Lin Biao

¡Viva el triunfo de la guerra popular!

  

 


Redactado: El 3 de septiembre de 1965, en ocasión del 20º aniversario de la Guerra de Resistencia al Japón del pueblo chino. Ese mismo año se publicó en forma de pamfleto.
Fuente del Texto Digital: Blog de la Organización Comunista Luz Guiadora/Leading Light Communist Organization (espanol.llco.org), 9 de junio de 2011.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, diciembre de 2012.


  

 

 

Se han cumplido ya siete años desde nuestro triunfo en la Guerra de Resistencia contra el Japón.

Hace veinte años, el pueblo chino, después de sostener una prolongada y heroica lucha bajo la dirección del Partido Comunista de China y el camarada Mao Tse-tung, logró la victoria final en la guerra de Resistencia contra el imperialismo japonés, que intentaba subyugar a China y apoderarse de toda Asia.

La guerra Antijaponesa del pueblo chino fue parte importante de la guerra mundial contra el fascismo alemán, japonés e italiano. El pueblo chino disfrutó del apoyo de los pueblos y de las fuerzas antifascistas del mundo entero e hizo a su vez, una contribución importante al triunfo de la guerra antifascista mundial.

De las innumerables guerras antiimperialistas libradas por el pueblo chino en los últimos cien años, la guerra de Resistencia contra el Japón fue la primera que culminó con una victoria completa. Esta guerra ocupa un lugar de suma importancia tanto en los anales de las guerras revolucionarias del pueblo chino, como en el historial d las guerras libradas por las naciones oprimidas contra la agresión imperialista.

La guerra antijaponesa fue una guerra en la que un país débil, semicolonial y semifeudal, venció a un poderoso país imperialista. Desde la invasión del imperialismo japonés al Noroeste de China, el Kuomintang siguió durante largo tiempo una política de no resistencia. Al comienzo de la guerra, valiéndose de su superioridad militar, el imperialismo japonés, en impetuoso avance, se internó en China y ocupó la mitad de su territorio. Frente a los ataques en masa de los agresores japoneses y al auge de la lucha antijaponesa de todo el pueblo, el Kuomintang se vio obligado a tomar parte en la Guerra de Resistencia, pero poco después adoptó la política de resistencia pasiva al Japón y de lucha activa contra el Partido Comunista.

Así, pues, la pesada carga de combate a los imperialistas japoneses recayó sobre los hombros del VIII Ejército, el Nuevo 4 Cuerpo de Ejército y la población de las regiones liberadas, dirigidas todos por el Partido Comunista de China. En los comienzos de la Guerra de Resistencia, el VIII Ejército y el Nuevo 4 Cuerpo de Ejército sólo contaban con unas cuantas decenas de miles de hombres y un armamento y equipo muy inferiores. Además, estuvieron durante largo tiempo entre el fuego de los imperialistas japoneses y el de las tropas del Kuomintang. Sin embargo, en el fragor de la lucha se hicieron cada vez más fuertes hasta llegar a ser la fuerza principal en la derrota del imperialismo japonés.

¿Por qué un país débil logró a la postre vencer a un país poderoso?. ¿Por qué un ejército aparentemente débil y pequeño pudo ser la fuerza principal de la guerra?

Las razones fundamentales residen en que la Guerra Antijaponesa, dirigida por el Partido Comunista de China y el camarada Mao Tse-tung, fue una verdadera guerra popular en la que se pusieron en práctica una justa línea política y una justa línea militar marxista-leninista, y que el VIII Ejército y el Nuevo 4. Cuerpo de Ejército, constituían una auténtica fuerza armada popular que aplicaba todo el conjunto de principios estratégicos y tácticos formulados por el camarada Mao Tse-tung, para la guerra popular.

La teoría y los principios políticos del camarada Mao Tse-tung acerca de la guerra popular han enriquecido y desarrollado de manera creadora el marxismo-leninismo. La victoria del pueblo chino en la guerra de Resistencia contra Japón fue una victoria de la guerra popular, del marxismo-leninismo y del pensamiento de Mao Tse-tung.

Antes de la Guerra Antijaponesa, el Partido Comunista de China había pasado por la Primera Guerra Civil Revolucionaria de 1924-1927 y la Segunda Guerra Civil Revolucionaria de 1927-1936. Se habían sintetizado las experiencias y lecciones derivadas de los éxitos y fracasos de esas guerras y se había establecido el papel dirigente del pensamiento de Mao Tse-tung en el partido, lo que constituyó la garantía fundamental para que el pueblo chino lograra la victoria en la Guerra Antijaponesa, bajo la dirección del Partido Comunista de China.

La victoria del pueblo chino en la Guerra de Resistencia contra el Japón creó las condiciones para la toma del poder en todo el país. En 1946, cuando los reaccionarios del Kuomintang, apoyados por el imperialismo norteamericano, desencadenaron la guerra civil de amplitud nacional, el Partido Comunista de China y el camarada Mao Tse-tung desarrollaron en grado aún mayor la teoría de la guerra popular, orientaron al pueblo chino para emprender una guerra popular de mayor envergadura, y éste, al cabo de sólo algo más de tres años, logró el gran triunfo en la Guerra Popular de Liberación, terminando con el dominio del imperialismo, del feudalismo y del capitalismo burocrático en China y proclamando la República Popular China.

La victoria de la guerra revolucionaria del pueblo chino quebrantó el frente oriental del imperialismo, cambió enormemente la correlación de las fuerzas mundiales y dio impulso al movimiento de liberación nacional de Asia, Afrecha y América Latina entró en un nuevo período histórico.

El imperialismo de los EEUU, repite hoy a escala mundial lo que el imperialismo japonés hizo en China y otras partes de Asia. Dominar la guerra popular y utilizarla como arma en la lucha contra el imperialismo estadounidense y sus esbirros ya ha llegado a ser una necesidad apremiante para los pueblos de muchos países. Los imperialistas norteamericanos y sus lacayos están acudiendo a todos los medios imaginables para apagar las abrasadoras llamas revolucionarias de la guerra popular. Los revisionistas jruchovistas, por su parte, le temen a la guerra popular como a la peste y lanzan calumnias contra ella. Estos y aquellos actúan en contubernio para impedirla y torpedearla. En estas circunstancias, es de extraordinaria significación práctica repasar la experiencia histórica del gran triunfo de la guerra popular en China y la teoría del camarada Mao Tse-tung sobre la guerra popular.

 

 

LA CONTRADICCION PRINCIPAL EN EL PERIODO DE LA GUERRA DE RESISTENCIA CONTRA EL JAPON Y LA LINEA DEL PARTIDO COMUNISTA DE CHINA

 

El Partido Comunista de China y el camarada Mao Tse-tung pudieron conducir al pueblo chino a la victoria en la Guerra de Resistencia contra el Japón primordialmente porque trazaron y pusieron en práctica una línea marxista-leninista.

Apoyándose en los principios fundamentales del marxismo-leninismo y usando el método de análisis de clases, el camarada Mao Tse-tung analizó, primero, la transformación mutua de las contradicciones principal y no principales existentes en China a raíz de la invasión del país por el imperialismo japonés; segundo, los consiguientes cambios en las relaciones de clases en China y en las relaciones internacionales, y, tercero, la correlación de fuerzas entre China y el Japón proporcionando de este modo los fundamentos científicos para formular las líneas política y militar para la Guerra de Resistencia contra el Japón.

Desde hacía mucho existían en China dos contradicciones fundamentales; la contradicción entre el imperialismo y la nación China y la contradicción entre el feudalismo y las amplias masas populares. Antes del estallido de la Guerra de Resistencia contra el Japón, la camarilla reaccionaria del Kuomintang, representantes de los intereses del imperialismo, de los grandes terratenientes y de la gran burguesía, sostuvo durante diez años una guerra civil contra el Partido Comunista de China y el ejército Rojo de Obreros y Campesinos dirigido por éste, los cuales representaban los intereses del pueblo chino. En 1931, el imperialismo japonés ocupó el Noreste de China. Subsiguientemente, sobre todo después de 1935, intensificó y amplió su agresión a China, adentrándose cada vez más en nuestro territorio. La invasión del imperialismo japonés agudizó al máximo su contradicción con la nación china y produjo cambios en las relaciones de clases de nuestro país. Poner fin a la guerra civil y unirse para luchar contra el Japón, llegó a ser la exigencia urgente de todo el pueblo. También se operaron cambios de mayor o menor grado en la actitud política de la burguesía nacional y de las diversas facciones del Kuomintang. La mejor muestra de ello fue el Incidente de Sian de 1936.

¿Cómo se debían apreciar los cambios en la situación política de China y qué conclusiones se debían sacar de ellos? Este era un problema de vida o muerte para la nación China.

En el período anterior al estallido de la Guerra Antijaponesa, los oportunistas de “izquierda” en el Partido Comunista de China representados por Wang Ming cerraban los ojos ante los importantes cambios que se operaron en la vida política nacional debido a la agresión japonesa desde 1931, negaban el ascenso a primer plano de la contradicción nacional entre China y el Japón, desconocían la exigencia de los diversos sectores de la población para resistir a los agresores japoneses, mientras afirmaban que todas las facciones contrarrevolucionarias y las fuerzas intermedias formaban un bloque homogéneo, y que igual cosa ocurría con todos los países imperialistas. Persistían en su línea sectaria de “puertas cerradas” y continuaban abogando por derribar a todos.

El camarada Mao Tse-tung combatió resueltamente los errores de oportunismo de “izquierda” e hizo un análisis penetrante de la nueva situación de la revolución china. Señaló que la contradicción entre China y el Japón había pasado a ser la contradicción principal como consecuencia del intento del imperialismo japonés de convertir a China en una colonia suya; que si bien dentro de China mantenían su vigencia las contradicciones de las grandes masas del pueblo con el feudalismo, del campesinado con la clase terrateniente, del proletariado con la burguesía, y del campesinado y la pequeña burguesía urbana con la burguesía, todas ellas habían quedado relegadas a una posición secundaria o subordinada frente a la guerra de agresión desencadenada por el Japón contra China; y que combatir al imperialismo japonés había llegado a ser la exigencia común de las distintas clases y capas de todo el país, con la sola excepción de un puñado de traidores nacionales tales como los sectores projaponeses de los grandes terratenientes y la gran burguesía.

A causa de que la contradicción entre China y el Japón se erigió como la principal, las contradicciones de China con Inglaterra, Estados Unidos y otros países imperialistas también quedaron correlativamente relegadas a una posición secundaria o subordinada. El intento del imperialismo japonés de convertir a China en una colonia exclusivamente suya, agravó sus contradicciones con dichos países imperialistas, lo que hizo posible que China se aprovechara de ellas para aislar y combatir al imperialismo japonés.

Frente a la agresión del imperialismo japonés, ¿debía el Partido proseguir la guerra civil y la revolución agraria, o debía enarbolar la bandera de la liberación nacional, unirse a todas las fuerzas posibles para formar un amplio frente único nacional y concentrar los esfuerzos en la lucha contra los agresores japoneses? Así se planteaba este agudo problema ante nuestro Partido.

El Partido Comunista de China y el camarada Mao Tse-tung elaboraron, sobre la base del análisis de la nueva situación, la línea de frente único nacional antijaponés. Manteniendo en alto la bandera de la liberación nacional, nuestro partido se pronunció por la unidad nacional y la lucha conjunta contra los agresores japoneses, lo cual encontró cálido respaldo en todo el pueblo. Gracias a los esfuerzos mancomunados d nuestro Partido y de las tropas y la población patriotas de todo el país, la camarilla gobernante del Kuomintang se vio obligado a suspender finalmente la guerra civil, surgiendo entonces una situación nueva de cooperación entre el Kuomintang y el Partido Comunista y de unidad en la lucha contra los agresores japoneses.

En el verano de 1937, el imperialismo japonés desató en escala general su guerra de agresión contra China y así estalló la Guerra de Resistencia contra el Japón de magnitud nacional.

¿Era posible que esta guerra se coronara con la victoria? Y la victoria, ¿cómo se lograría? Estas eran las preguntas para las cuales todo el pueblo chino pedía una respuesta inmediata.

Los derrotistas se presentaron con la afirmación de que China no podía con el Japón y sería inevitablemente esclavizada. Los optimistas ingenuos, por su parte, intervinieron asegurando que China obtendría la victoria rápidamente sin necesidad de grandes esfuerzos.

El camarada Mao Tse-tung hizo un análisis concreto de la nación china y del imperialismo japonés, que formaban los dos aspectos de la contradicción principal, y señaló que era errónea la “teoría de la subyugación nacional” e insostenible la “teoría de la rápida victoria” y que la Guerra de Resistencia contra el Japón sería una guerra prolongada en la que finalmente triunfaría China.

En su famosa obra “Sobre la Guerra Prolongada” (1938), el camarada Mao Tse-tung hizo constar que China y el Japón, como partes beligerantes tenían las siguientes características contradictorias: el Japón era un poderoso país imperialista. Sin embargo, el imperialismo japonés se hallaba en la época de su agonía y decadencia, y la guerra que sostenía era agresiva, retrógrada y bárbara; no tenía suficientes recursos humanos y materiales y no podría soportar una guerra prolongada; por el hecho de sostener una causa injusta, carecía de apoyo internacional. China, en cambio, era un país débil, semicolonial y semifeudal. No obstante, se hallaba en la época de su progreso histórico, y la guerra que sostenía era una guerra contra la agresión, progresiva y justa; con los recursos humanos y materiales de que disponía era capaz de sostener una guerra prolongada; y contaba con una amplia solidaridad y apoyo en la arena internacional. Así se presentaba la totalidad de los factores básicos de la guerra chino-japonesa.

El camarada Mao Tse-tung señaló igualmente que estos factores harían sentir su influencia en el curso de la guerra. Las ventajas del Japón eran de carácter temporal e irían debilitándose gradualmente a causa de nuestros esfuerzos. Sus desventajas en cambio, eran fundamentales e insuperables y se ampliarían en el transcurso de la guerra. Las desventajas de China eran temporales y se irían superando paso a paso. Sus ventajas, en cambio, eran fundamentales y su papel positivo se pondría cada vez más en juego en el curso de la guerra. Las ventajas del Japón y las desventajas de China determinaban la imposibilidad de una rápida victoria de China. Las ventajas de China y las desventajas del Japón determinaban la inevitable derrota de éste y la victoria final de aquella.

