrollado en otros países, y la alabanza como una nueva arma en el arsenal de la lucha de proletariado. La pequeña revista mensual de Herstal, La lucha de clases, de Brouckère escribió en marzo:

"Esta es la tercera vez que vamos a huelga por la igualdad del derecho al voto, y en otros países, ya ha estado en huelga por el mismo propósito. La huelga del 19 de abril tampoco presenta un nuevo evento, así como la duración probable por el espíritu con el que fue preparada. Esta huelga no ser similar a las explosiones de 1893 y 1902 ni a las cortas huelgas políticas en Suecia y Austria, ni a las huelgas revolucionarias de Rusia. Este es el primer intento de guiar a una huelga política bajos los mismos principios más eficaces de los movimientos sindicales o, si se quiere, un intento de ampliar la acción sindical hasta la conquista de la igualdad política."

Los dirigentes del Partido, el Congreso del 24 de abril, que decidieron el cese de la huelga general, también hicieron hincapié en varias ocasiones, sobre este carácter distintivo. Vandervelde, también escribió en su artículo del Vorwärts, 28 de abril:

"A diferencia de anteriores movimientos similares en Bélgica y en otros lugares, se trata, esta vez, no una huelga improvisada y apresurada, sino una larga huelga, preparada paciente y metódicamente."

Por lo tanto, se trata principalmente de comparar la eficacia de esta nueva tentativa singular de las tentativas anteriores del proletariado belga. Si tenemos en cuenta sólo los resultados inmediatos y tangibles, desde luego, no se puede descartar la conclusión de que la nueva experiencia del Partido Belga tiene infinitamente relación que su primer asalto hace veinte años. En 1891, la primera corta huelga de masas, con sus 125 mil obreros fue suficiente para imponer el establecimiento de la comisión para la reforma de los derechos de voto. En abril de 1893, fue una huelga espontánea de 250 mil obreros quien obligaría a al Cámara a pronunciarse en una larga sesión sobre la reforma del derecho al voto, que languidecía durante dos años en la comisión. Esta vez la huelga de 400 mil obreros después de nueve menos de preparación, después de los sacrificios y esfuerzos materiales excepcionales de la clase obrera, ha sido rota después de ocho días sin obtener otra que la promesa sin compromiso, que una comisión sin mandato y sin derecho a legislar buscara una "fórmula de unidad" concerniente a la ley electoral.

Nuestros camaradas belgas no se hacen ninguna ilusión sobre el carácter vago y confuso de los resultados, ello entienden que esto no es una brillante victoria y que, en todo caso, no responde en absoluto a los grandes esfuerzos, sacrificios y preparaciones que se ha hecho. Ninguno de los dirigentes del Partido ha tratado en el Congreso del 24 de abril en presentar la resolución del Parlamento de esa susodicha comisión como una victoria política significativa. En su lugar, todos trataron de llevar el centro de gravedad del balance de la lucha de estos diez días no sobre los resultados parlamentarios, sino sobre el curso de la huelga general en sí misma y su importancia moral. "Tres puntos de vista, dijo Vandervelde (después del informe del Vorwärts), se han surgido en la valoración de la huelga general. El primer, punto de vista parlamentario, es el menos importante." Pero los otros dos son: el resultado político, que consiste en la conquista de la opinión pública, y el punto de vista social, que reside en el despliegue de las fuerzas el proletariado y el carácter pacífico de la huelga general: "Ahora -Vandervelde gritó- conocemos el medio en que el proletariado puede utilizar cuando el poder quiere privarle de sus derechos." Jules Destrée llegó a tratar toda la cuestión del resultado directo de la huelga como "trivialidades parlamentarias"

"¿Por qué no elevar, por encima de las trivialidades parlamentarias y los matices de las declaraciones ministeriales hasta lo principal? Así que consideremos lo principal, que todo mundo puede ver: el gran entusiasmo, el coraje, la disciplina de nuestro movimiento."

