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V. I. Lenin


Nuevos acontecimientos y viejos problemas

 




Escrito: Entre el 2 de noviembre y el 1 de diciembre de 1902.
Primera publicación: En "Iskra", N� 29.1 de diciembre de 1902.
Fuente: Tomado de V. I. Lenin, Obras completas, tomo 6, p�gs. 247-252
Digitalizado para el MIA: Daniel Gaido, 2014.



 

Por lo visto, la breve" calma" que ha distinguido al medio a�o �ltimo o a los tres trimestres �ltimos de nuestro movimiento revolucionario �en comparaci�n con el r�pido e impetuoso desarrollo precedente del mismo- empieza a tocar a su fin. Por fugaz que haya sido esta "calma", por evidente que haya sido para todo observador atento y avisado que la ausencia (durante ese corto tiempo) de manifestaciones abiertas de la indignaci�n masiva de los obreros no significa en modo alguno que haya cesado el crecimiento de esa indignaci�n en profundidad y en extensi�n, sin embargo, entre nuestra intelectualidad de esp�ritu revolucionario �que, con frecuencia, no tiene una s�lida ligaz�n con la clase obrera ni firmes principios de convicciones socialistas definidas� han empezado a dejarse o�r, de una parte, numerosas voces de desaliento y falta de fe en el movimiento obrero de masas, y, de otra, voces en favor de que se reincida en la vieja t�ctica de atentados pol�ticos como m�todo de lucha pol�tica necesario y obligatorio en la actualidad. Durante los pocos meses transcurridos desde las manifestaciones de la temporada pasada se ha formado ya en nuestro pa�s el "partido" de los "socialistas-revolucionarios", que ha hablado a plena voz de la impresi�n desalentadora de las manifestaciones; de que "el pueblo, �ay!, no se levantar� tan pronto", de que es f�cil, naturalmente, hablar y escribir de armar a las masas, pero que ahora hay que emprender la "acci�n individual", sin rehuir la imperiosa necesidad del terror individual con manidas invocaciones a una misma tarea, a una tarea exclusiva (�aburrida y "carente de inter�s" para un intelectual libre de la fe "dogm�tica" en el movimiento obrero!): la tarea de hacer agitaci�n entre las masas del proletariado y de organizar el embate masivo.

Pero estalla en Rostov del Don una de las huelgas [14] m�s corrientes y "habituales", a primera vista, y origina unos acontecimientos que muestran paladinamente toda la insensatez y toda la nocividad del intento hecho por los socialistas-revolucionarios de restaurar el movimiento de Nar�dnaya Volia con todos sus errores te�ricos y t�cticos. La huelga, que abarca a muchos miles de obreros y que tiene su origen en reivindicaciones de car�cter puramente econ�mico, se transforma con rapidez en un acontecimiento pol�tico, a pesar de participar en ella un n�mero insuficiente en extremo de fuerzas revolucionarias organizadas. La muchedumbre popular �que, seg�n testimonio de algunos participantes, llega a 20.000 � 30.000 personas� celebra asambleas pol�ticas que asombran por su seriedad y organizaci�n, en las que se leen y comentan con avidez proclamas socialdem�cratas, se pronuncian discursos pol�ticos, se explican a los representantes m�s fortuitos y menos preparados del pueblo 'trabajador las verdades m�s elementales del socialismo y de la lucha pol�tica, se dan lecciones pr�cticas y "concretas" de comportamiento con los soldados y de c�mo dirigirse a �stos. La direcci�n de las empresas y la polic�a pierden la cabeza (�tal vez, en parte, por su inseguridad en las tropas?) y resultan impotentes para impedir que durante varios d�as se efect�en reuniones pol�ticas de masas al aire libre, como no se hab�an visto en Rusia. Y cuando, por �ltimo, se recurre a la fuerza militar, la multitud opone encarnizada resistencia y el asesinato de un camarada sirve de motivo para una manifestaci�n pol�tica al d�a siguiente ante su cad�ver. Por lo dem�s, los socialistas-revolucionarios comprenden las cosas, probablemente, de otro modo y, a su juicio, habr�a sido quiz� "m�s conveniente" que los seis camaradas asesinados en Rostov hubiesen dado su vida por atentar contra tales o cuales energ�menos de la polic�a.