Basándose en este análisis, el c. Mao Tse-tung formuló la estrategia de la guerra prolongada. La Guerra de Resistencia de China sería larga, y solo haciendo esfuerzos persistentes se podría debilitar gradualmente al enemigo se convirtiera de fuerte en débil y que nosotros nos transformáramos de débiles en fuertes y acumuláramos la fuerza suficiente para derrotarlo en forma definitiva. El c. Mao Tse-tung señaló que, a medida que se debilitaran las fuerzas del enemigo y que crecieran las nuestras, la Guerra de Resistencia contra el Japón recorrería tres etapas, a saber: defensa estratégica, equilibrio estratégico y contraofensiva estratégica. El proceso de la guerra prolongada era el de movilizar, organizar y armar al pueblo. Sólo cuando todo el pueblo se encontraba movilizado para librar una guerra popular; sería posible persistir en la Guerra de Resistencia y vencer a los agresores japoneses.

Para hacer de la Guerra de Resistencia contra el Japón una verdadera guerra popular, nuestro Partido se apoyó firmemente en las más amplias masas populares, se unió con todas las fuerzas antijaponesas posibles y consolidó y amplió el Frente Único Nacional Antijaponés. La línea fundamental de nuestro Partido era la de movilizar a las masas con audacia y robustecer y engrosar las fuerzas del pueblo para que éstas, dirigidas por nuestro Partido, derrotaran a los agresores y construyeran una nueva China.

La Guerra de Resistencia contra el Japón constituye una etapa histórica de la revolución de nueva democracia de China. La línea que siguió nuestro Partido en esa guerra no consistió únicamente en coronarla con la victoria, sino también en echar los cimientos para la victoria en escala nacional de la revolución de nueva democracia, se podía proceder a la revolución democrática y la socialista, el c. Mao Tse-tung, señaló:

“Al escribir un artículo, se puede empezar la segunda mitad sólo después de terminada la primera. Dirigir con decisión la revolución democrática es el requisito previo para la victoria del socialismo”.

El análisis concreto de las condiciones concretas y la solución concreta de las contradicciones concretas son el alma viva del marxismo-leninismo. El c. Mao Tse-tung sabe extraer, d la maraña de intrincadas contradicciones, la contradicción principal, analizar concretamente sus dos aspectos y resolver con éxito el problema de cómo apreciar y abordar las contradicciones de toda índole “examinando las asuntos desde lo alto” y “solucionándolos con gran facilidad”.

Precisamente basándose en tal análisis científico, el c. Mao Tse-tung trazó correctamente las líneas política y militar de la guerra popular para el período de la Guerra de Resistencia contra el Japón, dio nuevos pasos en el desarrollo de su concepción sobre la creación de bases revolucionarias n las zonas rurales y el uso de ellas para cercar las ciudades y finalmente tomarlas, y formuló toda una serie de principios, política, estrategia y tácticas para llevar a cabo la guerra popular, asegurando así la victoria de la guerra de resistencia y creando condiciones para la victoria de la revolución de nueva democracia en todo el país.

 

 

APLICAR CON ACIERTO LA LINEA Y LA POLITICA DE FRENTE UNICO

 

Para ganar una guerra popular, es indispensable formar un frente único lo más amplio posible y formular una serie de directivas políticas que aseguren tanto la máxima movilización de las masas básicas con la unidad de todas las fuerzas susceptibles de ser unidas.

El Frente Único Nacional Antijaponés abarcó a todas las clases y capas sociales antijaponesas. Ellas tenían intereses comunes en la resistencia al Japón, que constituían la base de su unidad. Sin embargo, estas clases y capas se diferenciaban una de otra en su grado de firmeza en la resistencia al Japón y entre ellas existían contradicciones clasistas y conflictos de intereses, cosa que hacía inevitable la lucha de clases en el seno del Frente Único. Al elaborar la línea de Frente Único Nacional Antijaponés del Partido, el c. Mao Tse-tung hizo el siguiente análisis de las clases sociales de nuestro país:

Los obreros, los campesinos y los pequeño-burgueses urbanos exigían firmemente que se llevara hasta el fin la Guerra de Resistencia contra el Japón; ellos constituían la fuerza principal en la lucha contra la agresión japonesa, y eran las masas básicas que reclamaban la unidad y el progreso.

La burguesía estaba dividida en burguesía nacional y burguesía compradora. La burguesía nacional era mayoritaria. Era relativamente débil, vacilaba con frecuencia y tenía contradicciones con los obreros, pero mostraba cierto entusiasmo por la lucha contra el imperialismo y fue nuestra aliada durante la Guerra de Resistencia. La burguesía compradora era la burguesía burocrática. Aunque reducida en número, ocupaba la posición dominante en China. Sus integrantes se adherían a diferentes potencias imperialistas, siendo unos pro-japoneses y otros, pro-ingleses y pro-norteamericanos. Los elementos pro-japoneses de la burguesía compradora eran capitulacionistas, descarados o encubiertos traidores a la patria. Los elementos pro-anglo-norteamericanos de esta clase aprobaban hasta cierto punto la resistencia al Japón, pero eran poco firmes en ello, anhelaban llegar a un compromiso con el Japón y eran por naturaleza contrarios al Partido Comunista de China.

Los terratenientes se dividían en grandes, medios y pequeños. De los grandes, unos se convirtieron en traidores; otros aprobaban la resistencia al Japón, pero vacilaban mucho. Gran número de terratenientes medios y pequeños manifestaban el deseo de resistir al Japón, pero tenían contradicciones con los campesinos.

Frente a relaciones de clase tan complejas, nuestro Partido adoptó para su trabajo en el seno del frente único, la política de alianza y lucha, es decir, aliarse con todas las clases y capas sociales antijaponesas y ganarse incluso a los aliados vacilantes y transitorios, adoptar una política adecuada para reajustar las relaciones entre las clases y capas antijaponesas, de modo que se adaptaran a la tarea general de resistir al Japón y al mismo tiempo, persistir en el principio de independencia y autonomía del Partido, hacer de la audaz movilización de las masas y del robustecimiento de las fuerzas populares el centro de gravedad de nuestro trabajo y librar una lucha necesaria contra todas las acciones que perjudicaban la Guerra de Resistencia, la unidad y el progreso.

La política de Frente Único Antijaponés de nuestro partido se distinguía tanto de la política oportunista de derecha de Chen Tu-siu, de mera alianza sin lucha, como de la política oportunista de “izquierda” de Wang Ming, de mera lucha sin alianza. Nuestro Partido extrajo las lecciones de estos errores y formuló la política de alianza y lucha.

A fin de unirnos en la lucha conjunta contra el Japón con todos los partidos y grupos antijaponeses, nuestro Partido hizo una serie de reajustes en sus directivas. Declaramos que lucharíamos por la completa realización de los Tres Principios revolucionarios del Pueblo de Sun Yat-sen. El gobierno de la Base Revolucionaria de Shensi-Kansu-Ningsia de la República de China, y nuestro Ejército Rojo de Obreros y Campesinos tomó el nombre del VIII Ejército y Nuevo 4 de Cuerpo de Ejército del Ejército Revolucionario Nacional. Nuestra política fue reemplazada por la reducción de arriendos e intereses. En nuestras bases de apoyo llevamos a cabo el “sistema de los tres tercios”, incorporando a nuestros órganos de Poder a aquellos representantes de la pequeña burguesía, de la burguesía nacional y de los shensi sensatos y a aquellos miembros del Kuomintang que se pronunciaban por la resistencia contra Japón y no se oponían al Partido Comunista. En consecuencia con los principios de Frente Unico Nacional Antijaponés, se introdujeron los cambios necesarios y adecuados en nuestra política respecto a la economía, los impuestos, el trabajo y los salarios, el antiespionaje, los derechos del pueblo, la cultura y la educación, etc.

Al reajustar estas directivas políticas, mantuvimos la independencia del Partido Comunista, del Ejército popular y de las bases de apoyo. También insistimos en que el Kuomintang debía hacer la movilización general, reformar las instituciones gubernamentales, practicar la democracia, mejorar la vida del pueblo, armar a las masas populares y realizar una guerra total de resistencia. Y luchamos resueltamente contra la política del Kuomintang de “pasividad en la guerra de resistencia y de actividad en el anticomunismo”, contra su represión del movimiento popular antijaponés y contra sus pérfidas actividades de compromiso y capitulación.

La experiencia histórica nos demuestra que era más probable que nuestro Partido incurriera en errores de “izquierda” después de corregir los errores de derecha, y en errores de derecha después de corregir los de “izquierda”. Era fácil que cometiéramos errores de “izquierda” cuando rompíamos con la camarilla gobernante del Kuomintang y cayéramos en errores de derecha cuando nos uníamos con ella.

Luego de superar el oportunismo de “izquierda” y de formar el Frente Único Nacional Antijaponés, el peligro principal de nuestro Partido fue el oportunismo de derecha, es decir, el capitulacionismo.

Wang Ming, representante del oportunismo de “izquierda” durante el período de la Segunda Guerra Civil Revolucionaria, pasó al otro extremo al comienzo de la Guerra Antijaponesa, convirtiéndose en el representante del oportunismo de derecha, o sea, del capitulacionismo. Oponía su línea completamente capitulacionista y su política ultraderechista a la línea y la política acertadas del c. Mao Tse-tung. Renunciaba voluntariamente a la hegemonía del proletariado en el Frente Unico Antijaponés y estaba dispuesto a entregársela al Kuomintang. Al preconizar “todo a través del Frente Único” y “obedecer al Frente Único en todo”, preconizaba en realidad todo a través de Chiang Kai-shek y el Kuomintang y obedecerles en todo. Se oponía a la audaz movilización de las masas, a la realización de reformas democráticas y al mejoramiento de la vida de los obreros y campesinos y trataba de socavar la alianza obrero-campesina, base del Frente Único. Quería renunciar a las bases de apoyo de las fuerzas revolucionarias populares dirigidas por el Partido Comunista y trataba de convertir (?) en las fuerzas revolucionarias populares. Al renunciar al ejército popular dirigido por el Partido Comunista, intentaba entregar a Chiang May-shek, las fuerzas armadas populares, es decir, entregar todo lo que tenía el pueblo. Prescindía de la dirección del Partido y abogaba por la alianza entre los jóvenes del Kuomintang y del Partido Comunista, lo que haría realidad la intención de Chiang Kai-shek de disolver al Partido Comunista. El mismo Wang Ming “se vistió de etiqueta y se presentó a la puerta de Chiang Kai-shek” con la esperanza de conseguir algún nombramiento oficial. Todo esto era revisionismo puro y simple. De haber actuado de acuerdo con esta línea y política revisionista, el pueblo chino no habría podido ganar la Guerra de Resistencia contra el Japón, y aún menos la subsiguiente victoria en todo el país.

Por un cierto tiempo durante la Guerra Antijaponesa, la línea revisionista de Wang Ming ocasionó daños a la causa revolucionaria del pueblo chino. Sin embargo, el papel dirigente del c. Mao Tse-tung ya estaba firmemente establecido en el Comité Central de nuestro Partido. Bajo la dirección del c. Mao Tse-tung, todos los marxistas-leninistas del Partido mantuvieron una resuelta lucha contra los errores de Wang Ming y los corrigieron oportunamente de modo que la línea errónea de éste no pudo perjudicar la causa del Partido en un alcance más amplio y por un tiempo más largo.

Chiang Kai-shek, como maestro por ejemplo negativo, nos ayudó a corregir los errores de Wang Ming. Nos dio muchas lecciones con cañones y ametralladoras. La más seria de ellas fue el “incidente del sur de Anjui”, que tuvo lugar en enero de 1941. Como consecuencia de que algunos dirigentes del Nuevo 4 Cuerpo de Ejército desobedecieron las instrucciones del Comité Central del Partido y siguieron la línea revisionista de Wang Ming, sus unidades acantonadas en el Sur de la provincia de Anjui sufrieron gravísimas pérdidas ante un ataque sorpresivo lanzado por Chiang Kai-shek y muchos heroicos combatientes revolucionarios cayeron asesinados por los reaccionarios del Kuomintang. Esta cruenta lección ayudó a que muchos de nuestros camaradas aclararan sus ideas y elevaran su capacidad de discernir la línea correcta de la errónea.

El c. Mao Tse-tung sintetizó constantemente la experiencia del Partido en la aplicación de la política de Frente Único Nacional Antijaponés y elaboró oportunamente una serie de directivas políticas. He aquí sus puntos esenciales:

PRIMERO. Unir en el Frente Unico Nacional Antijaponés a todos los partidarios de la resistencia contra el Japón (obreros, campesinos, soldados, estudiantes e intelectuales y hombres de negocios).

SEGUNDO. Seguir una política de independencia y autonomía en el frente único, manteniendo tanto la unidad como la independencia.

TERCERO. En materia de estrategia militar, librar independientemente y por propia iniciativa una guerra de guerrillas dentro del marco de una estrategia unificada: desplegar la guerra de guerrillas como forma fundamental, sin dejar de hacer la guerra de movimientos cuando las condiciones sean favorables.

CUARTO. En la lucha contra los anticomunistas recalcitrantes encabezados por Chiang Kai-shek, aprovechar las contradicciones, ganarse a la mayoría, combatir a la minoría y aplastar a los enemigos uno por uno; luchar con razón, con ventaja y sin sobrepasarse.

QUINTO. En las zonas ocupadas por el Japón o controladas por el Kuomintang, seguir, por una parte, la política de desarrollar lo más posible la labor de frente único y, por la otra, de mantener clandestina la organización del Partido y hacerla compacta, selecta y eficaz. En materia de las formas de organización y de lucha, seguir la política de mantener clandestina la organización del Partido y hacerla compacta, selecta y eficaz. Emboscarse para largo tiempo, acumular fuerzas y esperar el momento oportuno.

