Edición impresa: José Díaz, Tres años de lucha,
Editions de la Librairie du Globe,
París 1970.
Versión digital: Koba, para http://bolchetvo.blogspot.com.
Transcripción/HTML para el MIA: Juan R. Fajardo, nov.
2009.
Formato alternativo: PDF por cortesía de http://bolchetvo.blogspot.com.
¡Camaradas, antifascistas de toda España!
Quiero explicar, en primer lugar, el objetó del mitin de hoy. Venimos aquí, una vez más, porque queremos qué sepáis, que sepa todo el pueblo antifascista de España, quiénes somos, que nos proponemos y hacia donde caminamos. Queremos también que seáis vosotros, el pueblo, ante la situación por la que atraviesa España, él que juzgue, él que determine sobre la justeza de la línea política, de la táctica y actividad de nuestro Partido. Que sea el pueblo, no solamente los comunistas, sino todo el pueblo antifascista, quién decida. Pero, al mismo tiempo que queremos que seáis el que juzgue los actos de nuestro Partido, queremos también, qué seáis el que juzgue los actos de los demás.
Toda una campaña sistemática y pérfida de ataques contra nuestro Partido, encaminada a debilitar el Frente Popular y que constituye, por tanto, un grave peligro para la rápida victoria, nos obliga hoy a salir a la tribuna, una vez más, a definir nuestra posición ante los problemas de la guerra y de la revolución.
Nuestro partido trabaja sin descanso, haciendo todos los esfuerzos y sacrificios necesarios para ganar la guerra, porque ganando la guerra -y yo no creo que sea necesario repetido muchas veces-, hemos ganado la revolución.
Si no se gana la guerra, no hay revolución posible. Ambas cosas son inseparables. Son dos aspectos del mismo fenómeno. Pero, repetimos, si no se gana la guerra, no hay que pensar en la revolución.
Estamos ya hartos de juegos de palabras. Queremos hechos, y vamos a demostrar cuáles son los nuestros y cómo proceden los demás.
Y, como hay quienes ponen en tela de juicio nuestro historial revolucionario, nos vemos obligados a poner de manifiesto nuestra trayectoria y nuestra ejecutoria en la revolución, para demostrar cómo nuestro partido ha seguido siempre una línea consecuentemente revolucionaria, aunque la táctica haya tenido que adaptarse -como tiene que adaptarse siempre, si ha de ser eficaz y traducirse en conquistas prácticas- a las realidades de cada situación dada.
La trayectoria de nuestro partido sobre la guerra y la revolución es necesario explicarla, aunque sea de paso, para que todo el pueblo vea la justeza de nuestra política. Desgraciadamente, lo que decimos se va poniendo en práctica a los seis meses, al año, que es cuando es comprendido por las demás fuerzas antifascistas. Pero hoy no es posible que esto pueda continuar así. Vamos a demostrar la razón de nuestra política justa. Queremos que si antes se tardaba en reconocer lo que decíamos meses enteros, ahora se reconozca rápidamente, porque tenemos al enemigo en las trincheras y en el interior, porque hay que aniquilarlo, si es que de verdad queremos ganar la guerra después de tantas víctimas como ha costado la guerra a nuestro pueblo, pueblo heroico que sirve de ejemplo al mundo entero.
Para demostrar esto, para demostrar cómo nuestro Partido ha sabido siempre adaptar su táctica a los cambios operados en la situación, voy a referirme brevemente a la situación creada en nuestro país después del movimiento de octubre de 1934.
Aquel movimiento fue derrotado después del gran sacrificio del proletariado de España, del pueblo español. Y cuando muchos creían que la cosa estaba perdida para los antifascistas, para los trabajadores de España; y cuando, como consecuencia de la derrota, hubo aquella represión salvaje, pocos días después, cuando todavía la sangre manchaba las calles de España, especialmente en Asturias, se levantó una voz potente. ¿No lo recordáis? La voz que sonó en aquellos momentos trágicos, la voz que en aquellos momentos se levantó, fue la voz del Partido Comunista. (Ovación.)
Decíamos en un manifiesto: “La cosa no está perdida para los trabajadores.” Decíamos esto. Y, además, ¿quién no recuerda las calles de España -no ha habido otro caso igual- en aquellos momentos trágicos de gran represión? Las calles de España estaban llenas de pasquines, de manifiestos, de periódicos clandestinos. ¿De qué partido? ¿De qué organización? Del Partido Comunista. (Ovación.)
Nosotros decíamos -y permitid que lo recuerde, para llegar a conclusiones prácticas para hoy-, nosotros decíamos, a través de toda aquella literatura ilegal, de todos los procedimientos que pudimos, que tuvieran confianza las masas, aquellas masas a quienes muchos creían derrotadas. Y aprovechamos un momento en que, como consecuencia de un trabajo tenaz, las masas iban despertando y comenzaban a reagruparse y a comprender la necesidad de que los obreros se unieran con todas las fuerzas antifascistas, como ya lo habíamos planteado en aquel manifiesto. Aprovechamos el momento en que el enemigo se iba debilitando como consecuencia del resurgimiento del movimiento obrero, en aquel mitin célebre del Monumental Cinema, en julio de 1935, cuando por primera vez se pudo hablar al pueblo de Madrid, que era hablar a todo el pueblo de España, para decir que se trataba solamente de una derrota momentánea, que era necesario reagrupar las fuerzas en un solo bloque, no sólo las de los obreros y los campesinos, sino las de todos los antifascistas en general.
