Escrito: 1927
Fuente digital de la version al
español:Roketeil.com
Traduccion: A. Dorado el 1 y 3 de agosto, 2013 -
parte I y II.
HTML: Marxists Internet Archive.
Una teoría bien ordenada debe presentar un conjunto definido cuyas partes queden unidas mediante un sólido vínculo lógico. Por lo tanto, una crítica consistente debe ocuparse inevitablemente con los fundamentos de la teoría, con su método, pues este y no otra cosa es lo que liga las distintas partes de la estructura teórica. Por lo tanto comenzaremos con una crítica de los presupuestos metodológicos de la teoría de la utilidad marginal, con lo que no denotaremos su carácter deductivo, sino sus rasgos característicos dentro del marco del método abstracto deductivo. En nuestra opinión, cualquier teoría de política económica si es que ha de ser teoría en absoluta, es una materia abstracta; en este sentido el Marxismo concuerda perfectamente con la Escuela Austriaca.
Pero este acuerdo tiene un carácter meramente formal; de no existir, no se podría comparar la teoría Austriaca con la de Karl Marx. Pues lo que aquí nos interesa son los contenidos concretos del método abstracto propio de la Escuela Austriaca, y que la hace tan diferente del marxismo.
La economía política es una ciencia social y su presupuesto, ya sean consciente los teóricos de la política económica de ello o no, es alguna concepción u otra de la sociedad y de sus leyes evolutivas. En otras palabras, cualquier teoría económica depende de ciertos presupuestos que tienen un carácter sociológico y que sirven como fundamento de la investigación de la fase "económica" de la vida social. Esos presupuestos pueden expresarse con claridad o pueden quedar sin expresar. Pueden enunciarse como un sistema ordenado o permanecer "una cosmovisión general indefinida" pero no pueden quedar ausentes en absoluto.
La economía política de Karl Marx posee tal fundamento en la teoría sociológica del materialismo histórico. La Escuela Austriaca, sin embargo, no posee un fundamento sociológico bien acabado o sencillamente bien definido; es necesario reconstruir los vestigios de tales fundamentos a partir de la teoría económica de los austriacos. En el proceso, encontraremos constantemente contradicciones entre los pensamientos generales fundamentales sobre la naturaleza de la "política económica" y los fundamentos reales de la teoría económica austriaca. Son los anteriores, por lo tanto, los que recibirán nuestra principal atención.
Los siguientes fundamentos sociológicos de la ciencia económica son característicos del marxismo; reconocimiento de la prioridad de la sociedad sobre el individuo; reconocimiento de la naturaleza histórica y temporal de cualquier estructura social; y finalmente, reconocimiento del papel predominante desempeñado por la producción. La Escuela Austriaca, por otro lado, se caracteriza por un extremo individualismo metodológico; por un punto de vista no histórico; y por tomar el consumo como punto de partida.
En nuestra introducción hemos tratado de presentar una explicación genética-social para estas diferencias fundamentales entre el marxismo y la Escuela Austriaca; esta diferencia, o más bien, esta radical oposición, la hemos caracterizado como un contraste social psicológico. Ahora analizaremos ese contraste desde el punto de vista de la lógica.
Werner Sombart, en un bien conocido artículo en el que comentaba el tercer volumen del capital de Marx, después de haber contrastado las dos metodologías de la economía política, el método subjetivo y el objetivo, señaló que el sistema alemán era una extensión del "objetivismo extremo", mientras que la Escuela Austriaca, en su criterio, era "el desarrollo más coherente en la dirección opuesta". Consideramos que esta presentación es perfectamente adecuada.
Es cierto que el estudio de los fenómenos sociales en general y de los económicos en particular puede ser abordado de una de esas dos maneras; podemos asumir que la ciencia parte del análisis de la sociedad como un todo, en el cual cualquier momento dado determina las manifestaciones de la vida económica del individuo, en cuyo caso la tarea de la ciencia es revelar las conexiones y la cadena causal obtenida de los distintos fenómenos de tipo social y que son determinantes en los fenómenos individuales; o, se puede asumir que la ciencia debe proceder a partir del análisis del nexo causal de la vida individual, puesto que los fenómenos sociales no son sino la resultante de los fenómenos individuales, en cuyo caso ha de ser la tarea de la ciencia comenzar con los fenómenos de las relaciones causales de la vida individual a partir de los cuales deben derivarse los fenómenos y la causalidad de la economía social.
Y no hay duda de que Marx era un "objetivista extremo" en tal sentido, y no sólo en sociología sino también en política económica. Por esta razón, su doctrina económica fundamental, la doctrina del valor, debe distinguirse totalmente de la de los economistas clásicos, como Adam Smith. La teoría de este último se basa en la evaluación individual de las mercancías, que se corresponde con la calidad y cantidad del trabajo empleado. Es una teoría del valor trabajo subjetiva; y en comparación con ella la de Marx es objetiva, la teoría de Marx es una ley social de los precios. La teoría de Marx es por lo tanto una teoría objetiva del valor trabajo, que no se basa de ningún modo en ninguna evaluación individual, sino que sólo expresa la conexión entre las fuerzas sociales productivas dadas y los precios de las mercancías como estos se determinan en el mercado. De hecho, es con el ejemplo de la teoría del valor y del precio como mejor puede Sombart mostrar la diferencia entre ambos métodos. "A Marx no le importa en ningún momento", dice Sombart , "los motivos individuales de los que participan en el intercambio, o en asumir como punto de partida consideraciones como los precios de producción. Su razonamiento es como sigue: los precios los crea la competencia, pero la competencia esta regulada por la tasa de ganancia: la tasa de ganancia por la tasa de plusvalía; la tasa de plusvalía por el valor, que es en si mismo la expresión de un hecho socialmente condicionado, las fuerzas productivas sociales. El sistema de Marx enumera ahora esos elementos en orden inverso: valor, plusvalor, beneficio, competición, precios, etc
Si debiéramos resumir la cuestión en una frase tajante, podríamos decir que a Marx no le preocupa nunca la motivación, sino la definición (la limitación) de los caprichos económicos del individuo". (Werner Sombart, op. cit., p. 591)
Bien distinta es la escuela subjetiva. Por todas partes no vemos sino "motivaciones" para cada transacción económica individual" (Ibidem p. 592)
Aquí se expresa la distinción de un modo muy hermoso. De hecho, en tanto que Marx considera "el movimiento social como un proceso de la historia natural regido por leyes que no sólo son independientes de la voluntad, conciencia e inteligencia humana, sino por el contrario, que determinan tal voluntad, conciencia e inteligencia, el punto de partida de Bohm-Bawerk es el análisis de la conciencia individual de la persona desde el punto de vista económico.
"Las leyes sociales", escribe BB, "cuya investigación es la tarea de la política económica, dependen de las transacciones concurrentes de los individuos. Esa uniformidad de acción es a su vez consecuencia de la operación de dichos motivos que determinan la acción. En esas circunstancias, no es fácil dudar de lo propio de explicar las leyes sociales retrocediendo hasta los motivos causantes que determinan las acciones de los individuos, o comenzar a partir de esos motivos".
La diferencia por lo tanto, entre el método objetivo y subjetivo es poco más que el contraste entre el método social y el individualismo metodológico. (R. Stolzmann: Der Zweck in der Volkszwirtschaftslehre, Berlin, 1909, p.59.)
Sin embargo es preciso ampliar la definición de los dos métodos. Debemos recalcar sobre todo la relativa importancia de la voluntad, de la conciencia o de las intenciones individuales de los hombres, de las que Marx habla. En segundo lugar el "individuo económico" debe ser definido con más claridad, puesto que supone el punto de partida de la Escuela Austriaca. "Estas relaciones sociales determinantes se originan tanto por los hombres individuales como por el lino, la tela (Karl Marx, la Pobreza de la Filosofía) No se sigue de ninguna manera, que las consecuencias sociales, "el producto social", del que habla Marx, este inserto en la conciencia de esos individuos como un fin o un motivo impulsor. La sociedad moderna, con su anárquica estructura, (la teoría de la economía política hace precisamente esta sociedad el objeto de su estudio) con sus fuerzas de mercado y su acción elemental (competencia, fluctuación de precios, mercado de valores, etc) ofrece números ejemplos a favor de la presunción de que el "producto social" se impone sobre sus creadores, que el resultado de las motivaciones de los hombres individuales (pero no aislados) no sólo se corresponde con esas motivaciones, sino que en ciertos momentos entra incluso en directa contradicción con ellas. Eso puede explicarse de la mejor manera si atendemos al mecanismo de formación de precios. Un número de compradores y vendedores acuden al mercado con una cierta (y aproximada) idea del valor de sus propios vienes y del valor de los bienes de los demás; el resultado de esa pugna es un precio de mercado determinado, que no coincidirá con las estimaciones individuales de la gran mayoría de las partes contratantes. Lo que es más, en el caso de que haya un cierto número de "individuos económicos" el precio establecido puede operar con efectos destructivos: precios demasiado bajos pueden llevarlos a la quiebra y a la ruina. Este fenómeno es todavía más impactante en la bolsa de valores, donde las apuestas son la regla. En todos esos casos, que son típicos y propios de la moderna organización socioeconómica, podemos hablar de la independencia de los fenómenos sociales de la voluntad, la conciencia y las intenciones de los hombres; pero esa independencia no debería entenderse que implica dos fenómenos diferentes, completamente independientes unos de los otros. Sería absurdo presumir que la voluntad humana no hace la historia, el problema es no tener en consideración a la historia (esa "concepción materialista de la historia es una vulgar caricatura burguesa del marxismo) La verdad es lo contrario. Ambas series de fenómenos, las transacciones individuales y los fenómenos sociales, están en una íntima conexión genética.
Esa independencia debe entenderse sólo en el sentido de que tales resultados de los actos individuales se han vuelto objetivos y fundamentales en relación con otros elementos más parciales. El producto domina a su creador; en cualquier momento dado, la voluntad individual se determina por la resultante ya alcanzada de las voluntades en conflicto de los distintos "individuos económicos". El empresario que pierde en la lucha competitiva, el banquero quebrado, han de retirarse del campo de batalla, aunque no ha mucho que funcionaban como elementos activos, como "creadores", del mismo proceso social que los destruyó. El fenómeno es expresión de la irracionalidad del carácter "elemental" del proceso económico en el marco de la economía mercantil, que queda claramente expresado en la psicología del fetichismo de la mercancía, expuesto primeramente y brillantemente analizado por "Marx". Es precisamente en una economía mercantil en el que el proceso de "objetivación" de las relaciones entre los seres humanos tiene lugar, en que esas "expresiones de cosas" conducen a una existencia específica "independiente" en razón del carácter elemental de la evolución, una existencia sujeta a una ley específica propia.
Así pues estamos tratando con varios tipos de fenómenos individuales y con un número de series de tipos sociales: no hay duda de que existe una cierta conexión causal entre estas dos categorías (individuales y sociales) y entre las varias series de la misma categoría, particularmente entre las varias series de fenómenos sociales dependientes unos de otros. El método de Marx consiste precisamente en averiguar la ley de relaciones causales entre los diversos fenómenos sociales. En otra palabras, Marx analiza la naturaleza causal de la resultante de las diversas voluntades individuales, sin analizar estás últimas en si mismas; analiza las leyes subyacentes a los fenómenos sociales, sin atender a su relación con el fenómeno de la conciencia individual.
Pero ocupémonos ahora de los "sujetos económicos" de Böhm-Bawerk.
En su artículo sobre el libro de Karl Menger (Untersuchungen, etc) Bohm-Bawerk, de acuerdo con los adversarios de la Escuela Austriaca y con el propio Menger, admite que los "sujetos económicos" presentados por los representantes de la nueva escuela no son ni más ni menos que los átomos de la sociedad. La tarea de la nueva Escuela es la "eliminación de los métodos orgánicos e históricos como los métodos dominantes de investigación teórica en las ciencias sociales….y… la restauración de esa tendencia claramente atomística"
(Böhm-Bawerk: Zeitschrift für Privat- und öfftentlickcs Recht der Gegenwart, Vienna, 1884, vol. XI, p.220.)
El punto de inicio de ese análisis no es evidentemente el miembro individual de una sociedad dada, en sus relaciones sociales con sus congéneres, sino el "átomo" aislado, el Robinson Crusoe económico. Los ejemplos que escoge Böhm-Bawerk para clarificar su punto de vista son también de este tipo. "Un hombre está sentado al lado de un arroyo de agua", esa es la introducción de Bohm-Bawerk a su análisis de la Teoría del Valor. Böhm-Bawerk: "Grundzüge der Theorie des wirtschaftlichen Güterwerts." Hildebrandt's Jahrücher für Nationalökonomie und Statistik, vol. XIII, p.9.)
Después nos presenta a un nómada del desierto, (ibid, p. 9) a un granjero aislado del resto del mundo (ibid., p. 9) a un colono "cuya cabaña de troncos se yergue solitaria en el bosque primigenio" (ibid. P. 30) Y encontramos ejemplos similares en Karl Menger "El habitante del bosque primigenio" (Karl Menger: Grunsätze tee der Volkswirtschaftslehre, Vienna, 1871, p.82), los moradores de un oasis (ibid., p.88), "un habitante de una isla lejana" (ibid., p.95), "un granjero aislado" "náufragos" (ibid., p.104).
Aquí nos encontramos de nuevo con el punto de partida que formuló en su día Bastiat, el más "dulce" de los economistas. En sus "Armonías Económicas" Bastiat dice "las leyes económicas operan de modo uniforme, ora estemos tratando con una totalidad de individuos aislados o con sólo dos personas, o con un solo individuo forzado a vivir aislado. Si el individuo puede vivir durante un cierto periodo de forma aislada, ese individuo sería simultáneamente un capitalista, un emprendedor, un trabajador, un productor y un consumidor. Toda la realidad económica estaría implicada en él mismo. Y debido a esta oportunidad de observar cada paso en esa evolución, a saber, la necesidad, el esfuerzo, la satisfacción de la necesidad, el disfrute del libre uso del beneficio del trabajo, podría hacerse una idea de todo el mecanismo, aunque en su forma más sencilla".
(Frederic Bastiat, Harmonies économiques, Bruxelles, 1850, p.213.)
En la misma obra y con anterioridad, Bastiat nos dice "mantengo que la economía política lograría su objetivo y completaría su sagrada misión si demostrara definitivamente el siguiente hecho: que lo que vale para una persona vale para la sociedad (Ibid., p.74
Jevons hace una declaración equivalente: "La forma general de las leyes de la economía es la misma en el caso de los individuos y de las naciones".
Pues ya puede ser muy venerable este punto de vista en virtud de su solera, que sigue siendo una completa falacia. La sociedad (se asuma de forma consciente o inconsciente) no es un mero agregado aritmético de individuos aislados; por el contrario, la actividad económica de cada individuo específico presupone un entorno social definido en la que la relación social de cada economía individual encuentra su expresión. Los motivos del individuo que vive sólo son completamente distintos de los del "animal social" (zoon politikon) El primero vive en un ambiente natural, de cosas en toda su prístina sencillez. El otro no sólo está rodeado de "Materia" sino de un peculiar "social milieu". La transición del humano aislado a la sociedad es posible sólo en virtud de ese "magma social". Y de cierto, si sólo tratáramos de una mera yuxtaposición de economías individuales, sin nexos de contacto entre ellas, en el que el magma social que tan correctamente ha denominado Rodbertus la "Comunidad Económica" quedaría ausente, no existiría sociedad alguna. Por supuesto, teóricamente se podría abarcar un número de economías aisladas y remotas en un único concepto y después meterlas con calzador, por así decir, dentro de una totalidad. Pero esa totalidad o conjunto no sería ninguna sociedad, un sistema de economías íntimamente interconectadas unas con otras y en constante interacción.
En tanto que el primer agregado sólo podría ser un constructo artificial, el segundo no es sino la realidad presente. Por lo tanto, el individuo económico aislado puede ser considerado sólo como un miembro de un sistema social y económico, nunca sólo como un átomo aislado. EL sujeto económico, en sus acciones, se adapta a la condición dada de los fenómenos sociales; y estos imponen barreras y restricciones a las motivaciones individuales, o, en palabras de Sombart "les constriñen". Esto es cierto no sólo por lo que concierne a la "estructura económica de la sociedad", es decir, a las condiciones de producción, sino también a los fenómenos socioeconómicos que surgen sobre el fundamento de una estructura dada.
