Guillermo Lora

 

Rosa Luxemburgo

 


Redactado: La Paz, enero de 1960.
Publicado por vez primera: En Bolivia, 1960, bajo uno de los seud�nimosde G. Lora.
Fuente de la versi�n digital: Partido Obrero Revolucionario, Secci�n Boliviana del CERCI, http://www.masas.nu.
Esta edici�n: Marxists Internet Archive, febrero de 2011.  


 

 

LOS PRIMEROS PASOS

 

Una de las figuras m�s notables de la lucha revolucionaria mundial y una de las te�ricas s�lidas del marxismo es sin duda, Rosa Luxemburgo, que se aline� al lado del socialismo cient�fico desde su adolescencia.

Nacida en Zomoch (Polonia) el 5 de marzo de 1870, su vida inicia en un ambiente de elevada cultura y de profundas corrientes revolucionarias. A los cinco a�os sabe leer y escribir y poco despu�s se inicia en los ensayos literarios, que son publicados en un peri�dico de ni�os.

A la edad de tres a�os es llevada a Varsovia por su familia. El padre buscaba un centro m�s grande que su natal Zomoch para lograr una educaci�n superior para su hija Rosa y sus hermanos.

En Varsovia, ingresa al liceo para seguir estudios de humanidades. Pudo patentizar la opresi�n de la Rusia zarista sobre Polonia y los jud�os, �stos �ltimos no eran admitidos en el liceo y el idioma polaco estaba excluido de la ense�anza. Su origen. jud�o le hace sentir de cerca la persecuci�n racial que en aquella �poca adquiere contornos crueles. Estas circunstancias hacen nacer en su esp�ritu un sentimiento profundo de oposici�n a la injusticia.

Polonia era en ese entonces una naci�n dividida e integraba varios Estados en condici�n de minor�as oprimidas. Casi todo el reino de Polonia, juntamente con Lituania (era conocida con el nombre de Polonia rusa), estaba sometido al gobierno ruso: Posen (o Poznan) en el Oeste a Prusia; Gal�tzia, en el Sur, al Imperio austro-h�ngaro.

Rosa Luxemburgo ingresa al movimiento de oposici�n universitaria. Muy pronto su talento y su decisi�n indiscutidos le permiten sobresalir entre todos, sus compa�eros la llevan a la direcci�n del grupo revolucionario.

En los �ltimos a�os de su paso por el liceo toma contacto con el movimiento revolucionario organizado y, en 1886, a los diez y seis a�os se adhiere al c�rculo llamado "Proletariado", una de las m�s grandes organizaciones revolucionarias de Polonia.

"En 1885 las autoridades rusas consiguieron quebrantar el poder de 'Proletariado', obteniendo a la mayor�a de sus l�deres, cuatro de los cuales fueron ahorcados, pero qued� un residuo, que al a�o siguiente tuvo un ingreso importante: Rosa Luxemburgo, que actu� de inmediato" (Cole, "Historia del pensamiento socialista", tomo III).

Hay que a�adir que el historiador notable Joachim Lelewel (1786-1861) fue el precursor del socialismo polaco y en sus ideas se puede encontrar la huella del utopista Fourier.

Solamente en la d�cada de 1870 se hacen intentos de formar un movimiento socialista organizado, bajo la direcci�n de Ludwig Warinski (1856-1889) y de Stanislaw Mendelssohn (1857-1913). Warinski organiz� en Varsovia, en 1881, el n�cleo clandestino que ostentaba el nombre de "Proletariado" y timone� numerosas huelgas. Fue detenido en 1883 y muri� en la c�rcel. El "Proletariado" comenz� estrechamente vinculado con la Narodnaya Volya, organizaci�n terrorista rusa.

La lucha franca desarrollada por Rosa Luxemburgo contra las autoridades impidi� que se les concediera la medalla de oro en recompensa de sus estudios excelentes.

Cuando ten�a diez y siete a�os de edad ya se perfil� con nitidez su personalidad revolucionaria, en la que se unen la inteligencia y la militancia activa. En 1887 colabora estrechamente con Mat�n Kasprezak, a la saz�n dirigente del grupo.

En 1889, cuando ten�a diez y nueve a�os y hab�a concluido brillantemente sus estudios en el liceo, la polic�a descubri� su actividad revolucionaria, lo que le vali� la amenaza de prisi�n y deportaci�n a Siberia inminentes.

Rosa, fiel a la conducta que observar� a lo largo de su vida, acepta todas las consecuencias de su militancia revolucionaria y no se inquieta por la persecuci�n policial, pero sus camaradas la convencen para que abandone Polonia.

Es Mart�n Kasprezak quien organiza su fuga por la frontera ruso-alemana en un carro de campesinos que simulaban transportar paja. As� emigra a Suiza e ingresa a la universidad de Zurich.

La Polonia rusa es sacudida, en 1892, por una ola huelgu�stica poderosa, particularmente en Varsovia y Lodz, en esta �ltima ciudad los cosacos dispararon contra los huelguistas.

En conexi�n con este movimiento, el grupo Proletariado, la Liga de Trabajadores (tom� a su cargo la actividad sindical) y otras agrupaciones se unieron para formar el Partido Socialista Polaco con Jogiches y Warsky como l�deres principales. Su peri�dico, "La Causa de los Trabajadores", estaba dirigido por Warski y dur� hasta 1896.

