Indice |
Publicado por vez primera: Jorge del Prado, Cuatro
factas de la historia del PCP. Lima: Ediciones Unidad, octubre 1987.
Fuente para la presente edición: Documento
proporcionado por el Partido Comunista Peruano, agosto de 2015.
Esta edición: Marxists Internet Archive, agosto 2015.
Queridos camaradas y amigos:
Antes de desarrollar la segunda charla voy a referirme a un aspecto relacionado con temas anteriormente expuestos, en torno a la fundación de nuestro Partido y al papel de Mariátegui.
Es preciso recordar que un día como hoy, 16 de setiembre, hace exactamente 50 años, se acordó crear el primer Centro Inicial Comunista encargado de orientar el trabajo del Comité Central organizador del Partido. Dijimos en la primera Conferencia que el Partido nació con el nombre de Partido Socialista, pero con una orientación claramente marxista-leninista y adherido a la III Internacional. La formación de este núcleo, o célula comunista, obedeció justamente a la necesidad de garantizar esta orientación y por eso estuvo encabezado por Mariátegui.
En su obra "Apuntes para una Interpretación marxista de la Historia Social del Perú", Martínez de la Torre se refiere al hecho de la siguiente manera:
"Fueron escogidos con detenida escrupulosidad los compañeros de más solvencia, de más responsabilidad, capaces de imprimir, desde el primer momento, una buena dirección al Partido que se trataba de fundar".
"Esta reunión se realizó en la mitad del camino que conduce a la playa de la Herradura, el domingo 16 de setiembre de 1928. Eran siete los iniciadores; cuatro obreros: Julio Portocarrero, Avelino Navarro, Hinojosa y Borja; un empleado de Seguros: Ricardo Martínez de la Torre; un vendedor ambulante: Bernardo Regman. José Carlos Mariátegui no pudo asistir pero sus puntos de vista los presentó Martínez de La Torre"
Los acuerdos tomados fueron los siguientes:
1. "Constituir la Célula inicial del Partido, afiliado a la III Internacional, y cuyo nombre sería el de Partido Socialista del Perú, bajo la dirección de elementos conscientemente marxistas”.
2. “Ayudar a la Célula de oposición sindical que Julio Portocarrero había organizado para realizar las tareas y directivas fijadas en el V Congreso de la Internacional Sindical Roja".
3. "El Comité Ejecutivo del Partido Socialista estará formado por la "Célula secreta de los siete.
4. "Convocar a una nueva reunión en la cual se incorporará a otros elementos".
Esa nueva reunión fue la del 7 de octubre de 1928, fecha en que, como dijéramos en la Conferencia anterior, quedó formalizada la fundación del Partido. Por eso, insisto que el día de hoy, 16 de setiembre, tiene una significación singular en el contexto de las celebraciones de nuestro 50 Aniversario.
Hoy se cumplen 50 años de vida partidaria. Hace algún tiempo, cuando decidimos conmemorar nuestro jubileo, discutimos cuál sería la fecha más apropiada: si el 16 de setiembre o el 7 de octubre. Al final se acordó que se celebrara el 7 de octubre, ya que en tal fecha el Partido inició públicamente su actividad.
Ahora bien, camaradas, en torno al tema que hoy vamos a desarrollar queremos fijar la atención en diversas versiones calumniosas, destinadas a hacer creer que así como el Partido Comunista no nacía como producto de la realidad nacional tampoco sería un Partido Revolucionario. Los primeros en propagar esta falsa y deleznable tesis fueron los dirigentes apristas, y, cincuenta años después, la repiten contra toda evidencia histórica. Dicen que el Partido Comunista, por no ser revolucionario, nunca fue perseguido y ni siquiera se le aplicó el artículo 53 de la Constitución, artículo que en la anterior Carta Magna prohibía la existencia de partidos de organización internacional, y que ha sido esgrimido como arma represiva de los gobiernos dictatoriales. Han aseverado esto, incluso, en la Asamblea Constituyente de 1978 y en artículos firmados por Juan José Vega. Insistiendo en semejante patraña presentan, además, al PCP como colaborador de las dictaduras, afirmando machaconamente que el Partido Comunista no combatió a los principales adversarios del pueblo peruano, incurren pues, deliberadamente, en una grosera distorsión del pasado histórico de nuestro Partido.
Naturalmente, en esta oportunidad no vamos a reseñar en forma minuciosa y cronológica la verdadera historia de nuestro Partido. No hay tiempo para eso, en una conferencia como la que hoy desarrollamos. En base a los documentos que disponemos podríamos hacer un amplio esclarecimiento, que abarcaría mucho más que una charla. Ahora nos proponemos sólo responder brevemente a estas calumnias con el objeto de demostrar, al respecto, cuatro cosas:
1. Que nuestro Partido siempre se esforzó por interpretar en forma cabal los intereses de los trabajadores, de las masas oprimidas y explotadas del país y luchó por la independencia nacional y contra la dominación económica y política del imperialismo y los explotadores nativos.
2. Siempre desplegó una lucha consecuente, valerosa, revolucionaria.
3. Que con esta lucha el PCP ha contribuido y contribuye al avance de la conciencia revolucionaria del pueblo y a un fortalecimiento constante de las fuerzas revolucionarias y progresistas.
4. Que las luchas del Partido Comunista Peruano siempre estuvieron vinculadas a la acción de masas.
Para fijar mejor el papel histórico de nuestro Partido tal vez sea necesario cotejar, previamente, algunas de las acciones del Apra con las del Partido Comunista. Teniendo en cuenta que la antigüedad del Apra es un poco mayor que la nuestra, la comparación resulta muy esclarecedora y útil.
El Partido Aprista ha librado, en sus primeros tiempos, importantes luchas contra la dominación política de la vieja oligarquía y, por eso, fue en esas ocasiones duramente perseguido y reprimido. Pero si examinamos atentamente dichas acciones veremos que fueron estrechamente partidarias. Por ejemplo, la insurrección aprista de Trujillo, en 1932, no obstante el papel de protagonista principal de los trabajadores, se dio al margen de las reivindicaciones de ellos, sin respaldo de las luchas populares. Y así, cada vez que el Partido Aprista se empeñó en acciones violentas por las cuales fue perseguido, no tuvo como objetivo central la defensa de la clase de los Obreros, campesinos, etc. sino solamente el afán de lograr que el Partido Aprista capturara el poder sin un propósito claramente social ni revolucionario.
En cambio, cada una de las jornadas del Partido Comunista, cada una de las persecuciones y represión que tuvo y tiene que enfrentar están vinculadas a la lucha reivindicativa y revolucionaria del proletariado, del campesinado, del pueblo peruano en su conjunto. Por eso dijimos, en la charla anterior, que la fundación de nuestro Partido fue, si se quiere, una gestación con un parto doloroso que los trabajadores hicieron posible en plena lucha clasista.
Y a ese respecto, debo destacar que con Mariátegui, en pleno proceso de organización partidaria, comenzamos a sentir los zarpazos represivos de la primera dictadura civil sometida totalmente al imperialismo yanqui. Dicho régimen aparte de haber deportado a algunos políticos burgueses, liberales o simplemente opositores del gobierno, dispuso las represiones más fuertes y violentas contra el movimiento obrero y contra quienes comenzaron a trabajar por la formación del Partido Comunista Peruano. Recordemos que en el ano de 1927, el Ministro de Gobierno de ese entonces, el latifundista Celestino Manchego Muñoz, inventó el primer "complot comunista" de la historia peruana, para justificar la represión de nuestro maestro y fundador, compañero José Carlos Mariátegui. Leguía, dándose cuenta de lo que significaba que el proletariado adquiriera conciencia de clase y asumiera posiciones antiimperialistas -como estaba ocurriendo por obra de Mariátegui- presionado por el Embajador Norteamericano, clausuró "Amauta" y reprimió duramente a los dirigentes sindicales clasistas, tomando como pretexto el descubrimiento de "un complot comunista". Fueron apresadas el 7 de junio de 1927, en efecto, más de cuarenta personas, la mayor parte dirigentes obreros, y también algunos intelectuales de avanzada como Magda Portal, Serafín del Mar y otros pertenecientes a las Universidades Populares. Ya expliqué, en otra charla, cómo reaccionó Mariátegui frente a semejante patraña; leí una carta que dirigió a los diarios de Lima en la que no sólo desmiente y desenmascara aquella farsa del "complot comunista", sino que asume a plenitud su filiación marxista-leninista y la responsabilidad de las ideas contenidas en sus escritos. Recordemos que gracias a la campaña internacional y nacional de protesta por su prisión, fue puesto en libertad y meses más tarde reapareció "Amauta".