Así, por ejemplo, las evaluaciones individuales del precio comienzan con precios que ya han sido fijados; el deseo de invertir capital en un banco depende del tipo de interés en el momento; la inversión de capital en una industria u otra se determina por la tasa de beneficio que rinda dicha rama industrial; la estimación del valor de una parcela depende de su renta y de la tasa de interés, etc. No hay duda, los motivos individuales ocasionan "efectos contrarios", pero esos efectos hay que recalcar que ya de inicio están permeados por un contenido social, y por lo tanto no se pueden sencillamente derivar "leyes sociales" del sujeto aislado. Pero si no comenzamos con el individuo aislado en nuestro análisis, pero consideramos el factor social en sus motivos como dados, nos encontraremos en un círculo vicioso; cuanto intentemos derivar lo "social", o sea, lo "objetivo" en este contexto, de lo "individual , o sea "Lo subjetivo" estamos derivándolo de lo social, o haciendo algo peor todavía que desnudar a un santo para vestir a otro, como se dice popularmente.
Como hemos visto anteriormente, los motivos del individuo aislado constituyen el punto de partida de la Escuela Austriaca (Böhm-Bawerk)
Para ser justos, algunas de las obras de los representantes de esta escuela más de una vez presenten concepciones esencialmente correctas de la esencia de la estructura social en su conjunto. Pero, de hecho, la Escuela comienza primero con un análisis de los motivos de los sujetos individuales, sin consideración a los nexos sociales entre ellos. Este punto de vista es bastante característico de los últimos teóricos de la burguesía, y es precisamente el punto de vista que la Escuela Austriaca aplica de forma regular a lo largo de todo su desarrollo.
Se sigue que la Escuela se verá obligada de manera inevitable a escamotear la noción de lo "social" en los motivos individuales de sus átomos, siempre que intenta explicar cualquier fenómeno social. Pero dado su método están abocados a un inevitable y monstruoso círculo vicioso.
De hecho, esta falacia lógica inevitable está ya presente en el análisis de la Teoría Austriaca del valor subjetivo, la piedra angular de toda su estructura teórica del valor subjetivo, de la que tan ufanos se muestran sus representantes. Y sin embargo basta sólo con esta falacia para destruir toda la trascendencia de esta ideología económica pseudo-científica de la moderna burguesía económica que han edificado con tanto ingenio, "pues", dice BB con toda razón, "es un pecado mortal metodológico ignorar lo que uno debería explicar en una investigación científica". Por eso concluimos que el "subjetivismo" de la escuela austriaca, su deliberado aislamiento del "sujeto económico" y su desconsideración absoluta hacia las relaciones sociales deben llevarles de un modo inevitable a la quiebra de todo su sistema; un sistema que es tan poco satisfactorio como la antigua teoría de los costes de producción, que también se debatía en ese callejón sin salida.
Ahora surge la cuestión de si es posible presentar una formulación teórica de la vida económica, y determinar sus leyes causales, sin implicar las leyes causales de los motivos individuales; en otras palabras, ¿es posible el "objetivismo" que constituiría el fundamento de la teoría Marxista?
Y es el propio BB el que admite esta posibilidad: "no, sin duda, acciones sin motivación causal, sino ciertamente el reconocimiento de acciones causales sin el reconocimiento de la motivación presente". Pero BB asume que la "fuente de conocimiento objetivista, en el mejor de los casos sólo puede contribuir en muy pequeña medida, y en una medida que es especialmente exigua para sus propios propósitos de conocimiento total, pues nos ocupamos en el campo económico de manera particular con acciones humanas conscientes y calculadas". (Zum Abschluss der Marxschen System, p.202)
Ya hemos visto, en contraposición a lo anterior, que son precisamente las abstracciones psicológicas individualistas promulgadas por los austriacos las que rinden tan escasa cosecha. Y estamos hablando aquí, no de las abstracciones como tal. De hecho lo que hemos recalcado anteriormente es que la abstracción es un elemento necesario en la adquisición de conocimiento. El error de los austriacos consiste en ignorar precisamente los fenómenos sociales que están estudiando. Y esto lo presenta magníficamente R. Stolzmann: "Los tipos económicos pueden ser simplificados mediante la individualización y la abstracción tanto como se quiera, pero deben ser tipos sociales, deben ocuparse de una economía social. (R. Stolzmann, op. cit., p.63; también su Soziale Kategorie, pp. 291, 292; cf. también D. Lifschitz: Zur Kritik der Böhm-Bawerkschen Werttheorie, Leipzig, 1908, chapter iv, particularly pp. 90, 91.)
Pues no es posible pasar de lo meramente individual a lo social: incluso si alguna vez hubiera existido en la realidad tal proceso histórico de transición, es decir, incluso si los seres humanos lo hubieran hecho, incluso en este caso, se trataría de una descripción histórica y concreta del proceso, una solución del problema puramente cinematográfica.
Incluso en este caso, sería imposible plantear una teoría cinematográfica. Asumamos, por ejemplo, que ciertos productores aislados entran en relaciones unos con otros, se unen mediante el intercambio de bienes y construyen gradualmente una sociedad de intercambio en sentido moderno.
Ahora analicemos las evaluaciones subjetivas que realiza el hombre moderno. Esas evaluaciones están basadas en precios ya establecidos con anterioridad (como se mostrará en detallé más adelante); estos precios, pueden, a su vez, ser moldeados por los motivos de los sujetos económicos de alguna época anterior; pero esos precios también habrían sido dependientes de precios establecidos en un periodo aún más temprano, y estos a su vez de otro más antiguo, etc. Por lo tanto nos encontramos con las valoraciones de los productores individuales, valoraciones que en realidad ya no implican ningún elemento de precios, puesto que todas las relaciones sociales, la propia sociedad, es lo que falta. Pero tal análisis de las valoraciones subjetivas que comienza con el hombre moderno y se remonta a un hipotético Robinson Crusoe no tendría más significado que la mera descripción histórica del proceso de transformación de los motivos de los hombres aislados en los motivos del hombre moderno, con la diferencia de que el proceso iría en la dirección contraria.
Eso no es un análisis es una descripción; es imposible fundar una teoría general de los precios o una teoría del intercambio sobre tales fundamentos. Cualquier tentativa de construir esa teoría llevará inevitablemente a círculos falaces dentro del sistema, pues en tanto deseemos permanecer en el marco de una teoría general, debemos, en vez de explicar el elemento social, comenzar con él como una cantidad dada. Ir más allá de esta cantidad sería equivalente, como hemos visto, a transformar la teoría en historia, es decir, en entrar en un tipo completamente diferente de trabajo académico.
Así que sólo nos queda, por lo tanto, un modo adecuado a nuestro juicio de análisis, que no es sino la combinación de la deducción abstracta y del método objetivista. Esa combinación es extremadamente característica de la economía política marxista. Sólo mediante este método será posible fundar una teoría que no implique contradicciones constantes y repetidas, sino que nos aporte un buen medio para el examen de la realidad capitalista.
Karl Marx en su Theorien über den Mehrwert (vol. I, p.34) dijo de los fisiócratas: "su mayor logro fue haber concebido esta formas (es decir las formas del modo capitalista de producción) como formas fisiológicas de la sociedad: como formas que surgían de la propia necesidad natural de producir, y que eran independientes de la voluntad, de la política, etc
Son leyes materiales; la falacia de los Fisiócratas consistía en haber concebido la ley material de una fase histórica específica de la sociedad como una ley abstracta que dominaba todas las formas de sociedad de modo uniforme".
No hay mejor manera de presentar la diferencia entre el punto de vista puramente social y el punto de vista histórico-social. Es posible considerar la "economía social como un conjunto" y al mismo tiempo no comprender todo el significado de las formas específicas de sociedad como se han desarrollado históricamente. Por supuesto el punto de vista no histórico en los tiempos modernos aparece con frecuencia junto con una falta de entendimiento de las conexiones sociales; y sin embargo debemos distinguir entre estas dos cuestiones metodológicas, pues la posibilidad de un "tratamiento objetivo" por si sola no nos ofrece ninguna garantía de que los problemas vayan a ser emplazados en su contexto histórico. Un ejemplo de esto lo aportan los propios Fisiócratas. Y lo mismo pasa, en la moderna literatura económica, en Tugan-Baranovsky, cuya "teoría de la distribución social" es aplicable a cualquier sociedad dividida en clases (y por lo tanto no explica nada)
Marx recalca en todo momento el carácter histórico de su teoría económica y la relatividad de sus leyes. "Según su opinión, cada periodo histórico tiene sus propias leyes… tan pronto como la vida ha avanzado más allá de un periodo dado de evolución, ha pasado de una fase a otra, comienza a ser guiada por otras leyes". Por supuesto no se sigue necesariamente que Marx negara la existencia de cualquier ley general que domine el curso de la vida social en sus diversas fases evolutivas.
La concepción materialista de la historia, por ejemplo formula ciertas leyes concebidas como explicaciones de la evolución social en todo momento. Pero no excluyen las leyes históricas específicas de la economía política, que, como opuestas a las leyes sociológicas, expresan la esencia de una estructura social específica, es decir, la de la sociedad capitalista.
Aquí nos anticiparemos a una objeción que puede presentarse: se podría decir que aceptar el principio histórico nos llevaría directamente a un tipo de teoría puramente descriptiva e ideográfica, es decir, precisamente el punto de vista defendido por la llamada "Escuela Histórica". Pero esa objeción supone confundir varias cosas. Tomemos al azar cualquier método general de las ciencias ideográficas más características, por ejemplo, la estadística: tenemos la "ley empírica" de las estadísticas de población que suponen que hay entre 105 y 108 varones nacidos por cada 100 mujeres. Esta "ley" es puramente descriptiva y no implica relación causal alguna. Por otro lado, cualquier ley teórica en la economía política debe poder formularse así: y A, B y C están presentes, D, debe asimismo resultar; en otras palabras, la presencia de ciertas condiciones, "causas", implica la aparición de ciertas consecuencias. Es patente que estas "consecuencias" pueden tener también un carácter histórico, es decir, pueden sobrevenir en realidad sólo en un momento dado. Desde un punto de vista puramente lógico, da bastante lo mismo dónde y cuando esas condiciones se dan, e incluso tiene menos importancia aún si se dan en absoluto, en ese caso estamos "tratando con leyes eternas"; pero, en la medida en que ocurren en la realidad, son "leyes históricas", pues están conectadas con "condiciones" que suceden sólo en una cierta fase del desarrollo histórico. Pero una vez que estas condiciones están presentes, sus consecuencias también se indican. Precisamente este carácter de las leyes teóricas económicas hace posible su aplicación a naciones y épocas en las que la evolución social ya ha alcanzado un cierto nivel; fue posible por tanto que los marxistas rusos pudieran vaticinar de forma esencialmente correcta "el destino del capitalismo en Rusia" aunque el análisis marxista se basara en evidencia empírica concreta recogida en Inglaterra.
En otras palabras, el carácter "histórico" de las leyes de la economía política de ningún modo las transforma en otro una ciencia de tipo ideográfico. Por otro lado, sólo el punto de vista histórico puede tener algún valor científico en el campo que nos ocupa.
La economía política como ciencia puede tener sólo como objeto una sociedad de mercancías: una sociedad capitalista. Si nos ocupamos de una economía que esté organizada de cualquier modo que se nos ocurra, por ejemplo la economía oikos o doméstica de Rodbertus, o la primitiva sociedad comunista, con los feudos o con una economía socializada y planificada de un "Estado" socialista, no podemos encontrar un solo problema cuya solución pueda encontrarse en el dominio de la economía política teórica. Estos problemas están conectados con la economía mercantil, particularmente con su forma capitalista: los problemas del valor, del precio, del capital, de los beneficios, de la crisis, etc. Esto por supuesto no ocurre con accidente; es precisamente en este momento, a la vista de la preponderancia más o menos acentuada del sistema de la "libre competencia" que la naturaleza elemental del proceso económico logra expresiones particularmente impactantes, quedando relegadas tanto la voluntad individual como los fines individuales al trasfondo en contraposición a la cadena que se va desarrollando objetivamente de los distintos fenómenos sociales. Es sólo en la producción de mercancías como tal, en su expresión más elevada, la producción capitalista, cuando podemos aplicar el fenómeno descrito por Marx como el "fetichismo mercantil" y analizado por él en "El Capital".
Precisamente en este punto la relación personal de los seres humanos mismos en el proceso de producción llega a ser una relación impersonal entre cosas, en tanto que las últimas asumen la forma de un "jeroglífico social" del valor. (Karl Marx: Capital, vol. I, p.85).
De ahí que el "enigmático" carácter peculiar al modo capitalista de producción y los rasgos característicos de los problemas son aquí por primera vez sujetos a investigación teórica. El análisis de la sociedad capitalista posee un interés particular y conforma una forma lógica especial en la ciencia económica, que investiga las conexiones causales en la vida elemental de la sociedad moderna, formula una serie de leyes que son autónomas en relación con la conciencia humana, "leyes naturales regulativas" similares a la ley de la gravitación, "como cuando una casa se derrumba al lado nuestro, y no por el carácter típico de la libertad económica, sino por la particularidad epistemológica del sistema competitivo, que implica, como lo hace, el mayor número de enigmas teóricos, así como la mayor de las dificultades en su solución". (Heinrich Dietzel: Theoretische Sozialökonomik, p.90.)
Este carácter rudimentario, una consecuencia de condiciones extremadamente complejas, es en si mismo un fenómeno histórico peculiar al sistema de producción de mercancías. Sólo una economía social no organizada presenta esos fenómenos particulares en los que la adaptación mutua de las diversas partes del organismo productivo procede independientemente de lo que la voluntad humana pretenda conscientemente.
En una dirección planificada de la economía social, la distribución y redistribución de las fuerzas sociales productivas constituye un proceso consciente basado en datos estadísticos. En la presente anarquía de producción, el proceso tiene lugar a través de un mecanismo de transferencia de precios, mediante la subida y la bajada de estos, la presión que ejercen en los beneficios, las crisis, etc, en una palabra, no mediante un cálculo consciente por parte de la comunidad, sino por el ciego poder del elemento social, que se trasluce en toda una cadena de fenómenos socio-económicos, particularmente en el precio de mercado. Todas ellas son las características de la sociedad moderna y constituyen el objeto de la economía política. En una sociedad socialista, la economía política perdería su razón de ser: sólo existiría "geografía económica" una ciencia de tipo ideográfico, y una "política económica", una ciencia normativa; pues las relaciones entre los hombres serían claras y simples, la formulación fetichista de esos objetivos desaparecería y las consecuencias causales de tales elementos desembridados serían suplidas con las consecuencias causales del desempeño consciente de la sociedad.
Ese hecho por si mismo es bastante par mostrar que una investigación del capitalismo debe tomar en cuenta sus rasgos fundamentales, aquellos que distinguen el "organismo de producción" capitalista, de cualquier otro; pues el estudio del capitalismo no es sino el estudio de lo que distingue el capitalismo de cualquier otra estructura social. Una vez que pasamos por altos las peculiaridades típicas del capitalismo, pasamos a categorías generales que pueden ser aplicadas a cualquier sistema de producción social y que por lo tanto no pueden explicar el proceso evolutivo históricamente condicionado del "capitalismo moderno" Es precisamente en virtud de su capacidad para olvidar este principio, nos decía Marx, "donde radica toda la sabiduría de los economistas modernos, que demuestran la eternidad y la armonía de las condiciones sociales existentes". También debe notarse que el capitalismo es la forma desarrollada de la producción de mercancías, caracterizada no por el intercambio por si mismo, sino por el intercambio capitalista. En este sistema el potencial de trabajo se presenta como una mercancía y las condiciones de producción (la estructura económica de la sociedad) incluyen no sólo las relaciones entre los productores de mercancías sino también aquellas que se dan entre la clase capitalista y los asalariados. Un análisis del capitalismo por lo tanto implica no sólo un análisis profundo de las condiciones generales de la economía mercantil (este elemento invariado sería equivalente a la teoría de la producción simple de mercancías) sino también una investigación de la estructura específica del capitalismo. Una teoría económica verdaderamente científica no puede ser desarrollada a menos que las cuestiones se formulen como hemos presentado anteriormente. Sólo si el objeto es glorificar y perpetuar las condiciones capitalistas, y no investigarlas teóricamente, uno puede omitir el análisis y el énfasis de sus características típicas. Por lo tanto, Marx presenta el Capital con las siguientes palabras "La riqueza de las sociedades en las que tiene preponderancia el modo de producción capitalista se nos aparece como un inmenso cúmulo de mercancías, siendo su unidad una sola mercancía. Nuestra investigación debe por lo tanto comenzar con el análisis de la mercancía".
