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Schafik Jorge Handal

Partido Comunista y guerra revolucionaria

 

 

I.

LA EXPERIENCIA ARMADA DEL PCS EN LOS AÑOS 60

 

1. EL FUAR Y LA REVOLUCIÓN CUBANA

—El triunfo de la revolución cubana conmueve profundamente a la izquierda latinoamericana y a los Partidos Comunistas. Se trata de una revolución profunda sin que en su vanguardia haya estado un Partido Comunista. Esto hizo que algunos de esos Partidos la miraran con recelo. ¿Qué influencia tuvo en la línea política del PCS?

—La revolución cubana nos impactó profundamente. Bajo la influencia de su ejemplo, y a partir de las condiciones objetivas del país, en ese momento, el Partido decidió prepararse para la lucha armada. Déjame explicarte.

En l959 el PC creó un Partido abierto proyectado a conseguir un acceso a la vida legal: el Movimiento Abril y Mayo, que después se transformó en el Partido Revolucionario Abril y Mayo (PRAM)[3], pero su registro legal fue rechazado por la dictadura.

Durante el año 1960, el PRAM junto al movimiento sindical, estudiantil y a otros sectores populares, participó muy activamente en la lucha contra el tirano coronel José María Lemus y en el intenso proceso organizativo y político que siguió a su derrocamiento el 26 de octubre de ese año. Como es sabido, producto de esa lucha del movimiento popular y de la acción de un sector de militares se derribó a Lemus, aunque el pueblo no llegó a tomar el poder, y se instauró una junta mitad civil mitad militar, mal vista por el gobierno norteamericano quien, temiendo otra revolución parecida a la de Cuba, la hizo derrocar por medio del contragolpe militar del 25 de enero de 1961.

Durante la lucha contra Lemus hubo muchos enfrentamientos en las calles entre las masas y los cuerpos policiales. Entonces empezamos a crear una forma de organización clandestina que después llamamos Grupo de Acción.

A partir del contragolpe del 25 de enero de 1961 volvió la represión contra el movimiento popular. Por aquellos días (20 de enero) se estaba iniciando en Estados Unidos el gobierno de John F. Kennedy, quien proclamó su plan de Alianza para el Progreso (ALPRO), cuya misión esencial era contener el proceso revolucionario latinoamericano, impedir la multiplicación del ejemplo cubano. El Directorio Cívico Militar surgido del contragolpe tomó esa bandera.

A finales de l960 y comienzos del 61 fue cuando, por primera vez desde l932, adoptamos la línea de ir a la lucha armada. Coincidió con grandes luchas en el país, y fue otro momento de situación revolucionaria.

En aquel entonces, no existía en El Salvador ninguna otra organización de izquierda y los comunistas comprendimos que debíamos formar un movimiento que aglutinara a las fuerzas más avanzadas y activas de las masas, las cuales eran muchísimo más amplias que la militancia y el activismo comprometido con el marxismo-leninismo. Al adoptar esta decisión tomamos en cuenta la experiencia de amplitud, entonces muy reciente, del Movimiento 26 de Julio en Cuba.

Luego se produce la invasión contrarrevolucionaria de Bahía de Cochinos y la trascendental victoria de la revolución cubana en Playa Girón. En medio de la represión, nosotros realizamos acciones masivas de solidaridad con Cuba durante esos días de la invasión mercenaria. La policía nos hirió de bala a varios compañeros en las calles.

En estas condiciones fue que organizamos el Frente Unido de Acción Revolucionaria (FUAR) que tuvo un gran desarrollo y fuerte influencia en el país.

La idea consistía en convertir en fuerza revolucionaria organizada a todos los elementos que en el curso del enfrentamiento con la dictadura se habían destacado dentro del pueblo, en los distintos frentes de masas, por su nivel superior de conciencia y disposición de lucha. Por ejemplo, unimos a los elementos sin Partido más avanzados en el movimiento sindical en grupos de acción clandestinos, dirigidos por los comunistas. Esa dirección no era institucional, sino que se basaba en la confianza que el Partido se había ganado entre esos compañeros, por su destacada conducta de vanguardia en la lucha contra Lemus. En ese frente, como en todos los demás, reunimos a los Grupos de Acción en “columnas”, en este caso, la Columna Obrera, dirigida por un Grupo Cabeza.