Pero no fue la única prisión, En setiembre de 1929 se repitió la farsa con un segundo "complot comunista", fraguado por la reacción. En esta oportunidad, aparte de la intención represiva, anticomunista, hubo otra motivación muy diferente. El Gobierno de Leguía se encontraba en una situación económica difícil. Eran los últimos años de este régimen y comenzaba a sentirse en nuestro país -de manera realmente dramática- la más profunda crisis cíclica del sistema capitalista de la primera post guerra, reflejándose pronto en la reducción del mercado internacional para los productos peruanos y en la restricción del crédito externo. El Gobierno de entonces no sabía dónde encontrar recursos financieros, lo cual no sólo afectó a las grandes masas sino también a los funcionarios públicos corruptos, que ya no recibían prebendas de las empresas imperialistas afectadas también por la crisis. Cayeron en prisión cerca de doscientas personas, muchas de ellas comerciantes judíos, que estuvieron encarcelados junto con antiguos dirigentes obreros que antes, en 1927, fueron también detenidos por ser colaboradores de Mariátegui.
De este episodio, que afectó directamente a José Carlos, tanto por las consecuencias que repercutieron en su salud como por la clausura de "Amauta" y "Labor", conservo un vivo recuerdo en razón de que lo ocurrido contribuyó a afirmar su posición revolucionaria.
Las polémicas entre Mariátegui y el Apra ya habían fijado bien sus rumbos totalmente divergentes. "Amauta" resurgió como una revista socialista para impulsar la lucha por la revolución en -el Perú. Había dejado de ser una revista de izquierda, de vanguardia. etc. Como el partido ya estaba fundado, la preocupación de Mariátegui frente a esta segunda represión consistió en enfrentar al enemigo, una vez más, en forma altiva y valerosa, influir en el ánimo de los presos para que no nos desmoralizáramos. Recuerdo que cuando salí yo en libertad luego de permanecer mes y medio en el cuartel "El Sexto", Mariátegui me preguntó cómo se habían portado los cc. en prisión, y su comentario fue que habíamos sufrido simplemente "un accidente de trabajo", que deberíamos procurar de inmediato la recuperación del tiempo perdido y volver a la lucha con mucha mayor entereza, con mayor vigor. Y esa actitud fue similar para con todos. Desde entonces se inició en el Comité Organizador del Partido, un trabajo más intenso y militante, se reanudó la salida de "Amauta" y, al mismo tiempo, se vigorizó la tarea organizativa en la CGTP y se impulsó el trabajo de construcción partidaria.
A ese impulso se debió también el inicio del movimiento huelguístico y organizativo de los mineros y metalúrgicos del Centro del Perú, cuyo punto de partida estuvo en el asiento de Morococha, Allí había ocurrido meses antes (1928) el hundimiento de la Laguna que da nombre al lugar, motivada por el desprecio a la vida de los trabajadores de parte de la empresa yanqui "Cerro de Pasco Copper Corporation”. Esa empresa había preparado las galerías de las minas a muy poca distancia del fondo de la laguna, provocando así la violenta inundación de estos socavones al perforarse el hondón. A consecuencia de este hecho se ahogaron muchos trabajadores, los norteamericanos eludieron su responsabilidad en la tragedia y se negaron a indemnizar a los familiares de los obreros muertos.
Como había allí una agencia de "Amauta" representada por Adrián Sovero y Gamaniel Blanco, por intermedio de "Labor", nuestro Partido en embrión encabezó la lucha contra la cruel indolencia de la empresa yanqui y contribuyó así, a que, posteriormente, en octubre de 1929, se organizara la primera huelga en este Centro Minero. Y esa huelga sentó también las primeras bases de lo que más tarde sería la primera Federación de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos en la región central y a nivel nacional.
A partir de esta primera huelga minera la dictadura leguiísta desencadenó sucesivas medidas represivas contra el movimiento sindical, particularmente contra la CGTP. Julio Portocarrero, primer Secretario General y delegado de la Federación Minera de Morococha ante esa central, fue apresado en los primeros días de marzo de 1930. Entonces Mariátegui mismo tomó a su cargo la organización de un vigoroso movimiento obrero de solidaridad, demandando la libertad del mencionado dirigente sindical.
Por decisión de Mariátegui, yo me dirigí a Morococha (marzo de 1930) justamente para organizar esta campana, la cual no tardó en lograr la libertad de Portocarrero.,
En ese lapso, la enfermedad de Mariátegui hizo crisis y aunque la huelga de solidaridad, sólo fue parcial, ello fortaleció muy considerablemente el trabajo orientado a dar vida a lo que más tarde sería la Federación Minera y Metalúrgica del Centro.
Nuestro Amauta muere físicamente el 16 de abril de 1930.
En agosto del mismo año se produjo la caída de Leguía, precipitada por la crisis económica. Leguía representó, por primera vez, a un sector de la oligarquía nativa que se puso al servició del imperialismo yanqui.
La economía del Perú, después de la Primera Guerra Mundial, dependía fundamentalmente de la colocación de materias primas en el mercado norteamericano, al mismo tiempo que las finanzas públicas comenzaron a endeudarse con los prestamistas yanquis. Es así que cuando en 1929 se inicia la más honda crisis económica del capitalismo ella abarcó todas las ramas de la producción, el comercio, la industria, la banca (quebró el importante Banco del Perú y Londres), el transporte, diversos aspectos de la vida económica y social de nuestra patria. El crack se prolongó hasta 1933, sin que se librara de sus efectos ningún país capitalista del mundo, y menos aún los países dependientes, coloniales y semicoloniales.
Leguía no pudo resistir el embate de la crisis, sucumbió ante la consecuente inestabilidad. Se acentuó de este modo su acción represiva, pero ello no pudo contener el descontento popular, determinado por la violencia y creciente desocupación y por la desorbitada elevación del costo de vida. El 30 de agosto de 1930 cayó Leguía y subió al poder, a raíz del golpe de Estado, el comandante Luís M. Sánchez Cerro. El nuevo gobierno aparentó, en sus inicios, responder a los reclamos de las masas populares, al condenar la dictadura leguiísta y anunciar el restablecimiento de amplias libertades democráticas.
Como la acción golpista coincidió con el propósito del imperialismo yanqui de relevar al desprestigiado y corrompido gobierno de Leguía, Sánchez Cerro no tardó en convertirse en nuevo instrumento represivo al servicio de los enemigos del pueblo. Se instauró así una de las dictaduras más feroces y sanguinarias, cuyas principales medidas represivas se dirigían contra el pujante movimiento de los trabajadores mineros y metalúrgicos. Las víctimas primigenias cayeron en la masacre de Malpaso, en noviembre de 1930.
Al referirme a este punto, quiero señalar que Mariátegui había previsto lo que iba a ocurrir trazando la proyección del desarrollo económico y político del país, había percibido, con claridad, el comienzo de la crisis; por ello, escribió en los últimos tiempos de "Amauta" varios artículos, en relación a esta perspectiva, a la inminencia de! ascenso revolucionario, a la crisis económica que exigiría a los trabajadores peruanos intensificar y elevar el nivel de sus luchas reivindicativas; obligando al Partido Comunista a asumir una responsabilidad muy grande frente al porvenir.
Con ese objeto su labor, en las postrimerías de su corta vida, se orientó a inculcamos a los militantes comunistas y, sobre todo, a los jóvenes, un gran fervor revolucionario, una mística para dejar toda y ponemos al servicio del Partido y del Movimiento obrero, a fin de lograr de nuestra parte esa identificación total con los trabajadores. Puso especial empeño en que los jóvenes camaradas de origen pequeño burgués -estudiantes e intelectuales- actuáramos al lado de los dirigentes sindicales como mecanógrafos, asesores, redactores o propagandistas de las organizaciones sindicales que se encontraban entonces en proceso de formación. Nos estimuló para formar núcleos de dirigentes obreros que recibieran capacitación teórica elemental sobre marxismo-leninismo, Economía Política, Materialismo Histórico, Historia Interpretativa del Perú y Sindicalismo Revolucionario.
