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Marta Harnecker

 

 

Pasos para lograr la unidad de las fuerzas revolucionarias

 

 


Fuente del texto: Rebelión (https://rebelion.org), quien lo publicó con el permiso de la autora bajo una licencia de Creative Commons CC BY-NC-ND 2.5 ES, 01/11/2018.
Esta edici�n: Marxists Internet Archive, agosto 2022.  Se publica aquí por cortesía de Michael Lebowitz y Camila Piñeiro Harnecker.


 

 

 

1. Uno de los problemas m�s importantes de las organizaciones revolucionarias es el de su relaci�n con otras fuerzas con la que, compartiendo el objetivo final, discrepan en aspectos ideol�gicos, t�cticos e incluso estrat�gicos.

2. No siempre es posible construir el instrumento pol�tico unitario de la revoluci�n desde el principio. Lo habitual que es que una organizaci�n revolucionaria deba actuar en un espacio en el que ya coexisten otras fuerzas de izquierda en las que los militantes de la organizaci�n no se sienten representados.

3. Y en ese caso una de las tareas esenciales de una organizaci�n revolucionaria debe ser iniciar el camino para lograr la unidad de las fuerzas revolucionarias

 

1) Las lecciones de Fidel

4. Y en este tema de la unidad de las fuerzas revolucionarias, Fidel tiene mucho que decirnos Veamos a continuaci�n lo que expres� en una conversaci�n con estudiantes chilenos en 197l.

5. �Lo ideal en pol�tica es la unidad de criterios, la unidad de doctrina, la unidad de fuerzas, la unidad de mando como en una guerra. Porque una revoluci�n es eso: es como una guerra. Es dif�cil concebir la batalla, que se est� en el medio de la batalla con diez mandos diferentes, diez criterios diferentes, diez doctrinas militares diferentes y diez t�cticas. Lo ideal es la unidad. Ahora, eso es lo ideal. Otra cosa es lo real. Y creo que cada pa�s tiene que acostumbrarse a ir librando su batalla en las condiciones en que se encuentre. �No puede haber una unidad total? Bueno, vamos a buscar la unidad en este criterio, en este otro y en este otro. Hay que buscar la unidad de objetivos, unidad en determinadas cuestiones. Puesto que no se puede lograr el ideal de una unidad absoluta en todo, ponerse de acuerdo en una serie de objetivos.

6. �El mando �nico -si se quiere-, el estado mayor �nico, es lo ideal, pero no es lo real. Y por lo tanto, habr� que adaptarse a la necesidad de trabajar con lo que hay, con lo real.�

7. A continuaci�n examinaremos las propuestas de Fidel en torno a la unidad entre los cuadros revolucionarios.

a) No partir de las metas m�ximas sino de las metas m�nimas.

8. Es necesario que los dirigentes revolucionarios tengan como preocupaci�n central avanzar en el proceso de unidad de las fuerzas revolucionarias y para ello no hay que partir de las metas m�ximas sino de las metas m�nimas. Un ejemplo de ello es el Pacto de M�xico entre el Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario.

9. Una vez consolidado el grupo inicial del Movimiento 26 de Julio y materializada su ruptura definitiva con la direcci�n de la ortodoxia (11 de marzo de 1956), Fidel redobla sus esfuerzos por unir a las fuerzas revolucionarias.

10. Algunos meses despu�s, en septiembre de 1956, �stos culminar�n en la firma junto con Jos� Antonio Echeverr�a, m�ximo dirigente del Directorio Revolucionario, del documento conocido como el �Pacto de M�xico�.

11. En �l se expresa que �ambas organizaciones han decidido unir s�lidamente su esfuerzo en el prop�sito de derrocar la tiran�a y llevar a cabo la revoluci�n cubana�; se critica a los que, habiendo abogado por elecciones generales y libres, ahora aceptan las elecciones parciales propuestas por la dictadura; y se sostiene que tanto el 26 como el Directorio consideran que existen condiciones objetivas para la revoluci�n en Cuba.

12. En ese momento ambas organizaciones pensaban que el triunfo contra Batista se realizar�a a trav�s de �la insurrecci�n secundada por la huelga general.�

13. Este documento es un pronunciamiento que une ideol�gicamente a la juventud combatiente del 26 de Julio y el Directorio en cuanto a los objetivos de la revoluci�n, pero el proceso unitario no est� entonces suficientemente maduro como para poder elaborar una estrategia militar �nica. Los campos escogidos por cada una de estas organizaciones para librar su lucha son distintos.

