Schafik Jorge Handal

 

Un partido que supo ponerse a la altura de la historia

Entrevista de Marta Harnecker

 


Primera vez publicado: En la revista Punto Final Internacional, de México, en Julio de 1982.  Luego apareció en Marta Harnecker, Pueblos en armas (México, Universidad Autónoma de Guerrero, 1ª ed, 1983; y Ediciones Era, 1984; Nicaragua, Editorial Nueva Nicaragua, 1985).  Como apéndice en Marta Harnecker, El Salvador: Partido Comunista y guerra revolucionaria. Entrevista a Schafik Jorge Handal, Secretario General del Partido Comunista Salvadoreño sobre el viraje estratégico del PC de la lucha legal a la lucha armada (Cuba, Biblioteca Popular, 1988; Argentina, Ediciones Dialéctica, 1988).  Además, una versión abreviada apareció en Marta Harnecker, En memoria de Schafik Jorge Handal (2006).
Fuente/Edición digital: Marta Harnecker, Pueblos en armas, publicado el 20 de agosto de 2009 por Rebelión.
Transcripción/HTML para el MIA: Juan R. Fajardo, nov. 2010.


 

I. 

AUSENCIA DE UNA CONDUCTA DE LUCHA POR EL PODER

 

¿Cómo explicas tú que en las ultimas décadas hayan ocurrido dos revoluciones verdaderas, la de Cuba y la de Nicaragua, y que en ninguno de los dos casos los Partidos Comunistas, que se autodefinen como vanguardias, hayan estado a la cabeza de esos procesos?

—Estamos convencidos de que la ausencia práctica de una clara conducta de lucha por el poder es el factor principal que explica esos resultados. Esta misma cuestión ha estado en la base, creemos nosotros, de las equivocadas caracterizaciones de ciertos procesos sociales y políticos reformistas en América Latina como revoluciones. En la práctica esta caracterización no se confirmó, pero sirvió para determinar un papel de simple fuerza de apoyo para los Partidos hermanos de los respectivos países.

Otra explicación de este mismo problema es el papel exagerado, y, en algunos casos, la absolutización del papel que se asigna al programa económico-social para determinar el carácter de la revolución, el curso de la lucha por su victoria y la defensa y consolidación de la misma. En Chile, durante el gobierno de Allende, por ejemplo, tanto los participantes de la Unidad Popular, como las fuerzas así llamadas ultra-izquierdistas, daban una importancia central y decisiva al proceso económico-social.

Para unos, la clave de toda la cuestión chilena, el futuro de la revolución chilena, residía en no sobrepasar los límites del programa de la Unidad Popular; mientras para los otros todo consistía en radicalizar ese programa, rebasar sus límites. Mientras tanto, ninguno elaboró ni aplicó una orientación certera para resolver realmente el problema del poder, ni para defender al gobierno de Allende.

Es también curioso como la reacción entendió con precisión este asunto. Todo lo que esta hizo en Chile durante el gobierno de Allende estaba dirigido a aplastar la posibilidad de perder el poder y cuando se configuro esa corriente en el ejército, su esfuerzo concentrado estuvo dirigido a deshacerse de Prats y sus compañeros. ¿Cómo actuaron las fuerzas revolucionarias frente a este fenómeno? Nadie en definitiva defendió a Prats y a la parte del ejército que él encabezaba. Unos lo sacrificaron en aras de maniobras políticas, creyendo honradamente que estas traerían la salida de la crisis; y los otros consideraron que la presencia de Prats en el gobierno era “la presencia de la burguesía”, que el pacto con Prats era “la traición a la revolución” y decidieron constituirse en la “oposición obrera campesina”.

Cuando la corriente de Prats era fuerte y predominante, cuando derrotó el tancazo (junio de 1973), las masas intuyeron la importancia de aquel momento para resolver revolucionariamente el problema del poder: se lanzaron a la calle, como todos sabemos, exigiendo golpear profundamente a la reacción, cerrar el parlamento, depurar el ejército, pero la dirección de aquel proceso no tomó resueltamente en sus manos estas banderas.