Nosotros recibíamos charlas de ese tipo tanto de Mariátegui como de Martínez de la Torre, a quienes también informábamos y consultábamos los problemas concretos de la organización donde actuábamos. Mariátegui logró, así, distribuir una cantidad de cuadros nuevos por diversos lugares del país. A sugerencia mía, se me asignaron tareas ligadas al movimiento sindical, primero en el Callao, y luego, a sugerencia mía también, en el asiento de Morococha, con proyección a la zona minera de los Andes Centrales.
Por eso, cuando la caída de Leguía abrió una perspectiva democrática y el pueblo salió a las calles gritando mueras a la dictadura y reivindicaba las libertades ciudadanas, nosotros ya nos encontrábamos preparados para transformar este ascenso combativo en acciones de mayor envergadura y claro contenido clasista, apoyados en las masas populares, y, principalmente, en los trabajadores.
Al asumir la presidencia Sánchez Cerro, surgieron sindicatos en todo el país dirigidos en apreciable proporción por cuadros comunistas preparados en la época de Mariátegui. La recientemente fundada CGTP, creció en forma rápida. En noviembre de 1930 contaba con unos cien mil afiliados, procedentes de las organizaciones más importantes del país, como se verificó en aquella fecha durante el Primer Pleno de la Central Sindical fundada por José Carlos. Este crecimiento fue producto de grandes jornadas reivindicativas, en las cuales le cupo a nuestro Partido un papel muy honroso.
Los comunistas participamos, en efecto, no sólo en la organización sindical de los trabajadores mineros y metalúrgicos del Centro, sino también en la de los petroleros y de los azucareros del Valle de Chicama. Así mismo sentamos los cimientos de las centrales departamentales de trabajadores de Arequipa, Cusco, Puno, etc. Por tales actividades nos correspondió la conducción de una de las más importantes jornadas del proletariado peruano, aquella que elevó rápidamente su nivel de lucha, hasta culminar con la formación de núcleos de poder local en manos de los trabajadores. Nos referimos a la huelga minera, iniciada el 12 de noviembre de 1930, que fue sangrientamente reprimida por el Gobierno de Sánchez Cerro (masacre de Malpaso), a la que siguió un Paro Nacional de Protesta decretado por la CGTP y la subsiguiente ilegalización tanto de la Federación Minera como de la Central Nacional, y de todo el movimiento sindical afiliado a ella.
Del mismo modo nuestros cuadros formados por Mariátegui, fueron protagonistas, después de! fallecimiento del Amauta, de la gran Huelga de trabajadores petroleros de Talara, Lobitos y Lagunitos, el 9 de, febrero de 1931, Y de los mismos trabajadores en junio de ese alío. La represión de esta última huelga se produjo durante la Junta de Gobierno de Samanéz Ocampo, considerado en la historia oficial de nuestra vida republicana como un Gobierno democrático, opuesto a la dictadura. Sin embargo, no obstante la masacre, el apresamiento y torturas de los dirigentes sindicales, la huelga tuvo un final victorioso doblegando, por primera vez, a la empresa imperialista de triste recordación, la International Petroleum Co., y constituyéndose en el antecedente más importante e influyente de la ulterior lucha -al final también victoriosa- por la nacionalización del petróleo, explotado ilegalmente y en forma voraz, hasta el 9 de octubre de 1968, por la mencionada empresa.
Los trabajadores petroleros, en cuya cúspide actuaban dirigentes socialistas y comunistas, obtuvieron no sólo aumento de salarios y la libertad de sus dirigentes, sino también el reconocimiento de sus organizaciones sindicales, la supresión de las trabas impuestas por la empresa yanqui, el libre tránsito de los peruanos en esa zona y el reconocimiento de la jornada de ocho horas y de otros beneficios sociales consignados en la legislación laboral peruana.
En el puerto del Callao, así como en todo el litoral peruano, los comunistas que -desde los días de Mariátegui- habíamos contribuido decisivamente a la organización sindical de los trabajadores del mar y de los puertos (y a su centralización en la Federación de Tripulantes y Estibadores), participamos también de manera determinante -poco después de la muerte de José Carlos- en la organización sindical de los Trabajadores Marítimos y Portuarios del Perú. Contribuimos igualmente, a la organización de los primeros sindicatos de pescadores (entonces dedicados exclusivamente a la pesca de consumo humano) y de los sindicatos de parihueleros. Si se consulta las actas de la fundación de todas estas organizaciones se comprobará la presencia de un buen número de comunistas entre sus primeros dirigentes.
La acentuación de la lucha de clases en aquellos días y el papel desempeñado en ella por los comunistas, hicieron que la dictadura de Sánchez Cerro descargara sus golpes principalmente contra nuestro Partido, aunque también fue perseguido el Partido Aprista. Pero al caer el Gobierno sanchecerrista, frente a un movimiento cívico-militar del sur del país, encabezado por el hacendado del Partido Descentralista, David Samanéz Ocampo, se operó sólo un cambio parcial en esta situación.
El movimiento insurgió y triunfó preconizando la descentralización económica y administrativa del país, y también el imperio irrestricto de las libertades democráticas. Asumió la Presidencia de una Junta de Gobierno, constituida en Arequipa (24 de febrero de 1931). El 10 de marzo, del mismo año, pasó a presidir una Junta de Gobierno, con jurisdicción nacional. Dio un Estatuto Electoral -elaborado por una Comisión de la que formaban parte dos apristas: Carlos Manuel Cox y Luís Alberto Sánchez- que estableció el voto obligatorio y secreto, que se puso en práctica en los comicios efectuados en octubre de 1931. Se constituyó un Gabinete Ministerial integrado por personalidades conocidas por su filiación democrática, tales como el poeta José Gálvez y el jurista Francisco Tamayo. Consejo de Ministros que convocó luego a Elecciones Generales. En esas condiciones, cambió también la situación del Apra, convirtiéndose en virtual aliado de! Gobierno de transición y en principal beneficiario político del mismo. Sin embargo, no modificó esencialmente la situación de nuestro Partido ni la de la CGTP. Esta Central había combatido en todo instante y muy enérgicamente a la dictadura anterior y, además, contribuyó en forma directa y terminante, a su derrocamiento. Entregó el poder al General Luis M. Sánchez Cerro el8 de diciembre de 1931.
En efecto; Sánchez Cerro, antes de dejar el mando, convocó a los representantes de todas las organizaciones políticas, económicas y sociales para solicitarles apoyo en la conformación de un nuevo gobierno que, proclamándose democrático, evitara el triunfo del movimiento insurreccional iniciado en el Sur. La CGTP fue invitada también a esta reunión en Palacio, no obstante que había sido ilegalizada y perseguida por el propio Sánchez Cerro. La Central asumió una posición muy firme: expresó que la clase obrera no podía olvidar la sangrienta represión antipopular desatada por ese Gobierno para servir al imperialismo norteamericano; exigió la inmediata liberación de los dirigentes sindicales Y políticos víctimas de esa represión, así como el perentorio reconocimiento legal de las organizaciones obreras, campesinas y populares; y demandó la inmediata renuncia del dictador, para facilitar la formación de un Gobierno realmente democrático.
Así la instauración de un nuevo gobierno presidido por Samanéz Ocampo, gracias a esta decisión de la central clasista dirigida por los comunistas, encontró el camino expedito para iniciar su gestión, accediendo a algunas demandas del pueblo peruano Y a la convocatoria a elecciones generales. Su comportamiento en el terreno sindical y político frente a la clase obrera, no se diferenció, sin embargo, del de Sánchez Cerro: mantuvo la marginación legal de la CGTP y de nuestro Partido. Y si Sánchez Cerro ordenó las masacres de Malpaso Y de los campesinos de Oyón, llenó las cárceles y "El Frontón" de presos comunistas y sindicalistas, el nuevo Gobierno fue responsable de la masacre de Talara, de la sangrienta represión del pueblo arequipeño en mayo de 1931 y, además, dictó contra el movimiento sindical clasista Y los comunistas una ley que, por primera vez, reprimía con pena de muerte los denominados "delitos político-sociales”.
Todo lo cual se agravó con la utilización siniestra de las selvas de "El Satipo" como campos de confinamiento para luchadores sociales. Varios camaradas nuestros, dirigentes nacionales y regionales, fueron relegados allí, inaugurando esa nueva modalidad represiva.