 

 

SUS ACTIVIDADES EN SUIZA

 

En aquella �poca Suiza era el centro de encuentro de la emigraci�n rusa y polaca. La universidad ofrec�a a los j�venes revolucionarios la posibilidad de capacitarse pol�ticamente. Los j�venes y las muchachas, que ya conoc�an el rigor de la represi�n zarista y hab�an pasado por las c�rceles y polic�as, viv�an en colonias. Le�an y discut�an sobre Darwin, sobre la emancipaci�n de la mujer, sobre Marx, Tolstoi, Bakunin, acerca de los m�todos de la lucha de clases, sobre Marx, Tolstoi, Bakunin, sobre los m�todos de la lucha de clases, sobre la liberaci�n de Polic�a, la socialdemocracia alemana, el terrorismo ruso, Turgueniev, Zola..., en fin, sobre el problema de la revoluci�n.

Rosa Luxemburgo mostr�, desde ni�a, una marcada inclinaci�n hacia la naturaleza y sus bellezas. Ingres� a la Facultad de Ciencias Naturales. M�s tarde, en su vida agitada o en las sombras de la prisi�n, supo refugiarse en estos estudios:

"�Qu� leo? -escribe a Sonia Liebknecht desde la c�rcel de Wronke, el 2 de mayo de 1917-. Principalmente libros de ciencias naturales, geograf�a, bot�nica, zoolog�a. Ayer le� un libro sobre la desaparici�n de los p�jaros cantores de Alemania; conforme va extendi�ndose y racionaliz�ndose, d�a tras d�a, el cultivo de los bosques... En efecto, el cultivo racional hace desaparecer poco a poco los �rboles carcomidos, las tierras en barbecho, los matorrales... �Qu� pena me dio la lectura de este libro!" ("Cartas de la prisi�n").

Sin embargo, su inter�s dominante se centra en la pol�tica y comienza a estudiar econom�a pol�tica, especialmente a los cl�sicos, a Smith, Ricardo, Marx...

El catedr�tico de econom�a pol�tica, Wolf, no inspira a R. Luxemburgo ninguna admiraci�n. Al contrario, critica en Wolf su temperamento timorato, su erudici�n ecl�ctica, que no llega a profundizar el problema social y s�lo toca las cuestiones generales. El catedr�tico era, pues, el polo opuesto de la disc�pula. Su cr�tica al profesor la condensa en estas palabras: "Wolf cortajea en pedazos la substancia viviente de la realidad social" y demuestra que su capacidad es insuficiente, med�ocre. Esta cr�tica no impidi� que m�s tarde Wolf, cuando escribi� su autobiograf�a, evoque a R. Luxemburgo como a una gran personalidad de relevante talento. Sus estudios universitarios culmina con su tesis sobre "El desarrollo del capitalismo en Polonia."

La brillante universitaria era tambi�n la militante ardiente y decidida del movimiento obrero de Zurich. Rosa Luxemburgo jam�s pretendi� pasar de intelectual, su vida y su talento se concentraron tras un solo objetivo: ser una aut�ntica revolucionaria. En la capital suiza conoci� a los emigrados rusos Pablo Axelrod, Vera Sassulitch, Jorge Parvus y tambi�n a varios polacos, entre ellos sus futuros colaboradores Julian Marchlewski y Adolfo Warski. De Plejanov, por quien sent�a una profunda admiraci�n, y de sus amigos aprendi� la doctrina rnarxista. En esa oportunidad tambi�n conoci� a Leo Jogiches (1876-1919), quien ejerci� una poderosa influencia en su desarrollo intelectual y en su formaci�n revolucionaria, pudiendo ser considerado como el forjador espiritual de la extraordinaria revolucionaria.

Jogiches (conocido tambi�n como Jan Tyszka) era una persona acomodada y hab�a escapado de Polonia despu�s de haber estado preso por sus actividades revolucionarias. Brillante inteligencia consagrada a la revoluci�n, ocup� un lugar destacado en el movimiento polaco y ruso y, m�s tarde, alcanz� cargos de direcci�n en el grupo Espartaco alem�n. Fue fundador del movimiento obrero de Wilna. Este centro tiene especial importancia dentro de la historia de la revoluci�n proletaria y de �l han salido socialistas de renombre mundial, por ejemplo, Carlos Rappoport, talentoso marxista que se esforz� por formar c�rculos de oficiales y por ganar al ej�rcito para el movimiento obrero. Jogiches fue encarcelado en la fortaleza de Wilna en 1899 y liberado por haber ca�do gravemente enfermo. Inmediatamente despu�s se dirigi� a Suiza, donde entr� en contacto con Rosa Luxemburgo, A partir de entonces se inicia entre ellos una amistad imperecedera, que el tiempo jam�s pudo romper.

En 1893, a�o en que vuelven a reunirse R. Luxemburgo y Jogiches, se plante� la revisi�n de las bases te�ricas y de los m�todos de lucha socialistas, que hab�an imperado hasta entonces. El movimiento polaco hab�a ingresado a una aguda crisis.

En 1882, los dirigentes socialistas que se encontraban a la cabeza de varios grupos y comit�s obreros se plantearon la necesidad de unificar a las fuerzas revolucionarias, bajo un comando y programa �nicos y definidos, con tal objetivo encaminaron sus esfuerzos hacia la formaci�n de un partido pol�tico y as�, naci� el Partido Proletario Socialista Revolucionario, bajo los mejores auspicios, habiendo llegado a convertirse en una de las m�s grandes organizaciones revolucionarias de la �poca.. Para poder ensamblar el trabajo revolucionario con los rusos se lig� con la Voluntad del Pueblo de San Petersburgo. Esta �ltima era un c�rculo de intelectuales que hac�an la militancia revolucionaria con un sentido rom�ntico, alejados del movimiento obrero, sin perspectivas pol�ticas y sin un programa claro. Los m�todos del terrorismo individual constitu�an lo central de su actividad. Indudablemente que esta alianza no pod�a tener resultados positivos en los planos pr�ctico y te�rico para el Partido Proletario Socialista Revolucionario. En 1888 rompi� su ligaz�n con la Voluntad del Pueblo y entra en un per�odo de reorganizaci�n.