Y el Partido Comunista, en aquel mitin, planteó la cuestión en los siguientes términos:
Trabajadores de España, antifascistas todos -dijo entonces nuestro Partido-: una solución hay para salir de esta grave situación y esta solución es que se unan en un frente único, apretado, todos los trabajadores, y que todos los trabajadores se unan también con todos los antifascistas, con los republicanos, con toda la pequeña burguesía, con todo lo que haya de antifascismo en España, porque ésta es la única manera de hacer frente a la situación y salir victoriosos de ella.
Y lanzamos la consigna del Frente Popular. Y se nos contestó -porque no se comprendía la importancia de este hecho- que era una maniobra comunista, como ahora se dice de otras cosas que nosotros proponemos.
Pero los hechos, demostraron que no era tal maniobra, sino una necesidad imperiosa para hacer frente a una situación grave, en unos momentos en que la reacción dominaba en España. Y en momentos todavía más trágicos, cuando todavía la reacción estaba en el poder, y al elevarse el nivel del movimiento proletario de España, hubo que ir a las elecciones, fue cuando se comprendió que el Partido Comunista llevaba razón y que el Frente Popular era una necesidad. Porque si a las elecciones hubiéramos ido separados, como fuimos en las de 1933, la cosa era bien clara para todos, y hubiera podido ser trágica para todos también. El enemigo, la reacción, el fascismo, hubiera triunfado en las elecciones, y a estas horas, ¡desgraciado del pueblo español, como desgraciados son los pueblos alemán e italiano y todos los pueblos donde domina el fascismo!
Y, como consecuencia de la unidad, de acción de estas fuerzas, con un gobierno que favorecía la reacción, que perseguía a las fuerzas del Frente Popular y favorecía a los enemigos nuestros, a pesar de todo eso, como este gran pueblo heroico de España, este gran pueblo de alto nivel político, comprendiendo cuál era la situación, se volcó en favor del Frente Popular, tuvimos aquel gran triunfo como consecuencia del Bloque antifascista, que tantos beneficios ha causado al proletariado y que tanta gloria está dando al pueblo español.
Y después, los mismos que antes no habían comprendido la importancia del Frente Popular para la lucha contra el fascismo, dijeron: “Bien; hemos triunfado sobre la reacción. Ha terminado su misión el Frente Popular. Ya el Frente Popular no tiene nada que hacer en España.” Pero nosotros, el Partido Comunista, decía en la prensa, en los manifiestos, en los mítines: “Camaradas del Partido Socialista, camaradas republicanos, anarquistas, antifascistas todos: ¿Cómo es posible que consideréis que ya hemos ganado la batalla a la reacción sólo con el triunfo electoral? ¿No comprendéis que, a pesar de este triunfo, la reacción es fuerte y sólo en la medida en que destruyamos las bases materiales y sociales de la reacción podemos ir librándonos de este peligroso enemigo?” Y, con grandes dificultades, trabajando mucho en esta dirección, hemos mantenido el Frente Popular. Pero, a pesar de esto, el enemigo pudo lanzarse al asalto, el 18 de julio, con las armas que la misma República había puesto en sus manos, para implantar el fascismo en España.
¿Por qué fue esto posible? Porque tampoco se tuvo en cuenta lo que decía nuestro partido: la necesidad de acabar con el peligro fascista, liquidando las bases materiales de la reacción. Planteamos esta necesidad dentro del Frente Popular y también en el Gobierno. ¿Quién no recuerda nuestros discursos de aquella época en el Parlamento, y sobre todo el célebre discurso de la camarada Dolores?
Nosotros decíamos: “El enemigo no está vencido. ¿Por qué? Porque todavía los terratenientes son los dueños de la tierra, todavía los banqueros son los dueños de la banca y manipulan grandes capitales contra los intereses del pueblo; porque todavía el Ejército está en manos de elementos reaccionarios, fascistas y monárquicos; porque todavía la Iglesia es un poder económico y político, con su intervención en todas las direcciones de los destinos del país.” Y nosotros decíamos: “Esta República democrática, reconquistada por el pueblo en las elecciones, tiene que tener en cuenta la experiencia de la República de 1931, que por no haber arrancado de cuajo las bases materiales y sociales de la reacción, pudo oprimir de nuevo al pueblo español, a los antifascistas españoles.”
Y, naturalmente, como se creía que entonces era un extremismo del Partido Comunista él pedir qué se liquidara a los terratenientes, a los banqueros, a los magnates de la Iglesia y de la banca, esto no se hizo, y ellos, nuestros enemigos, los enemigos del pueblo, pudieron, con el dinero de la banca, con la intervención y el dinero de los terratenientes, con la aportación del dinero de la Iglesia, con todo esto, en combinación con los militares fascistas, preparar el golpe del 18 de julio, que tanta sangre lleva costada al pueblo español.
¿Por qué es necesario recordar todo esto? Porque ahora, cuando los mismos que antes lo negaban se van viendo obligados a reconocer la justeza de las cuestiones planteadas por nuestro Partido, se van creando las condiciones y se vislumbran las perspectivas de la victoria, ya comienzan a revolotear los cuervos de la revolución para sacar tajada ellos, sin tener en cuenta el interés del pueblo español. ¿Por qué? Porque consideran que la cosa está ganada. No, camaradas. Hay todavía mucho camino que andar.
El enemigo es fuerte y poderoso, y solamente en la medida en que nosotros seamos capaces de organizar nuestras fuerzas y nuestros recursos, de fortalecer y disciplinar a nuestro Ejército, estaremos en condiciones de ganar la guerra. Y los que, ahora luchan contra el partido y nos acusan a nosotros de hacer trabajo de “proselitismo”, pretenden apropiarse todo lo que el pueblo español va conquistando. Pero nosotros les decimos: si creéis que todo está ganado y tratáis de liquidar o hacer por liquidar al Partido Comunista, para tener las manos libres, entendedlo bien: os vais a estrellar, porque contra el Partido Comunista, no se puede luchar impunemente con malas artes. ¿Por qué? Porque ni nosotros lo consentiremos, ni lo consentirá tampoco la gran masa de españoles, que sabe lo que es y representa para sus intereses el Partido Comunista. (Aplausos.)
