Edición impresa: José Díaz, Tres años de lucha,
Editions de la Librairie du Globe,
París 1970.
Versión digital: Koba, para http://bolchetvo.blogspot.com.
Transcripción/HTML para el MIA: Juan R. Fajardo, nov.
2009.
Formato alternativo: PDF por cortesía de http://bolchetvo.blogspot.com.
Camaradas:
Obreros socialistas y anarquistas, antifascistas todos: os saludo cordial y fervorosamente, en nombre del Partido Comunista.
Permitid que comience por advertiros que, cuando se viene a un acto de esta naturaleza, cuando tan crítica y preñada de peligros está la situación, no debéis mirar solamente si las frases son más o menos bellas, si la oratoria es o no brillante. Camaradas que habéis venido a este acto, escuchad la doctrina, oíd la forma en que el Partido Comunista deduce las enseñanzas del pasado y os expone la situación presente. Estas enseñanzas os serán útiles para desarrollar la lucha de masas que tanta falta está haciendo en estos momentos.
No son éstos los momentos más adecuados para perder el tiempo. El peligro fascista es más grande que nunca, en España. El Poder, el aparato estatal, está en manos de un gobierno integrado por reaccionarios y fascistas. Y este gobierno, cargado de las peores intenciones, está tomando las medidas orgánicas y estratégicas para impedir el desarrollo del movimiento revolucionado. Para lograrlo, no repara en los procedimientos. Mantiene al país bajo el terror. Mantiene, a pesar de que todos los días habla de tranquilidad, el dogal permanente del estado de alarma y de prevención. Mantiene la censura de prensa y suspendidos los periódicos obreros, el diario de la revolución “Mundo Obrero”. Todos los días salen de los ministerios, cedistas o radicales (es poca la diferencia entre unos y otros, pues todos tienen por amo a Gil Robles)... (Aplausos.)
...Os decía que todos los días salen de los ministerios reaccionarios y fascistas, disposiciones a cual más fascista y reaccionaria. Y de esas Cortes, que tan bien ha retratado el camarada Bolívar, salen leyes y más leyes fascistas. Y, como si todo esto fuera poco, aún preparan otras, como la Ley de Prensa y la Ley Electoral. La primera, para impedir la publicación de periódicos obreros y populares y para asegurarse, como lo hizo Primo de Rivera, espacios en los diarios para poder insultar y provocar al pueblo con notas oficiosas. Y la otra, para hacer unas elecciones a la medida de sus necesidades, para ayudar a la guardia civil a hacer las elecciones. (Aplausos.)
Pero el Gobierno no se contenta con todo esto. Aún tiene otros procedimientos más contundentes y de los que las espaldas doloridas, las carnes heridas, los cuerpos torturados de millares de obreros en los centros policíacos pueden dar fe. Mantiene una represión durísima contra los trabajadores. Sobre éstos pesa el espectro del verdugo, con las condenas a muerte y las ejecuciones ya perpetradas.
Pero este proceder del Gobierno tiene su contrapartida: si al pueblo se le oprime, se le maltrata y se le condena al silencio, en cambio a las bandas reaccionarias se les da toda la amplia libertad que apetecen para provocar a las masas populares, para que llenen su prensa de insultos canallescos contra los obreros, como hacen “El Debate”, “ABC”, “La Nación”, “Informaciones” y otros. Y para que publiquen esas hojas asquerosas los fascistas de Primo de Rivera, asesino de obreros. (Aplausos. Mueras al fascismo.)
Sí, camaradas, el fascismo morirá. Pero, ¿habrá de morir tan sólo por explosiones de entusiasmo? No. Es verdad que existe hoy un gran espíritu revolucionario en las masas, una formidable corriente en favor del frente único y de la unión de todos los antifascistas. Es una gran verdad que el pueblo trabajador quiere la lucha unificada para salir de esta situación que os acabo de describir. Pero, vuelvo a preguntaros: ¿es suficiente que exista un claro deseo de lucha y una firme voluntad de vencer? Está muy bien el entusiasmo, está muy bien esa voluntad de lucha antifascista que se refleja en este grandioso acto y en los que se celebran estos días. Pero tenéis que comprender todos, que a este deseo ya esta voluntad hay que darles una forma orgánica, hay que encauzarlos en una fuerte organización que desarrolle la lucha y nos lleve al triunfo sobre la reacción y el fascismo. (Muy bien.)
¿Creéis que se puede oponer solamente el entusiasmo a la fuerza de un enemigo organizado, hábil y con un feroz aparato de represión? No, camaradas; si no los encuadramos en la lucha, la voluntad y el entusiasmo serían estériles. Los aplausos con los cuales subrayáis cada consigna de nuestro partido y cada llamamiento nuestro a la acción, demuestran que estáis prestos para formar en el frente de combate, pero eso no basta. No basta con el entusiasmo y la voluntad; es necesarios organizar, organizar siempre, y que las fuerzas organizadas marchen siempre en filas compactas hacia la consecución del objetivo propuesto. El genio de la revolución mundial, Lenin, dijo “que la revolución no se hace, sino que se organiza”. Y esto mismo os decimos nosotros, os dice el Partido Comunista: que a la represión de este Gobierno, a los propósitos claros de hundirnos en el infierno fascista del hacha y del patíbulo, nosotros tenemos que oponer y oponemos ya la lucha organizada. Hoy, desde esta tribuna, como ayer con todos los medios a nuestro alcance, renovamos nuestro llamamiento a los obreros, a los campesinos, a los hombres libres, a los antifascistas, a los republicanos de izquierda, para que todos los que tenemos un punto de coincidencia en esta hora grave, nos unamos en un Bloque Popular Antifascista que rompa los propósitos de este gobierno de fascistas y reaccionarios. (Grandes aplausos.)
Y éste es el sentido, el objeto de mi discurso en este grandioso acto. Quiero hacer llegar a la convicción de los diez mil obreros antifascistas que aquí os encontráis, y de los millares que escuchan desde la calle, que es de todo punto necesario, que es urgente crear las formas orgánicas de lucha antifascista, que hay que organizar el Bloque Popular Antifascista, si queremos arrollar a la reacción y al fascismo, si queremos vencer. El momento actual impone imperiosamente esta necesidad. En nombre del Partido Comunista me esforzaré, pues, en explicaros cómo y bajo qué plataforma de lucha debemos unirnos todos los antifascistas para dar la batalla a las fuerzas de la reacción.