Sin embargo, excelente actitud de las masas obreras de Bélgica en la última huelga general estaba lejos de ser una sorpresa. El entusiasmo, la cohesión, la tenacidad del proletariado, se han afirmado con tanta frecuencia en los últimos veinte años, sobre todo en el uso del arma de la huelga general, tal como en el desencadenamiento y durante la huelga de en abril, lejos de ser una nueva conquista, son una prueba más de esta antigua lucha. Obviamente, la importancia de cada huelga de masas reside en gran medida en su desencadenamiento mismo, en la acción política que se expresa, en la medida en que es manifestaciones espontáneas estallaron o por orden Partido, que durante poco tiempo han manifestado un espíritu combativo. Mientras que por el contrario, cuando la huelga se preparó mucho tiempo, de manera bastante metódica y sistemática, en particular, con el objetivo político determinado de poner en movimiento la cuestión del derecho al voto inmovilizado durante veinte años, parece bastante extraño celebrar huelga, de cualquier manera, como un objetivo en sí mismo y tratar su propio objetivo, resultado parlamentario, como una bagatela.

Esta forma de desplazar la evaluación de la situación se debe también a la situación de pobreza en que se encuentra nuestro partido hermano belga después de una semana y media de la huelga general. De toda la situación y todo el debate del Congreso de Bruselas, queda claro que la huelga general no se rompió el 24 de abril porque pensábamos que había ganado una victoria significativa. Por el contrario, se apresuró a aprovechar la primera apariencia de "concesión" por parte del Parlamento para desarmar la huelga general, porque tenían, en los círculos dirigentes, el claro sentimiento de que la continuación de la huelga general traería una situación desesperada y no daría ningún resultado apreciable.

¿Debemos culpar a los dirigentes del partido belga de tomar la primera oportunidad para detener la huelga general, mientras que su extensión les parecía incierta y sin posibilidad de éxito? ¿O deberíamos quejarnos por no haber creído en la fuerza victoriosa de la huelga metódica prolongada indefinidamente "hasta la victoria"? Esto es exactamente lo opuesto a decir: Mucho antes de que la huelga se iniciara en abril, la única forma en que esta huelga fue preparada, visto los pruebas y las tácticas de la lucha por el derecho electoral en Bélgica en los últimos diez años, todo observador atento no podría más que dudar de la eficacia de esta nueva experiencia. Hoy, cuando se ha hecho la prueba con el ejemplo y que nuestros compañeros belgas piensan que añadir, en todo caso, y durante mucho tiempo, una nueva arma en su arsenal, es el momento de considerar la propia arma. Es necesario plantearse esta cuestión: ¿La huelga de abril, debido a su organización, no era en sí misma ya el germen de su esterilidad, y ante esta experiencia que se ha intentado no cedería se revisada esta táctica en lugar de imitarla?

Leipziger Volkszeitung, 15 de mayo 1913

 

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La huelga de masas como arma de lucha política tiene en Bélgica, una tradición arraigada. Es debido al uso de esta arma que proletariado belga debe la primera brecha que hizo en la ley del censo electoral. Pero las dos grandes huelgas de 1891 y 1893, que desgarraron las instituciones de las Cámaras de derecho electoral y después de la introducción de la ley electoral plural, fueron manifestaciones espontáneas del espíritu de lucha del partido, ellas tuvieron de un carácter "agitado", ante la cual la huelga de abril pasado iba a ser deliberadamente su contra-parte. Su naturaleza "impetuoso" no consistió en ningún parte en el hecho de que las masas en huelga cometerían actos de violencia estúpida o estuvieran inclinadas a cometerlos, como podría sugerir la manera en que los jefes del partido belga destacaron el carácter plenamente legal y pacífico de la reciente huelga general. Los huelguistas que lucharon por la ley electoral en 1891 y 1893 se comportaron de manera razonable y también "legal" como lo hicieran en abril pasado. Pero en los dos primeros casos se llegó en unas pocas localidades a combates callejeros y hubo derramamiento de sangre, únicamente por la culpa de la actitud brutal y provocadora de las tropas y otras las fuerzas del gobierno que temblorosos por todo el cuerpo y el con corazón lleno de odio feroz, arremetieron contra los huelguistas y manifestantes, La "turbulencia" de estas dos huelgas cortas y victoriosas no reside tanto en la "ilegalidad" estúpida que presuntamente habrían cometidos los obreros, sino en el hecho de que estas huelgas de masas eran la expresión del estado de ánimo del partido, lleno de frescura, de resolución y alegre combatividad. Las masas proletarias no conocían ni vacilación, ni miedo, cautela o prudencia, caminaron a la batalla sin contar con algo más que su propia fuerza y su presión, y estaba listo, con su fe, a aumentar la presión hasta las últimas consecuencias y dar libre curso a la energía revolucionaria como masas, para que llegado el caso, pudiera lanzar y maximizar el peso y sus efectos. Fueron en estas huelgas de masas donde el partido marcharía en filas cerradas, desde el líder supremo, hasta el simple soldado, imbuidas con el mismo entusiasmo libre y audaz por la lucha, absolutamente unánime en su firme creencia en la necesidad y la eficacia su propia empresa.