Por una parte, se quiere presentar al Partido Comunista como un partido que quiere desvirtuar la revolución, como un partido que quiere, sí, ganar la guerra; pero que relega a segundo plano la revolución, separando la guerra de la revolución, como si eso fuese posible. Y esto lo dicen porque planteamos las reivindicaciones que corresponden al carácter democrático de la revolución, porque exponemos claramente lo que es y representa la revolución de nuestro país.
Yo quiero recordar a todos esos pedantes cuáles son las reivindicaciones que caracterizan una revolución popular. Y quiero hacerla con un texto de Lenin, para que no digan, como dicen, que nos volvemos de espaldas a nuestros grandes maestros de estrategia y táctica revolucionarias.
“Revoluciones populares -dice Lenin en El Estado y la Revolución- son aquellas en las que la masa del pueblo, la inmensa mayoría del pueblo, actúa de un modo activo, con sus propias reivindicaciones económicas y políticas…”
Y yo pregunto: ¿no es esto lo que se está realizando en España? ¿Es que el hacer la revolución se puede separar de ganar la guerra, o del mismo desarrollo de la guerra? Cuando se habla de que no se quiere hacer la revolución, al mismo tiempo que la guerra, yo pregunto: ¿dónde están en nuestro territorio los grandes terratenientes, los grandes capitalistas, los grandes banqueros, dónde están aquellos que se han levantado contra la República, contra el pueblo? ¿Es que todavía los grandes industriales sublevados contra el pueblo siguen siendo dueños de las fábricas? No, han desaparecido, y esas fábricas que deben pasar a manos del Estado, están en manos de los obreros, controladas por los sindicatos que, desgraciadamente, en muchas fábricas, lo hacen bastante mal. ¿Esto no es hacer la revolución? ¿Éstas no son conquistas democráticas, revolucionarias?
¿O se dice acaso que no somos revolucionarios porque pedimos que las grandes fábricas sean nacionalizadas y que la producción sea controlada por comités elegidos democráticamente por los obreros? ¿Qué se quiere que sean las fábricas? ¿Se quiere, acaso, que sean fábricas de una tendencia determinada, de un grupo, de unas personas, de una determinada organización? Las fábricas que han sido expropiadas a los sublevados contra la República pertenecen al Estado, son del pueblo, de todo el pueblo y no de una organización determinada o de un grupo determinado. Todo lo que provenga de la expropiación de los fascistas, de los grandes industriales enemigos del pueblo, todo es del pueblo y pertenece al pueblo. Lo que no se puede consentir es que esas fábricas, como pretenden los que tanto hablan de “revolución”, caigan en manos de uno de esos comités que se constituyen por ahí para explotar a los obreros… (Ovación.)
La revolución en el campo. ¿Pero es que en el territorio que dominamos, aunque sea con una lupa, hay quien encuentre a un gran terrateniente? ¿Es que las tierras expropiadas a los sublevados contra la República no han sido repartidas entre los campesinos y los obreros agrícolas para que las trabajen individual o colectivamente, según su propio interés y voluntad?¿ Quieren más revolución y más democracia que el que, después de repartir entre los trabajadores del campo las tierras de los enemigos de la República, se les dan los elemento necesarios para trabajarlas colectiva o individualmente, y ayudándoles, además, el Estado con simientes, con dinero para que puedan hacer producir la tierra? Lo que se quiere, al parecer, para que haya una verdadera “revolución”, es que las tierras pasen también a manos de un grupo o de una organización para explotar a los obreros que antes explotaban los caciques y los terratenientes. (Muy bien.) Esto no es tal revolución, ni con esta: “revolución” está el Partido Comunista. El Partido Comunista quiere la verdadera revolución. La revolución donde el campesino disfruta de la tierra y la trabaja porque es suya. Una tierra que ha sido expropiada y que se pone a disposición del pueblo, porque todo lo expropiado es del pueblo. Pero que vengan unos en nombre de un comunismo libertario o de un anarquismo entendido a su manera a hacer lo que a ellos se les antoje que es la “revolución”… (Ovación, que impide, oír el final del párrafo.)
Nosotros queremos lo que quieren los campesinos, los trabajadores del campo: que sean ellos quienes decidan cómo han de cultivar sus tierras, si individual o colectivamente, que sea, el pueblo trabajador quien diga la última palabra en estas cuestiones. Y digo el pueblo, porque como siempre se ha hablado de la soberanía popular, es ahora cuando hay que llevar a la práctica la soberanía del pueblo, cuando en realidad hace falta que el pueblo juzgue a los que obran bien y a los que obran mal.
La revolución y la guerra. Si miramos la composición del Ejército ayer y la composición de Ejército hoy, nos daremos cuenta de la revolución que se ha hecho. ¿Quién mandaba el Ejército antiguo, el Ejército de los grandes capitalistas y los terratenientes? Lo mandaba una casta privilegiada de señoritos degenerados, una casta de monárquicos, de fascistas de todos los colores, porque, naturalmente, aquel ejército era, el ejército que defendía los intereses de esas clases, de los capitalistas, banqueros y terratenientes. ¿Quién manda el Ejército hoy? Los mandos militares de aquel ejército enemigo del pueblo y que existía para luchar contra el pueblo han sido sustituidos por unos mandos salidos verdaderamente de la entraña del pueblo y curtidos en las trincheras en la lucha contra los enemigos de los trabajadores, ¿Quién manda este Ejército? Desgraciadamente, todavía hay que depurar bastante. También hablaremos un poco de esto. Pero tenemos ya la garantía de que las armas están en manos de los obreros, en manos de los campesinos y de que una gran parte de estos mandos son mandos que han salido del pueblo, que no pueden en modo alguno engañar al pueblo.