No estoy defendiendo la idea de que todo se hubiera resuelto en Chile organizando la lucha alrededor de Prats; creo sí que el aparecimiento de la corriente encabezada por él y la marejada de masas que siguió a su victoria sobre el tancazo, fue lo más cercano que hubo —durante el gobierno de la Unidad Popular— a la solución del problema del poder para la revolución. Esa posibilidad apareció objetivamente y se constituyo así en una prueba para medir la claridad de las fuerzas revolucionarias sobre la tesis del marxismo- leninismo de que “el problema del poder es el problema fundamental de toda revolución”.

La historia de la revolución mundial ha refrendado esta verdad una y otra vez. No es el programa económico-social lo central y decisivo Los ritmos en su aplicación, la radicalidad en los cambios económico-sociales, están en dependencia de las condiciones nacionales e internacionales en que se realiza cada revolución.

Los revolucionarios tienen la posibilidad de escoger el ritmo mejor, incluso de hacer pausas y hasta retrocesos si fuere necesario, a condición de que conquisten el poder y lo retengan firmemente en sus manos. La Revolución de Octubre y la Nueva Economía Política, NEP, es un ejemplo de necesaria desaceleración de los cambios socioeconómicos.

En la experiencia de la revolución cubana, en cambio, fue necesario acelerar la radicalidad de las transformaciones socio-económicas para defenderla frente a las asfixiantes medidas contrarrevolucionarias emprendidas por el imperialismo yanqui. La actual experiencia de Nicaragua, donde el ritmo y la profundidad de las transformaciones socioeconómicas han debido graduarse, es otra constatación práctica de la tesis que hemos dejado anotada. Y podrían citarse ejemplos de Europa Oriental y África.

 

2.

FUERZA DE APOYO Y NO FUERZA DIRIGENTE

Me parecen muy importantes estas reflexiones que tú haces en torno al problema del poder, porque justamente una de las críticas que se han hecho a tu Partido es que no se proponía realmente la toma del poder, sino que con su política de alianzas y participación en las elecciones iba a la zaga de los sectores democrático-burgueses. ¿Es esto efectivo?

—La verdad es que, al plantearnos la revolución democrática antimperialista como una vía de aproximación hacia la revolución socialista, pensábamos que la primera podía alcanzarse dejando en la delantera de la acción a sectores progresistas, antimperialistas de las capas medias (de la intelectualidad, de los militares, etcétera) y hasta a la burguesía. La experiencia peruana, panameña y portuguesa (la breve experiencia del gobierno del general Juan José Torres, en Bolivia), parecían confirmar esa tesis, aunque ellas mismas terminaron negándola.

Claro que en ningún documento partidario se dice expresamente tal cosa, pero la conducta práctica de nuestro Partido es esa. Y me parece que es la de otros Partidos Comunistas de América Latina. Veíamos la experiencia cubana como una peculiaridad excepcional.

Reaccionamos tanto y tantas veces contra el planteamiento izquierdista de la lucha por la implantación directa, sin prólogos, del socialismo, sin comprender la esencia del asunto, que llegamos a convencernos a nosotros mismos de que la revolución democrática no es necesariamente una tarea a organizar y promover principalmente por nosotros, sino que en ella podríamos limitarnos a ser fuerza de apoyo, en aras de asegurar la amplitud del abanico de las fuerzas democráticas participantes.

¿De dónde surgió este esquema?

— Yo no sé de donde surgió, lo que sí se es que para que el Partido dejara de ser el Partido de las reformas y pasara a asumir su papel revolucionario debió abandonar ese esquema equivocado.

En Cuba quedo demostrada una regularidad de la revolución en América Latina: la revolución que aquí madura en nuestro continente es la revolución socialista. Quedó también demostrado en Cuba, por una parte, que no se puede realizar la revolución socialista sino desplegando las banderas democráticas antimperialistas, y por otra que no puede realizarse hasta el fondo la revolución democrática antimperialista, ni se pueden defender sus conquistas, si no se va al socialismo. Dicho de otra manera: no se puede ir al socialismo sino por la vía de la revolución democrática antimperialista, pero tampoco se puede consumar la revolución democrática antimperialista sin ir hasta el socialismo.

Entonces, ¿no hay dos revoluciones?

— No, son facetas de una sola revolución y no dos revoluciones. Si vemos desde hoy hacia el futuro, la que tenemos planteada es la revolución democrática antimperialista. Si una vez realizada esa revolución viéramos hacia atrás, un decenio mas tarde, digamos, la revolución democrática antimperialista no se nos presentaría como una revolución aparte, sino como la realización de tareas propias de la primera fase de la revolución socialista.

