Este texto está basado en la traducción del original alemán publicada por la editorial Zero-ZYX en 1978, e incluido en la compilación "Anton Pannekoek. Una nueva forma de marxismo" (Neubestimmung des marxismus, 1974).
El título es de esta edición y se basa en una traducción más literal del título original de la compilación. Se han realizado correcciones menores donde se creyó conveniente por razones de estilo e inteligibilidad y se han suprimido las notas del traductor por partidistas. No obstante, si bien podemos asegurar la congruencia de nuestras modificaciones, no podemos garantizar en absoluto la coherencia de la traducción publicada por Zero-ZYX con el original respecto a muchos matices que pueden ser importantes para un estudio pormenorizado.
Corregido y digitalizado por el Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques. Transcrito en HTML por Jonas Holmgren en 2011.
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Existen pocos teóricos socialistas cuyo trabajo publicístico haya sido tan poderosamente influido por los cambios habidos en el seno del movimiento obrero y por la lucha de clases, como Anton Pannekoek. Efectivamente, esto se entiende mejor si se dice que en tiempos de Anton Pannekoek tanto la situación, como la praxis de la clase trabajadora, se vieron sometidas a cambios sorprendentes. Pero hay algo más que interesa saber: ya antes de que se uniera al socialismo, hizo su trabajo como astrónomo y como científico de la naturaleza -es decir, como alguien, por así decirlo, interesado profesionalmente en la causalidad de los hechos- en el sentido del marxismo. En vida, se separó de las leyes sociales que regían la vida social. Esto significaba para él el reconocimiento de las fuerzas reales que dominan una historia dividida en clases, si bien estas fuerzas no quedaron para él nunca reducidas a simples fórmulas, concebidas como algo absoluto e inmutable. Su método de trabajo como científico naturalista no tenía nada de ungüento aplicado mecánicamente para todo uso, nada de receta.
Ya en uno de sus primeros escritos cuenta la experiencia que, lo mismo que a Marx y a Engels, le llevara a concebir su noción de la historia. Pannekoek dice que las «leyes» de la naturaleza o de la sociedad no deben ser entendidas como leyes absolutas, como reglas, como mandatos inamovibles, que hubieran de influir a la realidad de una manera forzosa.
Por eso escribe:
«Toda ciencia, en su calidad de pura ciencia del espíritu, es sistematizadora y ordenadora; busca la regularidad, lo generalmente concreto. El mundo de las apariencias es infinitamente plural y cambiante: siempre nuevo, siempre distinto... El espíritu busca lo general, lo común a todas las modalidades de lo que aparece, formando a partir de aquí conceptos, reglas, causas, leyes... La pregunta de si realmente existe en la naturaleza una ley, ha de ser respondida a la vez con un sí y con un no. Con un sí, en la medida en que lo general, lo común, está contenido en cada caso especial; con un no, en la medida en que sólo lo concreto, lo especifico, es una realidad, siendo la ley por lo tanto solamente una abstracción en nuestra cabeza. Cualquier regla, cualquier ley, pese a su absoluteidad, no puede ir más allá de lo que aportan los materiales concretos, a partir de los cuales esas reglas o leyes se han formado. Ellas son lo general de estos hechos, y si surgen nuevos hechos, entonces la ley queda completada o modificada. De este modo, y de una forma incesante, las leyes de la naturaleza son remodeladas, o formuladas mejor, siempre que se producen experiencias nuevas o más maduras o se llega a unos grados mayores de abstracción».[1]
Esta necesidad científica de configuración continua de las leyes de la naturaleza puede aplicarse también, hasta cierto grado, a las leyes que rigen la evolución de la sociedad[2].
En 1921, la socialista holandesa Henriette Roland-Holst[3] reprochó a Pannekoek el haber cambiado su actitud ante Rusia respecto a lo que había escrito antes. Pannekoek replicaba:
«Este es un reproche que se me formula por reconocer que los pensamientos no se paran mientras que el mundo cambia continuamente... Las ideas, condicionadas por las circunstancias continuamente nuevas, han de cambiar igualmente y concordar con el mundo real. Esto significa, por ende, que nosotros debemos repensar, reaprender, liberarnos de todo lo que hasta ahora hemos pensado. ¿Qué hay de malo en ello...? No es culpa nuestra que el mundo cambie tan rápidamente. En una época de revolución no hay que reprochar que la realidad haya cambiado, y por lo tanto, que haya cambiado nuestro pensamiento sobre ella. Al contrario, lo que tendríamos acaso que reprocharnos seria el no darnos cuenta de esto, no quererlo reconocer por pereza de espíritu o por estar presos de ideas envejecidas...»[4].