Son mandos que han surgido en todos los frentes y muy especialmente en el de Madrid. Vosotros conocéis, para citar solamente algunos, a Lister, a Modesto, al “Campesino” y a tantos otros jefes militares que han salido de la entraña del pueblo. Hay también muchos militares profesionales que han comprendido lo que representa nuestra lucha y están identificados con la causa del pueblo, como el general (el público se adelanta, dando grandes vivas al general Miaja)… Sí, el general Miaja, que encarna y simboliza toda esa pléyade de militares compenetrados con la causa del pueblo. (Grandes aplausos.) Y yo pregunto: Si ha habido ese cambio de fuerzas en este sentido, de tal modo que lo que antes era un Ejército de capitalistas y terratenientes es ahora un Ejército del pueblo, que lucha en defensa de sus intereses, yo creo que eso es hacer la revolución. Ahora bien; si la “revolución” es crear grupos armados al servicio de unos intereses especiales, para hacer su “revolución” especial, como ha ocurrido en algunos pueblos de Levante y recientemente en Cataluña, eso no... (Ovación.)
Por eso, cuando se digan en la prensa, en los mítines o donde sea, esas zarandajas de que los comunistas quieren separar la guerra de la revolución, nosotros replicaremos que no, podemos separar lo inseparable. La revolución se está haciendo, la revolución democrática popular se está haciendo al mismo tiempo que se desarrolla la guerra, pero no podemos hacer la revolución si no ganamos la guerra. Por eso decimos: lo decisivo es ganar la guerra, porque ganando la guerra ganaremos la revolución. (Ovación.) Lo que nosotros queremos es que todas las conquistas arrancadas por el pueblo durante la guerra sean para el pueblo y se consoliden y amplíen. Lo que nosotros queremos es que haya una verdadera economía coordinada que satisfaga las necesidades del frente y de la retaguardia. Lo que nosotros queremos -como decía el camarada Uribe- es que, sobre todo, no pasen hambre ni los que luchan en los frentes ni los que trabajan en la retaguardia. Hay que dedicar a esto la máxima atención. Y porque queremos una economía en estas condiciones y queremos también una retaguardia que esté en consonancia con la actitud heroica de nuestros combatientes en los frentes, se nos dice que no queremos la revolución, que queremos estrangular la revolución. No, lo que nosotros queremos estrangular y estrangularemos, es a los fascistas, a los del campo enemigo y a los que están incontrolados en el nuestro. (Ovación.)
Y ya que hablamos de los enemigos emboscados en nuestro campo, bueno será que, a los diez meses de guerra -guerra que tanto lleva costado al pueblo español- examinemos detenidamente quiénes son los que crean dificultades, entorpeciendo el logro rápido de la victoria. Para esto hay que analizar lo que hay detrás de las frases altisonantes, pretendidamente “revolucionarias”. Es necesario señalar con claridad quiénes son los enemigos fundamentales, los que tratan de sembrar la cizaña entre las organizaciones que quieren y necesitan unirse rápidamente. ¿Quién siembre esta cizaña, para romper el Frente Popular? ¿Quién va contra el gobierno del Frente Popular y contra toda la labor de los antifascistas? Hay, por una parte, los fascistas que no solamente trabajan o luchan contra nosotros desde las trincheras, sino que saben muy bien lo que representa desorganizar la retaguardia, qué puede representar dividir el movimiento obrero, dividir el Frente Popular y luchar contra el Gobierno. Nuestro enemigo principal es el fascismo, son los fascistas. Pero los fascistas tienen su agente para trabajar. Naturalmente, que si los agentes que trabajan con ellos dijesen: “Somos fascistas y queremos trabajar con vosotros para crear dificultades”, inmediatamente serían eliminados por nosotros. Por eso tienen que ponerse otro nombre. Se ponen distintos nombres. Unos se llaman trotskistas. Es el nombre bajo el cual trabajan muchos fascistas emboscados, que hablan de revolución para sembrar el desconcierto. Y yo digo: Si esto lo saben todos y lo sabe el Gobierno, ¿qué hace el Gobierno que no los trata como a tales fascistas y los extermina sin consideración? (Enorme ovación.)
Nosotros hemos denunciado muchas veces a los trotskistas como un grupo contrarrevolucionario al servicio del fascismo. Había organizaciones que creían que los atacábamos pasionalmente, por tratarse de elementos expulsados de nuestras filas. Los hechos han venido a darnos la razón.
Todos los obreros deben conocer el proceso que se ha desarrollado en la URSS contra los trotskistas. Es Trotski en persona el que ha dirigido a esta banda de forajidos que descarrilan los trenes de la URSS, practican el sabotaje en las grandes fábricas, y hacen todo lo posible por descubrir los secretos militares, para entregarlos a Hitler y a los imperialistas del Japón. Y cuando esto ha sido descubierto en el proceso y los trotskistas han declarado que lo hacían en combinación con Hitler, con los imperialistas del Japón, bajo la dirección de Trotski, yo pregunto: ¿es que no está totalmente claro que eso no es una organización política o social con una determinada tendencia, como, los anarquistas, los socialistas o los republicanos, sino una banda de espías y provocadores al servicio del fascismo internacional? ¡Hay que barrer a los provocadores trotskistas! Por eso yo decía en mi discurso ante el Pleno del Comité Central, recientemente celebrado, que no solamente en España debe ser disuelta esa organización, suspendida su prensa y liquidada como tal, sino que el trotskismo debe barrerse de todos los países civilizados, si es que de verdad quiere liquidarse a esos bichos que, incrustados en el movimiento obrero, hacen tanto daño a los propios obreros que dicen defender. Hay que terminar con esta situación.