Los emigrados nacionalistas polacos organizaron en Par�s, el a�o 1892, la Uni�n de Socialistas Polacos en el Extranjero, como enemiga declarada del Partido Socialista. Esta �ltima organizaci�n, desde el programa del grupo Proletariado, manten�a una intransigente l�nea internacionalista, que encontr� resistencia entre muchos (Mendeissohn, Yanowska, etc.).

En 1893, en el congreso internacional de Zurich, Rosa Luxerriburgo en su informe, al referirse al movimiento polaco, se�ala nuevas t�cticas marxistas para el movimiento socialista y una posici�n radical de oposici�n a los m�todos anarquistas y reformistas. Con intransigencia marxista se pone frente a las ideas nacionalistas y reformistas de los polacos y expresa que son las masas las que deben librar su propio combate y "un partido socialista que se apoya en las masas, debe defender, ciertamente, las condiciones de existencia de �stas, pero no debe olvidar en la lucha cotidiana el objetivo revolucionario a alcanzar. Las reformas no son m�s que las etapas y los puntos de apoyo en el camino que conduce a la revoluci�n social, es decir, desde luego, a la conquista pol�tica del Estado".

En este congreso se discuti�, en primer plano, el problema de la actitud del movimiento socialista frente a la cuesti�n nacional.

Polonia se encontraba atada al yugo de la Rusia zarista. Las concepciones liberales de la burgues�a polaca, ligada al capitalismo ruso, consideraban que la independencia nacional de Polonia significaba su propia muerte.

Rosa Luxemburgo no transig�a con tal postura ni con las opiniones de los nacionalistas polacos y plante� claramente que ninguna naci�n puede ser libre con sus instituciones dominadas por otra naci�n. Para ella lo fundamental era que la independencia polaca esta subordinada a la instauraci�n de tina rep�blica democr�tica en Rusia, en el pa�s que en ese momento estaba dominado por los zares. De aqu� se dedujo que el primer objetivo de lucha era la ca�da del zarismo. Correspond�a oponer a la alianza de la burgues�a polaca con la burgues�a rusa, la uni�n del proletariado polaco con su igual ruso. Estrategia y t�ctica que fueron admitidas por los te�ricos m�s eminentes.

 

 

LA ACTUACI�N DE R. LUXEMBURGO EN ALEMANIA

 

Luego de residir por breve tiempo en Francia, donde se pone en contacto con los l�deres del movimiento revolucionario franc�s (Jules Guesde, Vallaint, Allemane) llega a Alemania en 1897. En aquella �poca Alemania era el centro del movimiento obrero y de la pol�tica mundial.

Para poder radicarse, sin ser molestada por su origen polaco, se vio obligada a nacionalizarse como alemana. Con tal finalidad contrajo un matrimonio blanco (o de ficci�n) con Gustavo Lubeck, hijo de su viejo amigo, el escritor socialista Lubeck, a quien hab�a ayudado antes en algunos de sus trabajos literarios.

A partir de esta �poca comienza para Rosa Luxemburgo una vida agitada, tormentosa, apasionante y rica en experiencias diversas. Su actividad como militante se intensifica en las tareas de propaganda, en la educaci�n de cuadros y en la agitaci�n. Pronuncia discursos y escribe art�culos sobre pol�tica y econom�a marxistas. Su intensa actividad en la vida socialista internacional y en favor de todos los movimientos revolucionarios, desencaden� en su contra una violenta persecuci�n, que, por �ltimo, la llev� a la prisi�n.

Su clara inteligencia y su profunda firmeza marxista, muy pronto la colocan en un lugar importante dentro de la social democracia alemana.

Mantiene contacto ininterrumpido con Kautsky, considerado en ese entonces el m�ximo representante del marxismo. Le une una amistad �ntima con Augusto Bebel, Pablo Singer, Fransz Mehring, Clara Zetkin, esta �ltima fue la fundadora del grupo internacional Mujeres Proletarias y del peri�dico feminista "La Igualdad". Colabor� en la prensa de su partido con escritos doctrinales que le dan prestigio y autoridad. Ejerci� una notoria influencia sobre los l�deres de la social democracia. El destacado te�rico Franz Mehring modific�, m�s de una vez, su criterio pol�tico despu�s de haber escuchado su opini�n. Presiona a Carlos Kautsky para que defienda en la palestra pol�tica los principios fundamentales de la social democracia contra los reformistas.

Es en 1898 que por primera vez toma contacto con las masas. Sus discursos, en los que sobresalen su talento, su indomable voluntad y su capacidad de persuasi�n hac�an vibrar a las multitudes. As� se consolid� su triunfo definitivo como revolucionaria y marxista.

En Berl�n colabor� en la revista Neue Zeit. Se constata ahora que sus art�culos son brillantes y de profundo conocimiento de la econom�a pol�tica. Form� parte de la redacci�n de un peri�dico socialista de Leipzig, al que imprimi� una clara orientaci�n marxista. Por esta labor period�stica se cre� un justo renombre internacional. En este lapso (1898-1899) que colabor� en aquellos peri�dicos public� una serie de art�culos refutando a los revisionistas de aquella �poca, que reconoc�an como a su jefe a Berstein. M�s tarde, estos art�culos fueron reunidos en el ya cl�sico folleto �Reforma o Revoluci�n Social?, de enorme trascendencia dentro de la discusi�n te�rica mundial y que actualmente es instrumento valioso en la educaci�n marxista y de clarificaci�n del socialismo cient�fico frente a las posiciones revisionistas.