Siendo las cosas así, se comprende aun mejor que no puede haber revolución sin resolver a fondo el problema del poder y que no es necesario esperar a que las grandes masas tengan una conciencia socialista para ir a la toma revolucionaria del poder. En Cuba no había conciencia socialista generalizada antes de la victoria del primero de enero de 1959. A mí me parece que si se enfoca de esta manera el problema del carácter de la revolución, la actividad de los Partidos revolucionarios no puede dejar de tener en su centró el problema del poder.

¿Tá estas reconociendo entonces que durante un tiempo el Partido Comunista Salvadoreño, PCS, no se planteó como una tarea fundamental la toma del poder?

— Si, así fue en la práctica.

¿Y eso explicaría que ustedes durante muchos años no hayan implementado seriamente la lucha armada?

— La respuesta no es tan sencilla. Déjame explicarte. A mi entender, la cuestión de la lucha por el poder esta ligada con demasiadas cosas; ante todo, el problema de la vía de la revolución y del carácter de esta. Si la revolución que madura en América Latina es la revolución socialista, de lo que se trata es de arrebatarle el poder a la burguesía, destruyendo su aparato burocrático-militar.

 

  3.

VÍA PACÍFICA Y VÍA ARMADA

Consideramos que este objetivo, en las actuales condiciones —y lo será así por muchísimo tiempo—, no puede conseguirse por vía pacífica. En América Latina esta tesis ha sido ya comprobada por la experiencia de dos revoluciones armadas triunfantes y por la derrota de dos intentos de consumar la vía pacífica, en los dos países más democráticos del continente: Chile y Uruguay.

En ambos casos ejércitos institucionalistas, profesionalistas, y no tradicionales tropas gorilas tan difundidas en nuestro continente, echaron a pique el barco y la navegación de la revolución por vía pacífica.

Costa Rica —la Suiza de América—, que no tiene ejército, se encuentra sacudida hoy por una vertiginosa carrera represiva, de organización y acción de bandas fascistas armadas, en el contexto de una desenfrenada crisis económica. Nadie se afilia ahora en Costa Rica a la hipótesis de una evolución pacífica de la revolución. A mi juicio la idea de la vía pacífica para la revolución en América Latina está ligada al reformismo.

¿Tú piensas entonces que no existen, al menos para América Latina, dos vías de la revolución: la pacífica y la violenta?

—No, no existen dos vías con posibilidades iguales. Afirmar esto es cometer un error muy grave, aun en el caso en que se trate de una mera afirmación en principio. Es igualmente un grave error manejar la cuestión de la vía de la revolución como un asunto puramente táctico, sujeto a imprevisibles variaciones. Ambos esquemas son un planteo eufemístico de la posición reformista, no revolucionaria, que enajena el papel de vanguardia del Partido Comunista.

Desde luego, la vía armada de la revolución no excluye la lucha por la realización de las reformas socioeconómicas. Esta lucha juega un importante papel tanto en la educación política de las masas como en el esfuerzo por ampliar el abanico de los aliados en la lucha democrático-antimperialista.

En la experiencia del PCS, los erróneos enfoques en ciertos aspectos fundamentales —menos que errores, debilidades teórico-ideológicas relacionadas con los problemas del poder, el carácter y la vía de la revolución—, junto con la influencia de las concepciones de nuestros aliados democráticos en el curso de la lucha electoral de once años, en la que participamos los comunistas, engendraron en nuestras filas esquemas e ilusiones reformistas. Deshacerse de ellos requirió una autocrítica franca y profunda, junto con la aplicación de medidas audaces y difíciles.

 

4.

EL PCS Y LA LUCHA ELECTORAL

¿Que evaluación haces tú hoy de esa participación de los comunistas en la lucha electoral?

—La participación del PCS en la lucha electoral fue acertada. La lucha electoral se había convertido objetivamente en la arena principal de la lucha política nacional desde 1964, sobre la base de la industrialización y del gran auge económico (1963-1968) que entonces se lograba, en el marco de los convenios del Mercado Común Centroamericano y después de la reforma legal que permitió la representación proporcional en la Asamblea Legislativa. No participar en la lucha electoral significaba colocarse de hecho bastante al margen de la lucha política y, además, abandonar las masas al control ideológico de la burguesía.