SEXTO. Aplicar, en las relaciones entre las distintas clases del país, la política fundamental de desarrollar las fuerzas progresistas, ganar las fuerzas intermedias y aislar las fuerzas las fuerzas anticomunistas recalcitrantes.

SEPTIMO. Con respecto a los anticomunistas recalcitrantes, seguir una doble política revolucionaria: unirse con ellos en cuanto se pronunciaran, a pesar suyo, por la resistencia al Japón y combatirlos y aislarlos en cuanto persistieran en el anticomunismo.

OCTAVO. Hacer un análisis y establecer las diferencias en lo relativo a los terratenientes y la burguesía, e incluso a los grandes terratenientes y la gran burguesía. Trazar líneas de conducta distintas partiendo de sus diferencias, a fin de lograr la unidad con todas las fuerzas posibles.

La línea del Frente Único Nacional Antijaponés y las diversas directivas trazadas por el c. Mao Tse-tung, pasaron por la prueba de la Guerra de Resistencia contra el Japón, demostrando ser completamente justas.

La historia demuestra que, frente a la feroz agresión imperialista el Partido Comunista debe mantener en alto la bandera nacional y, utilizando el frente único como arma, unir a las masas populares y todas las personas patriotas y antiimperialistas, que representan más del 90 % de la población, para movilizar al máximo todos los factores positivos, agrupar a todas las fuerzas que puedan ser agrupadas, y aislar al máximo al enemigo común de la nación. Si el Partido abandona la bandera nacional y adopta la línea sectaria de puertas cerradas aislándose a sí mismo, no podrá ni pensar en la hegemonía, ni en el desarrollo de causa revolucionaria del pueblo, sino que ayudará en realidad al enemigo y se condenará a sí mismo al fracaso.

La historia demuestra que en el frente único, el Partido Comunista debe mantener su independencia y autonomía y persistir firmemente en su hegemonía. Debido a las diferencias de clase existentes entre las distintas clases dentro del frente único, el Partido Comunista debe adoptar una política correcta para desarrollar las fuerzas progresistas, ganarse las fuerzas intermedias y combatir las fuerzas recalcitrantes. El centro de gravedad de la labor del Partido debe situarse en el desarrollo de las fuerzas progresistas y el robustecimiento de las fuerzas revolucionarias del pueblo. Sólo de esta manera se puede mantener y fortalecer el frente único. “Si la unidad se logra por medio de la lucha, vivirá; si la unidad se logra a precio de concesiones, morirá”. Estas es la principal experiencia obtenida en nuestra lucha contra las fuerzas recalcitrantes.

La historia demuestra que en la revolución democrática-nacional, el frente único debe estar formado por dos alianzas: la alianza obrero-campesina y la alianza del pueblo trabajador con la burguesía y otros sectores no trabajadores. La primera es la alianza de la clase obrera con el campesinado y con todos los demás trabajadores de la ciudad y del campo. Esta es la base del frente único. El que la clase obrera pueda o no mantener la dirección en la revolución democrático-nacional depende de si es capaz de dirigir a los campesinos para que se alcen a la lucha y de unir en torno suyo a las amplias masas campesinas. Sólo cuando la clase obrera haya conseguido establecer su dirección sobre el campesinado y sólo sobre la base de la alianza obrero-campesina, será posible formar la segunda alianza y un amplio frente único y llevar a cabo victoriosamente la guerra popular. Actuar de otra manera significaría castillos en el aire, lanzar palabras al viento y, por consiguiente, edificar sobre arena.

 

 

APOYARSE EN LOS CAMPESINOS Y CREAR BASES DE APOYO RURALES

 

En la China semicolonial y semifeudal, los campesinos constituían más del 80% de la población total. Víctimas de la triple opresión y explotación del imperialismo, del feudalismo y del capitalismo burocrático, exigían ansiosamente la resistencia a la agresión japonesa y la revolución. Para conquistar la victoria en una guerra popular; era necesario apoyarse principalmente en ellos.

Pero, al comienzo muchos camaradas de nuestro Partido no comprendieron este problema. Como lo demuestra la historia de nuestro Partido, en el período de la Primera Guerra Civil Revolucionaria, uno de los errores principales de los oportunistas de derecha, representados por Chen Tu-siu, consistió en no comprender la importancia del problema campesino; ellos se oponían a movilizar y armar a los campesinos. En el período de la Segunda Guerra Civil Revolucionaria, uno de sus errores principales de los oportunistas de “izquierda”, representados por Wang Ming, consistió igualmente en no comprender la importancia del problema campesino; ellos no percibían lo importante que era realizar un trabajo largo y arduo entre los campesinos y crear bases revolucionarias en el campo, y soñaban con la rápida toma de las grandes ciudades y la pronta victoria de la revolución en todo el país. Los errores tanto de los oportunistas de derecha como de “izquierda”, causaron serios reveses y derrotas a la revolución china.

Ya en el período de la Primera Guerra Civil Revolucionaria, el c. Mao Tse-tung, señaló que el problema campesino ocupaba un lugar de suma importancia en la revolución china, que la revolución democrático-burguesa, antiimperialista y antifeudal era, en su esencia, una revolución campesina, y que la tarea fundamental del proletariado chino en esta revolución consistía en dirigir la lucha campesina.

En el período de la Guerra de Resistencia contra el Japón, el c. Mao Tse-tung volvió a subrayar que el campesinado era el aliado más seguro y más numeroso del proletariado y constituía la fuerza principal de la Guerra de Resistencia. Los campesinos eran la fuente principal de efectivos para los ejércitos chinos. Los recursos financieros y materiales necesarios para sostener una guerra prolongada también procedían principalmente de ellos. En la guerra antijaponesa, era preciso apoyarse principalmente en los campesinos y movilizarlos para que participaran en ella en la más amplia escala posible.

La Guerra de Resistencia contra el Japón fue, en su esencia, una guerra revolucionaria campesina dirigida por nuestro Partido, movilizando y organizando a las masas campesinas, nuestro Partido consiguió unir al proletariado con el campesinado y crear una fuerza extremadamente poderosa, capaz de derrotar a cualquier enemigo, por poderoso que fuera.

Apoyarse en los campesinos, crear bases rurales de apoyo, utilizar el campo para rodear las ciudades y finalmente tomarlas: he aquí el victorioso camino que recorrió la revolución china.

Basándose en los rasgos peculiares de la revolución china, el c. Mao Tse-tung hizo constar la importancia de la creación de bases revolucionarias en el campo. Dijo:

“Como los poderosos imperialistas y sus aliados reaccionarios en China, han venido ocupando durante largo tiempo las ciudades clave de China, si las filas revolucionarias no quieren llegar a un compromiso con el imperialismo y sus lacayos, sino que están determinadas a seguir luchando, y si tratan de acumular y templar sus fuerzas y evitar las batallas decisivas con un enemigo poderoso cuando sus propias fuerzas son insuficientes, deben convertir las aldeas atrasadas en bases de apoyo avanzadas y sólidas en grandes bastiones militares, políticos, económicos y culturales en la revolución donde apoyarse para luchar contra los feroces enemigos que utilizan las ciudades para atacar las regiones rurales, y de este modo conquistar, paso a paso, la victoria completa de la revolución a través de una lucha prolongada”.

La experiencia del período de la Segunda Guerra Civil Revolucionaria demuestra que, cuando se aplicó este pensamiento estratégico del c. Mao Tse-tung, las fuerzas revolucionarias crecieron en grado considerable y se crearon una base roja tras otra y que por el contrario, cuando se actuó en contra de dicho pensamiento y se puso en práctica el sistema de los oportunistas de “izquierda”, las fuerzas revolucionarias sufrieron serios daños perdiéndose casi el cien por ciento de ellas en las ciudades y el 90 % en las zonas rurales.

Durante la Guerra de Resistencia contra el Japón, las tropas del imperialismo japonés ocuparon muchas grandes ciudades e importantes vías de comunicación de China, pero por su insuficiencia de efectivos, fueron incapaces de ocupar las vastas zonas rurales que seguían siendo un eslabón débil de la dominación enemiga. De ahí que existiera una posibilidad aún mayor de crear bases de apoyo en el campo. Poco después de iniciada la Guerra de Resistencia, cuando las tropas japonesas avanzaban arrolladoramente sobre el interior de nuestro país y las tropas kuomintanistas sufrían una derrota tras otra y huían a la desbandada, el VIII Ejército y el Nuevo 4 Cuerpo de Ejército dirigidos por nuestro Partido, siguiendo la sabia política trazada por el c. Mao Tse-tung, penetraron valientemente en la retaguardia enemiga en numerosos destacamentos pequeños y crearon bases de apoyo en extensas zonas rurales. Durante los ocho años de la Guerra de Resistencia, se crearon sucesivamente 19 bases de apoyo antijaponesas en el norte, centro y sur de China. A excepción de las grandes ciudades y las vías de comunicación importantes, las vastas zonas de la retaguardia enemiga se encontraban en manos del pueblo.

En las bases de apoyo antijaponesas, introdujimos reformas democráticas, mejoramos las condiciones de vida del pueblo y movilizamos y organizamos a las amplias masas campesinas. Se establecieron allí órganos de poder democráticos y comenzaron a administrar sus propios asuntos. Al mismo tiempo, aplicamos la política de “carga nacional” y “reducción de los arriendos e intereses”, que debilitó el sistema de explotación feudal y mejoró las condiciones de vida del pueblo. De este modo, elevamos grandemente el entusiasmo de las masas campesinas, guardamos la debida consideración a todas las capas sociales antijaponesas y nos unimos con ellas. Al elaborar los diversos principios políticos para las bases de apoyo, también prestamos atención a que éstos favorecieran nuestro trabajo en las regiones ocupadas por el enemigo.

En las ciudades y zonas rurales ocupadas por el enemigo, combinamos la lucha legal con la ilegal, unimos a las masas básicas y a todos los patriotas, dividimos y desintegramos los órganos del poder títere y nos preparamos para atacar al enemigo desde dentro, en coordinación con nuestras fuerzas de afuera, cuando las condiciones estuvieron maduras.

Las bases de apoyo creadas por nuestro Partido se convirtieron en el centro de gravedad de la lucha del pueblo chino contra la agresión japonesa y por la salvación nacional. Apoyándose en estas bases, nuestro Partido desarrolló y robusteció las fuerzas revolucionarias del pueblo, perseveró en la guerra prolongada y logró la victoria en la Guerra de Resistencia contra el Japón.

Desde luego que las bases revolucionarias no se desarrollaban viento en popa. Como ellas constituían una tremenda amenaza para el enemigo, estaban sujetas a sus ataques. De ahí que su desarrollo no pudiera sino ser un tortuoso proceso de expansión, contracción y nueva expansión. Entre 1937 y 1940, la población total de las bases antijaponesas ascendió a 100 millones de habitantes. Pero, en los años de 1941 y 1942, el imperialismo japonés lanzó la mayor parte de sus fuerzas invasoras en frenéticos ataques contra ellas y las desbastó cruelmente. Al mismo tiempo, el Kuomintang también las cercó y bloqueó e incluso las atacó. Debido a esto, hacia 1942, las bases antijaponesas se redijeron hasta abarcar sólo una población de menos de 50 millones de habitantes. Apoyándose plenamente en las masas populares, nuestro Partido adoptó con decisión una serie de acertados principios políticos y medidas, gracias a los cuales las bases de apoyo pudieron mantenerse firmes bajo las condiciones extremadamente difíciles. Nuestro ejército y el pueblo de las bases salieron aún más fuertes y firmes de esta prueba. A partir de 1943, nuestras bases se fueron restaurando gradualmente y volvieron a ampliarse, llegando en 1945 a abarcar una población de 160 millones de habitantes. A lo largo de todo el curso de la revolución china, nuestras bases revolucionarias pasaron todavía por más vicisitudes y pruebas con su desarrollo gradual y a modo de ondas antes de que se convirtieran de bases pequeñas y separadas en bases extensas y unidas entre sí.

El proceso de la creación de bases revolucionarias era asimismo un gran ensayo para lo que habría de venir después de la victoria en todo el país. En las bases de apoyo, establecimos organismos del Partido y órganos de poder, formamos fuerzas armadas populares y organizaciones populares, nos dedicamos a la producción industrial y agrícola y creamos las instituciones culturales y educacionales y todas las demás empresas indispensables para la existencia independiente de una región. Nuestras bases de apoyo eran, en realidad, el embrión de un Estado. Con el crecimiento progresivo de las bases de apoyo nuestro Partido forjó un poderoso ejército popular, preparó cuadros para diferentes tipos de trabajo, adquirió experiencias en diversos aspectos y acumuló fuerzas materiales y espirituales, creando así condiciones favorables para la victoria en todo el país.

Las bases revolucionarias creadas durante la Guerra de Resistencia contra el Japón se convirtieron después en punto de partida para la Guerra Popular de Liberación, en la que el pueblo chino derrotó a los reaccionarios kuomintanistas. Durante la Guerra de Liberación, continuamos la política de utilizar el campo para rodear las ciudades y tomarlas finalmente, y conquistamos así la victoria en todo el país.

 

 

CONSTRUIR UN EJÉRCITO POPULAR DE NUEVO TIPO

 

“Sin un ejército popular no habrá nada para el pueblo”. He aquí la conclusión que el c. Mao Tse-tung sacó a la luz de la experiencia adquirida por el pueblo chino a costa de sangre en su prolongada lucha revolucionaria. Esta es una verdad universal marxista-leninista.

La revolución china se caracterizó por ser una “revolución armada contra la contrarrevolución armada”. Su forma principal de lucha fue la guerra y su forma de organización, el ejército bajo la dirección absoluta del Partido Comunista de China: todas las demás organizaciones y luchas dirigidas por nuestro Partido se coordinaban, directa o indirectamente, con la guerra.