Ya desde los comienzos, por tanto, la investigación de Marx procede a través del curso histórico; sus análisis subsiguientes muestran que todos los conceptos económicos fundamentales son históricos en su carácter. "Cada producto del trabajo" dice Marx a propósito del valor "es, en todos los estados de la sociedad, un valor de uso, pero es sólo en una etapa histórica definida en el desarrollo de la sociedad que tal producto deviene una mercancía, esto es, en la época en la que el trabajo gastado en la producción de un bien o servicio útil se expresa como una de las cualidades objetivas de tal bien o servicio, como su valor".
Las palabras de Marx en "El Capital" son parecidas: "Pero el capital no son "cosas". Es una interrelación definida en la producción social que pertenece a una formación concreta histórica de la sociedad. Esta relación se expresa mediante una cierta cosa y le confiere a esta cosa un carácter social específico. El capital no es la suma del material y de los medios de producción elaborados. El capital implica que los medios de producción se han convertido en capital, y que los medios de producción por ellos mismos no son más capital que el oro o la plata lo son en si mismos". (Capital, vol. III, part VII, pp. 947, 948.)
Es muy ilustrativo comparar estas palabras con la definición de Capital que nos da B-B.
"El capital como tal es el término con el que denotamos una suma de productos totales que sirven como medios para la adquisición de mercancías. El concepto más estrecho de capital social puede ser separado de esta concepción general de capital. Asignamos el término capital social a una serie de productos que sirven como medio de adquisición de mercancías socio-económicas; o, par decirlo más sucintamente, un grupo de productos intermedios".
Resulta patente que estas dos definiciones proceden de puntos de partida totalmente diferentes. En tanto que Marx recalca el carácter histórico de una cierta categoría como su rasgo principal, BB ignora completamente el elemento histórico; mientras que a Marx le preocupan las relaciones históricas entre los hombres, BB presenta formas universales de relaciones entre los hombres y las cosas. Y de hecho, una vez que uno decide ignorar las relaciones entre los hombres, sujetas como están al cambio histórico, sólo quedan las relaciones entre el hombre y la naturaleza; en otras palabras, en lugar de categorías socio-históricas, sólo nos quedan las categorías "naturales". Y sin embargo es claro que las categorías "naturales" de ningún modo pueden explicar las categorías socio-históricas, pues como observa muy propiamente Stolzmann "Las categorías naturales tan sólo pueden permitir posibilidades técnicas para el desarrollo de los fenómenos económicos". (R. Stolzmann: Der Zweck in der Volkswirtschaftslehre, 1909, p.131.)
Y de hecho, el proceso de trabajo, el proceso de producción y de distribución de mercancías, siempre asume ciertas formas históricas variadas, que son por si mismas capaces de producir fenómenos socio-económicos específicos. Es ciertamente insostenible el punto de vista de hombres como el "Coronel Torrens" y BB que consideran la "piedra labrada del salvaje con el origen del capital", y al propio salvaje como un incipiente capitalista. Sólo después de que los medios de producción en una sociedad mercantil han sido monopolizados por una sola clase en contraposición a la única mercancía que aún está en posesión de los trabajadores, su potencial de trabajo, tenemos el fenómeno peculiar conocido como capital; y por supuesto el "beneficio del capitalista" comienza sólo en este punto.
Lo mismo puede decirse de la renta. El hecho del diferente rendimiento del suelo en varias parcelas de tierra, o, como lo explicita la famosa fórmula "La Ley de Rendimientos Decrecientes del Suelo" no debe de ningún modo resultar (incluso si se diera en la forma que defienden los Malthusianos más radicales), en el fenómeno de la renta de la tierra. La Renta como tal comienza sólo cuando las tierras parceladas, equipadas en el marco de la producción de mercancías, son monopolizadas por los terratenientes. En cuanto a la diferencia entre el rendimiento de las diferentes tierras y la "ley" en cuestión, se trata meramente de condiciones técnicas, por cuanto ellas son las que hacen posible el fenómeno social de la renta.
De ahí que BB lamenta y reprocha a muchos de sus críticos no ser capaces de distinguir la "esencia de la cuestión" de su "manifestación." Pero eso no tiene fundamento. La esencia del capitalismo no reside en el hecho de que suponga un "agregado de productos intermedios" (la "esencia" de los medios de producción) sino en constituir una peculiar relación social que resulta en una serie de fenómenos económicos desconocidos en otras épocas. Puede por supuesto defenderse que el capital es una manifestación de los medios de producción en la sociedad de hoy en día, pero no puede mantenerse que el capital en sentido moderno es la manifestación universal del capital y que este último es lo mismo que los medios de producción.
Incluso el fenómeno del valor tiene un carácter histórico. Incluso si admitimos la corrección del método individualista de la Escuela Austriaca, y pretendemos derivar el valor del valor "subjetivo"; esto es, de las evaluaciones individuales de distintas personas, debemos también considerar el hecho de que en la economía moderna la psicología del "productor" tiene un contenido completamente diferente de la del productor en una economía natural (y muy diferente del individuo que está al lado de un arroyo o sediento en un desierto) el capitalista moderno, y da igual si es un representante del capital comercial o industrial, no tiene el menor interés en el valor de consumo de sus productos: el "trabaja" mediante manos ajenas, y para obtener un beneficio: lo que le interesa es el valor de cambio. Es obvio que incluso el fenómeno fundamental de la economía política, el del valor, no puede explicarse sobre un fundamento o una circunstancia válidas y común para todos los tiempos y pueblos, que los bienes siempre satisfacen una necesidad humana. Y con todo ese es el método de la Escuela Austriaca. Por lo tanto llegamos a la conclusión de que la Escuela Austriaca esta siguiendo un curso metodológico completamente erróneo e ignorando las peculiaridades del capitalismo.
Una economía política que trate de explicar las relaciones socioeconómicas, es decir, las relaciones entre los hombres, debe ser una ciencia histórica".
Como dice Engels con cierta pero merecida mala intención, "un tipo que se ponga a clasificar la Economía Política de la Tierra del Fuego con las mismas "leyes" que las que rigen en Inglaterra hoy en día, no dirá más que banalidades y lugares comunes". Esas banalidades pueden organizarse de modo más o menos ingenioso, como es el caso de BB, pero incluso estas no pueden explicar las peculiaridades del orden capitalista, al haber sido eliminadas de antemano. Así que la "economía hipotética" construida por BB, cuyas "Leyes" él trata de explicar, está tan alejada de nuestra pecadora realidad que no rinde un átomo de eso, de realidad. Y no es que los inventores de esta tendencia sean del todo inconscientes de ello. Por ejemplo BB, en la última edición de su libro, dice:
"Me hubiera gustado particularmente acabar con la laguna que aún queda en la investigación de la naturaleza y la importancia de la llamada "categoría social", de las relaciones de poder y autoridad que emanan de las instituciones sociales… este capítulo de la economía política aún no ha sido escrito satisfactoriamente… ni siquiera por la teoría de la utilidad marginal"
(Prefacio a la Tercera edición de Kapital und Kapitalzins, vol. II, pp. 16, 17)
Por supuesto podemos predecir que este "capítulo" no puede ni podrá ser escrito nunca "satisfactoriamente" por los representantes de la teoría de la utilidad marginal, puesto que no consideran la "categoría social" como un ingrediente orgánico de la categoría "puramente económica", sino que la consideran una sustancia extraña ajena a la economía. Aquí Sotlzmann se vuelve a oponer, como uno de los representantes del método "social-orgánico" a BB, a quien nos hemos referido repetidas veces: "El llamado objetivismo entra en una nueva fase en la que deviene no sólo social sino también histórico; ya no existe un océano entre la ciencia lógica sistemática y la ciencia histórico-realista, ahora tienen un campo común de trabajo, ambas tienen como objetivo el estudio de la realidad histórica". Pero esa tarea de unir el método clásico abstracto con el objetivismo y el historicismo fue resuelta mucho antes por Karl Marx y sin accesorios éticos. Parece que la "anticuada" teoría del proletariado es superior a las demás también en esto.
"El primer tratamiento teórico de los modernos modos de producción", dice Karl Marx, "surgió necesariamente de los fenómenos superficiales del proceso de circulación… la ciencia real de la moderna economía no comienza, a menos que el análisis teórico pase del proceso de circulación al proceso de producción". ." (Capital, vol. III, p.396.)
Por otro lado, BB y toda la Escuela Austriaca toman el consumo como punto de partida de su análisis.
En tanto que Marx considera la sociedad sobre todo como un "organismo productivo" y la economía como un "proceso de producción" BB relega la producción enteramente al trasfondo; para él la cuestión predominante es el análisis del consumo, de las necesidades y deseos del hombre en cuanto agente económico.
Por lo tanto no puede sorprendernos cuando le encontramos tomando como punto de partida no las mercancías consideradas como productos, sino, como una cantidad dada de productos "a priori" una "oferta", cuyo origen es incierto. Eso también hace que su teoría del valor sea el elemento central de todo su sistema teórico.
Puesto que el factor de producción se excluye desde el inicio, es obvio que la resultante teoría del valor debe ser enteramente independiente de la producción. Bastante parecido es la peculiar aplicación del método de la "abstracción aislada", por ejemplo, en vez de hacer que sus Robinsones, en su análisis del valor, produzcan mercancías, él les hace perderlas, "prescindir de ellas": Eso hace que se pueda considerar a la producción y a la reproducción no como un fenómeno que requiera algún análisis, sino como un factor perturbador.
Es por lo tanto completamente natural que la "utilidad" sea el concepto fundamental de la Escuela Austriaca, a partir del cual el concepto del valor subjetivo (también después del objetivo) se deriva en su momento; no expresa ninguna relación activa entre las cosas, sino una relación pasiva; no una "actividad objetiva" sino una cierta relación con un estado uniforme y dado. Es por esta razón que este concepto de utilidad puede aplicarse con tanto éxito en situaciones tan importantes como las que implican a este tipo de agentes activos, "proscritos, náufragos, nómadas" y otros monstruosos constructos de la imaginación del catedrático.
Pero está bastante claro que este punto de vista evita de antemano cualquier posibilidad de comprender los fenómenos sociales su evolución. La fuerza que motiva estos últimos es el incremento de las fuerzas productivas, de la productividad del trabajo social, la extensión de las funciones productivas de la sociedad. Sin consumo no hay producción: nadie va a negar esto, es cierto que las necesidades son siempre el motive de cualquier actividad económica. Por otro lado, la producción tiene también una influencia decisiva en el consumo. Marx explica como se hace sentir esta influencia de tres maneras: en primer lugar, en que la producción crea el material para el consumo; en segundo lugar en que determina el modo del consumo, es decir, su carácter cualitativo; en tercer lugar, en que crea nuevas necesidades.
Esos son los hechos si consideramos las relaciones mutuas entre la producción y el consumo en general, sin referencia a una estructura histórica específicamente dada. El el estudio del capitalismo, debe considerarse un factor añadido, a saber, en las palabras de Karl Marx "la "demanda social", el otras palabras, lo que regula el principio de demanda, está condicionada esencialmente por las relaciones económicas de las diferentes clases económicas y su posición económica relativa, es decir, primero en la proporción del trabajo excedente en relación con los salarios, y en segundo lugar, en la proporción de las distintas partes en que el trabajo excedente se divide (ganancia, interés, renta del suelo, impuestos, etc)
(Capital, vol. III, Part I, p.124.)
Esta relación entre clases, es, a su vez, moldeada y alterada bajo la influencia del crecimiento de las fuerzas productivas.
De este modo podemos observar en primer lugar lo siguiente: la dinámica de las necesidades se determina por la dinámica de la producción. Se sigue primero, que el punto de partida en el análisis de la dinámica de las necesidades debe ser la dinámica de la producción; en segundo lugar, que la cantidad dada de productos necesaria para asegurar una producción estática también implica un consumo estático, en otras palabras, una condición estática en el conjunto de la vida económica, por lo tanto en toda la vida misma.
Marx concede preminencia a la "evolución de las fuerzas productivas"; pues el objetivo de sus enormes trabajos teóricos era, por usar sus propias palabras " poner al desnudo las leyes de movimiento de la sociedad moderna".
(Capital, vol. I, p.14.)
Por supuesto, sería muy difícil revelar las "leyes de movimiento" donde no hay movimiento alguno, donde un conjunto de productos pareciera que "baja del cielo".
Puede por tanto asumirse de antemano que el punto de vista del consumo que subyace a todo el sistema Austriaco acabará siendo completamente infructuoso en todas aquellas cuestiones que atañen a la dinámica social, es decir, los problemas más importantes de la economía política. "Ellos (los representantes de la escuela austriaca, NB) son incapaces siquiera de formular y no ya digamos de resolver, cuestiones tan fundamentales como la evolución de la técnica en una sociedad capitalista, el origen del beneficio capitalista, etc", dice Charasoff. En este sentido la confesión de uno de los principales representantes de la Escuela Austriaca Josef Schumpeter, serán de interés. Fue lo bastante valiente y honrado como para reconocer con toda franqueza que la Escuela Austriaca nada tenía que aportar en todos los temas que tocaran a procesos evolutivos. "Vemos, por lo tanto", dice él, "que nuestro sistema estático de ningún modo explica todos los fenómenos económicos, por ejemplo el interés y la ganancia del empresario".
(Josef Schumpeter: Des Wesen und der Hauptinhalt der theoretischen National-ökonomie, Leipzig, 1908, p.564.)
"Nuestra teoría parece derrumbarse, a pesar de sus sólidos fundamentos, ante los más importantes fenómenos de la vida económica moderna".
(Ibid., p.587.)
"Vuelve a derrumbarse confrontada con cualquier fenómeno que… sólo pueda comprenderse desde el punto de vista de la evolución. Entre estos problemas están la formación del capital y otros, especialmente el progreso económico y las crisis".
(Ibid., p.587.)
Es claro que la última teoría de los académicos burgueses fracasa precisamente en las cuestiones más fundamentales de nuestros días. La enorme y rauda acumulación de capital, su concentración y centralización, el progreso increíblemente rápido de la tecnología y finalmente las crisis industriales recurrentes, que son específicamente un fenómeno capitalista que conmueve al sistema socioeconómico en sus mismos fundamentos: pues todas estas cosas son "Un libro con siete sellos" según la propia confesión de Schumpeter. Y justo cuando acababan las "filosofías" del burgués instruido, la teoría Marxista llega, y tiene tal impacto, que por más que se empeñen, hasta fragmentos mutilados de esta doctrina se aceptan como la última palabra de sabiduría, a veces inconscientemente, por los más enconados enemigos del Marxismo.
Hemos investigado las tres falacias iniciales de la Escuela Austriaca: su subjetivismo, su punto de vista no histórico, y el énfasis que da al consumo. Esos tres puntos lógicos de partida, conectados, como están con los tres rasgos mentales básicos del rentista burgués, inevitablemente traen consigo los tres errores fundamentales de la Escuela Austriaca, que encontramos repetidos una y otra vez en las distintas partes de su "sistema" teórico", los círculos viciosos resultantes del método subjetivista; su incapacidad de explicar las formas históricas específicas del capitalismo, debido a su punto de vista no histórico, y por último su fracaso total a la hora de tratar con los problemas que presenta la evolución económica, un problema íntimamente conectado con su filosofía de consumo. Pero sería un error asumir que todos esos "motivos", operan de modo independiente, sus puntos de partida psicológicos y lógicos son cantidades complejas en los que varios elementos se unen y fusionan, con los efectos siendo más poderosos o más débiles dependiendo de los demás factores concurrentes. Por lo tanto, cada falacia concreta que vamos a desvelar en el análisis exhaustivo subsiguiente de la teoría de BB no será el resultado del simple "marco mental" de los nuevos teóricos de los rentistas, sino de varios simultáneamente. Y sin embargo estoo no debe impedirnos seleccionar de todos los factores relacionados los tres fundamentales que en todas las exposiciones son la fuente de las incontables pifias de BB. Estás pifias no demuestran más que la total incapacidad de la burguesía de final de siglo para el pensamiento teórico.
El problema del valor ha constituido una materia fundamental de la economía política desde los albores de esta ciencia. Todas las demás cuestiones, como el trabajo asalariado, el capital, la renta, la acumulación de capital, la lucha entre las operaciones a gran escala y a pequeña escala, las crisis, etc, están involucradas directa o indirectamente en esta cuestión fundamental.
"La teoría del valor, se yergue, como si dijéramos, en el centro de toda la doctrina de la economía política" BB observa, con toda la razón del mundo. (Grundzüge der Theorie des wirtschaftlichen Güterwerts, p.8.)
No es muy difícil comprender porque esto es así; el precio, y por lo tanto, el patrón que lo determina, que es el valor, es la categoría fundamental omnicomprensiva en la producción de mercancías en general y en la producción capitalista de mercancías en particular, cuyo vástago es la economía política. Los precios de las mercancías regulan la distribución de las fuerzas productivas en la sociedad capitalista; la forma de intercambio, que presupone la categoría del precio, es la forma de distribución del producto social entre las distintas clases.