Es cierto que desde 1970 las organizaciones revolucionarias armadas, surgidas ese año, repudiaron la lucha electoral y se abstuvieron de participar en ella. Pero también es cierto, como lo reconoce hoy la mayoría de esas organizaciones hermanas, que el crecimiento y desarrollo de la lucha armada recibió no poca contribución proveniente de la politización y radicalización de las masas, a lo cual contribuyo la participación de los comunistas en las frecuentes contiendas electorales tres elecciones presidenciales y seis elecciones parlamentarias y municipales entre 1966 y 1977).

La vida ha demostrado en El Salvador que la participación electoral de los comunistas hizo una grande contribución política al movimiento de lucha por la revolución y que, mirando desde hoy todo aquel período, se puede afirmar que el actual movimiento revolucionario, su programa, su línea es una síntesis de la lucha armada y de masas de las organizaciones hermanas, de sus elaboraciones ideológico-políticas, y de la lucha política y de masas y la línea del PCS.

Hasta aquí tú has hablado de los efectos positivos de la participación del Partido en la lucha electoral, pero dime, ¿tuvo también efectos negativos? ¿No alentó de alguna manera el ilusionismo electoral?

—A pesar de todo lo positivo de nuestra participación electoral es necesario reconocer que ella mantuvo vivas, y en cierto modo reforzó, las manifestaciones ideológico-políticas del reformismo en nuestras filas, empezando por la misma dirección, aunque nunca se adopto oficialmente la vía pacífica de la revolución.

El movimiento electoral llevó a la mayoría del pueblo a enfrentarse al fraude, la imposición y la represión y así, en la práctica —no sólo para nosotros, sino también para las grandes masas—, se agotaron las posibilidades de la vía de las elecciones para democratizar y transformar al país. Nosotros sabíamos que así ocurriría y ayudamos a las masas a realizar el aprendizaje de esta verdad llevándola a enfrentarse con ella y realizando una propaganda esclarecedora sistemática.

En la escuela insustituible de su propia experiencia, las grandes masas aprendieron a conocer el verdadero rostro de la dictadura militar reaccionaria, su fraudulento juego con las elecciones, se liberaron de las ilusiones que tenían sobre la vía electoral y comprendieron que no hay otro camino para alcanzar la democracia, la justicia social y el progreso al servicio del pueblo que el derrocamiento por medio de la violencia revolucionaria de la dictadura, cada día mas sanguinaria y opresiva. Repito, los comunistas ayudamos conscientemente a las masas a realizar ese aprendizaje.

En nuestras campañas electorales dijimos que no se debía esperar de las urnas el poder, que éstas eran un punto de paso en el camino y que el poder habría que conquistarlo con otra forma de lucha. Esto contribuyó a preparar las condiciones políticas para el viraje extenso, multitudinario de las masas hacia el apoyo de la lucha armada y la incorporación de un creciente número de sus componentes como militantes y combatientes de las organizaciones armadas.

Pero llegado ese momento —febrero de 1977—y a pesar de que la Comisión Política del Comité Central acordó realizar el viraje de nuestro Partido hacia la lucha armada, que diera continuidad a la lucha política del pueblo, demoramos dos años en consumarlo.

¿Cómo se explica esa demora en implementar la lucha armada?

—Tuvimos que hacer un gran esfuerzo analítico y autocrítico para encontrar las causas de esa demora. El éxito de ese esfuerzo pudo alcanzarse principalmente porque logramos eludir el método, frecuentemente practicado en circunstancias semejantes, consistente en echarse la culpa unos a otros en el Partido, o de culpar a otras organizaciones, con lo que de hecho se evita a menudo enfrentar la verdad y se llega en cambio a provocar fraccionamientos. El fraccionamiento habría podido marginar al Partido de la vida política del país.

Las conclusiones del esfuerzo analítico del PCS pueden resumirse así: existían obstáculos ideológicos y orgánicos que chocaban contra las decisiones de realizar el viraje hacia la lucha armada.

 

5.