Aunque en su aspecto global la Junta de Gobierno de Samanéz fue relativamente democrática, por haber realizado, antes de un año, las elecciones generales más avanzadas hasta entonces, no lo fue concretamente en lo que atañe a nuestro Partido y a la organización sindical clasista. Y es que la crisis cíclica de aquellos años -la más vasta y profunda en la primera postguerra- seguía agudizando la lucha de clases de los trabajadores. Estos, naturalmente, no podían resignarse, tenían que luchar contra la desocupación, la rebaja de los salarios y contra las precarias condiciones de vida. La CGTP no abandonó esa lucha y la condujo en abierta oposición al gobierno. El PCP continuó consecuentemente la lucha reivindicativa y popular mientras Haya y sus partidarios se dedicaron preferentemente a las tareas electorales con el apoyo de Samanéz Ocampo, desarrollando a la vez una intensa campaña anticomunista y contra la dirección del movimiento obrero que dirigía y centralizaba la CGTP. Es muy importante señalar las jornadas que se desarrollaron durante el mandato provisional de Samanéz Ocampo.
Una de estas heroicas jornadas fue el gran mitin de los desocupados de lima y Callao, realizado en los primeros meses de 1931, en la Plaza San Martín. Este tuvo una repercusión política muy grande, por que no sólo concurrieron los desocupados, sino también las masas obreras organizadas bajo la conducción de la CGTP.
A los cuatro días de esa jornada se sublevaron los sargentos y soldados del cuartel de "Santa Catalina", desmandando al gobierno mejores condiciones de vida y el pago de remuneraciones atrasadas. Fue, sin duda alguna, el primer movimiento de contenido clasista desarrollado entre la tropa, al influjo de las luchas sociales protagonizadas por la clase obrera y su central, pese a la utilización oportunista que intentaron hacer de este hecho los partidarios de Sánchez Cerro.
Pero la acción de mayor envergadura en Lima y Callao fue la huelga general del 11 al 15 de mayo de 1931, en solidaridad con los choferes del servicio colectivo, enfrentados al proyecto de monopolizar el transporte urbano en manos de la empresa yanqui Metropolitana CO., subsidiaria de las Empresas Eléctricas Asociadas, empellada en acaparar el transporte de pasajeros con grandes líneas de ómnibus y tranvías. Esta medida significaba la elevación arbitraria de pasajes y el virtual licenciamiento de numerosos trabajadores que, con gran esfuerzo, se sustentaban con el empleo de sus propios vehículos haciendo transporte colectivo.
La huelga triunfó al cabo de cuatro días, gracias a la envergadura que alcanzó la acción solidaria de la clase obrera, de los pequeños comerciantes y amas de casa, en fin de toda la población movilizada, principalmente, por las actividades de nuestro Partido.
Un día antes del término de la huelga de "colectiveros", se produjo en Arequipa un levantamiento popular contra las medidas represivas de las autoridades departamentales. El pueblo, indignado por los maltratos que sufrieron los obreros Mostajo y Herrera, realizó un mitin multitudinario en la Plaza de Armas, tomó el local prefectural e izó la bandera roja; cuando la policía se aprestaba a reprimir a los manifestantes, la tropa del ejército influida por los sucesos del Cuartel Santa Catalina, de la capital, hizo ostensible sus simpatías con la protesta popular e impidió el desencadenamiento de una brutal masacre.
Herrera y Mostajo fueron liberados. El subprefecto de Arequipa, Salazar, principal responsable de los sucesos, fue capturado y muerto en Moliendo por los trabajadores portuarios.
La CGTP llevó a cabo sin tardanza un balance autocrítico de su actuación en estas jornadas, para reajustar la estrategia y táctica del movimiento sindical, y adoptar medidas tendentes a fortalecer la capacidad combativa de los trabajadores.
El balance político del gobierno de Samanéz Ocampo al terminar su mandato, no fue, pues, positivo para los trabajadores peruanos. La ley de la Pena de Muerte contra las actividades político-sociales y la apertura de centros de confinamiento en la selva amazónica, en Madre de Dios y el Satipo, para recluir a los comunistas y a los dirigentes sindicales, resultaron hechos denigrantes en la historia del movimiento obrero y popular. Y, como ya dijimos, en ese régimen el Apra gozó de amplias libertades para intervenir en el proceso electoral, mientras que el Partido Comunista tuvo que actuar ilegalmente, aunque eso no impidió que lanzara en las elecciones generales de 1931 la candidatura simbólica del dirigente comunero quechua Eduardo Quispe y Quispe. Sin embargo, el descontento popular contra el inconsecuente gobierno de Samanéz Ocampo fue capitalizado, principalmente, en el terreno electoral, por Sánchez Cerro, que resultó triunfante en esas elecciones. El Partido Comunista Peruano conjuntamente con la CGTP, expresaron su repudio a dicha elección en un gran mitin realizado en la Plaza Bolívar con motivo de la instalación del nuevo régimen, el 8 de diciembre de 1931, cuyo triunfo se debió en parte también al fraude electoral.
La política antiaprista de Sánchez Cerro, expresada en el desafuero de los constituyentes del Apra y en la ocasional persecución de los dirigentes de ese partido, resultaban en ese contexto como una prolongación de rivalidades electorales y de la competencia partidaria APRA-UR[1].
Frente al PCP y la CGTP, la conducta del segundo Gobierno de Sánchez Cerro fue la del enemigo de clase. Tuvo una acentuada orientación anticomunista y antiobrera, enfilando contra los militantes comunistas todo el rigor de la "ley de Emergencia", ley que prohibía la organización sindical, las huelgas y la afiliación al PCP, considerándolo partido de organización internacional, conforme al artículo 53 de la Constitución que aprobara la Asamblea Constituyente de 1933. Por efecto de esa ley, nuevamente numerosos comunistas fuimos llevados prisioneros a la selva de Madre de Dios. Allí estuvimos entre otros camaradas, Luís Cuadros, Avelino Navarro y yo. Pero, además, las cárceles del país y el penal de la Isla de "El Frontón" se llenaron también de militantes y dirigentes comunistas, aunque esta vez compartiendo penurias con partidarios apristas, enfrentados a Sánchez Cerro.
En "El Frontón" se vivió, entonces, una experiencia revolucionaria muy interesante. Allí fueron recluidos comunistas y dirigentes sindicales de diversos lugares del país. Con ellos se organizaron cursos de capacitación ideológica y política. Al decretarse la amnistía política, con motivo de las elecciones generales, cada uno retornó a su lugar de origen, extendiéndose de este modo la organización partidaria y sindical por todo el territorio nacional. "El Frontón" devino así, desde entonces, en escuela revolucionaria que permitió la formación de nuevos cuadros, para darle al Partido y a la CGTP amplia estructura de base y mejor capacidad de lucha.
Las persecuciones, encarcelamientos y masacres perpetrados al amparo del Art. 53 de la Constitución, promulgada por Sánchez Cerro, en 1933, que ilegalizaba a los Partidos de "organización internacional", cobró víctimas del PCP en número muchísimo más crecido que las del Apra. Tal hecho se explica porque los comunistas constituían los enemigos de clase de los regímenes oligárquicos y entreguistas, y los que hacían más enérgica resistencia a la dictadura, con el apoyo real de los trabajadores.
Por esa época se inició la guerra peruano-colombiana, tras la cual se movían los intereses de los dos bloques imperialistas interesados en las riquezas petrolíferas de la Amazonía. Frente a las posiciones ya logradas por los monopolios yanquis en la Costa norte, Sánchez Cerro se inclinó en un momento a favor de los países del eje Roma-Berlín-Tokio, abrió el Perú a los inversionistas alemanes, italianos y japoneses. Al encenderse el conflicto bélico, el ejército peruano fue equipado con armamentos de Alemania y Japón.
Las fuerzas armadas de Colombia, persiguiendo la posesión definitiva del Puerto de Leticia, en el Amazonas, y contando con el apoyo de los inversionistas norteamericanos, pasaron fácilmente a la ofensiva logrando considerables ventajas en esa guerra. Cuando Sánchez Cerro se encontraba movilizando nuevos contingentes de soldados destinados al frente, fue asesinado por un militante aprista. El general Oscar R. Benavides, que lo sucedió en la Presidencia de la República por acuerdo del Congreso, reaccionario surgido de la Asamblea Constituyente, suscribió a los pocos meses el Tratado de Paz con Colombia.