—¿Por cuántas personas estaban conformados estos Grupos de Acción?

—Bueno, por tres a siete personas.

—¿Se conocían entre ellos?

 —Los miembros de un grupo sí, de un grupo a otro no debían conocerse. Sin embargo, esto ocurría cuando había violaciones de la compartimentación, lo que sucedía con alguna frecuencia, ya que San Salvador era entonces una ciudad bastante pequeña (300 a 400 mil habitantes) y muchísimo menores eran las otras ciudades: Santa Ana, Chalchuapa, Ahuachapán, Sonsonate, San Vicente, Zacatecoluca, Usulatán y otras donde el FUAR se organizó.

Como estaba explicándote, cada columna correspondía a un frente abierto de masas e incluía a los elementos más avanzados dentro de cada uno de ellos organizados en estos Grupos de Acción. En el caso del Partido Revolucionario Abril y Mayo, organizamos su columna secreta que se llamaba Columna 9 de Mayo. En la universidad formamos la Columna Universitaria; en el campo, la Columna Campesina; en el naciente movimiento de los maestros, la Columna Magisterial; en el movimiento estudiantil de secundaria y otros sectores juveniles organizamos la Vanguardia de la Juventud Salvadoreña (VJS) con vistas a que fuera el punto de arranque para construir la Juventud Comunista, que no existía desde la derrota de la insurrección de 1932.

Independiente del Partido surgió el Movimiento Revolucionario 2 de Abril (MR-2-4), también clandestino. Nosotros establecimos buenas relaciones con él y se incorporó al FUAR.

El FUAR llegó a contar con siete columnas y un comité ejecutivo nombrado en la Primera asamblea plenaria de los Grupos Cabeza (junio de 1961).

Iniciamos entonces un intenso período de agitación y movilización de las masas que duró hasta la primera mitad de 1963. Se hacían cosas muy audaces. Compañeros perseguidos que estaban en la clandestinidad aparecían en la plaza pública haciendo discursos y luego, con el apoyo de las masas y las columnas clandestinas del FUAR, los sacábamos impidiendo que fueran capturados por la policía desplegada en el lugar y en las calles de la capital con sus carros patrullas.

En ese contexto empezamos a promover la formación de cuadros militares. Creamos la Comisión Militar del Partido y una escuela político-militar del FUAR.

—¿Y hasta cuándo existe?

—Desde la segunda mitad del año l961 hasta la primera mitad de 1963, se desarrolló un fuerte debate acerca de la línea política a seguir en la dirección del Partido sin que se llegara a involucrar en él a la base. Esto creo que fue un error, sobre todo de los que en ese momento estábamos defendiendo la posición correcta de continuar impulsando el desarrollo de la línea hacia la lucha armada, trazada por el pleno ampliado del Comité Central de febrero de l961.

Aunque parezca contradictorio, tomando en cuenta su destacado papel y sus méritos como impulsor y organizador de la lucha armada revolucionaria en los comienzos de los años setenta, Salvador Cayetano Carpio, Marcial, quien todavía no era Secretario General, fue quien encabezó la oposición a la línea para preparar la lucha armada y la crítica al FUAR en la dirección del Partido. En el pleno la decisión de impulsar esa línea había sido unánime. Carpio no sólo la había apoyado, sino que fue uno de sus principales promotores; pero ya en julio de ese año, empezó a sostener que la lucha armada era una forma más de lucha, que tenía un carácter táctico y no estratégico, que no debíamos, por tanto, considerarla como principal y determinante. Todo esto en total contraposición con lo que había acordado el pleno de febrero.