OBSTÁCULOS ORGÁNICOS PARA IMPLEMENTAR LA LUCHA ARMADA

Tú ya señalaste anteriormente los obstáculos ideológicos, ¿podías ahora detenerte en los obstáculos orgánicos?

—Lo principal de los obstáculos orgánicos consistía en que los cuadros del Partido, los cuadros de Dirección Nacional e intermedia, que son el cerebro, los huesos y nervios del Partido, de quienes depende decisivamente la elaboración y el cumplimiento de los acuerdos centrales, no sabían como organizar el paso a la lucha armada, ni como combinarla con la lucha política. Su formación era unilateral. Nuestros cuadros eran sumamente eficientes, e incluso innovadores, para desarrollar la lucha de masas no armada: para la propaganda, para la agitación, para el trabajo con los aliados democráticos, para el trabajo en las universidades, etcétera; pero cuando llegó la hora de implementar esta forma superior de lucha, no estábamos preparados para ello.

Teníamos una Comisión Militar, pero el conjunto de los cuadros del Partido, que es lo decisivo, no sabía como llevar a la práctica las orientaciones acerca de la lucha armada. Para superar este obstáculo, la dirección emprendió pasos audaces, basándose en los acuerdos del Séptimo Congreso, realizado en la clandestinidad en abril de 1979: se abandono la idea de que la Comisión Militar fuera la encargada de formar un aparato militar separado del cuerpo del Partido, una especie de dispositivo que debe salir de su misterioso escondite y entrar en acción cuando llega el momento. La vida demostró que de ese modo no puede crearse tan milagroso mecanismo. Los compañeros de la Comisión Militar no tenían la culpa, esa situación era el resultado de un defecto esencial en la política general para la formación de cuadros del Partido, política sin duda vinculada a las concepciones reformistas no derrotadas total mente.

Además, si la Comisión Militar hubiera logrado desarrollar ese tipo de aparato militar, hubiéramos tenido un tremendo problema. Por lo general, según la experiencia de otros Partidos, aquí mismo en el área centroamericana, esto termina en un enfrentamiento entre la Comisión Militar y el resto de las contradicciones entre las Comisiones militares y con el resto del Partido, independientemente de si unos u otros llevan la razón en cada conflicto concrete Se encuentra este problema en la incapacidad del conjunto del Partido para organizar y dirigir la lucha armada cuando llega el momento de hacerlo.

Este problema sólo podía resolverse convirtiendo al Partido en su conj unto en jefe y actor, no sólo de su lucha política, sino también de su lucha armada, haciéndolo el gran combinador y director de todas las formas de lucha. Para lograrlo tuvimos que tomar medidas audaces: hicimos que un número rápidamente creciente de los miembros del Comité Central, de la Comisión Política, de los comités intermedios y una masa grande de los militantes de base del Partido de la Juventud Comunista estudiaran los problemas de la lucha armada revolucionaria y se ejercitaran en el arte y la técnica militar, no para dedicar a todos ellos al aparato militar, sino para practicar la convicción de que la lucha armada del Partido debe ser organizada, realizada y dirigida por el Partido, por sus organismos dirigentes y de base.

El acierto de aquella orientación se confirmo en los hechos. Nuestras fuerzas armadas se han multiplicado ya muchas veces desde los días siguientes al Séptimo Congreso, y lo que es más importante, combaten hoy en creciente capacidad y eficacia. Si nosotros no hubiéramos hecho este viraje orgánico, las masas habrían continuado tocando a las puertas de nuestro Partido, pidiendo incorporarse y no hubiéramos podido asimilarlas, excepto a unos cuantos individuos; el Partido habría quedado así excluido de la fila delantera de la revolución; quizá se habría dividido y liquidado.

Si entiendo bien, entonces, ¿junto a las desviaciones ideológicas reformistas existía una concepción orgánica que favorecía ese reformismo?

—Efectivamente, a las concepciones reformistas con respecto al problema del poder y la vía de la revolución venía unida la existencia de una estructura orgánica partidaria atrofiada, reformista también: nuestro Partido era capaz de organizar la lucha sindical, la agitación y la propaganda política, las manifestaciones de masas, las huelgas, las campañas electorales y demás actividades similares, pero no más; así sólo podíamos ser fuerza de apoyo, estábamos condenados a ser fuerza de apoyo.

