Edvard Kardelj

 

Sobre la autogestión de los trabajadores

 

 


Fuente del texto: Democracia socialista en Yugoslavia, Belgrado, s.f., páginas 17-20. Extractado de E. Kardelj, Obras, tomo IV, edición "Kultura", Belgrado, 1960, páginas 185, 186, 187, y 188—190.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2017.


 

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Conviene destacar, ante todo, que los Consejos obreros han llegado a ser un factor político extremadamente fuerte del socialismo, en que la tendencia socialista espontánea de la clase obrera se une, lo más integralmente posible, a su acción socialista consciente. Se ha patentizado que los Consejos obreros, en colaboración con la comuna, pueden reemplazar totalmente, en la gestión directa de la producción, tanto al capitalismo como al aparato administrativo del Estado. Las "predicciones" según las cuales, los Consejos obreros destruirán la producción y la economía, se han revelado como falsas, reaccionarias y calculadas de forma y manera a comprometer el cometido histórico de la clase obrera como soporte de la evolución social hacia el socialismo; de la misma manera que eran reaccionarias y falsas las especies con que se pretendía que la clase obrera sería la ruina de la sociedad, en caso de adueñarse del poder. En realidad, son precisamente los Consejos obreros los que, generalmente, han dado a la producción y a la economía nuevos impulsos: impulsos que permiten al máximo la aceleración del desarrollo de las fuerzas productivas en el marco de condiciones materiales determinadas.

Al igual que el interés, la posición y el cometido del propietario privado son, para el capitalismo, el esqueleto de todo el edificio social, de su mecanismo interior y de su fuerza política; de la misma manera, la posición, el cometido y el interés de nuestros Consejos obreros, en la conexión específica de estos últimos con los Consejos de los productores de la comuna, se transforman en soporte del mecanismo socialista y en fuente principal de la fuerza política de la joven sociedad encaminada hacia el socialismo...

... Nosotros podemos decir hoy de nuestros Consejos obreros, de la misma manera que de las comunas, que constituyen "esa forma política descubierta, en fin, en la que ha podido efectuase la liberación económica del trabajo", lo que Carlos Marx, en cierta época, dijo de la comuna. Los Consejos obreros, junto con los Consejoe de productores y la comuna, significan, en realidad, para la época del socialismo, lo que significo, para la época del capitalismo, la entrada del tercer poder en el parlamento, la conquista de su cometido dirigente en ese parlamento, y la abolición de los obstáculos feudales al desarrollo del capitalismo. La burguesía ha dejado de ser dependiente, no sólo de la aristocracia feudal sino, también, de la burocracia de la monarquía absoluta. Gracias a los Consejos obreros, la clase obrera, no sólo se ha liberado de los capitalistas sino que ha llegado a ser, en su acción económica y social consciente y espontánea, independiente, asimismo, del aparato administrativo de Estado, o sea, que transforma efectivamente, total y directamente, este aparato, en su propio instrumento. Es en esto en lo que consiste, ante todo, la suma importancia histórica de los Consejos obreros.

No obstante, los Consejos obreros se han patentizado como justificdos, no sólo desde el punto de vista político sino, también, del punto de vista económico o, para hablar con más exactitud, se han transformado en un potente factor social por el hecho mismo de haberse mostrado económicamente justificados. Estableciendo el enlace entre el Consejo de productores y la comuna, han llegado a ser la forma orgánica en el sector de la producción la más cercana a las masas, y en la que se entrecruzan y se corrigen mutuamente, de una manera positiva, el interés individual del trabajador-productor y el interés social colectivo. Y es por ello por lo que deben llegar, por sí mismos, a ser impulso y límite máximo de la iniciativa económica y social de la clase obrera, unida, por intereses económicos y políticos comunes, a las otras masas de trabajadores.

El estímulo de los capitalistas en la producción consiste en un beneficio más grande y, no solamente para satisfacer su interés económico personal sino, también, para alcanzar una fuerza política determinada, en la sociedad: fuerza que es función de la potencia económica. Esta tendancia es -además de que el capitalismo debe consolidar incesantemente su fuerza económica y progresar, para tener ventajas en la lucha contra la competencia- la principal fuerza motriz y, al propio tiempo, el límite de su actividad con miras al desarrollo futuro de las fuerzas productoras.

También las condiciones socialistas, el interés económico personal es una regla en cuanto al estímulo del progreso económico. Empero, este interés se manifiesta de forma diferente que en el capitalismo, y la dirección -en su acción- es diferente también.

No hay que olvidar, ante todo, que no se trata del interés del propietario, del explotador de la potencia del trabajo ajeno, sino del obrero en cuanto a los medios sociales de producción. Los obreros-productores regentan estos medios en la fábrica, de una manera colectiva e independiente, por mediación de los Consejos obreros, mientras que en los Consejos de productores tienen el derecho de decidir de la política económica en general en la comuna y en todo el país. En su lucha por conseguir un mayor beneficio, el capitalismo tiende a la máxima explotación del obrero: lo que demuestra claramente que su tendendia es diametralmente opuesta al interés de los obreros. Ahora bien: el obrero -sobre la base de la propiedad social de los medios de producción- sólo tiene en su lucha por realizar su interés económico, por regla y a condición de ser orientado en esa dirección por todo el sistema económico; sólo tiene -repetimosun camino ante él: la mayor productividad de su propio trabajo, la mayor producción de su propia colectividad de trabajo, y el desarrollo ulterior de las fuerzas productoras de su propia comuna, y de todo el país. El interés individual del trabajador y el interés de la comunidad social están, consecuentemente, en una dependencia mutua, directa y evidente. Nuestro obrero es cada vez más consciente de que, su nivel vida, depende del éxito de toda su colectividad, y del nivel de vida de la comuna en la que vive; y de que, ambos niveles, dependen a su vez, en primer lugar, del desarrollo de las fuerzas productoras de la comuna y de todo el país y a condición, naturalemente, que el reparto básico del ingreso se lleve a cabo según las necesidades efectivas del desarrollo económico, y ateniéndose al principio de que, cada cual trabaja según sus capacidades y que, cada cual, es retribuido con relación al trabajo realizado. En este contexto específico entre el interés individual y el interés colectivo, radica, pues, el estímulo que -pueda suponiendo una consecuente política económica general del país- actuar con mucha mayor fuerza en el sentido del desarrollo inmediatamente futuro de las fuerzas productoras, que en la lucha por beneficios en las condiciones de un capitalismo desarrollado. Ningún mecanismo administrativo tecnócrata, y ninguna fórmula matemática, puede reemplazar esta acción consciente y espontánea de las fuerzas económicas socialistas, por mediación del Consejo obrero y de la comuna...