Durante la Primera Guerra Civil Revolucionaria, muchos de los mejores camaradas del Partido Comunista de China tomaron parte activa en la lucha armada revolucionaria. Pero nuestro Partido todavía no hallaba en su infancia y no tenía conciencia clara de esta característica de la revolución china. Sólo después de esa guerra, cuando el Kuomintang había traicionado a la revolución, masacrando a grandes cantidades de comunistas y destruido todas las organizaciones revolucionarias de masas, nuestro Partido adquirió una comprensión más clara de la suma importancia de organizar una fuerza armada revolucionaria y estudiar la estrategia y la táctica de la guerra revolucionaria, y creó el Ejército Rojo de Obreros y Campesinos: el primer ejército popular dirigido por el Partido Comunista de China.

El Ejército Rojo de Obreros y Campesinos, creado por el c. Mao Tse-tung, creció considerablemente en el período de la Segunda Guerra Civil Revolucionaria, llegando a un total de 300 mil hombres. Pero posteriormente perdió las nueve décimas partes de sus efectivos a consecuencia de las erróneas líneas política y militar seguidas por la dirección oportunista de “izquierda”.

Cuando se inició la Guerra de Resistencia contra el Japón, el ejército popular dirigido por el Partido Comunista de China tenía sólo poco más de 40 mil hombres, y los reaccionarios kuomintanistas hacían lo imposible para restringirlo, debilitarlo y destruirlo. En estas circunstancias, el c. Mao Tse-tung indicó que, para perseverar en la Guerra de Resistencia y derrotar a los agresores japoneses, era preciso ampliar y consolidar grandemente el VIII Ejército, el Nuevo 4 Cuerpo de Ejército y todos los destacamentos guerrilleros dirigidos por nuestro Partido; que todo el Partido debía concentrar su atención en la guerra y estudiar los asuntos militares, y que todos sus militantes debían estar preparados para empuñar las armas y marchar al frente en cualquier momento.

El c. Mao Tse-tung también puntualizó con la mayor seriedad que los comunistas no pretendían el poder personal sobre el ejército, pero sí luchaban por el poder del Partido y del pueblo sobre el ejército.

Guiados por la correcta línea del Partido de engrosar las fuerzas armadas revolucionarias, el VIII Ejército, el Nuevo 4 Cuerpo de Ejército y los destacamentos guerrilleros antijaponeses dirigidos por nuestro Partido, desde el comienzo mismo de la guerra, se dirigieron rápidamente a la primera línea de fuego diseminando las semillas de las fuerzas armadas populares por las vastas zonas de la retaguardia enemiga y encendiendo por todas partes las llamas de la guerra de guerrillas. En el curso de la lucha nuestro ejército popular fue desarrollándose y creciendo de tal manera que al término de la guerra, ya era un gran ejército de un millón de hombres, contándose además con más de dos millones de milicianos. Así se explica que pudiéramos resistir y contener al 64% de las fuerzas invasoras japonesas y al 95% de las fuerzas títeres y pudiéramos convertirnos en la fuerza principal de la Guerra de Resistencia contra el Japón. Al mismo tiempo que resistíamos y conteníamos a las fuerzas invasoras japonesas, rechazábamos las tres campañas anticomunistas desencadenadas por los reaccionarios kuomintanistas en 1939, 1941 y 1943 y desbaratamos las innumerables “roces” provocados por ellos.

¿Por qué el VIII Ejército y el Nuevo 4º Cuerpo de Ejército pudieron convertirse de pequeños en grandes y de débiles en poderosos, y lograr tan grandes victorias en la Guerra de Resistencia contra el Japón?

La razón fundamental estriba en que el VIII Ejército y el Nuevo 4º Cuerpo de Ejército fueron formados de acuerdo con el pensamiento del c. Mao Tse-tung sobre la construcción del ejército. Se trataba de un ejército de nuevo tipo, de un ejército popular que servía de corazón al pueblo.

Guiado por el pensamiento del c. Mao Tse-tung sobre la construcción del ejército popular, nuestro ejército actuaba bajo la dirección absoluta del Partido Comunista de China y ejecutaba con toda fidelidad la línea y la política marxistas-leninistas del Partido. Tenía una disciplina altamente consciente y un espíritu heroico que le permitía aplastar a todos los enemigos y desafiar cualquier dificultad. En sus filas reinaba completa unidad entre los cuadros y los combatientes entre los niveles superiores y los niveles inferiores, entre los distintos departamentos y entre las unidades hermanas. En lo externo también existía una unidad completa entre el ejército y el pueblo y entre el ejército y el gobierno local.

Durante la Guerra de Resistencia contra el Japón, nuestro ejército cumplía resueltamente las tres importantes tareas señaladas por el c. Mao Tse-tung: combatir, trabajar entre las masas y dedicarse a la producción. Era a la vez un destacamento de combate, de trabajo y de producción. Por todas partes, hacían propaganda entre las masas, las organizaba y armaba y las ayudaba a establecer el Poder revolucionario. Los hombres del ejército observaban estrictamente las Tres Reglas Cardinales de Disciplina; y las Ocho Advertencias, desplegaban campañas para apoyar al Poder Popular y preocuparse del pueblo, y donde estuvieran hacían cosas en beneficio de las masas, también aprovechaban cuanta posibilidad tenían para dedicarse a la producción a fin de superar las dificultades económicas, mejorar sus condiciones de vida y aliviar la carga del pueblo. Con su conducta ejemplar, se granjearon el sincero apoyo de las masas populares, que les llamaban con afecto “nuestros propios soldados”.

Nuestro Ejército no sólo se componía de las fuerzas principales, sino también de las fuerzas locales, y dedicaba grandes energías al establecimiento y desarrollo de las organizaciones milicianas, practicando así el principio de organización de nuestras fuerzas armadas: la integración de las fuerzas principales, las fuerzas locales y la milicia.

Nuestro ejército se guía, además, por la política correcta de ganarse a los oficiales y soldados enemigos y de tratar con clemencia a los prisioneros de guerra. Durante la guerra antijaponesa, junto con lograr que grandes contingentes de las tropas títeres se rindieron voluntariamente o se sublevaran, conseguimos también reeducar a no pocos prisioneros japoneses, envenenados por la ideología fascista. Después de su despertar político, éstos formaron diversas organizaciones como la Liga por la Liberación del Pueblo Japonés, La Liga de los japoneses en China contra la guerra agresiva y la Liga Consciente, cooperaron en nuestro trabajo encaminado a desintegrar al ejército japonés y se unieron a nosotros en la lucha contra el militarismo del Japón. El camarada Sanzo Nosaka, dirigente del Partido Comunista del Japón, que en aquel entonces se hallaba en Yenán, nos prestó una gran ayuda a este respecto.

La esencia del pensamiento del camarada Mao Tse-tung sobre la construcción del ejército radica en que, al formar un ejército popular es necesario poner en primer plano la política, es decir, primero y ante todo es indispensable formarlo políticamente. La política es el mando y el alma. El trabajo político es la columna vertebral de nuestro ejército. Es verdad que el ejército popular también debe prestar seria atención al perfeccionamiento constante de sus armas y equipos y a la elevación de su habilidad militar. Pero en los combates no se apoya puramente en las armas y la técnica, sino también, y esto es lo más importante, en la política, en la conciencia revolucionaria y el valor proletarios de los mandos y los combatientes y en el respaldo y apoyo de las masas populares.

Aplicando la línea de la construcción del ejército trazada por el c. Mao Tse-tung, nuestro ejército siempre mantiene un alto grado de conciencia política proletaria, un profundo interés por el estudio del pensamiento de Mao Tse-tung, una excelente moral de combate, una magnífica unidad y un profundo odio hacia el enemigo, con lo que se genera una enorme fuerza moral. En los combates no teme ni a las penalidades ni a la muerte. Es invencible tanto en el ataque como en la defensa. Un solo hombre puede desempeñar el papel de varios, de decenas e incluso de centenares. Un ejército así es capaz de hacer milagros.

Todo esto hace que el ejército popular dirigido por el Partido Comunista de China difiera fundamentalmente de todo ejército burgués, de todos los ejércitos del pasado servidores de las clases explotadoras, controlados y utilizados por un puñado de personas. La experiencia de la guerra popular de China ha comprobado que el ejército popular creado conforme al pensamiento del c. Mao Tse-tung sobre la construcción del ejército es incomparablemente fuerte, es invencible.

 

 

APLICAR LA ESTRATEGIA Y LA TACTICA DE LA GUERRA POPULAR

 

Engels decía: “La emancipación del proletariado, a su vez, hallará su expresión específica en los asuntos militares y creará su método de combate específico y nuevo”. Esta gran predicción se ha hecho realidad en las guerras revolucionarias del pueblo chino dirigidas por el Partido Comunista de China. En el curso de su prolongada lucha armada, el ejército popular ha creado una estrategia y táctica para la guerra popular que le han permitido aprovechar sus propias ventajas y los puntos vulnerables del enemigo.

Durante la Guerra de Resistencia contra el Japón, el c. Mao Tse-tung, basándose en su análisis de la situación del enemigo y de nosotros mismos, estableció para el VIII Ejército y el Nuevo 4 Cuerpo de Ejército, dirigidos por el Partido Comunista de China y la siguiente estrategia: “sostener en lo fundamental la guerra de guerrillas, pero no dejar escapar ninguna oportunidad para emprender la guerra d movimientos si se presentan condiciones favorables. El c. Mao Tse-tung elevó la guerra de guerrillas al plano de estrategia; la razón de ello es que, cuando existe una gran disparidad entre las fuerzas enemigas y la nuestra, las fuerzas armadas revolucionarias no deben librar batallas de desgaste si quieren vencer a un enemigo poderoso. En caso contrario, sufrirán graves pérdidas y acarrearán serios reveses a la revolución. Sólo mediante la guerra de guerrillas es posible movilizar completamente y poner en pleno juego la fuerza de todo el pueblo para la lucha contra el enemigo, robustecer y desarrollar nuestras propias fuerzas en el curso de la guerra, desgastar y debilitar al enemigo, alterar paulatinamente la correlación de fuerzas entre éste y nosotros pasar de la guerra de guerrillas a la guerra de movimientos y terminar por vencer completamente al adversario.

Ya en el período inicial de la Segunda Guerra Civil Revolucionaria, el c. Mao Tse-tung estableció la táctica básica de la guerra de guerrillas, que se expresa en una fórmula de dieciséis caracteres chinos: “cuando el enemigo avanza, retrocedemos; cuando el enemigo se detiene, lo hostigamos; cuando el enemigo se fatiga, lo atacamos; cuando el enemigo se retira, lo perseguimos”. Durante la Guerra de Resistencia contra el Japón, la táctica de la guerra de guerrillas obtuvo un nuevo desarrollo. En las bases de apoyo de la retaguardia enemiga combatían el ejército y la población, los hombres y mujeres, los ancianos y niños, en una palabra combatía todo el mundo y todas las aldeas. Se inventaron diversos e ingeniosos métodos de combate, la “guerra de gorriones”, la guerra de minas, la guerra de túneles, la guerra de sabotaje y la guerra de guerrillas en lagos y ríos.

En el último período de la Guerra de Resistencia y durante la Tercera Guerra Civil Revolucionario, debido a los cambios operados en la correlación de fuerzas entre el enemigo y nosotros, nuestra estrategia pasó de la guerra de guerrillas a la guerra de movimientos como forma principal de combate. A mediados y, sobre todo, a fines de la Tercera Guerra Civil Revolucionaria, nuestras operaciones militares se habían desarrollado hasta alcanzar la forma de guerra de movimientos de gran envergadura, incluida la toma por asalto de grandes ciudades poderosamente fortificados.

La idea fundamental que rige nuestras operaciones militares es la guerra de aniquilamiento. Esta idea rectora debe llevarse a efecto independientemente de que la guerra de movimientos o la guerra de guerrillas sea la forma principal de combate. Es cierto que en la guerra de guerrillas se debe realizar numerosas actividades de sabotaje y de hostigamiento; sin embargo, también es indispensable propugnar y librar enérgicamente batallas de aniquilamiento cuando las condiciones son favorables. En la guerra de movimientos hay que concentrar en cada batalla una fuerza superior para aniquilar a las unidades enemigas una por una. El c. Mao Tse-tung ha dicho:

“En una guerra contra un enemigo poderoso, las operaciones destinadas sólo a derrotar al enemigo no pueden decidir radicalmente el desenlace de la guerra. En cambio una batalla de aniquilamiento produce de inmediato un gran impacto sobre el enemigo, sea cual fuere. En una riña, es mejor cortarle un dedo al adversario antes que herirle en los diez; en una guerra, es mejor aniquilar una división enemiga que derrotar a diez”.

Sólo la batalla de aniquilamiento puede golpear al enemigo con la mayor eficacia, ya que cuando liquidamos un regimiento, el enemigo tiene un regimiento menos, y cuando liquidamos una brigada, tiene una brigada menos, de manera que el ejército enemigo se desmoraliza y se desintegra. Dando batallas de aniquilamiento nuestro ejército puede capturar prisioneros de guerra y armas en cada una de ellas, y su moral se vuelve cada vez más elevada, sus unidades cada vez mayores, sus armas cada vez mejores y su capacidad combativa cada vez más alta.

En sus famosos diez principales militares fundamentales, el c. Mao Tse-tung indica:

“….en cada batalla, concentrar fuerzas absolutamente superiores (dos, tres, cuatro y en ocasiones hasta cinco o seis veces las fuerzas del enemigo), cercar totalmente las fuerzas enemigas, procurar aniquilarlas por completo, sin dejar que nadie escape de la red. En circunstancias especiales, usar el método de asestar golpes demoledores al enemigo, esto es, concentrar todas nuestras fuerzas para hacer un ataque frontal y un ataque sobre uno o ambos flancos del enemigo, con el propósito de aniquilar una parte de sus tropas y desbaratar la otra, de modo que nuestro ejército pueda trasladar rápidamente sus fuerzas para aplastar otras tropas enemigas. Hacer lo posible para evitar las batallas de desgaste, en las que lo ganado no compensa lo perdido o sólo resulta equivalente. De este modo, aunque somos inferiores en el conjunto (hablando en términos numéricos), somos absolutamente superiores en cada caso y en cada batalla concreta, y esto nos asegura la victoria en las batallas. Con el tiempo, llegaremos a ser superiores n el conjunto y finalmente liquidaremos a todas las fuerzas enemigas”.