El movimiento de los precios conduce al ajuste de la oferta a la demanda, puesto que el auge y la caída de la tasa de ganancia hace que el capital fluya de una a otra rama de producción. Los precios reducidos son el arma con la que el capitalismo se abre camino y al fin conquista el mundo; son sus bajos precios los que permiten al capital erradicar la producción artesana, y pasar de la producción a pequeña escala con la producción a gran escala.
El contrato entre el capitalista y el trabajador, siendo el primero condición para el enriquecimiento del capitalista, asume la forma de la adquisición o arrendamiento de la fuerza de trabajo, es decir, la forma de una relación de precio. La ganancia como expresión en términos de valor monetario, pero no como expresión natural del producto excedente, es el motivación predominante en la sociedad moderna: en ella resta todo el proceso de acumulación de capital, que da al traste con todas las antiguas formas de economía y se distingue en gran medida de las mismas al tratarse de una fase completamente nueva y específica en dicha evolución, etc
Por lo tanto, el problema del valor una y otra vez ha atraído la atención de los teóricos económicos en mucha mayor medida que cualquier otro problema de la economía política. Adam Smith, David Ricardo. Karl Marx - todos tomaron el análisis del valor como el fundamento de sus investigaciones. La Escuela Austriaca también hace del valor la piedra angular de su sistema, pero con la intención poco disimulada de combatir a los clásicos y a Marx y crear su propio sistema teórico.
Se sigue que la teoría del valor en realidad todavía ocupa la oposición central en las discusiones teóricas presentes, aunque John Stuart Mill consideraba amortizada la cuestión. (John Stuart Mill, ibid., p.209.)
Pero en oposición a Mill, BB, cree que la teoría del valor sigue siendo una de las "menos claras, más confusas y más disputadas áreas de nuestra ciencia".(Böhm-Bawerk, Grundzüge, etc., p.8), pero espera que los estudios de la Escuela Austriaca pongan fin a este estado de confusión. "Me parece que ciertos esfuerzos realizados recientemente" nos cuenta "han introducido pensamiento fértil en este confuso fermento, y aportarán fructíferos y clarificadores desarrollos" (Ibid., p.8.)
Trataremos de someter tal "pensamiento fértil" a un donoso escrutinio; pero digamos ya desde el principio que los críticos usuales de la Escuela Austriaca suelen señalar que los últimos confunden el valor con el valor de uso; por lo tanto que su teoría pertenece más a las regiones de la psicología que a la economía política, etc
No hay duda de que tal objeción es en esencia correcta. Pero no pensamos que tengamos que detenernos aquí. Debemos partir del propio punto de vista de los representantes de la Escuela, debemos comprender todo el sistema en sus relaciones internas, y sólo entonces revelar sus contradicciones e insuficiencias, que no son sino el producto de sus errores fundacionales.
Por ejemplo, el valor ha sido definido de distintas maneras, y la definición de BB diferirá necesariamente de la de Marx. Pero no basta con que digamos que BB no analiza la esencia del problema, es decir, que no trata lo que debe ser tratado; lo que debemos mostrar es porqué ese enfoque del problema es falso. Más aún, debemos demostrar que los presupuestos de los que parte la teoría en cuestión parten de constructos contradictorios o no consiguen incluir y explicar una serie de fenómenos económicos importantes.
¿Pero cuál es el punto de partida de la crítica en este caso? Si la concepción del valor es tan diferente en las distintas escuelas, esto es, si como lo plantea Marx no hay punto alguno de encuentro con BB, ¿Cómo podemos formular una crítica?
En este punto, no obstante, nos ayuda la siguiente circunstancia: por muy grandes que sean las diferencias entre las definiciones del valor, y por mucho que en algunos momentos puedan ser contradictorias unas con otras, no obstante tienen algo en común, que conciben el valor como un "patrón de cambio", que sirve para explicar los precios. Por supuesto la explicación de los precios por si sola no es suficiente, o, para ser precisor, no tenemos derecho alguno a limitarnos a explicar los precios; y sin embargo la teoría del valor es la base directa de la teoría de los precios. Si la teoría del valor resuelve la cuestión del precio sin contradicciones internas, es correcta; si no, debe ser rechazada.
Estas son las consideraciones de las que partiremos en nuestra crítica de la teoría de BB.
Hemos visto en el capítulo precedente que BB considera el precio la resultante de las valoraciones individuales. Su "teoría" por tanto se divide en dos partes. La primera investiga las leyes de formación de las valoraciones individuales "la teoría del valor subjetivo" y la segunda investiga las leyes del origen de su resultante "la teoría del valor objetivo".
Ya conocemos que según la visión de la escuela subjetivista, debemos buscar el fundamento de los fenómenos socioeconómicos en la psicología de cada hombre. En el caso del precio, esta demanda requiere que comencemos nuestro análisis del precio con las evaluaciones individuales. Comparando el enfoque de BB con el tratamiento de la cuestión de Marx, la diferencia esencial entre los dos se aprecia claramente: en Marx el concepto de valor es una expresión de la conexión social entre dos fenómenos sociales, entre la productividad del trabajo y el precio; en la sociedad capitalista (en contraposición a una simple sociedad mercantil) esa conexión resulta muy compleja.
En BB el concepto de valor es la expresión de la relación entre el fenómeno social del precio y el fenómeno individual-psicológico de las distintas valoraciones.
La valoración individual presupone un sujeto que valora y un objeto que es valorado; la resultante de las relaciones entre ambos es el valor subjetivo. Para la Escuela Austriaca, el valor subjetivo es por lo tanto no un carácter específico inherente a las mercancías en cuanto tales, sino un estado psicológico específico del propio sujeto que realiza la valoración. Cuando hablamos de un objeto, hablamos de su relevancia para un sujeto dado. Por lo tanto "valor, en el sentido subjetivo, es la relevancia que posee una mercancía o un grupo de mercancías para el bienestar de un sujeto". Esa es la definición del valor subjetivo.
Muy diferente es el concepto de BB del valor objetivo: "El valor en sentido objetivo, por otra parte, es la virtud o capacidad de una mercancía para rendir un resultado material concreto. En este sentido hay tantos tipos de valor como resultados. Podemos hablar del valor nutritivo de la comida, del valor del carbón o la madera como combustibles, o de la potencia destructiva de los explosivos. En todas esas expresiones hemos eliminado de la definición del valor cualquier mención al bienestar o malestar del sujeto".
Entre estos valores objetivos, así declarados neutrales respecto del "bienestar o malestar del sujeto" BB también enumera valores de tipo económico, como el "valor de cambio", "la renta", "el valor de producción" y similares. La mayor importancia se confiere al valor de cambio objetivo. BB define este como sigue: "el valor de cambio objetivo de las mercancías es su capacidad de intercambio o, en otras palabras, la posibilidad de adquirir a cambio de ellas una cantidad de otras mercancías económicas, contemplándose esta posibilidad como una función o cualidad de las primeras mercancías"
Esta es la definición del valor de cambio objetivo. Esta última definiciónno es correcta en esencia, ni sería correcta de haber aplicado coherentemente BB su propio punto de vista. El valor de cambio de las mercancías se cuenta aquí entre sus "cualidades objetivas" similares a sus cualidades físicas o químicas. En otras palabras, "el efecto utilidad" en el sentido "técnico" de la palabra, se identifica con el concepto económico de valor de cambio. Esto evidentemente no es sino el punto de vista del tosco fetichismo mercantil tan propio de la economía política vulgar. De hecho "la existencia de mercancías qua mercancías, no tiene conexión alguna con sus propiedades físicas y con las relaciones materiales que de ellas surgen". (Karl Marx: Capital, vol I, p.83.)
Incluso desde el punto de vista de BB esa afirmación no puede mantenerse en principio. Si el valor objetivo no es más que la resultante de las valoraciones subjetivas, no puede contarse entre las propiedades químicas o físicas de la mercancía. Se diferencia de ellas conceptualmente; no contiene "un átomo de materia" pues desciende y es formada por factores inmateriales, es decir, las valoraciones individuales de los distintos "sujetos económicos".
Por muy "peculiar" que suene todo esto, debemos no obstante señalar que este puro psicologismo tan característico de BB es perfectamente compatible con un fetichismo vulgar y toscamente materialista. En otras palabras, con un punto de vista esencialmente acrítico e ingenuo.
BB por supuesto pondría el grito en el cielo si se definiera el valor subjetivo sin incluir ninguna relación entre las mercancías y el sujeto que las valora, pero el propio BB, cuando define el concepto de valor de cambio objetivo, lo identifica con las propiedades técnicas de las mercancías independientes o neutrales en relación con "bienestar o malestar del sujeto" olvidando que ha destruido la relación genética entre el valor subjetivo y objetivo que es después de todo el fundamento de su teoría.
Por lo tanto estamos tratando con dos categorías del valor; una representa una cantidad básica, la otra una cantidad derivada. Es por tanto necesario en primer lugar poner a prueba la teoría del valor subjetivo. Además, es en esta parte de la teoría austriaca donde se despliega más ingenio y originalidad en su tentativa de ofrecer un nuevo fundamento para la teoría del valor.
"El concepto central (de la Escuela Austriaca)…. Es la utilidad." (Werner Sombart: Zur Kritik des Ökonomischen Systems von Karl Marx, in Braun's Archiv, vol. VII, p.592.)
Mientras para Marx la utilidad es sólo condición o presupuesto para el origen del valor, sin que determine el grado del valor, BB deriva el valor por completo de la utilidad y lo hace directa expresión de la misma.
BB diferencia, sin embargo (apartándose, piensa, de la vieja terminología, que identificaba utilidad y valor de consumo) entre "utilidad en general" y valor, que es, como si dijéramos, utilidad certificada. "La relación con el bienestar humano", dice BB, "se expresa a si misma en dos formas esencialmente diferentes; la inferior se presenta cuando una mercancía tiene capacidad en general de servir el bienestar humano. La superior, por otro lado, precisa que la mercancía no sea sólo causa eficiente sino al mismo tiempo condición indispensable de un bienestar resultante… la fase inferior se denomina (en el lenguaje común) "utilidad", la superior, "valor".
Y BB nos da dos ejemplos para aclarar esta diferencia: el primero es un "hombre" que se sienta "al lado de un arroyo que le ofrece un buen suministro de agua potable", el segundo ejemplo "un nómada del desierto". Está claro que no es lo mismo un vaso de agua para el bienestar de ambas personas. En el primer caso el vaso de agua puede no ser condición indispensable, pero en el último caso la utilidad es "extrema", porque un vaso de agua de menos puede tener consecuencias fatales para nuestro viajero.
Y a partir de aquí, BB, deriva la siguiente formulación del origen del valor: "las mercancías cobran valor cuando la oferta total de mercancías de un tipo específico es tan escasa como para no satisfacer en absoluto la demanda que se hace de ellas, o cuando la satisface de modo tan escaso que es imperativo el empleo de esas mercancías específicas, si es que ha de haber esperanza alguna de satisfacer la demanda en una mínima medida".
En otras palabras la utilidad "certificada" de las mercancías se toma como punto de partida para un análisis de los precios de las mercancías puesto que cualquier teoría del valor sirve principalmente para explicar los precios, es decir, BB toma como punto de partida lo que Marx excluye de su análisis como una cantidad irrelevante.
Consideremos ahora la cuestión con más detalle. No debemos olvidarnos que el punto de partida de la Escuela Austriaca son los motivos de los sujetos económicos en su forma más "pura" y simple: "será ahora nuestra tarea apostar un espejo al frente de la "casuística de la elección en la vida", como si dijéramos, y formular estas reglas que se aplican de modo tan seguro e instintivo en su actuación por el hombre común, exponiéndolas como principios de igual certidumbre, con la cualidad añadida de ser conscientes". (Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p.21.)
Vamos a ver ahora como el "espejo" teórico manipulado por el capitán de la Escuela Austriaca refleja esta "práctica de la vida".
Es característico del moderno modo de producción, sobre todo, que no se produce para las propias necesidades del productor, sino para el mercado. El mercado es el último eslabón en la cadena de varias formas y procesos de producción, en las que la evolución de las fuerzas productivas y la correspondiente evolución de las relaciones de cambio han acabado con el antiguo sistema de economía natural, desencadenando nuevos fenómenos económicos. Podemos distinguir tres fases en el proceso de transformación de una economía natural a una economía mercantil capitalista.
En la primera fase, el centro de gravedad radica en la producción para el propio consumo; el mercado recibe sólo el excedente. Esa fase es característica de las formas iniciales de intercambio. Poco a poco la evolución de las fuerzas productivas y la amenaza de la competencia conducen a un desplazamiento del centro de gravedad en la dirección de la producción mercantil. Pero todavía se consume un escaso número de productos en la sede del productor (esas condiciones pueden observarse con frecuencia aún hoy en día en la agricultura, especialmente en los pequeños agricultores)
Y sin embargo esto no implica que el proceso de evolución se detenga. La división social del trabajo sigue avanzando, alcanzando finalmente un nivel en el que la producción en masa para el mercado se convierte en el fenómeno típico y ninguno de los productos se consume en el establecimiento que los produce.
¿Cuáles son pues los cambios en los motivos y en la "vida práctica" de los sujetos económicos, mutaciones que deben ir en paralelo con el proceso evolutivo descrito anteriormente?
Podemos responder a esta cuestión sucintamente; la importancia de las valoraciones subjetivas fundadas en la utilidad disminuye: "uno fija (para retener nuestra terminología actual) no valores de cambio como tales (determinados de forma puramente cuantitativa) sino meramente mercancías de consumo, en otras palabras, objetos con diferencias cuantitativas". (Werner Sombart, Der Bourgeois, p.19.)
Pero en las fases más elevadas de valoración podemos establecer esta regla "un diligente padre de familia se preocupa más con la ganancia y la durabilidad de los objetos que por la satisfacción momentanea o con la inmediata utilidad" [Ibid., p.50; cursivas mías. - N.B.]
Y ciertamente, una economía natural presupone que las mercancías producidas tendrán valor de uso para esa economía. En la siguiente fase evolutiva, el excedente pierde su significación como valor de uso; además, la mayor porción de los productos no se evalúan por el sujeto económico según su utilidad, pues no la poseen por el sujeto económico; finalmente, en esta última fase, todo el producto de la unidad de producción individual carece de "utilidad" para esta unidad. Es precisamente la completa ausencia de valoraciones basadas en la utilidad de las mercancías lo que es característico de las economías que las producen. Pero no debe asumirse que ese estado de la cuestión es así sólo para el vendedor: igual pasa con el comprador. Eso se manifiesta particularmente en la valoración por parte del comerciante. No hay hombre de negocios, ni mayorista ni minorista, que piense en lo más mínimo en la "utilidad" o "valor de uso" de su mercancía. En su mente, el contenido tan vanamente perseguido por BB no existe. En el caso de los compradores que compran para su uso propio, la cuestión es algo más complicada; más adelante hablaremos de la adquisición de medios de producción. De nuevo aquí el sendero que transita BB no nos lleva a ninguna parte. Pues cualquier ama de casa, en su "práctica" cotidiana, parte de unos precios dados y del dinero que tiene. Es sólo dentro de esos límites que cierta valoración basada en la utilidad puede hacerse. Si con una cantidad de dinero x, podemos obtener la mercancía A, por la suma y la mercancía B, y por la suma z la mercancía C, cada comprador adquirirá la mercancía que le sea más útil. Pero esa valoración presupone la existencia de precios de mercado. Y además, la valoración de cada mercancía individual en absoluto está condicionada por su utilidad. Un ejemplo llano es el de objetos de uso cotidiano; ningún ama de casa que vaya al mercado estima el pan por su inmenso valor subjetivo, por el contrario, su valoración fluctúa en relación con los precios de mercado ya establecidos, y lo mismo vale para cualquier otra mercancía.
El hombre solitario de BB (y da lo mismo si está al lado de un arroyo o viajando por el ardiente desierto) no puede ser ya comparado (desde el punto de vista de los motivos económicos) ni con el capitalista que lleva al mercado sus productos ni con el mercader que los compra para revenderlos, o con el simple comprador que vive en una economía dineraria mercantil, ya sea un comerciante o un capitalista. Se sigue que ni el concepto de valor de uso (Karl Marx) ni el de "valor de uso subjetivo" (BB) puede tomarse como base de un análisis de los precios. El punto de vista de BB está en abierta contradicción con la realidad, y eso que se supone que está empeñado en explicarnos la realidad.