Este problema caracteriza precisamente la separación teórica del comunismo de consejos con respecto al bolchevismo. Como Rosa Luxemburg (con la que entronca su concepción histórico-materialista), Pannekoek estuvo desde el principio en una postura crítica frente a la revolución rusa. Comenzó por declarar la guerra a los semidioses burgueses-revolucionarios del Kremlin, demostrando que sus métodos no tenían nada que ver con un marxismo revolucionario, ni con la praxis de la lucha de clases de los trabajadores de Europa occidental, y que incluso estaban en contradicción con todo ello.
Pannekoek caracterizó la táctica bolchevique como «oportunismo comunista», por lo que este oportunismo de la III Internacional era algo tomado de las formas de lucha y de los métodos de la II Internacional. Justamente, las experiencias de la lucha de clases demostraban que tanto el parlamentarismo como las organizaciones sindicales habían de ser consideradas históricamente ya como formas sobrepasadas por el capitalismo. Ambas formas -parlamentarismo y organizaciones sindicales- solamente tenían para él un carácter socialdemócrata, y portaban los estigmas de un movimiento reformista de carácter radical-burgués. Para él estaba claro que, en su evolución social, los movimientos reformistas socialdemócratas habían sacrificado su intención originaria, y que las nuevas y militantes organizaciones obreras -por ejemplo, los consejos y los comités de huelga autónomos-, independientes de las formas socialdemócratas existentes, habrían de luchar de una forma totalmente diferente al modo en que luchaba la burocracia sindical integrada en la sociedad burguesa.
La realidad social, la evolución social de la lucha de clases, obliga a Pannekoek a revisar sus propias teorías. Él escribe:
«El socialismo no es simplemente una lección, un manual o una serie de tesis, que, una vez aprendidas, pueda decirse: ¡ahora ya me lo sé, y es suficiente con ello! El socialismo es un aprender continuo, ampliación de las propias opiniones; el aprendizaje no cesa jamás. El conocimiento socialista nunca está completo, no es una cosa cerrada; por el contrario, el socialismo es una evolución inconclusa, un proceso progresivo»[5].
Pannekoek fue fiel a esta idea, y su crítica a Roland-Holst así lo demuestra, revisando no solamente la cuestión sindical y el parlamentarismo, sino también la política socialista, examinando la política en general, frente a las tesis que él mismo defendió durante toda su juventud.
Dos artículos, publicados precisamente en este volumen, muestran inequívocamente que Pannekoek, en su calidad de uno de los teóricos más celebrados de la Internacional Socialdemócrata, no pudo al principio realizar totalmente esta crítica. Así, en su artículo escrito a comienzos de siglo, titulado «Revoluciones en el Estado futuro» [1907], parte de la convicción socialdemócrata de que hay que romper el poderío de la clase burguesa, a fin de que la clase trabajadora misma pueda ejercer el poder estatal, que necesitaría para ello. Además, dice que es preciso que la nueva forma de Estado tome en sus manos el nuevo orden revolucionario de la producción social. Esto está, naturalmente, muy alejado de lo que vaya a afirmar más adelante con el curso del tiempo.
[Así,] en la confrontación con el escrito de Lenin, «El Estado y la Revolución», la afirmación de Lenin de que el Estado burgués destruido habría de ser substituido por un «Estado proletario» la comprendía Pannekoek -y ello en contraste con sus reflexiones en «Revoluciones en el Estado futuro»- en el sentido de que las afirmaciones de Lenin sólo eran inteligibles a partir de las contradicciones internas de la revolución rusa, pero que ellas nada tenían que ver con una concepción marxista.[6]
En su trabajo titulado «Ética y Socialismo» [1906] aún no comprende el socialismo, de una manera consecuente, como el resultado de la lucha llevada adelante por los propios trabajadores. Pannekoek define al socialismo como «el instrumento que proporciona al trabajador las armas espirituales».