6. 

RECONOCIMIENTO A ORGANIZACIONES REVOLUCIONARIAS AL MARGEN DE LOS PARTIDOS COMUNISTAS (1982)

Tuve ocasión de leer una declaración de la Comisión Política del PC del 7 de enero de 1980 donde se hace una alta valoración de los otros grupos de la izquierda salvadoreña y se plantea textualmente que en los áltimos diez anos surgieron “otras organ izaciones revolucionarías que con gran hero ísmo y abnegación y sacrificio han enfrentado al enemigo comán y hecho avanzar en calidad el proceso revolucionario ”. Este párrafo me llamo la atención...

— Con esta reflexión tú me permites desarrollar una idea que me parece importante en relación a la unidad de las fuerzas revolucionarias.

Es curioso y sintomático que los Partidos Comunistas hayamos mostrado en los últimos decenios una gran capacidad para entendernos con los vecinos del lado derecho, mientras, en cambio, no logramos en la mayoría de los casos establecer relaciones, alianzas estables y progresivas con nuestros vecinos del lado izquierdo. Entendemos perfectamente todos los matices que van desde nosotros hacia la derecha, sus orígenes, su significación, etcétera, pero respecto a quienes están a la izquierda nuestra, no somos capaces de comprender la esencia misma del fenómeno de su existencia y características, ni su significación histórica objetiva, ni nuestras tareas hacia ellos. Los comunistas latinoamericanos no tuvimos, durante mucho tiempo, una línea consistente y sistemática para unir a todas las fuerzas de la izquierda armada.

Quiero aclarar que no hay nada despectivo ni menospreciativo en la denominación vecinos del lado derecho; es solo un recurso para graficar la exposición de estas ideas. Los comunistas salvadoreños nos enorgullecemos y nos sentimos honrados por la amistad de una gran parte de estos aliados, firmes y consecuentes luchadores por los ideales democráticos, de independencia y progreso social.

¿A qué se debe esta mayor inclinación de los Partidos Comunistas hacia sus aliados de la derecha que hacia los de la izquierda?

— En esto juegan su papel varios factores, desde luego; lo principal sin embargo es que, por lo general —aunque no en todos los casos—, los que a nuestra izquierda empuñan las armas se comprometen en una lucha revolucionaria real, cometen muchos errores típicos del izquierdismo en sus planteamientos políticos, atacan duramente al partido de los comunistas, pero aciertan en un punto fundamental: trabajan obsesionados por organizar y promover la lucha armada, que en América Latina y en tantas otras regiones del Tercer Mundo ha demostrado ser la vía de la revolución.

En la medida que persisten en su lucha —si sus errores no los hacen sucumbir o vegetar como grupos de catacumba o dedicados al terrorismo individual— aprenden poco a poco de sus reveses, corrigen sus errores políticos y se liberan por fin de su enfermedad izquierdista. Una correcta línea de lucha por la unidad de la izquierda impulsada por los comunistas podría acelerar o ayudar a surgir la corrección de los errores izquierdistas. Pero los comunistas no pueden jugar ese papel si no corrigen sus propios errores de derecha, su reformismo.

Mientras no haga la corrección del reformismo, las relaciones entre los comunistas y la izquierda armada —haciendo a un lado toda retórica— se plantea en la práctica y en esencia, como la relación entre la reforma y la revolución; y esta claro que los reformistas pueden entenderse mejor con otros reformistas. Esa, creo yo, es la explicación de por que los comunistas latinoamericanos hemos sabido entendernos mejor con los que están a nuestra derecha que con quienes están a nuestra izquierda.

¿A qué se debe el surgimiento en la década del 70 en El Salvador de otras organ izaciones revolucionarias al margen del PCS? ¿Qué papel juegan sus errores y desviaciones en esto?

— Entre las causas que hicieron posible el surgimiento de organizaciones revolucionarias fuera de las estructuras del PCS, tienen lugar importante los rasgos reformistas de su política, los cuales ya he puntualizado: su incomprensión de los problemas y posibilidades prácticas para organizar, y desarrollar la lucha armada en las condiciones de nuestro pequeño y densamente poblado país. Un documento aprobado por el Comité Central en marzo de 1968 prácticamente descartaba que se pudiera desarrollar la guerra de guerrillas, excepto para defender el poder revolucionario instaurado por medio de una insurrección general.