Pero toda la táctica del partido belga tomó una nueva orientación en la década siguiente. Después de que el derecho electoral plural de la clase obrera le abrió las puertas del Parlamento e introdujo un número creciente de diputados, el centro de gravedad de la acción política y la lucha por la igualdad del derecho electoral, fue llevado al Parlamento. Al mismo tiempo -y esto también es la otra cara de este fenómeno- un factor totalmente nuevo entró en juego: la alianza con burguesía liberal, alianza que se convirtió en un factor importante de la táctica socialista. Y así fue acoplados en la política partidaria, dos elementos contradictorios: la acción de la masa extraparlamentaria y la alianza parlamentaria con el liberalismo. La huelga de masas sigue siendo una buena manera de luchar probada, popular, muy popular entre el proletariado, que se adjuntó a la misma con energía tenaz, pero a partir de ese momento, se debía tener en cuenta a los aliados parlamentarios, los liberales, primero debido a la profunda hostilidad de la clase propietaria en contra de las acciones de masas proletarias y, a continuación, ya que, inevitablemente, la huelga de masas tocaría en primer lugar, y de manera significativa los intereses económicos de la burguesía, es decir, aquellos de los aliados liberales.

La política del Partido Socialista revistió en seguida una cierta incertidumbre, un carácter doble y equívoco. Esto es lo que se manifestó claramente en la desafortunada campaña de 1902, donde se determinó en primer lugar el acoplamiento de la acción huelguística de las masas con la alianza liberal en el Parlamento, siendo todo determinado por los líderes del partido que no permitan la acción la masa más que como una advertencia libre y, a continuación, mandarla a casa tan pronto como fuese posible, lo cual, obviamente, solo hacia fallar la acción parlamentaria.

Sin embargo, este lamentable fiasco de 1902 no ha obligado al partido belga a romper su nefasta alianza destructiva con los liberales ni lo ha obligado a centrarse más en una acción completamente proletaria. Todo lo contrario, aparentemente decepcionado por el fracaso de la huelga de masas, en la cual la esterilidad y su ineficacia se explicaría esta vez mediante las propias tácticas del partido, su líderes del partido decidieron ahora confiar más en el ámbito parlamentario. En las elecciones parlamentarias, con el sistema plural, estrechado más la representación de la reacción clerical, un simple cálculo pareció mostrar que no había más que esperar pacientemente el momento, pues gracias a una propaganda silenciosa, la mayoría clerical se convertiría en minoría y así el bloque socialista-liberal, fortalecería la reforma electoral, en medio de una simple mayoría en el Parlamento. El arma de la huelga de masas ahora les parecía un método innecesario, inconveniente y anticuado, y la reforma parlamentaria y el "Bloque de Izquierdas" parecían como el ancla de salvación para el futuro.

Por desgracia, este simple cálculo, como todas las especulaciones del oportunismo de tan simple apariencia, tenía una gran laguna, pues contaba sólo con números, y no con los las relaciones vivas de las clases. Y estas últimas han conducido a la reacción, tal como se caracteriza en Alemania y en otros lugares, el desarrollo más reciente de la burguesía lograr también en Bélgica su obra silenciosa. Mientras que la fracción liberal del Parlamento caminaba del brazo de la fracción socialista en favor de la reforma electoral, la burguesía le vuelve la espalda en el país y se refugia en masa en el clan clerical. El año 1912 fue llamado, en las especulaciones del Bloque, el año de la "realización milagrosa". Sin embargo, las elecciones parlamentarias de 1912 amenazaron, no la quiebra clerical, como era de esperarse, sino la del liberalismo, causando pérdidas, incluso con el Partido Socialista, mientras que la reacción clerical regresó al Parlamento con una mayoría aumentada.