Al mismo tiempo, el c. Mao Tse-tung puntualizó que debemos asestar golpes primero a las fuerzas enemigas dispersas y aisladas, y luego a las fuerzas enemigas concentradas y poderosas, y esforzarnos por aniquilar al enemigo en operaciones de maniobras: que no debemos dar ningunas batalla sin preparación ni dar ninguna batalla sin tener la seguridad de ganarla; y que en los combates debemos desarrollar las puntos fuertes de nuestro ejército y su buen estilo de combate. Todos estos constituyen los principios fundamentales de la guerra de aniquilamiento.

A fin de aniquilar al enemigo, es necesario adoptar la política de atraerlo para que penetre profundamente: abandonar conforme a nuestro plan, algunas ciudades y territorios por nuestra propia iniciativa para dejarlo entrar y luego combatirlo. Sólo después de dejar entrar al enemigo puede el pueblo participar en la guerra en diversas formas y hacer sentir al máximo el poderío de la guerra popular. Sólo después de dejar entrar al enemigo, podemos obligarlo a dispersar sus fuerzas, a tomar sobre sus espaldas las cargas y a cometer errores. En otras palabras, debemos dejar que el enemigo se regocije, extienda sus diez dedos y hunda sus dos pies en el pantano. De esta manera, podemos concentrar una fuerza superior para aniquilar las unidades enemigas una por una, o sea, comerlas bocado por bocado. Únicamente aniquilando la fuerza viva del enemigo podemos mantener o conquistar definitivamente las ciudades y territorios. Nos oponemos resueltamente a dispersar nuestras fuerzas para defender todas las posiciones y ofrecer resistencia en todos los lugares por miedo a que se pierda nuestro territorio y se “rompan las ollas y cacharros de nuestras casas”, porque en tal forma no podremos aniquilar al enemigo, ni mantener las ciudades y territorios.

El c. Mao Tse-tung ha resumido de manera brillante la estrategia y la táctica de la guerra popular en las siguientes frases: “Ustedes combaten a su manera y nosotros a la nuestra; combatimos cuando podemos vencer y nos marchamos cuando no podemos”.

En otras palabras, ustedes se apoyan en el armamento moderno y nosotros en las masas populares con una alta conciencia revolucionaria; ustedes ponen en pleno juego su superioridad y nosotros la nuestra; ustedes tienen sus métodos de combate y nosotros los nuestros. Cuando ustedes quieren atacarnos, no les permitimos hacerlo y ni siquiera encontrarnos. Pero cuando nosotros los atacamos a ustedes, damos en el blanco, les asestamos golpes certeros y los aniquilamos. Cuando podemos aniquilarlos, lo hacemos con toda decisión, cuando no podemos aniquilarlos, tampoco nos dejamos aniquilar por ustedes. El no combatir cuando hay posibilidad de vencer es oportunismo. El obstinarse en combatir cuando no hay posibilidades de vencer es aventurerismo. Todas nuestras orientaciones estratégicas y tácticas se basan en nuestra voluntad de combatir. Nuestro reconocimiento de la necesidad de marcharnos se basa ante todo en nuestro reconocimiento de la necesidad de combatir. Cuando nos marchamos, lo hacemos siempre con miras a combatir y a aniquilar final y completamente al enemigo. Sólo apoyándonos en las amplias masas populares, podemos llevar a la práctica esta estrategia y táctica. Y aplicándolas, podemos poner en pleno juego la superioridad de la guerra popular y constreñir al enemigo a la posición pasiva de ser golpeado por superior que sea en equipos y sean cuales fueren los medios que emplee, conservando siempre la iniciativa en nuestras manos.

Nos hemos convertido de pequeños en grandes y de débiles en poderosos y hemos derrotado a nuestros poderosos enemigos tanto de dentro como de fuera del país, porque hemos puesto en práctica la estrategia y las tácticas de la guerra popular. Durante los ocho años de la Guerra de Resistencia contra el Japón, el ejército popular dirigido por el Partido Comunista de China tuvo más de 125 000 encuentros con el enemigo y puso fuera de combate a más de 1 700 000 hombres de las tropas japonesas y títeres. Durante los tres años de la Guerra de Liberación, liquidó a ocho millones de efectivos de las tropas reaccionarias del Kuomintang y conquistó la victoria de la gran revolución popular.

 

 

APLICAR CON PERSEVERANCIA LA POLITICA DE APOYARSE EN LAS PROPIAS FUERZAS

 

La Guerra de Resistencia del pueblo chino contra el Japón fue parte importante d la Guerra Mundial Antifascista. La victoria de la Guerra Antifascista en su conjunto fue el resultado de la lucha común de todos los pueblos del mundo. Con su participación en la guerra contra el Japón en la etapa final, el Ejército Soviético dirigido por el PCUS con Stalin a la cabeza, desempeñó un papel importante en la derrota del imperialismo japonés. Grandes contribuciones hicieron los pueblos de Corea, Vietnam, Mongolia, Laos, Camboya, Indonesia, Birmania, India, Pakistán, Malaya, Filipinas, Tailandia y algunos otros países asiáticos. Los pueblos de América, Oceanía, Europa y Afrecha también contribuyeron con su parte.

Y el Partido Comunista y el pueblo revolucionario del Japón perseveraron, bajo condiciones sumamente difíciles, en una lucha heroica y tenaz, aportando sus fuerzas a la derrota del fascismo japonés.

Los pueblos ganaron la victoria común, apoyándose y estimulándose unos a otros. Más, la liberación de cada país se debió, ante todo, a los esfuerzos de su propio pueblo.

El pueblo chino tuvo el apoyo de otros pueblos en la conquista d la victoria en la Guerra de Resistencia contra el Japón y luego en la Guerra Popular de Liberación, pero esta victoria fue principalmente el resultado de los propios esfuerzos del pueblo chino. Algunas personas afirman que la victoria de China en la Guerra de Resistencia se debió enteramente a la ayuda exterior. Esta afirmación absurda toca la misma cuerda que los militaristas japoneses.

Las masas populares se liberan por sí mismas. Este es un principio fundamental del marxismo-leninismo. La revolución o la guerra popular de un país es obra de las masas populares de ese país, y debe y sólo puede realizarse principalmente mediante sus propias fuerzas.

Durante la Guerra de Resistencia contra el Japón, nuestro Partido sostenía que China debía apoyarse principalmente en sus propias fuerzas, y al mismo tiempo, procurar una ayuda exterior lo mayor posible. Nos oponíamos resueltamente a la política de la camarilla dominante del Kuomintang y Chiang Kai-shek, China no tenía nada que pudiera servir: ni la industria, ni la agricultura, ni el armamento; por eso, decían, de querer derrotar al Japón, había que depender de otros países y, sobre todo, del imperialismo anglo-norteamericano. Esta es una mentalidad servil cien por ciento. Nuestra política era diametralmente opuesta a la del Kuomintang. Nuestro Partido sostenía que de ninguna manera debíamos apoyarnos en los imperialistas norteamericanos e ingleses, aún que podíamos aprovecharnos de sus contradicciones con los imperialistas japoneses. En efecto, los imperialistas norteamericanos e ingleses maquinaron en repetidas oportunidades un “Munich oriental”, con la intención de llegar a algún compromiso con el imperialismo japonés a expensas de China y además a los agresores japoneses. Al prestar ayuda a China durante ese período, los imperialistas norteamericanos perseguían al siniestro propósito de convertir a China en una colonia suya.

El camarada Mao Tse-tung señaló: “China tiene que apoyarse principalmente en sus propias fuerzas en la Guerra de Resistencia”. Añadió: “Deseamos obtener ayuda extranjera, pero no debemos depender de ella; confiamos en nuestros propios esfuerzos, en el poder creador de todo el ejército y el pueblo.”

La política de apoyarse en las propias fuerzas tenía particular importancia para las fuerzas armadas populares y las regiones liberadas y dirigidas por nuestro Partido.

Si en el período inicial de la Guerra de Resistencia, el gobierno del Kuomintang proporcionaba todavía asignaciones muy limitadas al VIII Ejército y el Nuevo 4 Cuerpo de Ejército, más tarde las suspendió totalmente. Las regiones liberadas tropezaron con serias dificultades motivadas por los frenéticos ataques y las brutales campañas de “limpieza” de los imperialistas japoneses, por el cerco militar y bloqueo económico del Kuomintang y por las calamidades naturales. Las dificultades fueron particularmente grandes en 1941 y 1942, cuando casi no teníamos con qué vestirnos y alimentarnos.

¿Qué hacer? El c. Mao Tse-tung preguntó en ese momento: “¿Cómo se las ha arreglado la humanidad para subsistir desde tiempos inmemoriales? ¿Acaso la humanidad no ha vivido trabajando con sus propias manos? ¿Por qué nosotros, sus descendientes de hoy, no asimilamos siquiera ese trozo de sabiduría? ¿Por qué no podemos valernos de nuestras propias manos?”

El Comité Central del Partido Comunista de China y el c. Mao Tse-tung formularon la política de “alcanzar la abundancia de alimentos y vestuario mediante las propias fuerzas” y de “desarrollar la economía y asegurar los abastecimientos”, y el ejército y el pueblo de las regiones liberadas desplegaron, conforme a esta política, una gran campaña por la producción, principalmente en la agricultura.

Las dificultades no son monstruos invencibles. Si todos trabajan juntos y las combaten, serán superadas. La reacción kuomintanistas creía que, al suspender sus asignaciones e imponer un bloqueo económico, nos llevaría a la ruina, pero en realidad nos ayudó: nos empujó a apoyarnos en nuestras propias fuerzas para vencer las dificultades. Al mismo tiempo que desplegamos la gran campaña por la producción, aplicamos con rigor la política de “menos pero mejores tropas y una administración más simple” y empleamos con mesura los recursos humanos y materiales. De este modo, no sólo vencimos las serias dificultades materiales y salimos airosos de la crisis, sino que también aliviarnos la carga del pueblo, mejoramos sus condiciones de vida y echamos la base material para la victoria de la Guerra Antijaponesa.

Solucionamos el problema de los equipos militares contando principalmente con las armas capturadas al enemigo, aunque también fabricábamos cierta cantidad de armas. Chiang Kai-shek y los imperialistas japoneses y norteamericanos han sido cada uno en su tiempo nuestros “jefes de suministro”. Los arsenales de los imperialistas siempre proporcionan armas a los pueblos y naciones oprimidos.

Tanto durante los ocho años de la Guerra Anti-japonesa como durante los tres años de la Guerra Popular de Liberación, las fuerzas armadas populares dirigidas por nuestro Partido, sin recibir ninguna ayuda exterior, sostuvieron en forma independiente una guerra popular de gran envergadura y lograron grandes victorias.

El c. Mao Tse-tung ha señalado que nuestra política fundamental debe descansar sobre la base de nuestra propia fuerza. Únicamente apoyándonos en nuestras propias fuerzas, seguiremos invencibles bajo cualquier circunstancia.

Los pueblos del mundo se respaldan unos a otros en su lucha contra el imperialismo y sus lacayos. Los países que han conquistado la victoria tienen el deber de apoyar y ayudar a los pueblos que todavía no lo han logrado. Pero la ayuda exterior, sea cual fuere, sólo puede desempeñar un papel suplementario.

Todos los que quieran realizar la revolución, sostener una guerra popular y lograr la victoria, tienen que seguir firmemente la política de apoyarse en sus propias fuerzas, confiar en la fuerza de las masas populares de su propio país y prepararse para luchar de manera independiente aún cuando toda ayuda material exterior sea cortada. Si ellos mismos no hacen esfuerzos, si no reflexionan de manera independiente sobre los problemas de la revolución de su propio país ni los resuelven por su propia cuenta, y si no se apoyan en la fuerza de las masas populares de su propio país, sino que confían enteramente en la ayuda exterior –aunque se trate de la ayuda de los países socialistas que persisten en la revolución– no podrán lograr la victoria, ni consolidarla incluso si la han logrado.

 

 

LA SIGNIFICACION INTERNACIONAL DE LA TEORIA DEL CAMARADA MAO TSE-TUNG SOBRE LA GUERRA POPULAR

 

La revolución china es la continuación de la gran revolución de octubre. El camino de la revolución de octubre es el camino común de la revolución de los pueblos del mundo. La revolución china y la revolución de octubre tienen en común los siguientes rasgos fundamentales: 1) ambas fueron dirigidas por la clase obrera con un partido marxista-leninista como su núcleo; 2) ambas tuvieron como base la alianza obrero-campesina; 3) en ambos casos se tomó el Poder por medio de la revolución violenta y se estableció la dictadura del proletariado; 4) en ambos casos se implantó el socialismo después del triunfo en la revolución y 5) ambas son parte integrante de la revolución proletaria mundial.

Por su supuesto, la revolución china tuvo sus propias características. La revolución de octubre se produjo en la Rusia imperialista, y la revolución china, en un país semicolonial y semifeudal. Mientras la primera nació como una revolución socialista proletaria, la segunda pasó a ser socialista después de la victoria definitiva de la revolución de nueva democracia. Si la revolución de octubre comenzó por el levantamiento armado en las ciudades y se extendió luego al campo, la revolución china utilizó el campo para rodear las ciudades y las tomó a la postre, conquistando así la victoria en todo el país.

El gran mérito del c. Mao Tse-tung radica en que ha integrado la verdad universal del marxismo-leninismo con la práctica concreta de la revolución china y, sobre la base de una profunda síntesis y resumen de la experiencia cumulada por el pueblo chino en su prolongada lucha revolucionaria, ha enriquecido y desarrollado el marxismo-leninismo.

La larga práctica de la revolución china demuestra que la teoría del c. Mao Tse-tung sobre la guerra popular concuerda con las leyes objetivas de dicha guerra y conduce invariablemente a la victoria.. Esta teoría no sólo es aplicable a China, sino que también constituye una gran contribución a la lucha revolucionaria de las naciones y pueblos oprimidos del mundo entero.