En España, ¿quiénes si no los trotskistas, han sido los inspiradores del golpe criminal de Cataluña? “La Batalla” del 1 de mayo está llena de incitaciones descaradas al golpe. Entre otras cosas, se dice que “la política del Frente Popular ha conducido en España a la sublevación militar de julio de 1936”. Es lo mismo que dice Franco: que su levantamiento militar ha sido provocada por la formación del Frente Popular. Pues, todavía se tira ese periódico en Cataluña. Se ha suspendido y ha reaparecido “visado por la censura”. ¿Por qué? Porque el Gobierno no se decide a meterle mano, como lo piden todos los antifascistas. (Ovación.)
Todo el número de “La Batalla” es una incitación a la rebelión contra el gobierno de la República, contra el gobierno de la Generalidad, contra todos los antifascistas.
¿No es una verdadera lástima, no es criminal que, mientras todos están trabajando, dándolo todo para ganar la guerra, cuando con tanto heroísmo se lucha en los frentes, cuando tantas vidas llevamos perdidas, tengamos en la retaguardia estos obstáculos, creados por estos hombres al servicio del fascismo?
Si a los diez meses de guerra no hay una política firme para poner a la retaguardia a la altura en que se van colocando algunos frentes, yo, y conmigo estoy seguro de que pensarán todos los antifascistas; comienzo a pensar: o este Gobierno pone orden en la retaguardia, o si no lo hace tendrá que hacerlo otro gobierno de Frente Popular. (Enorme ovación.)
Los incontrolables. Todos hablamos de lo que estos elementos representan para entorpecer nuestro movimiento en la retaguardia. Yo digo: hay que prestar atención a la elocuente coincidencia siguiente. No hace mucho tiempo, en momentos en que había una ofensiva en Guadalajara por fuerzas italianas, nos encontramos de la noche a la mañana con que muchos pueblos de Levante se sublevaban con las armas en la mano contra la fuerza pública, contra el gobierno legítimo, contra los antifascistas. En momentos en que no solamente había esa lucha en Guadalajara, sino que se hablaba de un posible desembarco en la zona de Levante, esos incontrolables, esos fascistas -que se podrán llamar como quieran, pero que son, simplemente, fascistas- se levantaron en armas. También hoy, cuando había una situación verdaderamente comprometida que solamente el heroísmo de los vascos ha sido capaz de contener; cuando hay una gran ofensiva en Euskadi; desencadenada por tropas alemanas, italianas y tropas de Franco, surge un levantamiento en Cataluña, en Barcelona. Movimiento que ha sido preparado política y orgánicamente por el POUM y los incontrolables.
Y yo digo: ¿Hasta: cuándo van a durar los incontrolables en España? ¿Cómo es posible que en estos momentos se produzcan estos levantamientos? ¿Con qué armas se han levantado estos elementos para luchar contra la fuerza pública y contra la República? Se han levantado con fusiles, con ametralladoras, con cañones, con carros blindados, con todos los elementos más modernos que el propio Gobierno ha puesto en manos de estos forajidos para que luchen en el frente, y que en lugar de estar en el frente estaban escondidos no sé dónde, esperando la hora de emplearlos contra la República. Nosotros no sabemos dónde, pero hay alguien que tiene la obligación de saberlo. En primer lugar, el Gobierno. En segundo lugar, el ministro de la Gobernación. O el ministro de la Gobernación desarma a los que quieren apuñalar la revolución y la guerra por la espalda, o debe dejar de ser ministro. (Enorme ovación.)
Queremos -no nos cansaremos de repetirlo- ganar la guerra y ganar la revolución, y para ello son necesarias medidas enérgicas. Que nadie crea que nosotros, los comunistas, somos enemigos de la CNT. Nosotros no somos enemigos de la CNT. Nosotros con toda cordialidad, queremos la unidad y buenas relaciones con la CNT. Queremos que la CNT y la UGT se entiendan, pero queremos claridad.
Yo digo: en el Gobierno están representados los partidos políticos, como hay también una representación de la CNT. Yo sé también que compañeros de la CNT, como el camarada Vázquez, como otros compañeros, han hecho muchos esfuerzos para liquidar el movimiento de Cataluña, que tanto daño nos ha causado. Nosotros comprendemos estos esfuerzos, pero al mismo tiempo hay que levantarse a condenar estos hechos.
Por una parte yo digo: si todos los partidos políticos tienen representantes en el Gobierno, también los tiene la CNT. Y un día se levanta la región de Levante, otro día Cataluña, y hasta es muy posible que de nuevo se puedan repetir estos hechos, que nos pueden costar muy caros. Yo digo: o las organizaciones se someten a lo que las necesidades de la guerra y la revolución exigen, haciendo que el gobierno del Frente Popular gobierne contando con las masas, o de lo contrario, desautorizan a sus propios representantes en el Gobierno. En este caso, ¿a quiénes representarían en el Gobierno los ministros de la CNT? Todo esto lo decimos, repito, porque debemos fijar posiciones, porque la situación de España requiere que todos hagan los máximos esfuerzos y los máximos sacrificios.