Este segundo período decenal de su nueva táctica terminó, para el partido belga, con una derrota aún más grande que la de 1902. No es de extrañar que la rabia y la amargura de la desilusión hayan empujado de nuevo y de repente a las masas de obreros socialistas a su vieja arma probada: la huelga de masas. Espontáneamente, como un huracán, el proletariado belga se dirigió de nuevo después de las elecciones de junio de 1912 para ganar por su propia fuerza, lo que la táctica parlamentaria como único método mostraría en veinte años, ser completamente ser incapaz de arrancar. Pero en ese momento, la fracción socialista y los líderes del partido intervinieron con todo su poder para desaconsejar la huelga. Ante la imposibilidad de dominar de otra manera la impetuosa voluntad popular, se propuso desarmar la huelga de masas ya iniciada a preparar del todo sistemáticamente una huelga de masas. La huelga de masas metódica y bien preparado, y apareció así en un principio, como un compromiso entre la energía combativas e impetuosa de las masas y la hostilidad hacia la huelga de masas que mostraron los dirigentes del partido, que a pesar de todas las experiencias amargas, seguían aferrándose a la alianza con el liberalismo y sus esperanzas parlamentarias. Por lo tanto, no se trataba aquí de una nueva táctica desarrollada libremente y con un nuevo método de ataque más eficaces que otros. La larga preparación de la huelga de masas parecía esta vez como una manera de calmar a las masas de trabajadores, luchando contra su entusiasmo combativo y haciéndola abandonar temporalmente la arena. Entonces, cuando toda la energía de la clase obrera, durante siete meses, se encaminaba exclusivamente a la preparación de la huelga general, fue la dirección del partido quien hasta el final, luchó con todas sus fuerzas para obstaculizar el estallido de la huelga y a recular esta última lo más pronto posible. Tras el rechazo categórico de la reforma electoral en el Parlamento en febrero, la huelga general fue fijada para el 14 de abril, sin embargo los líderes de los partidos, contando con la intervención de un mediador de los alcaldes liberales, intentaron una vez más, en el último momento mientras que la esperanza de una intervención liberal se desvanecían como una pompa de jabón, intentaron posponerla. Así la huelga se decidió sólo bajo la presión irresistible de la masa impaciente contra las maquinaciones de algunos de los jefes.

Así, finalmente se realizó la huelga en abril, después de nueve meses de preparación y repetidos intentos de prevenir y retrasarla. Desde el punto de vista material, desde luego, se preparó como nunca lo había habido ninguna huelga de masas en el mundo. Si los fondos de ayuda bien abastecido y la distribución bien organizada de alimentos, decidiesen el resultado de un movimiento de masas, la huelga general belga de abril debería haber hecho milagros. Pero el movimiento revolucionario de masas no es por desgracia un cálculo simple que se puede resolver con los libros en efectivo o depósitos de las cooperativas de alimentos. El factor decisivo en cualquier movimiento de masas es la energía revolucionaria de las masas, el espíritu resuelto de los líderes y visión clara de la meta. Estos dos factores juntos pueden, si es necesario, hacer que la clase obrera permanezca firme e insensible a la más dura privación material y obligarle a hacer, a pesar de estas dificultades, las más grandes hazañas. Estos dos factores no pueden ser reemplazados por los fondos de ayuda bien surtidos.

Leipziger Volkszeitung, 16 de mayo 1913

 

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La principal idea de los compañeros belgas en la preparación de la huelga de abril era que había de quitarle todo carácter impetuoso, de separarla totalmente de la situación revolucionaria, de darle un carácter metódico, estrictamente limitado, como el de una huelga sindical ordinaria. No es el hecho de que no se haya cometido "ilegalidades" lo que le da carácter a este movimiento; en la última década del siglo precedente los trabajadores en huelga, como lo hemos dicho, han cometido algunos pocas "ilegalidades" en aquella ocasión, en Bélgica, como en otros lugares, y siempre fueron los "defensores del orden" los únicos responsables en cometer provocaciones y excesos. La diferencia radica en el hecho de que las huelgas masivas en torno a 1890 fueron movimientos espontáneos, nacidos de una situación revolucionaria, la tensión de la lucha y la energía tendida en el más alto grado de las masas trabajadoras. Espontánea no en el sentido de que ellas fueran caóticas, sin un plan, sin restricciones y sin líderes. Al contrario, en estos dos huelgas, la dirección del partido se hizo uno con la masa, marchando a la cabeza, dirigiendo y dominando por completo el movimiento, precisamente porque que estaba en contacto directo con las masas, sintió sus pulsaciones, porque ella se adaptó a la huelga, porque ella fue el canal de la expresión consciente de los sentimientos y los esfuerzos de las masas. Estas huelgas fueron espontáneas, ya que respondió de inmediato a una situación política donde ellas devolvían golpe por golpe en la lucha y, y estaban dispuesto a todas las consecuencias y todas las contingencias de la lucha, ella lanzarían con una energía libre desatando todo el peso de la acción de masas.