La guerra popular dirigida por el Partido Comunista de China, que comprendió la Guerra de Resistencia contra el Japón y la Segunda y Tercera Guerras Civiles Revolucionarias, duró 22 largos años. Es la guerra popular más prolongada, más compleja y más rica en experiencias que se haya desarrollado bajo la dirección del proletariado en el mundo contemporáneo.

La teoría marxista-leninista de la revolución proletaria es, en último término, la teoría de la toma del Poder mediante la violencia revolucionaria, la teoría de oponer la guerra popular a la guerra antipopular. Marx lo dijo bien : “La violencia…. es la partera de toda vieja sociedad que lleva en sus entrañas otra nueva”.

Basándose en la experiencia de la guerra popular en China, el c. Mao Tse-tung formuló, en el lenguaje más sencillo y expresivo, la famosa tesis de que: “El Poder nace del fusil”.

El c. Mao Tse-tung señaló con toda claridad: “La tarea central y la forma más alta de una revolución es la toma del Poder por medio de la fuerza armada, es decir, la solución del problema por medio de la guerra. Este principio marxista-leninista de la revolución tiene validez universal, tanto en China como en los demás países”.

La guerra es el producto del imperialismo y del sistema de la explotación del hombre por el hombre. Lenin dijo: “Las guerras las empiezan siempre y en todos los sitios las clases explotadoras, dominantes y opresoras”. Mientras existan el imperialismo y el sistema de la explotación del hombre por el hombre, los imperialistas y los reaccionarios se apoyarán en sus fuerzas armadas para mantener su dominio reaccionario y tratarán de imponer la guerra a las naciones y pueblos oprimidos. Esta es una ley objetiva, independiente de la voluntad del hombre.

En el mundo de hoy, los imperialistas encabezados por los EE.UU y sus lacayos, están reforzando, sin excepción alguna, su máquina de Estado y sobre todo, sus fuerzas armadas. El imperialismo norteamericano en particular, perpetra agresiones y represiones amadas por todas partes.

¿Qué deben hacer las naciones y pueblos oprimidos ante las guerras de agresión y las represiones armadas de los imperialistas y sus lacayos? ¿Postrarse de rodillas y seguir como esclavos para siempre? ¿O alzarse en lucha y conquistar su liberación?

El c. Mao Tse-tung dio una respuesta expresiva a esta pregunta. Dijo que tras una larga investigación y estudio el pueblo chino vio que los imperialistas y sus lacayos: “tienen todos espadas en sus manos y están dispuestos a matar. El pueblo ha llegado a comprenderlo y actúa, por tanto, de la misma manera”; los trata del mismo modo en que ellos tratan a los demás.

Atreverse o no a librar una lucha medida por medida y sostener una guerra popular frente a las agresiones y represiones armadas del imperialismo y sus lacayos es, en última instancia, un problema de atreverse o no a hacer la revolución. He aquí la piedra de toque infalible para distinguir a los verdaderos revolucionarios y marxistas-leninistas de los falsos.

En vista de que algunas personas tenían miedo al imperialismo y a los reaccionarios, el c. Mao Tse-tung formuló tesis de que “El Imperialismo y todos los reaccionarios son tigres de papel”.

“Todos los reaccionarios son tigres de papel. Parecen temibles, pero en realidad no son tan poderosos. Visto en perspectiva, no son los reaccionarios sino el pueblo quien es realmente poderoso”.

Como lo prueba en forma convincente la historia de las guerras populares de los pueblos de China y de otros países, las fuerzas revolucionarias del pueblo crecen convirtiéndose de débiles en poderosas y de pequeñas en grandes: esta es una ley universal del desarrollo de la lucha de clases, una ley es una ley universal del desarrollo de la guerra popular. En el curso de su desarrollo, la guerra popular ha de sufrir muchas dificultades, altibajos y reveses, pero ninguna fuerza es capaz de alterar su tendencia general a la victoria inevitable.

El c. Mao Tse-tung ha hecho constar que es necesario despreciar al enemigo estratégicamente y tomarlo en cuenta tácticamente. Despreciar estratégicamente al enemigo es un requisito elemental para todo revolucionario. Sin el valor de despreciar al enemigo y de conquistar la victoria, no se puede hablar de revolución, de guerra popular, ni mucho menos de victoria.

Es de mucha importancia también que los revolucionarios tomen muy en cuenta al enemigo tácticamente. Tampoco se puede triunfar en una guerra popular sin tomar en cuenta al enemigo tácticamente y sin estudiar las condiciones específicas, ser prudente, estudiar y perfeccionar cuidadosamente el arte de la lucha y adoptar formas de lucha adecuadas en la práctica concreta de la revolución de cada país y en cada problema concreto de lucha.

El materialismo dialéctico y el materialismo histórico nos enseñan que lo más importante no es lo que en determinado momento parece estable pero comienza ya a morir, sino lo que nace y se desarrolla, aunque en un momento dado parezca poco estable, ya que lo único insuperable es lo que se halla en estado de nacimiento y de desarrollo.

¿Por qué las fuerzas nacientes, aparentemente débiles, pueden vencer a las fuerzas decadentes, que parecen tan fuertes?. Porque con las fuerzas nacientes están la verdad y las masas populares, mientras las clases reaccionarias viven divorciadas de las masas populares y están opuestas a ellas.

Este ha sido comprobado por el triunfo de la revolución china y también por la historia de todas las revoluciones, por toda la historia de la lucha de clases y por la historia de la humanidad.

Los imperialistas tienen un miedo cerval a la tesis del c. Mao Tse-tung de que “el imperialismo y todos los reaccionarios son tigres de papel” y los revisionistas sienten un odio inveterado hacía ella. Ambos combaten y atacan esta tesis. Los filisteos siguen sus pasos ridiculizándola. Sin embargo, nada de esto puede desvalorizarla ni en lo más mínimo. El brillo de la verdad nadie lo puede empañar.

La teoría del c. Mao Tse-tung sobre la guerra popular no sólo ha dado respuesta a la cuestión de “atreverse o no a sostener semejante guerra”, sino también ha resuelto el problema de cómo llevarla a cabo.

El c. Mao Tse-tung es un gran estadista y experto militar que sabe cómo dirigir la guerra de acuerdo con las leyes que la rigen. Con la línea y la política, la estrategia y la táctica que elaboró para la guerra popular, el c. Mao Tse-tung dirigió al pueblo chino y, bajo condiciones extremadamente complejas y difíciles, condujo la nave de la guerra popular a la victoria, sorteando todos y cada uno de los escollos que se interponían en su camino de avance.

Es preciso subrayar que la tesis del c. Mao Tse-tung sobre el establecimiento de bases revolucionarias en el campo y la utilización del campo para rodear las ciudades tiene una prominente importancia práctica y universal para la lucha revolucionaria que libran hoy las naciones y pueblos oprimidos del mundo, y en particular para la lucha revolucionaria de las naciones y pueblos oprimidos de Asia, África y América Latina contra el imperialismo y sus lacayos.

Hoy en día, muchos países y pueblos de Asia, África y América Latina, son víctimas de la intensa agresión y sojuzgamiento del imperialismo acaudillado por los EE.UU y de sus lacayos. Las condiciones fundamentales políticas y económicas de un buen número de esos países tienen mucho en común con las que prevalecían en la vieja China. En ellos al igual que en la China de entonces, el problema campesino adquiere extrema importancia. Son los campesinos quienes constituyen la fuerza principal de la revolución nacional-democrática, dirigida contra el imperialismo y sus lacayos. Al agredir a esos países, los imperialistas siempre comienzan por ocupar las grandes ciudades y las vías de comunicación importantes, pero no están en condiciones de establecer su control total sobre las extensas zonas rurales. El campo, y sólo el campo, es la vasta zona donde los revolucionarios pueden marchar hacia la victoria final. Es por ello que la teoría del c. Mao Tse-tung sobre la creación de bases revolucionarias en las zonas rurales y la utilización del campo para rodear las ciudades ejerce una fuerza de atracción cada vez mayor sobre los pueblos de esas zonas.

Mirado el mundo en su conjunto, la América del Norte y la Europa Occidental pueden ser llamadas las “ciudades del mundo” y Asia, África y América Latina, sus “zonas rurales”. Después de la Segunda Guerra Mundial, por diversos motivos el movimiento revolucionario proletario en los países capitalistas de la América del Norte y de la Europa Occidental, se ha visto retardado temporalmente, mientras el movimiento revolucionario popular en Asia, África y América Latina se ha desarrollado con todo vigor. De modo, pues, que la revolución mundial de nuestros días también presenta, en cierto sentido, una situación en que las ciudades se ven rodeadas por el campo. La causa de la revolución mundial dependerá, en fin de cuentas, de la lucha revolucionaria de los pueblos de Asia, África y América Latina, que representan la mayoría abrumadora de la población mundial. Por lo tanto, los países socialistas deben considerar como su deber internacionalista el apoyar la lucha revolucionaria popular en Asia, África y América Latina.

La Revolución de Octubre abrió una nueva era en la revolución de las naciones oprimidas. Su triunfo tendió un puente entre la revolución socialista proletaria en Occidente y la revolución nacional-democrática en los países coloniales y semicoloniales de Oriente. Y la revolución china ha resuelto el problema de cómo enlazar en los países coloniales y semicoloniales la revolución nacional-democrática con la revolución socialista.

El c. Mao Tse-tung ha señalado que, en la época iniciada por la revolución de octubre, la revolución antiimperialista en cualquier país colonial o semicolonial ya no es una parte integrante de la vieja revolución mundial burguesa o capitalista, sino una parte integrante de la nueva revolución mundial, es decir, la revolución socialista proletaria.

El c. Mao Tse-tung ha formulado una teoría íntegra sobre la revolución de nueva democracia. Ha señalado que semejante revolución no puede ni debe ser ninguna otra que una revolución de las amplias masas populares, dirigidas por el proletariado, contra el imperialismo, el feudalismo y el capitalismo burocrático.

Esto significa que la dirección de esta revolución no pueden ni deben asumirla ninguna otra clase y ningún otro partido que no sea el proletariado y el auténtico partido revolucionario, armado con el marxismo-leninismo.

Esto significa que en esta revolución toman parte no sólo los obreros, los campesinos y los pequeño-burgueses urbanos, sino también la burguesía nacional y los demás demócratas patriotas y antiimperialistas. Esto significa que los enemigos a los que esta revolución se propone derrocar con el imperialismo, el feudalismo y el capitalismo burocrático.

La revolución de nueva democracia conduce al socialismo, y no al capitalismo.

La teoría del c. Mao Tse-tung de la revolución de nueva democracia es la teoría marxista-leninista del desarrollo por etapas y a la vez ininterrumpido de la revolución.

El c. Mao Tse-tung ha distinguido correctamente la etapa de la revolución nacional-democrática de la etapa de la revolución socialista, y al mismo tiempo ha vinculado la una con la otra correcta y estrechamente. La revolución nacional-democrática es la preparación necesaria para la revolución socialista, mientras esta última es la tendencia inevitable del desarrollo de la primera. Entre estas dos etapas de la revolución no se interpone una gran muralla. Pero, la revolución socialista es posible sólo después de consumada la revolución nacional-democrática. Cuando más a fondo se realiza esta, mejor se creen las condiciones previas para aquella.

La experiencia de la revolución china muestra que las tareas de la revolución nacional-democrática se cumplen sólo a través de una lucha dilatada y continua. En esta etapa de la revolución, el imperialismo y sus lacayos son los enemigos principales y en la lucha contra ellos, es necesario unir a todas las fuerzas patrióticas y antiimperialistas, incluyendo a la burguesía nacional y a todas las personalidades patrióticas. Todas las personalidades patriotas de la burguesía o de otras clases explotadoras, al incorporarse a la lucha antiimperialista, desempañan un papel progresista en la historia; el imperialismo no los tolera pero el proletariado los saluda.

Es muy perjudicial confundir la etapa de la revolución nacional-democrática con la etapa de la revolución socialista. El c. Mao Tse-tung criticó la errónea idea de “consumar ambas en una batalla” y señaló que semejante idea utópica sólo podía debilitar la lucha contra el imperialismo y sus lacayos, que era la tarea más urgente de aquel entonces. Durante la Guerra de Resistencia contra el Japón, los reaccionarios kuomintanistas y los trotskistas a sueldo de ellos confundieron intencionadamente estas etapas de la revolución china, propagando la llamada “teoría de una sola revolución” y clamando por el “socialismo” sin el Partido Comunista, Con esta teoría absurda, trataron de tragarse al Partido Comunista, liquidar de raíz toda revolución e impedir el avance de la revolución nacional-democrática; usaron esta teoría como pretexto para justificar su no resistencia al imperialismo y su capitulación ante él. Esta teoría reaccionaria fue enterrada hace mucho por la historia de la revolución china.

Hoy, los revisionistas jruchovistas propagan a más y mejor la posibilidad de implantar el socialismo sin el proletariado y sin un Partido verdaderamente revolucionario y armado con la avanzada ideología proletaria, echando por la borda las tesis fundamentales del marxismo-leninismo. Al difundir semejante afirmación no persiguen sino desviar la atención de las naciones oprimidas de la lucha antiimperialista, socavar la revolución nacional-democrática y servir al imperialismo.

La revolución china ha brindado la experiencia del cumplimiento exitoso y definitivo de la revolución nacional-democrática bajo la dirección del proletariado y de la transición exitosa y oportuna de dicha revolución en socialista bajo la dirección del proletariado.

El pensamiento de Mao Tse-tung es la guía para la victoria de la revolución china. Ha integrado la verdad universal del marxismo-leninismo con la práctica concreta de la revolución china y ha desarrollado de manera creadora el marxismo-leninismo proporcionando nuevas armas al arsenal general del marxismo-leninismo.