La larga controversia dentro del socialismo internacional se origin� alrededor del siguiente pensamiento de Berstein: "El objetivo final no es nada, es el movimiento que es todo". En estas discusiones participaron los m�s grandes socialistas: en Alemania, Parvus, Kautsky, Bebel, Clara Zetkin; en Rusia, Plejanov; en Italia, Cabriola; en Francia, Jules Guesde y Jean Jaur�s.

Rosa Luxemburgo se coloc� a la cabeza de los enemigos del revisionismo y fue una de las m�s ardientes defensoras de los principios marxistas. Su celo super� al de Kautsky, que despu�s de la muerte de Federico Engels era la figura m�s prominente del movimiento obrero internacional. Sus an�lisis concitaron la admiraci�n de sus propios adversarios.

Los reformistas gritaban: "o la reforma o la revoluci�n". Rosa Luxemburgo respondi�: "A la vez las reformas y la revoluci�n. La lucha por las reformas es la lucha por mejores condiciones de existencia de la clase obrera, por la protecci�n del trabajo, por la ampliaci�n de los derechos democr�ticos en el interior del Estado burgu�s, es la lucha por crear el clima favorable para la organizaci�n y para la educaci�n de la clase obrera". Se�al� claramente la t�ctica de la lucha revolucionar�a, como ya hab�a afirmado en el congreso de Zurich (1893): Ia lucha diaria est� ligada al objetivo final y este objetivo es la conquista del poder por el proletariado".

Ella combati� a la tendencia parlamentarista de algunos socialistas, subrayando sus errores y sus falsas ilusiones sobre la labor parlamentaria dentro del Estado burgu�s. Se�al� vigorosamente que las actividades electorales y parlamentarias no deben ser m�s que motivo de propaganda de las ideas socialistas y deben servir de term�metro para medir la influencia del socialismo en el seno de las masas. Al mismo tiempo, luch� contra el abstencionismo y el sectarismo est�ril., Dijo que la socialdemocracia debe participar en la acci�n legislativa y cimentar su fuerza parlamentaria sobre la acci�n de la clase trabajadora.

La concepci�n reformista y la acci�n socialista en el parlamento triunfaron en Francia: Millerand ingresa en 1899 en el gabinete de Waldeck-Rosseau. Rosa Luxemburgo critic� severamente la participaci�n de los socialistas franceses en el gabinete burgu�s y se�al� que tal actitud paralizar�a el movimiento obrero revolucionario, que lo desviar�a de sus objetivos concretos y que el riesgo era que los arrastrar�a tras la ilusi�n de un sindicalismo anarquista, que niega la eficacia de toda acci�n pol�tica.

En el congreso internacional de Arnsterdam (1904) se suscit� una acalorada controversia sobre el ministerial�smo y la colaboraci�n de clases, entre Rosa Luxemburgo y J. Jaur�s. Las discusiones se desarrollaron en un plano amigable. Rosa Luxemburgo valoraba el prestigio del orador y militante franc�s.

En 1903, despu�s de la derrota de los revisionistas en el Partido alem�n, rosa Luxemburgo ri�� con los jefes alemanes, incluyendo a Kautsky y BebeL Era partidaria de una acci�n en�rgica en contra de los revisionistas, hasta el punto de expulsarlos, si se negaban a retractarse.

La disputa entre Luxemburgo y Kautsky gir� alrededor del problema c�mo iba a realizarse la revoluci�n. Ella sosten�a que era deber del Partido prepararse activamente para la evoluci�n, en lugar de limitarse a hablar de ella; y era completamente contraria a la idea de que la revoluci�n pod�a ser aplazada hasta que el Partido consiguiese una mayor�a parlamentaria que garantizase su transici�n pac�fica.

En 1904 Rosa Luxemburgo estuvo por primera vez en la c�rcel, acusada de insultar al emperador alem�n. A principios del a�o siguiente, despu�s de haber sido puesta en libertad, ingres� a la redacci�n del peri�dico socialdem�crata Vorwaerts de Berl�n. Cuando cumpl�a esa funci�n estall� la revoluci�n rusa de 1905, lo que le empuj� a escribir dos de los tres folletos publicados bajo el t�tulo com�n de "La revoluci�n ha estallado, �qu� vendr� despu�s?"

La revoluci�n rusa de 1905 despert� grandes esperanzas y entusiasm� a la clase obrera internacional y particularmente a la alemana. Rosa Luxemburgo analiz� serenamente los hechos y sac� ense�anzas valiosas para la clase obrera internacional. En los mitines pronunci� vibrantes discursos en su empe�o de despertar la solidaridad de clase y la conciencia obrera en Alemania.

Durante la primera revoluci�n rusa, San Petersburgo se convirti� en una obsesi�n para Rosa, que ard�a en deseos de ir al encuentro de la tormenta.

El 28 de diciembre de 1905 parti� de Berl�n, con el pasaporte de su camarada Ana Maczke (con este nombre firma las cartas que env�a desde las prisiones polacas), hacia la Polonia rusa, donde trabaj� en favor de la primera revoluci�n, esto hasta el momento en que es detenida. Llega a Varsovia el 30 de diciembre, en plena huelga general y escribe: "la ciudad est� como muerta". Inmediatamente se lanza a un sistem�tico y persistente trabajo organizativo. "�Si tuviera aunque solamente fuese una migaja de tiempo", escribe el d�a 11 de enero de 1906.

La polic�a la detuvo el 4 de marzo de 1906: "El domingo el destino me tom� la delantera: he sido arrestada". Rosa Luxemburgo ya ten�a visado su pasaporte para su retorno. Fue encerrada juntamente con delincuentes de derecho com�n, con alineados y con prostitutas. No por esto perdi� la calma y desde su celda grit�: "�Viva la revoluci�n con todas sus consecuencias!". Tambi�n fue detenido Leo Jogiches, que se ocultaba tras el nombre de Otto Engelmann.