Y por eso digo que, con vistas a la situación en que hoy vivimos, hacen falta más hechos y menos palabras. Nosotros queremos que haya una limpieza a fondo y un desarme a fondo también de todos aquellos que conserven las armas en esas condiciones, sólo y exclusivamente, para levantarse contra los propios antifascistas, contra la República. Ha habido una frase, muy célebre, por todos conocida. Se ha dicho en un manifiesto que alguien -no sé quién- trataba de ir a lo que se llama el “abrazo de Vergara”. Muy bien. Yo no creo que haya nadie, ni Partidos, ni personas de relieve, que sea capaz de pensar en el “abrazo de Vergara.”. Sobre todo, nuestro partido, del que podemos asegurar, y ello es bien conocido por las masas, que no se da el “abrazo de Vergara” con nadie. Nuestro Partido, desde que comenzó la guerra, ha dado a cada militante la consigna de que hay que luchar, en el frente o en la retaguardia sin descanso, sin reparar en horas de trabajo ni en sacrificios. La orden, la consigna de nuestro Partido es que ningún comunista puede retroceder mientras dure la guerra, mientras haya un palmo de terreno que conquistar al fascismo indígena o al fascismo invasor. Todos los comunistas, desde la dirección hasta el último afiliado, están dispuestos a dar hasta la última gota de sangre por ganar la revolución y la guerra. Y por lo mismo que nosotros estamos seguros de no claudicar, no creo que nadie haya pensado en hacerlo. Pero hemos visto que, en relación con el levantamiento de Cataluña, se quiere quitar importancia a la cosa. Y yo digo: o se desarma con rapidez a los que se han levantado, imponiéndoles sanciones ejemplares, condenando a los trotskistas e incontrolables a la pena que merecen por los daños que nos causan, o de lo contrario, si se quiere echar tierra al asunto, yo digo desde aquí que eso sí que es un “abrazo de Vergara” con los enemigos de la revolución. (Ovación.)
Ahora vemos que cada día, cada semana, un día en un sitio, otro día en otro, se descubre una nueva Quinta Columna. ¿Pero es posible? ¿Tan larga es la Quinta Columna en España que nunca se le ve el rabo? (Risas.) De lo que se trata no es solamente de descubrir la Quinta Columna, sino de aplastarla definitivamente, para que no tengamos cada día o cada semana el problema de la Quinta Columna y desde la retaguardia no se pueda apuñalar a la República y al Ejército del pueblo. ¿Cómo es posible terminar con esto? De una sola manera. No con una política de tolerancia con los elementos directos o indirectos de la Quinta Columna. Para acabar con la Quinta Columna hay que tener mucha energía y muy pocas vacilaciones. Así lo pide el pueblo de España, a los diez meses de guerra. Y nosotros decimos: si el pueblo pide energía y que se liquiden las vacilaciones para acabar de una vez con la Quinta Columna, o hay que darle al pueblo lo que el pueblo con justicia pide, o, lo repito otra vez, quien procede con debilidad y a veces con cobardía, no merece estar en el sitio desde el que hay que meterle mano a la Quinta Columna. (Fuerte ovación.)
Queremos ganar la guerra y la revolución. Yo creo que no es tan difícil encontrar el modo de llegar a la siguiente conclusión: al que no haga algo útil para la guerra en el frente o en la retaguardia, hay que meterle mano sin vacilaciones. Nosotros decimos, y no creo que vayan a decir que es porque no queremos la revolución, que el que no haga algo útil en el frente o en la retaguardia, el que no trabaje, que no coma. Basta de parásitos que comen el pan de los que luchan en el frente y de los que producen en la retaguardia. Con un poco más de celo y más energía podría resolverse rápidamente el problema: primero, poner a buen recaudo a los vagos y fascistas, y luego mandarlos a que construyan trincheras y parapetos para mejor proteger la vida de los combatientes. (¡Muy bien! Aplausos.)
Una vez limpiada la retaguardia de todos los enemigos del pueblo -fascistas, trotskistas, incontrolables y toda esa basura social-, hay que pensar en los frentes, para crear las condiciones que nos permitan ganar la guerra. Ganar la guerra, y ganarla pronto. Sí, ésta es nuestra preocupación, nuestra obsesión constante. Por eso hemos pedido y pedimos incansablemente que se establezca de una vez el mando único.
Hay que acabar con eso de que el frente de Aragón sea un frente autónomo, con sus milicias sueltas, en vez de estar enroladas en el Ejército regular de España. Todos los frentes, el de Euskadi, el de Aragón, el de Madrid, deben depender del Estado Mayor Central único, que planee y dirija las operaciones en todo el país. Esto es elemental, lo exige el conocimiento más superficial de lo que es la guerra. Si no hay un mando que pueda operar teniendo en cuenta las situaciones del norte, del sur o de Aragón, no se podrán realizar operaciones con mucho éxito. Y en estos momentos en que la situación va mejorando para nosotros, necesitamos con más rapidez que nunca poner en práctica estas cosas que nos son indispensables.
Hemos pedido y pedimos una depuración metódica del Ejército, para alejar de los puestos de mando a los elementos inseguros y traidores al pueblo, y que se eleve sistemáticamente a los mandos superiores y responsables a los jefes surgidos de la entraña del pueblo y que hayan demostrado su abnegación, su heroísmo y su capacidad en la defensa de la causa antifascista.
Hemos pedido y pedimos la formación e instrucción metódica de reservas, para reemplazar a los soldados que están en el frente y para dilatar y reforzar los frentes de combate, conforme lo exijan las necesidades de la guerra. ¿Quién no recuerda que nuestras recientes victorias de Guadalajara hubieran podido tener una extensión mucho mayor y se hubiera podido rechazar al enemigo en mucha más profundidad, si hubiéramos tenido las reservas de que no disponíamos?