Benavides trató de afirmarse en la Presidencia borrando al comienzo la imagen represiva de su antecesor. A falta de un partido propio que lo apoyase -organización que sí tuvo Sánchez Cerro, la Unión Revolucionaria, de carácter fascista- se propuso atraer a las masas populares a través de un gabinete democrático-burgués, presidido por Jorge Prado Ugarteche hermano de Manuel Prado que, más tarde, resultó Presidente de la República por casi dos periodos constitucionales.
Se estableció un régimen de "Paz y Concordia", el mismo que, gradualmente, asumió posiciones derechistas y antipopulares por presión del imperialismo y la oligarquía, ante la movilización y combatividad de los trabajadores.
La reacción impuso un nuevo gabinete, presidido por José de la Riva Agüero, identificado con el fascismo. Riva Agüero atrajo el apoyo del imperialismo alemán, el asesoramiento de una Misión Italiana de Policía, e impuso la Ley 8505, copia fiel de las leyes fascistas dictadas contra la clase obrera y los comunistas. Esta ley draconiana facultaba a condenar con prisión de tres años a quien se le encontraba propaganda "subversiva" aunque no la estuviera repartiendo; el responsable de la propaganda recibía pena de 5 años, y quien realizaba actividad "conspirativa", o se enfrentaba a la policía, era condenado a muerte.
Benavides, siguiendo el molde de sus promotores fascistas, apeló a la demagogia, a la corrupción de dirigentes sindicales y al montaje de una organización gremial contraria a la CGTP.
Congruentemente con su línea demagógica, introdujo por primera vez el Seguro Social, aprovechando la relativa estabilización económica, luego de remontada la crisis de 1929 a 1933.
Habiéndose replegado el movimiento obrero en América Latina, ante la arremetida de gobiernos facistoides en el Perú, Benavides trató de aprovechar la coyuntura para formar un comité de reorganización sindical con la colaboración de los apristas Arturo. Sabroso y Carty Caballero. Evidentemente, el gobierno no veía en el Apra un adversario ni un peligro y, por eso, concilió con él para quebrar el movimiento sindical.
Benavides aplicó todo el peso de su política represiva (el art. 53 de la Constitución y la Ley 8505) contra los comunistas y los dirigentes sindicales. En cambio actuó en forma muy tolerante frente a los apristas. Era posible semejante discriminación porque la Ley de Emergencia, que facultaba detener a una persona por tiempo indeterminado y a ponerla en libertad en cualquier momento -no había sido derogada-. Esta ley, en el peor de los casos, era aplicada a los apristas porque permitía dejarlos en libertad en el instante en que capitulaban. En cambio a los comunistas le aplicaban con todo el rigor la Ley 8505, sometiéndolos previamente a juicios militares.
Ningún dirigente aprista, aunque sí algunos militantes de base, compareció ante los tribunales por imperio de la Ley 8505. Los comunistas sí pasaron por esta dura prueba.
Testimonios de la época, como el de "El Comercio" (8 de abril de 1938), refieren de la aplicación que se instauró contra mí por actividades partidarias y propagandísticas. Fui sentenciado a tres arios de prisión. Al pasar el expediente a manos del Coronel Jefe de la Zona Militar, se objetó la sentencia proponiéndose una sanción de cinco anos, alegando que las actividades que yo realizaba habían sido de conocimiento de las autoridades policiales desde tiempo atrás y que eran francamente peligrosas.
Durante el juicio no negué mi intervención partidaria y más bien puse énfasis en mis convicciones comunistas. Incluso fui objeto de llamadas de atención durante la audiencia por parte del presidente del Consejo, porque no me limité a contestar las interrogantes, sino que me extendía en la defensa de los principios comunistas.
A su turno los apristas tuvieron una conducta muy diferente, muchos capitularon y renunciaron a su organización partidaria para atenuar sus responsabilidades.
Recordemos que en 1933, cuando Hitler y el nazi-fascismo estaban en pleno ascenso en Alemania, Jorge Dimitrov fue acusado de incendiar el Reichstag. Al ser juzgado por los tribunales el gran dirigente búlgaro de acusado se convirtió en acusador y denunció al fascismo como un movimiento criminal, inhumano, bestial, retrógrado y cavernario. Defendió con firmeza el socialismo y el comunismo como las únicas perspectivas para el porvenir de la humanidad. Por la fuerza de su argumentación y por la presión de la solidaridad internacional, Dimitrov tuvo que ser absuelto.
Poco después se realizó el VII Congreso de la Internacional Comunista. Dimitrov trazó en él la estrategia y táctica del Frente Único para derrotar el nazi-fascismo.
Estos sucesos internacionales casi coincidían con la convocatoria a elecciones de 1936 en el Perú. Al proceso electoral se presentaron cuatro candidaturas: la de Luís A. Flores, heredero político de Sánchez Cerro y Jefe del Partido fascistoide "Unión Revolucionaria", Manuel Vicente Villarán, candidato ligado a la Universidad; Jorge Prado, representante de los banqueros; José Antonio y Eguiguren, que recibió el apoyo del PC y del Apra, dentro de la concepción del Frente Único.
El Partido Comunista conquistó en las elecciones de 1936 una diputación en el Sur del país -concretamente en el Cusco, con Simón Herrera Farfán- donde la influencia de los comunistas fue muy significativa, mucho mayor que la de los otros candidatos.
En cambio, en Lima, el resultado electoral fue adverso al PCP. Entre 1934 y 1936 gran parte de la dirección del partido estaba en prisión. Ravines se encontraba refugiado en Chile. Además, en esta época, comenzó el proceso de descomposición moral y política de este dirigente, desalentado por el avance del fascismo en el mundo.
El triunfo de Eguiguren fue desconocido por el gobierno. A Benavides se le prorrogó, mediante el Parlamento, por tres años más como Presidente constitucional. Afirmado así en la máxima representación, aplicó con el máximo rigor la Ley 8505.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, por presión del imperialismo norteamericano, el régimen de Benavides se acercó a las democracias, condenó el eje Berlín-Roma-Tokio, y se vio obligado a concurrir en Lima a la VIII Conferencia Panamericana, a la que asistieron todos los gobiernos de América Latina y los EE. UU. El nuevo rumbo de la política internacional y el mandato de la Constituyente indujeron a Benavides a convocar a las elecciones para 1939.
En este proceso electoral tomaron parte Manuel Prado, muy vinculado a la Banca Nacional y la burguesía financiera. José Quesada, abogado de empresas alemanas y japonesas. El primero era candidato de las democracias europeas y norteamericanas, (las Naciones Unidas, no existían en 1939, año en que se inició la Segunda Guerra Mundial. La ONU, fue fundada el 24 de octubre de 1945). Y el segundo, del nazi-fascismo criollo y de los grandes terratenientes exportadores y de su vocero: el diario "La Prensa", de Lima.
En un primer momento, el Apra apoyó la candidatura de José Quesada. En el caso nuestro, estando gran parte de la dirección fuera del país, o perseguida (Ravines estaba refugiado en Chile), se dio una desviación derechista, que se concretó en el apoyo a la candidatura de Prado. Esta decisión, no consultada a las bases, generó una intensa lucha interna, la que fue aprovechada por el régimen pradista para dividir al Partido. El expediente que se utilizó fue muy sencillo: decretó la libertad de los comunistas encarcelados que habían estado de acuerdo en apoyar a Prado, mientras que exigía el cumplimiento del íntegro de la condena de quienes expresaron su oposición. Más adelante mantuvo medidas represivas contra estos últimos.
La tenaz lucha librada por el Partido desde las bases y desde el presidio, contra la desviación derechista, se vio reforzada con el aporte de los dirigentes comunistas que salieron en libertad, luego de cumplir las condenas; lucha que culminó exitosamente con la expulsión de Ravines y su grupo y con la realización del Primer Congreso Nacional del Partido, en 1942.
El histórico evento ratificó la expulsión de Ravines, por su conducta conciliadora con el nazi-fascismo, por abandonar la línea de clase y por capitular ante el pradismo. El Primer Congreso reivindicó la independencia de clase del Partido, lo dotó de una estructura basada en el centralismo democrático y de un programa de lucha.
Hay que reconocer que destacaron en la lucha las bases de provincias, particularmente las del sur del país, y el movimiento sindical bajo la influencia de camaradas muy consecuentes. Por eso es que el régimen de Prado mantuvo su política represiva anticomunista. Puedo citar mi caso: fui apresado tres veces en ese período. El periódico del Partido fue" clausurado otras tantas veces. Los hechos demuestran entonces -y esto lo saben perfectamente los apristas que los comunistas no sólo no colaboramos con este gobierno reaccionario, sino que lo combatimos enérgicamente. No es lícito que se apoyen en la conducta traidora de Ravines y su grupo porque justamente por esa conducta es que fue severamente sancionado y expulsado con deshonra de nuestras filas.