El resultado al que hemos llegado, es decir, que el valor de uso no es un posible fundamento para el análisis de los precios, también se aplica a esa fase de la producción de mercancías en la que no toda la producción está destinada al mercado, sino sólo el "excedente", puesto que estamos tratando no con el valor del producto consumido en la unidad de producción original sino precisamente con el valor del excedente. Los precios se originan no por la valoración de los productos como tales, sino en tanto que mercancías; las evaluaciones de los productos consumidos en tu propio establecimiento no tienen efecto en la formación de los precios. Pero si el producto deviene una mercancía, el valor de uso deja de desempeñar su papel anterior. "El hecho de que una mercancía sea útil para otros es un presupuesto del intercambio; pero si no es útil para mí, el valor de uso de mi mercancía no es una medida siquiera de mi propia valoración individual, para no mencionar cualquier nivel objetivo de valor. (R. Hilferding: Böhm-Bawerk's Marx-Kritik, p.5)
Por otro lado, cuando las condiciones de cambio se han desarrollado suficientemente, la valoración de los productos según su valor de cambio se extiende asimismo a ese grupo de productos que cubre las necesidades del propio productor. Como dice muy acertadamente W. Lexis, "en una economía mercantil de intercambio, todos los bienes son considerados y reconocidos como mercancías, incluso aunque se pretenda que los consuma el productor" .(W. Lexis: Allgemeine Volkswirtschaftslehre, 1910, p.8.)
Esa es la explicación de los esfuerzos de BB para presentarnos la moderna organización socioeconómica como una economía mercantil subdesarrollada "… bajo la dominación de la producción basada en la división del trabajo y del intercambio, principalmente son los productos excedentes los que se ponen a la venta" (Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p.35); en el caso de la moderna organización del trabajo "cada productor produce sólo unos pocos artículos, pero muchos más de los que necesita para sus propias necesidades." (Ibid., p.491.)
Esa es la descripción de BB de la economía política capitalista. Por supuesto, no se sostiene; y sin embargo vuelve a repetirse una y otra vez en esos autores que basan su teoría del valor sobre el fundamento de la utilidad. Por lo tanto podemos aplicar literalmente a BB lo que Marx le dijo a Condillac "vemos como en este pasaje Condillac no sólo confunde valor de uso con valor de cambio, sino que de forma increíblemente pueril asume que en una sociedad, en la que la producción de mercancías está bien desarrollada, cada productor produce sólo sus medios de subsistencia y arroja a la circulación sólo el excedente".
Marx a nuestro juicio tiene toda la razón en no adoptar el valor de uso como fundamento de su análisis de los precios. Por otro lado es un error fundamental de la Escuela Austriaca que el "principio central" de su teoría no tenga nada que ver con la realidad capitalista actual. Y como veremos más adelante, esta circunstancia influye en toda la estructura de la teoría.
¿Cómo podemos determinar el nivel del valor subjetivo? En otras palabras; ¿de qué depende el nivel de la valoración individual de la mercancía? Es en la respuesta a eta pregunta en la que radica la "novedad" de la doctrina presentada por los representantes de la Escuela Austriaca, así como de sus acólitos en otros países.
Puesto que la utilidad de la mercancía es su capacidad para satisfacer alguna necesidad, es preciso analizar cuáles son estas necesidades. Según la Escuela Austriaca debemos analizar primero, la variedad de las necesidades, segundo, la urgencia de las necesidades para lograr un fin específico. Las varias necesidades pueden clasificarse según el orden de su importancia creciente o decreciente para el "bienestar del sujeto". Por otro lado la urgencia de las necesidades de un tipo particular depende del grado en que en que la satisfacción se produce. Cuanto más se satisface la necesidad, menos "urgente" es la propia necesidad. Sobre la base de esas consideraciones Menger dispuso su famosa "escala de necesidades" que aparece de un modo u otro en todos los trabajos sobre el valor producidos por la Escuela Austriaca. Reproducimos esta escala como BB nos la presenta:
I | II | III | IV | V | VI | VII | VIII | IX | X | ||
10 | |||||||||||
9 | 9 | ||||||||||
8 | 8 | 8 | |||||||||
7 | 7 | 7 | 7 | ||||||||
6 | 6 | 6 | 6 | 6 | |||||||
5 | 5 | 5 | 5 | 5 | 5 | ||||||
4 | 4 | 4 | 4 | 4 | 4 | 4 | |||||
3 | 3 | 3 | 3 | 3 | 3 | 3 | 3 | ||||
2 | 2 | 2 | 2 | 2 | 2 | 2 | 2 | ||||
1 | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 | |||
0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 | 0 |
Las series verticales, representadas, por los números romanos, representan los distintos tipos de necesidades, empezando con las más básicas. Los números de cada serie vertical indican la urgencia decreciente de una necesidad según el grado de satisfacción.
La tabla muestra, entre otras cosas, que la necesidad concreta de una categoría importante puede ser menor en volumen que la concreta necesidad de una categoría menos importante, siempre que la necesidad haya sido satisfecha. "la saciedad en las series verticales, puede reducir la urgencia de la necesidades más importantes a 3, 2 o 1, en tanto que un menor nivel de saciedad en la serie VI, puede elevar la urgencia de esta necesidad, teóricamente menos importante, al grado cuatro o cinco".
Con el fin de determinar qué necesidad concreta se satisface mediante una mercancía específica (es esta condición la que determina su valor de uso subjetivo) debemos conocer "qué necesidad quedaría sin satisfacer si la mercancía a valorar no estuviera disponible; la necesidad en este caso es obviamente una variable dependiente". (Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p.27.)
Sobre la base de este método, BB llega al siguiente resultado: puesto que todas las personas prefieren dejar insatisfechas las necesidades menos importantes, una mercancía se valorará según la menor necesidad que pueda satisfacer. "El valor de una mercancía se mide por la importancia de la necesidad concreta o de la necesidad parcial que es la menos importante entre las necesidades que pueden ser satisfechas por el stock disponible de mercancías de ese tipo". O más sencillamente "el valor de una mercancía se determina por su utilidad marginal (adicional)" (Ibid., pp. 28, 29.).
Esta es la famosa doctrina de la Escuela, de la que la teoría recibe el nombre "Teoría de la Utilidad Marginal", y este es el principio general del que todas las demás "leyes" se derivan.
El método anteriormente indicado de determinar el valor presupone una unidad de medición. De hecho la cifra del valor es resultado de una medición; pero esto presupone una unidad fija de medición. ¿Cuál es la de BB?
Es aquí donde los austriacos se encuentran con un serio problema; que aún no han resuelto ni nunca resolverán. Primero debemos señalar lo enormemente importante que es la selección de una unidad de valor desde el punto de vista de BB. "El hecho es que nuestro juicio de valor, puede, en relación un mismo tipo de mercancías, en la misma época y bajo las mismas condiciones, ser de grado variable, dependiendo de si se someten a valoración unas pocas unidades o grandes cantidades de mercancías consideradas como un conjunto". (Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p.15.)
O sea, que no solo la graduación del valor depende de la selección de la unidad de medida, sino que podría cuestionarse si el valor existe en absoluto. Si (por usar el ejemplo de BB) un granjero consume diez litros de agua por día y dispone de 20 litros, el agua carecerá de valor para él. Pero si escogemos como unidad una cantidad superior a 10 litros, el agua tendrá valor. Por lo tanto el valor como tal parece depender de la elección de una unidad. Y otro fenómeno se conecta con lo anterior. Asumamos que tenemos un número de mercancías cuya utilidad marginal se reduce con el aumento de su número. Asumamos que este valor decreciente se expresa con las series 6, 5, 4, 3, 2, 1. Si tenemos seis unidades de una cierta mercancía, el valor de cada unidad se determina por la utilidad adicional de esta misma unidad, es decir, sería igual a 1. Si tomamos como unidad una combinación de dos de las anteriores unidades, la utilidad marginal no sería 1 x 2 sino 1 +2 o sea, no 2, sino 3; y el valor de tres unidades ya no seria 1 x 3, sino 1 + 2 +3, o sea, no 3, sino 6. En otras palabras, el valor de un mayor número de mercancías no varía directamente con el valor de un ejemplo específico de esas mercancías materiales. La unidad de medición tiene un papel importante. ¿Pero cuál es esa unidad de medición? BB no nos da una respuesta clara y tampoco los demás austriacos. BB responde esto "Esta objeción no es razonable. Pues los hombres no pueden escoger de modo arbitrario su unidad de valoración. Puesto que las circunstancias externas que son de otro modo uniformes… pueden demandar imperativamente que una cantidad y no otra sean consideradas como una unidad en la evaluación. (Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p.16.)
Y sin embargo es claro que la unidad de medida puede estar presente particularmente en casos en los que el intercambio de mercancías es un fenómeno accidental de la vida económica, no su fenómeno típico.
Por el contrario, los mediadores en el intercambio de mercancías de una economía desarrollada no se sienten obligados a seguir patrones obligatorios en la selección de su "unidad de valor". El fabricante que vende lino, el representante que compra y vende, los mediadores, todos ellos miden sus bienes por el metro y el centímetro, o a piezas (un gran número de metros tomado como unidad) Pero en todos esos casos no hay diferencias de valoración. Ellos disponen de sus bienes (la moderna forma de venta es un proceso regular donde el productor o uno de sus asociados se desprenden de los bienes); a ellos les da lo mismo la unidad física de medida en relación con la cual se miden las unidades vendidas. Encontramos el mismo fenómeno en el análisis de los motivos de los compradores que adquieren para su propio consumo. La cuestión es muy simple. Los agentes económicos actuales valoran las mercancías según los precios de mercado, pero los precios de mercado no dependen para nada de la selección de una unidad de medida.
Y otra cuestión. Ya hemos visto que el valor total de las unidades según BB no es en absoluto equivalente a una unidad multiplicada por el número de unidades. En el caso de las series 6, 5, 4, 3, 2, 1, el valor de seis unidades (de toda la "oferta") equivale a 1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6. Esa es una perfectamente lógica conclusión de los supuestos fundamentales de la teoría de la utilidad marginal; pero es totalmente falaz. Y la culpa la tiene el punto de partida de la Teoría de BB, que ignora el carácter social e histórico de los fenómenos económicos. De hecho, nadie que esté en la producción moderna calcula el valor de la "oferta" o sea, del conjunto de mercancías, según el método de BB. No sólo el espejo teórico manipulado por el capital distorsiona la "vida práctica" sino que su imagen no refleja en absoluto los hechos. Cada vendedor de n unidades considera estas unidades como n veces tanto como una sola unidad. Y lo mismo vale para el comprador. Un industrial considera que la decimoquinta máquina en su fábrica tiene la misma importancia y el mismo valor que la primera, y que el valor total de las 50 no es 50 + 49 + 48 … + 2 + 1 = 1275; sino, sencillamente, 50 x 50 = 2500."]
Tan conspicua es la contradicción entre la "teoría" de BB y la "práctica" que el propio profesor no pudo ignorar el problema. Esto es lo que tiene que decir "en nuestra vida práctica ordinaria, no tenemos ocasión normalmente de observar el fenómeno casuístico descrito anteriormente (o sea la ausencia de una relación proporcional entre el valor de la suma y de la unidad, N.B) Esto se debe al hecho de que bajo el sistema de producción bajo la división del trabajo, las ventas comerciales proceden principalmente de un excedente!!!! que no estaba en principio destinado para las necesidades personales del dueño…".. (Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p. 35).
Todo fenomenal. Pero esa es la cuestión: si este "fenómeno casuístico" no puede ser descubierto en la vida actual económica, está claro que la teoría de la utilidad marginal será lo que tu quieras, pero no puede ser una ley que describa la realidad capitalista, porque precisamente este fenómeno sería consecuencia lógica de la teoría de la utilidad marginal de la que nace y por la que se derrumba.
Por lo tanto vemos que la ausencia de proporción entre el valor de la suma y el número de unidades añadidas es, por lo que a la realidad económica actual concierne, una pura ficción. Está tan claramente en contradicción con la realidad que el propio BB no pude llevar su propio enfoque a su conclusión lógica. Refiriéndose al gran número de evaluaciones indirectas, dice "pero si somos capaces de juzgar que una manzana tiene para nosotros el valor de ocho plumas, mientras que una pera tiene el valor de seis plumas, podemos también juzgar, después de sacar una conclusión de estas dos premisas, como tercer juicio que una manzana es precisamente un tercio más valiosa para nosotros que una pera" (Ibid., p.50)
Esta observación es esencialmente correcta, pero no es una aplicación correcta del punto de vista de BB. ¿Por qué cómo llegamos en este caso al "tercer juicio" de que la manzana es un terció más valiosa que una pera? Pues porque ocho plumas son evidentemente un tercio más que seis plumas. Estamos suponiendo que existe una proporción entre el valor de la suma y del número de unidades; el valor de ocho plumas sólo puede ser un tercio mayor que el valor de seis plumas, si el valor de ocho plumas es ocho veces el valor de una pluma y el valor de seis plumas seis veces el valor de una pluma. El ejemplo vuelve a mostrarnos lo poco que se parece la teoría con los fenómenos económicos de la realidad.
Puede que su exposición sea aceptable como explicación de la psicología del "nómada" del "colono", del "hombre del arroyo" y en todos estos casos en los que los individuos no tienen oportunidad de "producir". En sentido moderno, los motivos económicos que postula BB son psicológicamente imposibles y absurdos.
Ahora arribamos a un puerto en la que esta nueva teoría encalla y se va a pique tan sin remedio, que ni un curtido marinero como Böhm-Bawerk puede hacer nada.
Hasta ahora habíamos considerado sólo los casos más simples de valoración de mercancías. Hemos asumido con Böhm-Bawerk que la valoración de las mercancías dependía de la utilidad marginal de la mercancía en cuestión. De hecho, la cuestión no es tan simple, y esto es lo que tiene que decir el propio Böhm-Bawerk:
"La existencia de un sistema de cambio desarrollado puede producir serias complicaciones, pues, al hacer posible convertir mercancías de un tipo en mercancías de otro tipo en cualquier momento, también hace posible suplir la carencia de mercancías de un tipo con mercancías de otro… esa carencia por tanto influye en la utilidad marginal de las nuevas mercancías sustituidas, y en la utilidad marginal del grupo de mercancías de otro tipo que cumplen con esa función de sustitución". Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., pp. 37, 38)
El profesor nos da el siguiente ejemplo:
"Alguien me roba la única gabardina que tengo para afrontar los rigores del invierno. No puedo suplirla inmediatamente con otra gabardina, porque sólo tenía una. Tampoco estoy muy dispuesto a sufrir la pérdida que me ocasiona ese robo donde más puedo sentirla … así que "transferiré" la pérdida a otros tipos de mercancías, lo que haré comprándome un nuevo abrigo a cambio de mercancías que en otro caso podría haber adquirido" (Ibid p.38)
Böhm-Bawerk venderá aquellas mercancías que tengan menos "importancia". Aparte de la venta directa se pueden dar otros supuestos, dependiendo de la situación material concreta de su "sujeto económico". Si es un hombre acaudalado:
"los cuarenta florines que puede tener que pagar por su nueva gabardina pueden salir de su dinero en efectivo, lo que puede resultar en una reducción de otros lujos o gastos; si no es ni rico ni muy pobre, tendrá que pasar sin algunas cosas algún tiempo. Y si esto no es posible, tendrá que vender o empeñar parte del menaje; sólo en casos de extrema pobreza se tendrá que quedar sin gabardina. En todos estos casos, salvo en el último, la valoración de las mercancías no es por tanto una valoración aislada, sino que está íntimamente en relación con la valoración de otras mercancías" (…) "Me inclino a pensar que en la mayoría de las evaluaciones subjetivas que se realizan están presentes estas valoraciones conjuntas. Pues rara vez estimamos las mercancías que nos son indispensables por su utilidad directa, sino casi siempre por su "utilidad en sustitución" de otros tipos de mercancías". (Ibid. P. 39)
Ahora ya la cosa se acerca más a la realidad de lo que decía el autor antes, pero el valor es muy "negativo" para el "bienestar" de toda la teoría de BB y sus acólitos. Ya que, por ejemplo, ¿de dónde se saca BB lo de los 40 florines, y por qué 40 precisamente? ¿Por qué no 50 o 1000? Está claro que en este caso Böhm-Bawerk acepta los precios de los mercados como dados. Asumiendo la compra y la venta, o incluso sólo la compra, como una condición necesaria, también presupone un precio objetivo. (Cf. R. Stolzmann: Der Zweck in der Volkswirtchaftslehre, 1909, p.723.)