En mi opinión, en «Ética y socialismo» Pannekoek valora falsamente los motivos que mueven en su lucha al trabajador. Recuerda a la burguesía holandesa, que no pudo comprender en el año 1903 la solidaridad de clase de los trabajadores de los ferrocarriles con los trabajadores del transporte. Naturalmente, es correcta su opinión de que dominantes y dominados juzgan sus acciones de manera completamente distinta, pero el ejemplo que pone para justificarlo no es del todo correcto. Pues la negativa de los trabajadores de los ferrocarriles a transportar bienes se debió a una lucha que dominaba su situación social. El no considerar esta parte de la lucha no puede comprenderse sino desde dentro de la mentalidad de la socialdemocracia, en la que estaba preso por aquel entonces Pannekoek. Así, en el mismo escrito, vuelve a encontrarse otra cosa parecida. Habla de que los trabajadores no tienen «por meta» el cambio de la sociedad, sino que ésta cambia independientemente de los trabajadores. Si se parte de esta convicción, no puede naturalmente hablarse de proletariado «socialista» (lo que, en realidad, hace en el citado escrito). Si el proletariado lucha contra el orden social dominante, no lo hace porque desee un «mejor orden social» (como afirman los idealistas políticos). La lucha contra el capital no tiene sus orígenes en la lucha del proletariado a partir de razones ideales, sino que está fundada en sus necesidades materiales. Aun cuando no se aperciban directamente intereses materiales concretos, no habría que buscar motivos deletéreos, sino la situación práctica concreta. El sentimiento de justicia, las razones éticas y morales que llevan a obrar, son, según Pannekoek, exclusivamente sociales.
Todo aquel que se ocupe con los mencionados problemas de ética y socialismo en Pannekoek, comprobará con sorpresa que estos temas son hoy tan actuales como entonces. Por sólo nombrar algunos ejemplos: los mineros belgas bloquearon durante sus huelgas las carreteras, los nudos de comunicación, impidiendo el tránsito de mercancías y personas; en 1901, los mineros ingleses se negaron a ir a las minas, y a hacer horas extraordinarias en 1903/04[7]. Para juzgar tales acciones como «correctas» o como «falsas», hay que partir de motivos éticos como «bueno» o «malo», teniendo además en cuenta que tales conceptos son relativos, condicionados por la situación de clase, la edad y las creencias morales. Lo que a los trabajadores les parece permitido, a sus enemigos de clase les parece amoral, reprochable e ilícito.
El problema de la relación entre ética y socialismo atraviesa más o menos todos los escritos de Pannekoek (para comprender la importancia del factor moral en Pannekoek, será de importancia estudiar el pensamiento de Josef Dietzgen[8]). Para él, como teórico socialista, se trata de:
- desarrollar los métodos que no van de la idea a la realidad, sino, viceversa, de la realidad a la teoría;
- estudiar las leyes sociales (resaltando lo general, lo esencial), que no han de ser forzosamente aplicables en todo momento[9], sino que son relativas.
Para Pannekoek, lo esencial es el método, y no esta o aquella afirmación de Marx; en el método veía Pannekoek el arma más potente en la lucha social espiritual.
«La concepción materialista de la historia -escribe- no es ni un sistema definido, ni una teoría definida; es un método de investigación, cuyas causas y efectos se pueden investigar en todos los acontecimientos, y que permite explicaciones suficientes para los sucesos sociales que se siguen uno tras otro». (Kant y el Marxismo, De Niewe Tijd, 1901, pág. 613.)[10]
La contemporaneidad dialéctica de lo general y lo particular hace parecer muy actuales las reflexiones de Pannekoek, pese a los hechos de que, naturalmente, como hombre de su época, no pudo prescindir. En la medida en que consideraba sus propias reflexiones no como inalterables, sino como algo en continua evolución, sus análisis van más allá de los problemas puramente relativos a su época.
Al comienzo del siglo XX, Pannekoek se da cuenta de que se halla en una encrucijada histórica[11]. El proletariado ya no era enemigo de ciertas formas del modo de producción capitalista, sino del capitalismo en general. Pannekoek vio llegar la época histórica en que la clase obrera misma tomaría su papel histórico, en lugar de servirse más de sus representantes tradicionales, políticos y sindicales.
(La huelga de trabajadores portuarios de Hamburgo, Bremen, Kiel (1910-1913), las luchas de los mineros ingleses y belgas, la huelga de los transportistas holandeses, contribuyeron esencialmente a que Pannekoek desarrollara una concepción completamente nueva de la lucha de clases -así por ejemplo, algunos años más tarde hablaría del «socialismo de los trabajadores», por contraposición al «socialismo de las organizaciones tradicionales»-.)