Antes de Octubre, camaradas, antes de las jornadas de Octubre, nosotros luchábamos, como ahora, por la unificación de las fuerzas obreras. Nuestro partido se ha esforzado siempre por convencer a los demás sectores obreros de que ésta es la condición indispensable para el triunfo. Y ésta es una idea que queremos grabar muy bien, muy hondo en la conciencia de todos los trabajadores. La idea de que para vencer a un enemigo poderoso hay que luchar unidos, hay que presentarle batalla todos juntos. Y para que no creáis que esta afirmación es un simple recurso, vaya permitirme leeros unas breves líneas sobre lo que nuestro Partido estimaba imprescindible antes de Octubre. El Pleno extraordinario del Comité Central, celebrado un mes antes de la insurrección de Octubre, decía en su resolución:
¡”A la burguesía y a los terratenientes ya no les es posible mantener su odiosa dominación cubriéndola con el manto de la “democracia”. Hoy, este ropaje les estorba y se desprenden descaradamente de él, dando rienda suelta a las formas brutales de esclavización de las masas trabajadoras de la ciudad y del campo. El Bloque dominante y su actual equipo gubernamental inspiran su política y sus métodos de represión, enfilándolos hacia la instauración de la dictadura sangrienta y terrorista del fascismo, buscando así el medio de ahogar en sangre y exterminio la creciente potencia de la revolución.”
Y deducíamos:
“Partiendo de esta situación, el problema cardinal para asegurar el triunfo de la revolución, lo constituye la organización y la unificación de las fuerzas de la revolución, bajo una dirección firme y consciente de sus objetivos. Así lo han comprendido las masas trabajadoras.”
“Organizar el Frente único de lucha, en forma permanente y con carácter nacional, para dar la batalla a la contrarrevolución: ¡tal es el anhelo de las masas trabajadoras!”
Ésta era nuestra posición, antes de Octubre. Por eso ingresamos en las Alianzas Obreras, aun a sabiendas de que no eran la expresión acabada y consecuente del Frente único. Ingresamos en ellas, para transformarlas en verdaderas organizaciones de frente único de los obreros y campesinos. Pero no lo conseguimos con la amplitud que era necesario, por las resistencias de unos y las incomprensiones de otros. En Asturias, donde nuestro partido había conseguido hacer penetrar profundamente entre las masas la idea del Frente Único, y donde los Comités de Frente Único de lucha tenían ya una tradición, las Alianzas. Obreras se organizaron rápidamente, y en parte en el mismo curso de los combates, y así fue posible que en Asturias lograra el proletariado la victoria sobre el enemigo, mientras que en los demás sitios de España, en que los órganos de Frente único no estaban creados y desarrollados, la lucha no pudo alcanzar la misma extensión y profundidad.
Y decidme, camaradas, si esto, si el Frente Único, era una necesidad vital antes de Octubre, ¿qué no será ahora, hoy, en que el peligro fascista es más grande, más inmediato, cuando tiene ya en sus manos una parte del aparato del Estado? Hoy es de una necesidad arrolladora la creación y desarrollo de los órganos de la unidad de acción.
Todos conocéis lo ocurrido en Octubre. Sabéis que nos levantamos en todo el país, que los trabajadores españoles, los trabajadores catalanes, los de Euskadi, los de Galicia, en fin, los de todas partes de España, se echaron a la calle para impedir el avance del fascismo por medio de la huelga general y de la lucha insurreccional. Y sabéis también que las masas lucharon con admirable coraje para derribar a la gran burguesía, a los terratenientes y a su Gobierno reaccionario y fascista, y también para adueñarse del Poder. Esto último sólo pudo conseguirse en Asturias. En Asturias, por el comportamiento heroico del proletariado. En Asturias, porque supieron marchar unidos y conquistar las armas. La bandera del Poder de los obreros y campesinos ondeó triunfante durante quince días en Asturias. Las Alianzas Obreras y Campesinas se adueñaron del Poder, luchando con las armas en la mano. Esta gesta gloriosa de nuestros compañeros de Asturias vivirá siempre en el recuerdo de todos los explotados. Mas no debemos olvidar que allí nuestros hermanos, nuestros héroes, lucharon unidos y por eso triunfaron; comunistas, socialistas y anarquistas lucharon confundidos, hombro a hombro. Por esto mismo, si queremos triunfar en todo el país, es preciso que el Frente Único sea una realidad, que la unidad de acción se imponga, que las Alianzas Obreras y Campesinas se creen y desarrollen en todo el país, que dirijan la lucha de las grandes masas hacia el aplastamiento de la reacción y el fascismo. Si hacemos esto, yo os digo que no tardaremos en ver a este Gobierno, a Gil Robles y a todos los que ellos defienden, correr, huir de la misma manera ignominiosa que los burgueses y los guardias de Asturias corrían ante las filas apretadas y en armas de los mineros y trabajadores de Asturias. (Atronadora ovación. Durante largo tiempo, se vitorea a Asturias, a la revolución y al Frente Único.)
Camaradas, aprovechemos este paréntesis que habéis abierto al prolongar los aplausos y vítores a los héroes de la gloriosa Comuna de Asturias, para pediros, en nombre del hecho que tanto entusiasmo provoca en vosotros, que forméis en el cuadro de la solidaridad para con las víctimas de la represión. No olvidéis que en esa Asturias han quedado muchos hijos de mineros huérfanos, muchas compañeras en la miseria más espantosa. No olvidéis que el proletariado de Asturias ha sido condenado al hambre por la contrarrevolución. No olvidéis que en las cárceles hay veinticinco mil camaradas. No olvidéis que hay muchos héroes de la insurrección perseguidos... Es preciso reforzar la solidaridad de clase para con estos camaradas. Es preciso que cada proletario, cada trabajador, cada hombre de buena voluntad, se desprenda de unos céntimos todas las semanas para ayudar a las víctimas del terror contrarrevolucionario. Ésta es una deuda sagrada, una deuda de honor que todos los trabajadores de España tenemos contraída con nuestros hermanos caídos en la lucha. Y sobre todo, con el heroico proletariado de Asturias, que en las condiciones de terror a que lo tiene sometido el Gobierno, no se amilana, ni se arredra, sino que sigue luchando, declarando huelgas y levantando el brazo con el puño en alto, que es una amenaza valiente a los que ensangrentaron..." (Gran ovación, que impide al orador acabar la frase.)
En las primeras filas de la lucha se ha encontrado el Partido Comunista. En Asturias y en todas partes, los comunistas tomaron las armas y lucharon en la primera línea de batalla. Sobre todo en Asturias, donde nuestro partido era más fuerte, tenemos que decir que una gran parte del triunfo nos corresponde. (Grandes aplausos.)