No hay duda de que en tales huelgas de masas se comparte una fuerte chispa revolucionaria, que en una atmosfera cargada en una situación donde la tensión de los antagonismos han adquirido cierta agudeza, ellas pueden causar colisiones reales con los poderes públicos. Pero no es menos cierto que esta es exactamente la presión de tales huelgas que ejerció lo más rápido su efecto y, en general obligó a la clase dominante a ceder antes de llegar al último extremo, antes de un reencuentro general con la fuerza pública presentada por la situación. El curso de las huelgas belgas actuales de 1891 y 1893 son una confirmación completa. Del mismo modo, en 1905, el proletariado austriaco sólo tuvo que seguir el ejemplo contagioso de los combatientes revolucionarios rusos y llevar a cabo su movimiento espontáneo para obligar a los gobernantes a ceder antes de que era fuese necesario un ajuste de cuentas violento. La misma evidencia es proporcionada por muchos otros casos de la práctica del proletariado internacional en los últimos cincuenta años: no es el uso de la fuerza física, sino la resolución de las masas revolucionarias de no dejarse asustar, en su caso, en su acción de huelga por las consecuencias más extremas de la lucha y de hacer todos los sacrificios necesarios que confieren a esta acción una potencia irresistible que a menudo puede traer en un corto período victorias notables.

En la base de la huelga de abril en Bélgica, por el contrario, existió la idea de evitar la situación revolucionaria, defecto de cálculo, todo giro imprevisto de la lucha, en una palabra, para diversificar todo riesgo y todo peligro y de fijar casi un año de antelación, toda la campaña. Pero debido a esto, los camaradas belgas ha secuestrados a la huelga general de todo su valor de choque. La energía revolucionaria de las masas no se deja a embotellar y una gran lucha popular no se deja conducir como un desfile militar. Una de dos: o bien se provoca un asalto político de las masas, o más exactamente, como un asalto no se provoca artificialmente o se deja las masas excitadas partir al asalto, y deben hacerlo por realizar este ataque más impetuoso, más formidable, más concentrado, pero no entonces no tenemos el derecho, que justo cuando se produce el asalto, retrasarlo durante nueve meses, a fin de prepararlo, mientras tanto, su orden de marcha. O bien, no queremos que el asalto general, pero entonces una huelga de masas es un juego perdido. Si, en abril, los dirigentes han asegurado en el Congreso, fue sólo una demostración de la disciplina y la voluntad única de la clase obrera, no tenía necesidad de diez días de huelga para ello, lo cual se pagaría muy caro una preparación de nueve meses. Los proletarios belga estaban prestos desde hace mucho para tal demostración y estarían ya allí varias veces preparados. Pero si iba a ser una huelga de combate, la forma en que se ejecuta seria poco propia para hacer una huelga exitosa.

Es evidente, en todo caso -y esto es confirmado por la historia de las huelgas de masas en diferentes países- que tan pronto una huelga política cae rápida e inesperadamente sobre la cabeza de las clases dominantes, el efecto es grande y las posibilidades de victoria significativas. Cuando el Partido Obrero anuncia tres trimestres con antelación de su intención de iniciar una huelga política, no sólo él, sino también a la burguesía y el Estado tienen el tiempo necesario para prepararse física y psicológicamente para este evento.

Por otra parte, los largos y laboriosos esfuerzos de ahorro proletariado belga, tan admirable en su idealismo, tenían la desventaja de tocar fuertemente durante toda su duración, los intereses económicos de la pequeña burguesía, los botiqueros y los comerciantes, esta capa cuyas simpatías son los primeros en ir a la clase obrera. Gracias a la larga preparación de la huelga, la gran burguesía pudo esquivar, en gran medida, el golpe que toda huelga de masas espontánea lleva a ella primero.