Nosotros, en cambio, creemos que tales movimientos de masas, ligados al crecimiento, evidente para todos, de la conciencia pol�tica y de la actividad revolucionaria de la clase obrera, son los �nicos que merecen el nombre de actos aut�nticamente revolucionarios- y los �nicos capaces de infundir verdadero aliento a quienes luchan por la revoluci�n rusa. No vemos aqu� la famosa "acci�n individual", cuyo nexo con las masas consiste tan s�lo en declaraciones verbales, en an�nimos condenando a muerte a tal o cual verdugo, etc. Vemos una acci�n efectiva de la multitud, y la falta de organizaci�n, la impreparaci�n, la espontaneidad de esta acci�n nos recuerdan cu�n torpe es exagerar nuestras fuerzas revolucionarias, cu�n criminal es despreciar la tarea de llevar a esta multitud, que lucha de verdad ante nuestros ojos, una organizaci�n y una preparaci�n cada vez mayores. La �nica tarea digna de un revolucionario no consiste en dar, por medio de unos disparos, motivo para la excitaci�n, elementos para la agitaci�n y el pensamiento pol�tico; consiste en aprender a elaborar, utilizar y tomar en sus manos el material que proporciona en cantidad m�s que suficiente la vida rusa. Los socialistas-revolucionarios no pueden envanecerse de que sea grande la influencia "agitadora" de los asesinatos pol�ticos, de los que tanto se cuchichea en los salones de los liberales y en las tabernas del Pueblo sencillo. A ellos no les cuesta nada (�para algo est�n emancipados de todos los dogmas estrechos de una teor�a socialista m�s o menos definida!) sustituir (o, aunque s�lo sea, completar) la educaci�n pol�tica del proletariado con el sensacionalismo pol�tico. Nosotros consideramos, por el contrario, que s�lo pueden tener influencia real y seriamente "agitadora" (excitante), y no s�lo excitante, sino tambi�n (y esto es mucho m�s importante) educativa, los acontecimientos en los que el protagonista es la propia masa y que son originados por su estado de �nimo, y no escenificados "con fines especiales" por una u otra organizaci�n. Opinamos que un centenar de regicidios jam�s producir�n la influencia excitante y educativa que ejerce la sola participaci�n de decenas de miles de obreros en asambleas en las que se examinan sus intereses vitales y el nexo entre la pol�tica y estos intereses; la influencia que ejerce esta participaci�n en la lucha, que pone en pie realmente a nuevos y nuevos sectores "biso�os" del proletariado, alz�ndoles a una vida m�s consciente, a una lucha revolucionaria m�s amplia. Se nos habla de la desorganizaci�n del gobierno (obligado a remplazar a los se�ores Sipiaguin por los se�ores Pleve y a "reclutar" a su servicio a los m�s viles rufianes); pero nosotros estamos convencidos de que sacrificar a un solo revolucionario, aunque sea por diez canallas, significa �nicamente desorganizar nuestras propias filas, ya de por s� escasas, tan escasas que no pueden atender a toda la labor que les "exigen" los obreros. Opinamos que la verdadera desorganizaci�n del gobierno se consigue s�lo cuando las amplias masas, realmente organizadas por la propia lucha, obligan al gobierno a desconcertarse; cuando la legitimidad de las reivindicaciones de los componentes avanzados de la clase obrera es esclarecida ante la multitud en la calle y comienza a ser esclarecida incluso entre una parte de las tropas llamadas a "pacificar"; cuando a las acciones militares contra decenas de miles de hombres del pueblo precede la vacilaci�n de las autoridades, que carecen de toda posibilidad real de determinar a d�nde conducir�n esas acciones militares; cuando la multitud ve y reconoce en los muertos en el campo de la guerra civil a sus camaradas, a sus compa�eros, y acumula nuevas reservas de odio y el deseo de una lucha m�s resuelta contra el enemigo. Entonces no es ya un canalla, sino todo el r�gimen actual el que aparece como enemigo del pueblo, contra el cual se conjuran las autoridades locales y las de Petersburgo, la polic�a, los cosacos y el ej�rcito, sin hablar ya de los gendarmes y de los tribunales, que son el complemento y la coronaci�n, como siempre, de toda insurrecci�n popular.

S�, insurrecci�n. Por lejos que est� de la "verdadera" insurrecci�n el comienzo de este movimiento, aparentemente huelgu�stico, en una lejana ciudad de provincias, su prosecuci�n y su final hacen pensar, qui�rase o no, en la insurrecci�n. Lo ordinario del motivo de la huelga y el car�cter nimio de las reivindicaciones presentadas por los obreros acent�an con particular vigor la poderosa fuerza de la solidaridad del proletariado, que ha visto de golpe que la lucha de los obreros ferroviarios es su propia causa com�n; la disposici�n del proletariado a aceptar las ideas pol�ticas, la pr�dica pol�tica, y su decisi�n de defender con su pecho, en combate abierto con las tropas, el derecho a una vida libre y al libre desarrollo, derecho que es ya patrimonio com�n y elemental de todos los obreros que piensan. Ten�a mil veces raz�n el Comit� del Don, que en la proclama reproducida �ntegramente m�s abajo, hablaba "a todos los ciudadanos" de la huelga de Rostov como de uno de los episodios que conducen al ascenso general del movimiento obrero ruso bajo la reivindicaci�n de libertad pol�tica. En los acontecimientos de este g�nero observamos clara y efectivamente que la insurrecci�n armada de todo el pueblo contra el gobierno autocr�tico madura no s�lo como idea en los cerebros y en los programas de los revolucionarios, sino tambi�n como el paso siguiente, inevitable, pr�ctico y natural del propio movimiento, como resultado de la creciente indignaci�n, de la creciente experiencia y de la creciente audacia de las masas, que est�n recibiendo de la realidad rusa lecciones tan valiosas y una educaci�n tan magn�fica.