Naturalmente, y con este criterio, se situó inmediatamente en contradicción con los bolcheviques, que no valoraban la capacidad de iniciativa de las masas, sino la disciplina de partido y la obediencia a ultranza. Sólo con una información deficiente puede comprenderse que Pannekoek luchara en favor de los bolcheviques rusos contra la carnicería social-imperialista de los pueblos y contra el social-chovinismo de la II Internacional. Cuando comprendió con claridad la verdadera situación, comenzó su resistencia. Un motivo suficiente para esta comprensión fue el escrito de respuesta al folleto de Lenin, dirigido contra Pannekoek y otros, titulado «El 'radicalismo de izquierda', enfermedad infantil del comunismo»[12].
Tras su ruptura con el «comunismo» oficial, comienza el periodo teórico más importante de Pannekoek. En esta época, no sólo escribe un extenso estudio sobre los consejos obreros, o publica una investigación sobre «el origen del hombre» [1947] -empalmando con el problema que había bosquejado en su folleto «Darwinismo y marxismo» [1909]-, sino que también rompe, claramente, con el mito bolchevique en su trabajo «Lenin filósofo» [1938]. La ocasión para este escrito fue el trabajo publicado por Lenin, en inglés y en alemán, titulado «Materialismo y empiriocriticismo». Si se hubiese conocido antes este último escrito -escribe Pannekoek-, antes se hubiese podido considerar desde una perspectiva crítica tanto el bolchevismo como la revolución rusa.
Cuando Pannekoek, en su trabajo titulado «Revolución mundial y táctica comunista» (aproximadamente de 1920/21), criticó el oportunismo bolchevique, estaba más o menos claro para él que la revolución rusa acabaría en el capitalismo de Estado. A los mismos bolcheviques los consideraba aún como victimas involuntarias y trágicas de esta inevitable evolución. Comparó su situación con la analizada por Engels en su estudio titulado «La guerra campesina en Alemania»; es decir, la situación de un Partido que toma el poder en una época determinada, en la que las condiciones sociales aún no estaban maduras para el poder de clase que ese partido representaba. En su escrito «Lenin filósofo» corrige Pannekoek sus anteriores concepciones e ideas. Dice que la concepción filosófica de Lenin no tiene básicamente nada en común con el materialismo histórico de Marx y Engels, sino que más bien lo tiene todo con el materialismo burgués del siglo XVIII.
A comienzos del siglo XX, según Pannekoek, eran dominantes en la Rusia atrasada las mismas relaciones sociales que a comienzo de la gran revolución burguesa en Francia. En el enorme país agrario, el modo de producción capitalista no es el predominante. El Zar y la Iglesia detentan el poder económico y social. En lucha contra ambos, el materialismo científico se acredita como el arma más segura. La tarea de la revolución inmediata es acabar con la situación feudal, abrirse a la moderna evolución industrial, sobre la base del trabajo asalariado. Dicho de otra manera: la gran revolución rusa del siglo XX es una revolución burguesa. Pero la revolución no sería llevada adelante por la clase burguesa, cuyos intereses estaban íntimamente unidos al zarismo. El papel histórico de la burguesía sería asumido en Rusia por el partido leninista, que aparentemente se alza en nombre del proletariado. Esto imprime su carácter tanto al Partido como a la Revolución.
Según Pannekoek, por esto no cambia el carácter social de la revolución. Los bolcheviques, en lugar de ser las víctimas de la evolución social en Rusia, son en realidad sus exponentes, y de ahí deriva todo lo que hace que el bolchevismo sea como es: el erigirse en enemigo y rival de la lucha de clase proletaria, y el impedir el camino de la liberación de los trabajadores en la Europa occidental y en los EEUU. Veinte años después de que Pannekoek hiciese estas reflexiones, los tanques aplastaban los levantamientos de la Alemania Oriental (1953), Hungría (1956) y Polonia (1970).
En su libro sobre los consejos obreros, Pannekoek responde a la cuestión de cómo hay que entender la revolución proletaria. En el artículo «Partido y clase obrera» [1936] da la siguiente definición: «La revolución proletaria es un proceso histórico, cuyo peculiar carácter lo constituye la evolución de la autoorganización de la clase obrera en lucha». La importancia de esta autoorganización bajo la forma de consejos obreros, salidos de las mismas luchas de clases (o, en su estado embrionario, como comités de huelga autónomos) es expresamente acentuada por él.
El capitalismo como sistema económico-político no se supera si se quita de enmedio a los capitalistas privados pero se mantiene al Estado como dirigente de la producción; el trabajo asalariado y la producción de plusvalía, es decir, la dependencia y la explotación de la clase obrera, permanecen. El socialismo significa la autogestión de los obreros en las fábricas (lo que, naturalmente, no hay que confundir con la «autogestión» de Yugoslavia). Además, añade Pannekoek, la caracterización del socialismo no ha de ser entendida como una exigencia, sino que, por así decirlo, es la descripción teórica de lo que puede caracterizarse como visible.