14. A pesar de estas diferencias ambos dirigentes tuvieron la sabidur�a de llegar a acuerdos unitarios en el terreno en que �ste era posible en ese momento y se concedieron libertades mutuas para desarrollar los planes que estimasen convenientes en el aspecto t�ctico, aunque cada fuerza ten�a una tarea dentro del plan general. Fidel reiniciar�a la lucha armada antes de finalizar 1956 como lo hab�a prometido, desembarcando en Cuba con un contingente armado y abriendo un frente guerrillero en las monta�as orientales. El Directorio Revolucionario desarrollar�a simult�neamente una insurrecci�n armada teniendo como centro la Ciudad de La Habana, precediendo �sta por acciones que produjeran un estado de conmoci�n p�blica. De este modo, las fuerzas de la tiran�a tendr�an que dislocarse en diferentes puntos del territorio nacional. Por su parte, los militantes del 26 de Julio que se encontraban en Cuba deb�an promover acciones de toda �ndole para desconcertar al enemigo a lo largo del pa�s pero, principalmente, en Oriente.

15. El proceso de vertebraci�n de las fuerzas revolucionarias representadas por el 26 de Julio, el Directorio Revolucionario y el Partido Socialista Popular fue madurando lentamente y s�lo se logr� en forma definitiva dos a�os despu�s del triunfo de la revoluci�n, en 1961, cuando se constituyen las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI).

b) Demostrar en la pr�ctica que se tiene una estrategia correcta

16. Una de las cosas que m�s ayuda a la unificaci�n de las fuerzas revolucionarias es la puesta en pr�ctica de una estrategia que demuestre ser la m�s correcta en la lucha contra el enemigo principal. Si produce frutos satisfactorios se ir�n plegando a ella durante la lucha, en el momento del triunfo o en los meses o a�os posteriores, el resto de las fuerzas verdaderamente revolucionarias.

c) No tratar de obtener unidad a f�rceps, no apurarla

17. Si la unidad a todo nivel se gesta prematuramente, antes de que est�n suficientemente maduras todas las condiciones para ello, lo que puede ocurrir es que, o se llegue a conformar una unidad puramente formal que tiende a caer hecha trizas ante el primer obst�culo que aparezca en el camino, o puede producir la inhibici�n de estrategias correctas representadas por grupos minoritarios que, en pro de la unidad, se deciden a renunciar a ellas para someterse al criterio de la mayor�a, con las consecuencias negativas que ello tendr� para el proceso revolucionario en su conjunto.

d) Valorar el aporte de todas las fuerzas revolucionarias sin fijar cuotas

18. Algo muy importante para lograr la unidad perdurable de las fuerzas revolucionarias -de lo que Fidel fue siempre el m�ximo promotor-, valorar en forma correcta el aporte de todas las organizaciones revolucionarias sin fijar cuotas de poder ni en relaci�n a su grado de participaci�n en el triunfo de la revoluci�n, ni en relaci�n a la cantidad de militantes que tenga cada organizaci�n, es decir, establecer la igualdad de derechos de todos los participantes, combatiendo cualquier �complejo de superioridad� que pudiese presentarse en alguna de las organizaciones que conforman la unidad.

19. Los m�s ricos aportes de Fidel sobre este tema se producen en su lucha contra el sectarismo, especialmente en el llamado primer proceso a Escalante, en marzo de 1962, cuando An�bal Escalante, secretario de organizaci�n de las ORI -primer esfuerzo por institucionalizar la unidad de las fuerzas revolucionarias despu�s del triunfo de la revoluci�n- empieza a copar todos los puestos y funciones con �viejos militantes marxistas�, lo que en Cuba no quer�a decir otra cosa que ser militante del PSP, �nico partido marxista antes de la revoluci�n.

20. Y al respecto sostiene:

21. , �La revoluci�n est� por encima de todo lo que hab�amos hecho cada uno de nosotros: est� por encima y es m�s importante que cada una de las organizaciones que hab�a aqu�, Veintis�is, Partido Socialista Popular, Directorio, todo. La revoluci�n en s� misma es mucho m�s importante que todo eso.