Necesitamos también, y ha sido planteado ya muchas veces por el Partido Comunista, incrementar la industria de guerra, para conseguir el máximo rendimiento. Reunir toda la industria de guerra de España bajo una sola dirección, como si fuese una gran fábrica única que produzca para las necesidades de los frentes, para donde estime el Estado Mayor que deben ir las municiones o las armas. Yo creo que hay que acabar con el hecho de que todavía existan fábricas en las cuales se hace con la producción lo que se quiere, no solamente no enviándola al frente, cuando los elementos son necesarios allí, sino también para servir a intereses particulares, que ya hemos visto a dónde conducen. Porque esas ametralladoras, esos fusiles, cañones y carros blindados que se han paseado por Cataluña, se ha visto que no han estado faltos de municiones, y sin embargo en los frentes faltaban municiones para atacar. Queremos una industria de guerra bien organizada, nacionalizada, en condiciones de poder producir para las necesidades de la guerra.
Todos estos puntos son los que nuestro Ejército viene planteando desde el comienzo mismo de la guerra. Y si en parte se han llevado ya a la práctica, ha sido gracias no solamente a nuestra tenacidad en plantearlos, sino también a nuestra contribución directa para ejecutarlos. Por haber exigido la realización de todo esto nos hemos ganado no pocas enemistades, especialmente por parte de los que, en lugar de apoyarse en la capacidad y voluntad creadora del pueblo y darle a la guerra toda la amplitud que exige para ser ganada rápidamente, se obstinan en que ésta se desarrolle según un plan limitado, empírico y personal.
Hoy, nuestra guerra no es ya solamente una contienda interior en la que se ventila la suerte de nuestro país. En ella se juega también el destino de toda la humanidad. Las hordas extranjeras que están asolando nuestro territorio no son solamente las fuerzas de invasión de nuestro país; son también las fuerzas negras de la reacción mundial que luchan por convertir a España en punto de partida para lanzarse al asalto contra toda Europa y someterla a las garras del fascismo. Por eso tiene para nosotros una importancia decisiva la ayuda internacional, la solidaridad efectiva que los pueblos progresivos puedan prestamos. Y, ya que hablamos de esto, hemos de decir que también aquí se quiere especular y maniobrar a favor y en contra de ciertas ayudas, con fines bastante turbios y poco nobles.
Es cierto que el pueblo de Francia ayuda y alienta nuestra lucha. También el pueblo de Inglaterra ayuda y alienta nuestra causa. Una cosa distinta son los gobiernos de estos países, que ayudan muy poco, por no decir que entorpecen a la República española. No tienen en cuenta lo que representaría para ellos, para los intereses mismos de Francia o de Inglaterra, el que perdiésemos la guerra en España, que no la perderemos. También tenemos la ayuda desinteresada del pueblo mejicano. En parte también la del gobierno mejicano. Pero hay interesados en querer destacar y exagerar esta ayuda, que nosotros agradecemos en lo más profundo de nuestras convicciones, para desvanecer la ayuda magnífica del pueblo soviético. ¿No habéis notado que hay gentes interesadas en maniobrar en esta dirección? Yo he leído, en “Adelante”, periódico socialista, un suelto hablando del bloqueo, que decía: “¡A ver qué hacen ahora míster Eden, monsieur Blum y tovarich Stalin!” (Grandes aplausos y vivas a Stalin.)
¿Comprendéis toda la mala intención que encierra el hecho de involucrar a Stalin y al gran pueblo soviético, amigo entrañable del pueblo español, con los representantes de la burguesía imperialista, de Inglaterra y de Francia? Tenemos en cuenta toda la ayuda que se le está prestando al pueblo español, por pequeña que sea, pero querer desvanecer la ayuda del pueblo soviético, eso no es posible. Y yo digo: quien la ignore o quiera ignorarla de una manera malintencionada, qué se dé un paseo por cualquier frente y que vea la marca de fábrica de la mantequilla con que se alimentan nuestros combatientes. (Grandes aplausos.) Hay que ser más serio, para plantear estas cuestiones. El pueblo sabe hasta dónde llega la ayuda de cada cual. La agradecemos toda. Pero no se trate de ocultar la ayuda principal. No solamente la principal, sino la fundamental. Yo no sé lo que hubiera sido del pueblo español sin los comestibles que nos ha mandado la URSS. (Aplausos.)
Nuestra preocupación central es ganar la guerra. Y una de las condiciones esenciales para ello es la unidad. Unidad del proletariado, de toda la clase obrera en un solo gran partido político; unidad de los sindicatos en una gran central sindical única; unidad de todas las fuerzas antifascistas en el Frente Popular; unidad de la juventud, que ha de edificar la nueva España; unidad de todo el pueblo español para ganar la guerra.
Queremos la unidad política del proletariado. El Partido Socialista y el Partido Comunista están en buenas relaciones y hacen avances serios en esta dirección. Tiene sus comités de enlace, constituidos para ventilar todas las cuestiones de tipo interior y para plantear muchos de los problemas relacionados con la guerra y la revolución en marcha. Pero esto no basta. Es necesario que estas relaciones cordiales entre socialistas y comunistas se aceleren en el sentido de que pueda llegarse cuanto antes, y lo más pronto posible, porque así lo exigen los trabajadores y la propia situación, a un solo partido de la clase obrera en España. Que, sobre la base de un programa común, los obreros puedan formar un partido único, el gran partido del proletariado. (Aplausos.)