El orgullo revolucionario de Rosa Luxemburgo no decay� en las circunstancias m�s adversas y tambi�n en la prisi�n supo siempre comportarse como una luchadora de primera l�nea. En 1906 intervino en una huelga de hambre de seis d�as. La siguiente carta la retrata fielmente: "Yo estoy perfectamente tranquila. Mis amigos insisten en que dirija un telegrama a Wite (presidente del gobierno ruso) y que escriba al c�nsul alem�n. �Pero ni en sue�os! Estos caballeros tendr�n que esperar sentados que un socialdem�crata implore de ellos protecci�n" (15 de marzo de 1906). Finalmente, fue libertada en el mes de julio y en agosto pas� a Finlandia.

Reci�n en agosto de 1906 lleg� Rosa Luxemburgo a San Petersburgo, mientras tanto la revoluci�n hab�a sido derrotada. Durante su permanencia en Finlandia escribi� el importante folleto "La huelga de masas, el Partido y los sindicatos obreros", donde explica la acci�n revolucionaria de masas y el papel que el Partido habr�a de desempe�ar en relaci�n con ella. En 1907, Rosa Luxemburgo tom� parte, con el car�cter de delegada del Partido Socialdem�crata Polaco, en el congreso que celebr� en Londres el Partido Socialdem�crata Ruso. Asisti� tambi�n como delegada al congreso de la Segunda Internacional, que se realiz� en Stuttgart y particip� en el famoso debate acerca de la actitud de los partidos socialistas en caso de guerra. Los delegados de Inglaterra y de Francia presentaran la tesis de que la huelga general y la huelga militar deb�an ser declaradas en Caso de Guerra. R. Luxemburgo rechaz� en�rgicamente esa idea por parecerle inejecutable.

Con Lenin y Martov lograron hacer aprobar la siguiente resoluci�n: "Es deber de los trabajadores y de sus representantes ante el parlamento, en caso de no haber sido posible evitar el conflicto armado, utilizar la crisis econ�mica y pol�tica engendrada por la guerra para levantar a las masas populares con la finalidad de destruir la dominaci�n de la clase capitalista".

Posteriormente, volver� una y otra vez a formular su posici�n contraria a la guerra imperialista. Se pueden citar concretamente los escritos aparecidos en la "Correspondencia Socialdem�crata" (1913) y su discurso ante el tribunal (febrero (de1914) que le conden� a un a�o de prisi�n por su propaganda antimilitar en febrero de 1914.

La revoluci�n de 1905 signific� para los marxistas rusos una rica experiencia, cuyas ense�anzas hicieron posible seguir con mayor seguridad el camino de la victoria en 1917. Esa experiencia permiti� definir claramente las posiciones de bolcheviques y de mencheviques. Las controversias principistas suscitadas en el seno de la socialdemocracia rusa llam� la atenci�n de todos los marxistas de la �poca. Acerca de algunos problemas de importancia mostr� su desacuerdo con Lenin.

Para los mencheviques el gobierno revolucionario a instaurarse despu�s de la ca�da del zarismo no pod�a ser m�s que un gobierno burgu�s, esto como resultado de la caracterizaci�n que hac�an del car�cter de la revoluci�n.

Para justificar su punto de vista se remit�an a los acuerdos del congreso de Amsterdam de 1904 que conden� el rninisterialismo, es decir, el ejercicio del poder por los socialistas en un Estado burgu�s. Lenin critic� severamente la tesis menchevique por considerarla reaccionaria; Rosa Luxemburgo estuvo completamente de acuerdo con Lenin sobre este punto.

El problema que, en ese entonces y no en 1917, separaba a esos dos grandes revolucionarios era el de la dictadura, el de la acci�n de la clase obrera en el poder. Lenin sosten�a la tesis de la dictadura revolucionaria democr�tica del proletariado y de los campesinos. R. Luxemburgo se pronunci� por la dictadura revolucionaria del proletariado apoyada por los campesinos. Otra cuesti�n en la que no estaban de acuerdo era la que se refiere a la organizaci�n del Partido. Ella reconoce con Lenin que el Partido es la organizaci�n de la vanguardia del proletariado y que debe ser centralizado y disciplinado pero rechaz� lo que llama un centralismo autoritario incompatible con un movimiento democr�tico, que ser�a un obst�culo y un peligro para el desenvolvimiento mismo de lucha de clases. Un tercer punto de discrepancia constitu�a el problema nacional. Lenin lanz� el grito de guerra de 1a autodeterminaci�n de los pueblos sometidos al zarismo, t�ctica aceptada por el congreso de la Segunda Internacional. Sobre esta cuesti�n escribi� su folleto "En defensa de la nacionalidad" (1900). Para ella no era �til la idea del derecho de cada naci�n a la autonom�a. Pensaba que la divisi�n clasista era mucho m�s importante y decisiva que las divisiones de raza y de lengua.

El futuro demostr� que en materia organizativa Len�n estaba en lo cierto y R. Luxemburgo equivocada. Su escrito sobre "Las cuestiones de organizaci�n en la socialdemocracia rusa" forma parte de su lucha antileninista.

 

 

NOTAS SOBRE SU PERSONALIDAD

 

La burgues�a mundial tuvo en Rosa Luxemburgo a una de sus m�s encarnizadas adversarias, esto aunque la lucha revolucionaria alemana no hab�a logrado estructurar un partido que expresase fielmente esta lucha y significase la real vanguardia del proletariado.