El Partido así, depurado, retornó el camino de la clase obrera y comision6 a sus cuadros sindicales a trabajar por la formación de la central única.
En Santiago de Chile se realizó, en 1943, el Congreso de los Trabajadores chilenos al que asistió "una delegación peruana integrada por comunistas y apristas. Allí convinieron en formar la Confederación de Trabajadores del Perú (CTP), compromiso que cumplieron, al retornar a Lima. La CTP, en sus inicios -al margen de la presencia reformista del Apra en la dirección- asumió una línea clasista y combativa.
El final del régimen de Prado coincidió con el término de la II Guerra Mundial. El Frente de las fuerzas antihitlerianas había logrado derrotar a la bestia del nazi-fascismo. En la victoria tuvo participación destacada el ejército y el pueblo soviéticos, la resistencia organizada por los Partidos Comunistas en los países ocupados por Hitler y Mussolini, y los movimientos antifascistas en América Latina.
Al momento de convocar a elecciones, el gobierno de Prado atravesaba, por las circunstancias mundiales antes referidas, por una etapa de auge del movimiento sindical y popular. El terreno estaba prácticamente abonado, para la constitución del Gran Frente Democrático Nacional. La idea comenzó a tomar forma en Arequipa, a iniciativa del Partido Comunista.
En el Frente arequipeño, surgió, desde el primer instante, pugnas entre el PCP y el Apra en tomo a las candidaturas presidenciales. Nosotros postulábamos la candidatura de José Luís Bustamante y Rivero y los apristas, la de Rafael Belaunde. Al final logramos imponer la candidatura de Bustamante y la suscripción del "Memorándum de la Paz" que, entre otros puntos consignaba:
a) Iniciar un proceso de transformaciones económicos-sociales en el país;
b) Poner término a los métodos "feudales de explotación de las tierras;
c) Recuperar para el país las riquezas naturales;
d) Dar amplias libertades democráticas.
Con este programa avanzado, participamos en las elecciones apoyando la candidatura de Bustamante. La reacción, temerosa de la creciente influencia del Partido Comunista, operó a través del Apra, para facilitar el ingreso al Frente Democrático de la Unión Revolucionaria, organización dirigida por Luís A. Flores. Esta alianza insólita modificó la correlación de fuerzas en el seno del Frente, adquiriendo mayor peso los partidos de derecha. Sin embargo, Bustamante mantuvo sus vinculaciones con nuestro Partido.
El PCP consagró su reconocimiento legal, se inscribió en el Jurado Nacional de Elecciones con el nombre de Vanguardia Socialista del Perú, y logró la elección de seis diputados comunistas (dos fueron anulados por maniobras del Apra) y de cuatro senadores amigos.
Los parlamentarios comunistas plantearon desde el comienzo la Reforma Agraria, la anulación del Contrato de La Brea y Pariñas y la nacionalización de importantes empresas mineras e industriales norteamericanas, etc.
El Partido Comunista encabezó además otras luchas trascendentales. Una de ellas, que culminó victoriosamente, consistió en la expulsión de la base militar norteamericana ubicada en la zona "El Pato" (Talara). Esta base se había instalado años atrás, en plena Segunda Guerra Mundial, dentro de los planes defensivos trazados por el Pentágono, en particular para custodiar el Canal de Panamá, pero terminado el conflicto bélico, se había convertido en plataforma de intimidación y amenaza contra las luchas de los trabajadores petroleros. El PCP logró este triunfo apoyado en la opinión pública y en la acción de las fuerzas populares, imponiéndose a la tenaz oposición del Apra y otros partidos reaccionarios.
En el colmo del entreguismo a los monopolios yanquis, el Apra respaldó la iniciativa del Ejecutivo para la entrega de los yacimientos, que se suponían petrolíferos, de Sechura a la IPC. El contrato pertinente fue aprobado en el Parlamento con el voto a favor de la Célula Parlamentaria Aprista, previo dictamen de la Comisión de Petróleo, dominada también por el Apra. Ahora este partido trata de negar su complicidad pretendiendo ocultar que el Ministro de Fomento de esa época, Ing. César Elías, pertenecía a sus filas, al igual que los Ministros de Hacienda y de Agricultura. El Apra pudo (con tres Ministros en el Gabinete, otros ministros amigos y la mayoría parlamentaria) asumir una posición patriótica y nacionalizar el petróleo y la gran minería. Y no lo hizo simplemente por cobardía política y por traición.
Los apristas mostraron entonces su entraña totalitaria: obligaron a sus aliados del Frente Democrático -so pena de excluirlos- a afiliarse al Apra; impusieron una ley de Juntas Transitorias Municipales, de estructura corporativa; presionaron la designación de autoridades políticas apristas; capturaron por la fuerza directivas y locales sindicales; allanaron impunemente las sedes del Partido Comunista; pretendieron dictar una Ley de Imprenta, abiertamente antidemocrática y sectaria.
Esta última medida generó un poderoso movimiento popular de oposición, encabezado por el PCP. Dentro de este marco, el Partido convocó a un gran mitin en el Parque Universitario, el 7 de diciembre de 1945. Numerosos manifestantes apristas, con el apoyo de la policía, trataron de impedir, mediante la violencia, la realización del mitin. Fueron repelidos enérgica y valerosamente por militantes comunistas y amigos, dejando la acción el saldo trágico de un policía muerto, numerosos heridos, muchos de ellos de gravedad. Los apristas huyeron cobardemente y el Presidente se vio obligado a vetar la Ley.
El Apra comenzó a actuar desembozadamente como instrumento de la política del imperialismo yanqui, luego de la Segunda Guerra Mundial. Dócilmente se allanó ante la llamada doctrina Truman, proyectada inicialmente para someter económica y políticamente a los países europeos capitalistas, pero ampliada después, con los mismos fines para América Latina, a través del Plan Clayton y del Plan Norton. El Apra dio su asentimiento pleno a estos planes neocolonizadores, mientras que nuestro Partido los combatió implacablemente.
A raíz del asesinato del Director de "La Prensa", Francisco Graña, opositor del contrato de Sechura (crimen atribuido al Apra, aunque no fue probado fehacientemente) se produjo una ruptura entre el gobierno de Bustamante y el Apra. A la dictadura parlamentaria de este Partido, la derecha respondió con el "receso parlamentario". Más adelante, un grupo disconforme y clandestino del Apra organizó un movimiento armado contra Bustamante -el 3 de octubre de 1948- que terminó con el más rotundo fracaso. Todo esto sirvió de pretexto para que Odría diera el golpe de Estado reaccionario, el 27 del mismo mes, derrocando al gobierno de Bustamante y Rivero.
En el segundo año del régimen de Bustamante, el PCP realizó el Segundo Congreso Nacional (marzo de 1946). Si en el Congreso anterior logramos trazar una línea política independiente y sancionamos a los principales responsables de la desviación derechista, en este segundo certamen se afirmó el centralismo democrático.
Poco antes del golpe odrisia nuestro Partido celebró su Tercer Congreso Nacional. Tuvo que encarar entonces la desviación browderista, que partía del supuesto que la colaboración gestada durante la II Guerra Mundial entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, había atenuado la lucha de clases en la arena internacional abriendo nuevos términos de entendimiento entre estas potencias, de diferentes regímenes económico-sociales.
La tendencia browderista en nuestro país fue liderada por Juan P. Luna. Este y sus seguidores fueron derrotados y separados del Partido. Sobre este punto volveremos más 'tarde. Lo importante, por ahora, es señalar que el III Congreso afinó correctamente la línea política del Partido y acordó directivas para transformar la influencia comunista en organización. El PCP contaba en sus filas formalmente con más de 30,000 militantes, en vísperas del derrocamiento de Bustamante. Por eso, Odría desencadenó una violenta represión contra nuestro Partido. Aplicó con el máximo rigor la Ley de Seguridad Interior de la República, dictada al amparo del Art. 53 de la Constitución; persiguió y encarceló a los dirigentes sindicales comunistas, clausuró la Imprenta Partidaria. El PCP pasó nuevamente a la clandestinidad.