«La liberación de los trabajadores sólo puede ser obra de los trabajadores mismos». Esta frase de Marx, será, naturalmente, aceptada por Pannekoek de una manera total y absoluta. Pero solamente al comienzo del siglo XX adquieren esas luchas formas tales que hacen buena la frase en toda su magnitud. Ciertamente, hubo rebeliones de tejedores en Silesia, y una revuelta en Lyon en el año 1831, pero semejantes revoluciones proletarias sordas eran expresión de la desesperación proletaria y, en general, no eran características de las luchas de entonces. Solamente más tarde se caracterizarán las luchas por el hecho de que los propios trabajadores formarán comités de lucha y asumirán la responsabilidad por si mismos. A ello se refiere Pannekoek, entre otros trabajos, en el aquí contenido «Sobre los consejos obreros».
Pannekoek derivaba de las luchas de clases existentes en su época el carácter de las futuras. Este método le permitía seguir la huella a los caracteres generales presentes en la pluralidad de las formas de lucha y de sus diferentes intenciones. A tal efecto, mantenía que los distintos consejos obreros espontáneamente formados eran similares entre sí. No obstante, pudo tener otra visión sobre las cuestiones fundamentales del socialismo y del poder obrero.
Pannekoek proporcionó, con todo su trabajo científico-social, una teoría que pretende menos ser una «doctrina» que un medio para el nuevo movimiento obrero, capaz de perfilar los contornos de las futuras organizaciones de lucha. Naturalmente, la teoría no puede abrir ningún camino, pero sí puede al menos decir qué camino podría seguirse y por qué. Justamente aquí radica la importancia de Anton Pannekoek como teórico socialista.
Cajo Brendel
Amersfoort, enero de 1974.
[1] Anton Pannekoek: Dos investigadores de la naturaleza en la lucha social, en De Nieuwe Tijd, 1917, pp. 382-383.
[2] Esto se verá con mayor claridad en lo sucesivo.
[3] H. Roland-Holst: El Partido revolucionario. Kollectiv Verlag, Berlin, 1972.
[4] Anton Pannekoek: Rusia y el comunismo. En Die Nieuwe Tijd, 1921, pp. 640-641.
[5] Anton Pannekoek, Socialismo Primitivo. En De Niewe Tijd, 1908, pág. 375.
[6] Nota refundida para esta edición. (Nota del CICA).
[7] Aquí hay una errata evidente en el original, ya que al final Brendel vuelve a hacer alusión a las luchas mineras citadas aquí como muy importantes para la evolución de la concepción de la lucha de clases de Pannekoek. (Nota del CICA).
[8] Nota refundida. (Nota del CICA).
[9] En la versión de Zero se traduce: "las leyes sociales... no han de estar forzosamente referidas al tiempo". Esto no tiene ningún sentido, con lo cual, siguiendo la línea de la primera parte del texto y considerando las posibles raíces lingüísticas del error, llegamos a esta corrección como plausible. (Nota del CICA)
[10] Nota parcialmente refundida, que sigue: "Lo que se puede lograr con tal método lo describe el joven Pannekoek como «[no] un orden de apariciones populares y equívocas, que -engañosamente- presentan a fenómenos completamente diferentes como una forma derivada de una misma cosa. De este modo aparecen a primera vista, por ejemplo, las formaciones eclesiales del siglo XVI y la gran revolución francesa de 1789, no como algo esencialmente idéntico, sino que se pueden considerar como la conquista del poder social por la clase burguesa, ciertamente diferenciada, pero esencialmente idéntica en la forma». (Pannekoek, op. cit. pág. 614)."
El añadido entre corchetes es de esta edición. Parece una errata de traducción y adoptamos esta solución por ser la más simple. (Nota del CICA).
[11] Nota refundida como un párrafo a continuación, entre paréntesis para no cortar la argumentación. (Nota del CICA).
[12] La crítica de Lenin se dirigía igualmente contra Hermann Gorter y aquellos que habían fundado en Alemania el independiente Partido Obrero Comunista de Alemania [KAPD], y que fueron excluidos de la III Internacional. En el Tercer Congreso Mundial del Komintern de 1921, tuvo lugar en Moscú la separación definitiva.