La prensa y los intelectuales al servicio de la burgues�a la llamaban "Rosa la sanguinaria", queriendo expresar con este adjetivo su odio y su menosprecio. En las caricaturas se la presentaba como una mujer exaltada, presa de una locura furiosa, sin m�s sentimientos que la violencia sangrienta.

La verdadera personalidad de esta brillante te�rica y magn�fica revolucionaria -dicen los comentaristas de su vida agitada- era una sensibilidad profundamente humana y delicada, los sentimientos generosos y una infinita ternura.

Amaba, apasionadamente a las flores, a las aves y a toda la belleza que tiene la naturaleza. Escribi�: "El mundo es hermoso, solamente nosotros somos desgarbados" ("Cartas de la prisi�n". El alma infantil la conmov�a dulcemente. La rama de hierba asomada a la ventana de su prisi�n la regocijaba como a una ni�a. Amaba toda expresi�n de belleza: la m�sica, la poes�a, un paisaje, etc.

Sus cartas desde la c�rcel revelan su exquisita personalidad femenina y la nobleza sin l�mite de sus sentimientos, unidos a una entereza excepcional. La lealtad para sus principios pol�ticos y para sus afectos de amistad eran inconmovible. Esta conjunci�n maravillosa hac�a de R. Luxemburgo una luchadora m�ltiple que encarnaba fielmente los anhelos de liberaci�n de los explotados.

Se tiene que subrayar y mostrar como un ejemplo, su coraje indomable y su profunda fe en la revoluci�n, que le permitieron mantenerse con firmeza en las primeras trincheras de lucha. Tambi�n esta revolucionaria mostr� una cierta dosis de fatalismo, lo que le ayud� a dominar los reveses del destino y, por eso, jam�s se sinti� abatida.

En la prisi�n, en una celda oscura y estrecha, enferma y con los nervios exasperados, supo conservar su notable optimismo y nunca desfallecer. Las condiciones subhumanas en las que tuvo que vivir en la c�rcel jam�s mellaron su convicci�n revolucionaria. Al contrario, desde all� continu� luchando y dando ejemplo de valor y de firmeza.

Frecuentemente repiti�, a sus amigos: "En la vida social, como en la vida privada, es necesario aceptar todo con la misma tranquilidad, con el esp�ritu elevado, con una dulce sonrisa". Su esp�ritu heroico y su fuerza de voluntad nunca decayeron; el abatimiento y el cansancio nunca quebraron su fortaleza. Fue la amiga incomparable que mitigaba los sufrimientos de los dem�s, d�ndoles en todo momento el tesoro de su nobleza y de su generosidad.

 

 

LA LUCHA CONTRA LA GUERRA

 

La Socialdemocracia alemana organiz� una escuela socialista a la que asist�an obreros, militantes del Partido, dirigentes sindicales e intelectuales. Roza Luxemburgo colabor� como profesora de Econom�a Pol�tica y fue el mejor elemento con el que cont� dicha escuela. Su auditorio la escuchaba con admiraci�n y respeto, subyugado por su fuerte personalidad. Sus lecciones de Econom�a Pol�tica han sido reunidas en dos obras: "Introducci�n a la Econom�a Pol�tica" y "La acumulaci�n del capital". Esta �ltima obra contiene un an�lisis del imperialismo, como algo que permite la realizaci�n total de la plusval�a y que marca la iniciaci�n de la revoluci�n socialista: "a la coalici�n del capitalismo mundial debe corresponder la unidad del frente proletario".

En 1914, la Socialdemocracia alemana capitula y se desplaza hacia el campo imperialista. Sus parlamentarios votan en favor de los empr�stitos de guerra, coloc�ndose as� en una posici�n antimarxista y reaccionaria. Se asiste al hundimiento total de la Segunda Internacional.

El 4 de agosto, el d�a en el que el bloque parlamentario social dem�crata vota por los cr�ditos de guerra, Rosa Luxemburgo se re�ne con algunos camaradas, entre ellos Franz Mehring, Clara Zetkin, Karl Liebknech, etc., en la que tiene lugar el nacimiento del grupo Espartaco.

Inmediatamente y en todos los rincones, en Saxe, en Wurtemberg, en el Rhur, etc., las mujeres y los j�venes se organizan clandestinamente para luchar contra la guerra.

Rosa Luxemburgo considera una tarea inmediata la organizaci�n de una fuerte resistencia a la pol�tica guerrera de la Socialdemocracia. En 1916 publica,"La Internacional", toma a su cargo su direcci�n, juntamente con Mehring, contando con la colaboraci�n de Paul Lange, Trobel, Clara Zetk�n, Thalheimer. Este peri�dico fue prohibido despu�s de la difusi�n de su primer n�mero. Luxemburgo, Mehring y la Zetk�n son acusados y procesados por el "crimen" de alta traici�n.

El Primero de Mayo de 1916, el grupo Espartaco convoca a los obreros de Berl�n a manifestarse en la plaza de Postdam. Miles de manifestantes saludaron con gritos a Rosa Luxemburgo y a Karl Liebknech.

"�Abajo la guerra! �Abajo el gobierno!", grita Liebknech que est� con uniforme de soldado, siendo inmediatamente arrestado. Con todo, el movimiento contra la guerra marcha con las velas desplegadas. Despu�s del arresto de Liebknech, el grupo Espartaco, bajo la direcci�n de Rosa Luxemburgo, se lanza a una amplia actividad para demostrar el admirable gesto del diputado-soldado Karl Liebknech.

El 28 de junio Liebknech fue condenado a un a�o y medio de prisi�n. Cincuenta y cinco mil obreros de una f�brica de municiones de Berl�n se declararon en huelga el d�a del proceso. En Stuttgart y Brennem se realizaron grandes manifestaciones protestando por las medidas represivas.