Pese a los duros golpes recibidos, la influencia comunista siguió orientando la organización sindical, particularmente en los Departamentos del Sur, del Centro, y de algunos lugares del Norte (Trujillo y Chiclayo).
Del Congreso de Unificación Sindical de Arequipa, Cusco y Puno no sólo salieron consignas reivindicativas, sino también orientaciones precisas para estructurar más adelante la liga Democrática del Sur, que levantó un programa demandando el retorno a la democracia, amnistía general y elecciones libres. Este Movimiento repercutió en Lima e influyó en la convocatoria a elecciones en 1950, elecciones manejadas fraudulentamente por Odría, que fue a la vez candidato único, luego del apresamiento de su opositor, Gral. Montagne.
En Arequipa se gastó también un heroico enfrentamiento popular contra la dictadura del Gral. Odría, acción que se inició con la protesta de estudiantes del Colegio Nacional de la Independencia y que adquirió características subversivas, al ser asesinado por la policía un alumno de dicho centro educativo. El pueblo arequipeño bajo la dirección del Partido y de la Confederación de Trabajadores de Arequipa (CTA) respondió con la huelga general. Todas las fuerzas populares, así como algunos sectores burgueses - la Cámara de Comercio, por ejemplo- cohesionados, formaron un Gobierno Provisional presidido por el Dr. Francisco Mostajo. Se produjo un real levantamiento popular. La dictadura movilizó tropas de Arequipa, Moquegua y Puno para aplastar la insurrección. Los arequipeños respondieron también con las armas en la mano. Por encima de las vacilaciones del Gobierno Provisional, las organizaciones sindicales, bajo la influencia del Partido, se mantuvieron firmes e intransigentes pese a no tener posibilidades de vencer. la dictadura se vio forzada a transar; puso en libertad a los presos, suprimió la pena de muerte decretada contra los responsables del levantamiento, restableció las libertades democráticas Circunscritas y momentáneamente.
A partir de esta acción comenzó un período de reestructuración del movimiento sindical, reflejado en el incremento de las luchas reivindicativas. El régimen odriísta desencadenó otro, operativo de represión, apelando en reiteradas ocasiones al encarcelamiento, la tortura y la deportación, especialmente en 1952 y 1953, años en que se organizaron huelgas muy combativas en Arequipa, Cusco y en la Región minera del centro.
Se levantaron también contra el régimen dictatorial los escritores y periodistas a través de diversos congresos y de múltiples pronunciamientos, exigiendo libertades democráticas y elecciones generales.
La oposición, en Arequipa adquirió mayúscula beligerancia a fines de 1955 y consiguió la renuncia del odiado Ministro de Gobierno, Esparza Zañartu. Odría no tuvo ya otra alternativa que dejar un mayor margen de libertad para el proceso electoral, reduciéndose sus posibilidades de maniobra para imponer un candidato oficialista.
Nadie puede negar documentalmente que los comunistas no hayamos actuado corno protagonistas y dirigentes en todas las luchas, ni que no hayamos sufrido las acciones represivas más duras y sanguinarias, justamente por el valor y la consecuencia desplegada en los combates. El Apra, que en algunos momentos también fue perseguido, terminó conciliando con su ocasional adversario, para luego preparar el advenimiento del llamado régimen de la "convivencia", presidido por el banquero Manuel Prado (1956-1962).
En las elecciones de 1956 el Apra, que desde fines de 1954 venía negociando con el dictador una candidatura continuista, aceptó en un primer momento apoyar a Hernando de Lavalle. Después optó por adherirse al movimiento electoral de Prado, sin que este viraje dentro de los linderos derechistas implicase rompimiento con Odría, dado que éste veía con simpatías la candidatura de los banqueros. El Partido Comunista se inclinó a dar su respaldo al Arquitecto Fernando Belaunde quien se presentó con un programa progresista, demandando en forma categórica la derogatoria de la ley de Seguridad Interior de la República y Amnistía General.
Aún cuando estas dos demandas populares fueron alcanzadas en los primeros tiempos del régimen "convivencial”, nuestro Partido continuó con la energía de siempre la lucha antioligárquica y antiimperialista. Así lo puso en evidencia con motivo de la llegada a Lima del Vicepresidente norteamericano, Richard Nixon. El Partido Comunista organizó el repudio popular contra el enviado de los monopolios.
Los comunistas salimos a las calles, juntos con otras fuerzas antiimperialistas, y logramos impedir el desarrollo normal del programa, sobretodo el relativo él las presentaciones públicas y en la Universidad de San Marcos. Fueron memorables las jornadas libradas en la Plaza San Martín, donde la policía y el numeroso persona! de protección se vio casi impotente para controlar la situación.
En esta oportunidad el mayor peso de la represión también recayó sobre militantes comunistas. Por que ellos marcharon a la cabeza de las movilizaciones fotografiados por los servicios de seguridad. Los apristas se olvidaron de su pregonado antiimperialismo y no asomaron la cabeza.
Cuando se produjo el triunfo de la Revolución Cubana, su influencia -que se expandió por todo el continente tuvo amplia resonancia, también, en nuestro país; fortaleció el movimiento antiimperialista, sobre todo la lucha por la Reforma Agraria y la recuperación de nuestras riquezas naturales. El Partido Comunista, una vez más, se ubicó en la vanguardia de esta cruzada e impulsó la constitución, conjuntamente con organizaciones sindicales y personalidades democráticas y progresistas, del Frente Nacional de Defensa del Petróleo y del Frente de Liberación Nacional. A través de estos organismos pudimos desarrollar, al mismo tiempo, una campaña realmente masiva de solidaridad con la revolución Cubana.
El gobierno de Prado, aliado con el Apra, en 1960 una nueva Ley anticomunista, con el propósito de aplastar el ascenso de las luchas antiimperialista, en concordancia con los planes del Departamento de Estado norteamericano.
Esta Ley fue aplicada inmediatamente al c. Raúl Acosta, entonces Secretario General del Partido. Por otro lado, Prado decidió la ruptura de relaciones diplomáticas con Checoslovaquia y Cuba. Los apristas en este período no sólo no fueron perseguidos, sino que desde el Parlamento y desde diversas dependencias ministeriales desempeñaron el triste papel de caza-comunistas. Llegaron a proponer en la Cámara de Diputados la modificatoria del Art. 53 de la Constitución, pero con la intención de que la discriminación y represión política afectara, única y exclusivamente, al Partido Comunista. Desde los Ministerio de Educación y de Trabajo, parlamentarios y funcionarios apristas pugnaron por colocar sectariamente en ¡os colegios y en los sindicatos a sus partidarios, sin importarles la calificación profesional ni los procedimientos democráticos.
No obstante condiciones tan adversas, los comunistas fuimos ganando posiciones en el movimiento sindical aislando cada vez más a la dirección amarilla de la CTP encabezada por Al1uro Sabroso. El Partido desarrolló también una intensa actividad organizando sindicatos campesinos y encabezando sus luchas, particularmente en lo tocante a la recuperación de tierras.
La creciente belicosidad que iban adquiriendo las luchas populares, en la ciudad y el campo, preocuparon grandemente a la reacción. El imperialismo yanqui trató de jugar a la carta aprista en la idea que este partido, contando con el respaldo del Departamento de Estado yanqui y de la oligarquía, podía frenar el ascenso revolucionario. Sin embargo, en las elecciones de 1962, pese a que Haya de la Torre obtuvo mayoría relativa (no el tercio que exige la Constitución), sorpresivamente se dio un golpe de Estado a cargo del Gral. Pérez Godoy.
Es interesante detenerse en este pasaje. Por no haber obtenido ningún candidato un tercio de los sufragios, la elección debía hacerla el Congreso. Haya había alcanzado la primera votación. Belaunde, la segunda; y Odría, la tercera. El candidato del Frente de Liberación Nacional, Gral. César A. Pando tuvo una baja votación. El Apra orientó su mayoría parlamentaria para que el ex-dictador Manuel A Odría fuera elegido Presidente de la República. Ningún pacto más infamante y reaccionario se ha dado en nuestra historia como éste, que anunció públicamente el propio Haya de la Torre. No se consumó semejante contubernio por el golpe militar del 18 de julio de 1962.
Los apristas quieren presentar este caso como una medida táctica. Pero ¿cómo puede pensarse en una acción de tal naturaleza, justamente, a favor de uno de los dictadores más sanguinarios del continente? lo evidente es que el Apra capituló e hipotecó sus votos a un enemigo declarado del pueblo peruano.