La clase obrera lo quiere, porque sabe que constituyendo el partido único del proletariado lo más pronto posible, se acelerará el triunfo de la guerra, porque así, teniendo este partido bien compenetrado, un solo partido de la clase obrera, se tiene la condición primordial para asegurar todas las conquistas, para consolidarlas. Queremos que todos los socialistas y todos los comunistas trabajen en esta dirección en los comités de enlace. Queremos hacer comprender que esto es una necesidad urgente, porque ello ayudará a ganar más rápidamente la guerra. Y lo mismo que queremos que la CNT y la UGT se entiendan, queremos, sobre todo, hacer viable lo más rápidamente posible que en esta inteligencia entre la UGT y la CNT se creen las condiciones para una sola central sindical. Y esto se puede asegurar en la medida en que se lleve a cabo la depuración de afiliados. Y lo digo principalmente a la CNT, que es donde más se han infiltrado los enemigos de la revolución. Yo estoy seguro de que, con esta limpieza, las relaciones entre la UGT y la CNT van a beneficiar grandemente a los trabajadores.
Por eso nosotros queremos la unidad política y sindical de los trabajadores. Y esto no va en contra del Frente Popular. No va a liquidar a nuestros aliados, sino al contrario. La garantía de la fuerza del proletariado es la garantía de la revolución. Nosotros decimos que este Partido único y esta unidad sindical no van en menoscabo del Frente Popular, sino que lo refuerzan. Queremos con esto llegar a la unión de todo el pueblo antifascista, de todo el pueblo español, fortalecer la lucha contra el fascismo interior y barrer al invasor de nuestro suelo. Queremos estar unidos todos los españoles, para ganar la guerra y edificar sobre el triunfo una España libre, próspera y feliz. (Ovación.)
Sólo unas palabras a los que todavía hablan de que nuestro Partido hace un trabajo de proselitismo, tratando de traer de mala manera a nuestro partido a los obreros, a los campesinos, a los intelectuales. La clase obrera en España es muy despierta. Lo verdaderamente pueril es plantear que nosotros crecemos como Partido Comunista, porque hacemos trabajo de proselitismo. Nosotros lo qué hacemos es un buen trabajo, que han comprendido las masas. Por nuestra política de unidad de Frente Popular, es por lo que han venido las masas al nuestro partido.
Últimamente, han arreciado los ataques contra nuestro partido y su línea política justa de unidad, hasta convertirse en verdaderas campañas sistemáticas. ¡Ojo con estas campañas! La historia de todo el movimiento revolucionario internacional nos enseña que detrás de estos ataques rabiosos contra el Partido Comunista se esconde siempre la mano de la contrarrevolución. En julio de 1917, los ataques contra el Partido Bolchevique trajeron, en Rusia, el golpe de Estado de Kornilov, barrido luego por la revolución. En Alemania, los ataques contra el Partido Comunista allanaron a Hitler el camino para subir al poder. En España, la mano de la contrarrevolución, encarnada en los trotskistas y demás provocadores agentes del fascismo, disfrazados de revolucionarios dentro de nuestro campo acecha también detrás de estos ataques sistemáticos contra el Frente Popular, pero sus negros designios no se lograrán, pues el pueblo español, los trabajadores que han descubierto ya la verdadera faz de estos sicarios del fascismo, sabrán barrerlos a tiempo e implacablemente.
En esta situación tan difícil para España, se quiere dar la batalla contra el Partido Comunista, por los trotskistas y los enemigos de la unidad y de la victoria del pueblo español. Ya habéis visto lo que en estos momentos ha tenido lugar en Cataluña, y no está descartado que se pueda preparar otro levantamiento con más fuerza; un movimiento anticomunista, a ver si se puede perder la guerra. Pero nuestro Partido lo dice a las masas para que sepan como el enemigo trabaja para romper esta fuerza monolítica, para hacer todo lo necesario con el fin de que perdamos la guerra.
Nosotros decimos: ¡Obreros de todas las tendencias! Hoy, más que nunca, se necesita la unidad de los obreros, la unidad de todos los antifascistas, la unidad de todo el pueblo español. A todo el que sabotee esta unidad, llámese socialista, anarquista o como se llame, debe señalársele como un enemigo del pueblo, como un enemigo de nuestra causa.
Nosotros decimos a todos los que en estos momentos difíciles luchan contra el Partido Comunista, forjador del Frente Popular y paladín de la unidad de todos los trabajadores, que tengan cuidado, que detrás de esas campañas, acecha la mano de la contrarrevolución.
Nosotros comparecemos hoy no solamente ante los obreros de Valencia, sino ante los obreros, ante los antifascistas de toda España, para decir que no es posible luchar contra el Partido Comunista, por lo que es, por lo que da para la guerra, por su lealtad y por su justa línea política. Los que traten de luchar con malas artes -con los que obren de buena fe, nosotros estamos dispuestos a discutir fraternalmente todos los problemas de la guerra, de la revolución, con todos los demás partidos, todo el tiempo que sea necesario-, los que traten de luchar con malas artes contra el Partido Comunista, que se sepa que luchan contra los intereses de la clase trabajadora, contra los intereses del pueblo.
Pero los que tal intenten, se romperán los dientes, y no contra el Partido solamente, sino contra las grandes masas de España. Lo sabemos muy bien, porque conocemos cómo piensan los obreros en el frente y cómo piensan los obreros antifascistas, en su gran mayoría, en la retaguardia. Por tanto, Frente único, Frente Popular, comprensión de los momentos en que vivimos. Todos los que vengan de mala manera serán rechazados, y estoy seguro de que irán al estrelladero.
¡Proletariado de Valencia, proletariado de España, adelante! Sois vosotros los que debéis decir la última palabra. Yo pregunto a todos los que me escucháis en estos momentos, dentro y fuera de este salón: ¿Estáis de acuerdo con la política del Partido Comunista de España? (El público contesta un “sí” clamoroso.) Pues entonces, cerrad las filas de vuestro partido y marchemos, unidos a los antifascistas todos, a todo el pueblo de España, por el camino que nos conducirá a la victoria. (Formidable ovación, que dura varios minutos.)