El 19 de julio, Rosa Luxemburgo es nuevamente arrestada por su actividad revolucionaria; igualmente F. Mehring, que en ese entonces ya contaba con la edad de setenta a�os. Es entonces que Leo Jogiches se pone a la cabeza del movimiento. "Las Cartas de Espartaco", que tiene en la Luxemburgo a una de sus m�s fieles colaboradoras, contin�a apareciendo regularmente.

Encerrada en la prisi�n de mujeres de Berl�n, Rosa Luxemburgo cae nuevamente enferma. En octubre es trasladada a la c�rcel de Wronke y en julio de 1917 es llevada a la prisi�n de Breslau. Despu�s de dos a�os, o sea en 1918, la revoluci�n alemana es la que reci�n logra liberarla.

En esa �poca, el objeto de sus preocupaciones es la revoluci�n rusa. En "Cartas de Espartaco" hace un brillante an�lisis de este fen�meno hist�rico y de significaci�n mundial. Antes de producirse los sucesos decisivos del Octubre ruso, R. Luxemburgo sostuvo la inevitabilidad de la dictadura del proletariado. Las consignas fundamentales que fueron lanzadas: "0 la contra-revoluci�n o la dictadura del proletariado". "O Kaledin o Lenin".

A pesar de las diferencias que le distanciaban de Lenin y de Trotsky, R. Luxemburgo les rinde su caluroso homenaje revolucionario, por considerarlos los conductores aut�nticos de la gran convulsi�n social. Sus reparos al r�gimen bolchevique los sintetiza en su folleto "La revoluci�n rusa".

Cuando estalla la revoluci�n rusa de Octubre de 1917, Rosa Luxemburgo se encontraba en prisi�n. Los acontecimientos le causaron una sincera alegr�a, le reconfortaron su �nimo y le plantearon la perspectiva de la victoria. Esa revoluci�n significaba el triunfo de la t�ctica pol�tica que ella hab�a preconizado para la lucha socialista en caso de guerra.

Personalmente para ella esos hechos tuvieron resultados adversos y por eso escribi� a Diefenbach: "Mis posibilidades de libertad disminuyen con los acontecimientos de Rusia. Pero mis amigos, al fin, se encuentran en libertad. Esto me llena de un optimismo sin paralelo".

Un dato que debe subrayarse. Los socialistas de derecha de la Socialdemocracia alemana sostuvieron que el internacionalismo de la odiada Rosa Luxemburgo se deb�a a su origen jud�o.

Es cierto que el problema de la larga opresi�n nacional de los jud�os ha tenido influencia dentro del marxismo internacional. Por otro lado, las persecuciones sangrientas contra los jud�os polacos y los progroms que hab�a visto durante su ni�ez pod�an haber influido en la formaci�n de sus convicciones. Sin embargo, sus ideas estaban lejos de ser el resultado de reacciones instintivas o inconscientes. Sus adversarios estaban equivocados cuando juzgaban a la recia revolucionaria.

El internacionalismo de Rosa Luxemburgo se basaba en el socialismo cient�fico, en la convicci�n de que el "inter�s de los trabajadores es para todos el muro frente a los intereses capitalistas, de que la sola defensa verdadera de las libertades nacionales es la lucha de clases internacional contra el impeialismo".

Ella era una apasionada luchadora por el internacionalismo, como corresponde a una verdadera marxista; cre�a que uno de los pilares en que deb�a descansar la fortaleza de la revoluci�n socialista era la solidaridad internacional obrera. La revoluci�n social, que comienza dentro de las fronteras nacionales, para triunfar tiene que trocarse en internacional.

Tal vez Rosa Luxemburgo sobre estim� la importancia de la espont�nea solidaridad internacional de los trabajadores, pasando por encima de la importancia que tiene la estructuraci�n de una vanguardia pol�tica del proletariado.

El internacionalismo proletariado, para los marxistas, se concretiza en la estructuraci�n del Partido Mundial de la Revoluci�n Socialista, que en la �poca de la traici�n de la socialdemocracia era la Tercera Internacional y ahora es la Cuarta Internacional marxleninista-trotskysta.

 

 

ROSA LUXEMBURGO Y LA REVOLUCI�N ALEMANA

 

El primero de octubre de 1918, Hindenburg y Lundendorff exigen a la Entente una paz inmediata.

En medio de estas circunstancias, el grupo Espartaco convoca a una reuni�n nacional. Hay agitaci�n entre los soldados; los soviets de soldados y obreros se constituyen por todas partes. Se establece un gobierno parlamentario del que forma parte Sheidemann.

El 28 de octubre se dicta una amnist�a general y son puestos en libertad Rosa Luxemburgo y Karl Liebknech.

Rosa Luxemburgo hab�a envejecido. Sus hermosos cabellos negros encanecieron. El 10 de noviembre los soviets de obreros y soldados llevaron a Ebert a la cabeza del poder.

El 18 de noviembre aparece el primer n�mero de "Bandera Roja", bajo la direcci�n de Rosa Luxemburgo y en sus p�ginas se esboza el programa de la revoluci�n:

"Confiscaci�n de los bienes de la vieja dinast�a y de los grandes latifundistas.

"Formaci�n de una guardia roja para la protecci�n permanente de la revoluci�n y formaci�n de las milicias obreras".

Al mismo tiempo, se denunci� la actitud pusil�nime del gobierno presidido por Ebert, que burlaba los fines de la revoluci�n.

Mientras tanto, la contrarrevoluci�n se organiza r�pidamente y se apresta al ataque. Se descubren complots reaccionarios en importantes ciudades. En Berl�n la direcci�n de los soviets y los redactores de "Bandera Roja" son arrestados. Los soldados que forman parte del grupo Espartaco aparecen asesinados en las calles.