Y no es que Böhm-Bawerk no se percate de la cuestión, pues formula su punto de vista con extrema claridad:
"Pero debo recalcar expresamente", observa, "que incluso inmersos en una vida comercial desarrollada… no siempre tenemos ocasión de aplicar el último modo de valoración (es decir por la utilidad de sustitución NB) solo lo aplicamos… cuando los precios de las mercancías y simultáneamente la cesación de los distintos tipos de necesidades están dispuestos de tal forma que una pérdida en ese tipo específico de mercancía ocasionaría que necesidades relativamente más importantes quedaran insatisfechas, más que si el precio de compra del artículo sustituido se debiera deducir de la satisfacción de otras necesidades"
Böhm-Bawerk por lo tanto admite que en nuestra valoración subjetiva (modestamente admite que en la mayoría de los casos) se asume un valor real objetivo. Pero como su tarea consiste precisamente en derivar el valor (el patrón que determina el precio) de las valoraciones subjetivas, es claro que esta doctrina de la utilidad por sustitución incurre en un círculo vicioso. El valor objetivo se deriva de las valoraciones subjetivas, que a su vez se explican por el valor objetivo. Y Böhm-Bawerk es culpable de este escándalo teórico en el mismo momento en que no tiene más remedio que explicar el problema de explicar una economía real, con un sistema de intercambio desarrollado, no una economía hipotética sin contacto alguno con la realidad.
Es interesante notar que el propio BB reconoce la "seria dificultad teórica" que esta cuestión supone para la teoría de la utilidad marginal. Pero intenta evadirse como puede de este laberinto de contradicciones. Así es como intenta vendernos la moto. Según él, que yo asuma que un abrigo vale 40 florines se basa en la anticipación de "una condición que sólo puede crearse más tarde en el mercado". Por lo tanto:
"Tales evaluaciones subjetivas no tienen otra influencia en las acciones prácticas de los hombres en el mercado que cualquier otra expectativa general de adquirir la mercancía necesaria a un cierto precio, por ejemplo 40 florines. Si el artículo se adquiere a este precio, muy bien; si no, uno no tiene que volver a casa con las manos vacías, sino abandonar esas expectativas que se han visto frustradas por la realidad y considerar si el estado general de las circunstancias le permitirá ofrecer un mayor precio" (Ibid., p.517.)
Böhm-Bawerk toma la decisión dependiendo de si el comprador puede acudir a un solo mercado o a varios. En el último caso:
"Si no hay otro mercado, el comprador sin duda continuará subiendo el precio, si es necesario hasta obtener el pleno nivel de utilidad marginal directa que espera de la mercancía". (Ibid., p.518.)
"El comprador, por lo tanto" concluye Böhm-Bawerk, y este es el resultado que es importante para la teoría de los precios:
"contribuirá a la formación de los precios resultantes no según utilidad marginal directa inferior, construida sobre un precio de mercado hipotético, sino según la mayor utilidad marginal indirecta".
En el segundo caso:
"La evaluación hipotética, puede, en cualquier caso, hacer que el cliente compre en otro mercado, pero no puede impedir que aplique todas sus facultades de valoración, hasta la utilidad marginal indirecta, a alguna porción de todo el mercado". (Ibid p.518)
Y de aquí se sigue la conclusión:
"Las evaluaciones subjetivas, basadas en la conjetura de que será posible adquirir la mercancía deseada a un cierto precio, constituyen un notable paso psicológico en nuestra actitud en relación con el mercado sobre el que tal conjetura se proyecta, pero no una ley final de conducta. Esta sólo puede basarse en la consideración del grado de utilidad marginal indirecta". (Ibid., pp. 518, 519.)
Así es como Böhm-Bawerk despacha la mencionada "dificultad teórica". Y sin embargo esta explicación es imaginaria y no tiene sustento. Vamos a un ejemplo clarísimo, el de los alimentos. Su valor subjetivo, basado en la utilidad (tomemos una unidad correspondiente al menor grado de satisfacción y al grado mayor de utilidad) es infinito. Asumamos, por o tanto, que la valoración basada en la anticipación de las condiciones de mercado de una barra de pan es un euro. ¿Qué decisión se tomará, según BB? En otras palabras, cuando nuestro "individuo" decidirá pagar el precio que sea, darlo todo por una "barra de pan"? Está claro que esto sólo puede ocurrir en situaciones muy excepcionales del mercado.
Y no sólo deben sobrevenir situaciones anormales, sino también estados excepcionales, esto es, que no exista en absoluto producción social, una economía social, etc, en la acepción común del término. Eso puede pasar en una "ciudad asediada" (A BB le encanta poner este ejemplo) o en un barco que ha encallado en una isla desierta, o en un nómada del desierto. Pero no puede ocurrir en la vida moderna cuando el proceso de producción y reproducción social sigue su curso normal. El proceso aquí es muy diferente. Entre la valoración subjetiva según la utilidad y la cifra presumible del precio de mercado (en el presente caso entre el teórico infinito y un euro) hay una gran cantidad de precios posibles (ignoramos de momento que pueda bajar de un euro) Como regla general, cada transacción se llevará a cabo sobre un fundamento muy cercano a los precios anticipados, y en algunos casos coincidirán completamente, como es el caso de los comercios que ponen un precio fijo. Pero sea como fuere, hay algo que está claro: asumiendo el curso normal de la producción social, la relación entre la demanda social y la oferta social se configura de tal modo que impide que las evaluaciones individuales de utilidad desempeñen un papel dominante, de hecho, casi no aparecen en la superficie de la vida social en absoluto. (Wilhelm Scharling, op. cit., p.29; también Lewin: Arbeitslohn und soziale Entwicklung. Appendix.)
Nuestro ejemplo es apropiado para analizar los dos casos citados por Böhm-Bawerk. Aún hemos de analizar otro caso que atrae su atención, a saber, la compra para reventa posterior, en la que:
"Un comprador estima la mercancía completamente de conformidad con su valor de cambio (subjetivo) y en absoluto por su valor de uso" .
En esos casos Böhm-Bawerk representa la condición de este modo:
"El precio de mercado es influido por la valoración (de cambio) del comerciante; esta se basa en el precio supuesto de mercado de un segundo mercado, y este, a su vez, entre otras cosas, en las valoración de los prospectivos compradores en este segundo mercado" (Ibid., p.519.)
Aquí la cosa es aún más compleja. Böhm-Bawerk mantiene que el comprador valora el artículo útil sobre la base de la suma de dinero que "uno espera obtener en otro mercado (deduciendo los costes de transporte y demás) por él".
Esta suma de dinero se analiza en función de las valoraciones de los compradores (según la utilidad) en el segundo mercado. Pero la cosa no es tan sencilla. El comerciante quiere sacar tanto beneficio como pueda, y su cuantía depende de muchas circunstancias. Böhm-Bawerk apunta algunas, costes de transporte, costes indirectos, etc. Pero esto significa que Böhm-Bawerk simplemente introduce nuevas series (cada una con sus elementos constitutivos) de precios comerciales, como cantidades que no requieren explicación alguna. Pero en realidad hay que explicar cada "ingrediente" de tales costes. Además Böhm-Bawerk se cree que ha llegado al punto final de su análisis cuando llega a la valoración de los consumidores en el segundo mercado. Pero aquí se engaña de todo en todo lamentablemente. Porque esas evaluaciones pueden aún subdividirse. Seguro que no pueden basarse en la mera "utilidad". Puesto que de nuevo los nuevos comerciantes que adquieren la mercancía quieren revenderla en otros mercados; por otro lado, incluso los que van buscando utilidad no valoran la mercancía directamente, sino por su valor de sustitución. La presencia de intermediarios nos obliga a ocuparnos de un tercer mercado, y puesto que puede haber intermediarios allí también, pues habrá un cuatro mercado, un quinto, y así hasta el infinito. Más aún, hemos visto como se ha pasado por alto una serie de precios comerciales y evaluaciones por sustitución al tomarse en el fondo como dados como Böhm-Bawerk. El hecho definitivo es que el fenómeno total se divide en una serie de elementos de los que no se puede dar cuenta del todo con plena satisfacción.
Vamos a detenernos por un momento en la defensa que hace Böhm-Bawerk, debido a su importancia: parece un tentativa de responder a la objeción de que la teoría cae en un círculo vicioso:
"La objeción de circularidad radica en que las valoraciones subjetivas basadas en los precios conjeturados de mercado son diferentes de las valoraciones en las que se basa el precio de mercado. La aparente circularidad se basa simplemente en el parecido semántico de las palabras usadas en ambos casos "valoraciones subjetivas", cuando lo que ocurre es que no hablamos del mismo fenómeno, sino de diferentes fenómenos, que abarcan los mismos términos".
(Böhm-Bawerk: Kapital and Kapitalzins, vol. II, part I, p.403.)
Böhm-Bawerk intenta aclararnos esto con este ejemplo:
"Una comisión parlamentaria ha adoptado esta norma: sus miembros deben votar según la decisión de los miembros de la mayoría dentro de la comisión. Obviamente, las decisiones de la comisión se explicarán correctamente como resultado del voto de los integrantes de la comisión, y los votos de los miembros de la comisión en el parlamento, se explicarán por la decisión de la comisión. Pero esa explicación no implica circularidad alguna".
(Ibid., p.403.)
En otra palabras, Böhm-Bawerk busca justificarse asimismo por haber explicado una serie de valoraciones subjetivas a partir de otra serie de evaluaciones subjetivas. Podríamos decir que la "otra" serie también tiene una "tercera", una "cuarta", tras ella. Y no sirve decir que las valoraciones son diferentes, pues la teoría de los costes de producción que tanto denuncian los austriacos, también parte de unos costes a otros, de un grupo de precios a otros, sin que se evite caer en el mismo círculo vicioso. La razón es muy simple, no estamos remontando unos fenómenos a otros fenómenos del mismo tipo, sino explicando una categoría de fenómenos a partir de una diferente categoría de fenómenos. En el primer caso solo nos limita la infinitud del tiempo y el espacio, con el resultado de que cualquier valoración nos llevará mucho más allá del tiempo presente; deberíamos proyectar una película infinita retrospectivamente, que estaría lejos de constituir una solución a un problema teórico, sino una historia infinita de todas las etapas. Y eso no es desde luego un accidente. Böhm-Bawerk no puede evitarlo como consecuencia del individualismo extremo de la escuela. Los austriacos no se percatan que la psicología individual está condicionada por el magma social, que las características "individuales" de los hombres son en su mayor parte características "sociales", y que el "átomo individual" no es más que una fantasía austriaca, parecida al débil proletario de los bosques primigenios de Wilhelm Roscher. La exposición parece excelente mientras el análisis de los motivos y las valoraciones se ocupa de Robinsones. Pero cuando analizamos la economía actual, aparecen dificultades insoslayables; no podemos realizar un salto teórico desde la psicología del "sujeto aislado" a la del hombre en una sociedad productora de mercancías. Pero si partimos de la psicología del anterior, los elementos "objetivos" de los fenómenos económicos de la economía mercantil ya están dados; en consecuencia no pueden derivarse (exclusivamente) de los fenómenos psicológicos individuales sin enfrentarse al pliego de cargos de que uno está explicando las cosas ídem per ídem.
En la teoría de la utilidad por sustitución, la incorrección de la metodología de la escuela y su insuficiencia teórica aparecen muy claramente. La falacia fundamental de Böhm-Bawerk es derivar el valor subjetivo del objetivo, que a su vez se deriva del subjetivo: muchas soluciones de los problemas presentan la misma falacia.
Al investigar la cuestión del nivel del valor (n del t, aquí Bujarin habla del valor como "patrón que determina los precios"), hallamos que Böhm-Bawerk lo hace depender del nivel de la utilidad marginal. Ahora podemos avanzar para analizar que factores definen este nivel.
"En este punto, debemos mencionar la relación entre la oferta y la demanda". En su análisis de esta relación Böhm-Bawerk descubre la siguiente ley sencilla, que pretende ser expresión de la relación entre el consumo y las mercancías:
"Cuanto mayores y más importantes sean las necesidades que requieren satisfacción, y menor la cantidad de mercancías disponibles para esos fines… mayor "debe" ser por tanto la utilidad marginal".
(Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p.40.)
En otras palabras, el nivel de la utilidad marginal se determina por dos factores: un factor subjetivo (necesidades, preferencias, etc) y un factor objetivo (la cantidad de mercancías) ¿Pero cómo se determina esta cantidad? No hay respuesta austriaca. Se supone que hay un cierto número de artículos presentes, y se asume un cierto grado de "escasez" como dado. Pero este punto de vista es teóricamente flojo, pues los fenómenos que ha de analizar la ciencia económica incluyen las actividades económicas y por encima de todo la producción de mercancías económicas. La noción de una "oferta" de mercancías, como A. Shor ha observado correctamente, presupone un proceso anterior de producción, un fenómeno que de un modo u otro ha de tener una enorme influencia en la producción de mercancías. La producción es todavía más importante cuando pasamos de la estática a la dinámica. Es claro que la teoría austriaca, al empezar con una oferta dada de mercancías, no puede explicar los fenómenos más elementales de la dinámica económica, por ejemplo las variaciones de los precios, para no hablar de otros fenómenos más complejos. Y en íntima conexión con ese hecho, la explicación que da Böhm-Bawerk de la cuestión del nivel del valor suscita nuevos problemas:
"Las perlas y los diamantes existen en tan pequeñas cantidades que la necesidad de ellos puede ser satisfecha sólo en pequeña medida, y la utilidad marginal provocada por tal satisfacción es relativamente elevada, en tanto que, afortunadamente, el pan y el hierro, el agua y el aire, por regla general están disponibles en cantidades enormes de modo que pueden asegurar que sean satisfechas las necesidades más importantes en relación con dichas sustancias". (Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p.32.)
"Existen", "como regla general"… ¿Qué diría Böhm-Bawerk de las llamadas "revoluciones de precios" cuando una productividad incrementada del trabajo produce una catastrófica caída de los precios? Aquí no vale salir del paso con decir "por regla general". El lector avisado ya habrá notado con qué parcialidad elige sus ejemplos el profesor. En vez de ofrecernos una explicación del valor de los productos más conspicuos, productos que son mercancías, productos que se reproducen en masa y que llevan marca de fábrica, prefiere hablar del agua y del aire. Incluso el pan revela las lagunas de la posición del profesor; solo tenemos que recordar la súbita caída en los precios del grano en el comienzo de la crisis agrícola de 1880 a 1890 debido a la nueva competencia de ultramar. La "oferta de mercancías" se alteró al momento, por la simple razón de que nuevas condiciones de producción, que no menciona Böhm-Bawerk ni de pasada, desempeñaron un gran papel. El proceso de producción, sin embargo, no es "una circunstancia compleja" una "modificación de los supuestos esenciales" como imagina Böhm-Bawerk. Por el contrario, la producción es el fundamento de la vida social en general y de sus fases económicas en particular. La "escasez" de las mercancías (excepto en algunos casos que tenemos derecho a pasar por alto) no es sino la expresión de ciertas condiciones de producción, una función del gasto de trabajo social. Por lo tanto un producto "escaso" un día puede llegar a ser muy común cuando cambian las condiciones.
"¿Por qué el algodón, las patatas y el whiskey son la palanca de la sociedad burguesa? Porque su producción precisa de menos trabajo y su precio en consecuencia es menor". (Karl Marx, Miseria de la Filosofía)
Pero estos productos no siempre desempeñan tal papel. Tanto el algodón como las patatas adquieren su importancia sólo con modificaciones en el sistema de trabajo social, sólo cuando los costes de producción y reproducción de tales productos (y de su transporte) han llegado a un cierto nivel.
En otra palabras, sin que se nos ofrezca una respuesta al problema del modo en que se determina la cantidad de mercancías, Böhm-Bawerk tampoco nos explica exhaustivamente el segundo problema, qué es lo que determina los diversos niveles de utilidad marginal.
Al alimón con Böhm-Bawerk, hasta ahora hemos examinado la cuestión desde el punto de vista abstracto. Ocupémonos ahora de la "influjo modificador" de la economía mercantil. Como se podía esperar de antemano, las explicaciones de Böhm-Bawerk serán aquí asaz confusas:
"La existencia de un sistema de intercambio también introduce mayor complejidad. En cualquier momento hace posible una satisfacción parcial de una necesidad, para ser exactos al precio de no satisfacer otras necesidades, o de reducir la satisfacción de las mismas en consonancia… esto complica el círculo de factores que influyen en el nivel de utilidad marginal del siguiente modo: se ejerce una influencia, en primer lugar, por la relación entre la oferta y la demanda de las mercancías del tipo específico que han de ser valoradas, en la sociedad unida por el tráfico mercantil. Pues esta relación (de la oferta y la demanda) influye… en el nivel de precios que hay que pagar por el artículo deseado sustitutivo, y simultáneamente el volumen de privación que hay que sufrir en relación con otros tipos de mercancías que han de ser sustituidas. En segundo lugar, existe la influencia de la oferta y la demanda en el propio sujeto que evalúa, en relación con los tipos de necesidades que deben ser reducidas en virtud de la sustitución. Porque dependerá de esta condición si la reducción de mercancías afectará a un nivel más o menos elevado de la satisfacción de las necesidades, en otros términos, si existe una mayor o menor "utilidad marginal" de la que se deba prescindir".
(Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., pp. 40, 41.)
Hallamos, por tanto, que la relación entre la oferta social y la demanda social de bienes es un factor determinante del nivel de la valoración individual subjetiva (o del nivel de la "utilidad marginal") pues es esta relación la que determina el precio. Cuanto mayor sea el precio de un artículo nuevo, mayor es la valoración subjetiva del antiguo.
No es difícil percatarse de que esta cuestión vuelve a conllevar una serie de contradicciones. En primer lugar, todo lo que ya hemos dicho en nuestro análisis de la teoría de la utilidad por sustitución se aplica aquí también; la valoración subjetiva de la que el precio ha derivarse en realidad comienza con el precio mismo. Además, la circunstancia final que gobierna el precio es la ley de la oferta y la demanda, que según los austriacos proviene de leyes que determinan las valoraciones subjetivas, y en última instancia, en la ley de la utilidad marginal.
Pero si el precio se puede explicar sin más por la ley de la oferta y la demanda, sin mayores disquisiciones, ¿no es superflua una teoría subjetiva del valor? Y por último, puesto que la ley de la oferta y la demanda debe explicarse, incluso según la teoría de la utilidad marginal, sólo por las leyes que determinan las valoraciones subjetivas, los "precios" que se pretenden como explicación de las evaluaciones subjetivas tienen que explicarse a su vez por las valoraciones subjetivas.
En una economía de intercambio mercantil, sin embargo, incluso estas valoraciones subjetivas se someten a la ley general y dependen de los precios. Es siempre la misma historia, basada en la equivocada concepción de los austriacos sobre la relación entre el individuo y la sociedad en su conjunto.
Hasta ahora hemos considerado solamente casos en los que la mercancía que hay que evaluar ha satisfecho sólo una necesidad; ahora seguiremos con Böhm-Bawerk para ocuparnos del caso en el que una simple mercancía puede servir para satisfacer varias necesidades.
"La respuesta a esta cuestión" dice Böhm-Bawerk, "es muy sencilla. La máxima utilidad marginal es siempre el factor determinante…. La verdadera utilidad marginal de una mercancía es idéntica a la menor utilidad en la que pueda ser empleada económicamente. Y si varios usos mutuamente excluyentes están concurriendo en una mercancía disponible, es claro que un proceder económico racional asignará prioridad al uso más importante. Esto sólo es económicamente admisible; todos los usos menos importantes se cancelan y no tienen más influencia en la valoración de la mercancía, que no va a servir para eso". (Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p.52.)
A partir de ello, deriva Böhm-Bawerk la siguiente fórmula general:
"En el caso de las mercancías que permiten varias aplicaciones que conllevan una muy pequeña y variable cantidad de utilidad marginal, la mayor de las utilidades marginales alternativas de aplicación es la dominante a la hora de fijar el valor de su valor económico".
(Ibid., pp. 52, 53; italics mine. - N.B.)
Lo primero que nos sorprende es la peculiar terminología empleada. "La mayor utilidad de la mercancía resulta ser la "menor utilidad" en la que puede emplearse económicamente". Porque razón es precisamente la menor resulta completamente oscuro. Pero esto no atañe a la esencia de la cuestión. Si aplicamos la fórmula de Böhm-Bawerk a la vida económica, volvemos a encontrarnos con la misma falacia de siempre, el círculo.
Vamos a poner un ejemplo sencillito: tenemos la mercancía A, con el dinero que saquemos por ella podemos comprar una serie de cosas, con el dinero x la mercancía B, con el dinero y la mercancía C, con el dinero z la mercancía D, etc. Es claro que la mercancía que se compre, y en consecuencia la aplicación que se de a esa mercancía dependerá de los precios de mercado actuales; podemos comprar esa mercancía o no, dependiendo de si es cara o barata.
Y de modo similar, si lo que nos preocupa es la elección de los "medios de aplicación" de los medios de producción, hacemos nuestra elección según los precios de los productos de las diferentes ramas de producción, o en otras palabras, la cuestión de los "modos de aplicación" presupone el precio, como bien ha señalado Gustav Eckstein. (Gustav Eckstein: "Zur Methode der politischen ökonomie," Die Neue Zeit, Vol. XXVIII, part I, p. 371).
La falacia llega a su unto culminante en la teoría del valor de cambio subjetivo.
Böhm-Bawerk distingue entre dos variedades de "versatilidad" de las mercancías, basadas en dos variedades de su "aplicación"; a saber, los distintos modos de aplicación son el resultado de su "versatilidad técnica" de la mercancía o de su capacidad de ser intercambiada por otra mercancía. Lo último suele ser el caso, cuando más implicado está uno en las relaciones de cambio. La división del valor subjetivo en valor de uso subjetivo y valor de cambio subjetivo se basa en la significación dual de la mercancía, de ser capaz directa o indirectamente un medio para satisfacer una necesidad por un lado (o sea su uso como medios de producción) o un medio de cambio.
"La magnitud del valor de uso", dice Böhm-Bawerk , "se mide… por el nivel de utilidad marginal implicado en la mercancía que hay que evaluar para tal propio uso. La magnitud del valor de cambio subjetivo debe por tanto medirse por la utilidad marginal de las mercancías que han de ser intercambiadas por ella". (Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc.. pp. 53. 54.)
Se sigue que la magnitud del valor de cambio subjetivo "debe depender de dos circunstancias: primero en el valor de intercambio objetivo (valor de cambio objetivo) de la mercancía, pues este determina si uno puede obtener muchas o pocas mercancías a cambio de ella; y en segundo lugar, en la condición de las necesidades y recursos del dueño". (Ibid.. p.54.)
Hemos citado literalmente a Böhm-Bawerk, pues no se podría expresar mejor el absurdo y la contradicción implicados en el concepto de valor de cambio objetivo. El propio Böhm-Bawerk nos dice que la "medida del valor de cambio subjetivo… debe depender en el valor de cambio objetivo".
Aquí el profesor no mete de contrabando el mundo "objetivo" del mercado. Por el contrario, el colapso de una teoría fundada en las arenas movedizas de la psique individual se hace patente en la misma definición del patrón del valor de cambio subjetivo.
Es normal que la completa quiebra de la teoría austriaca se revele de la forma más palmaria en la cuestión del dinero.
"La mercancía más versátil" dice Wieser, "es el dinero…. No hay ninguna otra mercancía que nos de una oportunidad de formarnos una más clara noción de la utilidad marginal (Friedrich von Wieser, Der natürliche Wert, Vienna, 1889, pagina 13.)
Esta afirmación de uno de los más prominentes teóricos de la escuela suena bastante irónico si lo parangonamos con los resultados obtenidos por la nueva escuela en este campo. Como es bien sabido, el dinero se distingue de otras mercancías por ser un equivalente universal de las mismas. Precisamente esta propiedad, en virtud de la cual el dinero es la expresión universal del valor de cambio abstracto, hace extremadamente difícil analizarlo desde el punto de vista de la utilidad marginal.
De hecho, el agente del moderno capitalismo siempre considera el dinero, en todos los intercambios, exclusivamente en función de su "poder de compra" es decir, su valor de cambio objetivo. No hay un solo "sujeto económico" que piense en estimar su efectivo disponible de oro desde el punto de vista de la satisfacción de sus "necesidades estéticas".
En vista del valor de uso dual del dinero, a saber, como mercancía y como dinero, su valoración solamente atañe a su última función. Si ya en el análisis del valor de las mercancías normales, es posible discernir la presencia de relaciones sociales, que impiden cualquier interpretación exclusivamente individualista de lo fenómenos económicos (repasar nuestro análisis de la utilidad por sustitución) estos fenómenos sociales encuentran su más plena expresión en el caso del dinero. Pues el dinero es la "mercancía" cuya valoración subjetiva, según la terminología austriaca, es el valor de cambio subjetivo. Al exponer las contradicciones y el absurdo lógico de esta noción, hemos revelado el error fundamental de toda su teoría del dinero. Gustav Eckstein expone este error con mucha gracia:
"El valor objetivo de cambio del dinero, por tanto, resulta de su valor de uso subjetivo, y este consiste en su valor de uso subjetivo que a su vez depende de su valor de cambio objetivo. El resultado final parece tan coherente como el famoso teorema que decía que la indigencia es resultado de la pobreza".
En otras palabras, el valor de cambio objetivo del dinero se determina por el valor de cambio objetivo del dinero.
La teoría del dinero y de la circulación del mismo son piedra de toque en cierto sentido de cualquier teoría del valor, puesto que el dinero es precisamente la más clara objetivación de complicadas relaciones humanas. Sólo por esta razón, "el enigma del fetiche del oro" que "ciega por su lustre" es uno de los problemas más difíciles de la economía política. Marx presentaba un ejemplo clásico en su análisis del oro (en El Capital y en su Contribución a la Crítica de la Economía Política) y esas páginas son de las mejores cosas que se han escrito en este terreno. En cambio la "teoría" del dinero de los austriacos revela claramente la esterilidad teórica de sus constructos, su completa bancarrota teórica.
Una de las cuestiones más confusos abordadas por la Escuela Austriaca es la del valor de los llamados "bienes complementarios" (Karl Menger) o la "teoría de la imputación" un término introducido por Wieser. Por bienes complementarios con mucha gracia entiende aquellos bienes que se perfeccionan mutuamente: en este caso:
"La cooperación de varias mercancías es necesaria para lograr una utilidad económica, de tal modo, que si faltara una mercancía de la serie, la utilidad no podría obtenerse, o se obtendría de manera imperfecta"
(Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p.56.)
Los ejemplos de esos tipos de mercancías, citadas por Böhm-Bawerk son: el papel, la pluma y la tinta, la aguja y el hilo, dos pares de guantes, etc. Es claro que dichos grupos de bienes complementarios se encuentran con particular frecuencia en las materias primas, pues las condiciones de producción imponen la cooperación de toda una serie de factores, y si faltara uno sólo quedaría en nada toda la operación así como la efectividad de los demás factores.
En su análisis del valor de los bienes complementarios Böhm-Bawerk llega a una serie de "leyes" especiales, que operan todas en el seno de la ley general de la utilidad marginal. Su punto de partida en este análisis es el valor total de todo el grupo, para el que expone el siguiente teorema:
"El valor total de todo el grupo se determina por regla general por el grado de utilidad marginal que son capaces de producir conjuntamente" (Ibid, p. 56)
Si tres mercancías A, B y C, empleadas conjuntamente pueden obtener una mínima utilidad económica de cien unidades de valor, el valor total del grupo será igual a 100. Pero esos casos tan sencillos, según Böhm-Bawerk, se encuentran sólo "en el caso más general y normal". Debemos distinguir entre los casos especiales y este caso "normal". En los anteriores la ley de la sustitución de la que hemos hablado anteriormente es operativa (ver el análisis de la teoría de la utilidad por sustitución)
Por ejemplo, si la utilidad marginal en una utilización conjunta es 100 "en tanto que el valor de sustitución de los tres miembros del grupo puede ser individualmente sólo 20, 30, 40, un total de sólo 90, la obtención de la utilidad conjunta de 100 no depende evidentemente de todas tomadas conjuntamente, mientras que la de la baja utilidad de 90 es tan dependiente".
(Ibid., p.57)
Esas "cuestiones subsidiarias" (en realidad algo de lo más frecuente en la economía capitalista, podríamos decir) aparentemente no le interesan mucho a BB; el analiza sólo el caso principal "en la que la utilidad marginal que ha de ser obtenida por una aplicación conjunta es simultáneamente el verdadero determinante del valor de la utilidad marginal". (Ibid. Pag 57)
En otras palabras, el valor de todo el grupo se asume como dado. La cuestión es simplemente determinar las proporciones según las cuales el valor agregado se distribuye entre las mercancías individuales que forman el grupo. Este es el problema de la "imputación económica".
Esta imputación económica debe distinguirse, según la escuela austriaca, de toda otra responsabilidad económica, por ejemplo de la responsabilidad moral, legal y física. Los teóricos más tempranos, según Wieser, incurrieron en la siguiente falacia:
"Intentaban determinar que porción del producto total considerada físicamente, había sido producida por cada factor, o, que porción del efecto debía ser asignado a cada causa física, Pero es imposible determinar esto".
(Friedrich von Wieser: Der natürliche Wert, p.72; también, Peter Struve, op. cit., vol. II, Moscow, 1916, en ruso )
La actitud de Böhm-Bawerk es parecida; en esta cuestión está totalmente de acuerdo con Wieser. Al distribuir valores a las diversas fracciones del grupo, surgen diferentes combinaciones, que dependen, según la terminología de Böhm-Bawerk, de la "peculiaridad casuística del caso". Examinemos los tres casos fundamentales analizados por Böhm-Bawerk.
I-Las mercancías dadas pueden rendir utilidad sólo cuando se emplean juntas y no pueden remplazarse. En cada caso el portador del valor total es todo el grupo complementario.
II- Los distintos miembros del grupo pueden ser destinados a otros usos diferentes del grupo complementario. "En este caso el valor del artículo individual ya no fluctúa entre "nada" y "todo" sólo entre la magnitud de la utilidad marginal que puede rendir sola, como el mínimo, y la magnitud de la utilidad marginal total de los demás miembros, como máximo" (Ibid., p.58.)
Asumamos que tres artículos, A, B y C, en su efecto conjunto producen una utilidad marginal de 100; asumamos que fuera del grupo complementario (en otro "modo de empleo") sus valores aislados son A=10, B=20 y C=30; en este caso el "valor aislado" de A es 10. Sin embargo el valor de A como miembro del grupo complementario (que se halla asumiendo que A se suprime y se acaba con el grupo) es igual a 100 - (20 + 30) esto es, 50.
III-Ciertos elementos del grupo pueden remplazarse. En este caso la ley de sustitución deviene operativa. La fórmula general que explica el caso es:
"El valor de los elementos remplazables, con independencia de su concreto valor complementario, se fija en una cifra específica, que determina su grado de participación cuando el valor total del grupo se distribuye entre sus diversos miembros. La distribución se efectúa primero asignando su valor fijo a los miembros que pueden remplazarse, para deducirse del valor de todo el grupo que resulte de su unión, y después asignando el remanente, que puede variar con la magnitud de la utilidad marginal, a los elementos no remplazables como su valor individual". (Ibid., p.50.)
Menuda teoría de la "responsabilidad económica" en su aspecto general.
Sin duda el adscribir (imputar) el valor de un producto a los diversos factores de producción constituye hasta cierto punto un proceso psicológico que se da en la realidad. Por supuesto, si el estudio de estos fenómenos puede conducir a una solución satisfactoria del problema es otra cuestión. Baste aquí examinar el caso más típico, a saber, el caso en que la introducción de evaluaciones por sustitución es el factor determinante. Aquí la cuestión es por encima de todo ¿qué "valor del producto" se ha de asignar al grupo complementario? ¿Qué representa a ojos del capitalista?
Hemos visto anteriormente que incluso Böhm-Bawerk presenta las valoraciones de las mercancías por sus productores capitalistas en poco más que cero. A ojos del capitalista, no hay utilidad marginal de los bienes como patrón de su estimación.
Por otro lado, sería absurdo hablar de una "utilidad marginal social". Pero es posible en este caso que el capitalista hable (y lo hace) del precio del producto, que imputa a una operación, luego a otra, de su capital productivo. Se sigue que la introducción de uno u otro factor de producción a una u otra porción del grupo complementario depende sobre todo del precio del producto y en absoluto de su utilidad marginal como dice Böhm-Bawerk. Además en nuestro caso típico, las porciones del grupo complementario pueden remplazarse, pueden obtenerse en cualquier momento en el mercado. Y tampoco le da igual al capitalista cuanto debe pagar por una máquina u otra, o que salarios reciben sus trabajadores, etc
En otras palabras, está interesado en el precio de mercado de sus factores de producción, de estos depende la adquisición de nueva maquinaria, su empleo de nueva fuerza de trabajo, y aumentar o disminuir la producción.
Por último hay otra categoría de categorías económicas objetivamente dadas: el tipo de interés. Por ejemplo ¿cómo valorará el campesino su tierra?