22. ��Qu� es la revoluci�n? La revoluci�n es un gran tronco que tiene sus ra�ces. esas ra�ces, partiendo de diferentes puntos, se unieron en un tronco; el tronco empieza a crecer. Las ra�ces tienen importancia, pero lo que crece es el tronco de un gran �rbol, de un �rbol muy alto, cuyas ra�ces vinieron y se juntaron en el tronco. El tronco es todo lo que hemos hecho juntos ya, desde que nos juntamos; el tronco que crece es todo lo que nos falta por hacer y seguiremos haciendo juntos.

23. �[…] lo importante no es lo que hayamos hecho cada uno separado, compa�eros; lo importante es lo que vamos a hacer juntos, lo que hace rato ya estamos haciendo juntos: y lo que estamos haciendo juntos nos interesa a todos, compa�eros, por igual.�

24. Ese mismo d�a dir� en otro discurso, refiri�ndose a su caso personal: �yo tambi�n pertenec� a una organizaci�n. Pero las glorias de esa organizaci�n son las glorias de Cuba, son las glorias del pueblo, son las glorias de todos. Y yo un d�a -agrega- dej� de pertenecer a aquella organizaci�n. �Qu� d�a fue? El d�a [en] que nosotros hab�amos hecho una revoluci�n m�s grande que nuestra organizaci�n; el d�a en que nosotros ten�amos un pueblo, un movimiento mucho m�s grande que nuestra organizaci�n; hacia el final de la guerra, cuando ten�amos ya un ej�rcito victorioso que habr�a de ser el ej�rcito de la revoluci�n y de todo el pueblo; al triunfo, cuando el pueblo entero se sum� y mostr� su apoyo, su simpat�a, su fuerza. y al marchar a trav�s de pueblos y ciudades, vi muchos hombres y muchas mujeres; cientos, miles de hombres y mujeres ten�an sus uniformes rojo y negro del movimiento 26 de julio; pero m�s y m�s miles ten�an uniformes que no eran rojos ni negros, sino camisas de trabajadores y de campesinos y de hombres humildes del pueblo. Y desde aquel d�a, sinceramente, en lo m�s profundo de mi coraz�n me pas�, de aquel movimiento al que quer�amos, bajo cuyas banderas lucharon los compa�eros, me pas� al pueblo; pertenec� al pueblo, a la revoluci�n, porque realmente hab�amos hecho algo superior a nosotros mismos.�

25. Algunos revolucionarios latinoamericanos aprendieron las lecciones de Fidel. Como ejemplo tenemos al Frente Sandinista que logr� unir en un solo haz las tres tendencias existentes en ese momento. Todo el sandinismo se pone de acuerdo en una concepci�n que afirma el car�cter insurreccional de la lucha, la necesidad de una pol�tica de alianzas flexible, la necesidad de una program�tica amplia, etc�tera. Ese asidero program�tico, pol�tico, ideol�gico permiti� r�pidamente ir coordinando cada vez mejor sus estructuras de trabajo hasta lograr volver a la un idad del sandinismo. Y esa unidad atrajo al resto de las fuerzas de izquierda a una lucha com�n.

26. Allende, en cambio no logr� la unidad de la izquierda. Aunque conform� la Unidad Popular reuniendo a Comunistas, socialistas, radicales y cristianos de izquierda, nunca logr� que el MIR se incorporara y la Unidad Popular, eficaz para lograr el triunfo electoral en las elecciones presidenciales, se desgarr� en una pugna interna entre los partidarios de avanzar m�s r�pido y radicalmente aun a costa de perder el apoyo de los sectores medios y los que, buscando el apoyo de estos sectores, trataban de ralentizar el proceso, aun a costa de perder apoyo en los sectores populares.

27. La ausencia de una estrategia com�n hizo inviables las estrategias individuales de cada partido, conduciendo a una par�lisis que fue aprovechada por los sectores reaccionarios y el imperialismo para terminar brutalmente con la experiencia.

 

2) Construcci�n entre todos de espacios democr�ticos que prefiguren la nueva sociedad

28. Si bien hasta hace muy poco la estrategia para construir la unidad parec�a centrarse en la necesidad de llegar a acuerdos ideol�gicos y org�nicos hoy ha aparecido otro camino para construir la unidad relacionado con la forma en que los sectores neoliberales ejercen su dominaci�n como ya lo se�al�bamos en un art�culo anterior citando al soci�logo chileno, Carlos Ruiz. Este sostiene que en la actualidad existen �nuevas formas de dominaci�n del capitalismo que van mucho m�s all� del �mbito econ�mico y estatal y se infiltran en todos los intersticios de la sociedad cambiando las condiciones de la lucha.