Y oídlo bien, camaradas, que lo oigan cuantos quieran oírlo: los comunistas han llamado a la lucha y a la insurrección a las masas, se han puesto a la cabeza y han luchado contra las fuerzas represivas de la reacción y del fascismo con las armas en la mano. El Partido Comunista está, pues, identificado con el movimiento insurreccional y asume su plena responsabilidad política. Repito esto, porque parece que hay por ahí gentes que se sacuden las pulgas y no quieren que se les diga nada de lo que ha pasado. No quieren nada con la insurrección de Asturias ni con las luchas de Octubre.
Nosotros, el Partido Comunista, comprendemos muy bien que ciertas gentes se desentiendan de las responsabilidades del movimiento. Y si nosotros no saliéramos a la plaza pública a gritar a pleno pulmón que todo cuando hicieron las masas revolucionarias en Octubre, que la insurrección de Asturias, es un hecho glorioso y que es el resultado de toda nuestra lucha, de toda nuestra agitación, del ejemplo que los comunistas dan al proletariado, parecería como si estos hechos gloriosos constituyeran una vergüenza que tenemos que ocultar. No, camaradas; nosotros estamos orgullosos de cuanto han hecho las masas y estamos orgullosos sobre todo de la insurrección de Asturias. Hay, en aquella región, uno de nuestros héroes, un camarada responsable de nuestro partido preso hoy y amenazado de muerte por la contrarrevolución, el camarada Manso... (Gran ovación y vivas a Manso.) El camarada Manso y otros camaradas dirigentes regionales de nuestro partido, se han declarado responsables políticos del movimiento de Asturias.
Y, por si esto no es bastante, por si aún hubiese alguna duda, yo, en nombre del Partido Comunista, digo a todos los obreros, a los campesinos, a los trabajadores todos –y que nos oigan también las huestes de la reacción-, que nosotros somos los responsables del movimiento revolucionario de Octubre, que el Partido Comunista de España recaba para sí toda la responsabilidad política que se derive del movimiento y de la insurrección victoriosa de Asturias. (Aplausos atronadores. Los trabajadores se ponen en pie y saludan con el puño en alto. Grandes vivas al Partido Comunista.)
Después de dominado el movimiento por la reacción, el Gobierno se aprovecha de su triunfó momentáneo sobre la clase obrera para desatar una orgía de represión de tal naturaleza, que no tiene precedentes ni aun en los países de imperio más feroz del fascismo. La venganza llega a extremos que causan espanto. A pesar de la mordaza gubernamental, muchos de estos horrores han llegado a conocimiento del pueblo. Aquí mismo, el camarada Bolívar os ha referido algunas torturas que se han aplicado y se aplican a los trabajadores. Los muertos se cuentan por millares. Pero no sólo los muertos en la lucha, sino los muertos después del triunfo circunstancial de la contrarrevolución, los muertos durante la represión.
La CEDA y los radicales cumplen fielmente el mandato de sus amos, de los capitalistas y terratenientes. Tienen el encargo de reprimir a sangre y fuego el movimiento revolucionario, y no reparan en medios. Esa es su triste misión.
La misión de los católicos de la CEDA, que consiste en enviar a los moros a “pacificar” a los “cristianos” con las gumías y a los degenerados del Tercio a imponer el “orden” en Asturias. Misión que consiste en torturar a los detenidos para hacerles firmar declaraciones de culpabilidad. Misión que consiste en ejecutar a los obreros revolucionarios, en sitiar por hambre a los mineros...
Éste es el Gobierno del hambre, de la sangre y de la muerte. Éste es el Gobierno que ha realizado actos de barbarie tan feroz, que no tienen precedente en la historia. (El camarada Díaz relata algunos hechos concretos y el público prorrumpe en gritos de indignación. Algunas mujeres lloran. El momento es de una emoción indescriptible.)
Y en esta situación que sigue a Octubre, es cuando el Partido Comunista se dirige una y otra vez a las organizaciones obreras, al Partido Socialista y a todos los antifascistas, llamándoles a organizar la lucha en frente único contra la represión y contra la pena de muerte. Nuestra consigna “¡Ni una ejecución más!” ha recorrido todas las ciudades, todos los pueblos y aldeas de España. El pueblo trabajador ha vibrado al conjuro de la voz comunista, que le llamaba a la lucha contra la represión y contra la pena de muerte.
No todas las organizaciones llamadas a la lucha respondieron. El Partido Socialista se mantenía en una pasividad nada favorable a la causa de los trabajadores. A nuestros reiterados requerimientos para organizar la lucha en común ha respondido con el silencio. Y esto, en los momentos en que más necesarias se hacían la actividad y la lucha, en los momentos en que sobre la cabeza de muchos obreros revolucionarios, de muchos militantes comunistas y socialistas se cernía la amenaza de la ejecución.
Mas no por ello hemos cejado en la lucha. Estábamos convencidos de que sólo por la acción incansable de las masas podía impedirse la represión y evitarse las ejecuciones. ¿Quién no vio en las calles de Madrid y en las de todas las ciudades de España, millares de periódicos, millares de manifiestos, millares de inscripciones toscas en las paredes, que al pie llevaban esta firma: Partido Comunista de España? Esa labor la ha hecho nuestro partido y la han hecho las organizaciones que se movilizan por su iniciativa. (Aplausos.)
Y este trabajo incansable, esta lucha, engendró un movimiento de protesta general en el pueblo. Salvo las cuadrillas reaccionarias y fascistas, todo el mundo pidió y exigió el indulto de los condenados a muerte. Pero no fue sólo en España; fue también en el extranjero. En todo el mundo, las organizaciones antifascistas, el Socorro Rojo Internacional, respondieron a los llamamientos comunistas con una campaña de solidaridad grandiosa, enorme. Toda esta lucha dio por resultado el que se arrancara de las garras del verdugo y del pelotón de ejecución a veinte camaradas condenados a muerte. Lo decimos otra vez porque tenemos derecho a decirlo: el noventa por ciento de esta campaña fue movida y desarrollada por el Partido Comunista.
Y esta lucha en frente único, en frente popular, antifascista, que consigue los veinte indultos, es la primera gran batalla ganada al enemigo por el proletariado después de Octubre.