Vivimos una época en que, en todo el mundo, el capitalismo y el imperialismo se precipitan hacia su ruina y el socialismo y el comunismo marchan hacia la victoria. Además de ser producto de la revolución china, la teoría del c. Mao Tse-tung sobre la guerra popular conlleva las características de nuestra época. Las nuevas experiencias adquiridas desde la Segunda Guerra Mundial en las luchas revolucionarias populares de diversos países han corroborado continuamente que el pensamiento de Mao Tse-tung constituye un patrimonio común de los pueblos revolucionarios del mundo. Esta es la gran significación internacional del pensamiento de Mao Tse-tung.

 

 

DERROTAR AL IMPERIALISMO NORTEAMERICANO Y SUS LACAYOS CON LA GUERRA POPULAR

 

Después de la Segunda Guerra Mundial, el imperialismo norteamericano ocupó el lugar del fascismo alemán, japonés e italiano y ha venido tratando de dominar y esclavizar al mundo entero y establecer el gran Imperio de los Estados Unidos. Trabaja activamente por revivir el militarismo japonés y germanooccidental para que le sirvan de cómplices principales en el desencadenamiento de una guerra mundial. Cual un lobo hambriento, anda atropellando y esclavizando a los pueblos de diversos países, explotando sus riquezas, violando su soberanía e interviniendo en sus asuntos internos. Es el agresor más insolente que ha conocido la historia de la humanidad y el más feroz enemigo común de los pueblos del mundo. Todos los pueblos y países del mundo que están por la revolución, la independencia y la paz, tienen que apuntar el fin principal de su lucha contra el imperialismo norteamericano.

Así como la política del imperialismo japonés de subyugar a China hizo posible que nuestro pueblo se agrupara en el frente único más amplio posible para combatirlo, así la actual política del imperialismo norteamericano de pretender la hegemonía mundial también hace posible que los pueblos del mundo entero unan a todas las fuerzas susceptibles de ser unidas y formen un frente único lo más amplio posible para lanzarle un ataque convergente.

Los principales campos de batalla en la encarnizada lucha entre todos los pueblos del mundo, d un lado, y el imperialismo norteamericano y sus lacayos, del otro, se hallan ahora en las vastas regiones de Asia, África y América Latina. Desde un punto de vista mundial, éstas son las regiones en que los pueblos sufren mayor opresión del imperialismo y donde la dominación de éste es más vulnerable. Las crecientes tempestades revolucionarias que se han convertido en la fuerza más importante que golpea hoy directamente al imperialismo norteamericano. La contradicción entre los pueblos revolucionarios de Asia, África y América Latina y el imperialismo encabezado por los EE.UU., es la contradicción principal del mundo contemporáneo. El desarrollo de esta contradicción promueve la lucha de todos los pueblos del mundo contra el imperialismo norteamericano y sus lacayos.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, la guerra popular ha venido demostrando cada vez mejor su poderío en Asia, África y América Latina. Los pueblos de China, Corea, Vietnam, Laos, Cuba, Indonesia, Argelia y otros países han librado guerras populares contra el imperialismo y sus lacayos y conseguido grandes victorias. Aunque hayan diferido de un caso para otro, la amplitud y profundidad de la movilización de masas y aunque haya variado el grado de sus triunfos, la victoria se esas guerras populares ha debilitado e inmovilizado en gran medida la fuerza del imperialismo, ha asestado duros golpes al plan del imperialismo norteamericano de desencadenar una nueva guerra mundial y ha llegado a ser un poderoso factor en la defensa de la paz mundial.

Las condiciones son, hoy día más favorables que nunca para las guerras populares de los pueblos revolucionarios de Asia, África y América Latina contra el imperialismo norteamericano y sus lacayos.

A través de la Segunda Guerra Mundial y de los años subsiguientes de auge revolucionario en la postguerra, se ha elevado enormemente el nivel de conciencia política y el grado d organización de los pueblos de todos los países; se han aumentado considerablemente los recursos a su disposición para el apoyo y la ayuda mutuos. Todo el sistema capitalista imperialista se ha visto muy debilitado y vive en un proceso de creciente convulsión y desintegración. Luego de la Primera Guerra Mundial, los imperialistas se han visto impotentes para destruir la recién naciente Unión Soviética socialista, pudieron aplastar los movimientos revolucionarios y populares de algunos países en aquella parte del mundo donde dominaban y conseguir un corto período de estabilidad relativa. Después de la Segunda Guerra Mundial no sólo han sido incapaces de impedir que una serie de países emprendieran el camino del socialismo, sino que han sido impotentes también para frenar el impetuoso torrente de los movimientos revolucionarios populares en las zonas bajo su dominación.

El imperialismo norteamericano es más poderoso, pero a la vez más vulnerable que ningún otro imperialismo que haya conocido la historia. Se halla opuesto a los pueblos del mundo entero, incluido el pueblo norteamericano. Los recursos humanos, militares, materiales y financieros del imperialismo norteamericano están lejos de ser suficientes para la realización de sus ambiciones de dominio universal. El imperialismo norteamericano se ha debilitado al ocupar tantos lugares en el mundo, al extender tan lejos sus garras y abrir tan separadamente sus diez dedos, al mantener tan dispersas sus fuerzas, al tener tan atrás su retaguardia y tan extendida su línea de transporte. Precisamente como ha dicho el c. Mao Tse-tung, “Cada vez que comete la agresión en un lugar, se agrega un nuevo dogal al cuello. Ya se encuentra apretadamente asediado por los pueblos del mundo entero”.

Cuando invade otro país, el imperialismo norteamericano sólo puede emplear una porción de sus fuerzas, enviándolas lejos de sus fronteras a hacer una guerra injusta, con las consiguientes bajas morales de su gente y las numerosas dificultades que encuentra. Los pueblos víctimas de la agresión, en cambio, no se miden con el imperialismo norteamericano ni en Washington, ni en Nueva York, ni en Honolulu, ni en Florida, sino que combaten en su propio suelo natal por su independencia y libertad. Una vez movilizados ampliamente hacen sentir su fuerza inagotable. De esta manera, la superioridad no la tienen los EE. UU., sino los pueblos víctimas de la agresión. Estos aparentemente débiles y pequeños, son, en realidad, mucho más fuertes que el imperialismo norteamericano.

Las luchas de los pueblos de todos los países contra el imperialismo norteamericano se apoyan mutuamente y confluyen en un caudaloso torrente mundial contra el enemigo común. Mientras mayor sea el desarrollo victorioso de la guerra popular en uno u otro lugar, más fuerzas del imperialismo norteamericano se verán sujetas a la inmovilización y al desgaste. Al sentirse presionados en un sitio, los agresores yanquis no tendrán más remedio que aflojar sus garras en los demás, con lo cual las condiciones serán tanto más favorables para que los pueblos d otros lugares libren su lucha contra el imperialismo norteamericano y sus lacayos.

Todo es divisible. Y lo es también ese coloso, el imperialismo norteamericano. Puede ser dividido y derrotado. Los pueblos de Asia, África, América Latina y otras regiones están en condiciones de destruirlo por partes, golpeándolo unos en la cabeza, otros en los pies. He aquí por qué el imperialismo norteamericano teme más que nada las guerras populares que libran los pueblos del mundo, particularmente los de Asia, África y América Latina y ve en ellas una amenaza mortal.

El imperialismo norteamericano no cuenta más que con sus armas nucleares para amedrentar a los demás. Pero esas armas no pueden salvarlo de su ruina. Las armas nucleares no se pueden usar a la ligera. Los pueblos del mundo entero han venido condenando al imperialismo norteamericano por su monstruoso crimen de haber arrojado dos bombas atómicas en el Japón. Si vuelve a emplear armas nucleares, quedará extremadamente aislado. Además, hace tiempo que su monopolio de las armas nucleares ha sido roto. Las tiene él, y las tienen otros. Si amenaza a otros países con sus armas nucleares, colocará a su propio país bajo esa misma amenaza. De este modo, será objeto de una fuerte oposición no solamente de los pueblos del mundo, sino también del pueblo de su propio país. Aún cuando el imperialismo norteamericano tenga el descaro de emplear las armas nucleares, no podrá, con todo, doblegar a los pueblos indomables.

Por más desarrollados que sean los armamentos y los equipos técnicos modernos y por más complicados que sean los métodos de combate en las guerras modernas, el resultado de una guerra depende, en fin de cuentas, de los combates continuos de las tropas terrestres, de los encuentros a corta distancia en el campo de batalla, de la conciencia política, la valentía y el espíritu de sacrificio del hombre. Aquí es donde quedan totalmente al desnudo las debilidades del imperialismo norteamericano, mientras se pone en pleno juego la superioridad de los pueblos revolucionarios. Las fuerzas armadas reaccionarias del imperialismo norteamericano son ajenas a la valentía y espíritu de sacrificio de los pueblos revolucionarios. La bomba atómica espiritual de los pueblos revolucionarios es mucho más potente y útil que la bomba material.

Es Vietnam donde se asiste en este momento, al ejemplo más convincente de que los pueblos víctimas de la agresión pueden derrotar al imperialismo norteamericano con una guerra popular. Los Estados Unidos han hecho del Sur de Vietnam un polígono experimental para la represión de la guerra popular. Han venido efectuando este experimento desde hace años, y ahora es evidente para todo el mundo que los agresores norteamericanos no pueden encontrar ningún medio de hacer frente a la guerra popular. El pueblo vietnamita, por su parte, ha desplegado a plenitud todo el poderío de la guerra popular en su lucha contra los agresores norteamericanos. Estos se ven en el peligro de perecer ahogados en la guerra popular de Vietnam. Dominados por el temor a que su derrota en Vietnam desate una reacción en cadena, están extendiendo la guerra en el intento de salvarse de la derrota. No obstante, mientras más extiendan la guerra, mayor será la reacción en cadena; mientras más escalones suba el imperialismo yanqui en su guerra, más estruendosa será su caída y más catastrófica su derrota. Los pueblos de otros partes del mundo verán aún más claramente que el imperialismo norteamericano puede ser derrotado y que lo que ha hecho el pueblo de Vietnam, también lo pueden hacer ellos.

La historia ha comprobado y seguirá comprobando que la guerra popular es el arma más eficaz para hacer frente al imperialismo norteamericano y sus lacayos. Y a fin de combatirlos, todos los pueblos revolucionarios del mundo aprenderán a realizar la guerra popular; empuñarán las armas si todavía no las tienen, sabrán combatir si todavía no lo saben y se tornarán maestros en la guerra popular si todavía no lo son. El imperialismo norteamericano, que, como un bisonte enloquecido, corre desesperado de acá para allá, será finalmente reducido a cenizas en las llamas de las guerras populares que el mismo ha encendido.

 

 

LOS REVISIONISTAS JRUSCHOVISTAS SON TRAIDORES A LA GUERRA POPULAR

 

Los revisionistas jruschovistas acuden en socorro del imperialismo norteamericano en un momento en que éste, como nunca, es presa del pánico en su impotencia frente a la guerra popular. Coordinando estrechamente sus acciones con las del imperialismo norteamericano, no escatiman esfuerzos para echar rodar toda suerte de calumnias en contra de la guerra popular y por doquier fraguan pública o sigilosamente intrigas encaminadas a torpedearla.

La oposición de los revisionistas jruschovistas a la guerra popular se explica fundamentalmente por su desconfianza hacia las masas populares y por su temor al imperialismo norteamericano, a la guerra y a la revolución. Lo mismo que todos los demás oportunistas, son ciegos ante el poderío de las masas populares y no creen que los pueblos revolucionarios son capaces de vencer al imperialismo. Ceden ante el chantaje nuclear del imperialismo norteamericano, por temor a que éste monte en cólera en caso de que se produzcan guerras populares de los pueblos y naciones oprimidos o réplicas de los pueblos de los países socialistas a su agresión, y a que esto les implique en un lío y eche a perder su sueño dorado de cooperación soviético-norteamericana para dominar el mundo.

Desde la gran Revolución de Octubre, dirigida por Lenin, hasta la fecha, la experiencia de innumerables guerras revolucionarias ha comprobado la verdad de que es el pueblo revolucionario el que, empezando con los puños desnudos, acaba por vencer a las fuerzas armadas imperialistas, dotadas de las armas más modernas como aviones, tanques, cañones y bombas atómicas. Son las guerrillas las que acaban por vencer a los ejércitos regulares. Son los “rústicos”, que nunca han cursado estudios en escuelas militares, los que acaban por vencer a los “profesionales” graduados en academias militares así sucesivamente. Como si fuera de intento, las cosas se desarrollan en sentido inverso a las aserciones de los revisionistas, abofeteándolos en pleno rostro.

Los revisionistas jruschovistas afirman que una nación sin armas nucleares, sean cuales sean los métodos de operación que adopte, es incapaz de triunfar sobre un adversario que las posea. Eso equivale a decir que quién no tenga armas nucleares merece estar condenado a pasarlo pésimamente, a ser atropellado y aniquilado, sin más remedio que rendirse ante las armas nucleares del adversario o recurrir a la “protección” de alguna otra potencia nuclear colocándose a su merced. ¿No es esto la típica ley de la selva?. ¿No equivale a prohibir abiertamente a otros hacer la revolución?

Los revisionistas jruschovistas afirman que las armas nucleares y las tropas coheteriles estratégicas lo deciden todo, que las unidades convencionales no valen un comino y que las milicias populares no pasan de ser un montón de carne humana. Con argumentos tan absurdos como éste, se proponen a que los países socialistas movilicen a las masas populares, se apoyen en ellas y se preparen para hacer frente a la agresión imperialista con una guerra popular. Apuestan todo el destino de la nación a las armas nucleares, haciendo un juego nuclear y un negociado político con el imperialismo norteamericano. Su teoría de estrategia militar es la teoría de que “las armas nucleares lo deciden todo”. La línea suya para la construcción del ejército es una línea burguesa que consiste en ver únicamente el factor material perdiendo de vista el factor hombre y en valorar sólo la técnica reduciendo a la nada el factor político.