Después, ya en 1962, pasó a sostener, que el desarrollo del FUAR y su agitación tenía bloqueado el resurgimiento del movimiento sindical —en receso desde la represión desatada por el contragolpe militar de enero de 1961—, y caracterizaba al FUAR y su línea como “pequeño burguesa”. Pero durante 1961, la discusión no adquirió gran fuerza en la dirección porque Carpio se encontraba solo.

Mientras tanto, otros hechos y las correspondientes decisiones de la dirección vinieron a reforzar el desarrollo de esta tendencia conservadora que fue el inicio de la posterior caída en el reformismo y el economicismo por parte de nuestro Partido.

Moscoso, Secretario General de la Alianza para el Progreso, anunció su visita a San Salvador para el 3 de junio de 1962 —nuestro país había sido tomado como una vitrina de ALPRO, como un laboratorio para probar su capacidad de instrumento bloqueador de la situación revolucionaria— y, por este motivo, el comité ejecutivo del FUAR decidió realizar grandes protestas y acciones de violencia de masas que resultaron muy exitosas. Pero en la víspera de la llegada de Moscoso, fue allanada por la policía su escuela político-militar. Allí fuimos capturados junto con un grupo de compañeros y liberados 17 días después, por la acción de una enorme movilización popular.

Cuando nos capturaron, apareció la noticia en las primeras páginas de los periódicos, con fotografías del interior de la escuela y de las armas que allí teníamos. Las masas reaccionaron con un gran entusiasmo y combatividad ante la evidencia de que, efectivamente, nos preparábamos para la lucha armada. Aquella reacción popular fue la que dio cuerpo a la gran movilización que nos rescató de la cárcel. Eso era una comprobación de la justeza de nuestra línea. Sin embargo, al analizar la situación creada, la mayoría de la dirección puso el acento en la represión a los cuadros y no en la respuesta de las masas, argumentando que la línea que estábamos aplicando ponía en peligro la seguridad del Partido y que, además, “se estaba violando la dirección colectiva”, aunque lo que se hacía había sido aprobado por la misma dirección.

El eco de estas opiniones resonó en boca de algunos cuadros sindicales y en algunas células del Partido que mantenían posiciones economicistas.

Poco después de nuestra liberación, con motivo de la toma de posesión de la presidencia de la República por el coronel Julio Rivera, 1 de julio de 1962, “triunfante” en la farsa electoral en el que participó como único candidato, el FUAR decidió realizar las primeras acciones armadas, combinándolas con la violencia de masas (se hacía una explosión al paso de la delegación del gobierno de Estados Unidos, después de su llegada al país y una manifestación que atacaría el edificio de la embajada norteamericana con piedras y cocteles molotov). A última hora, las acciones armadas fueron suspendidas por la dirección. En su lugar, se realizó un ataque a la embajada de Estados Unidos, con lanzamientos de botellas llenas de pintura, durante una manifestación frente a su edificio. Este fue el momento en que más cerca estuvo el FUAR de iniciar la lucha armada en la práctica.

En octubre de 1962, durante las acciones populares de solidaridad con Cuba en los días de la crisis del Caribe, sufrimos nuevas capturas. Raúl Castellanos Figueroa, miembro destacado de la dirección del Partido y del PRAM y Antonio Velasco Iglesias, uno de los principales dirigentes sindicales de aquel tiempo, fueron capturados después de intervenir como oradores principales en el mitin de solidaridad con la revolución cubana, que realizamos en la céntrica Plaza Libertad. Luego fueron asaltados por la policía nuestros cuatro centros clandestinos de impresión de propaganda. Habíamos sido infiltrados en la estructura partidaria intermedia y éstos eran los resultados.

Lo que correspondía era descubrir la infiltración y erradicarla. Pero los opositores al avance hacia la lucha armada concluyeron que ello confirmaba el error de la línea. La discusión en la dirección del Partido se intensificó y agudizó.