Todos conocéis por qué se produjo la primera crisis, después de Octubre. Se produjo una discrepancia sobre si debe o no indultarse a veinte obreros revolucionarios condenados a muerte. Lerroux se inclinaba a indultar, porque el viejo zorro reaccionario a las órdenes de Gil Robles veía que la lucha de las masas crecía como la espuma y comprendía que la ejecución de veinte hombres más iba a desbordarles y la sangre derramada se convertiría pronto en el mar que les ahogaría. En cambio, Gil Robles opinaba que cuantos más revolucionarios se mataran, menos enemigos le quedaban. Sin ello, sabía que la semilla de los revolucionarios no muere ni morirá nunca. Porque si su odio sangriento llegase a tanto como a pensar en organizar la muerte de todos los revolucionarios, se vería en la imposibilidad de hacerlo. Porque hoy, en cada obrero, en cada trabajador, en cada antifascista, en cada persona honrada, hay un revolucionario. Y decidme: ¿qué iban a hacer Gil Robles y sus amos cuando hubieran matado a quienes les dan de comer...? (Ensordecedores aplausos y mueras a Gil Robles.)
Los veinte indultos motivan la crisis. Pero estos indultos no se deben a la benevolencia de los gobernantes, sino a la lucha de las masas en frente único. Y si la crisis se produce por esté hecho, de enorme significación revolucionaria, prueba evidente de que la revolución vive y se desarrolla, prueba palmaria de que el proletariado no está vencido, sino en pie de guerra, reparando sus fuerzas para lanzarse a otras batallas, de las que la gran burguesía y los terratenientes saldrán vencidos para siempre.
Si esto se ha hecho, si, todo esto hemos logrado sin la organización necesaria, ¿qué no podríamos lograr con la unión y la organización de todas las fuerzas obreras y antifascistas, dirigidas por un partido con una teoría y una práctica revolucionarias certeras? El empuje de estas masas así organizadas, así dirigidas, no hay gobierno que lo resista. Lerroux y Gil Robles, y todos sus lacayos, serían arrollados como simples muñecos de papel. (Aplausos.)
Pues bien, camaradas, esta organización puede ser el Bloque Popular Antifascista. El Bloque Popular puede y debe formarse alrededor de las Alianzas Obreras y Campesinas. Pero todo camarada debe comprender que este Bloque, este amplio frente de lucha antifascista no debe abarcar tan sólo a los obreros y a los campesinos, a los empleados y funcionarios, sino también a los intelectuales honrados, a los artesanos, a los pequeños industriales y comerciantes; en fin, a todos los que aborrecen el fascismo y su secuela de terror, de miseria y de hambre. A la cabeza de él debe estar y estará el proletariado y su vanguardia, el Partido Comunista. Porque sólo el Partido Comunista, sólo un partido capaz de luchar en primera fila y que tiene la escuela de acero de la Internacional Comunista, puede, como lo ha hecho ya el glorioso Partido Bolchevique, asegurar el triunfo de la revolución. La Unión Soviética es el ejemplo más grandioso de ello. (Aplausos.)
Lerroux forma otro gobierno a base de radicales. Porque, aterrado de la amplitud de la lucha de masas, habla un lenguaje un poco liberal, hace concebir algunas esperanzas durante un mes. Pero ¿a quién hace concebir estas esperanzas? Sólo podía hacérselas concebir a gentes cándidas, que no saben aún, ¡a pesar de lo que ha hecho!, de lo que es capaz este viejo reaccionario. A nosotros, no; al proletariado, tampoco.
Y mirad de lo que es capaz Lerroux y la contrarrevolución toda: al mes siguiente, un gobierno con cinco ministros de la CEDA. Y, por si esto no fuese bastante todavía, es el fascista Gil Robles quien se alza con la cartera de Guerra. ¿Qué pretenden? Gil Robles va a liquidar lo poco que aún queda de republicanismo democrático en el aparato del Estado, en los cuadros del ejército, y va a poner los altos mandos en manos de fascistas tan caracterizados como él. Así se asegura la posibilidad de emplear al ejército como instrumento para el logro de sus propósitos, que son dar paso a un gobierno enteramente fascista. Con el predominio en el Gobierno, la CEDA y los demás partidos fascistas tienen la libertad y los elementos que necesitan para moverse en todas direcciones, para preparar orgánica y políticamente los cuadros del fascismo, para apoderarse del Poder por la vía “legal”, como hizo Hitler en Alemania.
Si no puede hacer esto, si no conquista a las masas necesarias, si la demagogia fascista no da resultado, ¿para qué está Gil Robles en el Ministerio de la Guerra? ¿Para qué pone a la cabeza del ejército al general Franco y a otros generales monárquicos, amigos de Primo de Rivera? ¿Para qué...? (Los aplausos interrumpen al orador.) Hay que suponer que Gil Robles no estará en el Ministerio de la Guerra precisamente para democratizar el ejército, sino para preparar el golpe militar que entronice la dictadura terrorista y sangrienta del fascismo.
Este gran peligro debe ser bien comprendido por todos los comunistas, por todos los socialistas, por todos los anarquistas, por los republicanos de izquierda, por todos los hombres libres. Es un peligro ante el que no podemos alzamos de hombros. Un peligro que no se puede despejar con discursos. Un peligro que sólo puede combatirse con la fuerte unión de todas las fuerzas obreras y antifascistas, con la Concentración Popular Antifascista. Y quien no lo comprende así, no comprende la gravedad del peligro que nos amenaza.
No es sólo en la amenaza del golpe militar donde reside el peligro de la hora presente. Existe también en la demagogia cedista. Este partido de los grandes explotadores, de los señoritos de la tierra, de los banqueros, de los grandes capitalistas, de los magnates de la Iglesia, se presenta ante las masas del campo, mantenidas por la burguesía y los caciques en un nivel cultural y político atrasado, ante los parados hambrientos y desesperados, ofreciéndoles la solución a sus problemas. Nosotros sabemos que es mentira, que la CEDA no les va a dar nada, que sólo les da cárcel y metralla. Esto tenemos que hacérselo comprender a nuestros hermanos, los obreros agrícolas y campesinos pobres, a los parados, para que no se dejen engañar por la demagogia embustera de los cedistas. Pero ellos tienen en sus manos el Gobierno y todos los resortes de la propaganda. Y si nosotros descuidamos la propaganda en sentido contrario, podría resultar que, a fuerza de mentiras y de algunas limosnas hábilmente distribuidas, lograran conquistar la adhesión de una parte de estas masas, adhesión que utilizarían para implantar el fascismo, para perpetuar la miseria, el hambre y los asesinatos en España, contra todo el pueblo.
La CEDA trabaja también por medio de la Iglesia y de las damas catequistas. Tenéis la experiencia de los colchones en noviembre de 1933. Esta gente se mete en las casas de los obreros parados, de los hambrientos, ofreciéndoles un empleo y hasta dándoles una limosna insignificante. Con esto y la influencia de los confesionarios pueden hacer mucho daño. Con esta labor quieren ganarse a las masas. Es un peligro que tampoco podemos desdeñar.