Pero los errores y debilidades del Partido Comunista no son la causa absoluta del surgimiento de dichas organizaciones, como se ha alegado por algunos. Incluso si el Partido no hubiera cometido tales errores habrían surgido una o más organizaciones izquierdistas, como lo han demostrado otras experiencias, entre ellas las de los bolcheviques.

Es que además de causas subjetivas existen también determinadas causas objetivas que tienen sus raíces en la estructura clasista y los fenómenos sociales propios del capitalismo en su nivel medio de desarrollo y particularmente del capitalismo dependiente, cuando el modo de producción y la superestructura estatal albergan residuos de formaciones sociales precapitalistas o del capitalismo inicial.

En El Salvador, los procesos que empujaron una brusca expansión del capitalismo dependiente tuvieron lugar en los anos cincuenta y, sobre todo, en los sesenta. Estos procesos pusieron en escena a nuevos sujetos sociales, sin los cuales es imposible entender el abanico de todas las fuerzas políticas que hoy se enfrentan en El Salvador.

 

7.

 NUEVOS SUJETOS SOCIALES ORIGINAN NUEVAS ORGANIZACIONES

¿Cuáles son estos nuevos sujetos sociales que surgen en tu país con el desarrollo del capitalismo dependiente?

— Los cambios en el esquema clasista abarcan a todos, dominantes y dominados, explotadores y explotados, pero me limitaré a examinar la cuestión de los nuevos sujetos sociales, que son los que aquí interesan.

Surgió una nueva clase obrera mas calificada desde el punto de vista técnico, pero con una conciencia de clase mucho mas débil que la vieja clase obrera artesanal, producto de su reciente origen social campesino y pequeño-burgués provinciano; un proletariado y semi-proletariado agrícola muy resentido por su reciente proletarización y, por lo tanto, muy explosivo; un enorme sector marginal urbano producto de la emigración rural provocada por el desarrollo del capitalismo en la agricultura; y un importante sector pequeño-burgués intelectual, también marginal, nacido de la expansión de la educación media y universitaria, que no tiene correspondencia con las capacidades ocupacionales que el establecimiento económico nacional proporciona. Crecieron, también, las capas medias urbanas en general.

Solo si se entiende esta cuestión de los nuevos sujetos sociales creados por la expansión del capitalismo dependiente se puede comprender que existe objetivamente la posibilidad del surgimiento de verdaderas organizaciones políticas revolucionarias fuera de las estructuras del Partido Comunista y que es propia de los países de capitalismo dependiente, mucho más que de los países de capitalismo desarrollado. Se trata de organizaciones que se adhieren al marxismo-leninismo, que se plantean las perspectivas del socialismo, pese a no estar vinculadas al movimiento comunista internacional.

Desde luego, no faltan los casos en que tales grupos degeneran incluso en despreciables reductos de provocación y diversionismo ideológico.

En América Latina el discurso de estas organizaciones es muy similar al izquierdismo infantil criticado por Lenin, pero los sujetos no son exactamente idénticos. Estas organizaciones aparecen incluso donde hay Partidos Comunistas desarrollados y reaparecen aun después de ser derrotadas y aniquiladas físicamente. No son, pues, propiamente expresiones de la infancia del movimiento obrero y de los Partidos Comunistas, que se superan por el desarrollo de estos, sino que se repiten constantemente originando organizaciones con frecuencia mayores que los respectivos Partidos Comunistas. En la mayoría de nuestros países, estos son pequeños y poco influyentes, pese a que su promedio de edad esta alrededor del medio siglo.

En América Latina este es un fenómeno recurrente que posee su propio sustento social mayoritario en la socie dad capitalista dependiente. De allí que si se analiza el problema solo atendiendo el discurso de las organizaciones surgidas al margen del Partido, se puede cometer el error de pensar: “realizando una lucha ideológica y política enérgica contra el izquierdismo, desaparecerán estos grupos izquierdistas o se reducirán a lo insignificante”. Ese esquema ha fracasado en América Latina, no condujo al desaparecimiento de las organizaciones izquierdistas, ni a la unidad de las fuerzas revolucionarias, sino al enfrentamiento de los Partidos Comunistas con las demás organizaciones revolucionarias, favoreciendo el fortalecimiento de corrientes reformistas en las filas comunistas y no contribuyó tampoco a la maduración del mismo Partido, si vamos a entender por madurez no la edad, sino la comprensión de la vida que nos rodea, la realidad social y política en que se esta inmerso y la capacidad para cambiarla.