He dicho paso inevitable y natural, pero me apresuro a hacer esta reserva: s�lo a condici�n de que no consintamos apartamos ni un paso de la tarea que se nos echa encima, que pende sobre nosotros, de ayudar a estas masas que se alzan ya y ponerlas en pie con mayor audacia y unanimidad, de proporcionarles no dos, sino decenas de oradores callejeros y de dirigentes, y crear una verdadera organizaci�n de combate, capaz de orientar a las masas, y no una pretendida "organizaci�n de combate" que orienta (si es que orienta) a unas personas invisibles. Esta tarea es dif�cil, ni que decir tiene; pero podemos con perfecto derecho modificar las palabras de Marx, tan a menudo y con tanto desacierto repetidas en los �ltimos tiempos, y decir: "Cada paso de movimiento real vale m�s que una docena" de atentados y acciones individuales, es m�s importante que cientos de organizaciones y "partidos" exclusivamente intelectuales [15].

A la par con la batalla de Rostov pasan al primer plano de los hechos pol�ticos de los �ltimos tiempos las condenas a presidio impuestas a manifestantes. El gobierno ha decidido intimidar por todos los medios, desde el l�tigo hasta el presidio. Pero �qu� magn�fica ha sido la respuesta de los obreros, cuyos discursos ante el tribunal reproducimos m�s abajo! �Qu� aleccionadora es esta respuesta para todos los que han alborotado tanto a prop�sito de la influencia desalentadora de las manifestaciones, no con el fin de estimular la ulterior labor en esa misma direcci�n, sino con miras a predicar la famosa acci�n individual! Estos discursos son un admirable comentario, salido de lo m�s hondo del proletariado, a acontecimientos como los de Rostov y, a la vez, una magn�fica declaraci�n (una "confesi�n p�blica", dir�a yo, si esto no fuese un t�rmino espec�ficamente polic�aco) que in-funde ilimitado aliento a la prolongada y ardua labor de asegurar pasos "reales" del movimiento. Es admirable en estos discursos la exposici�n sencilla y verdaderamente exacta de c�mo se realiza la transici�n de los hechos m�s cotidianos, repetidos a decenas y centenares de millones, de "opresi�n, miseria, esclavitud, humillaciones y explotaci�n" de los obreros en la sociedad contempor�nea, al despertar de su conciencia, al crecimiento de su "indignaci�n", a la manifestaci�n revolucionaria de esta indignaci�n (he puesto entre comillas las expresiones que he tenido que emplear para caracterizar los discursos de los obreros de Nizhni-N�vgorod, pues son las mismas famosas palabras de Marx de las �ltimas p�ginas del primer tomo de El Capital, que han suscitado por parte de los "cr�ticos", oportunistas, revisionistas, etc., tantas ruidosas y vanas tentativas de refutar a los socialdem�cratas y acusarles de no decir la verdad).

Precisamente porque han pronunciado estos discursos obreros sencillos, en modo alguno avanzados por el grado de su desarrollo, e incluso no como miembros de una organizaci�n determinada, sino como hombres de la multitud; precisamente porque han insistido, no en sus convicciones personales, sino en los hechos de la vida de cada proletario o semiproletario de Rusia, producen una impresi�n tan alentadora sus conclusiones: "Por eso hemos ido conscientemente a la manifestaci�n contra el gobierno autocr�tico". El car�cter corriente y "masivo" de estos hechos, de los que dichos obreros han deducido esta conclusi�n, es la garant�a de que a esta misma conclusi�n pueden llegar, y llegar�n inevitablemente, miles, decenas y centenares de miles, si sabemos proseguir, ampliar y consolidar la influencia revolucionaria (socialdem�crata) sistem�tica, firme desde el punto de vista de los principios y ejercida en todos los aspectos sobre ellos. Estamos dispuestos a ir a presidio por luchar contra la esclavitud pol�tica y econ�mica, ya que hemos sentido los aires de la libertad -han dicho cuatro obreros de Nizhni-N�vgorod. Estamos dispuestos a ir a la muerte: les han respondido miles de voces en Rostov, conquistando por espacio de unos cuantos d�as la libertad de reuniones pol�ticas y rechazando toda una serie de ataques militares a la multitud inerme.

Con este signo, vencer�s: es lo que nos queda por decir a los que tienen ojos para ver y o�dos para o�r.

 

 

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Notas

[14] La huelga de Rostov del Don tuvo lugar del 2 al 25 de noviembre de 1902.

[15] Lenin se refiere a las siguientes palabras de una carta de Marx a W. Bracke, fechada el 5 de mayo de 1875: "Cada paso de movimiento real vale m�s que una docena de programas".