Hay que gritar a todo el mundo, a los campesinos hambrientos, a los parados, que la CEDA no quiere más que engañarles, conducirles borreguilmente al fascismo y utilizarles para sumir en el infierno fascista a todo el pueblo trabajador de España. Hay que esgrimir los hechos en contra de esas promesas demagógicas. Hacer ver que Gil Robles prepara un presupuesto guerrero de muchos miles de millones de pesetas. Que quiere crear un fuerte aparato militar que ladre como un perro a las grandes potencias de fuera y que muerda a los de dentro, a los trabajadores. Lo que en los dos casos es malo, porque nos conduce a la guerra y nos sitúa bajo la espuela y el espadón militar. En una situación de provocación constante y de constante guerra civil... (Aplausos.)
Estos dos peligros que acabo de señalar tienen que ser comprendidos por todos los obreros y fuerzas antifascistas del país. Y estos dos peligros tienen una sola finalidad: instaurar la dictadura terrorista del fascismo en España.
Y, ante el reconocimiento de este grave peligro, surge la pregunta: ¿Cómo podemos hacerlo desaparecer? ¿Cómo salir de esta situación?
He aquí la gran tarea que nos impone el momento histórico por que atravesamos. Ha llegado el momento de demostrar si somos o no capaces de barrer el peligro fascista que nos amenaza.
Todos los oradores que han hablado antes que yo, han dicho: “El fascismo no pasará”. Y yo os digo que esta frase sólo tiene sentido cuando se toman todas las medidas necesarias para luchar contra el fascismo. Porque si sólo conservamos el entusiasmo en los mítines y nos marchamos a casa tranquilamente, esperando a que la solución caiga del cielo, entonces, camaradas, yo os digo que el fascismo, con su cortejo de crímenes y de hambre, será una realidad terrible en España. Una realidad feroz, sin comparación con ninguna otra dictadura. Después de lo que conocéis que ha hecho la contrarrevolución en Asturias, ya podéis imaginaros lo que sería en España el fascismo.
En cambio, “el fascismo no pasará” si todos nos unimos, si vosotros, los diez mil obreros que estáis aquí, los que pertenecéis a otras organizaciones y partidos, obligáis a vuestros dirigentes a aceptar las proposiciones justas de frente único que les hace el Partido Comunista, si en vuestras fábricas y talleres, en las oficinas, en las universidades, por todo el país, organizáis la Concentración Popular Antifascista; entonces, sí podremos decir muy alto y muy fuerte que el “fascismo no pasará”. Y no sólo no pasará el fascismo, sino que la lucha unida de todos los obreros y fuerzas antifascistas derribará a este Gobierno, a sus Cortes y a toda la reacción, aplastándoles bajo un puño de hierro. (Grandes aplausos.)
¿Y cuál es la táctica que debemos seguir, en estos momentos? No hay más que mirar cuáles son las rutas que nos llevarán al triunfo. No perder de vista que la hora es grave y exige que el frente de combate sea lo más amplio posible.
¿Cuáles son las fuerzas que hoy pueden luchar unidas contra la reacción y el fascismo? Para nosotros, no es dudoso: estas fuerzas son el Partido Comunista y el Partido Socialista, las Juventudes Comunistas y Socialistas, los anarquistas, los sindicalistas y los republicanos de izquierda, todas las organizaciones populares de masas que estén dispuestas a luchar en contra del fascismo.
Pero esta unión no puede ser un conglomerado sin principios, sin programa, y nosotros decimos que la unión requiere formas de organización y un programa común de lucha. Todo muy sencillo, capaz de ser comprendido en seguida por todos los trabajadores y por todos los antifascistas.
Formas orgánicas prácticamente necesarias son la inmediata reunión de los representantes de todos los partidos y organizaciones que ya he mencionado, sobre un plano nacional. Y estas reuniones deben hacerse también sobre un plano provincial y local. De la discusión cordial que se entable en estas reuniones, en torno a un programa sencillo, saldrá la coordinación de las fuerzas para la lucha.
Y así quedará organizada una fuerte y amplia concentración antifascista para la lucha contra la reacción, contra el fascismo y por la liberación de nuestros presos, para arrancar la amnistía. ¿No es esto bien sencillo de hacer? (Voces: ¡Sí, sí!) Pues entonces, camaradas, imponed vuestra voluntad a los dirigentes de vuestras organizaciones y la Concentración Popular Antifascista será una realidad inmediatamente.
La situación es tan clara, que no la desconocen ni los enemigos de los trabajadores. Las fuerzas del fascismo se dan cuenta de lo que sucede y se lanzan a amenazas como la que estampa el periódico fascista “La Nación” y que os voy a leer. Escuchad lo que dice “La Nación” en un artículo que titula “Frente antirrevolucionario y unión de las derechas, para la salvación de España”:
“Nosotros nos permitimos señalar una fórmula con la que pueden conciliarse las dos tendencias. Es indudable que cuando se produce un movimiento revolucionario como el de Octubre, deben formar la muralla que la contenga, lo rechace y aun lo aplaste, todos los españoles que tengan sentido de orden y espíritu de patriotismo, incluso con las armas en la mano, porque si la desvergüenza separatista y bolchevista continúa con el propósito de desgarrar la Patria, llegará el momento en que sea preciso que nos lancemos todos a la lucha y que acabemos de una vez con esa repugnante amenaza de canallesco matonismo, que desde hace cuatro años no deja levantar cabeza al país.”
¿Está clara la amenaza? Estos fascistas aluden claramente al golpe militar y cuentan con que su jefe, el que tiene en sus manos la cartera de Guerra, no les va a defraudar. Pero esta amenaza de lanzarse a la calle con las armas en la mano no nos asusta. Ya tienen pruebas de cómo saben manejar las armas los revolucionarios y hasta dónde llegan cuando las toman, como en Asturias, y deben saber que no nos quedamos a mitad de camino... (Formidable ovación.)
Hay más. Es el miedo del monárquico “ABC” a que nos unamos todos.
“Es la evidencia -dice en un reciente editorial- de que se propaga y cuaja el propósito de establecer una alianza electoral que llegue desde los comunistas y socialistas hasta los republicanos que se alejan de la derecha y del centro. No hay duda que la coalición es segura y va constituyendo en toda España una línea de combate. Esa perspectiva nos llena de intranquilidad -lo confesamos- frente a las grietas y roturas existentes en el frente de las derechas triunfante el día 19 de noviembre de 1933... Desde ahora, más que antes, la lucha se empeña con una divisoria que separa los dos campos: revolución y contrarrevolución.”