29. �Hoy debemos enfrentar m�s que antes no s�lo los aparatos de coerci�n pol�tica de las clases dominantes sino su hegemon�a sobre importantes sectores populares, su direcci�n cultural sobre la sociedad, la subordinaci�n ideol�gica de las clases dominadas. […] No s�lo tenemos que distinguir la coerci�n de la fuerza estatal, la intervenci�n legislativa y la represiva, sino los mecanismos e instituciones presentes en la sociedad civil que generan una aceptaci�n popular del orden social capitalista. Como dice Chomsky: la propaganda es a la democracia burguesa lo que la cachiporra al estado totalitario

30. Por ello los bellos discursos acerca de una sociedad alternativa no bastan. La mayor complejidad que asume la dominaci�n exige que la izquierda demuestre en la pr�ctica aquello que pr�dica. .

31. Nuestro desaf�o es, entonces, elaborar una estrategia revolucionaria en condiciones de una democracia burguesa que goza de un nivel suficiente de lealtad de masas como para poder mantenerse sin tener que recurrir a la represi�n; es m�s, extensos sectores populares aceptan de buen agrado la conducci�n capitalista del proceso.

32. Esto s�lo es posible si desarrollan procesos de construcci�n popular alternativos al capitalismo, que busquen romper con la l�gica del lucro y las relaciones que ella impone, tratando de instalar l�gicas solidarias, humanistas, en territorios y espacios que se mantengan en manos de la izquierda; impulsando luchas que no se reduzcan a la simple demanda economicista �aunque necesariamente la tienen que incorporar� sino que avancen en el desarrollo de un proyecto social alternativo; gestando aut�nticos grados de poder y de democracia populares, que sean tangiblemente superiores a la democracia burguesa. Es necesario luchar por un nuevo tipo de democracia, desde abajo y para los de abajo.

33. 130. S�lo una estrategia de este tipo genera una lucha permanente y creciente, que permita superar la complicada din�mica de las victorias �epis�dicas�.

34. M�s que una utop�a propagandizada, que se intenta est�rilmente introducir en forma pasiva en la cabeza de los hombres y mujeres del pueblo, como ense�anza iluminista sin una pr�ctica de construcci�n concreta, se trata de construir espacios referenciales donde se practiquen los valores democr�ticos que se enuncian. Entre los espacios a considerar est�n: los gobiernos locales, comunidades rurales, frentes laborales, poblacionales, universitarios que, por reflejar pr�cticas diferentes, tienden a atraer a nuevos sectores.

35. Por otra parte, s�lo a partir de esas pr�cticas es como los diferentes actores sociales comienzan a entender que para expandir sus proyectos humanistas y solidarios es necesario terminar con el sistema capitalista, que con su l�gica del lucro plantea enormes dificultades a cualquier tipo de construcci�n alternativa.

36. 488. Urge, entonces, terminar con el �tacticismo� de los atajos, con el coyunturalismo, con los brotes agitativos pasajeros, y enhebrar una pr�ctica centrada en el impulso de luchas democr�ticas de base, en la construcci�n local de formas de poder y de democracia popular, que permita definir el sentido y la oportunidad de la lucha electoral, de la lucha violenta o de otras formas de lucha. De lo contrario, �stas �ltimas pr�cticas no superar�n el largo hilo de inmediatismos de los �ltimos a�os.

37. 489. Pero tambi�n urge superar el basismo, el localismo, el apoliticismo, el corporativismo, que limita la lucha de los sectores populares a horizontes gremiales o luchas econ�micas.

38. 490. Concuerdo con Carlos Ruiz en que esta nueva estrategia facilita enormemente la articulaci�n de todos los sectores de la izquierda, tanto de los militantes de partidos como de los militantes sociales, porque permite hacer un tipo de convocatoria diferente. Para militar no hay que adherir necesariamente a un partido, a un frente, a un movimiento, se puede militar colaborando en la puesta en pr�ctica del proyecto de construcci�n alternativa. Por ejemplo, cuando la gente se involucra en las diversas instancias participativas en un gobierno local que se propone construir un proyecto de ciudad humanista y solidario; o cuando el estudiante participa en un proyecto de democratizaci�n de su federaci�n estudiantil; o cuando el campesino participa en la construcci�n de un asentamiento o polo de asentamientos de acuerdo a un modelo que prefigure la nueva sociedad.