En numerosos casos algunas de esas organizaciones izquierdistas no solo crecieron mas que el respectivo Partido Comunista, sino también maduraron antes que él y condujeron a los trabaj adores y a otras clases y capas populares a realizar victoriosamente la revolución democrática-antimperialista y se transformaron o se transforman hoy en el Partido marxista-leninista que encabeza la construcción del socialismo o la marcha hacia este.

 

8.  

LAS IMPORTANTES CONDICIONES OBJETIVAS

Pienso, pues, que tiene una gran importancia el análisis de condiciones objetivas sobre las cuales surge el fenómeno de proliferación de las organizaciones de izquierda. He tratado de bosquejar el problema, de plantearlo en el terreno objetivo.

Estoy convencido, repito, de que entender esto es ya ganar más de la mitad, sentar más de la mitad de las premisas necesarias para elaborar una política correcta de unidad de las fuerzas revolucionarias y del movimiento revolucionario.

Yo sostengo, pues, que independientemente de que los Partidos Comunistas cometan errores o no, existen raíces sociales en América Latina y otras regiones de similar desarrollo social en el mundo, para que surjan esas organizaciones. Esto se deduce de nuestra experiencia y no solo de ella; puede verse muy claramente esta verdad si se tiene en cuenta que el PCS fue durante cuarenta anos un

luchador solitario por las ideas del socialismo y el comunismo, incluso la única organización de izquierda en el país (desde su fundación en 1930, hasta el aparecimiento de organizaciones de izquie rda armada en 1970). Durante cuarenta anos nuestro Partido sufrió más y durante más tiempo por su enfermedad reformista que por la izquierdista (que si lo afectó en algunos momentos) y, sin embargo, solo surgieron nuevas organizaciones revolucionarias después de que el sustancial despliegue del capitalismo dependiente cambió el panorama social y engendró una nueva estructura clasista.

Durante más de cinco anos el PCS realizó una activa polémica pública con los planteamientos y posiciones políticas de la izquierda armada. La característica principal del estilo y el método de nuestra polémica consistió en descartar la utilización de adjetivos en sustitución del análisis y abordar analítica, clara, persuasivamente y lo más a fondo posible temas fundamentales de las discrepancias entre nuestras líneas generales y entre nuestras concepciones ideológicas.

Nos esforzamos en exponer y desarrollar nuestra política de alianzas, nuestra tesis sobre el carácter de la revolución, nuestra táctica en las elecciones, nuestra opinión acerca de la posibilidad de la real configuración del fascismo en las condiciones de América Latina (posibilidad negada por algunas organizaciones) y sobre el proceso concreto de fascistización de la vieja dictadura militar que se desarrollaba en nuestro país. Realizábamos nuestra polémica pronunciándonos a favor de la unidad de la izquierda y en el marco de una lucha expresa por alcanzar dicha unidad. Corresponde al PCS el mérito de haber enarbolado primero y defendido más sistemáticamente la bandera de la unidad de la izquierda.

No obstante las virtudes de nuestra polémica, que sin duda contribuyó a esclarecer la temática histórico política que confrontaba el movimiento revolucionario democrático, hubo en ella una debilidad; el tema de la vía de la revolución no fue abordado, la dialéctica relacionada con el poder y el programa económico-social, solo fue abordado en los días siguientes al triunfo de la Revolución Popular Sandinista. Este vacío en la temática de nuestra polémica no fue casual: resultaba de las amarraduras reformistas a que me he referido antes.

Por ultimo, me gustaría aclarar que el PCS no es el único destacamento del movimiento comunista latinoamericano que realiza este fundamental viraje revolucionario. Son varios los Partidos que en Sur y Centro América aceptan el reto de la lucha armada y de la unidad de las fuerzas revolucionarias. Esta es la salida ya en marcha de una larga crisis de nuestro movimiento y el peso que este agregara a la lucha por la revolución, una vez sanado de sus enfermedades, Serra muy grande.