Esta lo dice “ABC”, y no le falta razón. Una unión tan amplia, por nuestra parte, nos dará el triunfo seguro. Y, los mismos fascistas lo dicen, no hay más que dos frentes: Fascismo y Antifascismo, Revolución o Contrarrevolución. Y es indudable que las grandes masas españolas están en contra del fascismo y al lado de la revolución.
Y es doloroso comprobar que, mientras esto se siente, porque es una necesidad, tengamos que ver cómo ahora, hoy mismo, a esta misma hora, el Partido Socialista, en vez de venir con nosotros a este acto, al que ha sido invitado, a nuestros actos, donde tiene siempre un puesto, organice por su parte otro mitin. (Voces: ¡Dos, dos!) Dos mítines, que constituyen una verdadera escisión del sentimiento antifascista y de las fuerzas revolucionarias. Es indudable que las masas que hoy se congregan en el Cine Europa, y las del Cine Pardiñas también, son antifascistas y quieren la amnistía, ¿por qué entonces no estamos todos juntos, en un solo mitin? (Grandes aplausos.)
Parece como si el Partido Socialista tuviera el empeño de marchar solo. ¿Puede el Partido Socialista vencer solo al fascismo? No. ¿Puede el Partido Comunista vencer solo al fascismo? No. ¿Pueden los republicanos de izquierda vencer solos al fascismo? Tampoco. Entonces, ¿por qué no estamos todos aquí juntos, como nosotros queríamos? ¿Por qué no han venido los socialistas, por qué no han venido los republicanos de izquierda? ¿No tenemos que luchar todos unidos contra el fascismo? (Grandes aplausos.)
Esta situación que tenemos en nuestro país es parecida, casi igual, a la de todos los países capitalistas. En el mundo entero se enfrentan dos fuerzas: las fuerzas del fascismo y las del antifascismo. Y en todas partes vemos que donde el proletario se presenta unido sale vencedor, y que donde se obstina en seguir dividido sale derrotado. Aquí tenéis dos ejemplos: En noviembre de 1933, con los trabajadores divididos, salieron triunfantes en España las fuerzas reaccionarias y fascistas. En Francia, recientemente, se han celebrado elecciones. Y, como el proletariado se presentaba unido, como, merced a los esfuerzos del Partido Comunista francés, se formó el frente común de todas las fuerzas antifascistas, los hitlerianos franceses han salido derrotados y los antifascistas victoriosos. Son dos ejemplos bien característicos.
Y, en un plano todavía más amplio, tenemos a todas las fuerzas fascistas unidas contra el proletariado y contra su patria socialista. Y amenazando al mundo con desencadenar una nueva guerra, peor que la de 1914. Y es la Unión Soviética la que da el ejemplo de la lucha por la paz y contra el fascismo guerrero, con el fascismo alemán a la cabeza. Y firma un tratado con Francia para impedir la guerra, que es el paso más formidable que se ha dado en el camino de la defensa de la paz. Y cuando Laval le pregunta a Stalin si Francia debe velar por su propia seguridad nacional frente al peligro de una agresión, el camarada Stalin, responsable de sus palabras, inspirándose en el ejemplo y en las enseñanzas de Lenin, le responde que sí, que “Francia debe mantener su defensa nacional a la altura de su seguridad”. Esto es lo que dice un leninista, el jefe de la revolución, el hombre de acero que lleva con mano firme a la URSS de victoria en victoria, el camarada Stalin. (Atronadora ovación y vivas a Stalin y a la Unión Soviética.)
Pero, camaradas, esta posición que a vosotros y a todos los revolucionarios nos parece tan acertada, que saludáis con la alegría y el entusiasmo de vuestros aplausos les ha parecido muy mala a esos “héroes” del patrioterismo que han sido siempre los líderes reaccionarios de la socialdemocracia. …¡Ellos, que siempre estuvieron al lado de sus imperialismos, que votaron y votan los créditos de guerra, que sirven desde los gobiernos y en la oposición los intereses de sus imperialismos, se permiten criticar el pacto franco-soviético, tomándolo como pretexto para llenar de injurias y calumnias a la Unión Soviética y al camarada Stalin!
No les hagamos caso, camaradas. Esos señores están incapacitados para hablar de internacionalismo y de lucha contra la guerra. Sólo a ellos parece que se les oculta el peligro que significan los propósitos guerreros de los fascistas hitlerianos. De estos asesinos de obreros, que están diciendo todos los días que van a encender la hoguera de la guerra para aplastar el bolchevismo y adueñarse de los países que puedan. Y, sin embargo, todo el mundo ha comprendido que el peligro guerrero del fascismo alemán hace que se establezca una coincidencia momentánea entre el país del proletariado y la Francia de la democracia burguesa. Pero, por si hubiera alguna duda, por si las campañas de los enemigos de la URSS prendieran en alguien y pensaran que tienen razón los cínicos que nos acusan de reformismo, ¡a nosotros, a los comunistas!, que somos los primeros encoger las armas y en regar con nuestra sangre todos los movimientos, a los que luchan como Juan José Manso, como Aída Lafuente, a los que derrocaron al capitalismo en la sexta parte del mundo y edifican el socialismo, a los que llevan adelante la revolución en China, donde organizan en soviets a cien millones de habitantes... (La ovación impide oír el final de la frase.) Para demostrar las tonterías y los embustes de esa gente, voy a leer lo que a este respecto decía Lenin, el genio de la revolución mundial. En una carta a los obreros americanos, escrita en 1918, carta que es una lección de política revolucionaria, Lenin decía:
“Cuando, en febrero de 1918, los bandoleros del imperialismo alemán pusieron en marcha sus tropas contra la Rusia desarmada, que había comenzado ya a desmovilizar, dejándose llevar por su fe en la solidaridad internacional del proletariado..., yo no vacilé ni un momento en "entenderme" con los monárquicos franceses.
“Me pusieron en relación con el oficial francés De Lubersac. "Yo -me dijo De Lubersac- soy monárquico, y mi único objetivo es la derrota de Alemania". Pero ello no impedía, en modo alguno, llegar a un acuerdo con aquel oficial monárquico, teniendo en cuenta que los oficiales franceses podían prestarnos grandes servicios, minando las vías férreas para contener la ofensiva alemana.
“He aquí un ejemplo de "inteligencia" que todo obrero consciente aplaudirá, de inteligencia "en interés del socialismo". Cuando estrechaba la mano del monárquico francés, sabíamos de sobra que ambos sentiríamos una gran satisfacción viendo ahorcado al otro "socio". Pero, por el momento, nuestros intereses coincidían. Contra la ofensiva de las aves de presa alemanas, pusimos en juego, al servicio de la revolución socialista mundial, los contraintereses igualmente rapaces de los imperialistas enemigos de aquéllos.