Producida la toma del poder por Pérez Godoy el aprismo no arriesgó ninguna acción opositora de envergadura. Quedó prácticamente inmovilizado y silencioso, pese él! bravuconadas verbales de algunos de sus dirigentes. Actitud diametralmente opuesta presentó el Partido Comunista. Se mantuvo combatiente, a la vanguardia del movimiento obrero y popular. Por eso, fue objeto de la prepotencia militar concretada en la redada masiva del 5 de enero de 1963.
Más de 3,000 personas fueron apresadas, en su mayoría comunistas, dirigentes sindicales y del Partido. Muchos comunistas permanecimos más de, seis meses en el penal "El Frontón" y se nos abrió proceso militar."
A escasas semanas del golpe militar, el Partido realizó el IV Congreso Nacional. En este certamen se trazó la línea a seguir en pleno auge de la lucha antiimperialista y antioligárquica, dentro dé las coordenadas de desarrollo político de América latina, fuertemente impresionadas' por el ejemplo de la Revolución Cubana. Se acordó persistir en la tarea de acumulación de fuerzas, desarrollando el Frente de Liberación Nacional para emprender la real transformación estructural de nuestro país.
El gobierno militar convocó a elecciones en 1963. Participaron directamente las fuerzas derechistas, mientras que el Partido Comunista y otras fuerzas progresistas quedaron definitivamente marginadas por efectos de la razzia o redada de enero. No tuvimos, entonces, otras alternativa que apoyar la candidatura del Arquitecto Belaunde, menos reaccionaria que la de Haya. Odría y Samame Boggie.
Lo cierto es que Belaunde emprendió algunas medidas progresistas en los 100 primeros días de gobierno. Ofreció resolver el problema de la Brea y Pariñas en 90 días. Convocó a elecciones municipales. Ofreció encarar prioritariamente la Reforma Agraria. Pero ante la arremetida del imperialismo y de sus aliados nativos -apristas, odriístas y pradistas" Belaunde capituló. Después de los 100 días inició el retroceso, hasta convertirse en el principal defensor de la lnternational Petroleum Company y en el aliado incondicional los sectores reaccionarios.
El Partido Comunista combatió esta política entreguista desde el mismo instante en que comenzó a gestarse. 1964 fue un año de duros enfrentamientos con el régimen belaundista. Con la complicidad de la mayoría parlamentaria, manejada por el Apra, y con los dirigentes amarillos de este Partido, reprimió violentamente las luchas sindicadles, particularmente la de los metalúrgicos y bancarios. Al iniciarse el año 65 el gobierno estaba bastante desgastado. Surgió entonces la acción guerrillera, que si bien no contó con la participación de cuadros comunistas, recibió el reconocimiento y las simpatías del Partido, por tratarse de una heroica y bien intencionada. Nosotros dejamos muy en que antes que el estallido de un foco revolucionario, era más importante la participación de la clase obrera y del pueblo, que el éxito de la acción guerrillera dependía fundamentalmente del apoyo de masas.
A juicio nuestro, los tres focos guerrilleros comandados por Luís A. de la Puente, Guillermo Lobatón y Héctor Béjar fueron aniquilados debido a la desproporcionada violencia desencadenada por las fuerzas represivas, dirigidas por asesores norteamericanos, sobre todo en los dos primeros casos; pero fundamentalmente, debido a la insuficiente preparación revolucionaria y por no haberse ensamblado consciente y ágilmente al movimiento popular organizado.
Por encima de estas consideraciones tácticas, valoramos los planteamientos programáticos -expulsión del imperialismo, tierra para los campesinos, lucha por el socialismo- y brindamos públicamente nuestra adhesión a ellos y a los hombres que, con las armas en las manos, combatían por hacerlos realidad. Por eso, la represión policial se hizo presente contra nuestros militantes en diversas circunscripciones del país, so pretexto de operativos preventivos.
La intimidación antiguerrillera llegó a extremos jamás vistos: esposas y familiares de los guerrilleros fueron expresados. El Partido Comunista asumió con responsabilidad la conducción de una amplia campaña por la libertad de los presos políticos-sociales; mientras que el Apra encabezaba campanas económicas entre los sectores oligárquicos para premiar a los sanguinarios represores.
Más adelante, frente al proceso electoral de 1967 para cubrir vacantes parlamentarias, el Partido amalgamó a diversos sectores progresistas y populares en Unidad de Izquierda, logrando movilizar a grandes masas populares en todo el país, en torno a un programa antimperialista y antioligárquico. Belaunde no pudo ocultar su temor ante la cuantiosa votación alcanzada por la candidatura de Izquierda. Aplicó los consabidos métodos represivos, apelando a la treta del "complot comunista", para justificar el apresamiento masivo de nuestros camaradas.
El 10 de febrero de 1968 se produjo el allanamiento del Comité Central del Partido. Fueron apresados el Secretario General, Jorge del Prado, y el Subsecretario General, Raúl Acosta y más de un centenar de militantes. En bao se a la información proporcionada por el Jefe de la PIP, Marthans, los diarios destacaron en grandes titulares "allanan el cuartel general de Rojos". "Policías armados capturan local clandestino de los comunistas". Los apristas afirmaban escandalosamente que se había encontrado un arsenal de bombas.
En relación a esta burda maniobra se abrió juicio militar al Secretario General del PCP, acusado de "traición a la Patria". Evidentemente se trataba de una medida desesperada en el afán de golpear al principal contingente revolucionario -el PCP- para desarticular el Frente de Izquierda.
Al ingresar el año 1968, el gobierno belaundista había llegado a un peligroso grado de descomposición que ni las componendas "super-convivenciales" (belaundistas, apristas, y odriístas) pudieron atenuar. El régimen comenzó a tambalearse ante el escándalo del contrabando y del petróleo y también ante la vigorosa y combativa protesta popular, encabezada por el PCP y el proletariado, que se agrupaba clasistamente en la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP).
En tales circunstancias, o surgía una dictadura militar sangrienta para aplastar el movimiento popular, o se tenia que ceder ante las demandas populares.
El golpe militar institucional de la Fuerza Armada del 3 de octubre de 1968, conducido por el Gral. Juan Velasco Alvarado, no podía escapar a esta disyuntiva. La oficialidad progresista que tomó el poder, inició un proceso de transformaciones antimperialistas y antioligárquicas, coincidiendo básicamente con las exigencias populares y las luchas de nuestro Partido.
El Apra que hizo una oposición formal al gobierno de Belaunde, intrascendente y mediatizada, lo apoyó decididamente en su política pro-imperialista y pro-oligárquica y en las represiones antipopulares o anticomunistas; frente a las transformaciones estructurales de Velasco, reclamó de palabra la paternidad de muchas de ellas, combatiéndolas y saboteándolas en los hechos, escudados en los cargos, burocráticos o tras grupúsculos ultra-izquierdistas. Sin embargo, no dijo casi nada y menos opuso resistencia a las medidas represivas de la llamada segunda fase. No arriesgó nada. Coexistió pacíficamente, sobre todo para mantener sus posiciones de privilegio en las dependencias ministeriales.
Nuestro Partido apoyó las transformaciones revolucionarias y luchó por la profundización de ellas. Fue una posición de principios y en estrecha ligazón con las masas populares. Y esta conducta es lo que hoy nos da plena autoridad para combatir la dictadura militar de Morales Bermúdez, por su viraje derechista, concretado en el desmontaje de las principales transformaciones estructurales y en la claudicación frente a las presiones del imperialismo y la reacción.
El Apra que ahora sí lanza gritos desaforados contra Velasco y su obra de transformaciones no sólo aplaude la política reaccionaria de Morales Bermúdez, sino que está llano a consolidar un nuevo pacto antipopular, que posibilite una transferencia del poder a una coalición derechista.
Nosotros los comunistas nos mantenemos en nuestras trincheras de combate defendiendo los cambios estructurales procesados a partir de 1968 y luchando, con la energía de siempre y a la vanguardia de la clase obrera, por las libertades democráticas y sindicales y por nuevos y decisivos avances en el camino de la liberación nacional y social.
_______________________________
[1] UR = Unión Revolucionaria, el partido político de Sánchez Cerro, cuyo jefe -el sanguinario Luís A. Flores- llegó a usar la camisa negra del fascismo y el saludo mussoliniano.