Los revisionistas jruschovistas afirman que cualquier “chispa” en la tierra puede provocar una guerra nuclear mundial y destruir a la humanidad. De ser cierta esta aseveración, nuestro planeta ya habría sido destruido incontables veces. Pero en los veinte años de la postguerra se han librado guerras de liberación nacional en ininterrumpida sucesión y, ¿cuál de ellas ha desembocado en una guerra mundial? ¿No son precisamente las guerras de liberación nacional de Asia, África y América Latina las que han frustrado los planes del imperialismo norteamericano de desencadenar una guerra mundial? En cambio, aquellos que trataban por todos los medios de apagar la “chispa” de la guerra popular han envalentonado de hecho al imperialismo norteamericano en su arrogancia agresiva y belicosa.

Los revisionistas jruschovistas afirman que basta poner en práctica su línea general de “coexistencia pacífica, transición pacífica y competencia pacífica”, para que los oprimidos se vean liberados y para llegar a “un mundo sin armas, sin ejércitos y sin guerras”. Pero la inexorable realidad es que el imperialismo y la reacción, encabezados por los Estados Unidos están reforzando frenéticamente su máquina de guerra, están reprimiendo a sangre y fuego diariamente a los pueblos revolucionarios, están realizando a diario agresiones armadas y amenazas contra los países independizados. Semejantes disparates del revisionismo jruschovistas han causado ya gran pérdida de vidas en algunos países. ¿No son aún suficientes estas dolorosas lecciones pagadas con sangre? La esencia de la línea general del revisionismo jruschovista no es otra cosa que el intento de hacer que los pueblos y naciones oprimidas y los países independizados depongan las armas y se entreguen a la voracidad del imperialismo norteamericano y sus lacayos, éstos si armados hasta los dientes.

“Los mandarines se permiten prender fuego a las casas del pueblo, mientras a éste le prohíben encender sus lámparas”. Tal es el modo de proceder de los imperialistas y reaccionarios. Haciendo suya esta filosofía imperialista, los revisionistas jruschovistas le gritan al pueblo chino: “Ustedes son belicosos” Señores, ese insulto de ustedes es para nosotros una gloria. La belicosidad nuestra es provechosa para impedir que los imperialistas desencadenen una guerra mundial. La “belicosidad” del pueblo tiene por objeto su defensa propia. Son los imperialistas y reaccionarios los que se la han impuesto. Ellos también son los que se lo han enseñado. No hacemos más que oponer la “belicosidad” revolucionaria a la belicosidad contrarrevolucionaria. ¿Cómo se podría permitir a los imperialistas y sus lacayos que masacren a destajo, y prohibir a los pueblos que les respondan golpe por golpe en defensa propia y se ayuden mutuamente? ¿Dónde puede hallarse semejante lógica en el mundo? Al calificar de “sensatos” a imperialistas como Kennedy y Johnson y tildarnos de “belicosos” a nosotros y a todos los que tienen la valentía de defenderse con las armas contra la agresión imperialista, los revisionistas jruschovistas se han desenmascarado completamente como cómplices de los bandoleros imperialistas.

Sabemos que la guerra acarrea estragos, sacrificios y sufrimientos al pueblo. Pero si el pueblo no resiste a la agresión armada de los imperialistas y se resigna a ser esclavo, se verá condenado a estragos, sacrificios y sufrimientos mayores. En la guerra revolucionaria, el sacrificio de un pequeño número de personas se recompensa con la seguridad de toda la nación, de todo el país y hasta de toda la humanidad; y, a costa de sufrimientos temporales, se logrará una paz y una felicidad duraderas, perpetuas inclusive. La guerra templa al pueblo y hace avanzar la historia. En este sentido, se puede decir que la guerra es una gran escuela.

Refiriéndose a la Primera Guerra Mundial, Lenin dijo:

“La guerra ha sumido en el hambre a los países más civilizados, más desarrollados en el aspecto cultural. Más, de otra parte, la guerra, como un ingente proceso histórico, ha acelerado de modo inaudito el desarrollo social”

Y dijo también:

“Con sus inauditos horrores y sufrimientos, la guerra ha sacudido a las masas, las ha despertado. La guerra ha impulsado a la historia, que avanza en nuestros días con la velocidad de una locomotora”.

De ser cierta la afirmación de los revisionistas jruschovistas, ¿no habría sido Lenin el mayor “belicoso”?

En oposición a los puntos de vista de los revisionistas jruschovistas, los marxistas-leninistas y los pueblos revolucionarios nunca miran la guerra desde un punto de vista sentimental. Respecto a las guerras de agresión desencadenadas por los imperialistas, nuestra actitud siempre ha sido muy clara: primero, nos oponemos a ellas, y segundo, no las tememos. Liquidaremos a quien nos ataque. En cuanto a las guerras revolucionarias sostenidas por las naciones y pueblos oprimidos, no sólo no nos oponemos a ellas, sino que, al contrario, les brindamos siempre firme apoyo y ayuda activa. Así lo hicimos, así lo estamos haciendo y en el futuro, con el crecimiento de nuestras fuerzas, lo haremos en medida aún mayor. ¡Que miserable quimera creer que también nosotros vayamos a perder la voluntad de lucha revolucionaria, a abandonar la causa revolucionaria mundial y a arrojar por la borda el marxismo-leninismo y el internacionalismo proletario a causa de la victoria de nuestra revolución, del progreso de nuestra construcción nacional, del crecimiento de nuestra riqueza nacional y del mejoramiento de nuestras condiciones de vida! Desde luego, la revolución se produce sólo cuando ya llega a ser exigencia del pueblo de un determinado país. Y es posible derribar por medio de la lucha el dominio reaccionario del imperialismo y sus lacayos sólo cuando el pueblo está consciente, movilizado, organizado y armado. Nadie del exterior puede reemplazarlo para hacer la revolución. En este sentido, la revolución no se importa. Pero esto no excluye la solidaridad y el apoyo mutuos de los pueblos revolucionarios en su lucha contra el imperialismo y sus lacayos. Nuestro apoyo y ayuda a los pueblos revolucionarios contribuye a la lucha que éstos realizan apoyándose en sus propias fuerzas.

La propaganda de los revisionistas jruschovistas en contra de la guerra popular y la difusión que hacen del derrotismo y del capitulacionismo, tienden a desmoralizar y desarmar espiritualmente a todos los pueblos revolucionarios del mundo. Estos revisionistas están haciendo lo que por sí mismos no pueden hacer los imperialistas norteamericanos, prestándoles así un gran servicio. Han envalentonado enormemente a los imperialistas norteamericanos en sus aventuras bélicas. Han renegado completamente de la teoría revolucionaria del marxismo-leninismo sobre la guerra, y han degenerado en traidores a la guerra popular.

A fin de llevar a cabo victoriosamente la lucha contra el imperialismo norteamericano y sostener con éxito la guerra popular, los marxistas-leninistas y los pueblos revolucionarios de todo el mundo deben combatir resueltamente al revisionismo jruschovista.

Actualmente, al revisionismo jruschovista se le viene reduciendo cada vez más su mercado entre los pueblos revolucionarios del mundo. Donde haya agresión y represión armadas por parte de los imperialistas y sus lacayos, habrá guerra popular contra la agresión y la opresión. La guerra popular ha de desarrollarse vigorosamente. Esta en una ley objetiva, independiente de la voluntad tanto de los imperialistas norteamericanos como de los revisionistas jruschovistas. Los pueblos revolucionarios del mundo son capaces de barrer todo lo que se interponga en su camino de avance. Jruschov ya se vino abajo, y los continuadores del revisionismo jruschovista no correrán mejor suerte. Los imperialistas, los reaccionarios y los revisionistas jruschovistas, que se oponen a la guerra popular, serán barridos del escenario de la historia por la escoba de hierro de los pueblos revolucionarios.

 

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En los veinte años transcurridos desde la victoria de la Guerra de Resistencia contra el Japón, se han operado grandes cambios en China y en todo el mundo, cambios que han hecho la situación todavía más favorable para los pueblos revolucionarios y desfavorable para los imperialistas y sus lacayos.

Cuando los imperialistas japoneses iniciaron la guerra de agresión contra China, el pueblo chino sólo contaba con un pequeño ejército popular y una pequeña base de apoyo revolucionaria, frente al mayor déspota militar de Oriente. Aún entonces, el c. Mao Tse-tung dijo que la guerra popular de China triunfaría y que el imperialismo japonés sería derrotado. Hoy día, las bases de apoyo revolucionarias de los pueblos del mundo han alcanzado proporciones sin precedentes, y sus movimientos revolucionarios experimentan un auge hasta ahora desconocido, mientras que el imperialismo es más débil que nunca y su cabecilla, el imperialismo norteamericano, viene sufriendo una derrota tras otra. Podemos decir con tanta mayor confianza que las guerras populares en diversos países triunfarán y que el imperialismo norteamericano será derrotado.

Los pueblos del mundo tienen a su disposición las experiencias de la Revolución de Octubre, de la Guerra Antifascista, de la Guerra de Resistencia contra el Japón y la Guerra de Liberación del pueblo chino, de la Guerra de Resistencia del pueblo coreano contra los Estados Unidos, de la Guerra de Liberación del pueblo vietnamita y su guerra de Resistencia contra los Estados Unidos y de las luchas armadas revolucionarias de los pueblos de muchos países. Siempre que sepan estudiar estas experiencias y conjugarlas, de manera creadora, con la práctica concreta de la revolución de sus respectivos países, los pueblos revolucionarios representarán sin lugar a dudas epopeyas aún más imponentes y espléndidas en el escenario de la guerra popular de sus respectivos países y enterrarán de una vez y para siempre al enemigo común de todos los pueblos, el imperialismo yanqui y sus lacayos.

La lucha de salvación nacional del pueblo vietnamita contra la agresión norteamericana es el foco en que converge la actual lucha de todos los pueblos del mundo contra el imperialismo norteamericano. El pueblo chino está inflexiblemente determinado a apoyar esta lucha del pueblo vietnamita. Recurran a lo que recurran los imperialistas norteamericanos para extender sus aventuras bélicas, el pueblo chino no dejará de hacer todo lo que pueda en apoyo del pueblo vietnamita hasta que sea expulsado de Vietnam el último de los agresores yanquis.

Los imperialistas norteamericanos vienen alardeando de una nueva prueba de fuerzas con el pueblo chino y sobre una nueva guerra terrestre de grandes proporciones en el continente asiático. Si insisten en seguir el camino recorrido por los fascistas japoneses, pues bien, que hagan lo que se les antoje. Al pueblo chino no le faltan medios para hacer frente a la guerra de agresión del imperialismo norteamericano. Nuestros métodos no son ningún secreto. El más importante sigue siendo el ya bien sabido: movilizar al pueblo, apoyarnos en él, hacer de cada persona un soldado y emprender una guerra popular.

Podemos decirles una vez más a los imperialistas norteamericanos: el gran océano que forman cientos de millones de chinos en armas será más que suficiente para sumergir a millones de soldados agresores de ustedes. Si ustedes se atreven a imponernos la guerra, nos darán libertad de acción. Entonces, no dependerá de ustedes cómo se haga la guerra. Pelearemos en la forma que más convenga para aniquilar al enemigo y daremos batallas allí donde nos resulte más fácil aniquilarlo. Si el pueblo chino pudo derrotar a los agresores japoneses hace veinte años, tiene ahora aún mayor capacidad para acabar con los agresores norteamericanos. La superioridad naval y aérea de que tanto se jactan ustedes no puede amedrentar al pueblo chino, ni tampoco las bombas atómicas que ustedes blanden. Si quieren enviar tropas aquí, que vengan, y mientras más, mejor. Aniquilaremos a cuantos vengan, y podremos extenderles un recibo de lo que hayamos consumido. El pueblo chino es un pueblo de gran valor y resolución. Tenemos la valentía para echarnos al hombro la pesada carga de combatir al imperialismo norteamericano y hacer la aportación que nos corresponde en la lucha por vencer definitivamente al enemigo más feroz de los pueblos del mundo entero.

Hay que señalar con toda solemnidad que a raíz de la victoria de la Guerra de Resistencia contra el Japón, Taiwan fue reintegrada ya a China. El imperialismo norteamericano no tiene ninguna justificación para ocupar Taiwan. La provincia de Taiwán es parte inalienable del territorio chino. El imperialismo norteamericano debe marcharse de allí. El pueblo chino liberará Taiwán.

Al conmemorar el vigésimo aniversario de la victoria de la guerra de resistencia contra el Japón, tenemos que hacer constar también con toda solemnidad que los militaristas japoneses, apuntalados por el imperialismo yanqui, sufrirán ineludiblemente castigos aún más severos si, a despecho de la firme oposición del pueblo japonés y de los demás pueblos asiáticos, insisten en acariciar su antiguo sueño y volver al viejo camino de la agresión en Asia.

El imperialismo norteamericano está preparando una guerra mundial. Pero, ¿acaso podrá con ello salvarse de su ruina?. A raíz de la primera guerra mundial, nació la Unión Soviética socialista. Después de la segunda Guerra mundial, surgieron una serie de países socialistas así como muchos países nacionalmente independientes. Si atropellando todo, los imperialistas norteamericanos, desencadenan una tercera guerra mundial, puede afirmarse que, como resultado de ésta, sin falta pasarán a vivir en el socialismo otros centenares de millones de personas; a los imperialistas no les quedará espacio en el mundo; y hasta posiblemente se derrumbará todo el sistema imperialista.

Miramos con optimismo el porvenir del mundo. Estamos firmemente convencidos de que los pueblos pondrán término a la época de las guerras en la historia de la humanidad. Ya hace tiempo que el c. Mao Tse-tung señaló: “La guerra, este monstruo de matanza entre los hombres, será liquidada al fin y al cabo en un futuro no muy lejano, por el progreso de la sociedad humana. Pero sólo hay un medio para eliminarla: oponer la guerra a la guerra, oponer la guerra revolucionaria a la guerra contrarrevolucionaria”.

¡Pueblos víctimas de la agresión, opresión y saqueo del imperialismo yanqui, uníos y mantened en alto la justa bandera de la guerra popular para luchar por la causa de la paz mundial, la liberación nacional, la democracia popular y el socialismo! ¡¡La victoria será de todos los pueblos del mundo!!

¡¡VIVA EL TRIUNFO DE LA GUERRA POPULAR !!