2. BANDAZO HACIA LA DERECHA

Paralelamente se venían procesando cambios importantes en la economía del país, estimulados por el emergente Mercado Común Centroamericano, consolidado por un tratado regional firmado por los cinco países del istmo a fines de 1960. Un vigoroso proceso de industrialización, junto con importantes inversiones de la Alianza para el Progreso en la esfera de los servicios públicos, matizaron en pocos años la condición de país agrario, pusieron término a la crisis económica de fines de la década de los cincuenta hasta la primera mitad de 1962. Comenzó la absorción del extenso desempleo y el surgimiento de un numeroso sector industrial moderno de la clase obrera, que restó peso a las politizadas organizaciones sindicales tradicionales.

La estabilización del capitalismo dependiente, el alivio de la crisis del modelo por efecto del modernizante proceso industrializador, la reforma electoral de 1963 —que estableció la representación proporcional en la Asamblea Legislativa (Parlamento), abriendo así la posibilidad de la participación de los Partidos minoritarios con diputados—, fueron elementos que sirvieron de base para la estabilización del gobierno.

Más o menos a la altura de mayo de 1963, la demanda de abandonar la priorización de la preparación de la lucha armada, que venía sosteniendo Carpio desde 1961, ganó un peso decisivo en la dirección del Partido.

Las bases y direcciones intermedias del FUAR fueron sometidas a un intenso trabajo de persuasión para que viraran el impulso hacia la lucha reivindicativa de las masas, debilitándose el trabajo para la lucha armada. Aquello fue un proceso muy traumatizador para los miembros del FUAR. Muchos perdieron el entusiasmo, otros simplemente abandonaron sus filas. La militancia del Partido, que había crecido a partir del FUAR, empezó a reducirse.

Carpio, por decisión de la dirección, me sustituyó en la conducción del FUAR y puso en marcha la preparación, en recta final, del V Congreso del Partido, cuya ejecución se venía postergando desde 1961. El congreso, que se realizó en marzo de 1964, consolidó el viraje economicista de la línea y eligió un nuevo Comité Central que nombró a Carpio su Secretario General. Menos de un año más tarde, el FUAR fue disuelto. En realidad, de éste quedaba muy poco; la mayor parte fue absorbida por el Partido, lo demás se desorganizó.

Aunque Carpio fue el abanderado de aquella posición contraria a la orientación de la lucha armada, el viraje terminó siendo unánime en la dirección del Partido. Hay que tener en cuenta que las medidas políticas y económicas orientadas y financiadas por la Alianza para el Progreso y el apoyo de ésta a la creación del Mercado Común Centroamericano, lograron modificar las condiciones objetivas: salida de la crisis económica, alivio de la crisis estructural y consiguiente bloqueo de la situación revolucionaria. La dirección del Partido no fue capaz de elaborar una línea con una combinación acertada de las diversas formas de lucha en la nueva situación y dimos un bandazo.

—¿Tú también...?

—Sí, yo también.

—¿Este viraje a la derecha del Partido Comunista Salvadoreño se explica sólo por la situación interna del país? ¿No influyó lo que ocurría en el movimiento comunista internacional?

—A este bandazo hacia la derecha contribuyeron también dos factores internacionales: El primero fue el agudo debate que tenía lugar en el Movimiento Comunista Internacional. La opción por la lucha armada tendía a identificarse con las posiciones divisionistas del Partido Comunista Chino. Por otra parte, en ese momento, los principales Partidos Comunistas en el poder y los Partidos Comunistas de Europa Occidental ponían sus esfuerzos en absolutizar y difundir el planteamiento de la vía pacífica de la revolución. Además, debe tenerse en cuenta que la óptica unilateral de la vía pacífica prevaleció mucho tiempo en las escuelas internacionales para la formación de cuadros comunistas.

El otro factor internacional fue la sucesión de derrotas que por aquellos años sufría el movimiento guerrillero en América Latina. Junto a ello, la identificación de éstos con la frágil teoría del “foco guerrillero” que contraponía lucha armada a lucha política y de masas, guerrilla a Partido, etc., contribuía a volver endeble la defensa de la vía insurgente de la revolución ante los ojos de los Partidos Comunistas latinoamericanos formados en la mística de ser la vanguardia y los portadores de la teoría científica del marxismo-leninismo.