La eficacia de cualquier huelga política de combate, también depende de la cooperación del personal empleado en los servicios públicos. Cuando camaradas belgas -han indicado su intención de hacer una huelga larga y apacible- han renunciado, a parar los servicios públicos, que sin duda habría quitado su huelga de todo "carácter ilegal", pero al mismo tiempo, privado de su eficacia como medio rápido de la coerción e intimidación de la opinión pública y del Estado.

En resumen, todas las cualidades de la huelga de abril, que, de acuerdo con las intenciones del partido belga deberían darle el carácter metódico de una acción sindical, se quitó por esa misma razón, en gran medida, su eficacia como huelga política.

Por otra parte, hemos visto en la historia de la lucha por el derecho electoral en Bélgica que los jefes de los partidos en realidad prohibían desde hace unos quince años, la realización de la huelga de masas, y que constantemente trataron de recularla e impedirla. Por último, esta táctica tuvo, sin embargo, curiosamente, el resultado opuesto al que ella perseguía. La huelga se suspende continuamente en el momento en que se desató impetuosamente, se convirtió no sólo para la reacción, sino también para el partido, en una verdadera espada de Damocles. Durante nueve meses, el partido belga estuvo bajo el temor de los preparativos de la huelga de masas. Una vez que la huelga estallo en abril a la primera sombra de una concesión, el partido, en el Congreso de 24 de abril, obviamente la hizo entrar en su nueva perspectiva. La misma táctica que prohibía todo encuentro impetuoso con la reacción, ha hecho de la amenaza de una huelga general, algo crónico.

Parece inevitable que las ilusiones exageradas concernientes a la eficacia de la huelga política de masas hayan sido también mantenidas deliberadamente en las masas. Pero en las circunstancias actuales, estas ilusiones pueden fácilmente suceder las decepciones. La huelga política de masas no es en sí una forma milagrosa. Sólo es eficaz en una situación revolucionaria, como expresión de una revolucionaria de energía altamente concentrada, de alta tensión y los antagonismos. Separada de esta energía y esta situación, convertida en una maniobra estratégica largo tiempo avanzada y ejecutada de manera pedante a la baguette, la huelga de masas está condenada al fracaso nueve de cada diez veces.

Nadie puede, en este momento, predecir con certeza cuál será la suerte próxima de la reforma electoral en Bélgica. Tal vez los clericales belgas como los tories en Inglaterra, van a ser lo suficientemente sabios para aprender de la efervescencia de las masas y participar en la amplia trayectoria de compromisos. Aunque su actitud, hasta ahora, no muestra que sean capaces de entender la política de gran estilo. Pero si persisten en su brutalidad reaccionaria, como los agrarios de Prusia Oriental, sería probable que sólo un asalto proletario rompa esta obstinación, como ya lo hizo en 1891 y 1893. Pero entonces, en nuestra opinión, nuestro hermano belga podría extraer de esta experiencia reciente la siguiente lección: sólo el retorno a las tácticas del movimiento de masas impetuoso y libre de preocupaciones de alianzas con los liberales, sólo la liberación plena de toda la energía revolucionaria del proletariado puede destruir la fortaleza feudal. En cualquier caso, la experiencia de abril no puede ser recomendable para el partido belga y la Internacional como una innovación loable en el uso de la huelga política de masas.

Pero cualesquiera que sean las críticas y los juicios que se centra en la acción de los camaradas belgas, esta acción es para nosotros en Alemania, un ejemplo y una lección que nos hace avergonzarnos. El partido belga experimenta la huelga de masas, pero también trata de recoger todas sus fuerzas, todos los medios de acción de masas. En Prusia, por el contrario, las punzantes palabras del congreso de Prusia en la Navidad de 1909, las palabras ardientes y notables de Singer no fueron seguidos en la primavera de 1910 con una corta campaña demostrativa, que después tuvo el mejor momento, simplemente fue desechado por el Partido. Dado que nos consolamos yendo de elecciones en elecciones al Reichstag, las elecciones y en las elecciones al Landtag. Pero el ejemplo belga debería ser, para nuestro partido, menos la ocasión de "admiración" práctica de espíritu crítico que un estimulante de una práctica para hacernos sentir una buena vez que la reacción de Prusia Oriental el valor del proverbio: suficiente alboroto, entonces estamos caminando ahora. ●

Leipziger Volkszeitung, 19 de mayo 1913