El 7 de diciembre de 1918 Karl Liebknech es arrestado nuevamente. La cacer�a de los jefes espartaquistas estaba en plena marcha. La casa de Rosa Luxemburgo es asaltada por la polic�a y tiene que buscar varios refugios para no ser arrestada. A pesar de todo, su esp�ritu de lucha no decae y se muestra m�s en�rgica y firme. Vive a salto de mata.

Del 12 al 20 de diciembre de 1918 se realiza el primer congreso de los soviets de obreros y soldados. Con este motivo miles de obreros desfilan por las calles de Berl�n en manifestaciones vibrantes. Las masas se encaminan a luchar por el poder obrero y por la socializaci�n de los medios de producci�n.

El grupo Espartaco se propone conquistar al ala izqu�erda del movimiento obrero y convoca a un congreso nacional, de donde nace el Partido Comunista alem�n.

La contrarrevoluci�n emprende la lucha decisiva. Despu�s del 27 de diciembre, Berl�n es invadida por las tropas y el intento de destrozar al movimiento Espartaco es una realidad. A partir de esta fecha el movimiento revolucionario es duramente golpeado. Los socialistas, guiados por Luxemburgo, dan la consigna de unidad de acci�n revolucionaria, de desarme de la reacci�n y de armamento de los obreros.

 

 

LA MUERTE DE ROSA LUXEMBURGO

 

El triunfo de la contrarrevoluci�n se torn� en un hecho consumado.

El 11 de enero de 1919 Rosa Luxemburgo y Karl Liebknech se ven obligados a buscar asilo en el seno de una familia obrera. Rosa all� escribe su art�culo p�stumo: "El orden reina en Berl�n".

El 15 de enero se ocultan en la casa No. 53 de la calle Maninheim, A las 9 de la noche un grupo de soldados los arresta, siendo conducidos al Hotel Ed�n, donde los oficiales monarquistas hab�an organizado el crimen. Liebknech fue trasladado en

autom�vil al jard�n zool�gico y all� es asesinado.

Luego le toc� el turno a Rosa Luxemburgo, el teniente Vogel la mat� de un balazo en la cabeza y su cad�ver fue arrojado a un canal. As� se cumpli� su deseo de morir en el puesto de combate: "a pesar de todo, morir�, como lo espero, en mi puesto: en una huelga callejera o en el presidio" (Carta de Sonia Liebknech, 2 de mayo de 1917).

De esta manera tr�gica y salvaje sucumbe, a los 49 a�os, la vida de una de las m�s heroicas y brillantes militantes del marxismo mundial. La contrarrevoluci�n alent� la esperanza de que con la muerte de Rosa Luxemburgo, Karl Liebknech y muchos otros h�roes de la clase obrera, aplastar�a definitivamente a la revoluci�n.

La derrota de la revoluci�n alemana de 1918 fue originada, indudablemente, por no haberse estructurado debidamente el partido pol�tico de la clase obrera, capaz de tomar el poder en sus manos.

Se subestimaron las fuerzas de la reacci�n y se sobreestirn� el empuje de las masas. Rosa Luxemburgo y los socialistas alemanes confiaron m�s en el coraje instintivo de los obreros que en la fortaleza organizativa del partido revolucionario. La vanguardia pol�tica del proletariado alem�n no se hab�a convertido a�n en el caudillo del pa�s y la revoluci�n empujada por los obreros desorganizados qued� aislada y r�pidamente destruida. Este grav�simo error cost� la vida de miles de combatientes sacrificados y de la m�s grande revolucionaria de nuestra �poca.

Rosa Luxemburgo y los socialistas alemanes pensaron que convirtiendo al grupo Espartaco en partido pol�tico por simple resoluci�n de un congreso, nacido as�, sin antes haberse enraizado en las masas mayoritarias, podr�a cumplir el papel de dirigente de la revoluci�n.

La madurez pol�tica de los obreros alemanes hab�a llegado a un nivel importante; a�n m�s, ese proletariado ten�a una tradici�n legendaria y era considerado como el m�s importante de la Europa avanzada. Sin embargo, esa madurez pol�tica, esa tradici�n revolucionaria, no se hab�an concretizado y superado en el partido pol�tico disciplinado y f�rreo, semejante al de los bolcheviques.

La carencia de un partido fuertemente organizado no s�lo priv� al movimiento revolucionario de una clara inteligencia, de una admirable marxista, de una heroica combatiente de la revoluci�n socialista, que todo eso y mucho m�s fue Rosa Luxemburgo, sino que caus� el retroceso de las masas y, por tanto, el aplastamiento de la revoluci�n y cuyas consecuencias a�n no ha superado el proletariado alem�n.

Rosa Luxemburgo consagr� su vida �ntegra a la revoluci�n, nos dej� su ejemplo de militante firme, junto a sus escritos de inestimable valor.

Entre sus trabajos te�ricos se destaca "�Reforma o revoluci�n social?", que ha sido escrito como r�plica a los revisionistas de todos los tiempos, desde Berstein hasta Stalin. Este folleto es un valios�simo instrumento de capacitaci�n pol�tica y de lucha revolucionaria. Rosa Luxemburgo demuestra de manera brillante que el reformismo es una posici�n oportunista que se pone al servicio de la burgues�a. El proletariado tiene la misi�n hist�rica y vital de hacer la revoluci�n, como el �nico camino viable de la total emancipaci�n de los explotados. "�Reforma o revoluci�n social?" es la expresi�n palpitante de la personalidad de Rosa Luxemburgo.

 

La Paz, enero de 1960.