Según Böhm-Bawerk lo hará de este modo:
"en la práctica presente los "costes" de deducen primero del rendimiento total. Los costes son … precisamente los gastos de los medios de producción remplazables de un valor de sustitución dado".
(Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p.60.)
El resto el campesino los adscribe (imputa) a la tierra (Ibid p. 60)
Esto es lo que llamamos renta de la tierra: una capitalización que nos dará su precio. No hace falta probar que cada porción de una finca se valora de esta forma, capitalizando la renta de la tierra; cualquier ejemplo práctico confirmará este hecho. Pero esa evaluación presupone la tasa de interés como dada; el resultado de la capitalización depende plenamente de esta.
Así que vemos que Böhm-Bawerk no logra siquiera describir bien la "psicología fetichista del productor" puesto que excluye los factores "objetivos" que siempre están presentes en cuanto estamos en un sistema producción de mercancías y más aún en un sistema capitalista de producción de mercancías.
La teoría de la "responsabilidad económica" (imputación) supone una transición directa a la teoría de la distribución en lo que atañe a los austriacos. Por lo tanto ignoraremos de momento una serie de cuestiones que toca Böhm-Bawerk, porque vamos a ocuparnos de ellas en su teoría del interés.
La escuela clásica de economía, al analizar los elementos que componen el valor de las mercancías de consumo, hacían derivar el valor principalmente del valor de las materias primas consumidas. Cualquiera que fuera la forma de análisis en un caso concreto, la idea subyacente siempre era esta: el valor de los medios de producción constituye el patrón determinante del valor de las mercancías que pueden reproducirse ad libitum. Pero para los austriacos esto no es así.
"El valor es igual al "valor esperado del rendimiento esperado" de las mercancías marginales. Esta es la verdadera idea fundamental del moderno sistema económico en contraposición a los clásicos. La idea es que, partiendo del valor de los artículos de consumo procedemos fundando nuestra teoría de la formación de los precios en este valor, que de este modo crea el valor de las mercancías productivas, un valor que necesitamos en este procedimiento, derivándolo de las mercancías de consumo"
(Joseph Schumpeter: Bemerkungen, etc., p.83.)
Analicemos esta idea fundamental más despacio. Según Menger, o mejor según el ejemplo de Gossen, Böhm-Bawerk divide todas las mercancías en categorías, dependiendo de su mayor o menor proximidad al proceso productivo. De este modo obtenemos mercancías de consumo, mercancías productivas en contacto directo con mercancías de consumo dadas o "mercancías productivas del primer orden", etc.
A esas últimas mercancías se las denomina mercancías del "mayor" o de "remotísimo" orden. ¿Cómo se determina el valor de estas mercancías del mayor orden? Böhm-Bawerk aborda el problema así, toda mercancía, por lo tanto, toda mercancía del "mayor orden" esto es, mi instrumento de producción puede tener valor sólo cuando de modo directo o indirecto satisface una necesidad. Asumiendo que tratamos con la mercancía de consumo A, resultado de la utilización de las mercancías productivas G2, G3, G4 (las cifra 2, 3 y 4 indican el orden de la mercancías, su grado de lejanía de la mercancía de consumo A) es obvio que la utilidad marginal de la mercancía A resultará de la mercancías G, "La utilidad marginal de A dependerá del grupo G2, así como del producto final A mismo". (Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p.64.)
Böhm-Bawerk llega al siguiente teorema:
"De todos los grupos sucesivos de mercancías productivas del más remoto orden depende uno y el mismo resultado, a saber, la utilidad marginal del producto final" (Ibid., p.64.)
Se sigue que:
"La magnitud de la utilidad marginal se expresará primero y directamente en el valor del producto final. Este constituye la guía para el valor del grupo de mercancías del que procede, y a su vez, del valor de las mercancías del tercer orden, y el último, finalmente del valor del grupo final, el del cuatro orden. En cada fase el nombre del factor decisivo puede cambiar, pero el mismo hecho está siempre presente bajo diversos nombres, la utilidad marginal del producto final".
(Ibid., p.65.)
Esta condición se encuentra siempre que ignoremos la circunstancia de que uno y el mismo medio de producción puede servir, y así suele ser el caso, para la producción de varios medios de consumo. Imaginemos que la mercancía productiva G puede emplearse en tres diferentes ramas de producción, que resultan en los productos A, B y C, que tienen utilidades marginales respectivas de 100, 120 y 200 unidades de valor. Böhm-Bawerk vuelve al mismo tipo de razonamiento que empleó en el análisis del valor de las mercancías del consumo e infiere que la pérdida de un grupo de las mercancías productivas de la categoría G2 llevará a una disminución de esa rama de producción que proporciona el producto que tiene la menor utilidad marginal. De ahí resulta este teorema:
"El valor de la unidad medios de producción se determina por la utilidad marginal y el valor del producto que entre todas las mercancías que podrían haberse producido por esa unidad tiene la menor utilidad marginal."
(Ibid., p. 69.)
Esta ley, según Böhm-Bawerk, también sirve para explicar la ley "clásica" de los costes de producción de tal modo que el valor de las mercancías cuya utilidad marginal no es la inferior (los grupos B y C) en nuestro ejemplo, no se determinan por su propia utilidad marginal, sino por el valor de los medios de producción (coste de producción) que dependen a su vez del valor y de la utilidad marginal del producto marginal, es decir, del producto que tenga la menor utilidad marginal. En otras palabras, la mencionada ley de sustitución sigue operativa aquí. Con la excepción del "producto marginal" los costes de producción son, por tanto, el factor determinante de todos los tipos de "mercancías relacionadas con la producción" pero su propia magnitud, es decir, el valor de los medios de producción, se determina por el valor del producto marginal, por su utilidad adicional:
"en un último análisis, la utilidad marginal aparece como la cantidad determinante, puesto que la ley de los costes de producción son una ley particular, puesto que los costes no son el final, sino sólo una causa intermedia del valor de las mercancías".
(Ibid., p.71.)
Pues vaya con la forma general del valor de las mercancías productivas según esta escuela. Vamos a criticar esta teoría, comenzando con su idea fundamental, a saber, la dependencia del valor de los medios de producción del valor del producto. La caída de los precios de las mercancías implicada en el progreso de la industria es el hecho empírico más importante sobre el que trabajaba la "vieja" teoría, que decía que los costes de producción eran un factor determinante del valor (o precio) del producto. La conexión entre la reducción de los costes de producción y la caída de los precios de las mercancías está muy clara. Debemos llamar la atención a Böhm-Bawerk sobre este fenómeno por encima de todo como piedra de toque de toda su teoría. Böhm-Bawerk tiene lo siguiente que decir:
Asumamos, nos dice, que se descubren nuevos yacimientos de cobre. Esta circunstancia (a menos que existiera un gran incremento simultáneo en la demanda de cobre) supondría una caída de valor de los productos confeccionados con cobre. La causa inmediata de esta caída se encuentra, por tanto, en el campo de las mercancías productivas, que no significa, como nos sigue diciendo Böhm-Bawerk, que la causa original es la caída del valor del cobre. Representa el proceso como sigue: aumenta la oferta de cobre, esto hace que se produzcan más artículos hechos con cobre; a esto le acompaña un valor decreciente de estos productos, que a su vez resulta en una reducción del valor de la mercancía productiva (el cobre)
Examinemos esta proposición. En primer lugar, es claro que cada mercancía productiva puede tener valor solo en tanto que (sea cual sea nuestra definición de valor, la marxista o la austriaca) siga siendo verdaderamente una mercancía productiva, es decir, un medio de producción de cualquier artículo útil. Sólo en este sentido podemos hablar valor del producto como una "causa" del artículo productivo. Que asumamos "el nexo causal" como precisamente "la causa" es otra cuestión.
El nexo causal, emana, como hemos visto, del campo de las mercancías productivas. La cuestión ahora es si estamos tratando sólo con la cantidad total de medios de producción, como asume Böhm-Bawerk, o de si una reducción de su valor ya está implicada simultáneamente con su número incrementado, como resultado de lo último (lo que significaría que el valor del producto es la magnitud a determinar)
No hay duda de que no tenemos razón en contraponer la cantidad total de los medios de producción con su valor. Es claro especialmente, que una caída del valor, por ejemplo a largo plazo, el precio (ver más adelante) de las mercancías productivas ocurre con anterioridad de la caída de valor de las mercancías de consumo. Cualquier mercancía que está presente en el mercado no sólo está presente en una cierta cantidad, sino que también representa una cierta magnitud de valor. El cobre en crudo, si se arroja al mercado en exceso, bajará de precio mucho antes de que sean más baratos los productos de cobre. Böhm-Bawerk piensa en una objeción incluso aquí. apuntando que el valor de las mercancías "del mayor orden" no se determina por el valor de las mercancías de "menor orden" un valor que poseen en el momento, sino por valor que tendrán como resultado de un aumento en la cantidad total de los medios de producción insertados en toda la esfera de producción. Pero la distancia entre los medios de producción y de consumo es en general tan amplia que incluso los representantes de la Escuela dudan de la dependencia del valor de los medios de producción del valor del producto. Es obvio que la alteración en la cantidad de medios de producción introducidos en el mercado hará inviable discernir la dependencia que sostiene Böhm-Bawerk. Para aclara la cuestión basta con oponer las afirmaciones de c Böhm-Bawerk con su propia tesis, que dice:
"cuando consideramos… que un producto de mayor, más inmediata utilidad marginal vale la pena, debemos considerar que vale la pena sólo porque las mercancías productivas valen la pena, pues con ellas podemos en cualquier momento reproducir el producto. Siguiendo con nuestra búsqueda, al preguntar cuánto valen los medios de producción llegamos a la utilidad marginal. Pero una y otra vez debemos prescindir de más análisis. Una y otra vez somos perfectamente conscientes del valor de las mercancías que suponen un coste sin la necesidad de derivarlo de sus fundamentos en cada caso…"
En una nota a pie de página dice:
"En especial, la intervención de la división del trabajo y del proceso de intercambio contribuye demasiado frecuentemente a hacer que el valor de los productor intermedios se fije independientemente".
(Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., pp. 70, 71.)
Por desgracia Böhm-Bawerk no desarrolla este pensamiento; no muestra porque la división del trabajo y el intercambio deberían tener una influencia tan decisiva en la "independencia" del valor de las mercancías productivas. En realidad la cuestión es así: La sociedad moderna no es un todo armónicamente desarrollado en la que la producción se adapta perfectamente al consumo; al presente la producción y el consumo están en cierto modo separados, siendo polos opuestos de la vida económica. Esta separación entre producción y consumo se manifiesta en las conmociones económicas como las crisis.
Las estimaciones que los agentes hacen de los productos de ningún modo son según la "utilidad marginal"; y esto es cierto, como hemos visto, incluso para las mercancías de consumo; es incluso más cierto en la fabricación de los medios de producción. Una sociedad anárquica, en la que no hay una relación planificada entres las distintas fases productivas, en la que las relaciones económicas se regulan en última instancia por el consumo social, llevará inevitablemente a un estado de cosas que podemos denominar como "producir para producir". Esta circunstancia tiene efecto, por un lado en la psicología de los agentes del modo de producción capitalista (análisis que es parte de la tarea de Böhm-Bawerk) en una manera bien distinta de la que piensa Böhm-Bawerk.
Comencemos con las estimaciones de los vendedores de medios de producción. Son capitalistas cuyo capital se invierte en ramas de producción que producen medios de producción. ¿Cómo se determina la valoración de los medios de producción resultantes por el dueño de la empresa concreta? De ningún modo estima sus mercancías (mercancías productivas) por la utilidad marginal del producto fabricado con su ayuda; estima su mercancías sobre la base del precio que podrá sacar en el mercado. En la terminología de Böhm-Bawerk lo estima según su valor de cambio subjetivo.
Asumamos que el mencionado "productor" introduce una técnica nueva y aumenta la producción; ahora puede lanzar al mercado muchos más bienes (medios de producción) ¿En qué dirección se alterará la valoración de la unidad de mercancía? Por supuesto bajará. Pero esta reducción, a sus ojos, no será producida por la bajada de los precios fabricados con sus máquinas, sino por su propio esfuerzo para reducir sus precios para quitar clientes a sus rivales y obtener mayores beneficios.
Ocupémonos ahora de la otra parte del trato, los compradores, en el ejemplo actual, los capitalistas de la rama de producción que producen artículos de consumo con las máquinas que producen los otros capitalistas. Su valoración por supuesto tomará en consideración el precio al que es ofrecido el producto; pero ese precio asumido de producción como mucho puede servir como límite superior. En realidad la estimación de las mercancías productivas es siempre inferior; y la cuantía en la que la estimación de las mercancías productivas se reduce por los compradores en el presente caso es ni más ni menos que una cierta corrección del precio, provocada por la mayor cantidad de mercancías productivas arrojadas al mercado. Esa es la verdadera psicología de los agentes en una sociedad de producción de mercancías. El valor de los medios de producción en verdad se fija de modo más o menos independiente, y la alteración del valor de los medios de producción ocurre antes que la alteración del valor de los medios de consumo. En consecuencia, el análisis debe comenzar con las variaciones del valor en la esfera de los medios de producción.
Y aquí debemos de nuevo señalar una grave falacia lógica. Hemos visto antes que el valor de los medios de producción según Böhm-Bawerk se determina por el valor del producto: "en última instancia" la utilidad marginal del producto marginal es el factor decisivo. ¿Pero qué determina la cuantía de esta utilidad marginal? Ya sabemos que la cuantía de la utilidad marginal está en una ratio inversa a la cantidad del producto a evaluar. Cuantas más unidades haya de un tipo de mercancía, menor será la estimación por cada unidad en la "oferta" y viceversa. La cuestión surge naturalmente, ¿cómo se determina esta cantidad? Nos dice nuestro profesor
"La cantidad total de mercancías en una región del mercado se determina a su vez… en una gran medida y particularmente por el nivel de los costes de producción. Pues cuanto más altos sean, menos son, relativamente, el número del artículos que la oferta proporciona a la demanda".
(Ibid., p.521)
Podemos parafrasear así la "explicación": el valor de las mercancías productivas (costes de producción) se determina por el valor del producto; el valor del producto depende de su cantidad; la cantidad del producto por los costes de producción, o en otras palabras, los costes de producción se determinan por… ¡los costes de producción! Esta es una de las espurias explicaciones tan abundantes en los austriacos.
El propio Böhm-Bawerk está tan atrapado en el mismo círculo vicioso que el mismo observa correctamente que aún opera la vieja teoría de la producción.
Para terminar, dejadme decir unas palabras en relación con la fórmula general de Böhm-Bawerk para determinar el valor de los medios de producción. Como hemos visto el valor de la unidad de los medios de producción… se determina por la utilidad marginal y el valor del producto que, entre todos los que podrían haber sido usados económicamente para la producción de la unidad de medio de producción en cuestión tiene el menor valor marginal. Considerando, por un momento, la producción capitalista observamos enseguida que la palabra "económicamente" ya presupone la categoría del precio como dada. Es de nuevo un error "inmanente" de los austriacos; nace, como ya hemos señalado, de su no querer entender la función de las relaciones sociales en la formación de la psique individual del moderno hombre económico.
Podríamos terminar con nuestra investigación de la teoría subjetiva del valor examinando también la teoría de precios de los austriacos, pues Böhm-Bawerk, considera el precio, después de todo, como resultante de las valoraciones subjetivas concurrentes en los precios de intercambio en el mercado. Al derivar esa resultante, Böhm-Bawerk se ve obligado a enumerar una serie de factores que participan en la producción, y que se ocupan principalmente de su contenido, es decir, de la definición cuantitativa de las valoraciones subjetivas realizadas por los compradores y vendedores presentes en el mercado. Al probar las contradicciones y la superfluidad de las proposiciones de Böhm-Bawerk en relación con estos "factores" recapitulamos en detalle todas nuestras anteriores objeciones.
Primero detengámonos por un momento en como pinta e Böhm-Bawerk l mecanismo de intercambio. Böhm-Bawerk considera el proceso de intercambio sobre la base de una complejidad creciente. Primero el cambio aislado, luego la competición entre los compradores, luego la competición entre los vendedores, luego la competencia mutua, es decir el caso en que los compradores y los vendedores contienden juntos.
En el primer caso (intercambio aislado) la fórmula es muy simple:
"En el cambio aislado entre dos personas, el precio se fija en un campo cuyo limite superior es la valoración subjetiva del producto por el comprador y el inferior su valoración por el vendedor".
(Böhm-Bawerk: Grundzüge, etc., p.493.)
En el segundo caso (competición entre compradores) Böhm-Bawerk expone este teorema:
"En una competición unilateral entre comprad