En los primeros tiempos, después de nuestro V Congreso, el bandazo de línea se expresó en que el Partido abandonó todo tipo de lucha política —no solo electoral, sino de agitación, propaganda, movilización—, concentrando su trabajo en el movimiento sindical y en la universidad, movimiento estudiantil, trabaj adores universitarios, docentes y autoridades universitarias. Esto duró dos años.

El V Congreso, si bien incorporó a la línea general la vía pacífica como una posibilidad deseable, mantuvo la formulación de que la vía más probable de la revolución en El Salvador sería la armada y debíamos estar preparados para pasar de unas a otras formas de lucha. Eso explica que haya quedado en pie la Comisión Militar.

—¿Qué tarea tenía entonces la Comisión Militar?

—Un pequeño trabajo de organización y adiestramiento de grupos clandestinos, que incluía a elementos no miembros del Partido ni de la JC, en algunas ciudades y zonas rurales, cuyas tareas hacia las masas eran puramente propagandísticas o de autodefensa. También se ocupaban de la seguridad de los dirigentes en ocasión de huelgas y movilizaciones importantes, como las campañas electorales en los años posteriores a 1966, cuando el flujo del movimiento de masas ascendió. Quedó también a cargo de dar adiestramiento elemental a las células del Partido y la juventud.

En la realización de su trabajo, encontraba muchos obstáculos: por un lado, la falta de apoyo enérgico y continuo de la dirección del Partido; por otro, el boicot silencioso de numerosos cuadros intermedios, incluso de algunos miembros de la Comisión Política y el Comité Central, que habiendo recibido cursos en las escuelas internacionales e inmersos en la nueva orientación trazada por el V Congreso, no veían la necesidad del trabajo militar, incluso lo consideraban una distracción.

Pero el obstáculo principal para el desarrollo del trabajo militar, desde el V Congreso, l964, hasta l977 y, más definidamente, hasta el VII Congreso en abril de l979, era nuestra concepción acerca del probable desarrollo de la lucha armada en nuestro país, según la cual, la pequeñez territorial, el desarrollo de las vías de comunicación, la alta densidad poblacional, el desarrollo militar y la movilidad del enemigo y, como consecuencia de ello, la “imposibilidad” de construir una retaguardia guerrillera, descartaban la posibilidad de una guerra de guerrillas y privilegiaban la insurrección, que debía asegurar una victoria rápida de la revolución. La guerra de guerrillas sólo se consideraba viable para defender la revolución después de la conquista del poder.

Esta concepción fue unánimemente aprobada por un Pleno ampliado del Comité Central en marzo de 1968, que tuvo como base de discusión un documento preparado por la Comisión Militar, en pleno auge de la lucha de masas.

Ya desde finales de 1966, en el marco de la campaña electoral presidencial, se inició un intenso y creciente movimiento huelguístico de los trabajadores, que en abril de 1967 desembocó en una victoriosa huelga general. Una sucesión de huelgas, que continuaron desarrollándose después de la huelga general, se entrelazaron con el movimiento electoral y estudiantil y culminaron en un gran despliegue nacional durante la huelga de los maestros en febrero-abril de 1968. El régimen militar respondió a este oleaje embravecido de las masas con la organización de choque ORDEN, Organización Democrática Nacionalista, de típico corte fascista; con la aparición del escuadrón de la muerte, llamado Mano Blanca, que inició operaciones de intimidación y asesinatos, y con la represión sangrienta contra las huelgas obreras de solidaridad con los maestros. Dos queridos dirigentes obreros comunistas, Saúl Santiago Contreras y Oscar Gilberto Martínez, fueron asesinados, y luego el compañero Alberto Vásquez Cárcamo, médico y dirigente comunista en el Departamento de Sonsonate. Las casas de otros cuadros y dirigentes comunistas y progresistas fueron ametralladas o atacadas con bombas. Era evidente que el Partido debía intensificar su preparación militar. En este marco, el trabajo militar del Partido tuvo así un momento de resurgimiento, pero luego volvió a caer en la mediocridad.