“De este modo, servíamos a los intereses de la clase obrera de Rusia y de los demás países, reforzábamos el proletariado y debilitábamos la burguesía del mundo entero; acudíamos, como es lícito y necesario acudir en toda guerra, a las maniobras, a los zigzagueos, a los repliegues, en espera del momento en que la revolución proletaria estuviese madura, fuese inminente en una serie de países avanzados.
“¡Que los buitres del imperialismo anglo-francés y norteamericano chillen de cólera, que nos calumnien, que se gasten docenas de millones para comprar a los periódicos socialrevolucionarios, mencheviques y socialpatriotas en general! Yo no vacilarían un momento en sellar una “inteligencia" semejante con las aves de presa del imperialismo alemán, si así lo exigiese la ofensiva de las tropas franco-belgas contra Rusia. Y sé perfectamente que mi táctica encontrará la aprobación del proletariado consciente de Rusia, de Alemania, de Francia, de Inglaterra, de Norteamérica, de todo el mundo civilizado, en una palabra. Esta táctica abreviará la obra de la revolución social, precipitará su hora, debilitará la burguesía internacional reforzará las posiciones de la clase obrera triunfante...
“La acción histórica no es la acera de la Avenida Nevski, decía el gran revolucionario ruso Chernichevski. Quien sólo "admita" la revolución del proletariado a condición de que ésta avance de un modo fácil y normal, de que la acción común de los proletarios de los diferentes países se desencadene simultáneamente, de que se ofrezca de antemano una garantía contra la derrota, de que la calzada de la revolución sea ancha, libre y derecha, sin que nos veamos obligados a veces, marchando siempre hacia el triunfo, a aceptar los más dolorosos sacrificios, a luchar “bloqueados en una fortaleza sitiada" o a tomar por los senderos de montaña más estrechos, más inaccesibles, más sinuosos y más peligrosos, ese no es un revolucionario, sino un hombre que no se ha librado de la pedantería de los intelectuales burgueses y que, al llegar el momento de la acción, reincidirá siempre en el campo de la burguesía contrarrevolucionaria.”
Esto decía: el jefe del proletariado del mundo entero, esto decía el artífice de la Revolución rusa... (Vivas a Lenin.) Y éste es el camino seguido por Stalin.
La diplomacia soviética es una diplomacia proletaria, una diplomacia bolchevique, que aprovecha todas las contradicciones de los países imperialistas para ahondar sus disidencias y fortalecer el movimiento revolucionario internacional. (Aplausos.)
Camaradas, estamos persuadidos de que contraeríamos una gran responsabilidad ante las masas y ante la historia, si dejáramos pasar estos momentos sin hacer cuantos esfuerzos y sacrificios sean necesarios para lograr la unidad de todas las fuerzas antifascistas. Y por nosotros no ha de quedar. Estamos seguros de que tendremos a nuestro lado a todas las masas antifascistas de España en éste empeño revolucionario.
Y, lo mismo que antes lo hemos hecho por medio de una carta abierta, hoy, desde aquí, en nombre del Partido Comunista, quiero hacer un llamamiento al Partido Socialista, a los anarquistas y sindicalistas, a los republicanos de izquierda y a todos los antifascistas. Vosotros, muchos de los que habéis venido aquí sois militantes o simpatizantes de esos partidos y queremos que seáis portadores de este llamamiento, para que la unión se realice cuanto antes.
Nosotros, Partido Comunista, luchamos y lucharemos siempre por la realización de nuestro programa máximo, por la implantación en España del gobierno obrero y campesino, por la dictadura del proletariado en nuestro país.
Pero, en estos momentos de grave peligro que amenaza a los trabajadores, con el fascismo dueño de los principales resortes del Estado, declaramos que estamos dispuestos a luchar unidos con todas las fuerzas antifascistas, sobre la base de un programa mínimo de obligatorio cumplimiento para cuantos entren en la Concentración Popular Antifascista.
Un programa que hay que comprometerse a realizar ante vosotros, ante todas las masas populares del país. Nosotros no hacemos pactos a espaldas de las masas. (Aplausos.)
No, camaradas; nosotros no hemos hecho ni haremos nunca ningún pacto a espaldas de los trabajadores. Y este programa, que sometemos a la discusión y aprobación de los otros partidos, ha de ser conocido y estar refrendado por la aprobación de las masas. (Una voz: “¡Así se hace!”) Este programa que nosotros proponemos es bien sencillo: sólo consta de cuatro puntos. Y decimos más: las organizaciones y los partidos antifascistas pueden discutir sobre estos puntos para ampliarlos y hasta modificarlos, siempre y cuando que no quiten al programa de lucha su clara significación antifascista.
He aquí los puntos de este programa, que voy a comentar muy brevemente:
1° Confiscación de la tierra de los grandes terratenientes, de la Iglesia y de los conventos, sin ninguna indemnización, para entregarla inmediata y gratuitamente a los campesinos pobres y a los obreros agrícolas.
¿Es que nadie que se diga antifascista puede negarse a aceptar este punto de nuestro programa, que tiende a destruir gran parte de la base material de la reacción, representada por el terrateniente, el cacique y el clero? ¿Es que es posible abrir los cauces de la democracia en España, sin crear las condiciones materiales para la emancipación de la enorme masa de campesinos y obreros agrícolas, que viven todavía en condiciones de opresión y esclavitud, que hacen recordar las épocas feudales? Yo no creo que pueda haber nadie que se llame antifascista y que rechace este punto de nuestro programa. Si los hay, es que no son antifascistas honrados; son demagogos que quieren ganar la confianza de las masas con frases revolucionarias, para poder escalar de nuevo el Poder. Y eso no, camaradas; eso no lo debemos permitir. (Aplausos.)
2º Liberación de los pueblos oprimidos por el imperialismo español. Que se conceda el derecho de regir libremente sus destinos a Catalunya, a Euskadi, a Galicia y a cuantas nacionalidades estén oprimidas por el imperialismo de España.
¿Es que va a resolver el Gobierno actual el problema de las nacionalidades oprimidas? Yo os digo que no. Y la prueba es ese proceso que se sigue por el tribunal más reaccionario del país contra los consejeros de la Generalitat. Va a recaer sobre ellos el peso de una sentencia monstruosa. Treinta años de presidio les piden, y no hay duda de que serán condenados a esa pena. ¿Y, sabéis por qué van a ser condenados? Porque ese proceso no es sólo el de los hombres a quienes se juzga. Quien va a ser condenado con esa sentencia monstruosa es todo el pueblo de Catalunya, por su rebeldía, por su levantamiento contra la opresión del imperialismo español. Y contra esa monstruosa condena, contra ese odio a la libertad de Catalunya, yo os digo lo que antes: ¿Es que no estamos obligados a luchar en la Concentración Popular Antifascista por la liberación de esos hombres, a quienes se condena como expresión del odio y la opresión imperialista? (Voces: ¡Sí, sí!) Pues entonces, camaradas, tenemos una razón más para unimos todos: la lucha por la liberación de Catalunya, por el derecho de Catalunya y de todas las nacionalidades oprimidas a disponer de sus destinos. (Aplausos.)
3° Mejoramiento general de las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera (aumento de salarios, respeto de los contratos de trabajo, reconocimiento de los sindicatos de lucha de clases, amplia libertad de opinión, de reunión, manifestación y prensa para los obreros, etc., etc.).
4° Libertad para todos los presos revolucionarios. Amnistía total para los presos y perseguidos de carácter político-social.
Yo os pregunto, camaradas: ¿Es que hay alguien que, titulándose antifascista, pueda estar en contra de este programa tan sencillo? (Voces: ¡No, no!) Pues os repito lo que os decía antes: hacedlo saber así a vuestras direcciones y a todos los trabajadores. (Aplausos.)
Para poner en práctica estos puntos que acabo de señalar, nosotros proponemos la creación de una Concentración Popular Antifascista integrada por los partidos y organizaciones que antes señalé.
¿Sobre qué bases proponemos nosotros que se constituya esta concentración? Fijaos bien en que no se trata de dejar al tiempo que se encargue de resolver lo que nosotros debemos dar ya resuelto. Cuando no se quieren cumplir los compromisos, se dejan en el aire. Pero cuando honradamente se quiere luchar contra un peligro y combatir por la revolución, hay que atar bien los cabos.
Por eso declaramos que la Concentración Popular Antifascista debe descansar en las Alianzas Obreras y Campesinas, en los órganos de unidad y de lucha del proletariado y de los campesinos. Y no hace falta que me extienda mucho sobre la importancia y la significación de las Alianzas Obreras y Campesinas. Estas dos cosas han quedado bien patentizadas en Octubre, con la toma del Poder por los trabajadores de Asturias.
Esta necesidad, esta previsión nuestra, ha de ser bien comprendida. De sobra se sabe que la única clase revolucionaria, consecuentemente revolucionaria, revolucionaria hasta el fin, es el proletariado. Por eso es el proletariado quien debe ser la fuerza dirigente de la Concentración Popular Antifascista. Es la mejor garantía de que la Concentración Popular servirá los intereses de las masas antifascistas y no cejará hasta conseguir su objetivo. Y su objetivo es derribar al Gobierno reaccionario y fascista.
Y no sólo esto. Porque nosotros buscamos todos los puntos de coincidencia entre las fuerzas que van a luchar unidas. Y proponemos que la lucha debe encaminarse a lograr, a imponer la disolución de las Cortes contrarrevolucionarias y a que se convoque inmediatamente a nuevas elecciones. Elecciones en las que conseguiremos el triunfo si a ellas vamos unidos todos los antifascistas, y que tendrán una clara significación antifascista y revolucionaria. (Grandes aplausos.)
Y tampoco esto es todo. Nosotros proponemos que se forme un Gobierno revolucionario provisional que de satisfacción a los obreros y a todas las masas populares, a todos los antifascistas; que se comprometa ante las masas a realizar el programa de la Concentración Popular Antifascista.
Vosotros, claro, me preguntaréis: ¿Y quién va a nombrar ese Gobierno revolucionario provisional? La pregunta está justificada, porque hay experiencias dolorosas de otros tiempos. Pero esto es un problema resuelto por las mismas circunstancias en que va a darse la batalla. Yo os digo que la base sobre la cual ha de constituirse este Gobierno provisional es la misma sobre la que descansa la Concentración Popular Antifascista. Y quien ha de nombrarle y darle atribuciones es únicamente el pueblo trabajador. (Gran ovación.)
¿Y si no cumple los compromisos?, volveréis a preguntarme. Y yo os digo: Si ese Gobierno no cumple los compromisos contraídos ante las masas, el pueblo en masa se encargará de echarlo por la borda, de darle su merecido. (Aplausos.)
Pero hay más. No debe olvidarse que quienes lucharán en primera fila serán los obreros aliados a los campesinos y organizados a través de las Alianzas Obreras y Campesinas. He ahí la garantía más eficaz de que ese Gobierno revolucionario provisional ha de realizar el programa de la Concentración Popular Antifascista.
Hay que repetirlo una y cien veces, camaradas: el tiempo apremia, el tiempo obra contra nosotros. Si este Gobierno no es derrumbado rápidamente, a pesar del entusiasmo que demostramos en los actos públicos y de nuestra voluntad antifascista dispersa, el triunfo del fascismo en España será un hecho. (Voces: “¡Eso nunca!”)
Eso nunca, sí; pero la realidad es la que yo os digo. Si Gil Robles dura mucho tiempo en el Ministerio de la Guerra, tened presente que lo que él y sus hordas fascistas no puedan conseguir “legalmente”, lo conseguirán valiéndose de los resortes del Ministerio de la Guerra.
No me cansaré de repetir lo que sería España, si el fascismo triunfase, de una u otra manera. La heroica España obrera, los trabajadores de nuestro gran país, serían los primeros en sufrir las consecuencias de los bajos instintos de las bestias fascistas, sedientas de sangre. Entonces puede que ya no necesitasen servirse de los moros mercenarios ni de los criminales a sueldo del Tercio, pues sus “hazañas” serían eclipsadas por las hordas fascistas.
Camaradas: los diez mil obreros que habéis asistido a este acto y que comprendéis el peligro, debéis ser los que en la calle digáis a los trabajadores, a los antifascistas, que es necesario proceder con gran rapidez.
¡Camaradas socialistas, anarquistas, republicanos de izquierda, antifascistas, todos los que tenéis bajo vuestra dirección masas obreras y antifascistas: si no comprendéis el momento que vivimos, si no os ponéis a la altura de las grandes masas, que piden a gritos el Frente Único y la Concentración Popular para vencer al fascismo, cometeréis el crimen más grande que pueda cometerse contra las masas obreras y antifascistas que decís defender! (Grandes aplausos.)
Y terminó, camaradas, gritando: ¡Viva la Concentración Popular Antifascista!
(Formidable ovación, que dura largo rato. Vivas a José Díaz y al Partido Comunista. Resuena, potente, la Internacional.)