3. ESPACIO ABANDONADO A LA DEMOCRACIA CRISTIANA

Volviendo al momento siguiente al V Congreso, te decía que durante un tiempo unos dos años, el Partido abandonó la lucha política y ese espacio lo aprovechó el Partido Demócrata Cristiano fundado en 1960. Este Partido surgió con una bandera anticomunista, durante la breve existencia de la Junta mal vista por Washington, aquélla que derribó al dictador Lemus en octubre de 1960. Pero con esta bandera los democratacristianos fueron radicalmente rechazados por las masas en el marco de la situación revolucionaria de 1960-1962.

Agitando el anticomunismo fueron a las elecciones de constituyente convocadas por el Directorio Cívico Militar en 1961 y sufrieron un vergonzoso revés. El PDC casi se desintegró. Lo salvaron algunos jóvenes, sobre todo jóvenes estudiantes que habían sido atraídos hacia ese Partido y que fueron enviados a recibir formación política a Chile, en ese tiempo en el aparato de educación del Partido Demócrata Cristiano chileno predominaba un sector progresista. Volvieron con otro enfoque, planteando que el anticomunismo debía dejar de ser una bandera central para el PDC y, en cambio, este Partido debía lanzar un esquema de reformas socio-políticas. Así surgió la consigna de la llamada “revolución cristiana”, que después se radicalizó y dio paso a la consigna de “revolución de los pobres”.

En l964, enarbolando la bandera de la “revolución cristiana” y aprovechando los espacios que abrió la reforma electoral, el PDC ganó la elección de la alcaldía de San Salvador —Napoleón Duarte fue elegido alcalde—, y otras alcaldías del país; eligió también una significativa fracción parlamentaria. Después, en 1966, agitando la consigna de la “revolución de los pobres”, consiguió ampliar considerablemente su control de los municipios, incluyendo algunos de las principales cabeceras departamentales, además de la capital, lo mismo que su representación en la Asamblea Legislativa.

Estos avances del PDC tenían lugar, en gran parte, a costa de la extensa politización y radicalización de las masas que nosotros habíamos logrado durante muchos años de trabajo. Especialmente sensible para nosotros fue el hecho de que las avanzadas masas trabajadoras y populares de San Salvador y Santa Ana[4] marcharan tras el PDC y llegamos a la conclusión de que esto ocurría porque estábamos ausentes de la vida política electoral y legal en general.

Nos dimos cuenta entonces que permanecer en la clandestinidad, impulsando sólo la lucha económica nos apartaba de la conducción política de las masas. Por todo esto fue que nuestro Partido buscó abrirse paso en el terreno político legal y electoral, iniciando nuestra participación en las elecciones municipales y parlamentarias de 1966 y, sobre todo, en la memorable campaña electoral presidencial de 1966-67 con la candidatura de Fabio Castillo, que hizo un gran aporte a la educación política revolucionaria del pueblo salvadoreño y permitió rescatar la influencia del pensamiento revolucionario en las masas trabajadoras de San Salvador y Santa Ana, lo mismo que abrirnos paso en la mayor parte del país.

Como ya te dije antes, la situación revolucionaria de 1960-1962 se había desvanecido; eran años de industrialización y crecimiento económico acelerado y considerable estabilidad del régimen (l963-1966).

 

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[3] El nombre corresponde a dos fechas del año 1944: la insurrección militar y civil del 2 de abril y la huelga general que culminó el 9 de mayo con la huida del tirano Maximiliano Hernández Martínez, sanguinario masacrador en 1932, asesino de Farabundo Martí, de la mayor parte del Comité Central del Partido Comunista, que encabezó la insurrección del 22 de enero de aquel año, y asesino de más de 30 mil trabajadores salvadoreños.

[4] Santa Ana: segunda ciudad del país, principal centro de la economía cafetera y también importante base industrial